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Casos de continuidad en enclaves sagrados desde tiempos remotos en Castilla y León

BELLIDO BLANCO, Antonio

Publicado en el año 2019 en la Revista de Folklore número 449 - sumario >

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A mi colega Martín, amante de estampas, novenas y otros papeles de devoción

Los comportamientos rituales o religiosos son un componente constante en todas las culturas, por más que las religiones vayan cambiando con el paso del tiempo. Como afirma Mircea Eliade, lo sagrado es un elemento de la estructura de la conciencia y sus diferentes manifestaciones abarcan el curso de toda la historia (recogido en Gómez García 2008). Se trata de algo genérico que admite muy diversas variaciones. Y en esta sacralidad se concede a ciertos objetos, seres o lugares una condición privilegiada de especial valor.

Dentro de un mismo territorio, que para este caso será la actual autonomía de Castilla y León, puede darse una sucesión de gentes a lo largo del tiempo con distintas creencias y panteones. Cada sistema religioso tiene su propia complejidad que se desarrolla en unas circunstancias cambiantes que le obligan a mantener o modificar su estructura y funcionamiento (Gómez García 2015) y eso se refleja en la situación de los espacios sagrados. En tal línea, igual que las doctrinas, las manifestaciones religiosas raras veces permanecen inmutables y lo normal es que cambien.

Otras veces faltan elementos de cambio que marquen claras discontinuidades en las creencias, y aunque el paso del tiempo determine para los santuarios y otros espacios sagrados una linealidad de devoción y frecuentación, también se identifican pérdidas e innovaciones relevantes. Esto no evita que sobre un mismo espacio, se detecte en ocasiones una continuidad –que no inmutabilidad– en la interpretación simbólica del paisaje, como parece ocurrir en muchos lugares de Galicia (García Quintela 2014). Y es que, como sostiene Mircea Eliade, las manifestaciones de lo sagrado contienen un mismo fondo, a pesar de que pueda haber variaciones y su apariencia cambie.

1. Elementos de ruptura en los espacios sagrados

Desde hace unos cuantos siglos y hasta hace apenas unas décadas, el espacio que ocupa Castilla y León ha sido un solar exclusivamente católico. La presencia en la Edad Media de musulmanes y judíos resultó claramente minoritaria en una sociedad cristiana y el paso del tiempo fue relegando a estas creencias a espacios marginales y rígidamente delimitados, hasta llegar a la imposición de la conversión o de la expulsión. Pero el proceso que nos ha llevado hasta el presente es largo y merece la pena hacer un somero repaso por su transcurso.

Durante el Paleolítico Superior se establecen los primeros espacios sagrados conocidos, muchos de los cuales corresponden a cuevas en el reborde montañoso septentrional donde se representan animales y figuras antropomorfas y abstractas. Junto a ellos uno de los más peculiares es el conjunto de grabados rupestres de Siega Verde (Salamanca), fechado entre hace 25.000 y 10.000 años. Por lo general estos lugares dejan de ser frecuentados a partir del final del Paleolítico, al menos con una voluntad cultual.

En el Neolítico son las tumbas monumentales, dólmenes y menhires, los lugares que concentrarían los rituales de aquellas gentes. Se convierten en espacios importantes para las comunidades prehistóricas de hace 6.000 años y a ellos acuden con reiteración durante centurias. Su relevancia sobre el territorio se manifiesta en el testimonio de los restos de épocas más modernas encontrados en muchos de ellos. Así se encuentran túmulos en los que se depositaron cerámicas y otros materiales propios de la Edad del Bronce (Delibes 2004) e incluso de época romana.

Durante el Neolítico y la Edad del Bronce se encuentran cuevas y abrigos que han sido utilizados como santuarios y han quedado en ellos restos de ofrendas cerámicas y alimenticias junto a diversas muestras de arte parietal. Muestra de ello serían la cueva de La Vaquera (Torreiglesias, Segovia), Cueva Mayor (Atapuerca, Burgos), Cueva Rubia (Villaescusa de las Torres, Palencia) y Cueva Maja (Cabrejas del Pinar, Soria). También en el final de la Edad del Bronce se encuentran algunas ofrendas a las aguas en puntos que suelen coincidir con vados de los ríos o fuentes y otros en tierra firme en cruces de caminos. Entre los primeros sería el caso de los hallazgos de Vegellina de Órbigo (León), Valdelateja (Burgos), La Calda de Boñar (León) y Baños del Cerrato (Palencia), mientras que a los segundos corresponderían Fuenteungrillo (Villalba de los Alcores, Valladolid), la base del Alto de la Cuerda (Cabañas de Juarros, Burgos), Huerta de Arriba (Burgos) y Covaleda (Soria) (Ruiz-Gálvez 1995, Delibes y otros 1997). Algunas de las fuentes cuentan con inscripciones votivas de época romana, como en el caso de La Calda de Boñar, lo que testimonia cierta continuidad en su valor sacro.

Estos rituales y lugares donde se realizan comportamientos sacralizados tienen su final, sin embargo, con el inicio de la Edad del Hierro, hace unos tres mil años. Estos, junto otros indicios, parecen indicar que se cierra un ciclo y se abandonan unas creencias que se imbricaban con el territorio y el paisaje de los grupos humanos prehistóricos (Delibes 2000-2001). Ahora se adoptan otros que quedan circunscritos al interior de nuevos hábitats, si bien se tiene escasa constancia de ellos en Castilla y León, puesto que –a diferencia de otras zonas europeas e hispanas– en los poblados de la Edad del Hierro apenas se conocen santuarios ni otros espacios de devoción (el caso del castro abulense de Ulaca es una de las excepciones más notables). Otros santuarios rupestres de la II Edad del Hierro se relacionan con la ocupación humana del territorio y se suelen disponer en el entorno visual de los poblados o en relación con zonas de paso (Correia Santos 2015).

Con la conquista romana se mantiene el uso de algunos de los santuarios anteriores, aparecen nuevos templos, fundamentalmente en las principales urbes, y se tiene constancia de usos de devoción doméstica hacia los antepasados. Por mencionar algún caso, ahí quedan los restos dispersos del templo de Júpiter en Clunia, cuya construcción se fecharía entre época augustea y el inicio de la tiberiana (Gutiérrez y Subías 2000). También la urbs de Astorga, en el centro de su Foro, contaría con su templo de Aedes Augusti. En el siglo iii se documentan aún cultos indígenas e imperiales en el Conventus Asturum y existen, entre otras, inscripciones a Fortuna, al emperador Probo, a Serapis y a Júpiter (Pérez Centeno 1999).

Avanzando en el tiempo, en el siglo iv desaparecieron buena parte de los templos «paganos» a raíz de la promulgación del edicto de Milán en el año 313 por parte del emperador Constantino, que estableció la tolerancia con el Cristianismo y propició su consolidación. La normativa de la época determinaba la conveniencia de que los antiguos templos de los centros urbanos no fueran demolidos, sino que –dada la inversión que había implicado su construcción– se los preservara. Y en tal sentido unos fueron remodelados para transformarse en iglesias cristianas, pero otros se destruyeron como expresión de intolerancia de algunos cristianos, se desmantelaron para reaprovechar sus materiales o simplemente se abandonaron (Arce 2006). En la Provincia Hispana y, de forma más acentuada, dentro de Castilla y León apenas existían ciudades relevantes y durante el siglo iv era predominante la ruralización de la sociedad, como demuestra la existencia de numerosas villas y aldeas por todo su territorio. En el caso concreto de Asturica Augusta parece que sus templos no fueron reutilizados, igual que en la mayoría de casos hispanos conocidos, y que las iglesias cristianas ocupaban localizaciones periféricas y extramuros (Arce 2006:121-122). Las iglesias cristianas se van fundando en el caso de la Gallaecia dentro del mundo rural entre los siglos v y ix y algo similar sucedería en Castilla y León entre los siglos v y el comienzo del viii. Debe tenerse en cuenta el tipo de poblamiento predominantemente rural de época visigoda en esta zona. La inestabilidad en estos siglos, con el abandono de muchos asentamientos, determinó la pérdida de muchos de los templos, como ocurrió en La Cabeza de Navasangil, en Ávila, donde quedan restos de uno fechado entre los siglos iv y vii (Tejerizo y Vigil-Escalera 2017).

Por otra parte el carácter de religión oficial que recibió la Iglesia cristiana romana durante la Antigüedad Tardía, permitió el desarrollo del poder de los obispos, convertidos en buena medida en líderes más que religiosos. Esto se reforzó con la desintegración del poder político romano durante el siglo v y dotó de gran importancia a las sedes episcopales (Martín Viso 1999). En estos años existían dentro del valle del Duero las de Astorga (desde el siglo iii), León (desde el siglo iii), Oca (Villafranca Montes de Oca, quizás desde el siglo iii; y desde 1075 se traslada a Burgos), Palencia (entre el siglo iv y el vii; reestablecida en 1035), Osma (desde el siglo vi, pero abandonada durante varios siglos hasta el xi), Salamanca (desde el siglo vi) y Segovia (desde el siglo vi). La mayoría se situó en localidades de escasa importancia durante la Alta Edad Media y poco se sabe de sus templos durante esos siglos.

En el caso de Oca, se duda de la ubicación del núcleo romano original y sobre las iglesias sólo está clara la consagración de una iglesia rural en santa María de Mijangos en el año 589 (Barenas 2015), si bien fue destruida en el siglo x y hoy sólo se conservan sus cimientos recuperados recientemente gracias a una intervención arqueológica. El núcleo de Osma parece que mantenía cierta importancia en esta época, si bien la evolución histórica posterior supuso el traslado de la sede a El Burgo y el abandono de la antigua Uxama Argaela.

Un caso excepcional para la época altomedieval lo constituyen los monasterios, que juegan un importante papel para el conocimiento del ámbito local en determinadas zonas de Castilla y León. Entre las comarcas donde mejor se documenta la existencia de estas instituciones destaca El Bierzo, donde se iniciarían en el siglo vii y están bien documentadas desde la segunda mitad del ix (Martín Viso 2011). Entre los más notables cabe mencionar los monasterios de Compludo y San Pedro de Montes, que serían fundados por San Fructuoso en el siglo vii.

El proceso de reconquista durante la Edad Media impuso una relevante reorganización del poblamiento en tierras del valle del Duero. Durante los siglos viii y ix los hábitats del valle del Duero habrían sufrido la evolución desde el poblamiento tardo-romano, dándose entonces una ocupación dispersa y débil con enclaves en altura, en paisajes marginales y castigados por incursiones tanto desde el norte como desde el sur (Martín Viso 1996). Sólo conforme se vaya desplazando el límite de los reinos cristianos hacia el sur, se producirá la repoblación, sobre todo durante los siglos xi y xii, y con ella la multiplicación de los asentamientos.

Las ermitas conservadas en el solar de antiguas ciudades romanas parecen tener en general un origen posterior. La ermita del Santo Cristo de San Sebastián (Coruña del Conde, Burgos) se erigiría algo después del año 1100, por más que su fábrica esté repleta de elementos romanos reaprovechados. De hecho estos elementos no procederían de un mismo edificio y sólo uno de los relieves habría pertenecido a un monumento cristiano anterior (Abascal 2015). Similares circunstancias cronológicas y de reutilización de materiales romanos se darían en la ermita de Nuestra Señora de Tiermes (Montejo de Tiermes, Soria) (Murillo y Moreno 2014). Más antigua resulta la basílica de Marialba de la Ribera, a siete kilómetros de la ciudad de León, puesto que su primera fase constructiva correspondería al siglo iv. Sin embargo, se trata de un templo consagrado desde su origen a ritos cristianos y sin antecedentes paganos (Martínez Peñín 2007).

En este periodo la mayoría de los templos se erigieron como cristianos y así han seguido hasta la actualidad. La continuidad histórica que puede reconocerse en este territorio desde la Edad Media ha determinado que los santuarios tengan una larguísima trayectoria, pero raras veces puede hacerse retroceder más allá de la Alta Edad Media, por más que el cristianismo esté presente en Castilla y León desde época bajoimperial romana. Las iglesias que se fundan a partir de este momento se irán ubicando en las diferentes localidades que surgen a medida que se repuebla el territorio, de manera que no habrá pueblo ni ciudad que no cuente con una o varias sin solución de continuidad desde el primer establecimiento de población durante la Plena y Baja Edad Media.

Sinagogas y mezquitas fundadas durante la Edad Media desaparecieron o se transformaron en espacios de devoción cristianos. Así ocurrió, por ejemplo, con la Sinagoga mayor segoviana que fue confiscada a principios del siglo xv y en 1421 convertida en el Convento del Corpus Christi. Otras sinagogas de Segovia sencillamente desaparecieron en diferentes circunstancias y no queda hoy ningún resto de ellas (Moreno Koch 2003); y parecidas circunstancias se dieron en localidades como León, Palencia, Frómista o Benavente (Moreno Koch 1997).

Un último elemento que habría que valorar en relación con la continuidad de los santuarios y ermitas es el elevado número de estos templos que existen actualmente y que la mayoría de devociones a imágenes tiene un limitado alcance local, cuya pervivencia está ligada al interés y mantenimiento de las comunidades donde se ubican, de los individuos que los promovieron o de las órdenes religiosas que las sostienen. Al mismo tiempo sólo en algunos casos, que parecen tener relación con la situación de las vías de comunicación más frecuentadas (como ha ocurrido en Andalucía; vd. Rodríguez Becerra 2012), se transciende ese ámbito y se llega a un alcance regional o nacional, que asegura su continuidad.

Resulta muy relevante el carácter limitado que tiene la atracción de cada uno de los espacios sacros a lo largo del tiempo, dado que generalmente están vinculados a comunidades no muy grandes. Si a esto se une los cambios en las creencias y en los ritos, así como las rupturas que se producen con el paso del tiempo, parece más sencillo admitir la delimitación temporal cerrada que tienen los santuarios en Castilla y León. No obstante, no faltarían evidencias de algunas continuidades en determinados enclaves, que será lo que revisaremos en las próximas páginas.

2. Espacios que transcienden el paso del tiempo

Existen diferentes casuísticas que evidencian variaciones en la continuidad de los espacios sacros, permitiendo establecer distintos modelos. Para los lugares prehistóricos se hace difícil asegurar el mantenimiento ininterrumpido de una intención ritual, sin embargo, existen algunos indicios de ello. Se conocen tumbas dolménicas que enlazan su uso funerario neolítico con depósitos esporádicos durante la Edad del Bronce e incluso en época romana, por más que en muchos existiera una intención de clausura del espacio a través del bloqueo del pasillo de acceso o mediante fuegos y costras calcáreas. Un ejemplo de intervenciones de cierre del monumento que convive junto a intrusiones posteriores se puede encontrar en el dolmen salmantino de El Teriñuelo (Tejedor y otros 2017).

Las menciones que se realizan en los primeros Concilios cristianos respecto a la ejecución de prácticas paganas en diversos megalitos europeos y su conversión en templos cristianos (citado en Delibes 2004) no se han constatado en tierras castellanas y leonesas. La referencia más cercana sería la que hace San Martín de Braga (c. 510-580), obispo en Bracara Augusta, capital de la Gallaecia, en su De correctione rusticorum. Así mismo un caso curioso lo depara el Dolmen de la Ermita, en la aldea de Sahelicejos (Villar de Peralonso, Salamanca), que se dispone en un lateral de una iglesia hoy abandonada, apenas a unos seis metros de ella. La localidad se fundaría en época medieval, con lo que la continuidad temporal en el culto, pese a la cercanía física, está descartada. De hecho a principios del siglo xx el dolmen estaba reducido a servir de corral (Morán 1946), sin ninguna relación con la iglesia.

Existen otros modelos que resultan más interesantes de analizar. Hemos identificado tres grupos de santuarios. Por un lado están los templos fundados sobre antiguos despoblados, en segundo lugar los enclaves con arte rupestre donde actualmente se mantienen santuarios y finalmente otros lugares de devoción de época romana o prehistórica donde se han erigido templos cristianos. En los siguientes epígrafes revisaremos algunos casos concretos.

2.1. Santuarios sobre asentamientos abandonados

Un puñado de santuarios de nueva planta se erige sobre el solar de antiguos asentamientos de época romana o prerromana, aunque cuando ya estaban despoblados y sin relación directa con templos anteriores. Ya hemos aludido con anterioridad a las ermitas de Montejo de Tiermes y de Peñalba de Castro, pero es un fenómeno que se repite en otros lugares. Por citar algunos más, daremos los ejemplos de la ermita de Sieteiglesias en Matapozuelos y la de Tiedra, ambas en la provincia de Valladolid, la ermita de Nuestra Señora del Castillo, en tierras zamoranas de Fariza, la ermita de la Virgen en Castrotierra de la Valduerna (León) y las ermitas del Castro de Yecla de Yeltes y de Nuestra Señora del Castillo (Pereña de la Ribera), en Salamanca. Sus características devocionales, se resumen en la siguiente tabla:

LOCALIDAD

ADVOCACIÓN

FECHA DE LA FIESTA

Peñalba de Castro. Burgos

Virgen de Castro

3º domingo de abril

Castrotierra de la Valduerna. León

Virgen de Castrotierra

Mayo (cada 7 años)

Pereña de la Ribera. Salamanca

Virgen del Castillo

14 de mayo

Yecla de Yeltes. Salamanca

Virgen del Castillo

Lunes de Aguas

Montejo de Tiermes. Soria

Virgen de Tiermes

3º domingo de mayo / 12 de octubre

Matapozuelos. Valladolid

Virgen de Sieteiglesias

Lunes de Pascua / 7 de septiembre

Tiedra. Valladolid

Virgen de Tiedra Vieja

Corpus

Fariza. Zamora

Virgen del Castillo

Lunes siguiente a 1º domingo de junio

Algunas se levantan en época medieval, generalmente en torno al siglo xii cuando se repueblan estas tierras y cuando han pasado varios siglos de abandono en el lugar, como ocurre en Yecla y Peñalba de Castro, si bien cabe suponer que se conservarían ruinas visibles o el recuerdo de la antigua ocupación. En otras iglesias el edificio actual es de época moderna, como la de Tiedra, fechada en el siglo xvii, y la de Castrotierra de la Valduerna, que es del siglo xvii aunque la Virgen se sacaba en procesión al menos desde un siglo antes. Sin embargo, tuvieron que existir construcciones anteriores, de época medieval, hoy perdidas. En Tiermes parece que la presencia humana se mantiene desde época romana hasta la Edad Media, aunque la ermita actual tiene su origen en un monasterio documentado a partir de mediados del siglo xii, y el lugar se despuebla definitivamente en el siglo xvi. La ermita de Matapozuelos tiene su primer edificio, que no el actual, fechado en el siglo xiii y para Pereña de la Ribera se considera que su primera construcción se realiza en el siglo xiv.

En Matapozuelos se efectúa una romería cada siete de septiembre, en la que se desarrolla un curioso rito en relación con la Virgen de Sieteiglesias. Los mozos de la quinta de ese año recogen pañuelos de las mujeres y los anudan formando tiras; se suben a un arco de ramas que se coloca en la puerta de la ermita y, al paso de la imagen de la Virgen, los tiran y la tapan. La tradición dice que la dueña del pañuelo que cubre la cara de la Virgen, se casa. Tras la misa, los pañuelos se devuelven a las mujeres. En Tiedra la imagen de la Virgen se lleva desde la ermita a la iglesia parroquial de El Salvador y luego se procesiona por el pueblo, pasando por encima de los recién nacidos.

La romería de la Virgen de Castrotierra hasta Astorga se realiza cada siete años, pero también en casos excepcionales de fuerte sequía, de guerra o en años santos, cuando se aúna la voluntad de doce pueblos de la zona a través de la Hermandad de los Procuradores de la Tierra; de esta manera en realidad la periodicidad es más frecuente (Rodríguez Pérez 2010). Aunque la documentación más antigua sobre la procesión es de 1557, el origen de esta tradición se atribuye al siglo v, en relación con una gran sequía y la intervención de Santo Toribio que manda buscar la imagen de la Virgen y conducirla en procesión a la catedral de Astorga (Rubio 1981). En cualquier caso se trata de un ritual similar a otras rogativas cristianas, con claro protagonismo de –junto a los pendones de los pueblos participantes– las cruces parroquiales, la imagen de la Virgen y el Cabildo de Astorga. Todo ello se realiza aglutinando las fuerzas comarcales y sin mucha diferencia con otras fiestas leonesas, como la del Cristo de Bembibre (Alonso Ponga 1980). En Pereña la celebración –con misa, baile y colación– consiste en una romería cada 14 de mayo, que transcurre entre el templo en el poblado prehistórico, y el actual pueblo recorriendo un camino repleto de simbolismo (Cruz 2015).

En el caso de la ermita de Peñalba de Castro, aunque la Virgen es la patrona, el día importante no es el día de su fiesta (8 de septiembre), sino el tercer domingo de abril, cuando se realiza una procesión que implica a varios pueblos (Arribas 2010). Arranca en la iglesia de San Sebastián en Caleruega con la imagen de Santo Domingo y pasa por Arauzo de Torre y Peñalba antes de llegar a la ermita de la Virgen. El recorrido va jalonado de diferentes paradas en ermitas y otros lugares significativos, donde se reza, y ya en la ermita tiene lugar una misa y se come en la explanada que la rodea.

La romería popular de Fariza atrae a vecinos de varias comarcas sayaguesas: Argañín, Badilla, Cozcurrita, Fariza, Mámoles, Palazuelo, Tudera y Zafara, e incluso algunos portugueses, acudiendo cada uno con sus pendones. La imagen sale de Fariza la mañana del domingo y se encamina a Palazuelo, donde esperan los representantes del resto de localidades participantes con pendones, cruces y algunas imágenes, recogiéndose todos en la iglesia de San Julián y celebrándose una comida tradicional o «escabechada». Por la tarde se desarrolla la procesión principal, de los Viriatos o de los Pendones, dirigiéndose a la ermita de la Virgen del Castillo, donde tiene lugar una merienda.

Cabría considerar un par de elementos coincidentes para este grupo de ermitas (tabla 1). El primero es que todas ellas están dedicadas a la figura de la Virgen, en distintas advocaciones, y es habitual que se relate el hallazgo de la imagen de la Virgen de forma casual en estos lugares. Además las fiestas se reparten en distintas fechas de la primavera, si bien en Tiermes hay una segunda romería en octubre y Matapozuelos tiene una celebración especial el 7 de septiembre.

El segundo punto es su relación con los pueblos cercanos actuales, puesto que la mayoría tiene un carácter comarcal que implica a varios pueblos del entorno en la celebración de su fiesta. El caso de Yecla de Yeltes tiene un matiz singular y se dota de un alcance más limitado. Aquí la razón podría residir en que en la cercana localidad de Pereña de la Ribera –que mencionamos más adelante– se celebra otra Virgen en la que participan, además de Yecla y Pereña, Vilvestre y Villaseco de los Reyes. En algunas ermitas, como en Peñalba de Castro, Tiedra y Matapozuelos (además de en Yecla de Yeltes), la Virgen está dotada de la condición de patrona del municipio y eso le da un carácter más local a la fiesta.

Resulta significativa la relevancia de estos espacios sagrados, apartados de los cascos urbanos, que se vuelven enseña de los pueblos del entorno. Esta sacralización en época moderna de espacios ocupados anteriormente se da también, por ejemplo, en tierras gallegas y suele coincidir con terrenos que han quedado alejados de los pueblos actuales (Santos y otros 1997: 76).

La relevancia de estos lugares va unida al poder de las imágenes, puesto que se considera que conceden aquello que se les pide, ya sea agua, una buena cosecha, matrimonio u otros favores. Esto se aprecia por ejemplo en la Virgen de Castrotierra (Rodríguez Pérez 2010) o también en los numerosos exvotos que tenían estas iglesias y que hoy aún se conservan en la ermita de Tiedra. Un amplio lienzo de este templo conserva testimonio de niños salvados de accidentes, jóvenes protegidos durante el servicio militar o una guerra y enfermos sanados junto a fotografías que hablan de la devoción de mucha gente (García y Martín 1989).

2.2. Santuarios en lugares con arte prehistórico

Los lugares con arte rupestre prehistórico son relativamente abundantes en Castilla y León y por ello lo mejor es echar un vistazo a su inventario (Gomez Barrera 1993). Algunos enclaves se han visto perpetuados como espacios cristianizados durante la Edad Media, de lo que se cuenta con varios ejemplos:

LOCALIDAD

ADVOCACIÓN

FECHA DE LA FIESTA

Merindad de Sotoscueva. Burgos

San Bernabé

11 de julio

Villarino de los Aires. Salamanca

San Cristóbal

Principios mayo / lunes de Pascua

Carrascal del Río. Segovia

San Frutos

25 de octubre

Conquezuela. Soria

Virgen de Sta. Cruz

2º sábado de agosto

Ucero. Soria

San Bartolomé

24 de agosto

En el Teso de San Cristóbal (Villarino de los Aires, Salamanca) se encuentran cazoletas y otros elementos repiqueteados-excavados y una cueva (aquí se han recogido materiales arqueológicos desde la II Edad del Hierro a la Edad Media), junto a la ermita de San Cristóbal (Morán 1931). La ermita original estuvo mucho tiempo hundida durante el siglo xx y sólo se rehízo en 2009, lo que da pie a pensar en la escasa relevancia que pudo tener en las últimas décadas la celebración religiosa. Sin embargo, todavía actualmente el teso es objeto de una romería el Lunes de Aguas, aunque anteriormente se celebraba la romería a primeros de mayo, que fue cuando pasó por aquí Miguel de Unamuno en 1902. En el teso existe una gran roca, la Peña del Pendón, de la que se dice que servía para juzgar a los acusados de algún delito: si una persona conseguía moverla sirviéndose sólo de su fuerza, era inocente (si no, culpable). En la parte superior de esta roca se coloca el día de la fiesta una pequeña carrasca.

Un caso notable es el de la ermita de San Tirso y San Bernabé, integrada en el complejo kárstico de cuevas de Ojo Guareña (Merindad de Sotoscueva, Burgos), cuyo interior conserva arte rupestre al igual que muchas otras cavidades de lugar. Se encuentran muestras de época paleolítica y post-paleolítica, con una secuencia arqueológica que se prolonga en el tiempo a través de la Edad del Bronce y época romana hasta la actualidad (García Díez y otros 2000). En la zona pudieron existir eremitas cristianos durante los siglos viii-ix, si bien el origen seguro de la ermita se dataría en el siglo xiii. Hoy se celebra una romería el sábado siguiente al 11 de junio, día de San Bernabé (hasta los años ochenta se mantuvo la fiesta el mismo día del santo), si bien el elemento festivo predomina sobre lo religioso, con nombramiento de Carbonero Mayor, prendimiento de una carbonera, actuación, baile, convite y juegos tradicionales.

En el área del cañón del Duratón (comarca de Sepúlveda, Segovia) existen también evidencias de una larga presencia humana con más de cien agrupaciones de pinturas rupestres fechables entre el Neolítico y la Edad del Bronce, a lo que se unen numerosos restos de época romana y visigoda en torno a la ciudad de Confluenta. En la zona que hoy ocupa el Monasterio de San Frutos (Carrascal del Río) se recogería el eremita San Frutos en el siglo vii, existiendo referencias a este templo en el siglo xi; algo posterior sería la fundación del cercano convento de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz (Sebúlcor). La relevancia simbólica del lugar ha sido reconocida en numerosas ocasiones (Lucas 1990) y aún se mantiene a través de la celebración de la romería actual de San Frutos el 25 de octubre. La tradición dice que si se rodea tres veces la Piedra del Santo, en el altar de la iglesia, se cura la hernia; y también resulta costumbre recoger un ramo de perejil en las inmediaciones de la ermita el día de la fiesta.

Otro lugar que manifiesta cierta continuidad es, dentro del cañón del río Lobo (comarca de El Burgo de Osma, Soria), la zona donde se ubica la cueva de San Bartolomé (Ucero) con grabados fechables entre el Neolítico y la Edad del Bronce y varios asentamientos sincrónicos en los alrededores (Moral y Navazo 2006-2007). La ermita de San Bartolomé enclavada en el cañón se fecha en el siglo xiii y aquí acuden cada 24 de agosto los vecinos de la comunidad que aúna los municipios de Herrera de Soria, Nafría de Ucero y Ucero con motivo de la romería de la Virgen de la Salud.

En Conquezuela (Soria) se encuentra la cueva de la Santa Cruz, repleta de grabados, básicamente cazoletas junto a algunas figuras antropomórficas y serpentiformes, que se fecharían en algún momento entre el Neolítico y la Edad del Bronce. En este lugar se construyó durante la Edad Media la ermita de la Virgen de Santa Cruz, si bien dentro de la gruta existe una bóveda que sería algo anterior. Como enlace entre ambas épocas hay que considerar la presencia de un altar junto a la ermita. Se trata de una estructura labrada en la roca con varios escalones que dan acceso a una plataforma con varias cazoletas enlazadas a través de canales. Su cronología se colocaría entre la II Edad del Hierro y la época romana (Correia Santos 2015). Se celebra aquí una romería a la Virgen de la Santa Cruz el segundo sábado de agosto, si bien esta fecha se ha adoptado recientemente por la presencia de más gente en los pueblos de la zona.

2.3. Santuarios en espacios de devoción precristianos

Se han identificado otras estructuras rupestres que sirvieron como santuarios en un momento indeterminado entre la II Edad del Hierro y la época romana, y algunas de ellas se encuentran en lugares donde durante la Edad Media se erigieron ermitas. Para el territorio de Castilla y León contamos con casos de enclaves rupestres y de fuentes:

LOCALIDAD

ADVOCACIÓN

FECHA DE LA FIESTA

Candeleda. Ávila

San Juan – San Bernardo

Baños de Cerrato. Palencia

San Juan

El Tejado de Béjar. Salamanca

San Cristóbal

Sábado Santo / 10 julio

Tejares. Salamanca

Virgen de la Salud

Octava de Pentecostés

El lugar llamado El Charcazo (El Raso de Candeleda, Ávila) se incluye dentro de un castro vettón de la II Edad del Hierro y allí se encontró un ara votiva romana dedicada a Vaelicus. El culto a esta divinidad es destacado en la zona, pero parece ser más intenso a partir de un momento algo posterior (sobre todo desde el siglo ii d.C.) en la cercana Dehesa de Postoloboso (a unos 8 Km. al Sureste), en un punto donde además confluyen el río Tiétar y la garganta de Alardos (Sánchez Moreno 1997). En este segundo lugar se erigió en el siglo xii una ermita en cuya construcción se documentan elementos arquitectónicos y otros objetos de época romana, seguramente ya utilizados en una primera edificación de los siglos vi o vii (Caballero y Sánchez 1990). Sobre la advocación existe la duda de si primero fue la dedicación a San Juan o ha de considerarse predominante la actual a San Bernardo. A pesar de la distancia y del traslado del enclave sagrado, todo ello parece formar parte de un mismo paisaje simbólico que tendría su origen con los vettones y tiene su auge en época romana (Correia Santos 2015). La continuidad temporal se constataría también en la relación de la divinidad Vaelicus con la figura del lobo, en el actual topónimo de Postoloboso y en la realización en época contemporánea de un ritual de protección o cura de la rabia en los perros (a los que se ataba a una piedra hincada o menhir) durante la fiesta de San Bernardo (Fernández Gómez 1995). La ermita está desde hace varias décadas dentro de una finca privada y no atrae la devoción popular.

En la ermita de San Cristóbal en el Berrueco (El Tejado de Béjar, Salamanca) confluyen varios elementos de los mencionados anteriormente. Primero se sitúa en un enclave con presencia humana durante las Edades del Bronce y del Hierro, época romana y visigoda, pero además existe una estructura rupestre que correspondería a un santuario (Fabián 2012). Hoy sólo quedan las ruinas de la ermita, que debió de mantenerse hasta los años cuarenta del siglo xx. Hasta esos años en la fiesta subirían vecinos de los tres pueblos cercanos (El Tejado de Béjar y Puente del Congosto, en Salamanca, y Medinilla, en Ávila). La imagen del santo, talla del siglo xvi, se conserva actualmente en la iglesia de El Tejado. Acuden hoy pocos vecinos a las ruinas, teniendo lugar su reunión de forma nostálgica el Sábado Santo y el 10 de julio.

Las fuentes son espacios de tradicional recurrencia ritual, gracias a las propiedades salutíferas que poseen algunas aguas. Tal vez por ello no faltan los casos de continuidad en el uso de estos lugares. En Tejares, un arrabal a orillas del Tormes aguas abajo de Salamanca, existe una de estas fuentes que está rodeada de testimonios llenos de interés. En primer lugar existen grabados –muy alterados por actividades modernas– fechables en el Paleolítico Superior con representaciones animales (équidos y una posible cabra) y esquemáticas (Garate y otros 2016). A época romana se atribuyen restos de un muro de mampostería que el padre Morán interpreta como parte de unos baños y aún hoy existe muy cerca la ermita de la Virgen de la Salud, cuyo origen se fija en el siglo xii (Morán 1919). Actualmente se celebran las fiestas con misa al aire libre y procesión por el barrio salmantino el día de la Octava de Pentecostés. Acuden numerosos devotos a pedir la curación de los enfermos y se instalan puestos de golosinas, avellanas, barquillos y dulces, habiéndose perdido el antiguo mercado de alfarería que se disponía en torno a la iglesia.

Otro ejemplo se identifica en la basílica de época visigoda de San Juan de Baños (Palencia), que había tenido un carácter votivo seguramente relacionado con la existencia de una fuente. Aquí se recuperó un lote de puntas de cobre tipo Palmela –de cronología calcolítica por tanto– (Delibes y otros 1997). A ello se une el hallazgo de un ara votiva romana dedicada a las ninfas y de restos funerarios romanos (Caballero y Feijoo 1998). Y sin embargo, la excavación de la iglesia permitió constatar que no existió en ese preciso lugar ninguna estructura anterior y que el templo se levantó a mediados del siglo vii de nueva planta (Palol y otros 1983). Sería una muestra más de la relación entre determinados manantiales y la presencia de iglesias cristianas. Desde la primera restauración del edificio, en 1864, ha quedado reducido a un recurso turístico bastante alejado de cualquier devoción.

2.4. Visión de conjunto

Una vez recogida esta muestra de enclaves donde se constata una larga trayectoria de usos rituales, cabe considerar si la continuidad de determinados espacios conlleva una fosilización de los rituales. Como más o menos ya hemos ido apuntando en los párrafos anteriores, la realidad es que se han producido cambios a diversos niveles que afectan a las vías y rutas por las que se establece la relación entre los santuarios y los lugares donde viven, a las fechas de las fiestas y a los propios comportamientos rituales.

Así como las gentes se desplazan a nuevos asentamientos y abandonan los anteriores, cambia la relación espacial. Poblados que estaban junto a los espacios sagrados pasan a disponerse a cierta distancia y ello obliga a redefinir los recorridos de las romerías que conducen a ellos. Y también es importante en el caso de ermitas que se erigen en antiguos poblados situados a varios kilómetros de las actuales localidades. El trayecto sigue pautas distintas según la devoción sea puramente local o aglutine a varios pueblos de los alrededores, con diversos intereses sobre el mismo santuario y sobre el territorio circundante.

Sobre los espacios donde se encuentran los templos, en el segundo y tercer grupo se manifiestan varias pautas. La cercanía a cauces de ríos o a fuentes se encuentra en la Merindad de Sotoscueva, Carrascal del Río, Ucero, Conquezuela, Tejares y Baños del Cerrato. En los casos de Villarino y de El Tejado el entorno es prácticamente opuesto, pues se disponen en zonas en cerros elevados, imponentes roquedales donde las piedras juegan un papel fundamental en los rituales que se asocian al caso de Villarino y también en la piedra bajo el altar de Carrascal del Río.

Las imágenes que reciben veneración corresponden a diferentes advocaciones, si bien es muy importante la presencia de la Virgen. Su predominio es absoluto en el caso de los templos situados en antiguos poblados prerromanos y romanos. En el resto se encuentran personajes del primer siglo del cristianismo y uno que se encuadraría a mediados del siglo iii o principios del iv; todos ellos mártires. El más reciente es San Frutos, un ermitaño que murió en tierras segovianas hacia el año 715. La preferencia por estas devociones pudiera estar asociada a la antigüedad de los lugares de culto, pues así ocurre en determinadas parroquias gallegas con devoción a mártires de los siglos iii y iv que son testimonio de las fases iniciales de la cristianización (García Quintela 2014).

Otro aspecto que se aprecia con claridad es que la continuidad en los cultos de época remota se ciñe al ámbito rural, a espacios marginales dentro de la sociedad actual que manifiesta un fuerte dominio de lo urbano. Son las pequeñas localidades las que conservan el vínculo y siguen acudiendo a estos espacios, manteniendo su uso. La única excepción podría depararla el caso de la Virgen de la Salud en los arrabales de Salamanca; sin embargo la fiesta que se celebra aquí no tiene ya como centro la fuente ni los restos prehistóricos. Su desarrollo se parece a cualquier otra de las fiestas tradicionales al patrón o la patrona de las localidades o los barrios, centrada en la adoración de la Virgen y con un mercado popular.

3. Consideraciones finales

La concepción del espacio desde el punto de vista de la concepción y el uso sagrado es variable con el paso del tiempo. Si en unos casos, como durante la Edad del Bronce, existe una clara relación con las zonas de tránsito y la periferia de los hábitats, durante otras épocas más modernas predomina la sacralización de espacios dentro de los propios asentamientos. Dentro del territorio de Castilla y León no se ve una línea continuada o una transformación gradual en la evolución del sistema religioso desde la Prehistoria hasta la actualidad, sino la sustitución de un sistema por otro. Esto marca en buena medida el abandono de santuarios y espacios de devoción.

Si se atiende a la presencia actual de iglesias y ermitas en todo el territorio de Castilla y León, sumando municipios y pedanías, localidades grandes y pequeñas, es muy posible que el número total de templos supere los 10.000. Sin embargo, los cambios en el poblamiento han hecho que casi todos ellos tengan una historia como espacios sagrados imposible de remontar más allá de unos pocos siglos y que pocos retomen tradiciones y rituales anteriores a la Edad Media. En realidad la mayoría de los templos cristianos se ubican en relación con los nuevos asentamientos surgidos en época medieval, estableciéndose en buena medida como organizadores de los espacios de población. Incluso los considerados espacios sagrados donde se concentran hitos destacados en el paisaje y la acción social (Hirsch y O’Hanlon 1995) no siempre se han perpetuado a lo largo del tiempo y muchos de estos enclaves, originados durante la prehistoria o la historia antigua, se han perdido en la memoria colectiva y sólo han venido a ser recuperados por la Arqueología. En otros casos hay que valorar que los factores que determinan su importancia en el territorio dependen, más allá de la ubicación de fuentes, lagunas o de cerros destacados, de variables inestables como el trazado de los caminos o el control visual de los pueblos o sus tierras de cultivo.

En bastantes de los espacios que manifiestan una continuidad desde tiempos remotos los comportamientos han cambiado y los rituales no se distinguen de las ceremonias tradicionales cristianas, similares a las que se repiten en multitud de santuarios en relación con imágenes sagradas, ofrendas y fiestas anuales. Ahí están las procesiones, los bailes, las comidas en comunidad, las misas y otros elementos; si bien aún se conservan unos pocos ritos específicos en algunos lugares. Quedaría por saber si los actuales devotos de estos pocos espacios sagrados con continuidad de uso son conscientes de esa larga trayectoria y si valoran esa pervivencia.

En el momento actual se ve además cómo algunos santuarios se han ido arruinando o han dejado de tener consideración sagrada, para dotarse de un carácter turístico o cultural sin mucha más relevancia. Incluso en los que conservan su simbolismo, el número de los devotos muchas veces se van reduciendo y llega a recurrirse de forma generalizada a cambios de fechas en la celebración para facilitar la asistencia. Se hace necesario permanecer atentos a su evolución. La actual pérdida de población en el ámbito rural y el desapego hacia los aspectos religiosos parece abocar a que varios de los espacios que hemos repasado puedan perder su sentido en los próximos años, en línea con lo que ya está pasando desde hace varias décadas.




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Casos de continuidad en enclaves sagrados desde tiempos remotos en Castilla y León

BELLIDO BLANCO, Antonio

Publicado en el año 2019 en la Revista de Folklore número 449.

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