Revista de Folklore

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CUENTOS POPULARES ANDALUCES (XXI)

AGUNDEZ GARCIA, José Luis

Publicado en el año 2007 en la Revista de Folklore número 320.

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Continuamos en el presente artículo con los cuentos con fórmulas o canciones. Lo haremos con los que Marc Soriano denomina cuentos de advertencia, que ubica en épocas donde ciertos peligros eran reales, con ellos se pretendía “dar miedo a los niños, ponerlos en guardia contra determinados peligros o impedirlos cometer ciertas acciones: no ir solos al borde del río, o a los bosques, o las cosechas, no demorar al caer la noche, no abrir la puerta a desconocidos, etc.” según palabras que Marc Soriano toma de Delarue. Añade Soriano, referente al cuento de Caperucita:

Las características del texto lo confirman: la moraleja única, que es precisa y solamente una advertencia, la estructura simplísima del relato (…), el vocabulario a la vez muy escueto y rico en formulitas, las armonías imitativas (toc, toc, repetido dos veces), las palabras o expresiones pintorescas destinadas a convertirse en juegos, a adquirir en el espíritu del niño una especie de independencia, a veces en forma de canción infantil para señalar al que debe hacer algo; también se podría identificar una repetición (…) que Rolland denomina “frases para repetir volublemente y sin error”.

Está claro que las repeticiones, los ritmos, las canciones una y mil veces oídas se instalan en la inconsciencia y brotan como cascada al recuerdo en determinados casos: quizás sí cumplan esa misión de advertencia. En nuestra cultura hay ejemplos más vivos en la tradición popular que el de Caperucita. Si comparamos el número de versiones populares de nuestro Zurrón (o historia de la niña que deja olvidado el anillito en la fuente, es raptada, encerrada en un saco y obligada a cantar una triste canción) con el de Caperucita, podemos asegurar que aquél es mucho más frecuente y, como se desprende de nuestro estudio, mucho más antiguo en nuestra cultura. Sólo Rodríguez Pastor dice que ha recopilado dieciocho versiones.

El uso de canciones como advertencia de peligros no difiere en el fondo de aquel que pretende implantar ciertas normativas, dogmatismos o enseñanzas, como bien sabían los fabulistas que creaban rimas que se aprendían fácilmente. ¿Hay mayor aviso contra el asesinato (dentro del clan) que aquella canción que recogemos en nuestro cuento La flor del Aguilar? Las propias cañas que revelan el asesinato del hermano hacen de conciencia que no se puede eludir:

—No me toque, hermano mío
no me deje de tocar
que tú fuiste
el que me diste
la primera puñalá [cantado].

Un fondo similar posee nuestro cuento Mariquita y Periquito, donde la canción es menos frecuente, pero
donde abundan las repeticiones y las cadencias se suceden invariables:

—No, pícara madre,
que me matate,
me comite
y no me llorate.
inmutablemente la misma canción, y se advierte la forma cantada:

(…) sale un pajarito cantando (…) Y fue, y empezó
a cantá la copla (…) Y fue, y empezó a cantarla:

—Pío, pío
mi madrastra me ha matado;
pío, pío,
mi papá me ha comido
y mi hermano Alejandrito
los huesos me ha recogido.

Díaz, por ejemplo, incluye la partitura de la canción en los Cuentos Castellanos (p. 150).


[MARIQUITA Y PERIQUITO]

Era una madre que tenía dos hijos, dos niños, y dice:

— Mariquita, ven que me vas a dir por unos ovillitos de hilo.

Dice:

— Pues, que venga Periquito conmigo.

Dice:

— No, tú vas por él. ¡Venga por el hilo tú!

Dice ella:

— Periquito, pon tú la mesa.

Puso Periquito la mesa.

— Periquito, ve por el lebrillo de amasar. Ve por el cuchillo.

Y lo hizo. Que mató a Periquito y lo despedazó en el lebrillo y lo metió en la alacena. Cuando viene Mariquita…:

— ¡Omá! ¿Y Periquito?

— ¿Pero no se fue contigo?

— ¿Conmigo? ¡No!

—Pues no vayas a andar en la alacena, que hay ahí una clueca y te va a dar un picotazo.

Y ya miró en la alacena y se encontró a Periquito matado.

Sale, corre y se va a la puerta de la calle y se sienta en el sardinel.

— ¡Ay mi Periquitoooo…! ¡Que mi momá me ha matado a mi Periquitoooo! Y pasa la Virgen y dice:

—Mariquita, ¿por qué lloras?

Dice:

—Porque mi momá me ha matado a mi Periquito.

—Pues no llores, hija, no llores. Ahí viene San Juan, y te consolará.

Vino san Juan. Y ella…:

— ¡Ay mi Periquito! ¡Que mi momá me ha matado mi Periquitooo…!

—Pues no llores, hija, no llores. Tú, cuando tu madre guise a Periquito, tú no comas nada. ¡No quieras, no quieras! Y todos los huesecitos que saques, los echas en el pozo. Todos los echas en el pozo.

Y así lo hizo la Mariquita. Cuando acabaron de comer, sale Periquito con dos canastitos de dulces del pozo.

La madre…

—Ah, Periquito —dice—, dame dulces, Periquito.

Dice:

—No, pícara madre, que me matate, me comite y no me llorate.

Dice la abuela:

— ¿Y a mí, a mí?

Dice:

— A tÍ tampoco, pícara abuela, que me matate, me comite y no me llorate

Dice la Mariquita:

— ¿Y a mí?

Dice:

— ¿A ti? ¡Toma para ti!, que tú ni me comite, ni me matate, y me llorate.

Y le dio las dos canastitas a Mariquilla.

MARÍA FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ Arahal, 1990

CATALOGACIÓN

Aarne–Thompson, nº 720: My Mother Slew Me; My Father Ate Me. The Juniper Tree.

Boggs, 720*A.

Hansen, 720.

Robe, 720.

González Sanz (Catálogo… Aragoneses), 720: “Mi madre me ha matado, mi padre me ha comido”.

González Sanz (Revisión del Catálogo…).

Pujol, 720: “La mare m’ha matat i el pare m’ha menjat”.

Camarena–Chevalier, 720.

Amores García, nº 44.

Thompson: D1007, E0, E1, E30, E32.0.1, E586, E607.1, E632.1, G10, G60, G61, G61.1, G72, K2210, N271, P200, P230, P250, P253, Q211.4, Q215, S0, S10, S11.3.8, S12, S12.2, S100, S110, S118, S121, S139, S139.2, S302, V63.

Wilbert–Simoneau: G72 .

VERSIONES POPULARES ESPAÑOLAS

Rasmussen (C. Andaluces, pp. 118–120), nº 23: La madre que mató a su hijo y lo guisó.

Larrea (Gaditanos, pp. 87–90), X: La Madrastra y el Pajarito.

Jiménez (La Flor, p. 160), nº 44: Periquito y Mariquita.

García Surrallés (Era… Gaditanos), núms 48 a 51: Periquito y Mariquita.

Sandubete (Cuentos… Cádiz, pp. 49–50), núms. 17 y 18: Periquito y Mariquita.

En El Folk–Lore Andaluz… (Cuento Popular. Ursuleta, en Machado y Álvarez, pp. 105–111), habla la tarta que hizo el hornero con la carne de Juanito:

Chi, chi, chi chio
Ya soy muerto ya soy vivo,
Mi hermana Ursuleta
Me ha llorado y suspirado,
Y los huesos me ha recogido.

Salas y Ferré, sobre el texto anterior, nos comenta el cuento según la concepción mitológica:

No cabe duda, aunque no podemos retrotraerlo á su forma primitiva, que este cuento pertenece al ciclo de los mitos solares, que nos enseñan cómo nuestros más remotos ascendientes se representaban el astro del día y su curso en relación con las tinieblas. Ursuleta es la aurora ó los crepúsculos; Juanito, el Sol, hermanos inseparables, que no pueden vivir el uno sin el otro; tras de la aurora viene siempre el Sol, tras el Sol va siempre el crepúsculo vespertino. Esta personificación de la aurora nos lleva al pueblo ario, que le dedicó numerosos y encantadores mitos y la divinizó con el nombre de Usha; mientras que la del Sol en un niño perteneciente más bien a los egipcios, que hicieron del Sol naciente su dios Horos, representado en un niño con el dedo puesto en la boca, indicando con esto, no que era dios del silencio según han interpretado algunos, sino que aún no podia hablar. El padre (…) debe ser el firmamento (…); la madrastra la oscuridad, las tinieblas. Juanito y Ursuleta van todos los días al monte por un haz de leña, esto es, la aurora y el Sol suben y bajan todos los dias la montaña celeste. Juanito vuelve á la casa de su padre antes que Ursuleta […]. La madrastra (las tinieblas) asesina á Juanito (el Sol) y hace su cuerpo tajadas, que coloca en una torta. Todavía aquí se transparenta perfectamente el mito: las tajadas son las estrellas; la torta, la bóveda celeste […]. La torta con las tajadas se las come el padre delante de Ursuleta; porque, en efecto, las estrellas, con la bóveda en que están fijas, no se eclipsan hasta que no apunta la aurora, y entonces parece que, al desaparecer, son tragadas por el firmamento (…).

Ursuleta, la aurora, recoge los huesecitos de su hermano y, según el cuento español, los lleva a una viejecita, según los análogos extranjeros, los deposita al pié de un enebro…”.

Esta teoría, sabemos, pronto fue desacreditada, pero debemos recordarla, porque forma parte de la historia teórica del cuento popular.

Porro (C. Cordobeses…, pp. 142, 272–280), nº 66: Periquillo y Mariquilla, 103: Periquillo y Mariquilla, 104: Periquillo y Periquilla, 105: Periquillo y Mariquilla, 106: La madre malvada y los cinco hermanitos, nº 107: El Leñador, nº 108: Periquillo y Mariquilla, nº 109: El niño que se cayó a la olla.

Gómez López (C. Poniente Almeriense, pp. 241–253), nº 29: Periquito y Mariquita (tres versiones).

Ruiz Fernández (Campo de Gibraltar, p. 157), nº 6: Periquito y Mariquita.

Reinón (Cuentos… Vélez, pp. 86–87): El cuento de Periquito y Mariquita.

Quesada Guzmán (C. Pegalajar, pp. 90–92): Las Naranjicas.

García–Garrido (Literatura de Tradición Oral de Sierra Mágina, pp. 404–405), nº 15: Periquillo y Mariquilla.

Matarín (Etnografía… Almería, pp. 174b–175a): Mariquita y Periquito.

Uña (“Una Versión Alpujarreña…”, pp. 163–164): Periquito y Mariquita.

Rodríguez Pastor (Extremeños y Andaluces, pp. 127–129), XII: Periquito y Periquita.

Rodríguez Pastor (CE. Maravilloso, pp. 281–282), nº 28: Mariquita y Periquito.

Curiel Merchán (Extremeños, pp. 216–219; CSIC, pp. 126–129): La Hornera Mala. Sobre el mismo cuento, aunque con bastantes variantes. También es algo disímil el cuento desarrollado sobre el mismo fondo: Águila la Hermosa (pp. 88–92; CSIC, pp. 24–28).

Montero (“Arte Verbal… Badajoz”, 113, pp. 160a–161b): Periquito y Mariquita. [El C. P. Extremeño… (pp. 96–97), nº 24: Periquito y Mariquita].

López Megías (Tratado…, pp. 69–71), nº 28: La Pepitica y el Pepitico.

Hernández Fernández (CP. Albacete, pp. 123–124), nº 53: La Muerte de Pepito.

Carreño (C. Murcianos, pp. 255–257): Pepitico y Pepitica.

En Carreño… [López Valero (C. Murcianos… Aplicaciones, pp. 130–131).

Larrea Palacín (“Cuentos de Aragón”, pp. 40–42): El Periquitico.

Ortega (La Resurrección…. Campo de Cartagena, pp. 88–89), VII: Periquito y Periquita.

Camarena (Ciudad Real, pp. 344–345), nº 135: Periquito y Mariquita.

Fraile (C… Madrileña, pp. 243–244): El Niño Resucitado (dos versiones).

Espinosa (CPCL, I, pp. 351–353), nº 148: El Niño que resucitó, nº 149: El Niño que llegó el Último.

Díaz–Chevalier (C. Castellanos), nº 17: Las Tres Hermanas (grandes diferencias) [Fundación Centro Etnográfico (K58.19), versión vallisoletana].

Larrea (“Aragón”, RDTP, III, pp. 286–287): El Periquitico.

Cf. Fernández Pajares (Del F. de Pajares, pp. 121–122): La Hermanita Encantada.

Contos P. Lugo (pp. 185–186), nº 205: Pericoello e Pericoella.

Quintana (Lo Molinar… Mequinensa, pp. 46–49), nº 6: Qüento del Periquet i la Periqueta.

Quintana (Bllat…, pp. 63–64), nº 18: Periquito y Periquita.

González i Caturla (Rondalles de l’Alicantí, pp. 31–34): Peret i Margariteta.

Amades (Folklore de Catalunya…, pp. 125a–126b), nº 35: El Pardalet.

Bertrán i Bros (Rondallística…, pp. 63–65), nº 6: L’Aucellet.

Bertrán i Bros (El Rondallari Catalá, pp. 225–227), nº 132: L’Aucellet.

Serra i Boldú (Rondalles Populars, III, pp. 110–113): La dona que mata el seu fillastre.

Barandiaran (El Mundo en la Mente Popular Vasca, III, pp. 78–82), nº XVII: Beñardo, nº XVIII (versión del anterior, sin título).

VERSIONES POPULARES HISPANOAMERICANAS, SEFARDÍ Y PORTUGUESAS

Domínguez (Documentos… Venezuela, p. 36), 1.1.1.6: Cuento del Niño muerto por su Madre.

Aníbarro (La Tradición Oral en Bolivia, pp. 266–268), nº 50: Mi Madrastra me mató.

MacCurdy (“Spanish Folklore from… Louisiana”, p. 240), nº 9: La Madre Cruel (incompleto).

Ubidia (C. Ecuatoriano, pp. 145–146), nº 15: La Mata de Ají.

Ramírez de Arellano (Folklore Portorriqueño, pp. 104–106, 127), nº 77: El Cuento de los Higos, nº 87: La Maldad de una Madrastra.

Larrea (Judíos, I, pp. 240–241), nº 80: La Madrastra.

Pires (C. P. Alentejanos, pp. 114–115), nº 54: O Pirolito.

Vasconcellos (Contos e Lendas, I, pp. 477–479), nº 275: Periquito y Periquita, nº 274: Periquito e Mariquita. Aquí la muerta será la niña. Vasconcellos hace un comentario del cuento y recuerda unos versos de Lusíadas donde se menciona cómo el padre “os filhos por maõ de Atreu comía!”.

VERSIÓN POPULAR NO HISPÁNICA

Grimm (CC, pp. 269–279): El Enebro. De los restos enterrados del niño, nace un enebro del que surge una llama de donde sale un pájaro que repite el canto:

Mi madre me mató,
mi padre me comió,
y mi buena hermanita
mis huesecillos guardó.
Los guardó en un pañito
de seda, ¡muy bonito!,
y al pie del enebro los enterró.
Kivit, kivit, ¡qué lindo pajarillo soy yo!

Al cantar esto ante el platero, el zapatero y el molinero reciben sucesivamente una cadena de oro, unas botas y una piedra de molino, objetos que deja caer sucesivamente sobre el padre, la hermana y la madrastra.

VARIANTES LITERARIAS

En todas las versiones, el padre come inconscientemente parte del cuerpo del hijo. Éste es el caso de Harpago (Heródoto, Historias, I, 8–120) en la historia de Ciro. Astiages, ofendido porque Harpago había delegado lo encomendado a él en el boyero, se viste de aparente complacencia e invita a Harpago a un banquete. Para el mismo, el rey ordena degollar al hijo de Harpago y preparar su carne, excepto la cabeza, manos y pies, para dárselo de comer al propio padre. Todos comieron cordero; pero el invitado especial comió al hijo. Cuando se hartó, Astiages le mostró la cabeza y los miembros del muchacho; Harpago no se inmutó. Es un tema distinto, y bien conocido.

Fernán Caballero (Cuentos Infantiles…, p. 227b: Los Dos Caminitos) cuenta la historia de la niña que planta un hueso del hermano, del que surge una azucena que se transforma en el propio hermano renaciente.

[LA FLOR DEL AGUILAR]

Un rey que tenía tres hijos, y no sabía a quién le iba a dar la corona, dice:

— Pues, quien traiga la flor del aguilar, la flor del aguilar —que estaba malo el rey—, pues a ése le tengo que dar la corona.

Y dice que dos se llevaban muy bien, y dice:

— Vámonos nosotros juntos — ¿sabes?— a buscar la corona.

Y del otro, que le tenían por tonto, dicen:

— Éste que se vaya solo y que busque él la corona, la flor del aguilar él.

Conque salieron unos por un lado y otro por otro. Y llega el que iba solo, llegó a una casilla y llamó y llamó, y salió una viejecita, y dice:

— ¿Quién mal te quiere, que por aquí te envía, hombre?

Dice:

— Mi mala suerte o buena, madre anciana.

— ¡Ay!, vete, hijo, vete; que, al tiempo que dan las doce, viene un gigante y te comerá. Vete, vete.

Dice:

— Yo lo que vengo buscando es la flor del aguilar.

Dice:

— ¡Ay, que ya está aquí, que ya está aquí! Y estaba un lebrillo que tenía muy grande a la vera de…, en el patio, y dice que tapó al hombre. Entró el gigante dando unos chillidos…

— ¡A carne humana me huele! Si no me la das, te mato. ¡A carne humana me huele!

— ¡Aquí no hay nadie! —decía la vieja.

— ¡Nada! A carne humana me huele, que si no me la das, te mato.

— ¡Ay, que no! ¡Que no hay nadie, que no!

Conque… ya se fue el gigante y levantó el lebrillo, y la sacó y dijo:

— Toma, toma la flor del aguilar, y vete. ¡Anda, vete, vete!

Y dice que cogió y se salió con su flor del aguilar. Y se encuentra a los hermanos, dice:

— Hermanos, ¿habéis hallado la flor del aguilar? Yo la llevo.

Y dicen: — ¿Sí? —y dicen— “¿Vamos a matarlo y se la quitamos?”.

— Dámela a mí, a ver.

— No, yo no la doy.

El otro…

— Dámelo a mí.

— Yo no la doy.

Pues se lían con él, y lo matan. Y había un estiércol muy grande, y le hicieron un agujero allí y lo enterraron. Cuando ya pasó un poco de tiempo, salió de donde lo enterraron un cañaveral, de esas cañas que llevan los gitanos para hacer la canasta y eso, muchas cañas.

Y pasaron unos pocos de gitanos, y cortaron unas cañas, y hicieron canastas, hicieron pitos de esos que venden… Y dice que estaban todos vendiendo los pitos y pasan ya los hermanos con los niños, grandecitos, y dice que le dice uno:

— ¡Anda, mamá, yo quiero un pito de esos!

— ¡Y yo quiero otro!

Y dice:

— ¿Para qué quieres eso?

Coge el pito para tocarlo, dice el pito:

— No me toque, hermano mío
no me deje de tocar
que tú fuiste.
el que me diste
la primera puñalá [cantando].

Sin hacer ruido, se lo dio al hermano:

— ¡Toma, toma este pito, tócalo!

— No me toque, hermano mío
no me deje de tocar
que tú fuiste,
el que me diste
la segunda puñalá [cantando].

Y ya se acabó el cuento.

MARÍA FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ Arahal, 1990.

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CATALOGACIÓN Aarne–Thompson, nº 780: The Singing Bone.

Boggs, 780.

Hansen, 780.

Robe, 780.

Camarena (Repertorio… Cantabria), 780.

González Sanz (Catálogo… Aragoneses), 780: El hueso (flauta) cantante.

González Sanz (Revisión del Catálogo…).

Pujol, 780: La Flor de Panical.

Espinosa, III, pp. 89–93.

Gajardo, La Leyenda de la Flor del Ilolay.

Bernard Darbord (“Formas españolas…”, en Paredes [Tipología…, p. 113–114]).

Thompson: D457.12, D965, D975, D861, D861.3, D1225, D1342, D1500.1.4, D1610.2, D1610.3, D1615, D1615.1, D2173, E600, E631, E631.1, E631.5, E631.6, G53, G100, G532, H1210.1, H1320, H1333.2, H1333.5, K910, K2210, K2211, K2211.0.1, K2214, L0, N271, N812, P200, (Q211.9), S0, S73, S73.1, S100, S110, S139.

VERSIONES POPULARES ESPAÑOLAS

Guichot (BTPE, I, pp. 196–199). De la tumba del hermano asesinado, surge una fuente que fluye por el cañito del hueso. Los versos del hueso cantor no difieren de los de todas las versiones:

– Pastorcito no me toques
Ni me dejes de tocar,
me mataron mis hermanos
por la flor de lililá.
– Padre mío no me toques
ni me dejes de tocar
me mataron mis hermanos
por la flor del lililá.

García Surrallés (Era… Gaditanos), nº 52: La Flor del Aguilar, nº 53: Mariquita y Periquito.

Sandubete (Cuentos… Cádiz, pp. 50–52), nº 19: La Flor del Aguilar.

Jiménez (La Flor de la Florentena, pp. 164–166, 247–248, 249–251), nº 47: La Flor de la Florentena, nº 80: La Flor de la Lila, nº 81: La Flor del Aguilar.

Bravo–Villasante (Andaluces, pp. 35–36): La Flor de Lililá.

Flores Moreno (CP. Fuentes de Andalucía, pp. 163–168), nº 42: La flor del lirio azul.

Porro (C. Cordobeses…, pp. 94–96; 242–246), nº 39, 84–86: La Flor del Aguilar, El Lirio Azul, La Flor del Aguilar, La Flor del Alhelí.

Gómez Randado (Tradición oral de Lebrija…, II, pp. 48–49): La flor del lilirón.

Garrido Palacios (Alosno…, pp. 219–221): La Flor de la Liliá.

Quesada Guzmán (Cuentos… Pegalajar, pp. 283–285): La Fuente del Amor.

Naveros (C. de Baena, pp. 75–79): El Agua de Lilón.

Rodríguez Pastor (Extremeños y Andaluces), IX: La Flor de la Europa, X: San Antonio y las Naranjitas.

Curiel Merchán (Extremeños), nº 69 (pp.286–289; CSIC, pp.

184–188): La Flor del Lililón, nº 104 (pp. 395–397; CSIC, pp.267–269): La Flor del Alilón.

Montero (“Arte Verbal… Badajoz”, 113, pp. 158b–159a): La Flor de la Lila–lilon.

Montero (El C. P. Extremeño…, pp. 83–84), nº 21: La Flor de la Lilá.

Ortega (La Resurrección…. Campo de Cartagena, p. 87), VI: La Flor de Lilola (muy esquemático).

López Megías (Tratado…, pp. 76–77), nº 33: La Flor del Lirio Azul.

En Carreño… [López Valero (C. Murcianos… Aplicaciones…, pp. 34–35).

Hernández Fernández (CP. Albacete, pp. 126–127), nº 55: La Flor de Lailolá. [Revista de Folklore, 295 (2005), nº 8; p. 34b–35a: La Flor de Lalilá].

Sánchez Ferra (“Camándula (El C. P. en Torre Pacheco)”, pp. 65–68), nº 42: La Flor del Lilolá.

Carreño (C. Murcianos, pp. 69–71): La Flor del Linoral.

Fraile (C. Madrileña, pp. 229–231): El Regalo de la Virgen (dos versiones).

Agúndez (C. Valladolid, nº 10): El Hermano Enterrado Vivo.

Revista de Folklore, 60 (1985), p. 216: La Flor de Liolar (versión salmantina).

Cortés Vázquez (C… Ribera del Duero, pp. 63–64), nº 21: Las Tres Manzanitas de Oro.

Camarena (León, I, pp. 298–301), nº 131: La Flor de San José; nº 132: A Flor do Liriolay.

Fonoteca de tradición oral. Fundación Joaquín Díaz: K/127, K5.43, K41.34, K58.18.

Rubio Marcos (C. Burgaleses…, pp. 146–148), núms. 43–44: El hermano asesinado y el árbol que habla.

Díaz–Chevalier (C. Castellanos, pp. 49–50), nº 19: Las Tres Naranjitas de Oro.

Díaz (C. en Castellano, pp. 50–52): La Flor de Lilar.

Pereiro (Narracións… Palas de Rei, pp. 65–66), nº 1: Un rei e os seus tres fillos.

Cf. González i Caturla (…Baix Vinalopó…, pp. 50–54): La flor del lilolá. La flor del lliri blau.

Espinosa (hijo) (CPCL, I, pp. 411–418), nº 202: Las Tres Bolitas de Oro, nº 203: Las Tres Bolitas de Oro, nº 204: La Flor del Barandul.

Cf. Arrieta (CT. Asturianos, pp. 163–167) Dionisia y la Mata de Pimientos.

Cabal (Los C… Asturianos, pp. 53–56, 57–62): La Flor de Lilo –va y Las Tres Bolas de Oro.

Cuscoy (Tradiciones Populares, II, pp. 160–162), nº III: La Flor del Olivar.

Trapero (La Flor del Oroval, pp. 64–65): La Flor del Oroval.

Saco y Arce (Lit. Pop. de Galicia…, pp. 282–283): La Flor de San Andrés.

Noia Campos (Contos Galegos…, p. 209): A Rapaciña Enterrada.

Quintana (Lo Molinar… Mequinensa, pp. 43–44), nº 4: La Flor del Panical.

Coll (Quan…, pp. 62–64): Els Tres Germans.

Alcover (Aplec… Mallorquines, II, 84–93): La Flor Romanial.

Amades (Folklore de Catalunya…, pp. 299b–302b), nº 85: La Flor del Penical.

Serra i Boldú (Rondalles Populars, I, pp. 18–20, 66–72): La Flor de Penical, La Flor del Lliri, Lliri–Blau.

Escuder (C. del P. Valenciano, pp. 15–18), nº 3: El Lirio Azul.

Guardiola (Contes… Marina Alta, pp. 85–98): La Flor de les Mil Maravelles.

Espinosa (padre) (CPE, I, pp. 367–371), nº 152: Las Tres Bolitas de Oro (aragonesa). De su estudio, extraemos los elementos que inciden en nuestro cuento:

A2. Hermanos en busca de la Flor de Lililá u otro remedio para curar al padre.

D2. Los hermanos le quitan la flor mágica al menor.

E1. El pastor descubre al niño enterrado. Se sabe la verdad y se castiga a los hermanos asesinos.

VERSIONES POPULARES HISPANOAMERICANAS SEFARDÍ Y PORTUGUESAS

Ubidia (La dama… ecuatoriano, pp. 55–56): La mata de ají. Madrastra mata a la hijastra. La entierra. Crece un ají. El hermano tira de él y se oye: “hermanito, hermanito, no me cortes mi cabello / mi madrastra me ha matado / por un pan que yo he quemado”.

Lo mismo con otro ají. La desentierran y está viva.

Carvalho–Neto (C. F. Ecuador…, I, pp. 68–69), nº 41: El Rey Ciego.

Domínguez (Documentos… Venezuela, pp. 33–35), 1.1.1.5: La Flor del Claviolar.

Courlander (Cabalgata…, Naciones Unidas, pp. 254–256): La flor del Olivar (versión de Venezuela).

Pino Saavedra (Nuevos… Chile…, pp. 188–194), nº 37: La Flor del Almiral.

Payne (C. Cusqueños, pp. 23–24): Qhenacha. La Quenita.

Aníbarro (La Tradición Oral en Bolivia, pp. 218–221), nº 37: La Flor de Birolay.

Lara Figueroa (C.P. de Guatemala, pp. 100–105), números 18 y 19: La Flor del Aguilar.

Robe (Mexican Tales… from Los Altos, pp. 367–371), núms. 98 y 99: La Flor de la Ailalá.

Robe (Mexican Tales… from Veracruz, pp. 55–57), nº 11: La Flor de Lararay.

Jameson–Robe (Hispanic Folktales…, pp. 114–118), nº 67: The Singing Whistle, nº 68.

Tavares K. (Juan Bobo… Dominicanos, pp. 34–36): El Higo y el Ají.

Chertudi (Juan Soldado…, pp. 66–69), nº 15: La Flor de la Deidad.

Alzola (Folklore del Niño Cubano, p. 203), nº 4 de las Canciones incluidas en cuentos:

Papaíto, papaíto,
no me entierres ni me saques,
mis hermanos me mataron
por la Flor del Olivar.

Larrea (Judíos, II, pp. 35–36), nº 99: [La Flor del Aguilá].

Vasconcellos (Contos e L., II, pp. 324–325), nº 570: A Flauta Maravillosa, nº 571: Las Trés Maçanicas d’öro, nº 572 [La Flauta Maravihosa], nº 625: [A Avo que matou a Neta] (mata a la nieta y la entirra. Una voz le advierte a un criado: “Não me arranques os meus cabelinhos de ouro, que minha mãe mos peuteu e o meu pai mos lavou”), nº 626: Avó Assessina (igual al anterior), nº 568: O Píncipe con Orelha de Burro (es la leyenda de Alejandro), nº 569 O Rey Bamba (versión del anterior).

Cf. Coelho (C. Portugueses, pp. 198–200), nº 40: A Menina e o Figo.

Braga (C. Português, I, pp.128, 180–181): O Figuinho da Figueira y As Três Maçãzinhas de Ouro.

VERSIONES NO HISPÁNICAS

Italo Calvino (Italianos), nº 180: La Pluma de Hu.

Grimm (CC, pp. 95–96): El Hueso Cantor. Los hermanos (dos en esta ocasión) buscan al jabalí como empresa pedida por el rey, y con la mano de la pricesa en juego. El pastor recoge un hueso del hermano asesinado, no una caña.

Fabre (Historias del Languedoc, pp. 224–230): La Flor del Laurel.

Fuente del Pilar (Cosacos, pp. 163–166): Los Tres Hermanos.

Cf. Afanasiev (Rusos, I, pp. 87–88).

Creus (Bubis de Guinea Ecuatorial, pp. 101–102), nº 64: La Flor Maravillosa.

Creus (C. de los Ndowe de Guinea), nº 39: La Flor Maravillosa.

Como en Grimm, el objeto de búsqueda (en este caso una flor) es requisito para poder acceder a la mano de la hija del rey. Una curandera duerme a las fieras que custodian la flor y así se hace con ella el héroe. El cuento se refiere sólo a este episodio.

VERSIONES LITERARIAS ESPAÑOLAS

Mencionado por Pío Baroja (Memorias: desde la última vuelta del camino, Biblioteca Nueva, Madrid, 1944, p. 113, según Ramón García, Del 98…, p. 226).

Lo recoge Fernán Caballero en Lágrimas (BAE, 137, pp. 120–121)

No me toques, pastorcito,
Que tendré que divulgar
Que me han muerto mis hermanos
Por la flor del lililá.

Igualmente en Cuentos, Oraciones… (BAE, 140, pp. 205–206, El LIirio Azul, versión valenciana):

Toca, toca, bon pastor
i no em nomenes
per la flor del lliri blau
m’han mort en riu d’arenes.

Milá y Fontanals (O.C., VI, p. 159), III: La Caña del Riu de Arenas.

Pastoret, bon pastoret,
Tu que’m tocas, tu que’m menas,
So colgat al Riu de Arenas
Per la flor del penicalt
Per la cama del meu pare
Que li feyta tan de mal.

Víctor Balaguer (Cuentos de mi Tierra, pp. 151–176): Una Historia de Hadas. Muy reelaborado.

Nogués (C. para Gente Menuda, pp. 50–53), nº 10: La Flor de Lililá.

OTRAS VERSIONES Y MOTIVOS

El cuento egipcio (Contienda entre Horus y Set, papiro de hacia 1160 a. C.), recogido por Anderson Imbert (Los Primeros C., pp. 33–34), narra la crueldad de Set, que arranca los ojos a Horus y los entierra en la montaña; de los ojos brotan flores. Como en la Historia de los Dos Hermanos, esta termina con implicaciones de fertilización.

María Rosa Lida de Malkiel (El Cuento Popular…, pp. 28–29), relaciona nuestro cuento con la leyenda de Polidoro (Eneida, III, 22 y sigs.). Cuando Eneas quiere arrancar unas ramas de mirto, éstas le dicen que está arrancando al árbol que no es otro que el propio ser del príncipe niño Polidoro, asesinado por el rey de Tracia. De igual forma, dice, recuerda la leyenda de Midas (Metamorfosis, XI, 180–193), que no es otra que la que hemos referido atribuida a Alejandro.

Libro de las Mil… (noches 573–574; III, pp. 12a–17b), Historia de la Rosa Marina y de la Joven de Az–zin (variante incompleta).

La planta que crece y de la que se hacen pitos que propagan una verdad, nos trae a la memoria, en efecto, el tema mitológico de Midas. Montoto se hace eco de este tema (Personajes, p. 39), bajo el dicho Alejandro es cornudo, sépalo Dios y todo el mundo. Aunque bien conocido, recordamos someramente. Alejandro es engañado por su esposa, por lo que le crecen las orejas. El barbero conoce el secreto y, como no puede propagarlo, lo grita en una cueva que luego sella con una roca. Pero allí crecieron cañas con las que los niños hicieron pitos, que repetían el mismo son: “Alejandro es cornudo”. Y de esta forma “cuanto más lo procuró encubrir, tanto más se descubrió”. Como refrán aparece frecuentemente: Martínez Kleiser, Refranero General Ideológico Español, nº1180: Si Alejandro es cornudo; sépalo Dios y todo el mundo [del Libro de Refranes (1549) de Pedro Vallés, Refranes o Provervios (1555) de Hernán Núñez (El Comendador), Teatro de Horozco, Philosophía Vulgar de Mal Lara y Vocabulario de Correas]. Ya dijimos que esta historia vive aún en la tradición portuguesa.

Rodríguez Marín (Chilindrinas…, pp. 120–130) hace uso de algunos elementos de este tipo de cuentos para elaborar su Cuento de la Verdad. En esta ocasión, el rey, con los tres hijos, sabe de la necesidad que tiene uno ellos de poseer un objeto imprescindible para él, y ve cómo éste parte en su busca. El relato es alegórico y moralizante. El joven quiere saber sobre la Verdad.

Anda que anda y cavila que cavila, se encontró, sin percatarse de ello, en un enmarañado bosque (…) Una vieja, sentada en el tronco de una encina que había arrancado de cuajo el vendaval, extendía las manos hacia el fuego (…):

—Mal encaminado vienes —dijo al Príncipe con voz áspera — si, sospecho, andas en busca de la Verdad.

Tras larga búsqueda, se le vuelve a aparecer la anciana que le da instrucciones para hallar la virtud.

Andersen, que pretende entrar en la mentalidad y las formas populares, usa frecuentemente, en sus cuentos, plantas y animales humanizados (por ejemplo en La Planta de las Nieves).

Ángeles Ezama Gil (La Narración Española…, p. 230) nos revela que el motivo E631 (Reencarnación en planta…), y concretamente el E631.1.2 (Rosa desde la tumba) sirve de base a Salvador Rueda para su cuento “¡Qué Raro!”, aparecido en la prensa de la última década del siglo pasado (aunque no especifica).

Este motivo aparece también en el romance de El Conde Olinos (cf. Díaz Viana, Catálogo Folklórico…, nº 2; de la tumba de la hija brota la rosa que denuncia a la madre: “He muerto por mi mamá”. En el mismo romance, según otra versión, hay otra transformación de la fallecida en fuente que denuncia el asesinato).

ESTUDIO DEL TEMA

Gajardo hace un excelente estudio del cuento. De entrada, lo trata como leyenda. Parte de los relatos conocidos en Argentina y, posteriormente, de relatos de otros países. La denominación de la leyenda es muy similar en todas partes, pero no idéntica: Ilolay, Lirolay, Lilolay, Lilolá, Lilá o Lila, Milalá, Olivar.

Sobre Argentina, extracta el contenido y los versos íntegros que aparecen en los diversos relatos. Recordamos algunas versiones: J. C. Dávalos, poema en verso (incluido en Salta, su alma y sus paisajes, pp. 62–72), que recoge íntegro en apéndice (pp. 63–67); Oresti di Lullo (en El Folklore de Santiago del Estero, Tucumán, 1943), junto a la leyenda de la Flor del Liriolay, refiere –dice Reyes– la de Sonko Komer, leyenda etiológica, al parecer, pues narra cómo la joven inca Sisakomer devorada parcialmente por un tigre, recibe sepultura en un lugar del que brotará una planta que dará frutos con forma de corazón; refiere también otra leyenda quichua en que brota un arbusto del lugar en que entierran a Anayarca; Ataliva Herrera (Bamba, X y XII), poema que recoge en apéndice (pp. 74–79); Ismael Moya (Prensa de Buenos Aires, 30 de enero de 1944), incluido en apéndice (pp. 68–73).

Sobre Chile, dice que Yolando Pino Saavedra le comunicó la existencia oral, aunque no se hallase registrada por escrito, de esta leyenda. Pese a todo, recoge una versión de Abdón Andrade Coloma y dos de Ramón A. Laval: Los Tres Lirios (Revista Chilena de Historia y Geografía, 34, nº 38) y El Pájaro Malverde (ídem, 35, nº 39). Estas versiones de Laval, al parecer, no coinciden plenamente con nuestro cuento.

Sobre Colombia, extracta una versión de Aquiles Escalante.

Sobre España, refiere la versión que aparece en BTPE, I, p. 123, y la de Fernán Caballero, ya mencionada, que aparece en Lágrimas.

Sobre Italia, extracta el argumento y versos de una versión napolitana de G. Pittré, y el de otra siciliana.

Sobre Francia, dice que hay varias versiones; recoge una de Alta Bretaña (J. Brintet) y el de “La Princesa de Hungría” de F. M. Luzel (Contes Populaires de Basse Bretagne, II, pages 209–230).

Refiere otras versiones de Hungría, Portugal, Alemania. Junto a estas versiones aparecen otras muy semejantes sobre plantas que delatan un crimen, o sobre las aves delatoras. Sobre plantas que revelan, recoge versiones africanas de Costa de los Esclavos; alguna americana de Haití (leyenda de Polidoro) de Remy Bastien, de Ramírez de Arellano (dos de Puerto Rico), de Cascudo (Contos Tradicionais do Brasil), de María de Nogueira (Costa Rica), etc.

[EL ZURRÓN]

Esto era una niña, que la mandó la madre a la fuente por un cantarito de agua, y entonces dice la madre:

—Llevas unos zapatitos nuevos ¡No te los vayas a mojar! Y dice ella, cuando llegó:

— ¡Huy, aquí hay mucha agua! Me voy a llenar los zapatos, pues me los quito.

Y se los quitó y los puso en lo alto del poyo. Entonces llenó, llenó el cantarito de agua, y dejó los zapatitos allí y se fue descalza. Y cuando llegó a su casa, dice la madre:

— ¡Ay, que has venido sin los zapatos!

Dice:

— ¡En la fuente me los he dejado, mamá!

Dice:

—Pues corre por ellos.

Y entonces agarró y fue por ellos, por lo zapatitos. Entonces, ya no estaban allí. Y había un viejecito allí con un zurrón, y dice:

— ¿Usted no ha visto aquí unos zapatitos?

Dice:

—Sí, ahí dentro en el saco los he echado. Cógelos.

Entonces fue la niña a coger los zapatitos, ¡pom!, y la zampó en el zurró. Le amarró el saco y la deja dentro.

Y entonces, el viejo, con eso se buscaba, se buscaba la vida. Y llegaba a una puerta, dice:

—Zurroncito, canta,
si no, te hinco la palanca.
—En un zurrón voy metida,
en un zurrón moriré,
por culpa de unos zapatos,
que en la fuente me dejé.

Entonces llegó a otra casa y dice:

—Zurroncito, canta,
si no te hinco la palanca.
—En un zurrón voy metía,
en un zurrón moriré,
por culpa de unos zapatos,
que en la fuente me dejé.

Dice la madre:

— ¡Ah, ésa es mi niña! ¡Ay, ésa es mi niña! ¡Ay mire usted! ¿Me quiere ir usted por pimiento molido, que estoy haciendo de comer y no tengo aquí a nadie? Le voy a dar a usted una limosnita muy grande.

Dice:

— ¡Digo!

—Deje usted ahí el saco —entonces coge el viejo—. La tienda está un poco más para allá.

Entonces fue el hombre por el pimiento molido. Y cuando…, agarró y sacó la niña, y le llenó el saco de piedras. Cuando vino, le dio el pimiento molido. Entonces dice:

— ¡Ea, tome usted la limosnita!

—y le dio la limosnita al hombre, y se fue.

Cuando llegó a una casa…:

—¡Zurroncito, canta,
si no te hinco la palanca!

Y no cantaba el zurrón. Bueno, pues se fue a otra casa:

—¡Zurroncito, canta,
si no te hinco la palanca!

¡Claro!, y no cantaba. Entonces dice:

— ¡Oy! Esto es que me ha quitado a mí la mujer esta niña, que me la ha sacado.

Miró el saco: estaba lleno de piedras.

FRANCISCA RAMOS GUISADO Arahal, 1991.

Se recogieron otras cinco versiones más, cuya fórmula, únicamente, exponemos:

—En un zurrón voy metida,
en un zurrón moriré,
por culpa de unos zapatos,
que en la fuente me dejé (de Obdulia Bravo).

—En un zurrón voy metida,
en un zurrón moriré,
por culpa de un anillito,
que en la fuente me dejé (María Navarro).

—En un zurrón voy metida,
en un zurrón moriré,
por culpa de unos zapatos,
que en la fuente me dejé (Leocadia).

—Y en un zurrón voy metida,
y en un zurrón moriré,
por el anillo de oro,
que en la fuente me dejé (Amparo).

—En un zurrón voy metida,
y en un zurrón moriré,
por causa de unos zapatitos,
que en la fuente me dejé (Dolores Fernández).

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CATALOGACIÓN

Aarne–Thompson, nº 311B* The Singing Bag.

Boggs, 311*B.

Hansen, 311*B.

González Sanz (Catálogo… Aragoneses), 311B*: El Zurrón Cantor.

González Sanz (Revisión del Catálogo…).

Pujol, 311B*: El Sarró que canta.

Espinosa, II, pp. 233–237.

Amores García, nº 21.

Beltrán (“Notes… Vall d’Albida i l’Alcoià”, p. 133a–b), nº 48: La Coixeta Beltrán (“Notes… l’Alacantí”, pp. 120–121), nº 7: Les Set Germanes.

Thompson: G400, G420, G421, G422, G440, G441, G510, G550, K526, K700, K714.4, K730, K810, N300, Q285, R0, R10, R10.3, R11, R110, R153.

VERSIONES ESPAÑOLAS

Muriel (Cuentos…, pp. 54–55): El Zurrón que cantaba.

Rasmussen (CP. Andaluces, pp. 141–143), nº 29: El Zurrón que cantaba.

Larrea (Gaditanos, pp. 153–154), XXIV: El Anillo Olvidado.

Flores Moreno (CP. Fuentes de Andalucía, pp. 78–80), nº 17: La Niña del Zurrón.

Porro (C. Cordobeses, pp. 113–114, 259–262), nº 51: Las Pulseritas, nº 95: El Zurrón que cantaba, nº 96: La Pulserita, nº 97: El Hombre del Saco.

García–Garrido (Literatura de Tradición Oral de Sierra Mágina, pp. 448–449), nº 29: El Saco que cantaba.

Reinón (Cuentos… Vélez, pp. 114–116): El Hombre del Saco (dos versiones).

Quesada Guzmán (Cuentos… Pegalajar, pp. 74–77): Canta, Zurroncico, canta.

García Surrallés (Era… Gaditanos), nº 12: Mariquilla, núms. 13 y 14: El Anillito de Oro, nº 15: Mariquita y Periquito [Baltanás (L. O. en Andalucía, pp. 79–80)].

Sandubete (Cuentos… Cádiz, pp. 57–58), nº 22: Mariquilla.

Jiménez (La Flor…, pp. 53–54, 231–232, 233–234), nº 12: La Niña de los Zapatitos, nº 74: Luisito el Travieso, nº 75: Los Zapatitos de Oro.

Naveros (C… de Baena, pp. 116–118): La Niña y el Coco.

Rodríguez Almodóvar (C. al Amor., II, pp. 331–332), nº 61: El Zurrón.

Rodríguez Pastor (Extremeños y Andaluces, pp. 290–294), LXXVIII: Las Tres Cucharitas de Plate. Según el recopilador, recogió otras diecisiete versiones más, que no incluye.

Rodríguez Pastor (CE. Costumbres, p. 97–100), nº 27: El Collarcito de Oro, nº 28: La del Zurrón.

Curiel Merchán (Extremeños): El Mendigo (pp. 104–106; CSIC, pp. 37–39); El Zurrón del Pobre (pp. 223–225; CSIC, pp. 131–133); Mariquita (pp. 455–456; CSIC, pp. 314–315).

Montero (“Arte Verbal… Badajoz”, 113, pp. 161a–162a): Zurrón, canta.

Garrosa (“Un sondeo… (Cáceres)”, p. 8): El Zurruquito.

Carreño (C. Murcianos, pp. 145–149): El Zurrón que canta y La Cojica del Peral.

En Carreño… [López Valero (C. Murcianos… Aplicaciones…, pp. 71–73).

Sánchez Ferra (“Camándula (El C. P. en Torre Pacheco)”, pp. 79–81), núms. 53–54: “Canta cojica, canta” y Zurronico cata, que te doy con la tranca.

Hernández Fernández (CP. Albacete, p. 86), nº 34: El Rosario de Oro.

Hernández Fernández (“C.P…. pedanía murciana de Javalí Nuevo”, pp. 13b): El Hombre del Saco. [Revista de Folklore, 295 (2005), nº 4; p. 33a] Hernández Fernández (“C. Murcia”, p. 112), nº 4: El Hombre del Saco.

Ortega (La Resurrección…. Campo de Cartagena, pp. 92–93), X: El Hombre del Saco.

Morote (Cultura Tradicional de Jumilla, pp. 143–144): El Zurrón que canta.

Sánchez Pérez (Cien Cuentos, pp. 41–45): El Zurrón.

Camarena (Ciudad Real, pp. 92–96), nº 51: Las Tres Manzanas de Oro.

Fraile (C… Madrileña, pp. 175–188): El Zurrón Cantor (nueve versiones).

Díaz (C. en Castellano, pp. 66–68) [Fundación Centro Etnográfico (K15.1), versión vallisoletana].

Espinosa (CPCL, II, pp. 269–273), núms. 365, 366 y 367: El Zurrón que cantaba.

Cortés Vázquez (CP. Salmantinos, I, pp. 189–192), nº 74: Las Tres Manzanitas de Oro, nº 75: El Zurrón que cantaba.

Armendáriz (L. de Castilla, 81–83): El Zurrón que cantaba.

Camarena (León, I, p. 140), nº 80: O Home do Zurrón.

Martín Criado, (“Cuentos… Castellanoleoneses”, pp. 41b–42a), nº 3: El Zurrón que cantaba.

Los Cuentos del abuelo (pp. 79–81), Los Anillos de Oro.

Larrea Palacín (“Cuentos de Aragón”, pp. 42–44): Las dos Hermanas.

Larrea (“Cuentos de Aragón”, RDTP, III, pp. 290–291): Las dos Hermanas.

López Megías (Etno…Alto de la Villa, pp. 500–502), nº 242: El Zurrón Mágico.

Arrieta (CT. Asturianos, pp. 41–48), El Cantante del Zurrón.

Cabal (Los C. Asturianos, pp. 63–67): El Zurrón Maravilloso.

Asensio (C. Riojanos…, pp. 77–79): El Hombre del Saco.

Maspons (Rondallayre, pp. 100–102), La Cirereta.

Serra i Boldú (Rondalles Populars, III, pp. 40–43): Sarronet.

González i Caturla (Rondalles de l’Alicantí, pp. 67–71): Les Set Germanes.

Quintana (Bllat…, pp. 72–76), nº 33: Qüento de la Cirereta, Cireró, nº 34: [Tía María, passa Farina].

Amades (Folklore de Catalunya…, pp. 953b–955a), nº 381: Les Cireretes.

Espinosa (CPE, pp. 79–80), nº 41: El Zurrón que cantaba (versión soriana). Dice Espinosa (p. 233) que la homogeneidad de detalles que muestran las diversas versiones dan a entender “claramente que se trata de una tradición hispánica muy antigua”. Según él, las versiones europeas sólo están relacionadas con este tipo tangencialmente, porque se mezclan con elementos “de algunos cuentos acumulativos”.

Lo relaciona con los Tipos 154 y 155: “A la zorra le prometen gallinas, pero salen del saco unos perros que la matan o dejan casi muerta” (p. 234).

Extracta el contenido de cuatro cuentos orientales: uno de Cochinchina, otro africano, otro sanscrito, otro del Katharnava y otro de Somadeva (II, 4–5). La identidad de estas versiones le da pie para pensar que se trata de un cuento de origen oriental. No le extraña, pues “la semejanza sorprendente entre las versiones hispánicas y orientales se comprende fácilmente si consideramos la fuerte influencia oriental que a cada paso encontramos en la tradición española” (p. 235).

Recuerda la teoría de Braga y Gubernatis, que explica el cuento como la persecución de la noche por el sol. “El saco es el héroe perseguido, o la noche”. Pero reconoce que todo “esto tiene muy poco fundamento en la realidad y cuadra sólo con las extraordinarias y ya vetustas teorías de los defensores de la llamada Escuela Mitológica”.

VERSIONES HISPANOAMARICANA Y PORTUGUESAS

Ramírez de Arellano (Folklore Portorriqueño, pp. 106–107), nº 78: Los Zarcillos de Perla.

Vasconcellos (Contos e Lendas, II, pp. 385–387), nº 619: As Continhas de Ouro.

Pires (C. P. Alentejanos, pp. 74–75), nº 29: Canta, Surron, canta.

Moutinho (C. P. Portugueses, pp. 148–149): O Surrão.

Braga (C. Português, I, pp.89–90): O Surrão.

VERSIONES NO HISPANAS

Boughaba (C. P. del Rif, pp. 147–160): La ajorca.

Creus (Ndowe de Guinea), nº 103: La Muchacha Secuestrada. Versión muy semejante. La niña va a buscar una aguja perdida. Un anciano la encierra; pero lo descubren y lo matan. “Reunieron a todas las muchachas y les explicaron que, en caso de ir al bosque, si una de ellas olvidaba algo las demás debían acompañarla para que no le sucediera nada” (p. 219).

El abismo que separa la visión de la Escuela Mitológica de esta versión africana es evidente. No dudamos que, olvidando las últimas implicaciones o conexiones con costumbres o creencias ancestrales, el éxito de este cuento en el ámbito hispano se sostiene por el alto grado de enseñanza que encierra, enseñanza práctica, como siempre, basada en la prevención de posibles raptos infantiles. Aún hoy, o quizá más que nunca, preocupan a los padres estos peligros.

VERSIONES LITERARIAS

Correas (Vocabulario, p. 105a), sub voce: Canta, zurrón, canta, si no, darte he una puñada.

Fernán Caballero (Cuentos, Oraciones…, pp. 220–221). Los lamentos de la niña se extienden por bastantes versos.

REFRÁN

Martínez Kleiser (Refranero General Ideológico Español) refleja el refrán que toma de Correas (nº 14.803), pero no lo explica.

MOTIVOS

Sobre el motivo de los animales del saco, véase el comentario al cuento El Tío Turichi.

Podríamos también relacionar la captura de la niña en el saco con la antigua idea del alma externada. Como nos explica Frazer (El F. en el A. Testamento, pp. 379–390), al hombre primitivo le era posible guardar las almas en depósitos externos para prevenirlas de peligros o para infringir en las capturadas al enemigo algún mal. Lo que es sorprendente, nos dice, es que el pueblo judío haya mantenido esta creencia hasta tiempos relativamente recientes. Explica esta pervivencia con un ejemplo que no se aleja, simbólicamente, del contenido de nuestro cuento:

Las brujas que practicaban esa modalidad de magia negra [captura de almas para infringir en ellas daño] fueron denunciadas formalmente por el profeta Ezequiel en los siguientes términos: “Y tú, ¡oh hijo del hombre!, encárate con las hijas de tu pueblo que vaticinan de propia inventiva, y profetiza contra ellas. Y les dirás: Así afirma el Señor Yahvé: ¡Ay de las que cosen redecillas para todas las articulaciones de las manos y fabrican velos para cubrir la cabeza de las personas de todas las estatuas, a fin de cazar las almas! ¿Acaso queréis cazar todas las almas de mi pueblo y vais a conservar vuestras propias almas? (…) Por eso afirma el Señor Yahvé: Heme aquí contra vuestras redecillas, con las cuales cazáis las almas al vuelo; yo las arrancaré de vuestros velos y libraré a mi pueblo de vuestras manos, sin que permanezcan ya en vuestro poder como presa, y conoceréis que yo soy Yahvé”.

Y agrega: “En muchos lugares del mundo los brujos y hechiceras han adoptado y adoptan todavía con la misma finalidad práctica semejante”.

La canción que se oye al final de la primera jornada de El Burlador de Sevilla de Tirso de Molina, tiene, pues, raíces tradicionales: A pescar salió la niña tendiendo redes; y, en lugar de peces, las almas prende.

MOTIVOS QUE SE CITAN THOMPSON

D457.12 Transformación: hueso a otro objeto.

D965 Planta mágica.

D975 Flor mágica.

D861 Objeto mágico robado.

D861.3 Objetos mágicos robados por hermanos.

D1007 Hueso (humano) mágico.

D1225 Silbato mágico.

D1342 Objetos mágicos dan salud.

D1500.1.4 Planta que cura mágicamente.

D1610.2 Árbol que habla.

D1610.3 Planta que habla.

D1615 Objeto mágico que canta.

D1615.1 Árbol que canta (Tatum).

D2173 Canto mágico.

E0 Resurrección.

E1 Persona viene a la vida.

E30 Resurrección por colocación de miembros (Tatum).

E32.0.1 Persona comida resucitada.

E586 Retorno inmediato del muerto después de enterrado.

E600 Reencarnación (Keller).

E607.1 Los huesos del muerto son reunidos y ente– rrados.

E631 Reencarnación en forma de árbol que crece de la tumba.

E631.1 Flor desde la tumba.

E631.5 Reencarnación en planta.

E631.6 Reencarnación en árbol desde la tumba.

E632.1 Los huesos de la persona muerta que hablan revelan el crimen.

E607.1 Los huesos del muerto son reunidos y ente– rrados.

G10 Canibalismo.

G60 Carne humana comida ignorantemente (Keller).

G61 Carne de parientes comida ignorantemente (Keller).

G61.1 Niño reconoce la carne de pariente cuando es servida para comer.

G72 Padres desnaturalizados comen a los niños (Keller).

G100 Ogro gigante.

G400 Persona cae en poder del ogro (Keller).

G420 Captura por el ogro.

G421 El ogro atrapa a la víctima.

G422 El ogro aprisiona a la víctima.

G440 Ogro rapta personas.

G441 El ogro lleva la víctima en un saco (cesta).

G510 Ogro matado, mutilado o capturado.

G532 Héroe oculto y ogro engañado por su esposa (hija) cuando dice que huele a sangre humana.

G550 Rescate de manos del ogro.

H1210 Busca asignada.

H1320 Búsqueda de objetos o animales milagrosos.

H1333.2 Búsqueda de planta extraordinaria.

H1333.5 Búsqueda de la flor maravillosa.

K526 El saco del captor es llenado con animales u objetos mientras los cautivos escapan.

K700 Captura por engaño.

K714.4 Víctima engañada a entrar en la cesta.

K730 Víctima entrampada.

K810 Engaño fatal hacia poder del embaucador (Keller).

K910 Asesinato con estrategia.

K2210 Parientes traidores (Keller, Tatum).

K2211 Hermano traidor. Generalmente el hermano mayor (Tatum).

K2211.0.1 Hermano(s) mayor(es) traidor(es).

K2213.4 Traición del secreto del marido por su esposa.

K2214 Chicos traidores (Keller).

L0 Chico más joven victorioso.

N271 Asesinato revelado de diversas formas.

N300 Accidentes desafortunados.

N812 Gigantes u ogros como ayudantes.

P200 La familia.

P230 Padres e hijos (Keller).

P250 Hermanos y hermanas (Keller, Tatum).

P253 Hermana y hermano.

Q211.4 Asesinato de niños castigado.

Q211.9 Fratricidio castigado.

Q215 Canibalismo castigado.

Q285 Crueldad castigada.

R0 Cautividad como castigo (Tatum).

R10 Rapto (Keller, Tatum).

R10.3 Niños raptados.

R11 Rapto por monstruo (ogro).

R110 Rescate de cautividad (Tatum).

R153 Padres rescatan al niño.

S0 Pariente cruel.

S10 Padres crueles (Keller, Tatum).

S11.3.8 Padre come a los propios hijos.

S12 Madre cruel (Keller).

S12.2 Madre cruel mata a los niños.

S73 Hermano (hermana) cruel.

S100 Indignantes asesinatos o mutilaciones.

S139 Diversos asesinatos crueles.

S110 Asesinatos (Keller, Tatum).

S118 Asesinato por cuchilladas (cortando).

S121 Asesinato cerrando el arca.

S139 Diversos asesinatos crueles.

S139.2 Persona muerta y desmembrada (Keller).

S302 Niños asesinados.

V63 Huesos de persona desmembrada reunidos y enterrados.

WILBERT–SIMONEAU G72 Madre come a sus hijos.

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CUENTOS POPULARES ANDALUCES (XXI)

AGUNDEZ GARCIA, José Luis

Publicado en el año 2007 en la Revista de Folklore número 320.

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