Tal vez como una reacción al período de la Ilustración, tan racional y tan poco dado a una concepción poética del mundo, muchos alemanes, encabezados por pre-románticos como Herder, volvieron sus ojos a la mitología griega. En particular, los constructores de instrumentos mecánicos no perdieron ocasión de bautizar sus nuevos modelos y patentes con nombres mitológicos o de la cultura helénica y así nacieron Ariston, Herophon, Phoenix, Diana, Calíope, Sirion o Electra, por poner sólo algunos ejemplos de instrumentos que llenaron con su música las vidas de millones de europeos del siglo XIX.
La fábrica de instrumentos Phönix, de Leipzig, fabricó muchos modelos similares al aristón que estuvieron entre los más apreciados por su timbre, según escribe Birgit Heise en su catálogo de organitos (1876-1930). El modelo Diana, aparecido en 1905 y preparado para discos de metal intercambiables, no supuso mucho avance pues ya la misma fábrica había sacado al mercado aparatos con 42 voces (El Phonix 14) y singularmente apreciados por su sonido. La fecha tan avanzada hace sospechar que el instrumento salía más como juguete de lujo que como “reproductor” de canciones de moda, que ya habían comenzado a crear su propio mercado en los rodillos fonográficos y en los discos gramofónicos.
Este instrumento se exhibe en la Fundación Joaquín Díaz de Urueña.