Un chico festeaba con una chica
que hacía siete años que se querían.
El día de su santo la regaló
un corte de vestido de gran valor.
Al día siguiente fue a pasear
ya no tenía el gusto con ella hablar
y ella le ha dicho,
¿cómo es que estás tan triste, cariño mío?
Ay, dímelo, pues si no me lo dices
también de pena me muero yo.
- Ya no te quiero a ti que quiero a otra
que la han visto mis ojos que es más hermosa.
Eran las diez en punto cuando él marchó
la pobrecita niña, desmayadita al suelo cayó
y echándola en la cama, allí Adela mala siguió.
Un día sus amigas fueron a verla,
a ver como se hallaba la pobre Adela.
Y ha preguntado,
que si han visto a su Juan por algún lado.
Y una de sus amigas ha respondido:
- Piensa en ponerte buena, yo te lo digo,
porque tu Juan,
con tu amiga Dolores se va a casar.
- Madre, cierra la puerta, vente a mi lado,
que antes de morir quiero darte un recado.
Pues de mi muerte,
yo siento un sudor frío sobre mi frente.
De mortaja me pongan toda mi ropa,
la que tenía guardada para la boda.
Y después que me hayan amortajado,
me quiten los corales que Juan me ha dado.
Si viene a Juan a verme después de muerta,
no le deje que pase desde la puerta.
Todos vendrán a verme, menos Dolores
que ella ha sido la causa de mis dolores.
A las dos de la tarde pasó el entierro,
Juan que estaba en la puerta se metió dentro.
- Adela mía, nunca pensara yo que morirías.
Una niña se ha muerto de mal de amores;
tuvo la culpa Juan y la Dolores.
Otro día de mañana fue al cementerio
dando mayores muestras de sentimiento.
Llega a la puerta,
pero el sepulturero no le contesta.
Cuando el sepulturero le vió afligido
- Márchese usted a casa mi buen amigo
porque su Adela,
los restos que le quedan son pa la tierra.