Sobre una de las dos mitades de una cáscara de nuez se hace un corte en la parte más estrecha del óvalo, dejando éste truncado. Casi en el extremo de ese corte y en la parte más ancha del óvalo se practican dos orificios a través de los cuales se dan dos vueltas de guita. En medio de esos dos hilos se introduce un palito plano por medio del cual se retuerce la doble cuerda hasta que quede tirante. Al oprimir con un dedo sobre la parte del palo que sobresale en el corte, el otro extremo golpea en el borde de la cáscara. Utilizando varios dedos alternativamente se puede conseguir un repiqueteo.
Desde Portugal hasta Rusia, pasando por España, Italia, Yugoslavia o Polonia, la mayor parte de los países donde han crecido nogales se han servido de su fruto para hacer instrumentos de uso infantil. En una nuez vacía se introducía el cabo de una cuerda a cuyo extremo había una membrana; esa membrana, al tirar de la cuerda, hacía el efecto de una pequeña zambomba o de un tamborcillo de fricción. El tipo de instrumento de que hablamos, sin embargo, hecho con media cáscara y un palillo, ha sido tan popular como el anterior y, en la actualidad, se utiliza como trabajo manual en muchas escuelas, lo que le ha permitido salvarse del olvido.
Los nombres con que se designan los instrumentos hechos con una nuez suelen ser onomatopéyicos, es decir, responden al sonido que se puede obtener con cualquiera de las aplicaciones del fruto seco: rec-rec, requetecrec (Cataluña), carrascleta (Aragón), rasqueta; también por la forma o la función se le denomina carajillo (León), carallete y brinquedo (Galicia), entre otros.
Este instrumento se exhibe en la Fundación Joaquín Díaz de Urueña.