El nombre que se aplica a este instrumento es utilizado también en España para otros instrumentos percutidos o de fricción, probablemente por el ruido que producen al ser tocados. En cualquier caso, esta pieza -que procede de un convento cordobés y que las monjas usaban para el acompañamiento de villancicos en la época navideña- parece una imitación de los célebres bastones utilizados desde hace casi tres siglos por los directores de banda otomanos y algunos europeos. Dichos bastones, denominados en inglés “turkish crescent”, tenían en su parte superior una luna creciente -símbolo, junto a la menguante, representado en el escudo del imperio osmanlí- de la que colgaban cascabeles y otras filacterias.
También se llamó en francés “chapeau chinois” o sombrero chino ya que antes de ostentar la luna turca, algunos instrumentos habían usado para coronar las piezas un cono invertido y adornado en forma de “guanmao”, gorro muy usado durante la época de la dinastía Qing en China, período que comienza a mediados del siglo XVII. No obstante, el instrumento llegó a Europa en el siglo XVIII a través de las bandas musicales que acompañaban al ejército turco percutiendo amenazadoramente sus grandes tambores.
Las modas europeas añadieron a veces unas pequeñas liras o un águila para coronar la pieza, pero las monjitas cordobesas prefirieron hacerlo con una campanilla orlada, símbolo más cristiano y sonoro. Los platos invertidos y enfrentados (con un platillo en medio para sostener más cascabeles) que forman el cuerpo central del instrumento y que han sido pintados de purpurina, sirven para colgar más campanillas y cascabeles que enriquecerían el sonido al percutir contra el suelo el largo bastón que sostenía todo eso. El instrumento suena gracias a 5 campanillas y 92 cascabeles.
Este instrumento se exhibe en el Museo de la Fundación Joaquín Díaz.