Revista de Folklore

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DE PASO POR ALORA

GARRIDO PALACIOS, Manuel

Publicado en el año 1992 en la Revista de Folklore número 136.

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Puede descargarse el artículo completo en formato PDF desde la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Revista de Folklore número 136 en formato PDF >


Subo a Alora, Málaga, por una cuesta tortuosa que ofrece la blancura del pueblo poco a poco. Las calles son tan empinadas que, a unas cuatro de la tarde de un día caluroso, se debe meditar si a lo que se iba no sería mejor dejarlo para la noche o atacar el trayecto por etapas. Apenas hay quien vaya o venga: quizás el ciclista, que ni sube ni baja montado y la anciana que cruza como un péndulo de una acera a otra. En la hora sagrada de la siesta una abuela duerme al nieto en una casa. El trás trás de la silla me sale al paso como un latido. Imagino un patio fresco, recién aguado, lleno de cóleos temblones, ñames, aspidistras. Acuno la mochila en la sombra, me recuesto en la cal, me paro a escucharla:

Anda vete, anda vete,
cabrero loco,
que ni tu madre te quiere,
ni yo te quiero tampoco,
ea, ea.
Duérmete niño chiquito,
duérmete y no llores más,
que viene la reina mora
preguntando de casa en casa
cuál es el niño que llora.
ea, ea.

Si este niño se durmiera
yo lo echaría a la cuna,
con los piececitos al Sol
y la carita a la Luna,
ea, ea.
Duérmete, niño chiquito
duérmete y no llores más,
que viene el coco y te pilla,
te pilla y te matará,
ea, ea.
Este niño es muy chiquito,
dice que se va a dormir,
angelitos del cielo,
venir, venir,
ea, ea.

Llamo con los nudillos en la puerta. Doy una voz con los labios puestos en la hoja entreabierta:

-¡...ñora!

-¡Ya va!.

Siento pasos en el zaguán, manos que liberan la aldaba. Chirrían los goznes. Pido agua y me dejan que llene la cantimplora del grifo del patio fresco, poblado, además de las plantas que imaginaba, de un geranio, un rosal, un jazmín y una parra que lo cubre. Siestea un gato". Allí está la silla de anea en la que la abuela ha dormido al nieto. Me pregunta si voy o vengo.

-Camino.

Insiste en saber de mi oficio mientras me ofrece respiro y asiento.

-Aprendo.

-Hijo, pues para éso hay escuelas. ¿No fuiste atina cuando chico?

Sonrío. Le hablo de la nana y ella asiente:

-Ya te entiendo.

Y por si me supo a poco, me regala una ultima estrofa:

Anda vete, anda vete,
anda vete de mi acera,
anda vete que no quiero
que sufras más a mi vera,
ea, ea.

y remata con una canción religiosa:

Santísimo Sacramento,
que estáis tras la vidriera,
unos dicen que estáis dentro,
yo digo que dentro y fuera.

Con el sorbo de café que me da, ya cuajado el milagro humano de acoger al que pasa, fluye la charla y se pone a contarme cosas, monto que suele ser pedestal de honra donde los nativos colocan a su pueblo. Manda a una niña a llamar “al que más sabe de esto”, Pepe Rosas, y mientras, desgrana otras sabidurías, como la de curar un hueso lastimado, o un esguince:

-Se cuece agua en un puchero, se vuelca el cacharro en un plato y se colocan unas tijeras abiertas encima, rezando unas oraciones que no conoce nadie, que me fueron transmitidas en Jueves Santo por un familiar. Si el puchero chupa el agua, el enfermo cura, pero si la deja en el plato, no.

Las vecinas, curiosas de ver quién entró en casa de la abuela y no sale, vienen y se suman, por una parte deseando soltar lo que saben, por otra remisas a hacerlo con el primero que llega.

-Estas cosas son muy antiguas, ¿qué van a decir por ahí si luego vas y las cuentas?

Prueban mi interés, por cerciorarse, indicándome que suba al castillo, que tiene una puerta árabe y su romance:

-...de los primeritos que se hicieron; viene en los libros

tú que estás en par del río,
cercáte el adelantado
una mañana en domingo,
de peones y de armas
el campo bien guarnecido;
con la gran artillería
hecho te había un portillo.
Viérades moros y moras
todos huir al castillo:
las moras llevaban ropa,
los moros, harina y trigo...>

-Habrá tiempo -les digo.

-Bueno, dejarlo de paseos -me defiende Ana-, él querrá saber otras cosas, que para todo tiene que haber gente.

La mujer que justifica mi presencia en el patio tiene un "arte especial" para sacar cuerpos extraños de los ojos, según una testigo:

-Es tan buena quitando motas que yo la pondría en los cuernos de la Luna.

Como ven que atiendo como un párvulo y tomo mis notas, me ilustran todas a la vez en un desborde difícil de controlar:

-La culebrina es una erupción que sale en mayo, sea en los brazos, la cabeza o la espalda, porque alguien se tumbe en la hierba y haya pasado el bicho por allí; son pupas como quemaduras y duelen; yo la curo con limón, pólvora negra, pringue sin sal y unas palabras secretas que me fueron dichas al oído en Semana Santa. Con otro rezo quito la sapera y con tres hierbas la erisipela, no importa cuáles sean ni si nacieron en el campo o en un tiesto, pero han de cogerse antes de que soleen; también lleva su oración durante tres días...

-...que no se puede decir en voz alta -añade otra- porque son cosas del Señor.

Como viajo sólo con la mochila, tengo que prescindir de archivos y bibliotecas; mi intención es sacar adelante este tiempo de andanzas con lo justo, tres libros y los que compre al paso. A veces tiro de memoria otras releo a solas, o para todos, como hago aquí, lo que se dijo respecto a las virtudes de las hierbas: "...sorprenden, no solamente en su aspecto fantástico, sino en lo puramente medicinal, que en el mundo rural hay experiencia larga. Cuando uno recoge las hierbas y las identifica en el mundo botánico con su nombre casi siempre se encuentra que los científicos reconocen que tales hierbas tienen virtudes medicinales, pero resulta también que la hierba que el pueblo cree que sirve para una cosa, la terapeútica dice que sirve para otra".

Permanecen en silencio y escuchan, pero mi parada en el punto propicia el cruce de miradas y enseguida sacan sus terapias a oreo:

-Pues ninguna hierba hizo daño nunca a nadie, por lo menos aquí, y sí que alivió a mucha gente.

-Sepa que para el dolor de riñón se utiliza la que le llaman "del sillero" con pelos de mazorca, hervida y sin azúcar.

-Para adelgazar, el romero basto, que tiene un mal tomar.

-la zahareña es buena para llagas en el estómago, úlceras; se cuece amarga durante seis o siete días, se descansa y se repite caso de ver la cosa fea.

-El colorín en los niños ataca a los ojos; si se le pone en el cuarto un manojillo de zahareña, se alivian.

-La brótola macho es para evitar la caída del pelo, se lava la cabeza con ella y ya está.

-La batata de gamón quita los empeines de la cara.

De ésto sabe también Gregorio, que lo aprendió del padre y del abuelo:

-Al niño herniado –dice- lo llevan a la orilla del río Guadalhorce, abren un junco y se ponen a los lados un hombre y una mujer, que pasan al niño por la abertura repitiendo tres veces cada uno estas frases:

-Juan, con la gracia que tú tienes
y la que Dios nos dará,
te entrego este niño quebrado,
y sano me lo devolverás.

-María, con la gracia que tú tienes
y la que Dios nos dará,
te entrego este niño quebrado,
y sano me lo devolverás.

Era mi intención seguir camino hoy hacia otro lugar, pero la tarde cae, la charla se afianza y mi mochila ha sido llevada a la fonda donde dicen que voy a dormir. Reconforta comprobar que todavía existen pueblos, maravillosos pueblos.

Tomando el último desayuno con churros en el bar de la plaza, Pepe Rosas me cuenta una noticia de hace un par de siglos: que en una casa cercana se apareció un Cristo. Apuramos el café y vamos al sitio.

-Antiguamente –sigue- había aquí una fragua, y al herrero le estalló en la manos un trabuco que arreglaba, pero no lo hirió, dando el impacto de la pólvora en el muro, en cuyo desconchón apareció el Cristo pintado. Se le llamó el Cristo del Portal. No sé si los Escalona, buenos herreros de Alora, son familia de aquél que te digo.

El altar sostiene jarros con flores y cuelgan amuletos en las paredes.

-Aquí vienen muchas gitanas a traer sus milagritos y sus cosas; éstos ojos son de una persona que curó los suyos y se los ofreció de plata, una pierna, una burra, un cerdo, que igual sana a personas que a animales, y los que reciben el favor le traen un recuerdo. Cuando la guerra intentaron destruir la imagen ésta raspando la pared, pero no pudieron. Aquí nadie se lleva nada de lo que hay; la ermita está siempre abierta, menos por las noches, que la cierra una vieja que vive más abajo y que le prende mariposas en un tazón de aceite.

Pepe no quiere que deje Alora sin que conozca al artesano que construye las castañuelas. Ya con la mochila al hombro, venteando camino, paramos en su casa.

-Yo era carpintero de obra basta -se define-, hacía el arado romano, ya perdido por las máquinas, y me puse a lo de las castañuelas para poder comer. Era que en Málaga había un taller que le sacaba rendimiento a esto y me dije ¿esto cómo se hace?. Así que me traje un par de castañuelas que me tuvieron dando vueltas meses a ver por dónde les metía mano, que yo no conocía ni las herramientas que se usaban, y fui probando maderas hasta que di con un tronco de almendro amargo que tenía arrumbado, que pensé bueno por su dureza, sequedad y aguante, y luego ha resultado que es lo que mejor sonido saca. Pero éso lo veo ahora, entonces le daba forma, pero me sonaba a tabla, y quería ahondar tanto en la cazoleta que me pasaba y la rompía. Todo fue saliendo. Por ahí la hacen con broqueles, es más fácil; yo las hago a mano, una a una, a base de vaciarlas. Lo difícil no es sacar una, sino la pareja, que canten por igual, para lo que hay que darles el mismo grueso. Esto también me tuvo en jaque. No hacía sino escuchar la radio día y noche con el sonido metido en la cabeza. Nada más levantarme me iba ala madera y vuelta la burra al agua. También de noche me ponía en el patio a limar y probar. La vecina me decía por la mañana: "Juan, vaya nochecita que me has dado". El secreto de la castañuela lo pude pillar al fin, y no es más que un tope entre las dos hojas, si se quiere el sonido más fino, se le da mayor luz, si se prefiere ronco, menos. El que viene dice cómo le gustan y yo les doy ese sonido. Utilizo veintitantas herramientas, casi todas hechas por mí, gubias, cuchillas de regruesar, vaciar, pulir, cortar. A mi edad, ¿quién me iba a decir que sacaría la vida adelante con las castañuelas?. Ya ve, le ha tomado cariño al oficio y hasta me parece que antes nunca tuve otro, habiendo trabajado tanto, que yo me veía al borde de una mala circunstancia y aquí me tiene, fuera de ella gracias a lo inesperado. Mi hijo y mi mujer me ayudan a lijar y a barnizar, y vivimos de ésto. Con prisas, en una hora puede estar listo un par. Y cobro según: si entra por las puertas un inglés, le saco más, si es del terreno, lo justo.

Retorno el paso. Cruzo el Guadalhorce. Me acompaña el timbre de las castañuelas, el del almirez, el del roce de las manos por las pleitas, la voz del Divino, la escueta farmacia de Frasquita... Dicen que hoy termina el mes, ¿qué mes?. Igual es verdad. Empieza a estirarse el tiempo y a ser un día muy largo y otro muy corto, a ser todo diferente.



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DE PASO POR ALORA

GARRIDO PALACIOS, Manuel

Publicado en el año 1992 en la Revista de Folklore número 136.

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