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SOBRE EL CICLO FESTIVO CASTELLANO: EL CASO DE VALLADOLID

BLANCO, Carlos

Publicado en el año 1991 en la Revista de Folklore número 128.

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El cliché que más y mejor ha funcionado sobre la forma de ser del vallisoletano y, por extensión, del castellano, es el de un tipo seco, austero, fatalista, trabajador, lacónico y poco dado a bromas y chanzas. y todo ello además, interpretado como una forma bastante virtuosa de entender la existencia. Esta imagen tópica de la identidad castellana ha sido plasmada mil y una veces en ensayos de carácter literario que han contribuido a desdibujar la realidad y a dar como objetivo lo que sólo era una imagen subjetiva que, con el paso del tiempo, se fue asumiendo como el carácter general del castellano.

En todo pueblo, en todo grupo de personas con unas mismas vivencias históricas, económicas y sociales existen rasgos comunes junto con otros que no lo son tanto. Lo realmente difícil de percibir es la dimensión de ese contenido general. La proporción de los rasgos comunes que configuran el supuesto carácter de la comunidad.

Los clichés muestran, en el mejor de los casos, lo que se desea o no ser, nunca lo que en realidad se es o se deja de ser. De ahí la importancia del grado de verosimilitud que pueda darse a esos lugares comunes. En definitiva si son aceptables o no.

El creador de los caracteres generales de una comunidad no es el pueblo, sino la élite intelectual, política y administrativa. Un vallisoletano común es tan soñador, insumiso, ocurrente y divertido... como cualquier otro habitante de la península. Su índice festivo es el mismo que el de la comunidad que pasa por ser "la castañuela de España". Sin embargo, el castellano pasa por ser el más juicioso del patio. Y es posible que a fuerza de creérselo, haya terminado por avinagrársele el rostro.

A finales del siglo XV Valladolid se convierte en el más importante centro político de la corona castellana. Aquí se casan los Reyes Católicos y empieza a germinar el Estado Moderno. Nace una nueva Edad con una concepción distinta del mundo.

Hasta entonces los pueblos de la península ibérica celebraban un promedio de 120 días de fiesta al año, algo intolerable para los nuevos tiempos que se avecinaban.

Lo festivo empezó a menguar en la misma proporción en que avanzaba el Estado Moderno y se consolidaban los regímenes absolutistas. El mundo festivo cedía su terreno al incipiente de la producción. Ambas esferas eran incompatibles como demostraron los siglos posteriores, sobre todo el XVIII. Entonces la Ilustración acogotó todo cuanto tuviera tufillo a superstición -algo contrario a la recuperación que se perseguía-. Y no hay que olvidar que en la meseta la Ilustración se apoyó más en la expansión de los campos que en el progreso de las ciudades.

Castilla fué convirtiéndose en la guardiana del orden establecido, la matriz espiritual de España. Si desde Castilla se gobernaba y se imponían modelos de conducta era lógico pensar desde fuera que el habitante de estas tierras fuese la quintaesencia del modelo propuesto o, mejor, del impuesto. Un tipo responsable, serio, parco, de los que no se andan por las ramas: un remedo del vallisoletano Felipe II vistiendo jubón y alpargatas de esparto. Cuando en realidad el castellano de a pie ha estado siempre acomplejado por esa identificación con el centralismo opresor y por la indefinición palmaria de sus fronteras.

Y como siempre se tiende a ignorar todo aquello que no agrada, se extendió la especie de que el carácter del castellano era un mejunje a base de misticismo e hidalguía, que escapaba como alma que lleva el diablo de todo cuanto oliera a regocijos, zalamerías y fiestas. Al menos a esas fiestas que generaban desórdenes, que eran protagonizadas y fomentadas por el "lumpen"... Tanto se ha dicho, tanto se ha escrito sobre ello que a la fuerza se ha asumido como cierto.

Ahora los más famosos carnavales de España están a muchos centenares de kilómetros de aquí. Normal; lo mesetario es la cuaresma. ¿Pero cómo puede pensarse tal insensatez teniendo a tan impulsivo antepasado como el arcipreste Juan Ruiz?. "Provar todas las cosas el apóstol lo manda". Posiblemente sea más acorde esta sentencia, dicha con desparpajo por el de Hita, con la auténtica forma de ser del castellano, quien, al fín y al cabo, no tiene por qué ser tan distinto de los demás. Yerran quienes, como Machado, el viajero inmóvil, describen al castellano a manera de: "atónitos palurdos sin danzas ni canciones", según tantas veces se ha recordado que escribiera. Y nunca han faltado propagandistas que hicieran circular este tópico.

Una visión más detenida demuestra la "normalidad" y "homologación" del castellano con respecto a sus vecinos peninsulares. No sólo hay fiestas, algo por otra parte consustancial al hombre, sino también santos míticos e imposibles, extraños milagros, multitud de "Lourdes", Vírgenes negras, árboles sagrados, brujas, dragones, cuevas misteriosas y lugares mágicos. Un inquietante revoltijo del que poco se ha hablado y que ojalá contribuya a fomentar la sospecha de que el habitante de la meseta no está hecho con distinta pasta que los demás.

EL CICLO FESTIVO

La distinción entre fiesta grande o fiesta chica, que desde los tiempos más antiguos se ha venido haciendo, corresponde a la mayor o menor abundancia de acciones festivas y duración de las mismas. Otra cosa sería medir o valorar la intensidad de unas y otras. En caso de que tal cosa pudiera hacerse, posiblemente nos llevaríamos más de una sorpresa. Hecha esta salvedad entre lo cualitativo y lo cuantitativo convengamos en que, por lo general, todo pueblo posee una fiesta grande y otras más chicas distribuidas a lo largo del año.

Si llevamos a un gráfico las fechas de las celebraciones festivas populares, grandes y chicas, pronto veremos -en una primera mirada- cómo las "crestas" y las "depresiones" se suceden siguiendo bastante fielmente los ritmos laborales del ciclo agrícola-ganadero, que, no por casualidad presentan una total compatibilidad con las viejas "Cuatro Témporas" del año litúrgico. Dos grandes "crestas" aparecen en ese gráfico de actividad festiva: Mayo-Junio y Agosto-Septiembre. En el caso de las fiestas grandes, Mayo-Junio condensa el 38% de las celebraciones populares mientras que Agosto-Septiembre tiene el 42% del total. El 20% restante se distribuye entre los otros ocho meses del año. Algo muy similar puede apreciarse en el gráfico de las fiestas chicas, aunque aquí sí observamos cierta actividad en los meses de Octubre, Noviembre y Diciembre, en torno a festividades como las de la Virgen del Rosario, tradicional advocación de pastores, San Martín, tiempo de matanzas o las de Navidad en Diciembre.

Mayo y Junio no son meses de mucho trabajo para los hombres del campo, especialmente para quienes hayan sembrado cereal. Tan solo los que tengan remolacha andarán algo ocupados con el estresaque y el riego. Otro tanto puede decirse de los meses de Agosto y Septiembre, sobre todo desde mediados de Agosto. Para la Virgen y San Roque los labradores de cereal han tenido ya que acabar de cosechar y de recoger la paja, mientras que en Septiembre, los que no anden ocupados con la vendimia, sólo han de sacar la patata sembrada en Abril. Por el contrario el mes de Julio es el de más trabajo ya que por Santiago han de comenzar las labores de recogida de la cosecha de cereal y esta circunstancia explica la "depresión" festiva de este mes en el gráfico de actividad.

Mayo y Septiembre son también meses de romería, de peregrinación a una ermita o santuario. Mayo condensa el 30% de las romerías del año mientras que Septiembre llega casi al 45%. Abundan las advocaciones marianas en una proporción de tres cuartas partes. A los cristos se les venera en mayor medida a últimos de Abril y en Mayo, coincidiendo con la fiesta de la Cruz. Algo más del 34% de las romerías son también patronales y se celebran como fiesta grande del pueblo.

A veces un Santuario puede congregar en romería a varios pueblos de una misma zona. Su ámbito de influencia junto a las mayores dimensiones arquitectónicas los distingue de las ermitas, que además suelen estar dedicadas a una advocación local.

Marzo es el único mes prácticamente desprovisto de fiestas, y ésta no es una particularidad de la provincia de Valladolid, ni siquiera de Castilla. Ocurre así en toda la península; las Fallas de Levante, en torno a San José, son la única excepción. Las Fiestas marcan el ciclo vital de las comunidades, el ciclo anual que en lo referente a lo festivo empieza y termina en Marzo, o mejor, en la primavera, porque es más exacto dividir el ciclo anual en sus estaciones. Julio Caro Baroja lo explica muy bien comparado el ciclo anual con el ciclo vital cuando dice: "considerando las estaciones (el año) se abre con la primavera, con la infancia y la juventud, hasta el solsticio de junio. Sigue con el estío, que es la madurez y termina con el otoño y el invierno; este último es, propiamente, la vejez y la muerte".

Una explicación a esa falta de celebraciones festivas populares en Marzo estaría en que este mes constituye una pausa entre el fin de un ciclo festivo y el principio de otro. Ese momento en el que la serpiente, la vieja imagen griega del ouroboros, muerde su propia cola. El año, que no tiene por qué iniciarse en Enero, no es más que un tiempo en el que los ciclos se suceden unos a otros complementándose.

No hay nada caprichoso en este interesante tema de las fechas de las festividades y aunque ahora hay cierta tendencia a trasladar las fiestas a los fines de semana y al verano, con objeto de que haya más participación y visitantes, lo cierto es que no siempre estas medidas, que con frecuencia han levantando muchos recelos, resultaron del agrado de todos. Cabría recordar aquí los casos de VILLAGARCIA DE CAMPOS, donde el cambio en 1986 de la fiesta de San Blas al domingo más próximo fue un desastre. O en POZALDEZ donde también se intentó desplazar en 1982 la festividad de San Boal al fin de semana más próximo. Otro tanto ocurrió en POZUELO DE LA ORDEN con las fiestas de Santa Ana.

LAS PEÑAS

Prácticamente no hay pueblo de la provincia de Valladolid que no tenga alguna peña; suelen nacer y morir al calor de las fiestas patronales y en muchos casos son el único medio de aportar a la fiesta animación y ambiente. Para crear una peña -en algunos pueblos como en BAHABON las llaman cuadrillas- basta con reunir un grupo de amigos, buscar un local y preparar limonada con la que obsequiar a los visitantes. Es costumbre generalizada comenzar las fiestas con un desfile de peñas y visita a sus locales que suelen ser bodegas, paneras o incluso garajes. La decoración cuenta tanto como la buena limonada y cada cual aporta sus gustos, algunos más que discutibles, porque lo que se pretende es diferenciar la propia peña de las demás. MEDINA DE RIOSECO aporta una característica común, cubren techo y paredes de la peña con ramas de chopo recién cortado, así no solo consiguen un agradable adorno, sino también un efluvio ya muy peculiar para ellos: el olor a peña de las Fiestas de San Juan.

En una encuesta que realicé entre cuarenta animadores culturales de la provincia de Valladolid definieron por abrumadora mayoría como abierto el carácter de las peñas. Habría que hacer una matización en el sentido de que el carácter de las peñas se va cerrando a medida que aumenta la edad de sus miembros. Por lo general las abiertas son las de los jóvenes y las cerradas, las de los casados. En todo caso las peñas cumplen con el propósito fundamental de conseguir una participación comunitaria y activa en la fiesta donde el hombre, en vez de ser destinatario, ha de ser protagonista y co-partícipe. Las peñas aportan a la comunidad una especie de lenguaje orgánico sin el que sería imposible la fiesta. Un lenguaje y una actitud basada sobre todo en el derroche, en el desprendimiento y en la generosidad.

La denominación de la peña es otro factor de distinción. Al hacer una clasificación -para ello catalogué cuatrocientas peñas de la provincia de Valladolid- veremos enseguida que los nombres que más abundan son los que podríamos llamar castizos o costumbristas del tipo: "La alpargata", "El trillo", "El torrezno", "La herradura" o "El porrón". Sin dejar de lado los taurinos como "la capa" o "El burladero".

Son numerosos los nombres relativos a los animales, principalmente aves, y dentro del grupo, cierta predilección por los "halcones", aunque también hay "murciélagos", "águilas" y "azores". Dentro de la fauna marina -un subgrupo importante- destacan por su número las denominaciones de "sardina" y "delfín".

Dejemos el Zoo para ocuparnos ahora de los.nombres propios. Llama la atención la absoluta convivencia ecuménica entre deidades como "Zeus", "Minerva", "Venus" y "Argonautas" y santos del pelaje de "San Canuto", "San Blas" o "San Bartolo". También cohabitan dentro del mismo saco peñas ilustradas como la llamada "Montesquieu", con otras muy zarzueleras tal que "Don Pepito" o "La Pacheca".

Otro grupo importante es el formado por calificativos del tipo "Los Fantasmas", "Los guarros", "Los piratas", "Los golfos", "Los Elegantes", o "Los vagos". También hay peñas que podriamos decir neológicas, con extraños nombres como "Tuluski", "Isafoles" o "Kevis". La mayoría proceden de la unión de las primeras letras de peñas que se han fusionado, por ejemplo "Capichi" vienen de las iniciales de "Capote", "Pichis" y "Chispas".

Por último las hay también con nombres de lugares sin prejuicios geográficos: "Chamberí", "Boston" o "Los lavaderos". Tenebrosas: "Animas", "Calaveras" o "Infierno". Tampoco faltan, entre las peñas de Valladolid, denominaciones que podríamos llamar coyunturales, del tipo: "Rumasa", "Crack", "Jomeini"" o una muy reciente: "K.I.O.".


LAS COFRADÍAS

La provincia de Valladolid aún tiene un número importante de cofradías religiosas, aunque cada vez sea menor su incidencia en la comunidad y sus actividades vayan disminuyendo cuando no desapareciendo. Su función no sólo consistió en propiciar una vida devota a los hermanos sino que también cumplían labores sociales, tales como asistir a los enfermos y enterrar a los muertos.

En la actualidad las cofradías que gozan de mejor salud son las patronales. La propia inercia ha hecho que sus actividades se complementen con las de la fiesta. Otras que también han conseguido sobrevivir con cierta pujanza, sin duda por su carácter gremial, son las de San Isidro; Innumerables pueblos hacen misa y procesión en su honor a mediados de Mayo.

En los últimos años se está experimentando un sorprendente resurgir de las cofradías de Santa Agueda. Un caso paradigmático es el de MEGECES, donde un carpintero jubilado tuvo que hacer en 1987, por encargo de la mujeres, una nueva imagen de la santa basada en otra que veneraron hace muchos años. En grandes núcleos de población, como en MEDINA DEL CAMPO, la cofradía de Santa Agueda participó de cierto carácter gremial al estar apuntadas a ellas todas la mujeres que trabajaban en los telares.

Pero por lo general el mundo de las cofradías va decayendo año tras año. En algunos pueblos aún conviven las servidas por hombres, con las de mujeres y las mixtas, pero sus hermanos son ya escasos y muy mayores. Están ya lejos aquellos tiempos de hace doscientos años cuando hasta la más pequeña aldea tenía Cofradías del Corpus, del Cristo, del Señor, del Santísimo, del Sagrado Corazón, de la Purísima, de los doce Apostoles, de las Animas, del Suspiro, del Santo Sepulcro... por citar algunas que ahora ya agonizan.

Existe una abundantisima documentación dispersa y hasta ahora no muy ordenada en los archivos parroquiales de la provincia. Cada cofradía tuvo libros de cuentas, estatutos, inventarios y actas de reuniones que constituyen un material imprescindible para llegar a conocer la vida y sociedad del mundo rural de Valladolid.

En líneas generales los libros de cofradía contienen tres apartados. Los relativos a las reglas de la cofradía, al culto y al inventario de bienes. En el primer apartado se reglamenta todo cuanto tiene que ver con el ingreso de los hermanos, su contribución económica, penas y amonestaciones a cofrades, deberes sociales de los hermanos para con los enfermos y fallecidos. En cuanto al culto, se fijan el número y días de las confesiones de los hermanos, las honras, vísperas y misas al patrón, las obligaciones de mayordomos y muñidores. Los inventarios contienen todos los bienes de la cofradía consistentes en estandartes, cruces procesionales, blandones de cera, hacheros, varas con tarjeta o insignia del santo.

LOS TOROS

Alrededor del 45% de los pueblos de la provincia de Valladolid hace algún tipo de juego con el toro, como antiguamente se llamaba a la corrida, siendo la capea y el encierro las variantes más habituales. En los sitios de tradición los toros son el ingrediente fundamental de la fiesta, hasta el punto de que pueden llegar a gastar las tres cuartas partes del presupuesto económico dedicado por el ayuntamiento a festejos.

Los meses de Agosto y Septiembre consumen el 60% de los festejos taurinos de todo el año. Mayo y Junio también tienen toros en sus fiestas, y ya en mucha menos proporción los restantes meses, incluso en Noviembre, por San Clemente, se hacen capeas.

Sin entrar en las consideraciones -tan en voga últimamente- del toro como animal totémico que se sacrifica para asegura la fertilidad y la virilidad de los "toreadores", sí puede asegurarse que para los que juegan con el toro en sus variadas formas, no se trata de un espectáculo -como para los que van a la fiesta para conocerla- sino un momento importante donde se demuestra y se pone de manifiesto el valor y la hombría de cada cual. Hay auténticos especialistas en las distintas formas de jugar con el toro. Esquivar, dominar, trastear, burlar, conducir o cortar son algunas suertes que hacen de manera magistral varias docenas de aficionados en la provincia de Valladolid.

Puede creerse que una determinada modalidad taurina es exclusiva de una zona concreta. Incluso que alguna de estas suertes no se practican en la provincia de Valladolid. Sin pretender ser exhaustivo puede decirse, valgan como ejemplos, que "espantes" o encierros campo a través con caballos suelen hacerse en ALAEJOS, CASTRONUÑO, FRESNO EL VIEJO, MAYORGA, MEDINA DEL CAMPO, MONTEMAYOR DE PILILLA, PALAZUELO DE VEDIJA y PORTILLO. toros y vaquillas enmaromados se corren en CIGALES, MORALES DE CAMPOS, MUCIENTES, PALAZUELO DE VEDIJA y VILLAVICENCIO. Vaca de fuego en NAVA DEL REY y toro del alba en OLMEDO.

Encierros -incluso infantiles- capeas y probadillas son comunes a todas las fiestas con toros."Como curiosidad cabe decir que también la ciudad de VALLADOLID tuvo sus encierros, y las aguas del Pisuerga a la altura de las Moreras fueron testigos, hace poco más de doscientos años, de multitudinarios chapuzones de reses bravas y fornidos mozos que aún en el agua intentaban capear algún cornúpeta.

GEOGRAFIA MAGICA

¿Quién iba a decir que estas tierras de páramos y llanuras también contenían reliquias, fuentes milagrosas, árboles sagrados, enclaves templarios, cristos y vírgenes milagrosos? La tradición ha mantenido durante siglos determinados lugares en los que se puede entrar en contacto con las esencias divinas o sobrenaturales, y no son exclusivos tales emplazamientos de bosques y montañas. También Valladolid -como Galicia- tiene parajes sagrados puestos bajo la advocación de algún Cristo, Virgen o Santo que hace prodigios en contacto con las piedras de las peñas, el agua de los ríos y lagunas o los árboles de los bosques; todos elementos mágicos desde la antigüedad. No hay que hilar muy fino para darse cuenta de ello.

¿Acaso no es la Virgen la dama más principal y el dragón un lagarto con alas? Pues bien, cuenta la tradición que un enorme lagarto custodiaba en una cueva a la tordesillana Virgen de la Peña, en la vega del Duero, hasta que un pastor ¿San Jorge? , la libró de la cautividad del terrible saurio. Un tema arquetípico del que por lo visto tampoco se libra el "sensato" y "realista" paisano de esta parte del Duero. Y de una leyenda a una rigurosa historia. Sobre la cueva de una virgen se construyó por dos veces el monasterio de la Armedilla. En el interior de esa cueva excavada en la roca, se adoraba una virgen negra que ahora puede verse en la parroquia de COGECES DEL MONTE. Se trata de una imagen ya muy deteriorada fechada en el siglo XII que veneraron en la Armedilla Cistercienses y Jerónimos. Ya ven. Una virgen negra en COGECES, como la reina de la montaña mágica de Monserrat. O como Isis, Cibeles y Démeter que también fueron representadas negras con frecuencia. ¿Restos de paganismo? Es difícil de decir, pero lo que sí saben los iniciados es que el color negro es el utilizado para simbolizar a la tierra primitiva.

La religión ha consagrado todo lo que no puede prohibir y si los santos y las vírgenes se han aparecido junto a pozos, montículos o árboles, es porque sin duda son lugares sagrados, ejes del mundo a los que la tradición ha otorgado una sacralidad capaz de sobrevivir por encima del tiempo y los cambios. No puede ser casualidad cuando hay tantos casos. Los espacios sagrados son tan exactos que cuando a una imagen se la ha querido cambiar de ubicación ha vuelto siempre al punto de partida. Los de ALAEJOS saben que la Virgen de la Casita prefirió su humilde cobertizo a un santuario de mayor factura pero lejos de la retama donde se había aparecido.

Es como si las vírgenes milagrosas y aparecidas necesitaran lengüetazos de humedad para obrar sus prodigios. Damas que luego resultaron ser la Virgen María se han manifestado junto a fuentes o lagunas en PEDRAJAS DE SAN ESTABAN, VILLALBA DE LOS ALCORES, ALDEALVAR, GALLEGOS DE HORNIJA, ALDEAMAYOR DE SAN MARTIN, CIGALES, OLMOS DE ESGUEVA, VALDENEBRO DE LOS VALLES, TORDESILLAS, AGUILAR DE CAMPOS, OLMEDO... Y del agua, fuente de vida, al árbol, símbolo de la vida en perpetua evolución; porque también ha habido apariciones de la virgen a pastores, y junto a árboles en MORALES DE CAMPOS, ALAEJOS, CASTRILLO TEJERIEGO, CANILLAS DE ESGUEVA, MOJADOS, POZAL DE GALLINAS... ofreciendo su amparo y protección a los sufridos mortales. Cristos, vírgenes y santos que se han multiplicado para obrar también milagros y prodigios en MORALES DE CAMPOS, VILLACO, PEDRAJA DE PORTILLO, MEDINA DE RIOSECO o VILLALON...

Y no se trata de hacer grandes exhibiciones o profecías sobre la inminente conversión de los infieles del Este. Maldita la gracia que puede hacerle a un labrador ver dar vueltas al sol si con eso no llueve. En Valladolid para consuelo de agobiados campesinos hay Vírgenes que traen lluvia en épocas de gran sequía; pregunten si no en CABREROS DEL MONTE, SAN PEDRO DE LATARCE o VILLAESPER... todos, no es para menos, pueblos de Tierra de Campos y suelo de secano. El Cielo sabe lo que hace. Baste decir que también hay un Cristo de lluvia en NUEVA VILLA DE LAS TORRES, zona de los páramos del Esgueva y, como no, también de secano...

Valladolid tiene enclaves, lugares o parajes mágicos repartidos por toda la geografía provincial. Sin embargo, al hacer recuento, parece existir una tenue predilección por la monda comarca de Tierra de Campos. Sólo allí se veneran tres reliquias: una espina sagrada de la corona de Cristo se guarda no sólo en el famoso monasterio de la Santa Espina, que hay entre TORRELOBATON y URUEÑA, sino también en BARCIAL DE LA LOMA. Por su parte VILLAMURIEL tiene el honor de custodiar en su parroquia una auténtica astilla de la cruz de Cristo.

Una misteriosa cadencia recorre la pelada comarca. Un dato más que refuerza el insospechado carácter mágico de la Tierra de Campos. De los diez asentamientos templarios que tuvo la provincia de Valladolid, además del convento de la capital, ocho se sitúan en esta comarca. Si es cierto que, como dicen algunos autores, los misteriosos frailes blancos de la cruz roja buscaron para sus posesiones lugares donde pudieran contactar con el conocimiento esotérico y la búsqueda ocultista, la vallisoletana Tierra de Campos es un paraje tan mágico y sobrenatural como el Maestrazgo o las Alpujarras... No hace falta entrar en más detalles, salta a la vista.



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SOBRE EL CICLO FESTIVO CASTELLANO: EL CASO DE VALLADOLID

BLANCO, Carlos

Publicado en el año 1991 en la Revista de Folklore número 128.

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