Revista de Folklore

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MADRID. LA PUENTE SEGOVIANA O EL DIABLO INGENIERO

FRAILE GIL, José Manuel

Publicado en el año 2001 en la Revista de Folklore número 244.

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El universo de las leyendas, nesta tierra madrileña que me ha tocado en suerte, es aún camino poco hoyado por el que esto escribe. Romances y cuentos, retahilas y mayos han sido objeto de mis afanes en algunas publicaciones que aquí y allá desgranan un poco la cultura de estos pagos que hoy parece irremisiblemente condenada al olvido y menosprecio.

Pero en veinte años de trasiego, y al vaciar mis alforjas de los bultos más pesados, ha ido quedándose al fondo la calderilla de géneros, como este de las leyendas, que hoy intento cambiar por alguna pulida peseta en plata. Madrid y su tierra, Corte de las Españas, no es ni lugarón manchego, como quisieron unos, ni segoviana puebla, como pensaron otros; es todo ello, mas teñido con la aguada propia que le da un aspecto jaspeado de alta sierra y veteado como alomada besana, según vayamos girando el mágico caleidoscopio de su varia geografía.

En un apartado albergue de la Estribación Central se desparraman tres lugarejos: El Bóalo, Cerceda y Matalpino, que si hoy son colonia veraniega, fueron antaño punta de ariete donde aquellos serranos se ganaban el sustento en perpetua y respetuosa contienda con la mole de granito que era su bóveda. Nestos tres Lugares recogí testimonios de una antigua leyenda puesta siempre en boca de los más ancianos. Tenía la historia como protagonista al céntrico y aún majestuoso puente de Segovia erigido sobre el Manzanares en lo que fue antaño acceso a la Villa, y hoy es corazón de la misma a espaldas del Real Palacio.

La imponente mole granítica, levantada en tiempos del Rey Prudente debió sobrecoger vivamente el ánimo de los campesinos que con cierta periodicidad acudían con sus productos a los mercados y ferias de estos madriles. O acaso fueran canteros de aquellas estribaciones los encargados de dar forma a una parte de los sillares que compusieron la para entonces faraónica puente; y así, de boca en boca, debió llegar la leyenda que contaremos en Yuso a los oídos de quienes, sin haber visto la tal empresa, narraron hasta ha bien poco el suceso en estos términos:

Había una que iba a por leche, y tos los días tenía que ir, y arrodeaba mucho... andaba mucho porque no había puente. Y entonces como los demonios se cogen en los helechos el día San Juan a las doce de la noche, eso decían los viejos, claro. Y los demonios no se puén estar quietos, tienen que estar trabajando siempre, están: ¿qué me quieres?, ¿qué me mandas?, ¿qué me quieres?, ¿qué me mandas?...Pues les mandó que le hicieran un puente que fuera canto sobre canto, y tenía que estar acabao antes de que cantara el gallo negro a las doce de la noche.

Y estaban los demonios venga a pasarse las piedras porque tenían que acabarlo en una hora, dende las once que cantaba el gallo blanco hasta las doce que cantaba el negro; si a las doce no lo habían acabao pues se iban sin la chica. Y apuesto que a las once empezó el gallo y decían: cantó el blanco, arriba canto. Y venga, canto sobre canto, canto sobre canto... porque ese puente va así canto sobre canto. Pero llegaron las doce y cantó el otro gallo y dicen: cantó el negro, los demonios al infierno. Y como habían dejao un canto sin poner...pues claro, el puente estaba sin acabar y no se pudieron llevar a la chica. Y todavía está así, que es el puente de Segovia, con un canto sin poner. (1)

El demonio mayor de esta puente segoviana, como gustó llamarle el Siglo de Oro fue Don Juan de Herrera quien proyectó este viaducto en el año 1583. Sus nueve ojos salvan la profunda cárcava que durante siglos fue excavando el Manzanares, y así es más un descanso para el viandante que una auténtica barca de piedra sobre la minúscula corriente del río.

Nuestros clásicos, lejos de agradecer esta cómoda avenida para salir de la Corte, optaron por dar matraca a la segoviana puente, y así el culterano Góngora escribía:

Duélete de esa puente, Manzanares
mira que dice por ahí la gente
que no eres río para media puente
y que ella es puente para muchos mares.

Y no contento con lo dicho, añade en otra parte:

Señora Doña Puente segoviana
cuyos ojos están llorando arena
si es por el río, muy enhorabuena
aunque estáis para viuda muy galana.

La obra, construida con sillares almohadillados de granito, se adorna de trecho en trecho con las características bolas de piedra que le prestan ese aire típicamente escurialense. Pero descrito y ubicado someramente el objeto material de este artículo, bueno es que releamos la leyenda que acredita su origen y que, como veremos, no es sino un lugar común dentro de la tradición universal que, con los acueductos romanos a la cabeza, ha intentado justificar cuantas obras de este género sorprendieron y aún dejan atónito al hombre que las contempla.

Resulta curioso observar cómo el protagonismo de estas historias no poco heterodoxas se atribuye siempre en las versiones españolas a mujeres que lecheras, aguadoras, menestralas al cabo, han de realizar siempre fatigosas caminatas capaces de hacerles buscar la alianza con el maligno. ¿Acaso la moral que subyace en este tipo de relatos ha de buscar una Eva en cada puente?.

Una tal Quiteria pidió también ayuda al demonio quien, por arte de encantamiento, levantó el acueducto romano cuyas ruinas aún se ven en la riojana Calahorra. (2) La criada de un molinero invocó a una legión de demonios, los diablillos de Coleo, para que levantasen nel breve plazo de una noche un viaducto a cambio de su alma. (3) Y, cómo no, fue una segoviana de las alturas la que consiguió que otro demonio -Trajano, al parecer- ordenase construir para ella un maravilloso Acueducto que le pusiera el agua de Riofrío casi en los labios. (4)

Pero la inmensa mayoría de estos relatos tienen un final feliz, que casi los convierte en cuentos, merced a alguna estratagema con la que el cura del lugar, el santo de turno o la Virgen María consiguen burlar al Príncipe de las Tinieblas ya presto a llevarse el alma de la protagonista. Suele ser este conjuro el de las palabras retorneadas con las que la amenazada va replicando a las preguntas de Satán. Y así, es harto conocido este uso de aquella fórmula en las cuatro esquinas de la Península siempre que el alma se enfrenta con alguna situación delicada, y aun en la más sutil de todas, el tránsito de la muerte. En Asturias es Aurelio de Llano quien levanta acta notarial de esta convicción: Existe la creencia de que es necesario saber las doce palabras retorneadas, porque cuando muere una persona su alma tiene que pasar un puente sobre el cual está el diablo esperando el paso de las almas.(5) No hace falta ser un lince para columbrar bajo este puente a las turbias aguas del Leteo y de la Estigia y al recaudador Caronte en el diablo que aguarda su portazgo.

Nuestra leyenda sobre la puente presenta un desenlace de índole mucho más mágico por profano; un desajuste en el trabajo de los operarios a sueldo de Satanás impide rematar la obra en el plazo acordado, dejándola por cierto simbólicamente inconclusa; y ello ha hecho surgir del estro popular alguna copla que aprovecha con acierto la falta de aquella piedra:

A la fuente de Segovia salada te comparé
porque le falta una losa y ninguna le cae bien. (6)

Los hechos se desarrollan además en el día propicio para estos tejemanejes, y es que San Juan, con su noche mágica y solsticial predispone al oyente para ir encaminándonos a la vereda que acaba en La Puente. Esta fronda, exhuberante de heléchos, nos brinda la oportunidad de hacernos con algún que otro trasgo o diablillo que, a modo de familiar, alivie cualquier tarea pesada aunque, como le sucedió a Pandora, resulte luego casi imposible devolver el orden al caos sembrado.

Y qué decir del gallo, símbolo de la lujuria; de su canto, profetico incluso en el texto evangélico; y de la ambivalencia bien-mal que subyace en los colores de estas aves cantoras. No hay aquí intervención angélica; colores, plumas y canto son jerga propia en la jerigonza de las brujas. Los relatos europeos referidos a la construcción maravillosa de algún puente, justifican la invocación de Satán con un criterio más lógico, pero también mucho más elaborado. Pérez de Ayala nos ofrece un ejemplo que, adobado por la moralina de la obra en que se encuentra, no me resisto a copiar para dar así un envés claro al haz de lo ya escrito:

Pues hay un puente en Francia, entre otros muchos puentes, no vayáis a creer, pero este puente que se llama el de Saint Claud es un puente que... ¿a que no averiguáis quién lo hizo?... pues lo hizo el diablo. Es lo cierto que el maestro de obras se veía negro para concluirlo, porque según parece sus planos no estaban bien y no había forma de darle remate. Se hundió varias veces y hubo de comenzarlo de nuevo.

En esto que se le aparece un personaje embozado al maestro de obras, comenzaba la noche.

- Señor Duvoi (porque se llamaba así el maestro), yo soy Satanás.

- Pues señor mío. -Yo te hago el puente.

- No caerá esa breva.

- Te lo hago pero...

- Sepamos el pero.

- Con una condición y es que lo primero que pase, persona o cosa, sea para mi. Tú has de apoderarte de ello y hacerme entrega ¿hace?.

- Sí, ya lo creo que hace. Con que tiqui taca, tiqui taca... el puente crecía asombrosamente por arte de Satanás. El maestro, que era un galopín pero temeroso de Dios, escápase a su casa y habla al oído a su mujer.

Cuando amanecía el puente estaba ya concluido.

- Ya sabes, lo prometido es deuda.

- Sí, señor Satanás, esperemos.

Pasado un momento, dice el maestro:

- Por allí... sí, sí, me parece que viene algo.

Y, ¿sabéis lo que era?. El gato del maestro. Este lo cogió por el rabo y se lo dio al demonio, el cual huyó avergonzado y confuso. (7)

En las versiones inglesas (8) es también fundamental el rito de paso por el puente, especialmente cuando este es de obra nueva y las pisadas del transeúnte las primeras en hoyar su calzada. Relatos semejantes justifican el alzado de otros puentes en la vieja Europa, como el italiano de Arta.

La figura del puente juega un papel fundamental en toda la simbología concerniente al alma y a los diferentes estadios que ha de atravesar hasta alcanzar el estado de suma perfección. El agua sobre la que se alzan, representa el caos, lo desconocido, un magma líquido en el que es imposible asentar pie ni fijar ideas. Pero el puente reclama, por su peaje, el tributo de la vida; de ahí que en muchas leyendas europeas aparezca flanqueado por dos fieros servidores que, a la entrada y a su término, intenten apagar el hálito del pasajero. No me parece casual que una de las casillas más relevantes en el arcano juego de la oca sea precisamente la travesía de un puente.

Olavarría, al comentar ciertos sacrificios rituales aún en uso en el Madrid de fines del XIX, comenta al respecto: En la Edad Media, es el diablo quien reclama el alma del primer ser humano que atraviese por esos innumerables puentes que construye a ruegos de cualquier ermitaño piadoso. Cuando las costumbres se dulcificaron, se verificó una de esas sustituciones de víctimas tan comunes en la superstición popular: los animales ocuparon el puesto del hombre; siempre era un gallo, un gato o un perro el que cruzaba los puentes diabólicos, haciendo huir al espíritu de las tinieblas. (9)

Pero como acontece en tantos géneros de la tradición oral, hay en estas leyendas un toma y daca, un préstamo constante de motivos que, siendo unos en su simiente, germinan con multitud de hojuelas de tantas formas como imágenes reproduce el laberinto de espejos de la creación colectiva. Y así, son muchos los relatos en que lo desconocido, esa fuerza superior ante la que estamos como David, armados sólo con la astucia de la honda, reclama el alma o la vida del primer ser viviente que aparezca en escena.

Este topos lo encontramos en algunos cuentos donde precisamente sirve para centrar la figura del protagonista. Veamos un ejemplo:

Era un pescador que vivía pues del pescao, iban a pescar todos los días a un río que había allí cerca y, claro, pues cuando volvía de pescar le salía a esperar una perra, que tenían una perra pequeña. Un día pescó un pez muy gordo y le dijo:

- Si quiere usté vivir mejor, más rico y demás, hoy me trae usté lo que salga a esperarle y pescará todos los peces que quiera porque yo voy a conseguir que pesque todos los peces que quiera.

Y entonces dice él dice que sí, como le salía a esperar la perra... Total, que se va el hombre y le sale a esperar su hijo.

- Pero hombre, cómo me has salido a esperar.

- Es que me ha dicho madre: "Vete a esperar a padre que ya vendrá".

Y el hombre muy triste, muy triste, muy triste y le decía él:

- Qué te pasa, hombre, que estás tan triste, si has pescao más que ningún día.- (10)

Así pues, deslumhrados aún ante esas murallas caladas que son puentes y acueductos, hemos seguido en estas líneas el hilo de la fascinación que, desde que se alzaron desafiantes al agua y a los vendavales, despertaron en aquellos -la inmensa mayoría- que nada sabían de gravedad, fuerzas ni aritmética, pero que dominaban -eso sí- el diccionario de la fantasía.

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NOTAS

(1) Versión recogida en el Bóalo durante la primavera de 1991 por J.M. Fraile Gil y M. León Fernández. Los narradores fueron Valero González del Valle, natural de Cerceda, de 94 años y Flora de Lema Martín de 89 años de edad.

(2) Este acueducto llamado El río del diablo, traía a la ciudad las aguas desde un paraje denominado Valdeloto. Debo estos informes a Javier Asensio García quien me los facilitó en la primavera de 2001.

(3) Historia narrada por María Luisa Fernández de la Gotera de 79 años de edad, fue entrevistada por un servidor en Bilbao el día 1 de enero de 1989.

(4) La leyenda del demonio artífice de puentes aparece ligada por sobre todo al Acueducto de Segovia. De las muchas versiones publicadas tomo la que incluyó en su libro MARCIAL DORADO, Carolina.

España pintoresca. Ed. Giri & Company. Boston, 1917.

(5) LLANO ROZA DE AMPUDIA, Aurelio de. Del folclore asturiano. Mitos, supersticiones, costumbres. Ed. Instituto de Estudios Asturianos. 4° ed. Oviedo 1983. Pag. 103.

(6) Corrijo un tanto la métrica de este último verso que en el libro aparece como y ninguna le viene bien, desajuste que imposibilita el canto de la copla y casi, casi su recitado. ABAD LEON, Felipe. La ruta del Cidacos. Ed. Ochoa. Logroño, 1978. Pags. 385-387.

(7) La obra, dedicada a Don Benito Pérez Galdós, fue escrita en 1910 por PEREZ DE AYALA, Ramón. A.M.D.G. La vida en los colegios de jesuítas. Ed. Cátedra S.A. 2a ed. Madrid, 1983. Cap. Rara avis.

(8) Un cuento semejante narra James Joyce en uno de sus relatos menos conocidos El gato y el diablo (Trad. de Julián Ríos) Ed. Lumen. Barcelona, 1974.

(9) OLAVARRIA Y FILIARTE, Eugenio de. El Folklore de Madrid. Biblioteca de las Tradiciones Populares Españolas. Tomo II. Ed. Alejandro Guichot y compañía. Sevilla, 1884. Pags. 79-80.

(10) Versión de La princesa encantada, recogida en Guadalix de la Sierra (Madrid) y narrada por María Gamo García de 52 años de edad. Fue recogida el día 24 de octubre de 1985 por J.M. Fraile Gil. Publicada por FRAILE GIL, José Manuel. Cuentos de la Tradición Oral Madrileña. Biblioteca Básica Madrileña. Vol. 3. Ed, Comunidad de Madrid. Madrid, 1992. Pag. 85.



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MADRID. LA PUENTE SEGOVIANA O EL DIABLO INGENIERO

FRAILE GIL, José Manuel

Publicado en el año 2001 en la Revista de Folklore número 244.

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