En Madrid hay un palacio que le llaman de oropel
y allí vive una señora que le llaman Isabel.
No la quieren dar sus padres a ningún Conde o Marqués
por más dinero que cuenten tres contadores al mes.
Una noche muy oscura, al juego del alfiler
la ha ganado un bello mozo, bello mozo aragonés.
Para casarse con ella, mató a sus hermanos tres,
mató a su padre y su madre, y luego con ella fue.
En el medio del camino, llora la niña Isabel.
-¿Porqué lloras niña mia; porqué lloras, Isabel?
Si lloras por tus hermanos, por tus hermanitos tres,
a tu padre y a tu madre, también muertos les dejé.
-No lloro por mis hermanos, por mis hermanitos tres,
que lloro por el puñal de oro, que quiero que me lo des.
-Dime para que le quieres; dime cómo y para qué.
Para partir una pera, que vengo muerta de sed.
Se lo ha dado del derecho, le ha cogido del revés.