Revista de Folklore

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La tradicionalización de las músicas populares urbanas a través de las comparsas en Peñaranda de Bracamonte (Salamanca)

SANCHEZ RODRIGUEZ, Virginia

Publicado en el año 2020 en la Revista de Folklore número 456 - sumario >

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* La elaboración de este trabajo, y otras investigaciones en torno a la música de comparsas en la localidad de Peñaranda de Bracamonte, no habría sido posible sin los testimonios de Miguel Alfayate, director de la Comparsa Peñarandina e hijo del director de la Panda de Fidel «el Humorista», así como de José García y a Paulino Nieto, componentes de la Comparsa Peñarandina. Gracias a todos ellos, vecinos de Peñaranda de Bracamonte, por su siempre amable disposición en favor de la música del pueblo.

Resumen

La geografía española está repleta de manifestaciones musicales tradicionales, con numerosas particularidades y rasgos propios. Sin embargo, la identidad cultural de un pueblo también puede acoger otras manifestaciones más contemporáneas que, por una u otra razón, se han convertido en una parte indivisible de su idiosincrasia. De acuerdo con esta circunstancia, en este trabajo ofrecemos un acercamiento al modo en que un repertorio que no cuenta con un origen ancestral se ha convertido en una parte de la identidad de un pueblo a través de un caso de la localidad de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca).

Palabras clave: Patrimonio musical inmaterial, comparsas, coplas, Peñaranda de Bracamonte, Salamanca (España).

The traditionalization of Popular Music throughout Comparsas in Peñaranda de Bracamonte (Salamanca)

Abstract

The Spanish geography is full of traditional musical manifestations, with many peculiarities and features. However, the cultural identity of a people can also accommodate other more contemporary manifestations that, for one reason or another, have become an indivisible part of their idiosyncrasy. According to this circumstance, in this paper we offer an approach to the way in which a repertoire that does not have an ancestral origin has become a part of the identity of people throughout a case of the city of Peñaranda de Bracamonte (Salamanca, Spain).

Key words: Intangible Musical Heritage, comparsas, coplas, Peñaranda de Bracamonte, Salamanca (Spain).

1. Introducción

A pesar de las diversas líneas de investigación musical existentes en pleno siglo xxi, las músicas populares parecen ser, aún en la actualidad, las manifestaciones menos valoradas en algunos círculos, especialmente en el caso de aquellas circunscritas al contexto tradicional. Eso ha motivado que, durante décadas, la música popular de carácter oral de las distintas regiones de España, el folklore, sufriera cierto menosprecio e incluso fuera obviada de los estudios, en favor de otras temáticas con un perfil más histórico.

Sin embargo, en la actualidad no solo se puede disfrutar de una revitalización de las investigaciones sobre esta temática folklórica sino que, con la urbanización de la sociedad, se ha llegado a producir un proceso de «tradicionalización» de manifestaciones que, sin estar amparadas en un arraigo de décadas o siglos, son consideradas ya una tradición por parte de la población. Tal es el caso de algunos testimonios de las músicas populares urbanas de perfil hispano, como las coplas, los pasodobles o los cuplés. Si hoy en día preguntamos qué tipo de música son los temas «Ojos verdes», «Paquito, el chocolatero» o «El relicario», la mayor parte de la población señalaría que se trata de música que forma parte del imaginario tradicional, a pesar de que las tres canciones fueron compuestas durante el siglo xx como parte del ocio urbano.

La asimilación y difusión del repertorio urbano como tradicional a las que nos venimos refiriendo contaron con un momento de máximo esplendor durante el franquismo (1939-1975). Durante el régimen de Franco, las melodías de carácter oral y las canciones urbanas de perfil hispano fueron, a partes iguales, los testimonios sonoros más promovidos por las altas esferas y los más escuchados por el pueblo. Por un lado, este repertorio era habitual en los conciertos ofrecidos las mañanas de los domingos, al aire libre, en el Paseo de Recoletos y en el parque del Retiro de Madrid, en su correspondiente adaptación bandística. Por otro lado, las canciones tradicionales y las procedentes del contexto urbano español eran las más programadas en la radio y las más interpretadas por los artistas más exitosos del momento, independientemente de si esos cantantes eran intérpretes vinculados a la tradición o a la modernidad[1]. Asimismo, los números musicales de show con este perfil también fueron los mayoritarios de las películas elaboradas durante el franquismo; es decir, frente a la minoría de testimonios vinculados con la música de concierto, el perfil popular fue el protagonista de las actuaciones llevadas a cabo como parte de los films del momento.

De acuerdo con esta situación, en el presente estudio proponemos un acercamiento a un caso de «tradicionalización» del repertorio urbano acaecido en la provincia de Salamanca, concretamente en la localidad de Peñaranda de Bracamonte. En los años cincuenta, esta población acogió una eclosión de comparsas[2], agrupaciones musicales de carácter festivo que contribuyeron a la popularización del repertorio urbano a través de la sustitución de las letras de las canciones por coplas de temática local. En concreto, en este trabajo ofrecemos un acercamiento a las particularidades de este repertorio y al modo en que estas canciones se han hecho un hueco como parte de las manifestaciones musicales más tradicionales en la localidad. Para ello, nos acercaremos a una selección de temas musicales originalmente concebidos en la década de 1950 por las comparsas de la ciudad y vigentes en la actualidad gracias a la Comparsa Peñarandina[3], una agrupación local destinada a la recuperación y a la divulgación de este repertorio. Asimismo, también tendremos en cuenta los testimonios de los informantes a los que hemos acudido para obtener más información sobre esta temática.

2. Peñaranda de Bracamonte y el origen del fenómeno de las comparsas

Peñaranda de Bracamonte es una ciudad situada al Nordeste de la provincia de Salamanca, a 40 Km de la capital charra, con una población de algo más de seis mil habitantes[4]. La localidad está situada en una situación geográfica privilegiada, un cruce de caminos entre Salamanca, Ávila y Medina del Campo. Esta ubicación determinó, en el pasado, la celebración de un mercado[5] semanal, convertido en uno de los principales motores económicos y humanos del poblamiento de esta localidad hasta la actualidad. La población es cabeza del partido judicial al que da nombre, algo que ha determinado que su desarrollo comercial y económico siempre haya dependido de la comarca.

Aunque el momento histórico y cultural más relevante para la localidad tuvo lugar en torno a la figura de don Gaspar de Bracamonte y Guzmán[6] (1595-1676), III conde de Peñaranda, el siglo xx significó un período crucial en la actual configuración social y cultural de la localidad y en el desarrollo del repertorio musical que nos ocupa en la presente investigación. Uno de los acontecimientos más notorios fue la concesión, por parte del rey Alfonso XIII, del Título de Ciudad, por Real Decreto del 9 de junio de 1908[7]. Posteriormente, y a pesar de las dificultades económicas y de la disminución de la población durante las décadas de 1910 y 1920, la década de los años treinta supuso una mejora económica en la localidad gracias a la apertura de varias fábricas y a la llegada del ferrocarril hasta Madrid, lo que también determinó el crecimiento del sector servicios y el de la hostelería. Por su parte, los años cincuenta fueron un momento de aún mayor esplendor gracias al incremento del sector de la industria, lo que significó una excelente situación económica que se prolongó hasta finales del siglo xx, siempre en convivencia con el sector servicios tan en auge en la ciudad gracias a su estratégica ubicación geográfica.

Desde el punto de vista musical, cabe decir que Peñaranda de Bracamonte no cuenta con un gran arraigo del folklore de carácter oral, de la misma forma que la localidad tampoco ha sido seleccionada en el pasado siglo como enclave para la recopilación de melodías tradicionales (Sánchez Rodríguez 2018, 53-77). Probablemente esto tenga que ver con el desarrollo urbano de la localidad. Sin embargo, la localidad cuenta con una manifestación musical propia basada en canciones de temática local, que es desarrollada en la actualidad gracias a la Comparsa Peñarandina.

La Comparsa Peñarandina es una agrupación musical, formada por aficionados, que ameniza las calles de la localidad desde el año 1982 hasta nuestros días. Sus actuaciones musicales se llevan a cabo durante las tardes de Nochebuena y Nochevieja en la localidad, a modo de pasacalles, acompañados por numerosos vecinos de la población. En concreto, esta agrupación interpreta un repertorio que no goza de un origen remoto pero que cuenta ya con varias décadas de arraigo, pues se trata de canciones que fueron popularizadas en la década de 1950 por parte de comparsas anteriores. Es decir, el interés del repertorio que aborda el actual grupo radica en su relevancia histórica y sociocultural, algo que tiene que ver con la participación social de las comparsas en el pasado de Peñaranda de Bracamonte y con el contenido local de las canciones, que reflejan el modo de vida y las costumbres propias de la citada localidad en el momento de su creación, décadas atrás. Por tanto, el repertorio que actualmente interpreta la Comparsa Peñarandina presenta un elevado valor desde la perspectiva etnomusicológica. No obstante, cabe decir que los temas que interpretan no son un dominio exclusivo, sino que son conocidos y compartidos por el resto de vecinos, que entonan esos mismos cantares durante el recorrido musical que llevan a cabo en las citadas fechas navideñas.

Aunque se tiene constancia de la presencia de comparsas en la localidad desde 1906 (Coplas de las Comparsas de Peñaranda 1990, 10), lo cierto es que el fenómeno de comparsas en Peñaranda de Bracamonte con el sentido actual sienta sus bases en la década de 1930, momento en que estos grupos aparecen vinculados a la fiesta del Carnaval. Sin embargo, con el estallido de la Guerra Civil (1936-1939), la celebración de esa festividad se interrumpió y, del mismo modo, las comparsas quedaron latentes. Es en la década de 1950 cuando se vuelven a localizar ejemplos de comparsas en las calles de Peñaranda de Bracamonte, coincidiendo con la paulatina recuperación económica y social de la localidad, dejando atrás los efectos de la guerra y el luto por la explosión del Polvorín[8]. Sin embargo, la gran novedad de las comparsas de 1950 es que, frente a la vinculación carnavalesca de las comparsas en su inicio, estas agrupaciones musicales de carácter festivo comienzan a quedar asociadas, principalmente, a fechas navideñas, siendo éste uno de los rasgos que las diferencian de otras manifestaciones similares desarrolladas en el territorio nacional.

En cuanto a su perfil, las comparsas peñarandinas de los años cincuenta del siglo xx eran agrupaciones mixtas de aficionados que cantaban al unísono con el acompañamiento de instrumentos de percusión como base rítmica, como zambombas, botellas, almireces o panderetas, entre otros. Al no contar con formación musical, en lugar de componer nuevas melodías, adaptaban e interpretaban canciones preexistentes. Se basaban en conocidos chotis, boleros, coplas o pasodobles a los que cambiaban su letra original por una nueva coplilla de temática local: críticas por el mal estado de la localidad, letras que ensalzan la belleza de su patrimonio o coplas de carácter publicitario para destacar las bondades de los comercios y las tabernas. Es decir, en lugar de recurrir a la inventiva melódica, los componentes tomaban las canciones que estaban de moda en la época y, sobre su melodía, adaptaban una nueva coplilla.

En torno a esta última circunstancia, es importante reiterar que, además de adaptar canciones preexistentes, las distintas agrupaciones realizaban un recorrido por los diferentes establecimientos hosteleros de la localidad en Nochebuena, Nochevieja y Año Nuevo, coincidiendo con el retorno de aquellos peñarandinos que trabajaban fuera de su localidad y que regresaban para reunirse con su familia. De este modo, esta actividad resultaba un gran reclamo comercial para bares y tabernas, pues eran numerosos los vecinos que acompañaban a estos grupos en su recorrido por los diferentes locales, donde interpretan sus divertidas coplas a cambio de un pequeño aguinaldo.

En la década de 1950, eran varias las agrupaciones que respondían a estas características de las comparsas y que formaban parte de esta tradición navideña. Las más populares eran La Gran Orquesta Tarzán y La Panda de Fidel «el Humorista». Estas dos pandas gozaron de una gran trascendencia en cuanto a la difusión de sus canciones, a pesar de que también hubo otras comparsas, como La pandilla o La panda de El Chilo. Sin embargo, esta tradición navideña sufrió un parón a lo largo de la década de los años sesenta y setenta. Las mejoras económicas y el desaliento de los miembros de las diferentes agrupaciones fueron las principales causas de la pérdida del fenómeno, según han podido confirmar nuestros informantes.

Ahora bien, durante los años en que estas agrupaciones no actuaron públicamente, sus canciones no cayeron en el olvido, pues los vecinos recordaban, con cariño, aquellas creativas coplas. Con la intención de recuperar ese repertorio, en el año 1982 se creó la actual Comparsa Peñarandina con la intención de recuperar esas canciones, consideradas como testimonios del patrimonio musical inmaterial de la localidad. La actual Comparsa Peñarandina, dirigida por Miguel Alfayate, hijo de Fidel «el Humorista» –director de una de las pandas más célebres, citada previamente–, tomó, desde entonces, el testigo para mantener vigente una tradición que remite a las comparsas de los años cincuenta de carácter aguinaldero y que mantiene vivo un repertorio musical basado en las canciones y en esas nuevas letras creadas en aquellos momentos.

Es decir, los cantos creados en los años cincuenta, basados en la inserción de nuevas coplas locales en melodías preexistentes, cuentan con vigencia social y cultural en la localidad y son compartidas por sus gentes. De acuerdo con lo comentado hasta el momento, ¿sería posible considerar el repertorio de comparsas de Peñaranda de Bracamonte como un vestigio tradicional si, tal como hemos expuesto, se trata de canciones urbanas, preexistentes, a las que las agrupaciones modificaban la letra por una copla de temática local?

3. El repertorio de las comparsas en Peñaranda de Bracamonte: ¿testimonios tradicionales o testimonios urbanos?

¿Sería apropiado afirmar que la música gestada por las comparsas peñarandinas de la década de 1950 constituye un elemento de la cultura tradicional y, por ende, un testimonio del folklore? A pesar de que sus coplas y melodías no cuentan con raíces remotas de carácter histórico, ni con una trascendencia de siglos previos, lo cierto es que, hoy en día, éste es un repertorio arraigado, considerado una seña de identidad para los vecinos de Peñaranda de Bracamonte. El motivo se debe, entre otras razones, a que los miembros de las comparsas realizaban una labor artesanal, adaptando canciones que gozaban de notoriedad en su momento con la incorporación de letras de composición propia. De este modo, los temas resultantes mantenían las famosas melodías de las canciones originales, pero incluían matices de la personalidad de Peñaranda de Bracamonte y de señas reconocibles por todos los vecinos, lo que contribuía a una labor de unidad e historia común de la ciudad.

Como estamos comentando, el repertorio de las comparsas de los años cincuenta que hoy en día se mantiene –gracias a la oralidad y a la interpretación de estos sones por la Comparsa Peñarandina– se basa en unas canciones que cuentan con una letra original sobre una base melódica preexistente creada a mediados del siglo xx como parte de géneros propios de la música popular urbana o de la música ligera, en su gran mayoría. Tras la realización de un acercamiento al citado repertorio, principalmente a través de la interpretación de estas canciones durante la época navideña gracias a la agrupación que acabamos de citar, podemos afirmar que, entre los géneros más empleados en la adaptación de canciones, destacan los pasodobles, las coplas, los cuplés y los chotis, a los que las agrupaciones de aficionados «robaban» sus melodías para integrar una letra divertida con temática local.

En cuanto a los criterios de selección melódica, nuestros informantes nos han confirmado que los componentes de los distintos grupos de la década de 1950 tomaron la música que escuchaban, la más popular, aquella que sonaba en la radio y que se interpretaba en bailes y verbenas. Esa circunstancia explica que algunos de los grandes éxitos del momento fueran los elegidos como base armónica y melódica para las nuevas coplas. Véase al respecto la Tabla 1, en la que aparece, a modo ilustrativo, el título de una decena de temas musicales junto con el período de creación, la comparsa que adaptó la nueva letra local, el origen melódico y la temática de la nueva letra creada, siempre dentro del ámbito local:

Canción

Período

Comparsa creadora

Origen melódico

Temática

«Bar Marciana»

Etapa 1950

Gran Orquesta Tarzán

«Tu fiesta campera»

Publicidad

«Calle de Félix Mesonero»

Etapa 1950

Gran Orquesta Tarzán

«Capote de grana y oro»

Publicidad

«Chotis de Padín»

Etapa 1950

«Señores de Madrid»

Publicidad

«Feliciano»

Etapa 1950

Gran Orquesta Tarzán

«Cántame un pasodoble español»

Aspectos sociales

«Fernando Gallego»

Etapa 1950

Gran Orquesta Tarzán

«Pena, penita, pena»

Publicidad

«Hermanos Castillo»

Etapa 1950

La Panda de El Chilo

«Marina»

Publicidad

«Los Jardines»

Etapa 1950

Gran Orquesta Tarzán

«Camino verde»

Aspectos sociales

«Los Manolos»

Etapa 1950

«La morena de mi copla»

Comparsas y felicitaciones

«Martín Padín»

Etapa 1950

Gran Orquesta Tarzán

«Doce cascabeles»

Publicidad

«Nuestro Ayuntamiento»

Etapa 1950

Gran Orquesta Tarzán

«Pasodoble, te quiero»

Críticas

Tabla 1. Selección de temas creados por las comparsas peñarandinas en los años cincuenta. Elaboración propia.

En la actualidad se conoce la existencia de cientos de canciones creadas por las comparsas de los años cincuenta, y también de otras agrupaciones de la década de los años treinta, gracias a los programas de canciones. Tal como nos han confirmado nuestros informantes, con la intención de obtener ingresos extra, los miembros de las comparsas de 1950 editaban unas cuartillas con las nuevas letras, con la intención de entregarlas a cambio de un pequeño aguinaldo. De ese modo, los vecinos podían cantar los temas, lo que contribuía a una mayor difusión de las coplillas de nueva creación, y el documento también servía de publicidad de acuerdo con las bonanzas ahí plasmadas sobre los locales comerciales.

Sin embargo, no todas las coplas pueden ser interpretadas en la actualidad porque, en algunos programas, no se indica la procedencia melódica. Véase al respecto la Figura 2, en que, junto con los títulos y las nuevas letras, no se indica el título de la canción original en la que se han basado para la aplicación de las nuevas coplillas.

Como se puede constatar a través de la escucha de las canciones y a través de los programas de canciones, la adscripción de estos temas al repertorio urbano es evidente. Sin embargo, el hecho de que, musicalmente, estas melodías procedan del ámbito de las músicas urbanas no impide que el repertorio se haya convertido ya en una tradición en la ciudad, lo que puede determinar la defensa de una oscilación entre la música popular tradicional y la música popular urbana para referirse a las canciones de la citada agrupación local. Aunque, de entrada, ambos mundos parecen muy alejados, lo cierto es que podemos considerar que las músicas tradicionales de carácter oral y los géneros urbanos comparten ciertas características comunes, también presentes en torno al repertorio objeto de nuestro estudio.

En primer lugar, tanto la música tradicional como la urbana son vestigios desarrollados en contextos sociales que son asumidos como propios por la sociedad debido al atractivo de su sonoridad o a su contenido. Además, tanto las melodías folklóricas como las procedentes de géneros urbanos suelen presentar estructuras melódicas y armónicas sencillas, lo que permite a la población su entonación y repetición posterior. Asimismo, desde el punto de vista temático, los productos sonoros resultantes de ambas corrientes suelen presentar una temática variada que aborda problemas sociales, aspectos identitarios o inquietudes religiosas. Dichas coincidencias inciden en la dualidad tradicional-urbana en torno al repertorio que nos ocupa.

Si nos situamos en el contexto de la provincia de Salamanca, hemos de indicar que la mezcla del mundo de la tradición oral y de las nuevas propuestas vinculadas con la popularidad contemporánea no es un fenómeno nuevo ni exclusivo a la localidad objeto de nuestro estudio, puesto que el trasvase entre lo tradicional y lo urbano también contó con un desarrollo en la provincia de Salamanca. En ese sentido, destaca la labor de la Coral Salmantina y de los grupos de Coros y Danzas de la Sección Femenina de la provincia de Salamanca, a los que hace referencia María Isabel Gejo Santos en torno a la convivencia de la tradición y la modernidad a través de las instituciones musicales en la ciudad de Salamanca entre los años cuarenta y sesenta (Gejo Santos 2015, 18-19).

Asimismo, de acuerdo con el objeto y con el contexto de nuestro estudio, para abordar el repertorio de las comparsas en Peñaranda de Bracamonte tenemos que plantearnos el interrogante sobre lo que es o no es folklore. Es decir: ¿los pasodobles y los chotis con letras de temática local son testimonios del folklore en Peñaranda de Bracamonte? Para dar respuesta a esta cuestión, resulta pertinente tener en cuenta al etnógrafo Ángel Carril (1954-2002). Para Carril, las músicas de los conjuntos festivos, independientemente del origen o de la antigüedad del material sonoro que interpretan, pueden ser consideradas folklore. Así, continuando el criterio de Ángel Carril, podemos afirmar que las canciones interpretadas por la Comparsa Peñarandina pueden ser consideradas, por tanto, vestigios del folklore. Así lo expone el propio Carril en la presentación del volumen Coplas de la Comparsa de Peñaranda, a las que alude del siguiente modo:

Dichoso de aquel autor que el pueblo olvida para hacer suyo lo que aquel creó. Mejor gloria no podrán tener quienes –con la musa detrás o en frente– dieron soporte literario a pulsiones cotidianas y este engendro halló matrimonio con el canto, la zambomba y los huesillos, la pandereta y cuanto ruido puedan dar.

Echo de menos que Euterpe estuviese abstraída con su flauta dionisíaca y no aportara la inspiración musical necesaria para que la creación hubiese sido completa. Porque el sabor lo tiene, y a esas melodías de polkas, vals y de esencia cupletera aprendidas de gramolas y orquestinas se le ha infiltrado un cierto aire de la tierra: «No hay mal que por bien no venga».

Sea en Navidad o con las Carnestolendas; sea para pedir la marzá, el aguinaldo o la antrueja; sea cuando sea…, pero que no dejen de ser.

Hasta hoy estas coplas son populares en camino de alcanzar el grado para el marchamo de las tradiciones. Varias generaciones las han cantado y, sobre todo, disfrutado. A falta de oportunidades de transmisión directa y personal de divulgarlas, con bendiciones venga este libro y su cassette. Pocas veces soportes tan cultos pueden ejercer tamaña acción popular (Coplas de la Comparsa de Peñaranda 1990, 7-8).

Este testimonio demuestra, en primer lugar, que Ángel Carril conocía la música que actualmente interpreta la Comparsa Peñarandina, así como el origen de estos sones y de las comparsas que los crearon. Además, sus palabras confirman la dualidad aquí expuesta: el uso de melodías que no están circunscritas a la tradición, sino que son nuevas –creadas en el siglo xx como parte del mundo urbano–, pero que son convertidas en tradición y que, según el testimonio de Ángel Carril, son aún más legítimas por estar vinculadas a los conjuntos festivos. De su testimonio entendemos, por tanto, que, según su criterio, no hay duda de que las coplas de las comparsas en Peñaranda de Bracamonte han llegado a formar parte de un repertorio asimilado por sus gentes. Además, tal como recoge Miguel Manzano en el «Libreto» de la grabación titulada Si nos quieren escuchar: canciones de conjuntos festivos. Comparsa peñarandina, Rondalla III columnas de Ciudad Rodrigo (2006), se reconoce que estas manifestaciones musicales tienen un carácter folklórico debido a que han sido asumidas por el pueblo, haciéndolas formar parte de su tradición.

Esa misma idea entroncaría con la refolklorización que propone Josep Martí (1996), puesto que, a pesar del carácter urbano en que se desarrollaron, musicalmente, los cantos de las comparsas, no cabe duda de su conversión en un elemento del folklore y de la tradición de la localidad. Podemos afirmar, por tanto, que las músicas creadas por las comparsas en Peñaranda de Bracamonte pueden comprenderse como un híbrido entre el contexto tradicional y el vinculado con la popular music, siempre como parte de la realidad antropológica y sociocultural de la localidad.

4. Estudio de un caso de tradicionalización a partir de la reutilización melódica del pasodoble «Capote de grana y oro»

A pesar de lo planteado hasta el momento, la forma más directa de mostrar la transformación de un testimonio urbano en tradicional es el acercamiento a un caso, a uno de esos vestigios sonoros. En concreto, hemos seleccionado la canción titulada «Calle de Félix Mesonero». Se trata de un tema creado sobre una melodía preexistente con una nueva letra de La Gran Orquesta Tarzán[9], una de las comparsas con mayor visibilidad social en la ciudad que nos ocupa durante la década de 1950. Actualmente esta canción forma parte del imaginario cultural de los vecinos de Peñaranda de Bracamonte, pues es uno de los temas más recordados y más interpretados por la Comparsa Peñarandina en sus pasacalles navideños.

Desde el punto de vista melódico, la canción se basa en el pasodoble «Capote de grana y oro», una composición de los maestros Antonio Quintero Ramírez, Rafael de León y Manuel López-Quiroga de 1952[10]. Como se puede comprobar en la transcripción[11] contenida en la Figura 3, que se basa en la interpretación de este tema musical por la Comparsa Peñarandina, se mantienen la estructura armónica y melódica de la melodía original del pasodoble.

Se trata de una interpretación monódica, que en su ejecución únicamente es acompañada por instrumentos de pequeña percusión, como zambombas, huesillos y botellas. En todo caso, como sucede en torno a la música tradicional, cabe señalar que la plantilla instrumental varía dependiendo de los miembros que en cada momento forman parte de la citada Comparsa Peñarandina.

Como se puede constatar, desde el punto de vista musical se observa una gran sencillez melódica, con el predominio de grados conjuntos y con la existencia de algunos intervalos mucho más amplios, llegando a la octava, lo que, en ningún caso, significa ninguna diferencia respecto de la canción original. La selección del pasodoble original por parte de La Gran Orquesta Tarzán para añadir una nueva letra denota el éxito de la canción y, además, el hecho de que «Capote de grana y oro» date de 1952 indica que la canción de la citada comparsa es posterior a esa fecha.

Frente a las diferentes versiones vocales del pasodoble «Capote de grana y oro» realizadas a lo largo de la historia por parte de cantantes profesionales, cabe decir que, por el contrario, la escucha de la canción «Calle de Félix Mesonero» no presenta ningún perfil virtuosístico, pues suele interpretarse por los vecinos de la localidad, la mayor parte de las veces acompañando la interpretación de ésta por parte de la Comparsa Peñarandina durante sus actuaciones en Nochebuena y Nochevieja a lo largo de las calles de la localidad.

Ahora bien, el mayor interés radica en el perfil sociológico, de acuerdo con la letra de nueva creación escrita por La Gran Orquesta Tarzán. Un primer acercamiento a la canción permite confirmar que, en los años cincuenta, Peñaranda de Bracamonte era una ciudad de referencia en lo relativo al comercio, desde el punto de vista general, lo que se refleja en el hecho de que se dedique una letra no a un solo comercio sino a todos aquellos ubicados en una calle. Recordemos que, tradicionalmente, la ciudad ha sido una localidad de servicios, ofrecidos no solo a los vecinos sino a toda la comarca que encabeza. Además, la coplilla de nueva composición refleja exactamente qué comercios había y quiénes los regentaban, lo que supone un testimonio valioso ya que resulta difícil localizar listados de comercios y regentes de épocas pasadas. Aunque para los foráneos esta información sea accesoria, para los habitantes de la localidad estos datos pueden suponer una información significativa que les permita saber más sobre sus convecinos de décadas anteriores y, en muchos casos, recordar tiempos previos.

Además de los nombres de las tiendas existentes en el momento de creación de la coplilla, la canción «Calle de Félix Mesonero» es un testimonio que subraya los tipos de comercio del momento: una tienda de telas, un guarnicionero, etc. Además de señalarse qué tipos de locales eran más frecuentes en los años cincuenta y la tipología de productos ofertados, se destacan los artículos de cada uno de ellos, subrayando aquellos productos estrella que podían ser punteros, como los aparatos de radio, o aquellos productos que podían ser más populares, como es el caso de los paños en una tienda de telas.

Por otra parte, el nuevo tema presenta, a través de su coplilla, un eminente carácter publicitario, pues habla de una de las calles más comerciales de la ciudad en la década de 1950, contexto de su escritura. Como se puede comprobar, la publicidad es extensiva a varios negocios situados en la calle citada, dando como resultado una función publicitaria colectiva. Seguramente, originalmente la canción fue entonada en las fechas navideñas por la comparsa responsable de su letra en la propia calle[12], haciendo las delicias de los dueños de los comercios allí albergados y de los clientes que allí se encontraban. A este respecto, cabe destacar la optimización de la extensión musical en relación con el texto: la letra presenta mucho contenido, sin palabras accesorias y demostrando que la duración de la canción acoge, por completo, una cita a todos los establecimientos, lo que, a todas luces, podría haber ido encaminado a lograr un aguinaldo por parte de todos los comerciantes citados.

Ahora bien, la escucha de este tema en la actualidad, en lugar de un perfil publicitario, presenta un perfil histórico. De acuerdo con la nueva letra, «Calle de Félix Mesonero» es un testimonio significativo porque permite recrear cómo era la localidad en los años cincuenta a través de una calle comercial. Aunque los negocios sitos en la calle de Félix Mesonero han cambiado –pues, frente a un relojero o un guarnicionero, hoy en día se ubica un estudio fotográfico o una inmobiliaria, entre otros locales–, cabe decir que la vía mantiene su carácter comercial en la Peñaranda de Bracamonte actual.

Por todo ello, el valor sociológico de la copla dedicada a esta vía es significativo, puesto que, en la actualidad, a comienzos del siglo xxi, se mantiene el ambiente comercial de esta céntrica calle, a pesar de que el número de negocios ha disminuido y de que los tipos de comercios se han adaptado a las novedades propias de la contemporaneidad. En todo caso, la canción «Calle de Félix Mesonero», vigente aún en la actualidad, nos permite recrear la realidad comercial de los años cincuenta en la localidad salmantina y conocer el nombre de algunos de los establecimientos y de sus regentes, todo ello al haber visto transformado su afán comercial por un evidente valor histórico y sociológico y añadiendo un componente nostálgico en esa mirada hacia tiempos pretéritos en la localidad.

5. Conclusiones

A lo largo de este trabajo hemos llevado a cabo un acercamiento a las músicas oriundas de la localidad de Peñaranda de Bracamonte, en la provincia de Salamanca. Si bien es cierto que se trata de un contexto muy específico y que la temática de nuestro estudio es local, con la elaboración de este trabajo hemos tratado de reivindicar, en primer lugar, el interés de las músicas populares, tradicionales o urbanas, como objeto de estudio. Especialmente en el siglo xxi en el que estamos inmersos, caracterizado por la heterogeneidad y la diversidad, consideramos que no hay tema pequeño en la investigación musical, por minoritario que pueda parecer, siempre que éste sea abordado con seriedad, con una metodología apropiada y cuyos resultados puedan otorgar luz a una colectividad.

Como hemos expuesto, en el caso que nos ocupa, hemos tratado de ilustrar al lector sobre los cantos popularizados en Peñaranda de Bracamonte. Lejos de contar con siglos de antigüedad, los testimonios considerados como seña de identidad en esta localidad son unas adaptaciones musicales llevadas a cabo en los años cincuenta y consistentes en la elaboración de nuevas letras aplicadas a las músicas populares urbanas preexistentes célebres en aquel momento. Como hemos podido constatar, el material melódico del repertorio, que hoy en día se mantiene vigente y cuenta con visibilidad sociocultural, procede, mayoritariamente, de pasodobles, coplas y chotis que fueron exitosos durante la década de 1950. Así, las melodías de los cantos resultantes representan un valor musicológico por ofrecer información sobre las canciones que estaba de moda en la década de los años cincuenta en que se produjo la gran eclosión de comparsas.

Asimismo, resulta evidente el significativo valor histórico y antropológico de las coplas, en un contexto local y provincial, pues sus letras ayudan a recrear los modos de vida, cultura y sociedad en el pasado, tales como las formas de ocio, los tipos de economía y los establecimientos existentes en la localidad de Peñaranda de Bracamonte. En ese sentido, debemos reconocer la relevancia de las comparsas por su capacidad para plasmar la identidad de un pueblo a través de sus letras divertidas en la década de 1950, unas coplillas que se han mantenido en la memoria y en el imaginario de los vecinos décadas después.

Finalmente, tras lo expuesto, podemos afirmar que el hecho de que, musicalmente, estas melodías procedan del ámbito de las músicas urbanas no impide que el repertorio se haya convertido ya en una tradición, fruto de su supervivencia a lo largo de las décadas y del proceso de apropiación dentro de la realidad sociocultural de la localidad. En ese sentido, en este trabajo hemos planteado la defensa de una oscilación entre el término música popular tradicional y música popular urbana para referirse a las canciones de las comparsas de mediados del siglo xx en la ciudad. Esas canciones evocan un pasado colectivo y, simultáneamente, configuran una tradición local que se mantiene en la actualidad, en el marco de la localidad de Peñaranda de Bracamonte, gracias a la inventiva literaria de los componentes de esas comparsas, ilustrando cómo un repertorio de la cultura contemporánea sin orígenes remotos, basado en las músicas urbanas, se ha convertido en un rasgo distintivo y en un elemento tradicional en la provincia de Salamanca.

Virginia Sánchez Rodríguez
Universidad de Castilla-La Mancha
Virginia.Sanchez@uclm.es




BIBLIOGRAFÍA

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Sánchez Rodríguez, Virginia. «Peñaranda de Bracamonte y su ausencia en los cancioneros castellanos». Revista de Folklore, núm. 433 (2018): 53-77.

Referencias discográficas

Si nos quieren escuchar: canciones de conjuntos festivos. Comparsa Peñarandina, Rondalla III Columnas de Ciudad Rodrigo, 2006, Diputación de Salamanca.




NOTAS

[1] El cine elaborado durante el franquismo da buena cuenta de la interpretación del repertorio popular urbano hispano con un enfoque más actual. Véase al respecto la interpretación de «El moreno de mi copla», una versión más ye yé del célebre pasodoble «La morena de mi copla», interpretada por Concha Velasco como parte de la Banda Sonora Musical de la película Pero… ¡en qué país vivimos! (1967, José Luis Sáenz de Heredia).

[2] Según el Diccionario de la Lengua Española, una comparsa es un «grupo de personas que, ataviadas de forma similar, frecuentemente con intención jocosa o sarcástica, participan en una fiesta popular». Real Academia Española: Diccionario de la Lengua Española (23ª edición), edición digital, 2017. Disponible en: <http://dle.rae.es/> [Última consulta: 21 de noviembre de 2018].

[3] El modo en que la Comparsa Peñarandina ha mantenido ese repertorio como parte del imaginario local ha sido objeto de estudio en la investigación titulada El cancionero de la Comparsa Peñarandina. Análisis sociológico y repertorio musical, elaborada por la autora del presente artículo. Dicha investigación fue llevada a cabo gracias a una Beca de Investigación Etnográfica «Ángel Carril» de la Diputación de Salamanca en la edición de 2016.

[4] Ejemplo de ello se puede constatar con los datos demográficos del año 2017, último año del que contamos con este tipo de datos, la localidad de Peñaranda de Bracamonte contaba con 6420 habitantes (Instituto Nacional de Estadística). Disponible en: http://www.ine.es/ [Última consulta: 10 de marzo de 2019].

[5] La importancia de su mercado queda patente a través de la denominación de la localidad como Peñaranda «la del mercado», para diferenciarla de la localidad burgalesa de Peñaranda de Duero. El tradicional mercado semanal marcó su desarrollo por las transacciones de grano y por la venta de ganado, una cita que se mantiene a día de hoy, a pesar de que, actualmente, se caracteriza por la venta de hortalizas, legumbres, ropas y otros enseres.

[6] Gaspar de Bracamonte y Guzmán fue un personaje de gran relevancia e influencia política en las décadas centrales del siglo XVII, tanto en el contexto español como internacional. Fue ministro plenipotenciario de Felipe IV en la ciudad alemana de Münster, así como presidente del Consejo de Órdenes y, posteriormente, del Consejo de Indias. Representante de Felipe IV en la Dieta de Frankfurt, Bracamonte y Guzmán posteriormente marchó a Italia, donde fue nombrado virrey de Nápoles en el año 1658, cargo que ocupó hasta 1664. En su regreso a España el rey le nombró miembro del Consejo de Estado y Guerra, presidente del de Italia y en su testamento fue destacado como uno de los miembros de la Junta de Gobierno que se debía formar tras su muerte (1665) para asesorar a la reina Mariana de Austria (1634-1696) en su regencia durante la minoría de edad del rey Carlos II.

[7] El centenario de la concesión del título de ciudad fue celebrado con la exposición Pasarán más de cien años: 1908-2008. Cien años con el título de ciudad y con diversos actos lúdicos en la localidad durante el año 2008.

[8] Durante la Guerra Civil Española (1936-1939), las Fuerzas Militares Aéreas situaron en Peñaranda de Bracamonte cuatro almacenes de explosivos debido a su estratégica ubicación geográfica y como consecuencia de que, al igual que ocurrió en toda la provincia de Salamanca, esta población se adhirió, desde el principio, al alzamiento militar. El 9 de julio de 1939 explotó uno de esos polvorines situado en la estación de ferrocarril en el momento en que llegó un tren de mercancías procedente de Extremadura. El resultado supuso más de un centenar de muertos y en torno a mil quinientos heridos, además de la pérdida de gran parte de la infraestructura de Peñaranda, incluyendo el convento de San Esteban y numerosas fábricas. Vid. Florencia Corrionero Salinero y María de los Ángeles Sampedro Talabán, El polvorín 1939-1989: Peñaranda de Bracamonte (Peñaranda de Bracamonte: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1989).

[9] La Gran Orquesta Tarzán estuvo dirigida por Carmelo García Minguela, apodado «Tarzán». Las actuaciones de esta panda tuvieron lugar entre 1950 y 1955, aunque se considera que su momento de mayor esplendor comprendió los años 1953 y 1954.

[10] El año 1952 es el de la publicación impresa del pasodoble. Rafael de León y Manuel Quiroga, Capote de grana y oro (Madrid: Ediciones Quiroga, 1952).

[11] La transcripción musical ha sido llevada a cabo a partir de la segunda posibilidad de transcripción musical expuesta por Miguel Manzano, con la intención de que la lectura musical sea accesible al mayor número de personas. «Simplificando un poco, podríamos distinguir dos formas diferentes de transcribir los cantos de tradición oral: las que emplean los signos y sistemas usuales en cualquier tipo de música vocal, accesibles a cualquier persona que lea música, y aquellas otras que, por ir dirigidas preferentemente a especialistas, ponen en juego una serie de signos y procedimientos de escritura que, a la vez que registran gráficamente la melodía, expresan también otros matices que comportan un cierto análisis musical de cada documento» (Manzano 1989, 50).

[12] La calle de Félix Mesonero, ubicada en el centro de la ciudad, es también denominada, tradicionalmente, Calle Bodegones.



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La tradicionalización de las músicas populares urbanas a través de las comparsas en Peñaranda de Bracamonte (Salamanca)

SANCHEZ RODRIGUEZ, Virginia

Publicado en el año 2020 en la Revista de Folklore número 456.

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