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UN TEMA MITICO RIOJANO EN TORNO AL MONASTERIO DE VALVANERA

QUIJERA PEREZ, José Antonio

Publicado en el año 1989 en la Revista de Folklore número 99.

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INTRODUCCION

Encajonado entre las estribaciones orientales de la sierra de La Demanda, en los montes Distercios, se abre un corto pero fragoso valle surcado por el río Valvanera, el cual desciende raudo en busca del próximo y sinuoso Najerilla. Valvanera es un lugar riojano rodeado de montañas cuyas alturas oscilan entre los 2.000 y los 1.500 metros sobre el nivel del mar, y su boca de acceso se halla situada sobre el lado este del valle. El lugar tiene aspecto selvático, cubierto de un áspero bosque de hayas y otros caducifolios. Por allí vagan en libertad corzos, jabalíes, etc.

Hacia la mitad del valle y a una altura de 1.000 metros se encuentra en la actualidad el monasterio de Valvanera, celoso guardián de una imagen que según la tradición fue encontrada en ese rincón escondido entre las montañas riojanas. Se trata de la Virgen de Valvanera, patrona de La Rioja y Los Cameros.

El relato popular historiza la invención de esta imagen, así como del origen y posterior devenir del monasterio y de la devoción, en una de las narraciones míticas más interesantes de las desarrolladas en la zona durante el medievo. Por tal motivo es un tema que bien merece unas líneas, un análisis que intente esclarecer el complejo mundo simbólico que encierra, así como una aportación al desolado panorama de los estudios sobre la cultura tradicional riojana.

EL ENCUENTRO DE LA IMAGEN

Han sido varios los historiadores religiosos que en siglos pasados anotaron en sus obras el relato del hallazgo de la imagen de la Virgen de Valvanera, todos ellos con muy pocas diferencias entre sí y ninguna sustancial. Algunos ejemplos son las obras de Gregorio Bravo en 1610, Mauro Olabarrieta en 1665, Mateo de Anguiano en 1701, José González de Tejada en 1702, Benito Rubio en 1761, todos ellos hombres de Iglesia (1).

Un resumen de este hallazgo contendría los siguientes elementos: Nuño o Muño Oñez era un peligroso forajido nacido de familia noble en Montenegro de Cameros. Este tenía una hermana llamada Columba o Coloma. El hombre llevaba una vida de crueldades, crímenes y vicios según la condición de su empleo, dedicándose al robo, saqueo, asesinato, etcétera, en las montañas de esta zona de La Rioja. Una vez que se encontraba acechando a un campesino con ánimo de matarle y de apoderarse de sus bueyes, al instante recibió Nuño un rayo de luz divina que le hizo reconocer inmediatamente los desatinos de su vida, consiguiendo de este modo que el bandido se convirtiera y, postrándose ante su víctima, le imploró el perdón.

Desde ese instante la vida de Nuño cambió radicalmente, convirtiéndose en un hombre de bien, y como penitencia se retiró a una cueva llamada Trombalos, próxima a la villa de Anguiano, mortificándose constantemente en busca de la redención de su alma. En la población de Brieva de Cameros ejercía como sacerdote un hombre llamado Domingo, que a la vista del cambio experimentado por Nuño decidió abandonar sus comodidades para acomodarse en la misma cueva donde ambos vivirían juntos como anacoretas.

En este estado resultó que un ángel se le reveló a Nuño dándole las señas del sitio exacto en el que debía buscar la sagrada imagen, «...y le mandó de parte de Dios, que fuesse al Valle de las Venas, que dista vna legua corta de esta cueba, que allí hallaría vn Robre, mucho mayor que los demás, con vna Imagen Bellissima de la Reyna de el Cielo, y vna Arca pequeña de Reliquias entre vnos panales de miel, y vn enxambre de avejas, y que sacandole de el Robre, fabricasse vna Iglesia en el mismo sitio, y en ella colocasse la Santissima Imagen, a quien los Fieles avian de tener gran Devoción» (2). Subió Nuño valle arriba hasta el pago de Mori, lugar en el que debía encontrar el roble, llegando más tarde su compañero Domingo, y rápidamente dieron con el lugar y el árbol según las señas dadas por el ángel. En la versión de González de Tejada cortaron el tronco y en su interior encontraron la imagen de la Virgen, un cofrecillo con algunas reliquias y unos panales de miel (3). Según Anguiano, el árbol se abrió milagrosamente y cuando tomaron la imagen volvió a cerrarse de la misma manera (4).

En seguida comenzaron la construcción de un pequeño oratorio en el que depositar la imagen y dar inicio al culto, mientras tanto se alimentaban ambos anacoretas con la miel encontrada en los panales, según orden divina expresada por el ángel (5). Así erigieron la ermita de La Cruz, a la que comenzaron a llegar los primeros hombres de los alrededores, pastores y agricultores conocedores de la noticia.

Aconteció que Coloma, la hermana de Nuño, se dirigió al lugar del hallazgo, y al aproximarse quedó repentinamente ciega. Conducida hasta el oratorio por los dos anacoretas, concedióle la Virgen la visión, pero tan sólo por tres días, pues al tercero falleció allí mismo. «Este fue el primer milagro, que en este Santuario se vio, y con tal sucesso quedaron advertidas las mugeres, para no llegar a él: y de calidad, que por muchos siglos, nunca passaron de las cruces blancas, que ay en los caminos: desde allí hazían oración, y se encomendaban a la Virgen, y no se atrevían a passar adelante» (6).

Hasta ciento seis anacoretas se juntaron en varias cuevas de entre las numerosas del lugar, dando origen a la primera congregación que custodiaba el incipiente templo, dirigidos por Domingo. Posteriormente estos hombres edificaron una pequeña iglesia y junto a ella el monasterio.

Años más tarde abandonó Nuño a sus compañeros para retirarse a la cueva llamada de los Alambres, algo alejada, en la que encontró una serpiente peligrosísima. Esta cayó fulminada ante la señal de la cruz que hizo Nuño. Allí vivió sus tres últimos años de vida dedicado a la más dura vida de penitencia. Una noche los ermitaños vieron un gran resplandor que surgía del interior de la cueva y se dirigieron varios de ellos hacia allí, en donde encontraron el cuerpo del compañero recién fallecido. Lo portaron en andas hasta el monasterio, y al aproximarse a él todas las campanas comenzaron a sonar por sí solas. Años más tarde Domingo moría a la vez que el monasterio y el centro de culto se consolidaba hacia el futuro.

HIPOTESIS RELIGIOSAS SOBRE EL ORIGEN DE LA IMAGEN

González de Tejada afirma en su obra que el milagroso descubrimiento aconteció el 29 de agosto del año 568 de nuestra era, aunque en su opinión pudo ser incluso unos años antes (7).

Según Silva, en el año 71 llegaron a la Península Ibérica San Onésimo y San Gerotheo, discípulos de San Pablo, junto a las santas vírgenes Sarra Xantipe, Polixema y Rebeca, portando esta sagrada imagen que había sido fabricada por San Lucas y consagrada por San Pedro. Llegaron al pago de Mori, en donde colocaron la imagen y fundaron un monasterio de mujeres. Tras pasar cuarenta años, los ángeles les acompañaron al cielo. Tal hecho aconteció el 23 de septiembre de 111 (8). Anguiano acepta esta fecha y origen, reconociendo que ya en 531 el santuario tenía bula apostólica, a la vez que recoge las siguientes frases que por medio de Silva fueron obtenidas de los archivos del monasterio en tiempo inmemorial: «En el nombre de Dios. Esta es la tradición deste Convento. Gerotheo con otros compañeros puso la Imagen. Escondióla Arturo. Hallóla Munio. Juan dio la Regla. Pedro puso canónigos. Alvaro los reformó. Deodato, y Obdulio Obispos están aquí sepultados. Era de 932» (9).

ALGUNAS APRECIACIONES ACERCA DE LA NATURALEZA DEL LUGAR

Además de tratarse este valle de un lugar selvático, impracticable, lleno de alimañas, lobos, osos, etc., en boca de los historiógrafos religiosos, parece ser que se trataba asimismo de una zona extraordinariamente rica en minerales metálicos, según afirman estos mismos.

González de Tejada escribe lo siguiente acerca de la riqueza metálica del lugar: «Su sitio es vn Valle muy estrecho, que se llamó de las Venas, y después Valvanera, por las muchas venas de plata, oro, hierro y cobre, que sus preñadas cuestas encierran, y por las que de cristalinas aguas manifiesta» (10).

También Anguiano escribe lo siguiente: «...y se fueron a descubrir la Sagrada Imagen al valle" dicho de las venas, por las muchas que ay en él de diferentes metales» (11).

De las notas recogidas por Gil del Río al respecto, tienen especial valor las siguientes, referidas a la cueva de los Alambres: «La llamaron después cueva del alambre, porque allí cerca había minas de cobre, aunque sin explotar» (12).

OTROS MILAGROS y VICISITUDES DEL MONASTERIO DE VALVANERA

Tras la muerte del primer prelado Domingo, siguieron otros hasta que el monasterio tomó la Orden de San Agustín y más tarde la de San Benito (13). En él vivieron, según las opiniones de las fuentes citadas, San Atanasio de Alejandría, Santo Domingo de la Calzada y otros Santos.

En el año 1102, Alfonso VI ratificó la prohibición de la entrada de las mujeres en el monasterio y lugar de culto, y hasta la aproximación a él desde una distancia determinada por varias cruces blancas colocadas en los caminos y collados de acceso, confirmando una prohibición papal anterior, posiblemente de 1030, y sustentada sobre prohibiciones anteriores. El veto duró alrededor de dos siglos más, tras los cuales fue levantado parcialmente, pues constaba una condición. Tal era que ninguna mujer podía permanecer en la hospedería del monasterio por más de nueve días, bajo castigo divino de muerte. Cuenta la tradición que la reina Isabel la Católica acudió a Valvanera en 1483 y dejó allí una de sus doncellas varios días a modo de prueba, la cual falleció al noveno día.

La veneración de la Virgen de Valvanera estuvo muy generalizada, hasta el punto de que el nombre de la carabela llevada por Cristóbal Colón a América era Santa María de Valvanera (14).

LAS ROMERIAS AL SANTUARIO

Son muchas las romerías que se encaminan en fecha fija al Monasterio de Valvanera, provenientes de las localidades de los próximos valles de San Millán, Cañas y Najerilla: Matute acude el 8 de mayo; cañas, el 14 de mayo; Berceo, el tercer domingo del mismo mes; Badarán y San Millán de la Cogolla acuden el domingo de Pentecostés; Torrecilla sobre Alesanco, la víspera del Corpus (antes, el 25 de marzo); Estollo, el primer domingo de junio; Canillas, el 13 de junio; Manzanares de Rioja, el último sábado del mismo mes; el 21 de julio acude Tobía; el 15 de septiembre, Anguiano y Bobadilla; el 1 de octubre, Hervías.

En la peregrinación de Matute y Badarán se reparte pan y queso a los romeros. En esta segunda población existe un viejo roble a la entrada conocido como «el roble de la Virgen», donde las personas que han quedado en el pueblo esperan el regreso de la comitiva.

Los habitantes de Torrecilla sobre Alesanco suelen recoger piedras en el Santuario, que arrojan al cielo como defensa contra las tormentas.

Cuando el veto femenino se encontraba en rigor, las mujeres que acudían en las romerías permanecían orando junto a las cruces blancas, mientras los hombres ascendían hasta el santuario a efectuar sus rezos. Luego regresaban todos juntos a sus respectivas poblaciones.

VALVANERA, UN ANTIGUO CENTRO DE CULTO

En un anterior artículo, publicado en esta misma revista bajo el título de «El tema mítico de las apariciones de imágenes en La Rioja» (15), traté el tema del hallazgo de este tipo de sagradas imágenes dentro de árboles, tales como la Virgen del Roble, la Hermedaña, La Virgen del Vico, etc. Las conclusiones a las que allí llegué van en la línea de que este tipo de imágenes y sus hallazgos realizan la función de recuperar para el cristianismo un conjunto de santuarios de naturaleza muy arcaica y diversa, homologándolos en función de una nueva norma, una nueva estructura religiosa, la cristiana.

La milagrosa invención de la imagen en un lugar que con anterioridad debió de estar considerado como sagrado para un universo religioso predecesor, le concede una nueva carta de naturaleza y lo asimila al nuevo estado de cosas. Este proceso tuvo lugar en toda Europa tras la entrada del cristianismo, haciéndose especialmente virulento durante la Alta Edad Media (16).

Sin embargo, para el caso que nos ocupa; es decir, el centro de culto de Valvanera, todavía es posible continuar con el análisis de las abundantísimas formas que las diferentes narraciones nos han legado, en pos de una mejor comprensión de la propia naturaleza de este santuario.

Un primer elemento del entramado mítico es el árbol, el roble de proporciones superiores a los demás del lugar, con una fuente a su pie. Es un árbol perfectamente diferenciado del resto del bosque. El es quien guarda la sagrada imagen en sus entrañas. Sin duda, nos encontramos ante una de las hierofanías más características y extendidas, la del árbol como representante del mundo sagrado. De entre todas las variedades de simbolismos especializados que el árbol puede disfrutar, en nuestro caso podemos adscribirlo al del árbol como habitáculo o receptáculo de la divinidad. Es el lugar en el que reside la potencia divina, de donde emana su fuerza sacra (17). Sin por ello dejar a un lado otros simbolismos inherentes (17), tales como el árbol como eje cósmico y nexo entre los niveles cósmicos, temas sobre los que no vamos a extendernos, pues sobrepasaría los límites de un estudio de reducidas dimensiones como es el presente, pero que también son de fácil visualización en este ejemplo riojano (18).

Otro elemento que entra a formar parte del santuario y del relato mítico es la fuente. Sobre el carácter sagrado de muchas fuentes, hierofanías muy extendidas en la mayoría de los sistemas religiosos, puede aportar alguna luz el siguiente comentario de M. Eliade: «A esta multivalencia religiosa del agua corresponde en la historia un gran número de cultos y de ritos acumulados en torno a las fuentes, los arroyos y los ríos. Cultos que, en primer lugar, se deben al valor sagrado que tiene el agua como elemento cosmogónico, pero también a epifanías locales, a las manifestaciones de la presencia sagrada en una corriente de agua o en una fuente determinada. Estas epifanías locales son independientes de la estructura religiosa que se les superpone» (19).

Este carácter sagrado de muchas fuentes y ríos es conocido desde el Neolítico, según queda atestiguado con los hallazgos de objetos votivos de dicha época en muchas fuentes cuya sacralidad ha continuado hasta el presente, aun a expensas de la lucha permanente que la Iglesia ha venido sosteniendo siglo tras siglo en pos de la asimilación de esta creencias.

Un tercer elemento es el enjambre de abejas que reside en el interior del roble. Se trata de un tema muy complejo y más extenso. Tan sólo recordaremos por el momento que en bastantes lugares del País Vasco ha sido habitual el informar a las abejas de la muerte del cabeza de familia de un caserío, e incluso el cubrir el panal con un velo negro (20), costumbre muy posiblemente relacionada con el carácter psicopompo de estos animales que aquí encuentra una sustentación. El alimento fabricado por las abejas en el interior de este roble sagrado de Valvanera es el único sustento que no sólo mantiene vivos a los dos anacoretas, sino que además es el alimento que va a permitirles construir el oratorio, reforzando así este lugar sagrado. El papel de las abejas en algunos mitos mediterráneos es trascendental. En ellos se refleja el carácter civilizador de estos seres, permitiendo con ello «...el paso de la Naturaleza a la Cultura...» (21), según una afirmación de J. Bermejo. Todo esto apoya nuestra teoría general sobre el centro de culto de Valvanera al reafirmar que la función de la invención de la imagen es la de «civilizar» un viejo santuario para un nuevo estado. Este mismo autor recalca la naturaleza ambigua tanto de la miel como de las abejas. La miel «no es ni cruda ni cocida» (23).

El paisaje que rodea el lugar del encuentro es presentado por todos como agreste, selvático, lleno de alimañas peligrosas, de difícil acceso, atestado de cuevas, etc. Tal es la visión de los historiadores cristianos que pretenden dar una imagen de caos, de desorden, sobre el que debe ser instaurado el nuevo orden. Es sobradamente conocido que multitud de viejos, ancestrales santuarios precristianos se hallaban situados en bosques y lugares de complicado acceso, frecuentemente en el interior de espesos y sombríos bosques, en los que posteriormente se edificaron ermitas bajo la advocación de las deidades cristianas; Santos, vírgenes, etc.

A la luz de los datos aportados por este análisis rápido, resalta la naturaleza de Valvanera como un antiguo centro de culto precristiano que luego ha sufrido su correspondiente adaptación en pos de su supervivencia. Tan sólo nos queda efectuar un intento de determinación de la índole de dicho santuario, el enfoque de los ritos y de los cultos que allí han podido tener lugar en un pasado temporalmente lejano.

Los escritores de siglos pasados resaltaron invariablemente la extraordinaria riqueza en minerales metálicos de Valvanera: plata, oro, hierro, cobre, etc., encerrados en la tierra. González de Tejada utiliza una frase de especial carisma referente a la abundancia de metales en el lugar; «...sus preñadas cuestas encierran...» (23). En efecto, todo este valle, esta tierra entre montañas está «preñada» con metales. También la cueva del Alambre es riquísima en cobre.

Gran parte de la mitología que gira alrededor de la metalurgia relaciona íntimamente las grutas con los metales; «Recordemos que las grutas y cavernas eran asimiladas también a la matriz de la Madre Tierra..., si las fuentes, las galerías de las minas y las cavernas son asimiladas a la vagina de la Madre Tierra, todo cuanto yace en su vientre está aún vivo, bien que en estado de gestación. O dicho de otro modo; los minerales extraídos de las minas son, en cierto modo, embriones: crecen lentamente, con un ritmo temporal distinto al de los animales y vegetales; pero crecen, maduran en las tinieblas telúricas. Su extracción del seno de la tierra es, por tanto, una operación practicada antes de término. Si se les dejase tiempo para desarrollarse (al ritmo geológico), los minerales se harían perfectos, serían metales maduros» (24), afirma Eliade. Es en las cavernas en donde se realiza el milagro de la metalurgia, en universo religioso con anterioridad al tema de la metalurgia y del dominio de los metales. A lo largo de la historia no ha sido el cristianismo y su triunfo la única revolución religiosa sufrida por el mundo tradicional. En el pasado también se dieron otras, aunque el tiempo de asimilación de las viejas estructuras a las nuevas fuera muchísimo mayor y su implantación posiblemente menos agresiva.

ALGUNAS CONCLUSIONES

Caben más especulaciones en la misma línea de análisis, pero sería redundar en el fondo de la misma cuestión. Todo lo ya expuesto puede servir para afianzar unas conclusiones sobre la naturaleza mística de Valvanera:

-Valvanera es un ancestral centro de culto que ha sufrido, como otros muchos, el proceso de cristianización.

-Este santuario ha podido pasar por una fase de cultos basados en la agricultura y en los mitos de fertilidad; una segunda fase centrada en la mitología de la Madre Tierra que crea los metales dando paso a los rituales metalúrgicos, y una tercera fase de asimilación al cristianismo de todo lo anterior. No hay necesidad de ruptura entre las dos primeras fases, instaurándose la segunda posiblemente sin la obligatoriedad de abandono de la primera. En la tercera los rituales y los cultos originadores de éstos se debieron de transformar de un modo más drástico, que incluyó la desaparición de muchas estructuras ancestrales. Pero siempre se ha mantenido vivo hasta el presente el carácter de Valvanera como lugar sagrado.

-La prohibición de acceso a las mujeres y la no permisión de no ya la participación directa en los cultos y ritos, sino de tan siquiera poder ser testigos de lo que allí acontece, brota de la propia naturaleza de dichos rituales y cultos intrínsecos del santuario; es decir, del carácter del hombre como ser fertilizante y de su íntima relación con la metalurgia.

-El grupo de hombres que allí residieron adquiere, a la luz de los relatos, una estructura de cofradía de la cual sólo pueden formar parte los hombres. Solamente los varones tienen acceso al ritual y al culto.

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(1) Para nuestro análisis contamos con las siguientes obras: "Compendio historial de la provincia de La Rioja..." de M. de Anguiano (1701, ed. facsímil, Logroño, 1985), "Historia de Santo Domingo de la Calzada..." de J. González de Tejada (1702, ed. facsímil, Logroño. 1985), "Historia y antiguas leyendas de La Rioja" de Gil del Río (Zaragoza, 1977).

(2) González de Tejada, J., ob. cit., folios 25 y 26, págs. 65 y 66,

(3) González de Tejada, J., ob. cit., folio 26, pág. 66.

(4) Anguiano, M. de, obt. cit., pág. 606.

(5) Gil del Río, A., ob. cit., pág. 341.

(6) Anguiano, M. de, ob. cit., pág. 607.

(7) González de Tejada, J., ob. cit., folio 27, pág. 67.

(8) Anguiano, M. de, ob. cit., págs. 623-624.

(9) Anguiano, M. de, obt. cit., pág. 625.

(10) González de Tejada, J., ob. cit., folio 25, pág. 65.

(11) Anguiano, M. de, ob. cit., pág. 605.

(12) Gil del Río, A., ob. cit., pág. 343.

(13) Anguiano, M. de, ob. cit., pág. 610.

(14) Gil del Río, A., ob. cit., pág. 332, citando a Alfonso de Tejada en "La imagen de Nuestra Señora de Valvanera".

(15) Quijera, J. A., "El tema mítico de las apariciones de imágenes en La Rioja", Rev. de Folklore, tomo 7.2, págs. 190-194.

(16) Quijera, J. A., ob. cit., pág. 193.

(17) Eliade, M., "Tratado de historia de las religiones", tomo II, págs. 46-48 (ed. en castellano, Madrid, 1974).

(18) Sobre los posibles simbolismos del árbol, ver la obra de M. Eliade, antes citada, tomo II, cap. VIII: "La vegetación, simbolismos y ritos de renovación", págs. 39.108.

(19) Eliade, M., "Tratado...", tomo I, pág. 234.

(20) Puede verse algún ejemplo de este ritual en el Anuario de la Sociedad de Eusko Folklore, nº. 3, año 1923, "Creencias y ritos funerarios", ed. por la Sociedad de Estudios Vascos.

(21) Bermejo, J., "Mitología y mitos de la hispania prerromana", pág. 79 (Madrid, 1982).

(22) Bermejo, J., ob. cit., pág. 78.

(23) González de Tejada, J., ob. cit., folio 25, pág. 65.

(24) Eliade, M., "Herreros y alquimistas", pág. 41 (ed. en castellano, Madrid, 1974).

(25) Lorenzo Velez, A., "Simbología del número en el folklore y la canción tradicional", en Rev. de Folklore, tomo 1.1, págs. 27-33.



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