Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz

Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >

Búsqueda por: autor, título, año o número de revista *
* Es válido cualquier término del nombre/apellido del autor, del título del artículo y del número de revista o año.

Viandantes en la toponimia de los caminos

RIESCO CHUECA, Pascual

Publicado en el año 2014 en la Revista de Folklore número 2014.

Esta visualización es solo del texto del artículo.
Puede descargarse el artículo completo en formato PDF desde la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Revista de Folklore número 2014 en formato PDF >


Al hacer la radiografía del territorio emerge una arborescente retícula que vertebra los espacios: la red caminera, que sustenta relaciones entre gentes y lugares acumulando una densa carga de narrativas, una red en gran parte borrada por los trazados de la nueva movilidad. No sorprende que la toponimia asociada haya recurrido con frecuencia a teatralizar los caminos, designándolos no por su fisiografía ni por los lugares enlazados, sino apelando a una presencia que dota de vibración y aureola a su rumbo, la de los caminantes, con sus variopintas historias y procedencias. Inventariar sucintamente la pervivencia del viajero en la memoria toponímica es el propósito de estas líneas.

El aquí y el allí: claves deícticas y expresivas en la toponimia caminera

Con su rica carga evocadora y explicativa, los caminos instalan la temporalidad del viaje sobre la sincronía del mapa; en sus trazados está implícito el tiempo de los recorridos, el relato de los que buscan subsistencia, comercian o guerrean en un ajetreado derramarse por la red viaria. Los caminos lanzan brazos hacia la lejanía, proyectando sobre ella ambiciones y ensueños, y los traen cargados de visiones y relatos.

Son numerosos los estudios dedicados a la historia de las vías de comunicación. En la España del Antiguo Régimen, los caminos y calzadas, aun siendo humildes y en algunos casos poco más transitables que un sendero, conocían un denso tráfico de viandantes, unos a pie, otros en caballería o en carro. Las migraciones estacionales o temporales ligadas a la siega y la cosecha, los oficios o el transporte de bienes eran otras tantas causas para un activo deambular (Ringrose, 1970; Camps i Cura, 31; Cortizo Álvarez, 1994), que elegía según las circunstancias entre las múltiples opciones, casi todas precarias, de una red viaria repleta de riesgos.

La consolidación de una red caminera principal en el Renacimiento y en la Ilustración abrió horizontes a la carretería de costa a costa. No obstante, hasta la llegada del automóvil la mayor parte de las poblaciones estuvo unida por caminos precarios, de directriz confusa, dictada por una constante negociación empírica con las peculiaridades del terreno y las limitaciones y oportunidades del comercio y la política. Nada hay de cartesiano ni de minimalista en el diseño, contingente y en perpetua reviviscencia, de la red viaria tradicional. Dos poblaciones vecinas pueden estar unidas por una pluralidad de caminos en función de las dificultades del tránsito en tiempo lluvioso: no es infrecuente que coexistan un camino de invierno y otro de verano; o un camino alto y un camino bajo, que enlazan con trazados diferentes dos lugares[1]. Tales variantes a menudo eran poco diferenciables en cuanto a su longitud total, como declara el dicho «De Toro a Zamora cinco leguas son: cinco por allende, cinco por aquende, cinco por el vado, cinco por la puente» (Caballero, 204: es refrán antiguo, que ya aparece en una recopilación de Álvar Gómez de Toledo, del s. xvi). Otros trazados obedecerán al deseo de clandestinidad, amorosa o de mercancías en contrabando, o al aprovechamiento de alguna infraestructura antigua, como un puente, que hace valer su propia inercia territorial. Dependiendo de si se llevaba un carro o se iba a pie o sobre caballería, podía ser preferible uno u otro trazado. La propia montura podía condicionar el recorrido, como indica un refrán aportado por Correas: «El asno para polvo, i el rrozín para lodo, i el mulo para todo». Abundantísimos eran los caminos transversales, a veces efímeros, que quedaban reducidos a trochas para el tiempo de la cosecha. Muchos se perdían entre campos de pan llevar, extinguiéndose como si misteriosamente hubieran completado el viaje al adensarse en la soledad de los trigales. Las aparentes redundancias e incongruencias se entienden mejor desde la perspectiva del viaje lento, dominante en las sociedades tradicionales, que combina objetivos diseminados por todo el recorrido. En ruta a determinado objetivo lejano, una feria por ejemplo, puede ser deseable pasar por una huerta, detenerse en una fuente, visitar un sembrado, evitar un pueblo, pescar en un arroyo, pedir prestada una caballería: razones combinadas para preferir alguna de las diversas variantes disponibles.

Con análoga proliferación, en muchos pueblos de la meseta, la red radial antigua era enmarañada. Los caminos componen el mallazo que organiza el territorio de los términos municipales. En ellos se materializa una continuidad de usos y lazos de comunidad, que vinculan al lugar con su entorno, en sucesivas fugas hacia lo lejano. De cada núcleo, no solo partían —con tembloroso pulso— caminos hacia una primera orla de pueblos vecinos, los más inmediatos, sino también hacia una segunda y tercera orlas. De las eras y ejidos nacían caminos múltiples, algunos de ellos de casi idéntica orientación, que viajaban paralelos y cercanos hasta que, ya alejados del casco, empezaban a singularizar sutilmente su rumbo, en persecución de distintos campanarios apenas columbrados en el horizonte, o ya instalados en la franca invisibilidad. Esta múltiple radiación resulta en una relación densificada de cada pueblo con las lejanías; de ella dimanaba una prolija toponimia caminera, que casaba el lugar no solo con otros pueblos comarcanos sino también con las capitales y el más allá de ríos o sierras. Ciertamente que los «terribles simplificadores» (Burckhardt), en forma de planes de concentración parcelaria, han liquidado tal densidad de vínculo, reemplazándola por una nueva movilidad en cuadrícula que superpone maneras de polígono industrial sobre la fisonomía de lo rural. De paso, la desaparición de muchísimos caminos ha acarreado la pérdida de los topónimos que los identificaban.

Estas notas van a contemplar una rama peculiar de la toponimia caminera, la que inscribe en el topónimo una referencia al viandante y frecuentador de la ruta. El camino, como hecho paisajístico, no es separable de los que por él ambulan. En la sociedad del Antiguo Régimen, donde la ruralidad vive inmersa en el alto contexto, oficios e intenciones se transparentaban a través de indumentaria, hatillos, andares y pertrechos. De lejos eran distinguibles el segador gallego, el pastor de ovejas de la montaña leonesa, el arriero maragato con el palo al cinto, el quinquillero, el ciego con su violín, el peregrino, el soldado que vuelve al pueblo, el mendigo con el saco al hombro. En 1867 es hallado muerto un hombre en término de Gejuelo del Barro, en el occidente salmantino; por las señas deducen que es un aceitero y ponen aviso en el boletín de Cáceres, de cuyas sierras solían subir con su odre a cuestas a recorrer la penillanura de Salamanca. Los efectos recogidos son conmovedores en su pobreza: entre ellos, «una manta rozada, vieja», «una enguarina o capa de paño vieja», «un pellejo de cabra», «un hocín de segar yerba»… (bopc 149, 18/06/1867). Muy distintas son las señas de un quinquillero y componedor de platos natural de Plasencia cuya captura es requerida en 1842: chaleco de pana moteado, marsellés azul, sombrero de cucurucho, capa pardusca (bopc 122, 12/10/1842). Los segadores gallegos irrumpían en las calles de los pueblos ensordeciéndolos con el estruendo de sus zuecos de madera, con la hoz en ristre y los inmensos panes de centeno al hombro, de los que iban comiendo por el largo camino. Los chalanes portugueses llegaban a las ferias de Ciudad Rodrigo en Salamanca con sus pantalones muy ceñidos y sus sombreros de enormes alas.

La toponimia de los caminos, como la de ríos y arroyos, no es unívoca. El mismo camino suele recibir distintos nombres, no ya al saltar de término municipal sino el mismo pueblo del que brota; entre El Oso y Gotarrendura (AV), el mtn50 señala como nombres de un mismo tramo c.º del Majano o del Genillo o de las Pajas. La referencia al lugar de destino a menudo preserva formas variantes y populares del topónimo, casi siempre podadas de los aderezos y precisiones oficiales: el camino desde Destriana a Palacios de Jamuz, en la Valduerna leonesa, será simplemente «camino [de] Palacicos» en la expresión oral del primer pueblo. En Escuadro, lugar de Sayago (ZA), un antiguo camino que partía al relativamente remoto Torrefrades vivía bajo la denominación de camino de la Torre. En Aldeanueva de Figueroa (SA), llaman Carrelafuente (cme) al camino que apunta hacia el vecino Fuentesaúco, popularmente la Fuente. Un camino en Vadocondes (BU), que partía hacia Aranda de Duero, origina el topónimo Carrevilla: localmente, Aranda es, por excelencia, la villa. Es frecuente esta forma apocopada por proclisis de carrera (‘camino’).

Por otra parte, en la elección de uno u otro nombre puede decidir el tono de la conversación, el interés predominante, o el afán de propiedad del informante. De máximo desparpajo y complicidad, en situación del alto contexto, suele ser el repertorio folktoponímico que permite dar nombre a un c.º de Rompesacos (Castellanos de Villiquera, SA); otro camino, que consta como c.º de Forfoleda (pueblo vecino a Calzada de Valdunciel, SA) es denominado, si la atención se desplaza a otra causa, como c.º de las Viñas. Un apeo medieval adopta la forma completa o solemne: «El camino que llevan los de Torreçilla a Cañiçal» (Ojeda Nieto, 68), aludiendo a la ruta que enlaza Cañizal (ZA) como Torrecilla de la Orden (VA). El mismo camino, debido a que pasa por una alquería interpuesta, Ordeño, se llama en Torrecilla Carreordeño (mtn50).

La fijación como topónimo es en efecto inestable, y varía por tramos del recorrido, dependiendo de factores culturales azarosos. La vía que en muchos pueblos conducía a los molinos o aceñas más frecuentados podía llamarse en función del término final: c.º de la Aceña, c.º de los Molinos. Pero también era posible, impregnada sobre la ruta la actividad que la anima, llamarla c.º de las Moliendas. Y en un paso más de humanización, una opción más animada y vocal remite a los usuarios del camino, solución adoptada en una copiosa toponimia: c.º de los Moledores, Molendores, Molederos. Fórmulas de concisión variable expresan una acción reiterada, que acaba por sedimentar en la toponimia. En la Edad Media leonesa, un camino en Curillas, pueblo de la Sequeda, puede ser identificado como «ela carrera per que uan elos de Monfrontín a la iglesia» (1243 adast §58). A esta fórmula plenamente desarrollada, le corresponde con idéntica semántica un topónimo actual como sendero de Misa (Valdunciel, SA); en el Bierzo, o camio de ir a Misa (Borrenes, LE: Bello Garnelo, 179).

La misma pluralidad de denominación consta en los caminos transversales, que atravesaban un término municipal enlazando dos poblaciones de la orla de un pueblo sin pasar por este. En apeos y deslindes, tales caminos podían recibir la denominación de destino en cada uno de los dos pueblos enlazados; pero rara vez se usaría la explicación completa, demasiado prolija, para constituir la fórmula toponímica en el pueblo atravesado, buscándose nombres expresivos o abreviados. El término de Calzada de Valdunciel (SA) es atravesado tangencialmente por un camino que enlaza dos poblaciones vecinas, Castellanos y Forfoleda. En Calzada, más que «camino de Castellanos a Forfoleda», se oye camino Travieso; es un topónimo deíctico, cuya recta interpretación depende del contexto: el camino va atravesado en su relación con el término municipal de Calzada. Esta voluntad de concisión, inherente a la economía que requiere cualquier acuñación lingüística exitosa, es el germen de numerosos topónimos camineros que podemos designar como «no direccionales», en cuya cadena no figura el lugar de partida ni el de destino, sino algún rasgo característico del camino en sí: su historia, real o fabulada (camino del Moro); sus peculiaridades de construcción o trazado (camino Hondo); los viandantes que lo recorren (camino de Maragatos). Poner nombre a tales caminos es imperativo a la hora de hacer deslindes y situar las tierras: pero es inviable operar con cadenas tan largas como «camino de Brincones a Manceras»: de ahí acuñaciones contextuales como camino Travesero (Puertas, SA), que atraviesa por el N el término de dicho pueblo enlazando las dos poblaciones antedichas. Análoga explicación tiene la frecuente dualidad de nombres, uno formal, otro más breve y expresivo de uso popular: en Palencia, senda del Ladrón = c.º de Villalba de los Alcores a Corcos; c.º de las Carreteras = C.º de Valoria del Alcor a Santa Cecilia, c.º de los Carboneros = C.º de Castrillo de Villavega a Osorno[2]. La ausencia de un nombre abreviado para el camino obliga a formulaciones incómodas, que aparecen frecuentemente en los apeos: en Castellanos de Villiquera (SA), el cme menciona un sendero «que llevan los de Calzada para Mozodiel»; en tales casos, la economía de expresión invita a buscar una variante toponímica más sucinta y probablemente más sabrosa. De ahí acuñaciones como «camino que llaman la Carrigüela» (Parada de Rubiales, SA: cme).

Tal búsqueda de expresividad concisa justifica los pintorescos topónimos camineros que aluden a los que van y vienen por ellos. En algunos casos, precisamente por pertenecer a un registro festivo y coloquial, alguno de estos topónimos puede no haber sido hecho oficial por el catastro o la cartografía, que ha preferido consagrar el topónimo funcional y declarativo, indicando el origen y destino de la vía. Un c.º de Cebolleros (Villamayor de Armuña, SA: en el mtn50, c.º del Cebollero) debe su nombre a que era el que traían los hortelanos de Muelas (= Florida de Liébana, SA) y El Pino tras atravesar la barca del Tormes con destino a los mercados de Salamanca. Se percibe las reticencias de la documentación oficial para acoger este topónimo, probablemente considerado jocoso o falto de seriedad: el apodo colectivo de los de Muelas es precisamente cebolleros. Por ello, un apeo antiguo presenta la forma «Camino del Moro (vulgo, Zebollera)» (Coca Tamame, 182). Es camino ya desaparecido (Rodríguez Domínguez, 37). Análoga resistencia al asiento documental puede percibirse en el topónimo c.º de los Canasteros (Chiclana de la Frontera, CA). Un topónimo como la senda de las Putas (Castrillo Tejeriego, VA), recorrido por contrabandistas, plantea inevitables dificultades a la hora de pasar a los archivos. Sanz Alonso (337) encuentra en el archivo municipal (1920) la variante dulcificada senda de las Puntas; en el mtn50 consta simplemente como c.º a Valbuena de Duero. Suárez Zarallo (II: 127) recoge un topónimo solo registrado oralmente (el c.º de los Muertos), más conocido por la Trocha, que unía Entrín Bajo con Corte de Peleas (BA): dado que el primer lugar carecía de cementerio, se trasladaba en carro a los difuntos para darles sepultura en Corte.

Se infiere de todo ello que tal vez una fracción de los topónimos viarios de registro desenfadado, que han venido usándose en clave privada, pueden haberse perdido al unirse dos factores fatales: la desaparición del camino tras las concentraciones parcelarias; la ausencia documental de tales topónimos, reemplazados por la variante grave o declarativa, que rehúye el término malsonante o jocoso y lo sustituye por una especificación del punto de partida y llegada, o alguna otra variante.

La presencia de un constante flujo de caminantes a pie, expuestos a los peores ultrajes del invierno y la intemperie, dio lugar en muchos pueblos a una institución de caridad organizada por los del lugar. En parte de la provincia de León subsistió hasta hace poco el llamado «palo de los pobres». El palo era de madera y pasaba por turno de casa en casa. Cuando el mendigo o viandante llegaba a la aldea, o bien preguntaba dónde estaba el palo, o era llevado espontáneamente hasta él por la chiquillería. La casa que se encontraba en posesión del palo estaba en la obligación de dar albergue por una noche, con una cena y un desayuno, al viandante. Luego el palo pasaba a la casa siguiente (Urdiales Campos, 206). En muchos pueblos situados al borde de rutas principales en Salamanca, el concejo asignaba en tiempos del cme una partida anual destinada a dar una «limosna a pobres viandantes y cautivos cristianos». En Calzada de Valdunciel, donde se les llamaba «pobres de vadaje»[3], el concejo pagaba a comienzos del s. xx un real diario a un vecino que adquiría durante un año la obligación de atender a los pobres: de cena en su casa había una olla de muelas (‘almortas’); parte de la tarea de dicho vecino era acompañar en el camino al pobre hasta el siguiente pueblo, para lo cual contaba con un burro. La figura del buhonero (francés: colporteur; inglés: peddler, hawker; alemán: Hausierer), que recorre a pie extensiones vastas ofreciendo sus humildes géneros, tiene gran relieve literario. El romántico William Wordsworth, que exalta a los «vagrant dwellers in the houseless woods»[4], perfila en su famosa composición The pedlar [1798] la estampa del vendedor peatonal: «His eyes were turned / Towards the setting sun, while, with that staff / Behind him fixed, he propped a long white pack / Which crossed his shoulders, wares for maids who live / In lonely villages or straggling huts»[5].

No ha de extrañar que tanta riqueza de expresión imprima sus huellas sobre el camino, que adquiere como atributo propio la presencia, regular o evocada, de los que lo recorren. Poblando un paisaje lineal, los viajeros añaden siluetas y narrativas al terreno. Se trata de la plena conversión de la figura humana en paisaje; el camino recibe como signatura indeleble la ristra de siluetas que lo frecuentaban: ¿qué queda en la toponimia de todo ello? El camino que en la Valduerna leonesa atravesaba desde Ponferrada, trayendo a los gallegos en su migración anual para la siega y otros oficios, puede en algunos tramos recibir el nombre de c.º de los Gallegos. Con expresión más concisamente geográfica, el mismo camino aparece documentalmente en ocasiones como c.º del Bierzo. Análoga dualidad de referente (viajeros o destino) se constata en peña de los Bercianos (Molinaferrera, LE), cercana a un c.º del Bierzo, que pasa por Pobladura de la Sierra hacia dicha comarca.

En muchos otros, el gentilicio recae sobre el propio camino, que, convertido en tentáculo territorial o consulado filiforme, es designado c.º Gallego. No es infrecuente tal impregnación gentilicia. En León, el camino que unía las Omañas con La Cepeda era el c.º Asturiano. En Cantabria, un c.º Carranzano (Villaverde de Trucíos), dirigido hacia el valle de Carranza en Vizcaya; en el Bierzo, un camiño Ribeirés busca el valle del río Sil (Bello Garnelo, 179). La vía que unía Sahagún con Cea era en siglos medievales la carrera Ceana. El c.º Astorgano se continúa en el topónimo los Maragatos en Vecilla de la Polvorosa (ZA). En Palencia, un cordel y cañada Cerverana que suben a Cervera de Riopisuerga. En distintos puntos de la provincia de Madrid aparece el topónimo c.º Toledano, en referencia a vías orientadas hacia Toledo. Es topónimo antiguo, que ya registra en el s. xiv el Libro de la Montería. En la comarca salmantina de la Armuña, varios pueblos lanzaban caminos, vagamente paralelos entre sí, hacia la ciudad de Zamora. Tales rutas han recibido desde antiguo denominaciones como calzada o carrera Zamorana > Carrezamorana, camino Zamorano. La toponimia actual perpetúa la indicación de rumbo, que se derrama sobre tierras y otros elementos paisajísticos cercanos: Valdezamorano (Forfoleda), las Zamoranas (partida de tierras en Narros de Valdunciel; independientemente, en Palencia de Negrilla), la laguna Zamorana (Valdunciel), nava Zamorana (Zamayón). Estos caminos y sus adyacencias, extraviados entre ondulantes mieses, hacen sentir en su resonancia toponímica la gravitación de un invisible norte donde anida una ciudad mil veces nombrada y tal vez nunca vista por los labriegos, Zamora.

En lo que sigue se ha buscado ante todo ejemplos toponímicos con arraigo popular, evitando topónimos de reciente acuñación, que vienen surgiendo como resultado de restauraciones artificiales (ruta del Toro), con intención publicitaria o de promoción municipal. Con tal fin, la mayor parte de los ejemplos aducidos provienen de la edición más temprana del Mapa Topográfico Nacional (mtn50), que data en general de la primera mitad del s. xx; otros se obtienen de apeos de los boletines oficiales, datados también en el s. xx. En algunos casos, los topónimos se han obtenido del mtn25, cuya elaboración es posterior. En otros ejemplos se indica la fuente de la que proviene el topónimo en cuestión. Inevitablemente, una gran parte de los topónimos tratados identifican caminos que ya no existen.

Arrieros, trajinantes, carreteros

La arriería, en sus diversas manifestaciones, despliega una densa malla de relaciones comerciales (Díaz González, 108-111), que fue adquiriendo ramificación creciente hasta la llegada del ferrocarril. La más antigua arriería, precaria e insegura, iba por caminos de herradura, inicialmente con asnos, posteriormente con recuas de mulos. Los diccionarios geográficos del s. xix dan cuenta de esta especialización. Miñano informa en 1826 de que los de Covaleda (SO) son carreteros, arrieros y gamelleros (hacen artesas enterizas, vaciando un tronco de pino). En Fuentes de Béjar (SA) se dedican a la arriería y tráfico de aceite por toda Castilla; los de Genicera (LE), en la montaña central leonesa, «conducen vino de Castilla a Asturias; en retorno traen pescados frescos, alubias y tocino que conducen a todas partes del reino». Por Corrales del Vino (ZA) pasa «el camino más frecuentado de los arrieros andaluces y estremeños que transitan a Galicia, siguiendo con poca desviación la famosa ruta militar de los romanos llamada Camino de la Plata».

La Castilla histórica y su otra orilla iberoamericana vienen marcados por esta densa itinerancia, tan fácil de romantizar como de denigrar por su rudeza: «Castilla —trajinantes y arrieros / De ojos inquietos, de mirar astuto—»[6]; «Van trajinantes y arrieros / tras de sus cansinas bestias, / caminando, embrutecidos / con el vino de las ventas»[7]; «Arriero, vas fabulosamente vidriado de sudor» (César Vallejo); «En las arenas bailan los remolinos, / el sol juega en el brillo del pedregal, / y prendido a la magia de los caminos, / el arriero va, el arriero va» (Atahualpa Yupanqui). En efecto, el arriero sabe cosas que el campesino ignora; y a los ojos del sedentario, su arduo itinerar contiene material de leyenda; pero, al mismo tiempo, las brutalidades del cálculo presiden su ajetreo y calcinan las aureolas prestigiosas de su viajar.

A medida que se generaliza la red de calzadas y caminos aptos para carretas, adquiere también impulso el transporte en carros, carretas y galeras. Es un proceso que se asienta a mediados del siglo xvi, en coincidencia temporal con la magna compilación de Villuga. Los maragatos, por ejemplo, usaron inicialmente recuas; luego pasaron a usar carros de mulas, abandonando los caminos de herradura[8]. En la Edad Media era general la arriería por caminos angostos, aptos solo para caballerías: el arcipreste así lo recoge «Detóvome el camino, como era estrecho, / una vereda angosta, harruqueros la avian fecho» (Libro de buen amor)[9].

La distinción entre caminos de herradura y calzadas o caminos carreteros era nítida en el pasado y consta en otras lenguas. En francés se oponen los sentiers muletiers a las routes carrossables; en inglés, bridle paths o bridleways frente a cart tracks. Ya Villuga (Molénat, 116) cita el c.º de los Carros (entre Toledo y Valladolid por Guadarrama), distinguiéndolo del c.º de los Caballos (más al oeste, pasa la cordillera por el puerto de las Pilas y Cebreros). El refrán «Arriero de Cebreros, burro, calabaza y perro» (Vergara Martín, 1986: 199) hace chanzas en torno a esta dedicación trajinera de Cebreros y su comarca. Las rutas principales de la carretería van ligando desde los comienzos de la Edad Moderna las ciudades castellanas. Molénat (121) cita un documento de 1511 en Dueñas (P), alusivo a «la puerta de Sant Martin por donde pasan las carretas e recuas e mulos e otras vestyas que van con bastimiento a la çibdad de Burgos». El camino en cuestión, que vincula Medina del Campo con Burgos («la puente de Boniel es muy gran obra porque es puente que han de pasar carretas por ençima délla de todas las mercaderias que ban e vienen de Burgos a Medina del Canpo»: Molénat, 127), deja nutrida huella toponímica: Celada del Camino (BU); Quintanilla de las Carretas o Quintanilleja (BU), famosa por las posadas; Villanueva de las Carretas (BU). El c.º de las Carretas (Caleruega) continúa en el topónimo camino Empedrado, evidencia del piso especialmente firme que se asignaba a tales caminos. Especialmente denso era el tráfico entre Medina del Campo y Valladolid, a juzgar por el refrán «De Medina a Valladolid toparás mula, fraile o puta» (Vergara Martín, 1986: 303; Rodríguez de la Torre, 1997).

La ruta de Burgos a Aguilar de Campoo adquiere la condición de Real Cañada de Carreteros en 1497. Buscaba la salida hacia Santander, reuniendo a varios pueblos de Soria y Burgos (Cortizo Álvarez, 297)[10]. A la misma figura se acogen otros itinerarios, que impulsan rutas equilibradas, con transportes distintos en la ida y en la vuelta (hierro cantábrico, sal del norte de Burgos, lana segoviana; carbón de los montes toledanos para los hornos de Talavera; cerámica; sal del Guadalquivir; madera para las minas de Almadén…) (Menéndez Pidal, 72). De todo ello queda constancia toponímica. La Real Cañada de Carreteros, de Tomelloso a Villarrobledo, era el nexo entre tierras de Levante y la Mancha y Andalucía[11]. Algunas agrupaciones de carreteros aparecen asociadas a las grandes áreas boscosas, pues su destino principal era el transporte de madera. En Castilla y León destaca especialmente el núcleo oriental, de Burgos y Soria, en el área pinariega, así como la sierra de Gredos. Análogamente a como la arriería maragata tiene su expresión en un tipo adaptado de casa popular, puede describirse la «casa carretera» tal como se presenta en la arquitectura popular de dichas comarcas (García Grinda, 401). Elementos anejos al camino también dejan su expresión toponímica: fuente de los Carreteros (Bocigas, VA; El Berrueco, M); Puertocarretero, en la sierra de San Pedro (Puebla de Obando, BA); vado de las Carretas (Manzanares el Real, M, sobre el río homónimo; Matute de Arriba, sobre el Duero)[12]; pasil de las Carretas (Almendralejo, BA: Suárez Zarallo, II: 139); vuelta de las Carretas, en la cañada real segoviana (Huerta del Rey, BU).

La referencia a caminos aptos para el tránsito de carros es abundante y explícita en ocasiones: en Destriana (LE), un «carril de los carros que va a Astorga» (1743 invt) remite a las conexiones entre Valdejamuz y Valduerna, consolidadas en ferias y mercados que tenían lugar en la villa de Astorga. En su origen tiene ese valor (transitable por carros) tanto la voz carril como carretera, -o y el antiguo carrera, las formas apocopadas carre- o carro-, así como una variante leonesa carral. Correas apunta el refrán «irse por el kamino karretero; o rreal, o llano», que glosa «por lo seguro, sin ataxos». Un topónimo como c.º del Senderillo Carretero (San Pascual, AV) ha de entenderse así. En la comarca de los Oteros (LE), topónimos del tipo c.º de los Carros, c.º de las Carretas aluden a trazados que no se encharcan por discurrir sobre la cuerda de una loma. Los labradores usaban tales caminos para conducir sus carros cargados a las ferias de Valencia de D. Juan o de Mansilla (Morala Rodríguez, 406). Correas expone un refrán a propósito: «No venga a la vega lo ke desea la rrueda», «entiéndese: la rrueda de la karreta, ke desea seko el kamino; i en baxíos i tierras úmedas se entenderá la rrueda del molino, ke kiere agua para andar, i no la vega». Santa Teresa, en las Fundaciones (189), describe un viaje hacia Segovia: «… aunque quien iba con nosotras sabía el camino hasta Segovia, no sabía el camino de los carros, ansí nos llevaba este mozo por parte que veníamos a apearnos muchas veces, y llevaba el carro casi en peso por unos despeñaderos grandes». Los ejemplos son innumerables[13]. En ocasiones, un camino carretero presta su nombre al valle por el que discurre el trazado. Es el caso de los abundantes Valdecarros. El c.º de los Arrieros (Villaescusa de Roa) se prolonga como c.º de las Galeras (Pedrosa de Duero), donde también encontramos Valdecarros. La referencia a la galera, carro pesado de cuatro ruedas, reaparece en un c.º de las Galeras (Escarabajosa de Cuéllar, SG); a carruajes, no a automóviles, aludirá un c.º de los Coches (Coria, CC); vereda de las Calesas (Coria del Río, SE). Un documento de 1799 referido a Boecillo (VA) alude a un camino homónimo: «Se yinttitula el de los coches que se lleva de Uoecillo para hir a Vega de Porras» (Sanz Alonso, 330). Un c.º de los Carrucos (Torre de Esgueva, VA, no lejos de Valdecarros y carril Carbonero: ya consta en el cme del vecino pueblo de Fombellida, Sanz Alonso, 330) es de interpretación ambigua: carruco puede aludir tanto a un carro de menor tamaño, tal vez chillón, como ser apodo de los arrieros.

Sea cual sea su modo de transporte, los arrieros reaparecen incesantemente en la toponimia. En general, los nombres de lugar avisan de rutas antiguas para el tráfico de bienes[14]. Miñano informa de que por Reinosa discurre el llamado c.º de los Arrieros, al que describe como camino real de Herradura, trazado en el s. xviii para comunicar el canal de Castilla con el puerto de Santander. Los núcleos de mayor especialización arriera irradian caminos. En la sierra de Salamanca, numerosos pueblos transportaban hortaliza, fruta, vino y aceite a núcleos como Guijuelo y Béjar: c.º de los Vinateros (Cristóbal, Valdefuentes de Sangusín, Peromingo y Fresnedoso, SA); c.º de los Arrieros (Colmenar de Montemayor, Cristóbal y Guijuelo, SA).

La variante arruquero (‘arriero’) pervive en la toponimia burgalesa: Arruqueros (Lences de Bureba) no lejos de un topónimo Valdecarros y del célebre núcleo salinero Poza de la Sal. El topónimo se repite: el Arruquero (Isar); los Arruqueros (Villanueva de Argaño; Olmos de la Picaza: el segundo paraje queda próximo de una carrera de los Pasiegos). Para la etimología de arruquero, que hace dudar a Corominas entre una doble sufijación desde la interjección arre, o un cruce recuero por arriero son interesantes topónimos, como c.º de los Arrecueros (Cabrejas del Pinar, SO) y los Arrecueros (Aldea de San Esteban, SO, junto a Valdecarros; Salvatierra de Santiago, CC).

Los arrieros de San García (SG) llevaban trigo a Madrid por el puerto del León. Etreros también era famoso por sus arrieros (Miñano): hay sendos caminos que salen de Sangarcía y de Etreros, llamados c.º de los Avileses. Los arrieros del sur de Gredos iban a la meseta, con frutas, aceite y pimentón pasando el puerto del Pico (AV). A estas rutas pueden aludir c.º de los Arrieros (Navadijos y Blascomillán, AV), vado de los Arrieros (Lastras del Pozo, AV) sobre el río Moros; fuente de los Arrieros (entre Mudrián y San Martín), monte de los Carreteros (San García de Ingelmos, AV). Otro ramal, que viaja de Ávila hacia el NE, es llamado c.º de los Serranos a la altura de Maello. Entre Labajos y Muñopedro (SG) el mismo camino es llamado c.º de los Carros; la arriería local ya es mencionada en el Miñano. De Allariz sale la llamada vrea dos Gañantes (‘vereda de los trajineros, arrieros feriantes’), recorrida por negociantes que iban a las ferias de Verín (OR) (Rivas Quintas, 2001; Bas López, 44).

La referencia a las mulas es común en las rutas arrieras: sendero de los Mulos (Villagonzalo de Tormes, SA); cañada de los Machos (Matamala, SO), cuesta de los Muleros, junto a Navacerrada; vallejo de los Muleros (Hoya-Gonzalo, AB); senda de los Muleros (Valhermoso, GU)[15]. Por el hecho de que localmente se emplearan caballejos o caballos de pequeña alzada, en algunos puntos de la meseta se usó la voz rocinero como sinónimo de arriero. De ahí c.º de Rocineros (Castromocho, P); Rocineros (Villalcón, P); c.º de los Rocines o Rocinero (Calzada del Coto, LE: Hernández Alonso, 187); arroyo de Rocineros (Fuente Andrino, P). Otra voz usada es acemilero: carril de los Acemileros (Talayuela, CC).

Pero el transporte más habitual se hacía formando recuas, como muestra la toponimia: calzada de Recueros (Alconada, SA); los Recueros (Peñacaballera, SA; Almendralejo, BA; Arcos de Jalón, SO); portillo de la Recua (Uclés, CU); el pozo los Recueros (Valdelacasa de Tajo, CC); laguna de Recueros (Moraleja, CC: Casillas Antúnez, 628); c.º de los Recueros (Cubillejo de la Sierra y Ledanca, GU; Fuenlabrada, M; Villanueva de las Cruces, H). La ruta de Aguilar de Campoo a Burgos, luego camino carretero, fue denominada c.º de los Recueros, también c.º de los Acemileros. En la documentación antigua (1539) otro c.º de los Recueros viene del Castillejo hasta Ayamonte, en Huelva (Pérez-Embid et al., 286). Topónimos como los Recoveros (Villanueva de Córdoba, CO), cañada de los Recoveros (Chiclana de la Frontera, CA; Morón de la Frontera, SE) y c.º [vereda] de los Recoveros (Montellano, SE) pueden entenderse como sinónimos de los anteriores, aunque tardíamente recovero adquirió en algunos lugares la especialización semántica de ‘tratante de huevos y productos menores’[16]. Un topónimo como c.º de los Correos (Villafranca de los Barros, BA) se documenta desde 1863, y alude al servicio de correos entre dicha población y Los Santos de Maimona (Suárez Zarallo, II: 124); compárese vadillo de la Estafeta (Torrubia del Campo, CU); c.º de Villoruela a Riolobos o de la Estafeta (Villoria, SA); c.º de las Postas (Villalpando, ZA: dirigido hacia Madrid).

En ocasiones, la arriería queda plasmada toponímicamente por medio del producto principal transportado. Un antiguo camino de los Besugueros en el término de Palencia, cerca de Torquemada (1821, La Gaceta de Madrid, 1: 852) figura junto a la senda de los Pañeros. Los arrieros de pescado de mar, que iban hacia Santander por Burgos y Reinosa, se enfrentaban a la necesidad de realizar en el tiempo más rápido el recorrido: de ahí el refrán «besugo mata mulo» en Correas. La asociación se repite: un camino que viene hacia Zarzuela del Pinar (SG) desde el NW recibe el nombre de c.º de los Muleros; en sus inmediaciones se encuentra la cotarra del Besugo. En Frómista (P), un c.º de los Mulos se prolonga tras atravesar el pueblo hacia el picón del Besugo[17]. En una retahíla geográfica o romance arriero, llamada Epístola yangüesa, referida a pueblos del N de Soria rayanos con la Rioja, se indica: «La Aldea son vividores, / porque los más son arrieros […] Bellosilla, besugueros» (Vergara Martín, 1934: 91): parece error por Vellosillo, aldea a 5 km de Yanguas; Aldea = Aldea de S. Esteban.

El transporte entre Castilla y los puertos de Santoña y Laredo seguía una calzada parcialmente empedrada que atraviesa el valle de Valdivielso en Burgos, donde recibe el nombre de c.º del Pescado; este camino fue abandonado hacia 1832 según Madoz. Por los pueblos castellanos venían ambulantes vendiendo sardinas y chicharros. Puede aludir a su modesto tráfico el repetido topónimo calzada Sardinera (La Orbada, Villar de Gallimazo y Paradinas de S. Juan, SA; Fresno el Viejo, VA); senda Chicharrera (Morales de Toro, ZA). Estos topónimos parecen anteriores al ferrocarril, por lo que corresponden al transporte en recuas de mulas desde Medina del Campo, a su vez comunicada con los puertos cantábricos: el topónimo calzada Sardinera ya se cita en una relación de 1833 en Fresno el Viejo (González Sánchez, 49). A un tráfico más local, de pescado de mar que es llevado tierra adentro, remiten topónimos como cuesta de los Pescaderos (Berja, AM) o puerto de los Pescadores (Alhaurín el Grande, MA); análogamente c.º de Pescadores (Segorbe, CS), collado de los Pescadores (Cartagena, MU); otro c.º de Pescadores entre Cartagena y S. Pedro del Pinatar. Por la vega de Sevilla transitaba en el s. xv un c.º de los Pescadores, alusivo sin duda al pescado de río (Franco Silva, 274); cf. un topónimo idéntico en Utrera, mtn50 (SE). En las marismas de Almonte, una senda de los Anguileros (Castrillo Díaz, 78); cf. un cordel del c.º de los Playeros (Aznalcázar, SE). Un camino homónimo, en Santovenia de Pisuerga (VA), llevaba a una pesquera en el río (Sanz Alonso, 330).

La recova o transporte de huevos también ha dejado su huella: calzada de los Hueveros (Viñuela de Sayago, ZA) y los Hueveros en el vecino Alfaraz; c.º de los Hueveros (Parada de Arriba, SA; Quintanilla del Monte y Fuentes de los Oteros, LE; Astudillo, P); teso de los Hueveros (Velliza, VA); los Hueveros (Amayuelas de Abajo, P). Se trata de caminos que generalmente apuntan hacia pequeñas ciudades. Ha de tenerse en cuenta que algunos pequeños vendedores ambulantes de comestibles cobraban, no en monedas o billetes, sino en huevos de gallina: tras haber recorrido una comarca, el producto de sus ventas era una carga de huevos, que podían llevar a las ciudades[18]. Un c.º de los Hueveros (Peñaflor de Hornija, VA) apunta hacia Palencia; la misma alineación lleva más adelante, a la altura de Valoria del Alcor, el nombre de c.º de los Panaderos. El mismo valor tendrá el topónimo el sendero de los Huevos (Villanueva de Duero: Sanz Alonso, 337; ya citado en el cme). A la entrada de Salamanca, viniendo de Zamora, había una venta a la que llamaban la Posada del Huevo, porque, a cambio de dejar custodiadas las caballerías de los aldeanos que venían para algún negocio a la capital durante las dos o tres horas de estacionamiento, era preciso abonar a los propietarios un huevo.

Mercancías y oficios en el camino

No era fácil distinguir entre la arriería y el comercio ambulante al por menor. En una disposición del ministro Bravo Murillo, de 1852 (bopor 137, 13/11/1852), se establecen tarifas de contribución para dos categorías separadas. Por un lado, «porteadores y arrieros que con carruaje, caballerías o bueyes, trafican y recorren los pueblos comprando y vendiendo toda clase de granos, legumbres, semillas, vino u otros líquidos, maderas, carbón u otros efectos semejantes». Por otro lado, «mercaderes y tragineros que recorren pueblos, ferias y mercados para vender al por menor en ambulancia, sea cual sea la época del año que dure su industria». Generalmente se consideraba arriero al traficante al por mayor, pero las fronteras entre arriero y trajinero no eran nítidas. Un recorrido por los géneros cuyo transporte se distinguía a la hora de fijar contribución muestra la enorme diversidad del tráfico de mercancías al menudeo: a) «bacalao, azúcar, cacao u otro cualquier género, ultramarino, drogas u especias finas»; b) «hierro o acero, ya sea en planchas, lingotes, barras, aros o flejes»; c) lino, cáñamo o estopa; d) «cueros al pelo o curtidos»; e) «tejidos de lanería, lencería, sedería y algodón»; f) «paño basto, mantas llamadas de Palencia, pañuelos, cintas, fajas, bayetas, medias, gorros o ropa hecha ordinaria»; g) «galones, cordones, ligas o cenojiles, alfileres, agujas, ovillos u otras menudencias análogas»; h) mercancía de «los que se titulan comisionistas y llevan muestrarios para la venta de pedrería fina, joyas y relojes de oro o plata»; i) comisionistas de «muestras de tejidos, quincalla o cualquiera otra manufactura»; j) plateros; k) quincalleros; l) «vendedores de pomadas y demás objetos de perfumería»; m) «sombreros, gorros, botines o zapatos»; n) «jerga, cordeles, mantas y otros efectos de cáñamo»; o) «loza, porcelana o cristal»; p) «ferretería o cuchillería»; q) «oficios de hojalatero, latonero, velonero o calderero»; r) «guarnicioneros, guitarreros u otros semejantes»; s) estampas con marco o sin él; t) chocolate; u) «juguetes o baratijas del Reino». A esta diversidad puesta en el camino se suman los que viajan para ofrecer su oficio, o los que acuden a molinos, industrias, notarios, chancillerías procurando un producto o un servicio.

El registro de «los que venían» en un pueblo de Soria (La Ventosa de Fuentepinilla) no es menos prolijo: aceiteros, pimentoneros, cedaceros, capadores, afiladores, caldereros, comediantes, charlatanes, albarderos, sogueros, componedores, quincalleros, rastrilladores y trilleros, tenderos, fresqueros, esquiladores, carboneros, peceros, cochineros y guarreros, guarnicioneros, vendedores de telas (Vallejo de Miguel, 216)[19]. Era incesante el ajetreo de los viandantes. En Villamayor de Armuña (SA), la lista de ambulantes es amplia: mieleros, aceiteros, aceituneros o queseros (provenientes de la sierra de Gata y la Alcarria), vendedores de garbanzos tostados, vinateros con su pellejos, pescaderos, botijeros extremeños o de Tamames, hojalateros que estañaban loza o latón, afiladores, chatarreros, pieleros que vendían piel curtida, pellejeros que compraban piel de conejo, cabra o vaca para las tenerías de Salamanca, vareadores de lana de colchones, niqueladores de catres, cesteros, tratantes… (Rodríguez Domínguez, 67). Es sugerente esta descripción de Valmadrigal (LE), «buhoneros de toda laya —colchoneros, cacharreros, fruteros, pescaderos, chatarreros, estañadores, copleros, colcheras, quincalleros, retratistas, pellejeros, afiladores y trilleros— recorrían estas tierras ofreciendo su mercadería o sus servicios. Los trilleros procedían […] de Cantalejo. No solo vendían trillos transportados en carros y fabricados por ellos mismos, también los reparaban sustituyendo las piedrecillas de pedernal gastadas o rotas por otras nuevas bien pulimentadas. Los retratistas eran […] fotógrafos que apoyaban la cámara sobre un trípode. Procedentes de Jiménez de Jamuz, los cacharreros vendían cazuelas, pocillos (tacitas de cerámica), cántaros, menaje de cocina en general. Las colcheras, que venían de Galicia, traían en un hatillo apoyado sobre la cabeza colchas, sábanas y puntillas. También había vendedores de bisutería que transportaban su mercancía en unos maletines. Allá por los años treinta del siglo xx, una ciega, vecina de Mansilla de las Mulas que, además de cantar romances populares, los vendía en cuadernillos, iba y venía por los pueblos. [Había] un pescadero cojo que venía en carro desde el Burgo Ranero. [L]os pellejeros […] compraban pieles de conejo, cordero y oveja [;] muchos de ellos procedían de Villalón (VA). Los afiladores venían de Orense. Los estañadores, que también recibían el nombre de componedores, reparaban los cacharros de cocina con lañas (grapas de metal) y aplicando una masilla sobre las fisuras o rajas»[20].

Esta diversidad de oficios lleva asociada una diversidad de procedencias. El mundo rural tradicional daba lugar a especializaciones de los pueblos. Una misma comarca contenía localidades que destacaban en algún oficio; con ello se creaban economías complementarias que favorecían el comercio. Así lo registran coplillas geográficas como la que pasa revista a algunos pueblos de Tierra de Toro: «En Bustillo labradores, / en Vezdemarbán manteros, / en Pinilla pellejeros / y en Villalonso triperos» (Cortés Vázquez, 44).

En todo caso, innumerables alusiones al ajetreo profesional itinerante salpican la toponimia. El ciclo agrario impulsa viajes: segadores y jornaleros se desplazan ofreciendo su fuerza manual. A sus desplazamientos aluden topónimos como fuente de los Segadores (Molledo, Cantabria) o nava Segadores (Peñausende, ZA). La referencia a los criados de labranza o yugueros se perpetúa en c.º de los Yugueros (La Pedraja de Portillo, VA). Una vereda de los Labradores (Villalba de los Barros, BA: Suárez Zarallo, II: 153) puede aludir, no a labradores propietarios, sino a gañanes que aran las tierras, en una acepción más antigua del término; análogamente en fuente de los Labradores (Coria, CC: Casillas Antúnez, 629). Una cañada de los Pelantrines (Fuentes de Andalucía, SE), alude al tránsito de los pequeños propietarios campesinos. El mantenimiento y guarda de montes era en Salamanca tarea del montaraz: un c.º de los Montaraces (Serradilla del Arroyo, SA). Al movimiento hacia las huertas aluden repetidos c.os de Hortelanos (El Pino de Tormes, SA; Guadalén, JA; Las Mesas, CU), varios c.os de Fruteros (Fuente-Carreteros, CO, a Écija, SE; Osuna, SE), trocha de los Fruteros (Gilena, SE), sendero de los Cebolleros (Toro, ZA), rodera de Cebolleros (Gema y Moraleja del Vino, ZA), c.o de los Ajeros (Fuentes de Nava, P). La abundante producción de naranjas en los pueblos de la falda sureña de la sierra de Gata viaja hacia el interior por una vereda de Naranjeros (Santibáñez el Alto, CC: Casillas Antúnez, 629). En efecto, los de Acebo son naranjeros; y se canta al respecto, motejándolos de no tener otra cosa que comer: «Donde no hay naranjitas, / ¿qué comerán?: / ¡yerbagüena y poleus / y rancataplán!»; «en Acebo las naranjas, / en Perales los melones…» (Rodríguez Moñino, 605). Otro c.o de los Naranjeros en Santaella (CO). Puede aludir a la ocupación de recoger cardillos para comer, propia de las clases rurales más humildes, un sendero de los Cardilleros (Cantalapiedra, SA).

La industria de la lana y la producción de paños ha sido un eje capital de la economía castellana. Los paños elaborados en Tierra de Campos se comercializaban en las ferias de la región. Ello ha dejado su huella: c.o de los Lienceros (Frómista, P, junto al c.o de los Mulos), senda de los Laneros (Cuenca de Campos, P), senda de los Pañeros (Torquemada y Paredes de Nava, P), los Pañeros (Villalón de Campos y Villalumbroso, P), c.o Hondo de Magaz o senda de los Pañeros (Palencia, P). De Fuente el Olmo de Íscar (SG) sale hacia el sureste un c.o de los Pañeros, que se une en Navas de Oro con el c.o de las Carretas. El topónimo reaparece en Obejo y Cerro Muriano (CO): c.o de los Pañeros; en el Madoz se menciona un c.o de la Lana en Carmona (SE). En las sierras de Cuenca, un barranco y collado de los Laneros (Zafrilla, CU). Una senda de los Laneros o de los Pañeros transitaba desde Ezcaray (Rioja), sede de una Real Fábrica, hacia Madrid. En Extremadura, la comarca de la Serena destacó por su cabaña ovina, productora de lana: c.o de los Laneros (Monterrubio y Benquerencia, BA: Castaño Fernández, 39, 268)[21]. Se repite el topónimo c.o de los Cardadores (Peñalba de Ávila y Villanueva de Gómez, AV)[22]; carril de los Cardadores (Gálvez, TO); cañadilla de los Cardadores (Mira, CU).

Dada la ausencia de otro sistema calefactor en las ciudades, el transporte de leña y carbón constituía una granjería destacada. Una charrada salmantina pone de relieve que los de la capital, los señoritos o misinguines, pese a ser blancos en el imaginario rural (no se tuestan al sol trabajando en el campo; no llevan la ropa parda de los labriegos; beben leche, lo que les acarrea el apodo cagaleches) tienen su fundamento oculto en la labor de los carboneros que sostienen la habitabilidad de las casas urbanas, el blanco de las clases acomodadas gravita sobre el negro de los que madrugan y pasan frío acarreando leña: «Salamanca la blanca, / ¿quién te mantiene?: / cuatro carboneritos / que van y vienen»[23]. Son incontables los topónimos referentes a ello. En el partido de La Bañeza (LE), mucho carbón vegetal era traído de las sierras del Teleno, abundantes en brezos y matorral de encina: «Camino que llaman de los carboneros, que va para Lagunas hasta el arca de Santiagomillas» (1692 spc 339); c.o de Carboneros (Miñambres, Redelga de la Valduerna, La Bañeza), localmente c.o Carbonero. El c.o de Carboneros, en un tramo anterior, de los Colineros, viene de Valtabuyo hacia Ribas de la Valduerna. Otro c.o de los Carboneros (Perilla de Castro, ZA) iba a la dehesa de la Encomienda, arbolada. La senda Carbonera (Villalpando, ZA) parte del monte llamado El Raso hacia Castilla. En Pilas (SE), el c.o o cordel de los Carboneros viene de los pinares al N de Doñana hacia Sevilla. A Chiclana (CA) venía otro camino homónimo[24]. Compárese c.o de los Piconeros (Alcolea hacia Obejo, CO; Villahermosa, AB).

Los arrieros de menor capacidad, que a menudo trabajaban con una bestia sola, han recibido nombres diversos. En Salamanca, eran carguilleros; con un burro podían acarrear pequeñas cargas de leña para los hornos de la ciudad; ocasionalmente, también frutas, cebollas, vinagre o vino. Perdura como topónimo Carguilleros (Doñinos de Salamanca). Un valor similar pervive en el topónimo c.o de los Cargueros (Herencia, CR; Urrea de Jalón, Z; de Amusco a Cordovilla la Real, a su paso por Valdespina, P). En una canción de arrieros recogida en Becedillas (AV), se explica así el oficio: «En San Miguel los cargueros, / los de las cargas de leña: / las llevan a Peñaranda, las gastan en Mancera» (Espina Barrio y Tomé Martín, 119).

En la sierra de Guadarrama, los que recogían y transportaban leña eran conocidos por gabarreros. El c.o de los Gabarreros (sierra de Malagón, SG; ¿denominación reciente, promocional?). Análogo valor pueden tener los topónimos c.o de los Leñeros (Móstoles, M; Ventosa de la Cuesta hacia Matapozuelos, VA), cuesta de los Leñeros (Beas de Guadix, GR); c.o de Leñadores (Cabeza del Buey, BA: Castaño Fernández, 269); carril de los Leñadores (Corte de Peleas, BA: Suárez Zarallo, II: 139). De la industria de obtención de productos resinosos guarda memoria un c.o de los Pegueros (Bernardos, SG), que apunta hacia un extenso pinar[25]. Añádase un c.o de los Piñoneros (Torrelobatón, VA).

Las cargas de leña menuda (hornija) para alimentar las tahonas se solían llevar en la provincia de Salamanca a lomo de asno, formando dos haces grandes o mellones; era frecuente usar la leña de matorral de roble (barda). Un topónimo menor en Cañedino (Topas, SA), la calzada Mellonera (1752), alude al tránsito de caballerías con mellones de leña hacia los hornos de Salamanca; cf. también Melloneros (Carrascal de Barregas, SA). El benemérito maestro de Topas (SA) Demetrio Martín (abuelo del novelista Luis Martín Santos) dice de sus convecinos, explicándose la ausencia de mendigos: «Tienen leñas sin costarle un céntimo en los montes de las alquerías próximas, donde les permiten recoger troncos secos, y además, en tiempo muerto, cuando no hay dónde ganarlo, todos tienen una caballería, y por muy poco compran un mellón de bardas, que venden en Fuentesaúco y sacan para el pan» (El Salmantino, 02/12/1913, pág. 1). El c.o de las Panaderas (Fuentesaúco, ZA) viene de Salamanca y probablemente perpetúa el recuerdo de dicho tráfico. En Tierra de Campos, el c.o de las Panaderas (Valoria del Alcor, P: va hacia Ampudia); la senda de las Panaderas (Cotanes del Monte, ZA) iba a Pozuelo de la Orden; c.o de la Panadera (Villaverde de Medina, VA); c.o de los Panaderos (Mucientes y Villanubla, VA).

El transporte de vino desde comarcas productoras hasta distintos pueblos de la meseta ocasionaba un permanente trajín, que se servía de una prolija red de caminos, muchos de los cuales daban acceso a lugares hoy insignificantes. Por ello la copiosa toponimia resultante es a menudo reveladora de rutas antiguas, en gran parte borradas. En Zamora, varios c.o de los Taberneros (San Marcial, El Maderal) reflejan la traída de vino desde la Guareña y Tierra del Vino hacia otras comarcas no vinateras, como Sayago. De Fermoselle, importante productor vinatero, venía otro c.o de los Taberneros, atravesando el término de Sobradillo de los Palomares, hacia Zamora. El topónimo se repite en Salce, pueblo sayagués. Una insignificante trocha, atajando alcornocales y robledos, se encaminaba desde Zamayón hacia Mayalde (rodera de Taberneros), en dirección a la Tierra del Vino zamorana. En paralelo marchaba hacia la misma comarca un c.o de Vinateros (Topas, SA). También en Salamanca, rodera Tabernera (Dios le Guarde) y sendero de los Taberneros (Palacios Rubios). La Ribera de Duero, gran productora de clarete, era el centro de un abundante tráfico de vino, que se llevaba a lomo de bestia en odres o pellejos de piel de cabra. Los caminos salían hacia las tierras altas: Soria, montaña de Burgos, parameras de Segovia y Ávila (Valdivielso Arce, 2000). El c.o de los Vinateros, en Córdoba, alude a los que de Montilla traían vino a Montalbán y Santaella. En Palencia, c.o de los Taberneros entre Quintanilla de la Cueza a Villanueva del Rebollar. Una colada en la salida del páramo recibe el nombre de boquilla de los Taberneros (Villafuerte, VA); senda del Tabernero (Ciguñuela, VA). Añádanse c.o de los Taberneros (Taroda, SO); el c.o de los Vinateros (Bocigas, VA), dirigido hacia Medina del Campo y Valladolid; y uno homónimo, que atraviesa Coca y Navas de Oro dirigido hacia Segovia; por Íscar se llama c.o de los Taberneros; en Aguilafuente, la Carratabernera. También hacia Medina del Campo, cruzando la comarca abulense de la Moraña, viene una colada o c.o de Vinateros; calzada de Ávila o de los Vinateros, entre tierra de Arévalo y Ávila. El topónimo se repite: c.o de [los] Vinateros (S. Pedro de las Dueñas, LE; Ataquines, P; Fresnedillas de la Oliva y Moratalaz, M); c.o [sendero] de los Vinateros (Fresno el Viejo y Carpio, VA); c.o del Vino (Las Cabezas de San Juan, SE).

En León, el c.o de Taberneros discurre entre Mozóndiga y Ardoncino: ambos pueblos eran productores de vino, y el topónimo alude a los trajinantes del páramo que llevaban vino a la capital. Análogamente, c.o de Vinateros (Azares del Páramo). También recibe el nombre de c.o de Taberneros o de la Vizana, una vía que de Alija de los Melones, pasando el río Esla, apunta a San Adrián del Valle. Ya menciona esta ruta el padre Isla en 1758 en su Zotes: «A quien llegaron estas noticias por haberlas oído casualmente en la puente Vizana a un criado del maragato Andrés Crespo, al tiempo que cargaba la recua» (vol. II: 77). En la Serena (BA), un c.o de los Taberneros (Monterrubio, Zalamea: Castaño Fernández, 268).

Es chascarrillo habitual atribuir a los vinateros que transportaban el vino el detenerse en las fuentes del camino para remojar la carga. Con ello compensaban las pérdidas en los odres, o simplemente aumentaban el negocio. Queda testimonio en topónimos como fuente Tabernera (Yecla de Yeltes, SA); fuonte de ls Taberneiros (Samartino d’Angueira, en Miranda de Douro, PT), fuente de los Taberneros (Cabezas del Villar y Guisando, AV); manantial de Taberneros (Torrelaguna, M).

Por otra parte, el recorrido de quienes iban a hacer las vendimias pervive en topónimos como Carreviñadores (Santas Martas, LE). C.º de las Uveras (Castrillo de Villavega, P) es ambiguo, porque en Tierra de Campos los uveros eran vendedores ambulantes de fruta, en particular uvas. El mismo término se registra en la sierra de Salamanca, donde eran renombrados los uveros de S. Miguel de Valero, «que cargaban sus mulas con dos grandes banastas de uvas para venderlas por diversos pueblos del Campo Charro, bien a cambio de dinero, de tostones, o de grano» (Blanco García, 96).

Un comercio paralelo al del vino es el de su subproducto, el vinagre. Una célebre canción salmantina evoca la ardua vida de un asno que llevaba vinagre desde Villarino, en la Ribera, hacia los pueblos del interior: «Ya se murió el burro / que acarreaba la vinagre… // ¿No te acuerdas, burro, / camino de Pereña, / tú tirabas coces / y yo te daba leña?». El topónimo Carrevinagreros, junto al c.o de los Carros (Santillana de Campos, P), o la senda del Vinagre (de Villanubla a Fuensaldaña, VA) evocan un comercio similar. El antiguo c.o del Aguardiente (Carmona, SE; ya citado en el Madoz) venía de la sierra; cf. un paso del Aguardentero (Mogón, JA). Por otra parte, eran afamadas las guindas de Toro y Tierra del Vino, de las que también se hacía aguardiente. Era comercio ambulante, que llegaba a la provincia de Salamanca: c.o de los Guinderos (Sanzoles, ZA). De Villamor de los Escuderos traía aguardiente de guindas una mujer hacia la Armuña salmantina, y tenía que regresar ya de anochecida por grandes soledades boscosas hasta su pueblo. Era mujer recia, grande y fuerte, con maneras hombrunas. Le preguntaban: «¿Y no le da miedo volverse sola por esos montes?»; ella replicaba: «No, porque si me sale un lobo, le pongo el burro; y si me sale un hombre, me pongo yo».

La leche era demandada por las principales ciudades como producto para niños, enfermos y mayores, generalmente asociado a la vida más regalada de los capitalinos. Desde Parada de Arriba, en Salamanca, vulgarmente Parada de los Lecheros, y desde pueblos y dehesas próximas, llegaban a la capital rutas como el c.o de los Lecheros (Galindo y Perahuy); otro c.o de los Lecheros iba de La Calzada a Béjar; el transporte se hacía con mulos; de Portugal llegaba a Alcañices el c.o de las Lecheras. En Monachil (GR), el c.o de los Lecheros ascendía a cortijadas locales para recoger la leche de cabras que pastaban en las cumbres de Sierra Nevada. El topónimo se repite en otros lugares (v. g. Monterrubio, SG). Tal vez alude al transporte del queso un topónimo la senda del Queso (Peñafiel, VA: Sanz Alonso, 337) o alto del Queso (Gimialcón, AV). En el transporte de la leche, no era infrecuente refrescar los odres llenos de leche por inmersión en fuentes. De ahí topónimos como fuente de los Pellejos (Calzada de Valdunciel, SA) y tal vez fuente del Fuelle (Manzanal de Arriba, ZA)[26]. Un topónimo como fuente de la Leche (S. Martín del Pimpollar, AV) tanto puede aludir a ello como implicar maliciosamente la práctica de los lecheros, real o infundada, de aguar su producto en las fuentes. En Salamanca se atribuía a los lecheros que venían de Parada de Arriba a la capital el detenerse en la fuente de Tejares para rebajar la leche. Ante las dudas por la calidad del producto, respondían: «Pregunta a la fuente de Tejares» (Blanco García, 73). Por otra parte, el transporte de agua ha originado topónimos como senda del Aguador, que del manantial de Cañicorrales llega al casco de Villagarcía de Campos (VA).

El aceite, obtenido en olivares serranos o de valles resguardados, era transportado hacia las tierras altas de Castilla, en un trajín incesante. La toponimia lo registra: en León, el c.o de los Aceiteros (Villacete, Paradilla de la Sobarriba) se prolonga como c.o de las Merinas hacia Boñar: viene del sur. Es topónimo común: c.o de los Aceiteros (Itero del Castillo y Castrillo Matajudíos, BU; Sigüenza, GU; Tomelloso, CR, y Villaviciosa, CO), senda de los Aceiteros (Belbimbre, BU), cuesta de los Aceiteros (S. Juan del Monte, BU), c.o Aceitero (Morón, SE). Un producto emparentado aparece en el c.o de los Aceituneros (Torrecilla de la Orden, VA).

El camino que unía Béjar y Ávila, por el que viajaba la abundante chacina producida en el área de Candelario, se llama en el valle del Corneja vereda de los Choriceros; ya la menciona Madoz: «Por el centro del referido valle [del Corneja] pasa una calzada llamada de los Choriceros, que trae su origen en Béjar».

Son numerosos los caminos que eran recorridos por molineros y por sus clientes; suelen unir un pueblo con los molinos o aceñas más cercanos. Abundantes ejemplos aluden a los desplazamientos del propio molinero. En Aldeaseca de Armuña (SA), el c.o del Aceñero va al río Tormes. Un c.o de los Molineros se dirigía en Palencia hacia el río Valdavia, desde Villorquite de Herrera y Sta. Cruz del Monte. En Valladolid, el c.o Molinero iba de Rubí de Bracamonte hacia el Zapardiel. El c.o de los Molineros pasa por Roa, flanqueando el Duero; recibe el mismo nombre el que viene del NW, de Pedrosa a La Cueva de Roa[27]. Transferida la adjetivación a la propia vía, se producen topónimos como senda Molinera (Vega de Ruiponce y Sta. Eulalia del Arroyo, VA).

Paralelamente, existen abundantes referencias a los usuarios, que, cargados de grano, iban a moler. La toponimia de la molienda tiene variación comarcal. En el occidente castellano aparece la curiosa forma molendor (‘el que va hacer la molienda’), bien atestiguada en la toponimia: c.o de [los] Molendores (Olivares de Duero, VA: es continuación de un camino que viene de Villafuerte en dirección a Olivares, mtn50; otro en Manganeses y Pajares de la Lampreana, ZA). Los Molendores (S. Román de los Infantes, ZA), encaminado al Duero. El sendero de los Molendores venía de Valdefinjas a un molino de Toro. Más hacia el interior, en Sobradillo de Palomares, y Pereruela, c.o de los Molendores (mtn50), adaptado en el mtn25 como camino de Molenderos o c.o de la Aceña. El c.o de los Moledores (Pollos, VA) va a la casa de las Molineras en el Duero (mtn50); en el mtn25 figura como Molendores. Un camino viejo iba flanqueando el río Zapardiel, con nombres variados: c.o de los Molineros (Foncastín); aguas arriba, hasta Torrecilla del Valle, c.o de los Molendores.

En otros puntos de la meseta prevalecen formas más habituales: los Moledores (Lantadilla, P); c.o de los Molenderos (Caspueñas, GU); c.o de los Molederos (Itero del Castillo, BU), bajando al río Pisuerga; c.o Moledor (Horcajo Medianero, SA, yendo hacia el Tormes); c.o de [los] Moledores (Villalba de la Loma, VA; Peñarandilla y Coca de Alba, SA); cañada de las Molenderas (La Seca y Rodilana, VA); sesmo y vereda de los Moledores (Aceuchal y Villalba, BA; apunta hacia molinos en el río Guadajira, Suárez Zarallo, II: 147, 155). La referencia a la actividad en sí da lugar a topónimos como c.o de la Molienda (Zalamea de la Serena: mtn50 y Castaño Fernández, 234).

Otras profesiones ligadas a la energía hidráulica dan lugar a topónimos como c.o de los Bataneros, desde Calzada de los Molinos (P) hacia el sur, buscando el río Cueza. El c.o de Pellejeros (Valsaín, SG), próximo al Eresma, parece apuntar a un lugar de aprovechamiento hídrico para las tenerías, que solían por su insalubridad estar alejadas del casco de las ciudades; análogamente en la calle Pellejeros de Madrid capital, antes c.o de Pellejeros. La vereda de Pellejeros (Pinto, M) apunta al arroyo Culebro. Compárese un arroyo de los Tintoreros (Navalvillar de Pela, BA).

El medio hídrico también atraía a las lavanderas. En la toponimia aparecen c.o de las Lavanderas (Cimanes de la Vega, LE), acercándose a un ramal del Esla desde Matilla de Arzón); c.o de Lavanderas (El Pino de Tormes, SA), o vado de Lavanderas, sobre el río Adaja (Matapozuelos, VA). Madoz menciona el vado de las Lavanderas en la confluencia de los ríos Alcollarín y Ruecas (BA).

La producción de sal ha dado lugar a diversos topónimos camineros: senda Salinera o c.o Salinero en Barajas de Melo (CU), cuyo origen está en la salina de Belinchón. Por la margen norteña del río Cega, atravesando el término de Cuéllar (SG), pasa otro c.o Salinero, que convergía con un c.o de los Gallegos al S de Escarabajosa. En Boceguillas (SG) un camino homónimo viene a coincidir con la cañada real soriana occidental. Parecen aludir a la entrada de sal procedente de las salinas de La Olmeda, Ribas e Imón (GU), en coincidencia parcial con el que unía Ayllón y Atienza, citado por Madoz en su artículo sobre Atienza. Un c.o de los Salineros se cita en el Edad Media en Santa María de Bujedo (BU) (Ruiz de Loizaga, 77, 175); en esta provincia el origen más probable está en las salinas de Poza de la Sal, la Bureba (BU) y Añana (Álava) (Menéndez Pérez, 126, 133).

El trabajo del barro ponía en los caminos pucheros y cántaros para su venta. El transporte desde los alfares era oficio delicado. «En Tamames, los puchereros / que van por tierra del Barco, / con las cargas de pucheros, / aquí tropiezo, aquí caigo; / gente de poco caudal / que si se les cae un burro / se quedan sin capital» (Bejarano Sánchez, 1953). Tal vez alude al tránsito de los alfareros el topónimo puente de los Olleros, sobre el río Valmuza, en Villarmayor (SA), vereda de los Olleros (El Barco de Ávila), c.o de los Olleros (Peral de Arlanza, BU), alto de los Olleros (Angón, GU), callejón de los Cacharreros (Navalagamella, M), c.o de Botijeros (valle de Cerrato, P)[28]. La toponimia rubrica este trajín: un c.o de Cantareros recorría la Valduerna, en León, con origen en Tabuyo del Monte y Castrillo, en dirección a La Bañeza; pasa, entre otros, por Villalís, Posada, Villamontán. Ya consta en 1755 como camino Cantarero en Rivas de la Valduerna (spc 449). Sorprende este recorrido, dado que el núcleo alfarero más conocido en el entorno es el de Jiménez de Jamuz, al sur de este camino, ya célebre en tiempos del cme (Casado Lobato, 113); también era muy activa Santa Elena de Jamuz, con hornos de tejas y ladrillos, como indica el Madoz. Queda pendiente aclarar si el topónimo alude al transporte de vino en cántaras, modalidad bien conocida en el contexto leonés; por ejemplo, en Brimeda, una ordenanza del s. xvii da disposiciones referidas al acarreo de vino, sobre cada «cántara que trajere [el tabernero] del Bierzo y del Páramo» (1661 spc 376). Otros centros alfareros tradicionales irradian una toponimia similar: Cantareros (entre Ribas de Campos y Amusco, P); desde los renombrados alfares de Alba de Tormes, el c.o de los Puchereros, entre Palomares y Machacón (SA) y en dirección al sur, en Gallegos de Solmirón; c.o de los Cacharreros (Horcajo de la Torre, AV); otro c.o de los Puchereros en Olías del Rey (TO). En Extremadura, c.o de los Cantareros (Casatejada, CC); vereda o c.o de los Cantareros (Santa Marta, BA: viene del afamado núcleo productor de Salvatierra de los Barros, Suárez Zarallo, II: 150; también se llama así al ramal que va de Salvaleón y Salvatierra a Higuera de Vargas); carril de los Tinajeros (Navalvillar de Pela, BA), y c.o de los Tinajeros (Villaconejos, M). En la Mancha, senda de los Cantareros (Campo de Criptana, CR) y c.o de los Cantareros (Guadalmez y Socuéllamos, CR). C.º de Puerto Cantarero (Coripe, SE).

En referencia al comercio de barro blanco para enjabelgar paredes, un c.o de los Tierrablanqueros, entre Villafranca de los Barros y Alange (Suárez Zarallo, II: 130)[29]. Con expresión folktoponímica, un camino que va hacia una cantera se llama en Autilla del Pino (P) c.o de Sacabarros. El uso de almagre o mazarrón para señalar las ovejas da lugar a un topónimo como c.o de los Almagreros (Caballar, SG: Díez Herrero y Martín Duque, 403).

Oficios y tratos diversos han dejado alguna huella toponímica: carril de los Sastres (sale de La Fuente de S. Esteban hacia Muñoz, SA), sendero de los Sastres (Bercero, VA; Villanueva del Rebollar, P), senda de los Sastres (Portelárbol, SO); c.o de los Zapateros (Pedroso de la Abadesa, VA), cuesta del Mercero (Villamayor de Santiago, CU); c.o de los Castañeros (Marugán, SG), c.o de los Cesteros (Aldeacentenera, CC), c.o de Garbanceros (Villaveza de Valverde, ZA), Senda (c.o) del Cirujano (El Oso y Gotarrendura, AV), cuesta Caldereros (Fresnillo de las Dueñas, BU), c.o del Calderero (Moreruela de los Infanzones, ZA), c.o del Romanero (Rueda, VA: apunta hacia Carrión), los Quinquilleros (Villanueva del Rebollar, P), c.o de los Mineros (Felechas, LE). En posible referencia a la caza, c.o de los Conejeros (Torrelaguna, M), un c.o de los Gangueros (Calzada del Coto, LE: Hernández Alonso, 193) es interpretado por el autor como el que seguían los cazadores de gangas, ave esteparia cotizada por su carne[30]. El camino seguido por artesanos del cuero en el entorno de Allariz (OR) es o carreiro dos Chanqueiros (Bas López, 44): chanqueiro, ‘hombre que hace chancas, de piso de madera’.

No siempre es evidente el sentido: el sendero de los Litigantes (Villasexmir, VA) pudo haber sido transitado por quienes iban a la Chancillería de Valladolid para disputar pleitos; pero, dado que está en la raya de Torrelobatón con Villasexmir, no es descartable que aluda a algún conflicto de límites entre ambos pueblos. Un c.o de los Colegiales (La Puebla de Cazalla, SE) puede originarse en el apodo de propietarios locales o deberse a circunstancias anecdóticas. Análoga oscuridad en c.o Viejo de Escribanos (Castilblanco de los Arroyos, SE), c.o de los Penitentes (Bernardos, SG), c.o de las Excomulgadas (Samboal, SG), c.o de las Cantadoras (Villamarciel, VA). Son abundantes también las referencias a frailes o monjas. En algunos casos pueden remitir a caminos que se adentraban en propiedades eclesiales; en otros, a vías transitadas asiduamente por miembros del clero en la recaudación de rentas o diezmos: c.o de los Frailes (Peñausende y Corrales del Vino, ZA; La Vid, BU; Astudillo y Támara, P; Almaraz, CC), fuente de los Frailes (S. Cristóbal de Entreviñas, ZA), senda de los Curas (Alaló, SO), c.o de las Monjas (Revilla Vallegera, BU).

Cabe citar en último lugar un apartado vastísimo, el de la ganadería, que merece lugar aparte, dada la intrincada presencia en la toponimia tanto del pastoreo local, con movimientos diarios dentro del término municipal, como de la trashumancia (Díaz González, 111-114), trasterminancia y los desplazamientos de rebaños hacia ferias y mercados. Los movimientos regulares del ganado vecinal, o de rebaños privados en el interior de un término, ocasionan numerosos topónimos como c.o de los Cabreros (Los Santos de Maimona, BA), c.o de los Pastores (viene desde el SW a Banuncias, LE), vereda de Rabadanes (Osuna, SE), cordel de los Churreros (Topas, SA). El ganado merchaniego, en Extremadura y gran parte de Castilla, era el que se reunía y llevaba en rebaño hacia ferias (para su venta, bien para consumo de carne o para engrosar otras ganaderías) o para incorporarlo a los movimientos de la trashumancia. Enrique IV establece en 1457 una disposición sobre «ganados travesíos y merchaniegos» que van y vienen a los extremos. La circulación de ganados merchaniegos ocasiona topónimos como vado y vega de los Merchanes (Villanueva de la Vera, CC). En Pozuelo de la Orden (VA), se hipotecan en 1588 tierras en la carrellina de los Merchanes: carrellina es diminutivo de carril. Análogo valor tendrá en Chiclana de la Frontera y Vejer (CA) una cañada de los Marchantes; en Riahuelas (SG), un c.o del Marchante. Parecen apuntar a un desplazamiento regular de ganado porcino, con destino a ferias o mercados (si no se trata del movimiento diario de la porcada o piara del pueblo), topónimos como senda de los Marraneros (Pereruela, ZA), senda Marranera (Villalpando, ZA), equivalente a la cañada de los Puercos (Villanueva de Duero, VA). Otra dedicación ganadera en puente de los Cabreros (Calzadilla, CC: Casillas Antúnez, 628). La toponimia de la trashumancia ovina es muy abundante[31]. Entre Forfoleda y Valdelosa (SA), la cañada de las Negras aludirá a desplazamientos de ganado de ovejas de lana oscura; es continuación de una cañada de las Ovejas, que pasa por S. Pelayo de Guareña. A alguna circunstancia anecdótica se deberá el topónimo cuesta de los Siete Yegüeros (Fresno el Viejo, VA), como el rabo del Arriero, en el mismo término, ya citado en 1833 (González Sánchez, 50).

A los efectos de valorar el comercio y los oficios ambulantes, es importante conocer las rutas de la trashumancia. Buscando protección para el viaje y oportunidades en destino, eran muchos los que acompañaban al ganado trashumante. A Extremadura venían desde León, Soria, Burgos y la Rioja abundantes temporeros, usando las cañadas, para la recogida de la aceituna o su trabajo en las almazaras. Estos improvisados trashumantes, que acudían al sur durante la invernía, eran denominados escoteros[32] (Elías Pastor, 222): ello facilitaba un pequeño comercio de vuelta, con productos extremeños como carteras y petacas de piel, cuerdas, sogas y redes de esparto, calderetes y cencerros, objetos de corcho. También llevaban los pequeños regalos para mujeres llamados agujetas, bujetas: ‘pomo de olores o cajita para guardar un obsequio’ (222). Puede aludir a este modesto tráfico el topónimo el Agujetero (Torrecilla del Valle, VA), paraje inmediato a los Carreteros. No era otro el negocio de la buhonería, que la Academia define como «comercio de chucherías y baratijas de poca monta, como botones, agujas, cintas, peines»; es conocido el refrán «Cada bohonero alaba sus agujas», que ya consta en La Celestina.

Las procedencias

En la toponimia viaria no escasean los ejemplos en que queda plasmada la procedencia de quienes usan de manera más destacada el camino. Basta que la frecuentación sea reiterada para que pueda fijarse toponímicamente. La procedencia queda plasmada con denominaciones esencialistas, en las que el nombre de origen parece abreviar una condición elocuente. A veces el topónimo registra el gentilicio de una comarca próxima. El c.o de los Sayagueses pertenece a la dehesa de Amor, en La Tuda (ZA); en Pilas (SE), una cañada de los Isleños, referida a los residentes en las islas del Guadalquivir. De Sangarcía y de Etreros (SG) salen sendos caminos arrieros llamados c.o de los Avileses. Un vado de los Parameses (Bariones, LE, sobre el Esla) remite a los de la comarca del páramo en León, conocidos por ocuparse como segadores en Tierra de Campos. En 1879, como consecuencia de la pésima cosecha comarcal, una crónica de Cisneros (P) alude a la afluencia de segadores del páramo: «Es un desconsuelo ver pasar por compañías los pobres parameses de la provincia de León que vienen a los pueblos de Campos en busca de siega» (El Porvenir de León, XVII [1636] 12/07/1879, pág. 3). También eran renombrados como arrieros los parameses de la parte de La Bañeza: cuando «las faenas del campo les permiten algún desahogo, se dedican al transporte de cueros y granos, y muy especialmente a la venta del aceite de linaza que produce en grande escala el país, con especialidad la Rivera del Órbigo, dejando al cuidado del sexo débil una gran parte de los trabajos agrícolas» (Mingote y Tarazona, 59). Los del valle del Pas, que bajaban a Castilla, han dejado un topónimo carrera de los Pasiegos (Castromorca, BU).

Dada la antigua especialización de los maragatos en la arriería, es muy rica la toponimia caminera referida a ellos, especialmente en León y provincias cercanas. Desde la Maragatería parten numerosos caminos atravesando las comarcas aledañas. La Valduerna es atravesada por el c.o de Maragatos, que pasa por Destriana y Villalís hacia La Bañeza. Un ramal corta hacia el SE, con el mismo nombre, cruzando el término de Jiménez de Jamuz: una fuente de los Maragatos (Quintana y Congosto, LE) evoca este recorrido. Otro trazado homónimo va en paralelo desde Santiagomillas por Curillas y Tejados, pasando a Fresno y Castrotierra para llegar a Palacios de la Valduerna. De un antiguo trazado que venía de La Bañeza a Valencia de Don Juan da testimonio el topónimo la cruz de Maragato (S. Millán de los Caballeros, LE) sobre un camino que atraviesa la comarca del páramo. Otro ramal partía de La Bañeza, en dirección a Valderas, donde hay tramos (al SE de Villafer) que preservan el mismo topónimo. Otro eje principal (c.o de Astorga o c.o de los Maragatos) enlazaba La Bañeza y Benavente por las dos márgenes del río Órbigo: una vía discurría por Villabrázaro, Paladinos, Maire, La Vizana, cercanías de Alija, Navianos, San Juan y La Bañeza. La otra opción seguía la margen derecha, por Manganeses de la Polvorosa, Morales del Rey, Coomonte, Alija, Villanueva de Jamuz y La Bañeza (González Rodríguez, 86). El topónimo los Maragatos en Villabrázaro alude probablemente al camino. Hacia el SE de Benavente, el c.o de Maragatos en Cotanes del Monte (ZA) coincide con la antigua cañada de La Coruña a Madrid; se le incorpora en Tordehumos (VA) un c.o del Maragato. También había rutas hacia el Bierzo y Galicia, de las que perdura el topónimo c.o de Maragatos (Toral de los Vados, LE); un ramal salía de la Alta Maragatería por la Valdueza: c.o de Maragatos (Salas de Barrios, LE). Mucho más al sur, el c.o o cañada de los Maragatos viene de Ávila hacia la sierra de Guadarrama.

Algunas pervivencias pueden aludir a sucesos trágicos: un caminante de la Armuña, comarca salmantina, que en viaje hacia Zamora ha quedado en la ruta, pudo dar lugar al topónimo la cruz del Armuñés (en la desolada raya entre Valdelosa, SA, y Mayalde, ZA). Análoga explicación pueden tener la cruz del Portugués (Villamor de los Escuderos, ZA), la cruz del Maragato (S. Cristóbal de la Cuesta, SA), cruz del Soldado (Cordovilla, SA), cruz del Aceitero (Blasconuño de Matacabras, AV), la cruz del Gallego (Moreruela de los Infanzones, ZA), sepultura del Portugués (Moreruela, CC: Casillas Antúnez, 379). En Calzada de Valdunciel (SA), la cruz del Tenderín marca el lugar donde un pequeño vendedor ambulante de comestibles, de regreso al atardecer sobre un borriquillo por el llamado camino Travieso, entre Forfoleda y Castellanos de Villiquera, fue asesinado el 27 de marzo de 1909 por manos desconocidas. En Calzadilla (CC), la cruz del Segador alude a un hito de piedra que recordaba la muerte de un segador alcanzado por un rayo (Casillas Antúnez, 629).

Las referencias principales aluden a las etnias más marcadas, cuya capacidad de imprimir carácter a un camino es más intensa. Por la orilla norte del Duero, en Valladolid, discurre el camino de los Aragoneses (Tudela de Duero y Villabáñez, VA, mtn50), que figura en la pañoleta de Bocos de Duero, de 1907, como camino real de Aragón (Anta Roca, 25): enlazaba Aragón con las principales capitales castellanas. Un c.o de Valdearagón sale hacia el E desde Camporredondo (VA) buscando la cañada real burgalesa. El mismo c.o de los Aragoneses reaparece más al oriente como c.o de los Arrieros (Burgo de Osma, Deza y Ágreda, SO), encaminado hacia Tarazona de Aragón. En toda la frontera con Portugal aparece toponimia alusiva a los que, ocupados como segadores, trajinantes, jornaleros, mendigos y semejantes oficios, hacían entrada periódica en las tierras de la meseta: c.o de los Portugueses (Casillas de Coria, CC: Casillas Antúnez, 379). En Valladolid capital pervive otro c.o de los Portugueses. Lugares al borde del camino, de sugestiva impregnación étnica, constan en la toponimia: fuente de Portugueses (Cerezal de Peñahorcada, SA), en un camino que viene de Vilvestre y Portugal; nava los Portugueses (Cibanal, ZA). El movimiento estacional de los manchegos hacia las regiones vecinas ocasiona también su propia toponimia: vereda de los Manchegos (Guareña, BA), puente de los Manchegos (Manzanares el Real, M).

Innumerables son las referencias al grupo más viajero, los gallegos. Además de mantener un denso tráfico arriero en el interior de Galicia (Fernández Cortizo, 2008), eran muy nutridos los contingentes que salían hacia Castilla. Ramón y Fernández Oxea (185) alude a la comarca de Moreiras, en Orense, «de donde salen la mayoría de los afiladores, paragüeros, sogueros, cedaceros, buhoneros, cesteros, segadores, churreros, músicos, heladeros y algunos otros más que pasean por España adelante anunciando sus oficios con la pánica flauta o con variados y curiosos pregones». Añade, entre otros, los barquilleros de Parada del Sil, que comparten oficio con los de Cantabria; de La Coruña cita a los cesteros de Mazaricos y los afiladores del entorno de Carballo.

En todo caso, por su oficio más conocido, el de segadores, y otros abundantes tratos sin olvidar la mendicidad, era incesante el tránsito de gallegos por los caminos de la meseta. El abundantísimo topónimo c.o de los Gallegos indica vías antiguas que, irradiando desde el NW peninsular, se adentran en las provincias castellanas y leonesas[33]. Otros topónimos aluden al mismo tránsito por vía indirecta: vado Gallego (Ceclavín, CC) sobre el Alagón. Valdegallegos (Formariz y Torremut, ZA; Dueñas, P). Las denominaciones son plurales, como también son las referencias de destino más próximas: c.o de los Gallegos en Villabraz (LE) es también Carrezamorana. Entre Manzanares el Real y Cerceda (M), un topónimo idéntico coincide con la cañada segoviana. El mismo recorrido, entre Morcuera y Miraflores de la Sierra, origina el topónimo fuente de los Gallegos. Otro c.o de los Gallegos saliendo de Cuéllar hacia Somosierra. En la Maragatería y Valduerna (LE) hay varios ramales que, partiendo del Bierzo, atraviesan hacia Castilla. El c.o Gallego, localmente c.o de los Gallegos o calzada Gallega, pasa por el puerto de Foncebadón, cruza Pedredo y Val de San Lorenzo hacia Palacios de la Valduerna y La Bañeza. Ya consta como c.o Gallego en 1854 en Toral, cuando un viandante es hallado muerto, sin duda gallego él (bopor, 120, 07/10/1854). En Palacios se le junta el llamado c.o de Maragatos, que viene de Santiago Millas por la Sequeda. Otro ramal llamado también c.o Gallego venía de Laguna de Somoza a La Bañeza, pasando por Destriana y la Valduerna. Un tramo de la antigua cañada de Castilla a Galicia, preservado en término de Villafer (LE), daba lugar a algún vestigio toponímico: fuente de los Gallegos. Más hacia el SE la cañada atravesaba Valderas, donde perdura el topónimo c.o de los Gallegos.

El paso de gente del Bierzo con destino a León por un camino próximo pervive en el topónimo peña de los Bercianos (Molinaferrera, LE). De Pobladura de la Sierra sale un camino hacia Bouzas y la Valdueza, llamado c.o del Bierzo. Es posible que el topónimo menor Bercianos y Bercianicos en Maire de Castroponce (ZA) tenga su origen en un hipotético camino de Bercianos, puesto que ambos parajes están situados sobre el camino real antiguo y cañada que, rumbo al NW, cruza el célebre puente de la Vizana. Es común en la provincia de León la toponimia que refleja los caminos orientados al Bierzo, por donde entraban los gallegos y otros viajeros: c.o Carrabierzo (Jiménez de Jamuz). En Destriana, el camino que va de Laguna de Somoza a La Bañeza figura en documentos del s. xviii indistintamente como c.o Gallego o c.o del Bierzo.

Un término gentilicio de valor ambiguo es serrano. La toponimia correspondiente alude a rutas por las que se desenvuelve el comercio desde las sierras dominantes de cada comarca, lo cual implica distintas procedencias. En Salamanca proceden de las sierras de Béjar y Francia, cuyos naturales tenían un activo comercio de fruta y hortaliza: carril de los Serranos (Abusejo y Linares de Riofrío, SA), c.o de los Serranos = c.o de los Arrieros (entre Zamarra y Morasverdes, SA). En Segovia y comarcas aledañas, la referencia es a los arrieros de Guadarrama y sierras de Ávila: c.o de los Serranos (Sanchidrián, SG), c.o Serrano (Viana de Cega, VA). En áreas más orientales de la meseta, tales caminos suelen proceder de sierras del Sistema Ibérico: c.o de los Serranos (Sordillos y Quintana del Puente, BU; Fuentecantos, SO; Sacedón, GU; Olmedilla del Campo, CU). Más al norte, el puente Serrano (Puebla de San Vicente, P) parece dar paso a las montañas cantábricas. En Burgos, un camino que sale de Revenga y va hacia las sierras de Covarrubias y de Neila, a las que entra por Cuevas de S. Clemente, recibe el nombre de c.o Carretero (Madrigal del Monte, lugar del que ya Miñano destaca el oficio arriero); en Madrigalejo pasa a llamarse c.o de los Serranos; va remontando el río Arlanza y es el c.o de los Carreteros a la altura de Villaverde del Monte.

Se plantea la duda en comarcas intermedias, como Tierra de Campos o Cerrato, donde la comunicación con las sierras burgalesas y sorianas es antigua, pero tampoco faltan las conexiones con el Guadarrama. En Campos era común en otoño la llegada de sorianos, en caravanas de tres o cuatro carros de vacas, con una «pesada carga de tablas de chilla, cuartones y machones de limpio pino cortados en el menguante del mes de febrero anterior»; también vendían almadreñas y a veces regalaban hayucos a los chiquillos (Alonso Esperador, 182). La cuestión se puede zanjar estudiando el trazado de tales caminos, opción no siempre fácil, dado el carácter fragmentado de la toponimia. El c.o de los Serranos, en Piña de Campos, Támara y Santoyo (P) va dirigido hacia Burgos. Lo mismo ocurrirá en caminos homónimos en Revenga, Palenzuela y Torquemada (P); queda la duda con respecto a carril de los Serranos (Quintanilla de Arriba, VA: Sanz Alonso, 335). En la Mancha, la referencia es a los serranos de Cuenca: la cañada de los Serranos o vereda de Serranos coincide en Tomelloso con la cañada real de Cuenca.

Otras veces se alude a una localidad en particular. El antiguo topónimo carril de los Villanos en el pueblo extinto de Argusino, bajo las aguas del embalse de Almendra, probablemente alude a los de la vecina villa de Fermoselle. En Montalbán (CO), una vereda de los Rambleños habla de jornaleros que iban a cortijadas locales, procedentes de La Rambla[34]. Un c.o de los Parreños (Villalba de los Barros, BA) alude a la migración de vecinos de La Parra, que acudían a desbravar tierras en el señorío de Feria (Suárez Zarallo, II: 127). En Valoria la Buena (VA), el c.o de los Cubilleros apunta a la localidad vecina de Cubillas de Cerrato. El c.o Toledano de los Arrieros (Fuentespina, VA) viaja hacia el sur en dirección a Somosierra. Continúa como c.o Toledano por Griñón y Cubas, ya en Madrid. Más al sur, el carril Toledano bordea por el W el río Guadarrama. El activo comercio, especialmente en fruta, de la gente de Toro (ZA) (Arenaz Erburu, 2011) ocasiona algunos topónimos alusivos como c.o de los Toresanos (Monfarracinos, ZA), un ramal que viene de Coreses hacia Cubillos. Un trazado homónimo, c.o de Toresanos, viene de Toro y pasa por Mota del Marqués en dirección a Valladolid. Otro de idéntico nombre atraviesa Villagarcía de Campos y Tordehumos (VA) hacia el N. En los pueblos de Tierra de Campos es evocada la figura del uvero toresano: «Veíamos llegar los grandes carromatos de toldo, arrastrados por una reata de tres caballerías […] Cargados hasta los topes transportaban las ricas uvas de Toro, o los sabrosos perillos santiagueses envasados en los típicos canastillos con copete, cada uno de los cuales llevaba dos arrobas de mercancía que iban desgranando en venta irregular por todos nuestros pueblos» (Alonso Emperador, 159).

Dado que muchas localidades se especializaron en la arriería, la referencia a sus gentilicios equivale a los topónimos antes tratados del tipo c.o de Arrieros. Es conocido el caso de los yangüeses, ya citados en el Quijote, que controlaban los caminos entre la Rioja y Castilla (Cabello Hernandorena, 52). En la Mancha, el c.o de los Yangüeses es nombre alternativo de la cañada real soriana oriental. Desde Yanguas de Soria viajaban ganaderos y comerciantes por la cañada, llegando a Sevilla. Hay otro c.o de los Yangüeses en Buitrago (SO).

Algunas referencias a los caminantes se sitúan en el terreno de la historia popular. Es común atribuir a moros o moriscos las obras antiguas, cuya datación es intuida anterior al establecimiento de los pueblos de la meseta. Tal atribución no siempre es infundada, pues es conocida la intensa dedicación de los moriscos a la arriería. De ahí topónimos como camino [del] Morisco (Perales del Puerto, CC) = c.o de los Carros a la Sierra (mtn50) y Valmorisco; pasada del Morisco (Puente del Congosto, SA); en Villasbuenas de Gata (CC), vado Morisco (Casillas Antúnez, 624). Una atribución similar origina el nombre del pueblo hurdano Caminomorisco (CC). El topónimo c.o del Moro (entre Salamanca y Topas, a la altura de La Mata; ya en cme) evoca una posible calzada antigua. Es tipo muy común: senda del Moro (Espirdo, SG), c.o del Moro (Renedo de la Vega, P); cañada del Moro (Calzada del Coto, LE: Hernández Alonso, 189). Otros topónimos similares pueden aludir a tramos de antiguas calzadas, ya romanas o posteriores. El c.o del Moro (La Haba y Magacela, BA) puede corresponder a un tramo del eje Emérita-Córduba (Fernández Corrales, 62); otro c.o del Moro en Santa Cruz de la Sierra (CC) está asociado a una citanía protohistórica (Roso de Luna, 253). Por varias localidades de Aliste, en Zamora, cruza el camino Morisco, en clara continuidad con el carril Mourisco portugués, posible calzada romana que sube desde Barca D’Alva hasta la frontera entre Moveros y Cicouro[35].

Más concreta parece la alusión a los recorridos de arrieros moriscos en el nombre de una vía en Tierra de Barros (BA): un documento de 1575 menciona el camino «que va de la Fuente del Maestre a la Ribera, que se dice el camino de los moros» (Suárez Zarallo, II: 126); esta vía continúa, tras atravesar la ribera del Fresno, llegando a Hornachos, pueblo renombrado por su población abrumadoramente morisca, que perduró hasta la expulsión en 1610. También salía de Hornachos, hacia Toledo, la llamada senda Moruna: «Vna senda, que llamaron Moruna, que yua por despoblado las quarenta leguas que ay desde Toledo a Ornachos, de montes, y malezas» (Pedro Salazar de Mendoza, en su Origen de las dignidades [1618], citado en Caro Baroja, 214); pervive el topónimo senda Moruna en 1947 (mtn50).

Mención aparte merece la referencia a los viajeros ultrapirenaicos, indistintamente conocidos como franceses, cuya huella más perdurable se ha ejercido en el marco de las peregrinaciones a Santiago de Compostela. Es materia que viene suscitando una gran floración de estudios, en los que se ha hecho notar la riqueza de variantes y matices del camino (v. g. Domingo Mena, 2007). Pese a la enorme decadencia del camino desde el s. xviii hasta su recuperación reciente, no cabe duda de que abundan los topónimos plenamente arraigados[36] alusivos a la peregrinación. En 1834, Fermín Caballero (206) incluye el refrán «Camino francés, venden gato por res», aludiendo a los abusos comerciales que sufren peregrinos y forasteros. Basta consultar las primeras ediciones del mtn50, de la primera mitad del s. xx, para encontrar abundantes ejemplos: c.o del Francés (Castrillo de los Polvazares y Murias de Rechivaldo, LE); c.o Francés y calzada de los Peregrinos (La Milla del Páramo hasta Villar de Mazarife, entre Reliegos y Calzadilla de los Hermanillos, LE); c.o Francés (Calzada del Coto y Villadangos del Páramo, LE; Ledigos, Villadiezma y Osorno, P: es un ramal que se parece perder, encaminado hacia Osorno; Itero del Castillo, BU): en Villaherreros se llama carrera Francesa; en paralelo, más al norte, c.o de los Peregrinos (Villaherreros y Fuente Andrino, P). El c.o Francés y calzada de los Peregrinos se reúnen, a ambos lados del río Cueza, al llegar a Calzadilla de la Cueza; con el nombre de calzada de los Peregrinos va hasta Calzada de los Molinos. Pasa por el Hospitalejo, topónimo alusivo (Villotilla) y llega a Carrión de los Condes. Otros topónimos remiten indirectamente al camino: el Francés (Boadilla del Camino, P), puente de los Franceses (Palenzuela, VA). Las referencias son antiguas: ya en 1763 «la laguna del camino francés» en el área de Pedredo y El Ganso, en la Maragatería (LE). El Madoz alude en su ficha de Columbrianos, en el Bierzo, a «el camino que se llama francés»: el mismo nombre consta (EspSag, 16: 28) en Villafranca del Bierzo; en Arconada (P), «la calzada conocida por camino francés o de peregrinos» (Madoz). A otras vías de peregrinación puede aludir un topónimo como los Peregrinos (Peleas de Arriba, ZA), sobre la cañada de la Vizana; o c.o del Peregrino (Boecillo, VA), junto al vado de Frades (= frailes) sobre el río Cega.

Expresión folktoponímica del viaje

En muchos casos, la indicación acerca de los viandantes no es explícita sino que toma el giro de una perífrasis verbal contracta (folktopónimo). En un medio rico en contexto y en narrativas breves que reiteran su función expresiva, aludir al paso de viajeros por un camino puede hacerse dirigiendo la atención a algún hecho pintoresco, cuyo sabor anime la evocación.

Dado que el animal de la arriería, por excelencia, es el mulo, aluden a este oficio topónimos como Tiramulos (Mayorga de Campos, VA), Arremulo (Bobadilla del Campo, VA), cuesta de Matamulos (El Ballestero, AB; Hornillos del Camino, BU, sobre el c.o Francés), Matamulos (Suellacabras, SO) en referencia a tramos en cuesta donde debe estimularse a las recuas. Cinchamulos (Palacios de Benaver, BU) aludirá a una parte del camino donde es preciso asegurar bien la carga. El gran esfuerzo de subida puede justificar el topónimo Matamulos, cerca de la garganta de los Ladrones, sobre el río Quiebrajano, en término de Jaén. Es recurso repetido: Matamulos (Hornillos del Camino, BU), Matarrocines (Zufre, H), Cansamulos (Pinillaambroz, SG). En cambio, los puntos donde se hacía alto, abrevadero y reposo vienen jocosamente descritos por topónimos como Meamulo (Ojos Albos, AV), Meamachos (Fuente de Santa Cruz), Descansarrocines (Siero de la Reina, LE), Meadero de los Machos (Otero de Herreros, SG).

A caminos carreteros, en particular, a tramos arduos donde amenazaba la integridad del carro, aluden folktopónimos como Quiebracarros (Baños de Valdearados, BU; Moral de Hornuez, SG), Quebrantacarros (Tardobispo, ZA), Quiebracarretas (Espartinas, SE), Quiebravigas (Mérida, BA), Tronchavigas (Palacios del Pan, ZA: en referencia a la viga del carro), Despeñacarros (Gomeznarro, VA), Tornacarros (Villeguillo, SG), Entornacarros (Ortigueira, C).

La referencia a pasos arriesgados sobre un arroyo, muy transitados por el clero, puede acudir a formulaciones maliciosas como Tumbafrailes, arroyo afluente del Huebra (camino de Muñoz, SA). Un arroyo de tumba Frailes (Nava de Francia, SA) aludirá a los desplazamientos regulares de los frailes dominicos de la sierra de Francia desde el santuario, que contaba con extensas propiedades. Sin ser topónimo caminero, puede evocarse aquí el nombre de una calle y esquina próxima a la catedral, en Salamanca, Matacanónigos, lugar ventoso y frío que obligaba a los prebendados a cruzarse el manteo. Las modestas caballerías menores de mucho carguillero o mercero estaban también expuestas a sucumbir en las crecidas de arroyos. Por ello muchos caminos de la arriería cruzan corrientes fluviales llamadas Ahogaburros o Ahogaborricos (Aguilar de Campos, VA).

Las fuentes de Matagallegos en la sierra de Guadarrama evocan el viaje anual de los segadores gallegos, que podían enfermar si, dejándose vencer por la sed del camino, se saciaban de agua helada (Rodríguez Labandeira, 182). Antinómicamente son frecuentes los topónimos del descanso, correspondientes a pasajes donde el camino se remansa y los itinerantes pueden posar la carga. Innumerables Posafuelles, Pousafoles (referidos a los odres o foles), así como los pintorescos y repetidos Descargamaría, Pousamaria (donde las mujeres reposan la carga; cf. Huelgamoza en Bárcena de Campos, P). A vericuetos con saledizos al borde del camino, que pueden desgarrar la carga, les corresponden los frecuentes Rompefuelles, Rompesacos, Rompealforjas. Son muy abundantes otros ejemplos en que la referencia no es explícitamente caminera, pero puede aludirse a bestias de carga usadas en la arriería.

La separación de género en la economía rural explica topónimos como c.o de las Mozas (Pereruela, ZA), porto das Mozas (Rubiás, OR), tal vez alusivos a algún desplazamiento comúnmente asignado a mujeres no casadas, como la recogida de agua en las fuentes o la traída de comida y remudo a quienes labraban o segaban. Los espacios de sociabilidad femenina originan topónimos pintorescos: fuente de las Mozas (Mamblas, AV), manantial de las Mozas (Aldeacentenera, CC), c.o de las Mujeres (Lora de Estepa, SE), Retozamozas (Fuentes de Año, AV), meadero de las Mozas (Peraleda de San Román, CC); roble Montamujeres (Quintanilla del Agua, BU). Con la misma lógica, una partida de tierras muy alejada del casco, que obligaba a las mujeres ocupadas de aprovisionar a los trabajadores a un extenuante desplazamiento puede llamarse, folktoponímicamente, Matamujeres (Fuenterrebollo, SG).

Marginalidad y vigilancia

La necesidad del tráfico ilegal recurre en el pasado a caminos furtivos, que viajan solapadamente en derivación con respecto a las rutas principales. Se trata en general de caminos paralelos que evitan las poblaciones y que permiten el movimiento a contrabandistas, cuatreros y bandoleros; en la inmediata posguerra el estraperlo hizo revivir estos caminos secundarios, que no atravesaban los núcleos rurales. Con indudable exageración, Madoz informa sobre un camino que sale de Medina de Rioseco: «Una senda llamada del Ladrón, que conduce hasta Portugal sin tocar en pueblo alguno de España, pero con el inconveniente de tener que vadear algunos ríos»[37]. La toponimia refleja abundantemente tales trazados. La Carrenueva o de los Contrabandistas iba desde el W hacia Autilla de Campos (P), paralela a un camino principal (mtn50). La antigua calzada de Ledesma (SA) a Toro (ZA) atravesaba una extensa región boscosa y desolada, recibiendo localmente el nombre de c.o de los Contrabandistas. Las rutas desde Gibraltar, foco de contrabando, han dado asimismo lugar a abundantes tramos llamados c.o de los Contrabandistas en las sierras de Ronda. Tal denominación puede responder al ánimo jocoso de la onomástica popular, alternando con otros nombres: c.o de los Contrabandistas = c.o de los Muleros (Talamillo del Tozo, BU). Es abundantísima la toponimia, y en cada caso desencadena un tesoro de evocación[38]. Un valor similar tendrán la vereda de los Talegueros (Llera, BA) y collado de los Matuteros (Cuevas de Almanzora, AM).

A la posible condición marginal o solapada de un camino, sin obediencias a la autoridad concejil expresada por las campanas, reguladoras de las tareas de los vecinos, puede aludir el topónimo val de los Sordos (Escuadro, ZA): desde allí no se oían las campanas, o quienes por allí transitaban no las daban por oídas. Tal vez tenga análogo valor un sendero de los Tramposos (Castronuevo de Esgueva, VA: Sanz Alonso, 337). Cierta clandestinidad amorosa puede estar implícita en topónimos como senda de los Enamorados (Tudela de Duero, ya en el cme: Sanz Alonso, 337). En posible alusión a los que iban a las almadrabas del atún en la costa del golfo de Cádiz (especialmente Barbate y Zahara), un carril [vereda] de los Tunantes (Paradas, SE; se dirigía al sur, hacia Arahal). Es típico en la literatura del s. xvii atribuir a los que iban al atún todos los rasgos del más consumado pícaro; de ahí la voz tunante en su acepción actual. Un topónimo como alto de los Tunantes (Santa Bárbara de Casa, H) puede deberse a la posterior acepción, menos específica.

Más jocoso que descriptivo será el topónimo portillo de las Putas, en un collado de montaña en Salduero (SO). Antes se aludió a la senda de las Putas (Castrillo Tejeriego, VA: Sanz Alonso, 337) que, sin duda, hace referencia al carácter ilícito de los tráficos que en dicha vía mantenían contrabandistas y otros viandantes. Este camino se cruza en Olivares de Duero con el c.o del Ladrón.

La referencia a los gitanos es a veces convencional. Cañada de los Gitanos (Fortuna, MU), cuesta de los Gitanos (Algarrobo, MA), calzada del Gitano (Rasueros, AV). Hay un tipo que describe festivamente pasos peligrosos o que requieren un salto arriesgado asociándolos con la agilidad o la capacidad de salir de situaciones extremas que popularmente se atribuye a los de esta etnia: así en salto del Gitano (Acehúche, Cañaveral, Torrejón el Rubio y El Gordo, CC, todos sobre el río Tajo; Ledesma, SA, sobre el río Tormes); el tranco Gitano (Valdelacasa de Tajo, CC; tranco: ‘salto’).

Tales condiciones de furtividad, en parajes agrestes y solitarios, desencadenan concentraciones de topónimos sugerentes. En la Sierra Morena occidental conviven un arroyo de los Caminantes junto a puerto de los Ladrones y vereda de los Contrabandistas (El Ronquillo, SE, límite con Sta. Olalla del Cala, H)[39]. Los desafueros tienen su contrapunto en la vigilancia. De ahí topónimos como c.o de los Carabineros (Laguna de Somoza, LE); hoyas de los Carabineros y cuerda de los Civiles (Navasfrías, SA).

La antigüedad de algunos vestigios toponímicos del bandolerismo rural puede ser grande. La divisoria entre las provincias de Salamanca y Zamora en su tramo occidental recorre una alineación montuosa despoblada y boscosa. Por dicho límite, partiendo de su mayor cima (el teso Santo), va el c.o de los Contrabandistas o rodera del Lomo; se prolongaba como rodera de Contrabandistas (mtn50) (= rodera de los Contrabandos, Coca Tamame, 372, 397) ya en el corazón de la serranía de Valdelosa (SA). En un estribo septentrional de esta cadena de montes, que se adentra en la provincia de Zamora, existe actualmente Cabeza Ladrones (Mayalde, ZA). En el mismo ramal de serranía se situaba el antiguo topónimo Cabeça de Ladrones, monte en Valcabado de Peleas (1314 y 1404, valp); el mismo paraje, próximo a Peleas de Arriba, figura como Capud Latronum (1143, valp). Más al E, pervive el topónimo Confesionarios, altozano sobre la rivera de Izcala. Ya Townsend, en su viaje de 1786, de Zamora a Salamanca, da explicaciones: «Habiendo viajado al menos cinco horas atravesando un bosque; en el cual, al ir avanzando, mi guía me decía el nombre de los altozanos por cruzar, todos denominados con el común término confesionarios; sugiriendo que en estos el viajero se hallaría precisado de un confesor para prepararlo a su destino»[40].

Conclusión

La abundante cosecha que puede acopiarse sin mucho esfuerzo recolector es indicio de la persistencia de un impulso denominador compartido. En el imaginario común, un camino pasa a estar habitado permanentemente por sus ocasionales o reiterados viandantes. La evocación ilumina el recorrido hablando de las sabrosas figuras que, en silueta o con sonora voz y canto, imantaron las rutas en su ademán trotamundos.





BIBLIOGRAFÍA

adast: CAVERO DOMÍNGUEZ, G.; ÁLVAREZ ÁLVAREZ, C.; MARTÍN FUERTES, J. A. Colección documental del Archivo Diocesano de Astorga. León: C. E. I. San Isidoro, 2001.

ALFONSO ANTÓN, I. La colonización cisterciense de la meseta del Duero. El dominio del monasterio de Moreruela (siglos xii-xiv). Zamora: Diputación Provincial, 1986.

ALONSO EMPERADOR, M. Estampas pueblerinas de la Tierra de Campos. Palencia: Caja de Ahorros y Monte de Piedad, 1985.

ANTA ROCA, J. «Un viejo camino medieval que acompaña al Duero: el Real de Aragón, a su paso por Valladolid», Revista de Folklore, 374 (2013), págs. 24-32.

ARCIPRESTE DE HITA [Juan Ruiz]. Libro de buen amor, ed. A. Blecua. Madrid: Cátedra, 1992.

ARENAZ ERBURU, Á. M. Época de arrieros. Salamanca: ed. autor, 2011.

BAS LÓPEZ, B. Camiños, pasos e pontes. Vigo: Ir Indo, 1989.

BEJARANO SÁNCHEZ, V., en Centro de Estudios Salmantinos, Hoja Folklórica, n.º 93-95 (1953), Salamanca.

BELLO GARNELO, F. La toponimia de la zona arqueológica de las Médulas (León): la toponimia del espacio geográfico de los ayuntamientos de Borrenes, Carucedo y el Puente de Domingo Flórez. León: Universidad, 2001.

BLANCO GARCÍA, T. Decires que decían. Salamanca: Diputación Provincial, Centro de Cultura Tradicional, 1998.

bopc: Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres.

bopor: Boletín Oficial de la Provincia de Orense.

CABALLERO, F. Nomenclatura geográfica de España. Análisis gramatical y filosófico de los nombres de pueblos y lugares de la Península, con aplicación a la topografía y a la historia. Madrid: Imp. Eusebio Aguado, 1834.

CABELLO HERNANDORENA, I. «El Quijote y La Rioja: El episodio de los yangüeses», Belezos: Revista de Cultura Popular y Tradiciones de La Rioja, 16 (2011), págs. 49-55.

CAMPS i CURA, E. «Las migraciones locales en España (siglos xvi-xix)», Revista de Demografía Histórica, 11(1) (1993), págs. 21-40.

CAÑIBANO GONZÁLEZ, M. A. Historia de Santa Eufemia del Arroyo. Punto Didot, 2012.

CARO BAROJA, J. Ciclos y temas de la historia de España: los moriscos del reino de Granada: ensayo de historia social. Ediciones AKAL, 1976.

CASADO LOBATO, C. «Artesanía popular leonesa: la alfarería de Jiménez de Jamuz», Tierras de León. Revista de la Diputación Provincial, 19 (36-37) (1979), págs. 111-122.

CASILLAS ANTÚNEZ, F. J. La toponimia de la tierra de Coria. Badajoz: Universidad de Extremadura, 2008.

CASTAÑO FERNÁNDEZ, A. M. Los nombres de la Serena. Mérida: Editora Regional de Extremadura, 1998.

CASTELLOTE HERRERO, E. «Cera y cerería en Guadalajara», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, 43 (1988), págs. 133-152.

CASTRILLO DÍAZ, M. C. Doñana nombre a nombre. Estudio de la toponimia del Parque Nacional de Doñana. Huelva: Diputación Provincial, 2000.

cme: Catastro de Ensenada.

COCA TAMAME, I. Toponimia de la Ribera de Cañedo, Salamanca: Diputación, 1993.

CORREAS, G. Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627), ed. L. Combet. Burdeos: Institut d’Études Ibériques et Ibéro-Américaines de l’Université de Bordeaux, 1967.

CORTÉS VÁZQUEZ, L. Refranero geográfico zamorano. Zamora: Diputación de Zamora, IEZ, CSIC, 1995.

CORTIZO ÁLVAREZ, T. «Migraciones estacionales, profesiones ambulantes». El medio rural español: cultura, paisaje y naturaleza: homenaje a don Ángel Cabo Alonso, vol. 1. Salamanca: Universidad, 1994, págs. 293-300.

COTERA, G. Trajes populares de Cantabria. Siglo xix. Santander: Institución Cultural de Cantabria. I. E. F. «Hoyos Sainz», 1982.

DAVILLIER, C. Spain [Voyage en Espagne, ilustrado por G. Doré, 1862-1873]. Londres: Bickers & Son, 1881.

DE ISLA, J. F. Fray Gerundio de Campazas, ed. R. P. Sebold. Madrid: Espasa Calpe, 1969-1975.

DE MESA, E. Antología poética. Madrid: Espasa Calpe, 1962.

DÍAZ GONZÁLEZ, J. «La economía en la tradición». Economía y derecho ante el siglo xxi, ed. Á. Marina García-Tuñón, Valladolid: Lex Nova, 2001, págs. 97-123.

DÍEZ HERRERO, A.; MARTÍN DUQUE, J. F. Las raíces del paisaje: condicionantes geológicos del territorio de Segovia. Junta de Castilla y León, 2005.

DOMINGO MENA, S. Caminos burgaleses: el camino de Santiago. Burgos: Instituto Municipal de Cultura, 2007.

ELÍAS PASTOR, L. V. «Situación actual de la trashumancia en España. El papel de Extremadura». Trashumancia y cultura pastoril en Extremadura. Asamblea de Extremadura, 1993, págs. 217-234.

ESPINA BARRIO, A. B. y TOMÉ MARTÍN, P. «Cultura ganadera del valle de Corneja». Culturas ganaderas de Castilla y León. Alberche, Corneja, Sayago y Serrezuela, ed. A. B. Espina Barrio. Salamanca: Inst. Investigaciones Antropológicas de Castilla y León, 1999, págs. 67-143.

EspSag: FLÓREZ, H.; RISCO, M. y otros. España Sagrada. Teatro Geográfico-Histórico de la Iglesia de España, 56 vols. Madrid, 1747 y ss.

FERNÁNDEZ CORRALES, J. M. El trazado de las vías romanas en Extremadura. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, 1987.

FERNÁNDEZ CORTIZO, C. «Arrieros y traficantes en la Galicia rural de la época moderna», Obradoiro de Historia Moderna, 17 (2008), págs. 325-352.

FRANCO SILVA, A. Personajes, poderes, fortalezas y otros temas de la historia de Andalucía (siglos xiv y xvi). Cádiz: Servicio Publicaciones UCA, 2009.

GARCÍA CALVO, A. Relato de amor: endecha. Zamora: Lucina, 1980.

GARCÍA GRINDA, J. L. «Estudio y catalogación de la casa carretera en Castilla y León». Estudios de etnología en Castilla y León, 1992-1999. Valladolid: Junta de Castilla y León, 2001, págs. 401-410.

GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, R. «Puentes, barcas, e infraestructura viaria medieval en los ríos del norte de Zamora». Las vías de comunicación en el noroeste ibérico. Benavente: encrucijada de caminos. Benavente: Centro de Estudios Benaventano, 2004, págs. 69-98.

GONZÁLEZ SÁNCHEZ, V. Fresno el Viejo: una de las nueve Villas de Valdeguareña. Málaga: Gráf. S. Pancracio, 1986.

HERNÁNDEZ ALONSO, N. Calzada del Coto: historia, lengua y toponimia. León: Ferecor, 2000.

HERRERO PRADO, J. L. Fuenteguinaldo y sus ordenanzas municipales. Madrid: Versus, 2011.

idm: Itinerario descriptivo militar de España. Tomo VI. Castilla la Vieja [Cuerpo de Estado Mayor del Ejército]. Madrid: Rivadeneyra, 1866.

invt: Inventarios de compraventa y herencia, 1681-1755. Protocolos del distrito notarial de La Bañeza, Archivo Histórico Provincial de León, ES-CYL-AHPLe-24003.

MACHADO, A. Campos de Castilla (1907-1917). Madrid: Cátedra, 1974.

MAYORAL FERNÁNDEZ, J. Ávila en los viejos y en los nuevos caminos. Ávila: Viuda de Emilio Martín, 1948.

MENÉNDEZ PÉREZ, E. Las rutas de la sal. La Coruña: Netbiblo, 2008.

MENÉNDEZ PIDAL, G. Los caminos en la historia de España. Madrid: Ed. Cultura Hispánica, 1951.

MINGOTE Y TARAZONA, P. Guía del viajero en León y su provincia. León: Establ. Tipográfico de Miñón, 1879.

MOLÉNAT, J.-P. «Chemins et ponts du Nord de la Castille au temps des Rois Catholiques», Mélanges de la Casa de Velázquez, 7 (1971), págs. 115-162.

MORALA RODRÍGUEZ, J. R. Toponimia de la comarca de los Oteros (León). León: Diputación Provincial, 1989.

mtn: Primera edición del Mapa Topográfico Nacional, en las escalas 1:25 000 (mtn25) o 1:50 000 (mtn50).

OJEDA NIETO, J. Comendadores y vasallos: La Orden de San Juan y el Partido de Valdeguareña. Zamora: I. E. Z. Florián de Ocampo (C. S. I. C.), 1997.

PÉREZ-EMBID, J. y otros, «El concejo de Gibraleón de la Edad Media a la Moderna». Huelva en su historia, vol. 2, ed. J. Pérez-Embid y E. Rivero Galán. Huelva: C. U. La Rábida, págs. 231-318.

PERIS BARRIO, A. «Arriería y carretería en la provincia de Madrid durante la segunda mitad del siglo xviii», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, 38 (1983), págs. 175-206.

RAMÓN Y FERNÁNDEZ OXEA, J. «O barallete (jerga de los oficios ambulantes de la provincia de Orense)», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, IX (2) (1953), págs. 185-217.

RINGROSE, D. R. Transportation and economic stagnation in Spain, 1750-1850. Duke University Press, 1970.

RIVAS QUINTAS, E. Frampas, contribución al diccionario gallego (edición electrónica). Corpus lexicográfico da lingua galega, 2001. http://sli.uvigo.es [consulta: 11/07/2013].

RODRÍGUEZ DE LA TORRE, F. «Las cuatro letras. El supuesto puterío de algunas localidades españolas. Recolecta de refranes tópicos y reflexiones», Revista de Folklore, 17b (200) (1997), págs. 47-54.

RODRÍGUEZ DOMÍNGUEZ, S. Villamayor de Armuña de ayer a hoy. Kadmos, 2013.

RODRÍGUEZ LABANDEIRA, J. El trabajo rural en España, 1876-1936. Anthropos Editorial, 1991.

RODRÍGUEZ MOÑINO, A. «Diccionario geográfico popular de Extremadura (refranes y cantares…)», Revista de Estudios Extremeños, XVI (1960), págs. 363-384 y 597-669.

ROSO DE LUNA, M. «Ruinas protohistóricas de Logrosán, Santa Cruz y Solana de Cabañas», Revista de Extremadura: Ciencia y Arte. Órgano de las Comisiones de Monumentos de las dos provincias, III (XXIV) (1901), págs. 249-255.

RUIZ DE LOIZAGA, S. El Libro Becerro de Santa María de Bujedo de Candepajares (1168-1240). Miranda de Ebro: Fundación Cultural «Profesor Cantera Burgos», 2000.

SANTA TERESA (de Ávila). Libro de las fundaciones. Buenos Aires: Espasa Calpe Argentina, 1950.

SANZ ALONSO, B. Toponimia de la provincia de Valladolid. Las cuencas del Duero, Pisuerga y Esgueva. Valladolid: Universidad, 1997.

spc: RUBIO PÉREZ, L. M. El sistema político concejil en la provincia de León. León: Universidad, 1993.

TOWNSEND, J. A Journey through Spain… Tres volúmenes. Londres: C. Dilly, 1791.

URDIALES CAMPOS, M. La vie de Saint Alexis. Oviedo: Universidad, 1997.

VALDIVIELSO ARCE, J. L. «Los arrieros burgaleses. La carreta serrana», Revista de Folklore, 20b (237) (2000), pág. 105.

VALLEJO DE MIGUEL, A. En Soria las aldeas se mueren: La Ventosa de Fuentepinilla. Soria: Diputación Provincial, 2009.

valp: LERA MAÍLLO, J. y otros. Colección diplomática del imperial monasterio de Nuestra Señora de Valparaíso (1143-1499). Zamora: Instituto Florián de Ocampo, Diputación, 1998.

VERGARA MARTÍN, G. M. «Algunos romances populares de carácter geográfico recogidos en diferentes comarcas de España», Boletín de la Sociedad Geográfica Nacional, LXXIV (2) (1934), págs. 87-93.

VERGARA MARTÍN, G. M. Refranero geográfico español [1936]. Madrid: Hernando, 1986.

WORDSWORTH, W. The Pedlar, Tintern Abbey, the Two-Part Prelude. Cambridge University Press, 1985.




NOTAS

[1] A ello se añaden los distintos criterios topográficos que han prevalecido en épocas sucesivas. La caminería romana, la medieval y la moderna salvan las cordilleras con diferente trazado (Menéndez Pidal, 24).

[2] En Santa Eufemia del Arroyo (VA), el camino de Quintanilla del Monte a Barcial de la Loma es también conocido como senda de Vinateros o de la Raya (Cañibano González, 18).

[3] Tal vez corruptela inducida por el servicio llamado de bagaje que, con organización provincial, conducía gratuitamente hacia 1900 a pobres y enfermos hacia destinos tales como hospitales o balnearios.

[4]«Errantes moradores de bosques sin techo» (Wordsworth, 34). En Tintern Abbey [1798].

[5]«Sus ojos estaban vueltos / hacia el sol poniente, al tiempo que con aquella vara / a sus espaldas, apuntalaba un gran y blanco fardo / que le cruzaba los hombros, con mercancía para mocitas / de aldeas solitarias o chozas perdidas» (Wordsworth, 19).

[6] Antonio Machado (166): «Desde mi rincón».

[7] Enrique de Mesa (34): «Campos de Medinaceli».

[8] Es hecho del que guarda memoria la prensa local decimonónica El Esla, 1 (83), 14/10/1860.

[9] Arcipreste de Hita (231, 531). El editor, Alberto Blecua, registra como variante de lectura vaqueros, en sustitución de la rara voz harruquero, ‘arriero’, que sin embargo encontramos bien representada en la toponimia, como se indica más abajo.

[10] Sobre la arriería burgalesa basada en la llamada «carreta serrana», que presentaba la singularidad de ser tirada por bueyes, cf. Valdivielso Arce (2000).

[11] Numerosos ejemplos: cañada de los Carreteros (Fuenterrebollo, SG); el c.º de Carreteros va de Gomeznarro (VA) en dirección al río Adaja y Olmedo, c.º Carretero, hacia Rueda (VA).

[12] La abundantísima carretería y arriería en la provincia de Madrid durante el s. xviii es estudiada por Peris Barrio (1983).

[13]C.º de los Carros (Villadangos del Páramo, LE; Salobre, LO; Torrubia de Soria, SO; Palencia, P; entre Moratinos y S. Nicolás del Real Camino, P; Monteagudo de las Vicarías, SO; Taroda, SO; Talayuela, CC; Pozuelo, CR); c.º de Carreteros (Añe, SG); c.º de las Carretas (Caleruega, BU); vereda de las Carretas (Santa Olalla del Cala, H); c.º de las Carretas (pasa por Palacios del Alcor, P, viene del norte, mtn50); c.º de las Carretas (une Medina del Campo y Olmedo; id. en Valoria la Buena, VA); carre de los Carros (Villaornate, LE); carril de las Carretas (Navalcarnero, M); c.º de los Carretones (Navalvillar de Pela, BA).

[14] Ejemplos abundantes: cuesta de los Arrieros (Argusino, ZA), fuente [de los] Arrieros (Mudrián, SG), puente de los Arrieros (Peñausende, ZA), pontón de las Arrieras (Montamarta, ZA), vado de los Arrieros (Maranchel, GU), loma de los Arrieros (Higuera, JA), c.º de los Arrieros (Villadepera y Figueruela de Abajo, ZA); Monzón de Campos; Palenzuela, P; Fuentecambrón, SO; Aceituna, CC; La Puebla de Azaba, SA; Labraza, LO; Argamasilla de Alba, CR; Villanueva de la Serena, BA). Un c.º los Arrigueros (Rabanales, ZA) parece tener el mismo origen (comunicación de Pedro Gómez Turiel).

[15] A la recría en prados y rastrojeras de potros de mula (muletos), y no a la arriería, deberán su nombre topónimos como los Mulateros (Meneses de Campos, P), majadas de los Muleteros (Albalate de Zorita, CU).

[16] En Maranchón (GU), los recoveros eran arrieros con mulas que recogían la cera de pueblo en pueblo para elaborarla (Castellote Herrero, 134).

[17] Puede tener el mismo origen el topónimo el Besugo (Mucientes, VA), junto al c.º Viejo de Villanubla, no lejos de Valladolid.

[18] Así consta, p. ej., de Valmadrigal (LE): http://www.vegasdelcondado.com/ valmadrigalrasgos.htm [consulta: 06/10/2013]. En La Ventosa de Fuentepinilla (SO), los aceiteros, que traían la carga en pellejos, solían cobrar en huevos (Vallejo de Miguel, 216).

[19] Sus procedencias eran también variadas: los afiladores, de Orense; los pimentoneros, de La Vera; los trilleros, de Cantalejo; el vendedor de telas, de Rioseco, el guarnicionero, de Almazán. Las designaciones de tales comerciantes tienen coloración dialectal. Los fresqueros vendían fruta; los peceros, pez para marcar ovejas; los componedores arreglaban cacharros de barro y calderas; los tenderos proveían de alimentos y fruta. En Tierra de Campos, el nombre antiguo del componedor de platos y cazos de barro o porcelana era gobernador. Iba a pie por los pueblos con unas alforjas donde llevaba los pertrechos (Alonso Emperador, 227). De la antigua acepción gobernar (‘componer cacharros’) da fe el dicho geográfico: «En Gajates, caldereros, / que gobiernan las calderas», alusivo al pueblo salmantino.

[20] Fidel Castellanos, <www.vegasdelcondado.com/valmadrigalrasgos.htm> [consulta: 03/12/2013].

[21] Cf. cañada de la Lana (Fuentes de Andalucía, SE).

[22] El apodo colectivo de los de Villanueva es precisamente este. Un cantarcillo dice: «Villanueva de Gómez / no tiene torre / que se la han echao en vino / los cardadores» (Mayoral Fernández, 110).

[23] Aunque García Calvo (29) añade otras triangulaciones del color: «¡Oh negra tú ciudad de chalanes y clerigalla y blanca solo en el sueño de Salamanca la blanca de cuatro carboneritos!».

[24] Análogamente, carril de los Carboneros (Añover de Tormes, SA), c.o de los Carboneros (Baltanás y Dueñas, P; Samir de los Caños y Rabanales, ZA), cuesta de los Carboneros (Aspariegos, ZA), Carrecarboneros (Villalcón, P), c.o Carboneros (Gordoncillo y Villacé, LE), c.o de Castrillo de Villavega a Osorno (P) o de los Carboneros.

[25] Un homónimo en Navas de Oro (SG) continúa como c.o de las Pegueras en el vecino Mudrián, por lo que puede aludir al sitio de obtención de la pez más que a los que en ello se ejercitaban: es frecuente en la Tierra de Pinares segoviana el topónimo Peguera con ese valor: Peguera Vieja junto al Cega.

[26] Si es que fuelle está aquí por fole (‘pellejo, odre; traslaticiamente gaita’); pero se abren otras posibilidades, pues en el vecino Codesal se fabricaban fuelles para el fuego (comunicación de Pedro Gómez Turiel); o bien una fuente que soltaba el agua a pulsos como el aire de un fuelle.

[27] Más ejemplos: c.o de Molineros (Regueras de Abajo junto al Órbigo, LE; Villar de Torre, LO); otro c.o de los Molineros pasa por Terradillos de Esgueva y Gumiel del Mercado. Cañada de los Molineros (El Castillo de las Guardas, SE); vereda de los Molineros (Valencia de las Torres, BA).

[28] En algunos casos, puede tratarse de un espejismo; la alusión será, no a los alfareros viandantes, sino a un punto de extracción de barro apto para hacer ollas, cántaros o botijos. Así pues, Botijeros podría presuponer *Barreros botijeros.

[29] Se plantea también la duda en topónimos como este o en los Grederos (Bernardos, SG), c.o de los Areneros (Castromocho, P) si la referencia es simplemente abundancial: un lugar donde se extraía barro blanco (greda, arena). Igual incertidumbre en sendero de los Yeseros, al N de Medina del Campo (VA).

[30] También puede interpretarse como un mero abundancial: lugar querencioso para las gangas. El topónimo Gangas es común: fuente Gangas (Villamuera de la Cueza, P), las Gangas (Bercianos del Camino, LE; Villaflores, SA).

[31]Cañada Merinera (Peñafiel, VA), cañada de los Merineros (Villanueva de Duero, VA: Sanz Alonso, 332), cañada de las Merinas (Cortegana, H), senda de las Merinas (Cebrones del Río, LE), vado de las Merinas (Hornachos, BA) y similares.

[32]«Andar escotero» es ir sin impedimenta, ligero de equipaje. Los guías de contrabandistas en el valle del Pas, que iban por delante, sin carga, eran denominados escoteros (Cotera, lám. 48). En algunos puntos, «camino de escoteros» equivale a senda estrecha, solo apta para caminantes; a veces se aplica a los caminos de herradura. En Fuenteguinaldo (SA), las ordenanzas de 1698 mencionan una rodera del Escottero (Herrero Prado, 553).

[33]C.º de [los] Gallegos (Monzón de Campos, P; Acebo, LE; Villalpando y Vezdemarbán, ZA; Coca y Cuéllar, SG), Carregallegos (Las Grañeras, LE), senda Gallega (Boada de Campos, P), carril de Gallegos (Jambrina, ZA), c.o del Gallego (Las Hormazas, BU).

[34]http://talbanes07.wordpress.com/ [consulta: 12/10/2013].

[35] Encuesta toponímica directa de Pedro Gómez Turiel. El carril Mourisco, también estrada Mourisca, es en Portugal una vía antigua, de origen romano, ya citado en un documento de 1172 («quomodo vadit recta via ad carril morisco et per ipsum mouriscum…», Alfonso Antón, 313).

[36] Una posterior reivindicación del camino ha dado lugar a un renacer artificial de la toponimia peregrina, con intención publicitaria o de promoción municipal. Pero son de indudable arraigo antiguo denominaciones como Rabanal del Camino, Estébanez de la Calzada; S. Martín del Camino, S. Miguel del Camino, Trobajo del Camino, Bercianos del Real Camino y S. Nicolás del Real Camino en León.

[37] En el cercano término de Santa Eufemia del Arroyo se menciona en un apeo de 1713 «la senda del ladrón» (Cañibano González, 18). El topónimo continúa en Villafáfila (ZA). El Itinerario Descriptivo Militar, de 1866, describe en Medina de Rioseco «un camino de herradura, llamado senda del Ladrón, que conduce a Portugal, y es muy transitado por los contrabandistas» (idm, VI: 49).

[38]C.º de los Contrabandistas (Corte de Peleas y Monterrubio de la Serena, BA; Ceínos de Campos, VA; Guadapero, SA), senda de los Contrabandistas (Arévalo de la Sierra y Torreárevalo, SO), portillo de los Contrabandistas (Jerez de los Caballeros, BA), pasada de los Contrabandistas (entre Gibraleón y Alosno, H, sobre el río Meca), el Contrabando (Entrala, ZA; Villamayor de Armuña, SA), fuente de los Contrabandistas (Azcamellas, SO), vega de los Contrabandistas (Moraleja, CC: Casillas Antúnez, 631).

[39] Son abundantes los ejemplos: c.o de los Ladrones (Frómista, P; Castronuño, VA), senda del Ladrón (Zarzuela del Pinar, SG; Villafáfil, ZA; Valdesandinas, LE), Carreladrones (Carrión de los Céspedes, P), sendero de los Ladrones (Tordesillas, VA: Sanz Alonso, 337), camino del Ladrón (Villalba de los Alcores y Olivares de Duero, VA), cerro Salteador (Villagarcía de la Torre, BA), vereda Ladronera (Arganda del Rey, M), cañada de los Ladrones (Villanueva del Río y Minas, SE), cuesta Ladrones (en el camino de Fitero a Cascante), arroyo de las Ladroneras (Cisneros, P), la Ladronera (Las Uces, SA; Pescueza, CC), Valdeladrones (Guijo de Coria: Casillas Antúnez, 630), fuente de los Ladrones (Brahojos de Medina, VA), c.o de los Facciosos (Casatejada, CC), c.o de los Requetés (El Pino de Tormes, SA).

[40]«Having travelled for at least five hours through a forest, in which, as we proceeded, my guide told me the names of the eminences to be passed, all distinguished by one generic term Confessionarios; implying, that on these the traveller would stand in need of a confessor to prepare him for his fate» (Townsend, II, 72).


Esta visualización es solo del texto del artículo.
Puede descargarse el artículo completo en formato PDF.

Revista de Folklore número 2014 en formato PDF >


Viandantes en la toponimia de los caminos

RIESCO CHUECA, Pascual

Publicado en el año 2014 en la Revista de Folklore número 2014.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz