Para fabricar un cencerro, con una cizalla se cortaban las láminas de hierro con la medida que se quisiera dar a la pieza. Después se estrechaba un poco la lámina dándole forma de diabolo y se doblaba con una barra de hierro. En la bigornia, a golpe de martillo, se le daba forma al cañón quedando en la parte superior unos pliegues triangulares llamados orejas. Luego se daban unos puntos de soldadura. Con un martillo o cincel se practicaba un orificio en la parte superior donde posteriormente se colocaría la hembrilla que sujetaría el badajo. Por último se colocaba el asa machacando una chapa para unirla a las orejas y se igualaba la boca recortando con unas tijeras las posibles rebabas que hubiesen quedado al hacer la pestaña.
A continuación se preparaba para la fundición, untando de aceite toda la superficie del cencerro y añadiendo unas chapitas de latón para la junta lateral y unas limaduras en todo el resto para darle el color. Después, se embarraba con arcilla y paja por fuera mientras que por dentro se rellenaba de virutas de madera y más limadura de latón. En la boca se dejaba un pequeño orificio para comprobar cuándo estaba terminada la fundición pues se producía una llama azulada. Durante 30 o 40 minutos se metía al horno entre 1000 y 1500 grados. Se le sacaba con unas tenazas y se le hacía girar para que el latón licuado se extendiera de igual modo por toda la superficie del cencerro. Luego, colocado casi verticalmente, se le enterraba en cisco húmedo para que, al cambio de temperatura, se solidificara el latón. Después, se desenterraba del cisco y se extraía de la capa de barro con un simple golpe a la arcilla, que se quebraba. Finalmente se limpiaban las impurezas, se le afinaba con unos golpes de martillo cerca de la boca del cencerro y se le sacaba brillo.
Este instrumento se exhibe en la Fundación Joaquín Díaz de Urueña.
Pista de audio:
Intéprete: Luis Delgado