La guitarra es un instrumento de seis cuerdas, tendidas a lo largo de un mástil y de una caja plana en forma de ocho, que se tensan entre un clavijero y un cordal que va encolado en la parte más ancha de la caja. De la primitiva guitarra, con caja excavada en un tronco de madera y cuatro cuerdas, se evolucionó, por sucesivos pasos a la forma y encordado actuales. Muchas guitarras del siglo XVIII se decoraban con incrustaciones de nácar y exquisitos trabajos de marquetería. Algunas del XIX se pintaron al óleo, ofreciendo muy bellos acabados que enriquecían artísticamente el instrumento aunque modificaran negativamente su sonido. El ejemplo que se ofrece fue fabricado en Madrid por "Hijos de González" con anterioridad a 1890.
La palabra guitarra procede del griego kitara, aunque el instrumento que correspondía a ese vocablo fuese de la subfamilia de las liras. Las primeras guitarras medievales -denominadas guitarras latinas o hispanas- eran piezas pequeñas, habitualmente para rasguear y con poco protagonismo en las capillas cortesanas; de hecho, durante todo el siglo XVI se prefirió la vihuela, con dos órdenes de cuerdas más, una por arriba y otra por abajo. En 1611 Covarrubias habla en su Tesoro de la Lengua Castellana o Española de la guitarra como un instrumento que se va popularizando en detrimento de la vihuela y de la propia música. El siglo XVII es, pues, el de mayor auge del instrumento, ya con cinco órdenes de cuerdas y extendido por toda Europa. Hacia finales del XVIII aparece la guitarra del tipo actual, aumentando el tamaño de la caja y fijando el número definitivo de cuerdas en seis.
Los estudiantes, los barberos y los ciegos están ligados en la historia -y por tanto en la literatura y en la iconografía- a la guitarra. Los últimos suelen ser representados en cuadros y grabados acompañando su canto con guitarra o zanfona, mientras que los barberos eran excelentes popularizadores de tonadas de moda en su propio local, bien para entretener a sus clientes, bien para distraer los ratos de ocio. Desde mediados del siglo XIX la guitarra entra también en los cafés y tablaos de las ciudades, muy ligada al flamenco, género al que acompaña de forma tan estrecha que incluso se llega a crear un tipo de guitarra especial con características propias. En cualquier caso el siglo XIX es importantísimo para la guitarra en general, tanto por los grandes fabricantes y lutiers (José Pagés, Antonio de Torres, etc.) como por los excepcionales intérpretes y compositores (Dionisio Aguado, Fernando Sor, etc.) que la elevan a uno de los lugares más destacados de la música instrumental.
El ejemplar que se exhibe, construido por Hijos de Gonzalez y restaurada por Jesús Reolid, está decorado con una pintura al óleo firmada por R. del Castillo en 1890 y restaurada por Isabel Sánchez Romero. Puede contemplarse en el Museo de la Música de Urueña, colección Luis Delgado