Por la montañita arriba camina la serranilla
con la falda arregazada y la nieve a la rodilla.
La nieve caía a copos y agua menudita y fria,
con el pie pisa la nieve, con el zapato la trilla.
Echó la vista hacia atrás, por ver si alguno venía
la estaba viendo un galán de los que la pretendían.
La niña de que le vió, dejó de andar y corría;
mucho corría el caballero, pero más corre la niña.
Dónde la vino a alcanzar, al pie de la verde oliva,
la oliva como era amarga, amargamente decía:
-Dónde va la niña blanca, donde va la blanca niña.
-Voy a bodas de mi hermano, que casarse pretendía.
-Si tú me quieres a mí, yo iría en tu compañía.
-Yo no te quería a ti, que mis padres no querían;
no me quites el honor, aunque me quites la vida.
-Te he de quitar el honor, no te he de quitar la vida.
Estando en estas palabras, el puñal se le caía,
la serrana que no es torpe, con su mano le cogía.
Se le clavó por la espalda, a un costado le salía.
Con las ansias de la muerte, estas palabras decía:
-No te vayas alabando, ni en tu tierra ni en la mia
que has dado muerte a un galán, con las armas que él traía.
Se le cogió en el caballo, sube montañas arriba
donde había un ermitaño ganando su santa vida.
-Por Dios te pido, ermitaño, por Dios te lo pediría
que me dejes enterrar un cuerpo que aquí traía.
-Entiérrale niña blanca, entiérrale, blanca niña.
Con el su puñal dorado, la sepultura le hacía.