Tras haber extraído el tuétano de un cuerno de cabra, se le da un corte en la punta que después se rellenará parcialmente con cera para permitir que pase el aire a través de él. A un centímetro y medio de ese corte se hace otra incisión oblicua que deje al aire el tubo interior y que permita crear un bisel sobre el que chocará el soplo de aire que enviemos a través del corte anterior. A lo largo de la parte plana del cuerno se practican tres agujeros que son los que producirán la escala pentatónica, habitualmente entre DO y LA.
Muchos códices y pinturas medievales muestran a diferentes personajes (generalmente ángeles, pastores y cazadores) tocando un cuerno de buey sin agujeros (sólo la embocadura y el orificio de salida del aire) que sujetan con una sola mano. En ese tipo de bocina el órgano sonoro era la boquilla formada al hacer un corte en la parte más estrecha del cuerno, mientras que en el cuerno de cabra el órgano sonoro era la embocadura con el bisel. Algunas ilustraciones medievales, sin embargo, sí parecen ofrecer también el instrumento dotado de agujeros para modificar con los dedos el sonido; en esos casos el músico aparece sujetando la pieza con las dos manos, una de las cuales acciona sobre dichos agujeros, como se puede observar en la ilustración tomada de un códice del siglo XI que está en la Biblioteca Nacional de París.
Un grabado de 1879 de Federico Guisasola representando a un pastor de Fonsagrada (Lugo) tocando este instrumento, es la prueba iconográfica de su existencia en España hasta el siglo XIX, existencia que fue general en toda la cornisa cantábrica (Galicia, Asturias, Santander, etc.) y de su adscripción rústica, especialmente pastoril. El tamaño varía poco entre las diferentes piezas encontradas, sucediendo, lo mismo, por tanto, con la afinación.
Este instrumento se exhibe en la Fundación Joaquín Díaz de Urueña.
Pista de audio:
CD: Museo de Instrumentos, Fundación Joaquín Díaz
Intérprete: Joaquín Díaz
Edita: Fundación Joaquín Díaz