Son cinco las violas tradicionales de Portugal: amarantina, toeira, campaniça, braguesa, y beiroa. También existen dos más en las Azores, la viola da terra y la viola da terceira, y aún una más en Madeira llamada viola de arame. Para completar el panorama de los cordófonos más habituales portugueses, a éstas hay que añadir los diferentes cavaquinhos, y las guitarras portuguesas o de fado. Cada uno de estos instrumentos presenta características distintas en cuanto a la forma, el tamaño, el número de cuerdas, afinaciones, ornamentaciones, dimensiones, etc. De todas ellas, la que nos ocupa es la viola beiroa. Encordada con metal, sus 6 órdenes dobles combinan cuerdas al unísono (las tres primeras y la sexta), con cuerdas octavadas (cuarta y quinta), destacando un orden más corto, denominado requinto, que nace en la unión del aro con el mástil y se extiende sobre la tapa armónica, sin trastes, ya que se toca siempre al aire. De todas las violas portuguesas es la más rústica, pero la que presenta mayor profusión de ornamento.
El origen de la viola beiroa se sitúa en la región de Castelo Branco, y llama la atención su acentuada escotadura, así como lo reducido del tamaño de su boca. En Brasil existe una viola angrense (Angra dos Reis) cuyas características muestran claramente su ancestro en la beiroa. Especialmente la sexta cuerda, más corta que el resto, y que en la angrense recibe el nombre de periquito o benjamín.
Normalmente la viola beiroa da solamente dos acordes para acompañar al canto, y son instrumentos rasgueados que por lo general suenan junto a las ginebras o hueseras.
Este instrumento se exhibe en el Museo de la Música de Urueña, colección Luis Delgado.