Instrumento formado por un bastidor cuadrado de madera de unos 5 centímetros de ancho, recubierto totalmente de piel y en cuyo interior hay varias cuerdas de tripa, tensadas de lado a lado, de las que cuelgan cascabeles. En casi toda España se suele tocar apoyado entre los dedos pulgar e índice de ambas manos, dejando libres los demás dedos para tamborilear sobre el parche el ritmo deseado. En Peñaparda (Salamanca), las intérpretes (normalmente son mujeres) colocan el bastidor del pandero en la rodilla izquierda -elevada sobre un escabel- y, sujetándolo con una cinta de cuero al dedo pulgar de la mano izquierda, aprovechan los dedos de esa misma mano para golpear un lado, mientras que con una baqueta actúan sobre el otro parche haciendo contrapuntos rítmicos.
Un pandero cuadrado y de colgar dibuja Michael Praetorius en su Sintagma Musicum (lámina XXX), definiéndolo como "pandero moscovita". En España, el pandero cuadrado tiene su máximo esplendor a finales de la Edad Media y comienzos del Renacimiento. Tanto es así, que algunos grabados muestran el baile de nuestro país acompañado exclusivamente por este instrumento, siempre en manos de una mujer al estilo de como se hace hoy todavía en Asturias, Galicia o León. Un ejemplo claro es el dibujo que aparece en el códice Madrazo-Daza que mostramos.
En Portugal todavía se conserva, con el nombre árabe de adufe (duff parece que es onomatopeya del golpe sobre la piel y tiene raíz semítica), un instrumento idéntico en construcción y ejecución; también en Cataluña se le llegó a denominar aldufe. Casi todas las menciones literarias le identifican con el medio rural y lo hacen acompañar bailes de aldea.
Este instrumento se exhibe en la Fundación Joaquín Díaz de Urueña.