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Mozambique, más allá de sus fronteras

SANCHEZ ARENCIBIA, Óscar

Publicado en el año 2016 en la Revista de Folklore número 408.

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El territorio de Mozambique, ubicado en África meridional, posee una extensión de 799 380 km2. Linda con los estados de Tanzania, Malaui y Zambia al norte, al sur con la República de Sudáfrica y Suazilandia, al este con el océano Índico y al oeste con Zimbabue. El relieve se caracteriza por presentar mesetas y bajas colinas que alcanzan alturas de alrededor de 2 436 m sobre el nivel del mar, intercaladas con una altiplanicie que se extiende fuera de los límites de la frontera, por donde corren numerosos ríos como el Zambeze, Limpopo, Lurio, Save o el Buzi, entre otros, muchos de los cuales vierten sus aguas en el océano Índico donde existe una extensa franja costera que abarca aproximadamente 2 470 km en la que se observan numerosos arenales, dunas y zonas de mangles. Se plantea que alrededor del 39 % de Mozambique es forestal, con densos bosques tropicales en zonas cercanas a las márgenes de los ríos. En otras regiones del país donde el clima es más seco, predominan los bosques abiertos y de praderas con una gran variedad de especies.

Este territorio fue poblado inicialmente por primitivas comunidades bantú, los que «habitan en la actualidad el África al sur del Ecuador, antepasados de la mayoría de los mozambicanos»[1], quienes se asentaron en la región situada entre los ríos Ubangui y Chari, en el África occidental, obteniendo sus alimentos mediante la caza, la recolección y la pesca, además del cultivo de cereales, maíz y la yuca, así como la cría y el pastoreo de ganado vacuno, bovino, etc. Estos grupos bantúes, conocedores de la técnica para fundir el hierro, construyeron hornos muy rudimentarios que aún conservan sus ruinas en las provincias de Manica y Tete.

En la región norte de Mozambique, la formación política dominante era en aldeas o comunidades, agrupados en clanes (Nimio, Likolo, Matupo) donde había un jefe (Mwene o Humu Mbumba) con poderes políticos, jurídicos y religiosos, guiados por un consejo de ancianos. «La unidad social fundamental es aquí la familia patriarcal, grupo de emparentados por línea materna o paterna, correspondiente a una fracción de clan establecida en el suelo»[2]. Estas características en los grupos humanos eran bastante similares a lo largo de todo el país. Digamos que, en las provincias de Zambezia, Niassa y Cabo Delgado, los grupos étnicos estaban representados por los bantú, macuá y makawatanwe. En las provincias de Lago Niassa, Tete y Costa Cabo Delgado, vivían los grupos vijanga y chewa. En la región del río Rukuma se asentaron los grupos makonde, que eran grandes guerreros. En otras zonas como el sur del río Zambeze, estaban las culturas fonga, mientras que Inhambane y la sabana central estaban pobladas por los chopo, shena y los caranga.

Dentro de los grupos étnicos de Mozambique, uno de los más importantes eran los macuás, quienes llegaron procedentes de la región de los grandes lagos para establecerse en este territorio hace aproximadamente unos mil años, desplazando de estas tierras a los grupos khoisan. «Macuá. Pueblo numeroso de la parte oriental de África, que confina con Mozambique. Dialecto bantú según Hovelacque. Hay, sin embargo, una población llamada Makué en el interior del congo francés, pero sin dudas los macuá que con tal nombre llegaron a Cuba son de Mozambique, pues así lo confirma José M.ª de la Torre, T. Atole Joyce y E. T. Pichardo en su mapa»[3].

En la religión macuá, el culto a los antepasados es lo más importante y es a quienes se les ofrecen oraciones y sacrificios con el objetivo de asegurar el crecimiento de las cosechas o la salud de la familia. También la creencia en los espíritus de determinados fenómenos y objetos de la naturaleza es motivo de diversos rituales mágico-religiosos, los que desempeñaron un importante papel al ser un medio fundamental de cohesión social. La mitología macuá dice que «Makulu, el Dios Creador, creó al primer hombre en la cima del monte Namuri. Cuando el primer hombre bajaba de la montaña se tropezó, cayó, comenzó a sangrar y perdió el conocimiento. Cuando volvió en sí, vio que un hilillo de sangre, como si fuera un riachuelo, bajaba por la pendiente hasta formar un charco que tenía forma de una persona. Cuando la sangre se secó, de la charca salió la primera mujer. Frente a Makulu está Mawiri, el espíritu que trae la muerte, las malas cosechas y todos los males»[4].

Con la llegada de los portugueses a estas tierras en el siglo xvi, la economía de Mozambique sufre grandes transformaciones al incrementarse el comercio del oro y marfil. Esta presencia europea origina sangrientas guerras de conquista entre portugueses y mozambiqueños, lo que provoca la destrucción de las grandes culturas autóctonas al ser vendidos como esclavos, y estableciendo sobre el antiguo Imperio monomotapa el protectorado de Mozambique a principios del siglo xviii, tomando posteriormente el nombre de colonia de Mozambique a finales del siglo xix. «Ya en 1510 el comercio de esclavos africanos hacia las colonias españolas de América es importante. En 1592 la cifra llegó a los 38 250»[5]. En el año 1762, fueron vendidos alrededor de 1 100 esclavos, llegando a aumentar con el tiempo de 4 000 a 5 000 anualmente, quienes eran utilizados como mano de obra en las plantaciones. Entre 1815 a 1820, se calcula que pudieron salir con destino a Brasil alrededor de 10 000 esclavos por año.

Entre los siglos xviii y xix, el comercio clandestino de esclavos se acrecienta, grandes caravanas llegan a las costas desde diversas regiones de Mozambique. Atados unos con otros como vil animales, son trasladados hacia los barcos negreros donde se les tiende inmóviles en las bodegas de las embarcaciones, soportando las largas travesías en condiciones inhumanas. «A esa causa de dolor y de mortalidad durante el viaje de los buques negreros, se unían otras: las tempestades y el naufragio […] en el Explorador, negrero pirata que de Mozambique venía para La Habana, el mismo año, murieron 300 esclavos durante un ciclón»[6]. Según los investigadores J. A. Hunter y Daniel Manis en su obra África virgen, se considera como uno de los más importantes comerciantes de esclavos al africano de religión mahometana y cultura árabe Hamel Bem Mahommied, más conocido por Tippu-TiB, quien negociaba por toda la costa oriental de África, sobre todo por la región norte de Mozambique. «Los agentes de Tippu-TiB, facilitaron a los negreros de Cuba los contactos suficientes para llevar a la Isla del Caribe millares de makuas, de Mozambique, convertidos en esclavos aun cuando los cruceros ingleses lograran apoderarse de algunas expediciones»[7].

Durante casi dos siglos, el norte de Mozambique fue prácticamente dominado por la comercialización y la exportación de esclavos, teniendo una gran incidencia las clases dominantes nacionales, quienes estuvieron profundamente involucradas en la captura y fortalecimiento de la caza de negros con el fin de utilizar esa fuerza de trabajo en el logro de sus propósitos. Esta nueva unidad política superó en ocasiones el comercio del marfil, producción que tenía como objetivo la India o Europa. Se plantea que los pueblos más afectados fueron aquellos de origen macuá, donde miles de víctimas indefensas fueron cazados como animales y exportados a diferentes regiones de América. Hacia el año 1860, el comercio de esclavos desde Mozambique tiende a declinar, provocado por un acelerado proceso en los cultivos de plantas destinadas a la extracción de aceite, donde era necesario emplear a un buen número de mano de obra barata, quienes llevarían el mayor peso de la producción, cuyo destino serían las fábricas europeas. Estos nuevos cambios constituyeron de cierto modo una especie de transición hacia el capitalismo de mercado, produciéndose lo que Carlos Marx llamó «acumulación primitiva de capital», pues estas representaban fuentes de materia prima, campos para más inversiones y recursos abundantes de mano de obra barata.

A partir de 1886, la economía del país depende por lo general de créditos públicos, arrendando vastas extensiones de su territorio a capital extranjero, quienes disputan sus intereses económicos y financieros. Portugal, dueño absoluto de Mozambique y su principal acreedor, asume de inmediato la ocupación militar de ese país frente a la rivalidad de países como Alemania e Inglaterra, asegurando con ello su explotación económica.

Muchos trabajadores de la capital dejan de laborar en las plantaciones o de ser pequeños productores para convertirse en trabajadores forzados. La explotación en el campo y en las ciudades, la aplicación de leyes como el Código de Trabajo de 1899 o la imposición de impuestos se tornan de forma represiva, lo que trae como consecuencia el surgimiento de las primeras voces nacionalistas contra el deshumanizado colonialismo. En este batallar se encontraban los hermanos Albasini y O Brado, baluartes de los primeros gremios africanos representantes de los símbolos de la prehistoria nacionalista.

Presencia macuá en Cuba

El historiador Manuel Moreno Fraginals da como fechas límites del comercio africano hacia Cuba los años comprendidos entre 1518 a 1873, estimando que durante esos 355 años pudieron haber arribado a América alrededor de 9,5 millones de negros africanos, quienes fueron destinados en su mayoría a las producciones de tabaco, azúcar, café, algodón, arroz y minerías. Otros estudiosos del tema, como José Antonio Saco, consideran que los primeros esclavos llegados a Cuba vinieron en la expedición de Diego Velásquez en 1511, también en el año 1519 y, posteriormente, en 1523, se introducen en el país alrededor de 300 esclavos con pleno conocimiento del rey de España.

En 1527, Carreño y Esteban Basiñana traen desde Cabo Verde hacia Cuba alrededor de ciento diez esclavos. Posteriormente, un asiento concedido a Gómez Reynel en el año 1595 permite la introducción de alrededor de otros 4 250, que son destinados a las plantaciones azucareras.

La creación y la consolidación de las compañías británicas y portuguesas en tierras africanas incrementaron el comercio de esclavos hacia América, se abren factorías en Sierra Leona, Dahomey, Senegal, Angola, Guinea y Mozambique, entre otras regiones de África, desde donde partían los barcos negreros.

En la primera mitad del siglo xviii, hacia 1740, se constituye la Real Compañía de Comercio de La Habana, que introdujo en la isla alrededor de 4 986 esclavos que fueron adquiridos a créditos. Un aumento sustancial de esclavos tuvo su mayor esplendor en el año 1762, como consecuencia de la ocupación de La Habana por los ingleses y donde se calcula que fueron traídos a La Habana alrededor de 4 000 esclavos en los tan solo once meses que duró la presencia británica.

En el censo de población correspondiente al año 1774, fueron registrados en Cuba 44 300 esclavos de diferentes grupos etnolingüísticos. En 1792 la cifra ascendió a 84 456, y en el año 1804 la presencia de esclavos llegó a 138 000 (75 000 hombres y 63 000 mujeres). En el año 1842 entra en vigor el Reglamento de Esclavos o el Código Negro Cubano, que fue creado en el gobierno de Jerónimo Valdés, introduciéndose en Cuba cerca de 200 000 esclavos.

Dentro de esta gran concentración étnica tan heterogénea se encontraban los macuás o mozambiques (como también se les llamaba), quienes comenzaron a llegar a Cuba en menor cuantía sobre la segunda mitad del siglo xviii desde las regiones de Sena, Sofala, Inhambane e Ilhas en territorio mozambiqueño, teniendo un leve aumento hacia la segunda década del siglo xix donde se registraron cargamentos completos de más de 500 esclavos, llegando a constituir un total del 5,77 %. «En estudios más recientes realizados sobre la procedencia africana de los esclavos de Cuba, la investigadora Gloria García, sobre la base de los contratos de ventas de esclavos en La Habana, Santiago y Bayamo, para el periodo 1764-1800, registró como las denominaciones más numerosas para La Habana a los congos, mandingas, lucumís, gangás, minas, ararás, macuás y mozambiques, en orden de prioridad»[8]. Grandes cargamentos de esclavos también fueron llevados hacia América del Sur, fundamentalmente a Brasil, donde el número de macuás es muy representativo en las plantaciones. «En las tablas demográficas de Curtin aparecen mozambiques en América —en el Perú— al finalizar la primera mitad del siglo xvi, mucho antes, por tanto, de lo señalado por Ortiz y Debien»[9].

El investigador Gabino de la Rosa, en su libro Los Cimarrones de Cuba, hace referencia a la presencia de los macuás llegados al depósito de La Habana entre los años 1831 al 1839, los cuales son representados mediante una tabla comparativa:

Denominaciones étnicas que entraron al depósito de La Habana, 1831-1839

Denominaciones

Casos

Porcentaje

Congos

820

23,33

Gangás

549

15,65

Carabalíes

509

14,48

Criollos

463

13,17

Lucumíes

380

10,81

Mandingas

208

5,91

Macuás

203

5,77

Minas

123

3,50

Ararás

59

1,67

Otros

200

5,69

Tomado del libro Los cimarrones de Cuba, de Gabino de la Rosa, p. 123.

Otros datos del mismo autor y obra, referidos a los años 1840-1849 reflejan un aumento de los macuás en los depósitos de La Habana, llegando a la cifra de 304 casos. Ya para los años 1850-1854 el número de macuás reportado descendió a 71 casos. «Dumont los consideró poco numerosos en los ingenios de Cuba. Durante la década de los 30, 40 y 50 representaron el 5,77 %, 7,78 % y 5,79 % de las capturas, cuestión que se mantuvo para 1856 en Cárdenas con el 3,74 % y en Matanzas para 1857 con el 7,08 %, todo esto se corresponde con su poca representatividad dentro de las dotaciones»[10].

El tráfico de los macuás hacia Cuba estuvo regido por el mismo principio de los demás grupos humanos procedentes de África, la exportación y venta de mano de obra barata tuvo una relación directa con la economía del país. Por ello, el comercio de esclavos se convirtió en uno de los negocios más lucrativos y miles de familias procedentes de Mozambique fueron arrancados de sus tierras. «La trata de esclavos con América se extendió principalmente por toda la costa occidental de África y hasta alcanzó a Mozambique en la costa oriental»[11].

Esclavos importados a Cuba 1840-1867

Año

Número

Año

Número

Año

Número

1840

14 470

1850

3 100

1860

24 895

1841

9 776

1851

5 000

1861

23 964

1842

3 000

1852

7 924

1862

11 254

1843

8 000

1853

12 500

1863

7 507

1844

10 000

1854

11 400

1864

6 807

1845

1 300

1855

6 408

1865

143

1846

1 500

1856

7 304

1866

1 443

1847

1 000

1857

10 436

1867

-

1848

1 500

1858

16 992

1849

8 700

1859

30 473

Total

246 798

Tomado del libro La emancipación de los esclavos en Cuba, de Rebecca J. Scott, p. 32.

En la novela cubana Cecilia Valdés del escritor Cirilo Villaverde escrita en el siglo xix, el autor refleja un pasaje que tiene como escenario el ingenio La Tinaja, propiedad del terrateniente don Cándido de Gamboa, donde ocurre un hecho relacionado con la fuga de un grupo de esclavos, entre los que se encontraba un macuá. «Por eso, aunque hacía bastante oscuro, pudo observar que una negra se parapetaba del compañero y quería pasar desapercibida. Malicioso y vigilante, no necesitó de más para echársele encima, cogerla por un brazo y acercarle la lumbre del tabaco a la cara. Con sorpresa mezclada de alegría vio que era la negra Tomasa suaba, prófuga hacia entonces precisamente dos semanas. Mientras sujetaba esta, apareció recatándose también Cleto gangá, y tras él Julián arará, Andrés bibi y Antonio macuá, los cuales detuvo y colocó a un lado». Se plantea que el occidente del país fue la región donde más se concentraron los macuás, sobre todo a partir de la primera década del siglo xix, como consecuencia de los grandes cargamentos de esclavos procedentes de los barcos negreros que, ilegalmente, comerciaban violando los tratados existentes entre España e Inglaterra firmados el 24 de septiembre de 1817 y el 28 de junio de 1835. La investigadora Gloria García, respecto al tema de la llegada de esclavos a Cuba, expone los siguientes datos en una tabla que abarca un periodo de aproximadamente seis años.

Año

Esclavos embarcados

Muertos en el viaje

Recibidos en

La Habana

Muertos en La Habana

Vendidos en la ciudad

1766

305

10

295

46

249

1767

763

18

745

8

737

1768

2 755

50

2 705

83

2 622

1769

2 480

23

2 457

373

2 084

1770

1 547

9

1 538

146

1 392

1771

35

2

33

11

22

Total

7 885

112

7 773

667

7 106

Tomado del artículo «El mercado de fuerza de trabajo en Cuba: el comercio esclavista (1760-1789)», de Gloria García, p. 138.

Africanos que llegaran a las costas de Cuba eran esclavizados, sobre todo si procedían de expediciones capturadas, tanto inglesas como de cualquier nacionalidad; lo importante era extraer del esclavo el máximo de rendimiento, es decir, ganancias para los funcionarios o hacendados. La esclavitud variaba ampliamente en las ciudades y pueblos donde el esclavo desempeñaba sus ocupaciones. En el universo rural, estaban empleados en las plantaciones azucareras y agrícolas productoras de alimentos, cafetales, fincas ganaderas y tabacaleras. En las zonas urbanas, el esclavo se desempeñaba en funciones domésticas, obras constructivas, viales, etc., siempre en los trabajos más difíciles y en condiciones inhumanas.

BIBLIOGRAFÍA

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NOTAS

[1]Breve historia de África. Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1986, p. 43.

[2]África. Armando Entralgo. Ed. Pueblo y Revolución, La Habana, 1974, p. 4.

[3]Los ñañigos. Enrique Sosa Rodríguez. Ed. Casa de las Américas, 1982, p. 70.

[4] Página de internet.

[5]África. Armando Entralgo. Ed. Pueblo y Revolución, La Habana, 1974, p. 28.

[6]Los negros esclavos. Fernando Ortiz. Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1987, p. 15.

[7]África virgen. J. A. Hunter y Daniel Mannix. México D. F., 1956, p. 57.

[8]Los cimarrones de Cuba. Gabino de la Rosa Corzo. Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1988, p. 122.

[9]Los ñañigos. Enrique Sosa Rodríguez. Ed. Casa de las Américas, 1982, p. 69.

[10]Los cimarrones de Cuba. Gabino de la Rosa Corzo. Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1988, p. 132.

[11]Los negros esclavos. Fernando Ortiz. Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1987, p. 130.



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Mozambique, más allá de sus fronteras

SANCHEZ ARENCIBIA, Óscar

Publicado en el año 2016 en la Revista de Folklore número 408.

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