Revista de Folklore

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UN CUENTO DEL ABUELO PARA DESPERTAR
(De viva voz)

GARRIDO PALACIOS, Manuel

Publicado en el año 1983 en la Revista de Folklore número 32.

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Puede descargarse el artículo completo en formato PDF desde la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

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En plena serranía de Cádiz me paro un rato a descansar. Sierra de Ronda, Alto del Algarin. Oigo esquilas no muy lejos. Vengo de Olvera y llevo a septiembre sobre mis espaldas. También es cierto que en el macuto hay varias libretas llenas de datos, de nombres, de romances, de anécdotas y de cuentos. La emoción no la saco a flor de piel. Prefiero gozarla por dentro sin que nadie lo advierta. Esta mañana, en un cortijo, he conocido a unos tocaores de gaita gastoreña. Por deformación, siempre pienso al nombrar gaita en la de fuelle. Y se me viene a la memoria que en España existen cuatro zonas que la contienen: Galicia, Asturias, Aragón y Baleares. La de por aquí es de nogal o de adelfa, cortita, de unos diez centímetros, con cuatro agujeros, lengüeta y una pita de cañizo. Casi nos transporta a otros mundos su sonido. Dicen que en El Gastor la hacen y la tocan muy bien. Los tocaores de esta mañana parecían encantadores del aire. Todo se llenaba de melismas y hasta una chicharra calló en su monótono canto.

He dormido en el cortijo. Me metí en el saco, pero apenas si hizo falta. La noche fue calurosa y clara. Recién amanecido vino el abuelo hasta mi aposento y estuvimos charlando un buen rato. Le temblaban las manos y me contó una historia. O la volvió a vivir. No sé. Ahora sentado al borde del camino, con todo el valle soleado, frente a la sombra de un pino, releo lo escrito. El viejo lo llamó "Juanillo el de la burra". Y empieza así:

Po esto era un niño que al nacer, su madre, o sea, al nacer el niño, pues su madre, parmó, falleció ¿no? Y claro, ese niño no tenía más que dos abuelitos, ya dos ancianitos muy viejos, y lo arrecogieron al niño y como en aquellos tiempos no tenían pa comprar leche pa criar al niño, po resulta que el abuelito tenía una burra y tenía un rucito, que es un hijo de la burra, y entonces le dice el abuelo, le dice:

-Mira, ¿por qué no matamos al rucito y criamos al niño con la burra?

Mataron al rucito, y al niño lo metían por debajo de la burra y el niño mamaba. Ya era el niño más grandecito y ya po empezó a gatear entre las patas de la burra y ya el niño solito se iba a la burra y se hartaba de leche, y cuando se hartaba de leche el niño se dormía debajo de la burra. Hasta que el niño llegó a tener siete años y el niño, claro, pos tenía una fuerza grandísima, y claro, el niño, jugando con los otros -porque como al niño lo había criao una burra, po el niño se llamaba Juanito y le pusieron Juanillo el de la burra los niños, a él le daba mucho coraje de que tenía ese mote- na más que le daba un tortazo aun chavea pos lo hacía polvo, a otro lo mataba, en fin, y ya to el pueblo se quejó del niño, y claro, dice el alcalde, dice:

-A este niño hay que quitarlo de aquí.
y entonces mandó a llamar al niño y le dice:

-Mira, Juanito, tú te tienes que ir del pueblo.

-¿Y yo por qué me voy a ir del pueblo? ¿Y yo qué he jecho?

-Mira, tú es que en broma na má, molestas a los niños y eso no es asín. ¿Tú qué quieres pa irte del pueblo?

-Pos mire usté, me tiene que hacer una porra que tenga quinientas arrobas, o sea, quinientas toneladas de hierro y me tiene usté que dar seis mil reales.

Ahora el alcalde cogió a tos los herreros que había allí y toa la chatarra y to lo que pudo, y tos trabajando pa hacerle al niño una porra de quinientas toneladas y le dio seis mil reales. Y coge el niño y como se tenía que ir del pueblo, coge su verea pa lante, a rumbo perdío. Pero iba por una verea y ve a un hombre que estaba arrancando encinas asín, cogía el tío la encina con las manos y la sacaba de patillas. y pensaba Juanillo:

-Yo tengo fuerza, pero y ese tío ¡qué fuerza tendrá!

Y llega y le dice:

-Buenas tardes, amigo.

-Buenas tardes.

-¿Qué está usté haciendo?

-Mire usté, aquí arrancando unos chaparrillos.

-¿y qué gana usté aquí?

-Mire usté, yo gano aquí dos reales.

-Usté quiere seis perras gordas y se viene conmigo?

-Po si señó. Yo me voy con usté.

Arrancaron los dos charlando tal y cual, total que, más palante ven a un hombre que con una tomiza se estaba trabando las piernas.

-¿Qué estará haciendo el tío aquél allí?

Va y le dice:

-Amigo, buenas tardes. ¿Usté qué está haciendo?

-Mire usté, me tengo que trabar las piernas pa poder con las liebres.

-Bueno, ¿cuánto gana usté aquí?

-Mire usté, gano aquí cuatro gordas.

-¿Cuatro gordas? Yo le voy a dar dos reales y se viene usté conmigo.

Y asín pa lante pa lante y ahora se encuentran a un hombre tendío en el suelo, con las orejas puestas en la tierra.

-¿Qué está usté haciendo ahí, amigo?

-Mire usté, yo pongo las orejas en el suelo y me entero de to lo que pasa en el mundo.

-¿Y usté gana aquí mucho?

-Yo aquí dos realillos.

-Yo le doy seis gordas y se viene usté conmigo.

Allá se arrancaron los cuatro y ya la anochecía. Y cerquita de aonde ellos se quedaron había un pueblecito y dice:

-Po mira, aquí que hay una cueva nos vamos a quedar.

Se quedan ellos asín y dice Juanillo:

-Mira, tú, ve al pueblo y te traes una cazuela y mira, te traes un poco de arroz. Y tú, cogeliebres, anda ve si te traes un guisillo. Y el tío se presentó allí con un golpe liebres. Y tú, rancancinas, ve y te traes unas taramillas pa guisá. Y se presentó el tío con un golpe encina allí.

Empezaron a guisar, hicieron una hornilla de piedra, pusieron la cazuela y estuvieron distraíos allí. Pero claro, la cueva, por dentro, tenía un boquete que era una sima. Cuando ya estaba el guiso jirviendo, ellos distraíos...

-Pero ¿quién se ha llevao la cazuela?

La cazuela se la habían llevao con tor guiso.

-Pues ya ve, nosotros no hemos sido.

Y se quedaron sin comer aquella noche. Pero al otro día, dice:

-Bueno, mira, vas a ir por otra cazuela y otro poco de arroz y tú, coge unas pocas liebres, te traes un guisillo y tú anda vete por unas taramillas.

Total, que estuvieron haciendo otro guiso, que se distrajeron...que se llevaron otra vez la cazuela.

-Po esto ya no es así. Esto tiene que haber algo abajo.

Y entonces dice Juanillo el de la Burra:

-Mira, vamos a coger esparto y vamos a hacer una soga bien larga bien larga bien larga.

Hicieron una soga muy larga hasta echarla al fondo de la sima. Y él amarró la porra primero y fueron dando cuerda hasta que vieron que la porra llegó abajo y dice:

-Po entonces ya hay ahí tierra. Po ahora me bajo yo. Y llevo una campanilla que cuando toque es porque ya he llegao abajo, que no mé den más cuerda.

Cuando ya tocó la campanita pues ya los otros se pararon. Ahora, estando él abajo, vio a tres señoritas, a tres princesas encantadas. Y le dice una de ellas:

-Chiquillo, ¿a dónde vas por aquí? ¿Quién mal te quiere que por aquí te envía?

-Mi suerte, mala o buena.

-Quítate de enmedio, quítate de enmedio

A mí me guarda un gigante que cuantito te vea te mata.

-Bueno y ¿qué podría yo hacer pa matarlo a él?

-Mira, él va a pelear contigo con la espada. Quiere decir que él te va a meter en una habitación que tiene con muchas espadas y él te va a dar una mu brillante mu brillante, pero no la vayas a coger porque ese espada es de cristal. Tú coge una que tiene allí mu vieja, antigua, mu mojosa.

Pues claro llegó el otro a pelear con él tal y cual y dice:

-Mira, vamos a pelear. Toma una espada nueva -le dijo el gigante- que yo con la vieja me avío.

-No, yo pa matarte a ti no preciso la nueva. Cojo la vieja.

Y cogieron las espadas y se liaron pon pon y tuvo el acierto de matar al gigante. Bueno, ya a ésa la salvó él. Pero ahora se le presenta la serpiente de siete cabezas que esa serpiente guardaba a las otras dos hermanas. Era como el guarda. Claro, las otras se lo dijeron:

-Mira, que a nosotros nos guarda una serpiente con siete cabezas.

-Bueno y ¿qué tendría yo que hacer pa matarla?

-Mira, lo que tú tendrías que hacer es, tiene siete cabezas, pues le tienes que tirar a la cabeza de enmedio, con esa espada que tú tienes y le tienes que dejar caer la oreja izquierda, ya salimos nosotros del encanto.

Total, la serpiente venía, ya ve, volando en busca de él, cuando la vio venir cogió con la espada y tuvo el acierto que le cortó la oreja izquierda y la serpiente pos se fue. Y ya me sacó a las tres encantadas que había allí. Pos ahora coge, toca la campanilla, Juanillo el de la Burra, pa que subieran a las otras pa rriba. Cogió a una y la subió amarrá a la soga y los otros tirando de la soga hasta que llegó arriba ya. Y cuando los otros la vieron, dijo ella:

-No, no, hay dos hermanas mas.

Suben a la otra. Ea, más bonita. Suben a la otra. Más bonita. Dicen:

-¿Queda alguna más?

-No. El que queda abajo es Juanillo el de la Burra

Y Juanillo el de la Burra, cogió la porra que la tenía abajo, porque no se fiaba de los otros, la amarró por el asa y tocó la campanilla pa que tiraran de él pa arriba. Claro, de ahí a que iba por la mitad del camino, le cortaron la soga y lo dejaron allí y se fueron.

Y claro, al llegar con las princesas, po las campanas, lo que pasa, tor mundo...y ahora rezaba de que ellos tres habían sacao a las tres hermanas y ya no contaban con Juan. Pero la hermana más chica cuando estaba abajo en la cueva con Juan le había dicho:

-Mira, Juan, esto es una granada de oro, toma la mitad y no la pierdas nunca en la vida.

Y ahora, en palacio, los otros tres se querían casar con las tres encantadas. Y la chica dijo que no. Los otros dos se casaron, pero la chica dijo que no y que no y que no se casaba con ése, que pa casarse tenía que ser con el que tuviera media graná de oro que le viniera bien a la suya. Y mandaron a hacer a tos los plateros del pueblo granás a ver si venia bien con la suya, pero como ninguna venía bien, no se casó. Y claro, a ése, que no se casaba, lo echaron de palacio. Pero ahora, Juan, el pobrecillo, allí metío en la sima sin comida y sin ná, con mucha hambre, pos no tenía ná que comer. Mete mano al bolsillo, registrándose, y la oreja de la serpiente de siete cabezas pos la tenía guardada. Como tenía tanta hambre cogió la oreja pa comérsela. Claro, al pegarle un bocao, se le presentó la serpiente de siete cabezas:

-Qué me pides, qué me mandas.

-Mira, lo que te pido es que me subas arriba.

-Bueno, súbete en mí, pero cuando subas arriba me darás mi orejita.

-Si que te la doy.

Claro cuando subió arriba, no le dio la oreja.

-¿No me das mi oreja?

-No. Ya te la daré en otra ocasión.

Cuando subió arriba se enteró del laberinto que había del casamiento y eso y se llegó hasta palacio hecho un tonto, ahhh, ahhh, y dice:

-Mira y ve si es ésta la media graná.

Claro, lo comprobó la muchacha con su media graná.

-Pos con éste me caso yo. Esta es la media graná y éste fue al que yo se la di.

Total que el rey, el suegro, como se hacía el tonto, po no lo quería. Y allí abajo de palacio, en un rincón de una carbonera, lo metieron, le arreglaron el cuarto un poco y lo metieron. Y el rey tenía que ganar unos torneos y él quería pos ganarlos. Fueron los dos yernos que ya estaban casaos a ganar el torneo, a traerse la bandera. Pero él, claro, le dice la mujer:

-Oye, mira, Juan, parece mentira que tú nunca has sido tonto y mira, mañana van mis dos cuñaos a ganar los torneos pa traerse la bandera pa mi padre.

-Bueno, tú me deja a mí, tú a mí me deja.

Y se hizo el tonto. Y cuando la mujer no se dio cuenta pos le pegó un bocao a la oreja de la serpiente y se le presentó.

-Qué me pides.

-Lo que te pido es que cuando mis cuñaos vayan pa llá, yo venga pa cá con la bandera y que mi caballo sea mejor que el de ellos.

Claro, así fue. Cuando ahora van los dos cuñaos viene el tonto pa cá. Dicen:

-Será posible el tonto, pero ¿no trae el tonto la bandera de los torneos? Chiquillo, pero tú...

Claro, a ellos no les convenía que la llevara el tonto.

-Mira, ¿qué quieres por la bandera?

-No, no, yo no quiero ná. Lo único que quiero es quitarle una herradura a mi caballo, calentarla en fuego de leña y ponertela a ti en el muslo izquierdo al rojo vivo y a ti también al rojo vivo. Cada uno señalao con la herradura del caballo. Y os doy la bandera.

Pues así lo hicieron. Ellos pensaron que iban a sufrir pero se iban a llevar la bandera. Y se la llevaron. Así que cuando llegaron, no veas el suegro:

-Oh, mis yernos, mis yernos, no el tonto, porque el tonto... mis yernos.

Pero el rey se puso malo a consecuencia de la irritación que tenía de que la hija más chica se había casado con un tonto. Y los médicos le dijeron que pa curarse le tenían que traer una botella de agua de la "Fuente de la Leona". Una fuente que guardaba la leona que allí no había quien pudiera entrar. Y dice la chica:

-Mira, mira, ahora que van mis cuñaos por agua, y tú no.

-Ah, ah, tú me deja a mí.

Y le pegó otro bocao a la oreja.

-Qué me pides. Qué me mandas.

-Mira, que cuando mis cuñaos vayan pa llá, que yo venga pa cá con la botella de agua de la "Fuente la Leona" y que mi caballo sea más mejor que el de ellos.

Exactamente, cuando iban ellos pa llá, el tonto con la botella de agua pa cá.

-¿Será posible el tonto éste? ¿y este tonto, cómo...? Oye, Juan, me cago en la leche puñetera, mira que...

-Eh eh, pa tu suegro.

-Mira, ¿cuánto quieres por la botella?

-No quiero ná. Lo único que quiero es esto, que la herradura de mi caballo os la tengo que señalar en el otro muslo a uno y al otro, al rojo vivo. Y eso es lo que hay si no la doy.

Pues se miraron uno al otro.

-Pues sí.

Y se señalaron... vamos les puso el hierro, como el que le pone el hierro a un becerro.

Llegan ellos con su botella de agua y:

-Ah, mis yernos, mis yernos...

Y el tonto, el pobrecillo, se metía en la carbonera. Y dio el rey un banquete mu grande, con la alegría de que le habían llevao la botelle de agua y la bandera y eso y en el banquete había duqueses, marqueses de toas clases ¿no? y empezaron a decirle al rey:

-Bueno, mire usté, ¿no es lástima que esté su hija metía en la carbonera y Juan, el pobrecito...

-Es que ese tío está tonto y yo no quiero aquí a ese hombre. Ese tío está tonto y no pué hacé más que tontás.

-Pero mire usté, si hace tontás nos vamos a reír ¿no? Dile usted que venga.

-Total, que le mandó a uno de los criados y le dice:

-Ha dicho tu padre que vengáis.

Y ya se le quitó la tontera. Es que no estaba tonto. Y dice:

Psss, ponme un traje.

Se puso su traje y salieron ella y él.

-Muy buenas noches a todos.

Saludó a todos, les dio la mano a todos y uno de los yernos pos estaba sentao en un sillón del sitio principal y le dice:

-Tú, quítate de ahí, que ese sitio no te lo mereces tú.

Claro, al decir eso, dice el suegro:

-¿Qué estás diciendo, Juan?

-Lo que le toy diciendo a uté. ¿Quién le trajo a usté la bandera?

-Mis dos yernos.

-No señó.

-¿Quién le trajo a usté la botella de agua de la "Fuente la Leona?

-Mis dos yernos.

-No señó. Eso se lo he traído yo. Y si no, que se echen los calzones abajo.

Ya por fuerza se echaron los calzones abajo y dice Juan:

-Mire usté cómo tienen señalao cada uno, en un muslo y en el otro, las herraduras de mi caballo, que los señalé a los dos y por segundas los señalé a los dos.

Y ahí ya quedó.




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UN CUENTO DEL ABUELO PARA DESPERTAR
(De viva voz)

GARRIDO PALACIOS, Manuel

Publicado en el año 1983 en la Revista de Folklore número 32.

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