Instrumento peculiar donde los haya, solo consta de dos gruesas cuerdas de tripa de carnero, y se podría decir que carece de mástil, puesto que la caja armónica se extiende por toda la estructura del instrumento, pasando incluso por debajo de las cuerdas. Esto lo suele aprovechar el artesano para realizar preciosos calados y celosías que, dando salida al sonido, se decoran profusamente con incrustaciones de marfil, nácar y maderas nobles. Las cuerdas se presionan por tracción tangencial, con los dedos en el aire, sin tocar el inexistente diapasón. Un sistema similar lo hallamos en el lejano sarangi de la India. El arco es muy corto y enormemente recio, careciendo de flexibilidad. La tensión de las crines se produce con los dedos del intérprete.
Para su interpretación, se apoya el rabab sobre la pierna derecha en posición vertical, levemente inclinado hacia el hombro opuesto. Por las limitaciones técnicas del instrumento, el músico se ve obligado a realizar una simplificación de la melodía que resulta enormemente interesante y esclarecedora cuando se aplica a la música medieval.
En el Codex Princeps, de las Cantigas de Alfonso X El Sabio, encontramos la representación de un rabab de la época, idéntico al magrebí de nuestros días. Se trata de la numero 110, donde dos sonrientes intérpretes, ricamente ataviados, tocan sendos rababs. Este instrumento se ha conservado admirablemente en Marruecos, sin cambiar ninguna de las características de su morfología. Afirma Patrocinio García Barriuso, que "penetra en Marruecos procedente de la España musulmana, siendo aquí importado del Oriente".
Pista de Audio:
Intérprete: Filali Ibrahim
Tema: Improvisación