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Una tejera en el pueblo vallisoletano de Valoria la Buena

MISIEGO TEJADA, Jesús Carlos y MARTINEZ MARTIN, Adela

Publicado en el año 1990 en la Revista de Folklore número 115 - sumario >

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La arquitectura popular presenta gran número de elementos y construcciones que merecen por sí solos ser recogidos antes de que queden reducidos a un montón de piedras y ruinas. Es necesario por ello realizar estudios y análisis a niveles micro-estructurales que documenten las edificaciones y construcciones de nuestros pueblos, y que puedan posibilitar, en un futuro no muy lejano, la realización de trabajos de conjunto, en los cuales se puedan aunar todos esos aspectos

En las siguientes líneas intentaremos plasmar una de esas edificaciones que se construyeron en nuestros campos y que en los últimos tiempos están desapareciendo debido al avance de la industria moderna. Nos referimos a una tejera, centro de producción de tejas y ladrillos, elementos esenciales para la construcción en el medio rural. Presentamos aquí los restos de las edificaciones que constituyeron la tejera del pueblo vallisoletano de Valoria la Buena. A partir de los datos que las construcciones deparan por sí mismas y con la información oral ofrecida desinteresadamente por su último propietario, antiguo tejero hoy ya jubilado, Cipriano Garnacho, a quien agradecemos desde aquí todas las amabilidades que con nosotros tuvo, hemos intentado reconstruir el proceso de elaboración y fabricación, así como su posterior comercialización, eso sí, sin dejar los aspectos socio-económicos que se derivan de toda industria artesanal

Este estudio es, ante todo, un análisis etnográfico, aunque también podríamos englobarlo dentro del contexto de la arqueología industrial, como así hace M. F. Represa Rodríguez en un análisis de conjunto de esta rama de la arqueología para el ámbito nacional (1). Coincidimos con dicha autora en la necesidad de un mayor número de estudios referidos a esta parcela de la investigación, descuidada en gran medida, para que adquiera su debida y necesaria importancia

Las tejeras y su problemática

Hasta la llegada de la industrialización el proceso de fabricación de tejas y ladrillos se realizó de manera artesanal. Ambos elementos son básicos, junto al adobe y el tapial, en la construcción del medio rural (2)

Cada pueblo tenía en sus cercanías una o varias tejeras para la provisión de estos materiales, como atestiguan los innumerables restos de hornos y basureros de tejas que existen en nuestros campos. Ejemplos hay por doquier, como son los casos de Cuenca de Campos, Mayorga o nuestro caso en Valoria la Buena, en la provincia de Valladolid. Pocos lugares cuentan en la actualidad con alguna de estas construcciones

Los estudios sobre estas edificaciones rurales han sido mínimos hasta hace pocos años, en contraste con los numerosos trabajos que han versado sobre otras arquitecturas rurales muy cercanas a las tejeras, como pueden ser los alfares cerámicos (3). Cabría mencionar varios títulos aparecidos en los últimos años que revalorizan las olvidadas tejeras. Así, podemos señalar el trabajo de Sarvelio Villar sobre el tejar de Pobladura de Sotiedra, uno de los últimos tejares que funcionan en nuestra provincia (4), o los dos artículos presentados a los Encuentros de Universidad y Etnología celebrados en Salamanca, que versan sobre las industrias tejeras de Babilafuente, en Salamanca (5), y Pesquera de Duero, en Valladolid (6). Pero merece especial atención el reciente trabajo de Primitivo González, estudio amplio de toda la producción cerámica, incluidos ladrillos y tejas, anterior ala industrialización, en la provincia de Valladolid (7). Este autor recoge una amplia documentación planimétrica y un estudio detallado del proceso de fabricación y producción, lo que le hace el trabajo más completo de los realizados hasta la fecha sobre las técnicas del ladrillo y la teja. Mas ello no debe ser óbice, creemos, para que se sigan elaborando trabajos que puedan ofrecer una mayor información sobre este mundo artesanal preindustrial

Primitivo González recoge hasta un total de 65 localidades de la provincia de Valladolid que contaron con tejar o tejeras en el período comprendido entre finales del siglo pasado y el primer cuarto del siglo XX (8). Este número va disminuyendo a medida que avanza el siglo y ,que la coyuntura económica varía en los campos vallisoletanos. La introducción de la maquinaria y de la producción industrial en serie lograron dar el «puntillazo» final a esta industria artesanal. Desde la década de los años sesenta muy pocas tejeras han logrado subsistir, como es el caso mencionado con anterioridad de Pobladura de Sotiedra, en la cual según las últimas noticias que se conocen no se han fabricado tejas en los últimos años, la tejera abulense de Horcajo-Medianero o algunos casos del Mediodía peninsular (9)

Localización de la tejera (fig. 1)

La tejera objeto del presente trabajo se localiza a unos 1.700 metros al noroeste de Valoria la Buena (10), en una de las faldas del llamado «Puntal del Aguila», zona terminal del páramo. Nos encontramos, por tanto, en el área de los páramos del Cerrato, que se desarrollan al oeste de la ribera del Duero, en la zona de contacto con la ribera del Pisuerga

Los sectores de páramo, característicos del paisaje geomorfológico de la cuenca sedimentaria castellana en la que se encuentra la provincia de Valladolid, son llanuras calcáreas estructurales, de unos 850-1.000 metros de altitud, que se han visto profundamente alteradas por la erosión de la red fluvial de la cuenca del Duero, dando como resultado valles amplios, de fondo plano y vertientes escarpadas, en forma de artesa, dejando plataformas estructurales culminantes, llanuras perfectas, dispuestas paralelamente a la red fluvial que las atraviesa (11)

En la zona de nuestro estudio, los páramos de Valoria, la forma de extenso valle entre dos pronunciadas vertientes ha sido realizada por el arroyo Madrazo, tributario del río Pisuerga

La tejera de Valoria la Buena fue construida en una de las vertientes del páramo, aprovechando con ello varias circunstancias:

a) La proximidad a la materia prima empleada, o sea a la arcilla de los estratos blandos del páramo, fácilmente extraíble, con lo que se gana en tiempo y transporte, abaratando gastos

b) La proximidad a una fuente de aprovisionamiento de agua: el arroyo Madrazo, elemento imprescindible para la formación del barro

c) La cercanía a Valoria la Buena, pero con el suficiente distanciamiento como para no alterar con los humos de las cocciones la saneabilidad del pueblo

También se aprovechó para la construcción de la tejera la pendiente del terreno, y así encontramos que una gran parte de sus dependencias fueron excavadas en la misma roca calcárea, con lo cual si se levantaron fachadas sólo hizo falta la construcción de una parte, reduciendo en gran medida los costos, aspecto importante en una economía paupérrima que no puede hacer frente a grandes gastos

Historia de la tejera

La tejera de Valoria la Buena ha pertenecido desde su construcción a la familia Garnacho. Uno de sus miembros, Cipriano «Pichi» Garnacho, fue quien nos ayudó a la hora de recoger información, tanto sobre la historia de la tejera como para los datos sobre el proceso de elaboración de tejas y ladrillos

El bisabuelo de Cipriano Garnacho fue quien construyó las primeras edificaciones de la tejera, a finales del siglo pasado, tras haber adquirido en propiedad los terrenos. Estas tierras estaban, por entonces, muy devaluadas, debido a sus vertientes pronunciadas y su cercanía a las crestas del páramo

La familia Garnacho se ha dedicado, por tanto, durante cuatro generaciones al oficio de la teja. Nos encontramos ante un claro ejemplo de trabajo familiar que va pasando de padres a hijos sin mayor alteración

El trabajo en la tejera duró hasta el año 1958, en el cual, viendo inviable el seguir con esta industria ante una falta de perspectivas de futuro, la familia decide trasladarse a Olivares de Duero, donde compran un alfar cerámico, que terminarán dejando a mediados de los años setenta, con la jubilación de Cipriano Garnacho. La familia se trasladará entonces a Valladolid, adquiriendo un bar que regirá ya el hijo

Algunos anuarios y anales comerciales nos ratifican los datos aportados por el señor Garnacho. El primer dato escrito referido a la tejera de Valoria la Buena nos viene mencionado por Alvarez del Manzano en 1900 (12), quien cita la existencia de dos tejeras en el pueblo, aspecto este que nos desmintió el señor Garnacho, quien no recordaba otras tejeras en el pueblo. Confirmado ese último argumento, tenemos la información que recoge el «Anuario Comercial Bailli-Bailliére» de la provincia de Valladolid, donde se menciona la existencia de una sola tejera en Valoria durante los años 1879, 1900, 1932 y 1943, y, por otro lado, el «Anuario de Comercio e Industria de la provincia de Valladolid», con noticias del año 1912 (13)

En ese período de existencia, la tejera no fue el único medio de vida para la familia Garnacho, compaginando la actividad artesanal de la teja con el laboreo de unas tierras. Debemos recordar, asimismo, que el trabajo de la tejera, a pesar de ser muy duro, no ocupaba a la familia mas que los meses de abril a septiembre. El resto del tiempo se dedicaba a otras actividades

En la tejera, normalmente, trabajaban tres personas, un cortador y dos operarios tendedores. El trabajo más importante era el del cortador, gracias al cual la producción de teja aumentaba o disminuía. En los años de mayor trabajo, en concreto la década de los cuarenta e inicios de los cincuenta, llegó a haber hasta cinco trabajadores: los tres anteriores, entre los que destacaba el padre de Cipriano Garnacho, quien como cortador llegaba a las 1.500 tejas diarias, junto a otra persona de la familia y un obrero de Valoria. Observamos, por tanto, que es una industria exclusivamente familiar, y sólo en momentos de necesidad se recurre a los servicios de obreros.

El trabajo se iniciaba en el otoño, picando las barreras para obtener la arcilla. El invierno ayudaría a facilitar el desprendimiento de la arcilla del páramo, ahorrando trabajo.

El trabajo propiamente en la tejera se efectuaba entre abril y septiembre, fechas en las que las inclemencias del tiempo eran menores y en las que las faenas agrícolas no daban tanto trabajo. Se transportaba la materia prima a las instalaciones de la tejera, donde se mezclaba la arcilla con agua para formar el barro. Después se daba forma a tejas, ladrillos y demás productos. Tras un período de secado, se procedía a su cocción durante varios días. Con ello los productos quedaban listos para ser vendidos. Todo este proceso es el que explicaremos en los siguientes capítulos.

Trabajos complementarios, pero necesarios, eran la reparación de las construcciones de la tejera y la limpieza y encalado de los hornos, que eran los que más sufrían los efectos de las altas temperaturas de las cocciones. También se procedía a la reparación del entramado de los edificios o a dar nuevas capas de enlucido a las partes superiores en los hornos. Estos trabajos se realizaban cada tres o cuatro años

Más extraordinarias eran las ampliaciones de las construcciones, como la efectuada en los años 30 para construir un segundo horno, mayor que el primero, más ancho y sin bóveda de terminación, debido a una necesidad de ampliación de la producción

Desde que se ha dejado de trabajar en la tejera, las construcciones han ido deteriorándose cada vez más, hasta llegar al actual estado de ruina, tal como se aprecia en las fotografías que acompañan este trabajo. A los naturales desplomes de techos y paredes debemos añadir otro factor que nos comentó el señor Garnacho, cual es la acción «depredadora» de las mismas gentes del pueblo, que vieron en la abandonada tejera un buen lugar de suministro de materiales para sus propias edificaciones.

Organización del tejar (fig. 3)

Encontramos en la tejera tres zonas diferenciadas según su uso y funcionamiento:

a) Area de aprovisionamiento de materia prima.

Constituida por el terreno barrero (14). Se denomina así a la zona próxima del páramo, donde se recoge la arcilla, utilizada luego para la fabricación de tejas y ladrillos. En este caso se utiliza una veta blanda y arcillosa de la cercana vertiente del Pico del Aguila.

En invierno se pica el barrero para que, con los cambios bruscos de tiempo, se desprenda la arcilla y de este modo sea más fácil su extracción. Se recoge en los meses de marzo y abril para comenzar la elaboración de productos.

También del páramo se recogen piedras calizas procedentes de desprendimientos, que sirven para taponar los huecos de la parrilla durante la cocción y que son vendidos posteriormente como cal.

b) Area de preparación y elaboración de los productos.

Es la zona principal de la tejera, y se compone de una serie de edificaciones:

-Dos casas o estanzas utilizadas para guardar las herramientas de trabajo y los animales. En algunas ocasiones se emplea para almacenar los productos, ya sea antes o después de la cocción.

Estas habitaciones, generalmente, no son la vivienda familiar. En el caso de la familia Garnacho, se encontraban en Valoria.

Se realizaron, como el resto de las construcciones de la tejera, aprovechando el desnivel de la terraza. Su alzado se levantó a base de ladrillos y tapial, con techumbre de paja.

-Dos pilas donde se procedía a mezclar la arcilla con agua, formando un barro compacto con el que se modelaban los productos.

Son estructuras sencillas, rectangulares, excavadas en la terraza, con unas pequeñas paredes de ladrillo para contener el agua o barro que bajaba de la terraza.

-Dos hornos de planta circular, aunque uno mayor que el otro. El pequeño acababa en un abovedamiento, siendo totalmente cilíndrico el mayor.

Están excavados en la roca, presentando sus paredes encaladas. Las partes aéreas están construidas con adobe. Ambos tienen una puerta de acceso desde una habitación aledaña, denominada sotechado, desde donde se procede a cargar la caldera de material combustible.

A través de la boca de alimentación se accede al horno. Consta dicho lugar de dos partes: la caldera y la cámara de cocción, separadas por una parrilla, por la que pasa el calor. Sobre ella se colocan los productos a cocer, unos encima de otros, sin travesaños de soporte o separación.

El acceso para que la carga o encañe (15) de productos sea introducida en el horno tiene lugar por otras aberturas, situadas a una altura superior a la de la parrilla.

La capacidad del horno mayor era de unas 8.000-9.000 tejas y unos 400 ladrillos en cada hornada, mientras que el pequeño admitía aproximadamente la mitad (16).

-Un pajar, cercano a los hornos, donde se almacenaba la paja, material preferentemente empleado en esta tejera, y leña, utilizadas como combustible en la cocción.

-Un almacén para depositar las tejas y ladrillos, antes y después de la cocción. Desde él se accedía al horno grande para efectuar más fácilmente el encañe y desencañe. También posee un pequeño compartimento para almacenar la cal.

-Eras o tendederos (17), solares próximos a las pilas y almacenes, utilizados en algunas ocasiones para cortar las tejas o ladrillos sobre mesas portátiles, y en otras para dejar secar los productos.

-Un par de pozos para acumulación y aporte de agua.

c) Area de acumulación de desechos

Existen, en los alrededores de la tejera, una serie de escombreras y basureros, donde se iban acumulando los productos desechados, que en su mayoría son tejas aunque, no faltan ladrillos y alguna baldosa.

Además de las áreas antes mencionadas tendríamos que referirnos también al camino que unía la tejera con Valoria, medio de comunicación, de aporte de materias primas y de venta y comercialización de productos. Este camino fue realizado por los primeros tejeros y el viaje siempre se efectuaba con un modesto carro.

Herramientas e instrumentos empleados.

Siguiendo la información que nos refirió el propietario de la tejera y teniendo en cuenta diversos trabajos realizados por otros autores respecto al tema (18), podemos clasificar en varios grupos los instrumentos empleados, dependiendo de su utilización.

a) Instrumentos para transporte y acarreo.

Para el transporte de materias primas y productos elaborados se contaba con un carro de dos ruedas y eje fijo, tirado por una pareja de mulas. Para los portes menores se empleaba un carretillo.

b) Instrumentos empleados en la extracción y preparación del barro.

Para extraer la arcilla del terreno se utilizaban picos, palas y azadas. Una vez transportada a las pilas se amasaba mezclándola con agua, para lo que se echa mano de cualquier instrumento, desde un mazo o madero hasta los propios pies y manos de los trabajadores.

c) Instrumentos para cortar y tender.

Los productos elaborados en esta tejera eran tejas, ladrillos, alguna baldosa (todo de diferentes tamaños) y cal. Se utilizaban moldes para dar forma al producto. Pueden ser de madera, como eran en principio, o metálicos. Los que sirven para moldear las tejas se denominan gradillas; para los ladrillos se usan hormas o mercales. Otro tipo de molde es el apareado o gabera, como se llama normalmente en el sur. Es un molde para realizar ladrillos de dos en dos. Para las baldosas se utilizan los marcos. En todos ellos existe una gama de formas y tamaños.

Otro instrumento importante es el galápago, molde de madera, o, excepcionalmente, de chapa, utilizado para dar la forma curva a las tejas. Sus dimensiones están en relación con las de la gradilla. Se usa, además, para transportar la teja hasta el tendedero.

Toda la labor de cortar el barro se lleva a cabo sobre unas mesas o lanchas, sitas en las eras. Con el rasero se quitaba el barro sobrante de los moldes.

Hay, además, otros instrumentos que no se emplearon en la tejera de Valoria, pero sí en otras, como las agujas para cortar o el palmeador para aplanar ladrillos y baldosas.

d) Instrumentos empleados en la cocción.

Se emplean tridentes para introducir el combustible en la caldera. Para reavivar el fuego se utilizan hierros que mueven las brasas.

Proceso de fabricación de tejas y ladrillos.

El proceso comienza en la época previa al invierno, con la labor de desmonte antes descrita. El verdadero trabajo empieza a partir de abril. Una vez transportada la arcilla al tejar , se deja secar al sol durante unos días, triturándola luego y separando las impurezas que pueda contener. Una vez «limpia» se deposita en unas pilas con agua, que en el presente caso son dos, con una capacidad de unos 8 ó 9 m.3 cada una.

Previamente a la introducción de la arcilla en las pilas se separa según su calidad: la peor, «tierra» o arcilla, es la utilizada para los ladrillos, mientras que la greda o arcilla de mejor calidad se reserva para las tejas (19).

Una vez en las pilas, se amasa el barro para que cuaje y absorba el suficiente nivel de agua. El barro se coloca en las mesas, en las que previamente se ha extendido una capa de ceniza de paja o arena cribada, para que no se pegue. A continuación se corta el barro con las hormas correspondientes (20).

Tras ello se lleva la pieza al tendedero. En caso de ser una teja se pasa de la gradilla al galápago para darle la forma curva, cuando el barro aún está fresco. En el tendedero se retiran los moldes y se dejan secar. En la tejera de la familia Garnacho se llegaron a cortar unas 1.580 tejas diarias.

Las tejas y ladrillos permanecen en los tendederos durante un período de tres a cinco días, dependiendo del tiempo atmosférico.

Los ladrillos se pueden apilar unos encima de otros, mientras que las tejas se colocan en filas, de una en una .En algunas tejeras castellanas se colocan verticales, una contra otra, denominando a este modo encabañado (21).

Tras el secado se produce el primer almacenamiento.

Cocción.

La introducción de la carga en el horno se denomina encañe. El combustible empleado en nuestro horno fue principalmente la paja, y no la leña de pino o encina usadas en otros hornos (22).

El horno grande cargaba unos «14 carros» de tejas (3.000-9.000), mientras que el pequeño tenía capacidad para unos «6 carros».

La disposición de los materiales en el horno era la siguiente (fig. 2):

-Sobre la parrilla se colocaba una capa de piedras calizas.

-Sobre las anteriores, dos capas de ladrillos compactos, colocados en disposición de «ajedrezado» para dejar pasar el calor entre ellos.

-Sobre ellos, siete capas de tejas de distintos tamaños.

Una vez colocados se tapaban las puertas de acceso con adobe o material no inflamable. La boca del horno mayor se cubría con una «chuleta de barro» móvil, que dejaba pasar o impedía la entrada de aire al horno, o servía para trasladar la combustión de un lado de la cámara a otro con el fin de que la cocción resultara homogénea. Es, en definitiva, una especie de tiro (23).

Este tipo de «chuleta» está poco documentada en otras tejeras. El sistema más frecuentemente empleado es el de «capeado», consistente en que una vez que una parte de la hornada ya está cocida se tapa con una capa de arcilla (24). Tampoco la disposición de la carga dentro del horno es igual a la de otras tejeras, en las que las tejas se colocan entre filas de ladrillos o entre ladrillos y una fila de medias tejas en la parte superior que, una vez finalizada la cocción, servían para tapar el tiro.

La cocción solía durar entre dos y cuatro días, dependiendo del estado del material. Durante ese tiempo el fuego de las calderas tenía que ser avivado continuamente, por lo que los trabajadores debían quedarse noche y día en la tejera. Tras la cocción el horno permanecía cerrado otros dos o cuatro días para su enfriamiento. Después de transcurrido ese tiempo se procedía al desencañe o descarga del material de la hornada, y el consiguiente almacenamiento de los productos en su lugar correspondiente o el transporte al lugar de consumo.

Venta y comercialización.

La tipología de la producción era variada: -La cal se producía ampliamente y se vendía a 2 pesetas la arroba.

-Las tejas se vendía normalmente por cientos. El precio de un ciento solía ser de unas 20 ó 25 pesetas. Se fabricaban dos tipos de tejas, la curva o árabe, de una longitud de 15 ó 16 cms., y la teja grande, denominada aquilón, de unos 10 cms. más larga que la otra.

-Los ladrillos costaban menos que las tejas. Tenían una menor demanda, ya que era más usual retechar las edificaciones que la construcción de nuevas.

-Menor era la producción de otros materiales, como las baldosas.

Las hornadas que se realizaban por campaña dependían de la demanda, normalmente convenida ya por adelantado al inicio de los trabajos.

La venta se efectuaba bien allí mismo, de forma directa a los vecinos de los pueblos cercanos, o bien a distancia, tratándose entonces de pedidos mayores, transportados por los propios tejeros en el carro. Según Cipriano Garnacho, la Granja Muedra, distante unos dos kilómetros de la tejera, acaparó durante muchos años gran parte de la producción.

La tejera distribuyó sus productos en un radio aproximado de 5 a 10 kilómetros, constatándose principalmente en Valoria, la Granja Muedra y en otros despoblados modernos de los alrededores, incluyéndose un molino cercano que abastecía a Valoria (25).

Cabría mencionar, por último, que las tejeras más próximas a la de la familia Garnacho se encontraban en Esguevillas y Dueñas, en la provincia de Palencia, dejando un amplio territorio para la comercialización de tejas y ladrillos de la tejera de Valoria la Buena.

A modo de conclusión señalaremos varios aspectos que creemos importantes e interesantes.

Debemos abogar por una mayor proliferación de este tipo de estudios para que se conozcan más y mejor nuestras industrias artesanales. No podemos olvidar que la industria rural apenas sobrevive en la actualidad, con lo que su conocimiento se irá perdiendo cada vez más (26).

En el caso de la industria de la teja y el ladrillo, la llegada de la industrialización significó el inicio de su fin. La mano de obra artesana perdió todo su valor, imponiéndose la fabricación mecanizada. Los ladrillos comienzan a hacerse huecos y las tejas van siendo sustituidas por las industriales o por la uralita. Dejó de tener razón de existencia la pequeña industria familiar, al no poder seguir el ritmo de inversión y costes que ofertaban las industrias modernas.

Sirva este texto para recordar el valor y la importancia que tuvieron en su momento las industrias artesanales.

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(1) REPRESA RODRIGUEZ, M. F.: La arqueología industrial en España, Annalli della Facolta di economia e comercio della Universita di Bari, nouva serie, vol. XXVII. Bari, 1988.

(2) Para la arquitectura popular son interesantes: GARCIA MERCADAL, F.: La casa popular en España. Barcelona, 1981; SANCHEZ DEL BARRIO, A.: Arquitectura popular, Temas didácticos de cultura tradicional, Centro etnográfico de documentación, Diputación de Valladolid. Valladolid, 1987.

libros interesantes para las construcciones de adobe son: ROHMER, E.: la tierra, material de construcción, Proyecto Navapalos'85. Madrid, 1986; ALONSO PONGA, J, L.: La arquitectura del barro. Junta de Castilla y León, 1986.

(3) A nivel general: SEMPERE, E.: Ruta de los alfares. España-Portugal. Barcelona, 1980.

A nivel provincial cabría mencionar: DELFIN Val, J.: Alfares de Valladolid. Caja de Ahorros Provincial de Valladolid. Valladolid, 1981; ROMERO VERGARA, J. I.: Hombre, barro y fuego en las tierras vallisoletanas. Caja de Ahorros Provincial de Valladolid. Valladolid, 1989.

(4) VILLAR HERRERO, S.: "El tejar de Pobladura de Sotiedra". Revista de Folklore, 77. Valladolid, 1987, páginas 154-162.

(5) SANCHEZ GONZALEZ, F. J.: "El tejar". Universidad y Etnología. II Encuentro en Cartilla y León. Salamanca, 1987, págs. 145-152.

(6) ARRANZ MINGUEZ, J. A.: "La desaparecida; industria tejera en Pesquera de Duero". Universidad y Etnología. IV Encuentro en Castilla y León. Oficios Tradicionales. Salamanca, págs. 287-292.

(7) GONZALEZ, P.: Cerámica preindustrial en la provincia de Valladolid. Valladolid, 1989, 2 vols.; en concreto nos interesa el capítulo 4, Materiales de construcción: ladrillos y tejas, págs. 53-90.

(8) Ibídem.

(9) Por poner algunos ejemplos citaremos : CARRETERO PEREZ, A. y ORTIZ GARCIA, C.: "Alfarería popular en la provincia de Córdoba". Etnografía española, 3, 1983; FERNANDEZ DE PAZ, E. : " Artesanías y artesanos en la Sierra Norte Sevillana : aproximación etnográfica" .Etnografía española, 6, 1987, págs. 135,137.

(10) La tejera se localiza a 0º49'60" longitud E. del paralelo de Madrid y 41°48'38" latitud N., en la hoja número 344. Esguevillas de Esgueva, del M.T.N.E.
Sobre el pueblo de Valoria la Buena puede consultarse: VALLEJO DEL BUSTO, Manuel: El Cerrato Castellano. Valladolid, 1978, págs. 351-363.

(11) GARCIA FERNANDEZ, Jesús: "Submeseta Septentrional. Castilla la Vieja y león", en TERRAN, M. et alii: Geografía regional de España. Ed. Montaner y Simón. Barcelona, 1968, págs. 100-103 y 152; CABERO DIEGUEZ, V., CASCOS MARAÑA, C. y CALONGE CANO, G.: Los espacios naturales, en MANERO, F. (dir,): Geografía de Castilla y León. Ed. Ambito, vol. 3. Valladolid, 1988, págs. 16-18.

(12) ALVAREZ DEL MANZANO: Valladolid y su provincia, 1990.

(13) GONZALEZ, P.: ob. Cit, t. 2, págs. 57-58.

(14) Ibídem., pág, 75.

(15) Ibídem., pág. 87.

(16) Los aspectos técnicos referidos a los hornos y sus estructuras han sido recogidos de: VILLAR HERRERO, S.: ob. cit., págs. 156-157: COLL CONESA, J.: El horno ibérico de Alcalá del Júcar (Albacete), Revista de Arqueología, 80. 1987, págs. 6-24; GONZALEZ. P.: ob. cit.
Los tipos de hornos documentados en esta tejera se asemejan por un lado al llamado Horno criba descubierto, en el caso del horno grande, y al horno árabe, en el caso del ejemplar pequeño de Valoria (SEMPERE, E.: ob. cit.; ROMERO VERGARA, J. I.: ob. cit., págs. 85-91).

(17) GONZALEZ, P. : ob. cit., t. 2, pág. 59.

(18) VILLAR HERRERO, S.: ob. cit., 158-159; FERANDEZ DE PAZ, E.: ob. cit., 135-136; GONZALEZ, P.: ob. cit.

(19) GONZALEZ, P.: ob. cit., t. 2, pág. 75.

(20) En otros lugares esta operación varía, colocándole primero los moldes en la mesa y rellenándose a continuación de barro; GONZALEZ, P.: ob. cit., tomo 2, pág. 87: FERNANDEZ DE PAZ, E.: ob. cit., pág. 136.

(21) GONZALEZ, P.: ob. cit., t. 2, pág. 87.

(22) GONZALEZ, P.: ob. cit., t. 2, pág. 87; FERNANDEZ DE PAZ, E.: ob. cit., pág. 136.

(23) ROMERO VERGARA, J. I.: ob. cit., págs. 86-87.

(24) GONZALEZ. P.: ob. cit., t. 2, pág. 87.

(25) VALLEJO DEL BUSTO, M.: ob. cit., pág. 357.

(26) CANO HERRERA, Mercedes: Artesanía de Valladolid. Oficios artesanos-Situación actual, I. Caja de Ahorros Provincial de Valladolid, 1986; ROMERO VERGARA, J. I.: ob cit., págs. 105-106.



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Una tejera en el pueblo vallisoletano de Valoria la Buena

MISIEGO TEJADA, Jesús Carlos y MARTINEZ MARTIN, Adela

Publicado en el año 1990 en la Revista de Folklore número 115.

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