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Revista de Folklore número

083



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UN TALLER DE CARRETERIA TRADICIONAL

MARTIN CRIADO, Arturo

Publicado en el año 1987 en la Revista de Folklore número 83 - sumario >



El fin de este trabajo es mostrar cómo funcionaba un taller carretero de tipo tradicional en el medio rural, antes de la introducción de cualquier tipo de maquinaria movida por energías no tradicionales, y, de paso, intentar atisbar las razones de los cambios que sufrió este modo de producción tradicional; cambios que, en la mayoría de este tipo de talleres, supusieron su desaparición.

1. EL TALLER.

1.1. Localización.

El taller estaba situado en el pueblo de Castrillo de la Vega (Burgos), en la calle Traslaiglesia, es decir, frente a la torre espadaña del templo parroquial. A pesar de esto, en el plano del pueblo ocupa una posición periférica, lo que no suponía, en realidad, ninguna desventaja, ya que las distancias en un pueblo son irrelevantes, pero una ventaja grande como era disponer de espacio en abundancia, pues la periferia es la zona donde se ubican los corrales y huertos.

1.2. Descripción del edificio.

Como se aprecia en el plano (fig. 1), el taller y sus anejos forman un conjunto con la vivienda y los suyos, que se completa con la presencia del huerto. Todas las dependencias se organizan alrededor de un patio cerrado al exterior , con suelo de tierra y en ligera pendiente, al que se accede desde la calle por unas puertas carreteras y un pasadizo cubierto.

La vivienda es un edificio de planta y piso, con un pequeño desván entre éste y el tejado, con planta rectangular y cubierta a dos aguas, con el caballete paralelo a los lados mayores. Las paredes son de piedra trabada con mortero en la planta baja y de adobe en la alta. Van totalmente revocadas de mortero, y hasta hace pocos años estaba pintada la fachada principal con cenefas de rombos y triángulos y una esvástica en el centro (este tema se solía pintar en los carros, como luego veremos) y en la fachada lateral que da a la calle tenía, entre otras cosas, una gran rueda que "anunciaba" el taller .

La planta baja se dividía en una gran cocina, una despensa bajo la escalera y una sala con alcoba al fondo; en la alta había dos grandes habitaciones. Contaba con los anejos típicos de toda casa rural: un corralillo con cuadra y pajar sobre ella, y una cochinera bajo la tenada.

El taller se encontraba en un espacio adosado a la casa, de una sola altura y cubierta a una vertiente; el lado que da al patio no está cerrado por muro nada más que en una pequeña parte. Dentro no había ninguna construcción ni división; sólo las herramientas colgadas en la pared o sobre el banco de carpintero, el torno, las tozas por el suelo y al fondo las maderas secándose. Junto al taller hay un espacioso sotechado, en el que hay otro banco, y en el que se trabajaba en el buen tiempo. La fragua es un pequeño edificio, entre la casa y la entrada al patio, de techo bajo, en el que estaba el fogón con su chimenea, separados por un tabique del gran fuelle, que se manejaba desde el fogón con una cadena. Delante del fogón había un gran pozal con agua y la bigornia en un tronco clavado en el suelo; junto a la ventana estaba el banco con las herramientas.

1.3. Historia del taller. .

Fue construido en el año de 1918 por Bernardo, en un corral que compró, del que aprovechó algunas dependencias para fragua y taller, y levantó otras. Bernardo, padre de nuestro informante (1), procedía de Valtiendas, pueblo cercano de la provincia de Segovia, de una familia de labradores; aprendió el oficio con su hermano mayor, Eusebio, que había venido de carretero a Campillo, pueblo vecino de Castrillo. De los hijos de Bernardo, todos aprendieron el oficio, el mayor se estableció en Roa como carretero, y los dos menores, Arturo y Pedro, quedaron trabajando con él en Castrillo; sin embargo, la Guerra Civil les alejó del pueblo temporalmente y sólo volvió a trabajar de carretero el primero de los dos.

2. MATERIAS PRIMAS.

2.1. Madera.

Era la materia prima fundamental y la que mayor inversión económica suponía, teniendo en cuenta, además, que era una inversión a medio plazo, pues la madera se compraba con mucha antelación a su uso, y que siempre se debía disponer de un remanente para no quedar desabastecido. En primer lugar, veremos los tipos de maderas que se compraban en la comarca:

-Olmo. Es un árbol que crece en forma de pequeños sotos al borde de los caminos, en los linderos o perdidos; su madera es muy apreciada por su resistencia, y de olmo se hacían la mayor parte de las piezas del carro, los ubios. ..

-Salce (éste es el nombre que se usaba en el taller y no el moderno sauce), que crece en abundancia en las riberas del Duero y en los lugares húmedos; la principal cualidad de su madera es la flexibilidad, y también es apreciable su resistencia. Imprescindible para timones y varas de arados.

-Chopo. Crece en los mismos lugares que el salce, y su madera, blanda y ligera, era muy usada para tablas, puertas, tableros...

-Encina, escasea en ejemplares grandes cuya madera se puede aprovechar, pero es abundante en forma de carrascas de tamaño medio, aprovechables para dentales del arado o pinas de los carros.

-Otros árboles poco usados eran el fresno, el nogal, el pino...

Los árboles de este tipo se compraban "en pie", es decir sobre el terreno. Su valor se calculaba por el perímetro que tuviera a la altura de un hombre y según la clase de madera. Una vez ajustados con el propietario, se marcaban con alguna señal y se cortaban en el mes de enero, con la luna en menguante. La corta la llevaban a cabo los mismos carreteros y utilizaban hacha y tronzador; los troncos se hacían tozas(2) que se transportaban sobre uno o dos carros unidos, según el tamaño, y la tamuja se dejaba en la tierra. Los carros y los animales de tiro los ponía algún parroquiano a cambio de algún trabajo que debiera. La madera debía estar por lo menos un año cortada antes de usarla para que se secara bien. Cuando estaba seca, se iba serrando, a brazo, según se necesitaba o en ratos perdidos.

Había otras maderas que se importaban por no existir en la comarca, como el roble que se usaba para las tablas de las cubas. Procedía de Palacios de la Sierra (Burgos) o de Cantaloja (Guadalajara); el primero era dócil y suave y el segundo era duro. De haya eran las camas de los arados, que procedía de la región cantábrica. Estos tipos de madera se compraban en la feria de septiembre que se celebraba en Aranda, coincidiendo con las fiestas de la Virgen de las Viñas, o en los almacenes de esta villa.

2.2. Hierro.

Como veremos después, en la fabricación de los carros se empleaban gran número de piezas de hierro: la mayoría se adquirían ya terminadas en Aranda o al herrero del pueblo, pues la fragua propia se utilizaba sobre todo para modificar y adaptar las piezas compradas. En algunos casos los elementos férreos los aportaba la persona que encargaba el trabajo; así sucedía con las rejas de los arados o las vertederas de los arados viñeros. En otros los compraba el carretero y los repercutía directamente sobre el coste final; esta forma suponía, en el fondo, una pérdida pues se adelantaba un dinero que se tardaba mucho en cobrar .

2.3. Productos químicos.

Todos ellos se compraban a viajantes o en los almacenes de Aranda. Los más importantes eran:

-Cola de conejo, para encolar madera, que se compraba en trozos sólidos y se preparaba machacándola y al baño maría.

-Masilla, para emplastecer la madera en los lugares en que tenía algún defecto: nudos, coqueras... Se hacía mezclando blanco de España con aceite de linaza.

-Pinturas de color azul, que se hacía con albayalde, verde, "colorao" o minio, que se hacía con polvo de minio al que se añadía un poco de secante y aceite de linaza. En los últimos años se compraban esmaltes ya preparados.

2.4. Fuentes de energía.

Era el apartado que menos gastos suponía, pues todas las tareas del taller se hacían a brazo. Unicamente se producía algún desembolso en la compra de carbón para la fragua; para el transporte de materias ya hemos visto que se hacía una especie de intercambio con algún labrador. En los últimos años de vida del taller se utilizó una máquina polivalente movida por un motor de gasolina primero, y uno eléctrico después; el mayor gasto en este apartado quedaba compensado de sobra, siempre que hubiese trabajo.

3. HERRAMIENTAS.

3.1. Herramientas de carretería, carpintería y cubería.

Me referiré solamente a las herramientas tradicionales del taller, tratando de hacer un inventario exhaustivo, con los nombres, descripciones y usos facilitados por mi informante. (Figs. 2-a hasta 2-g).

-Hachas, de dos o tres tamaños; se usaban para labrar en bruto la madera, hacer las caras: el carpintero sostiene con una mano la pieza sobre el suelo y el banco y con la otra maneja el hacha.

-Zuelas, de hoja ligeramente curvada y martillo enfrente, con mango de madera recto y largo. Su función era parecida a la del hacha.

-Zuela de cabestrillo, de hoja más ancha, sin martillo y con mango labrado, haciendo la forma de la mano. Era para labrar más fino, "para quitar las cortadas del hacha".

-Escofinas, de dientes más o menos grandes, que se usaban para rebajar o alisar la madera.

-Raspadera, cuchilla de hierro o acero, de forma ovoide, con los lados mayores cortantes; con ella se alisaba la madera después de pasar la escofina. Se manejaba agarrándola con las dos manos de los lados menores y haciendo un movimiento de vaivén. Se afilaba en plano con una barra de hierro, chaira, y cortaba con la rebaba lateral, dejando la madera muy suave.

-Escoplo, para ahuecar la madera y hacer escopladuras; era una barra de hierro con corte a bisel, que en el otro extremo tenía un mango hueco al que se adaptaba otro de encina, sobre el que se golpeaba.

-Barrenas, con gusanillo, de varios tamaños, para barrenar.

-Barrenas gallegas, sin gusanillo.

-Berbiquí, con brocas intercambiables.

-Cepillo, de caja de encina y cuchilla de hierro o acero, con corte liso. Para alisar después de la zuela.

-Cepillo de diente, con cuchilla dentada; para alisar las maderas duras, repelosas, como el olmo, en las que no levantaba astilla.

-Cepillo curvo, para alisar las pinas de los carros.

-Machembra, con dos cuchillas en dirección contraria, para hacer la machembra de las tablas; en las esquinas superiores lleva dos agujeros por los que se pasaba un palo del que tiraba un ayudante, porque se necesitaba mucha fuerza.

-Media caña, con una cuchilla de corte curvo.

-Garlopas, especie de cepillos de gran tamaño y mucho peso, con mango, del que se agarra con la mano derecha mientras con la izquierda se aprieta en la parte delantera; para alisar maderas especialmente duras, como el roble.

-Garlopin, más pequeño que la garlopa.

-Argallos, cepillos de gran tamaño, de caja curva y cuchilla estrecha, que se usaban en cubería para argallar o hacer los argallos en las cubas.

-Sierras, con armazón de madera y hoja dentada que va tensada por una cuerda; se distingue entre Sierra ancha, por serlo la hoja y se utiliza para serrar o cortar atravesado (contra la veta de la madera) o para cortar al hilo (a favor de la veta); y Sierra estrecha o de verduguillo, de hoja muy estrecha, para cortar en redondo.

-Sierra bracera, con un armazón de mayor tamaño y hoja más ancha. Se usaba para cortar árboles al hilo, para hacer tablas.

-Serrote, es el serrucho normal, de hoja ancha y flexible.

-Serrucho de costilla, cuya hoja tiene diente fino y una costilla arriba para que no se doble; levanta menos astilla y tiene menos tercio que el serrote.

-Serrucho de punta, con hoja muy estrecha terminada en punta, para serrar en redondo.

-Tronzador, hoja muy ancha con mango de madera en cada extremo, para cortar árboles entre dos.

-Martillos, con dos tipos: martillo de bola y martillo de peña.

-Macho o mallo, igual que el martillo de peña, pero más grande.

-Almádena, que consta de una pieza prismática de hierro con un mango flexible, usada, sobre todo, para meter los bujes en el cubo del carro.

-Mazos de madera de encina, de varios tamaños.

-Martillos de cubería, de tamaño parecido al del macho, de dos tipos:
-Con mango centrado, para meter los aros centrales.

-Con mango descentrado, para meter los aros testeros.

-Tenazas, de varios tamaños, para sacar clavos; también se usaba para esto la barra de uña.

-Compases, dos pequeños y metálicos, y otro de madera y gran tamaño.

-Rodela, rueda de madera para medir aros de carros y de cubas.

-Otros instrumentos de medir eran la regla, la escuadra, el cartabón y la falsa escuadra para medir ángulos no rectos.

-Gubias, para tornar, es decir, tornear.

-Llave tuercas, con dos piezas de hierro que se acercan o se separan a la vez al girar ambas sobre un tornillo; lleva mango de madera.

-Terraja, para hacer rosca a palos de madera con una cuchilla que lleva en un hueco circular .

-Destornillador, metálico con cachas de madera.

-Terciadores, para enderezar los dientes de sierras y serruchos.

-Triángulo, de hierro para afilar los dientes de los citados.

-Piedra de afilar, piedra de asperón que gira sobre un eje que apoya en cuatro patas de madera, movida por un pedal y usada para afilar cuchillas y zuelas.

-Gato, instrumento de cubería para meter los aros de las cubas.

-Gata, pequeño puente metálico para sujetar los aros de cuba en un lado mientras con el gato se meten por el otro.

-Cárcel, formada por dos maderos paralelos y otro que los une; se usa para aprisionar los maderos o tablas que se quieren encolar; para ajustarlos se empleaban cuñas de madera.

-Cabrillas, elementos sustentantes formados por dos maderos en aspa y otro que va de su intersección al suelo; se usa para serrar piezas grandes.

-Tozas, troncos de árbol muy grueso de distintas alturas (de medio a un metro) para trabajar sobre ellos.

-Banquillos, troncos más pequeños.

-Banco, grueso madero de olmo, con cuatro patas: en una de ellas lleva un torno (madero movido por un tornillo de hierro para aprisionar la pieza) y en la otra del mismo lado una horquilla para apoyar las piezas largas. En uno de los extremos tiene el barrilete, tope para sujetar las piezas que se cepillan; y en el lado contrario al torno lleva un hueco para tornar, en el que se colocan dos pivotes móviles y que se fijan por medio de un pasador inferior, aprisionando la pieza a tornear con unos tornillos que tienen los pivotes. Esta pieza es movida por una soga que viene desde el torno.

-Torno, era una gran rueda de carro, sin aro, movida por una manivela en cuyo eje va otra rueda menor, maciza, solidaria con la grande, con un canalillo en el que va la soga que mueve la pieza a tornar, que está colocada en el banco.

3.2. Herramientas de la fragua.

En el fogón o tobera estaba la caidilla, trozo de pletina, algo curvada en un extremo, para "animar el carbón, para espabilarlo". También estaba siempre a mano el espetón, varilla de hierro acabada en punta para ahuecar la escoria. En una esquina había un puchero que contenía arena de río, que se usaba para hacer caldas. Una calda es una soldadura de forja: se meten las piezas al fuego y cuando "hacía estrellitas" se ponían en la bigornia unidas, se echaba encima arena y dos personas lo golpeaban con el martillo y el macho.

Delante del fogón había un pozal de madera con agua para enfriar las piezas, y la bigornia sobre un grueso tronco de árbol.

En un lado había un banco, parecido al de carpintero, con las siguientes herramientas:

-Martillo de mano, como el de bola de la carpintería.

-Macho, también igual.

-Tenazas, rectas y con uña para sujetar los hierros candentes.

-Limas, con rayado y de dos formas: de sección semicircular (de media caña) y de sección rectangular (planas).

-Limatón, lima de sección triangular y gran tamaño.

-Cola de ratón, lima redonda para limar agujeros.

-Terrajas, para hacer roscas en hierro.

-Berbiquí, fijo sobre una mesa por un armazón; se taladraba con brocas mojadas con agua de jabón.

-Avellanador, barrena para avellanar, ensanchar la entrada de un orificio.

4. MORFOLOGIA y FABRICACION DE LOS PRODUCTOS.

4.1. Arado de palo (fig. 3).

Se comenzaba por desbastar con hacha y después con zuela el timón y la rastra, que son de madera de salce; se alisaban un poco con la raspadera y se unían por medio de las belortas; esto se hacía en la fragua, pues tienen que estar dilatadas por el calor. También con belortas se unía el timón a la cama, de haya, que se compraba ya hecha. Con una barrena se hacían cinco o seis lavijeros en la rastra, de forma que quedaran a la altura de un hombre, aunque también se tenía en cuenta la alzada de la yunta.

El dental, de madera de encina, se desbastaba con hacha y se afinaba a zuela y garlopa; se trazaba la dirección de la reja y la espiga que encajará en la cama, en la cual se hacía una escopladura para el dental, reja, esteva y pezcuño. La esteva era de encina u olmo, y para ella se procuraba elegir piezas curvadas, para no cortar la hebra, que se labraban a zuela y con unos sierros se daba forma a la manilla. La reja, de hierro, forjada por el herrero por cuenta de quien encargaba el arado, podía tener la punta en V (para terrenos normales) o en W (para terrenos con guijarros); la pezcola estaba decorada con incisiones en forma de zigzag. Se asentaba la reja al dental, luego la esteva y se apretaba con el pezcuño, de encina, lo mismo que las orejeras que van fijas en unos barrenos a los lados del dental.

Por fin se daba un barreno en la cama y otro en el dental para colocar el cabresto, barra de hierro que los une; una vez puesto se miraba si "va puntero", en cuyo caso "se le quitaba tierra", apretando la tuerca que lleva el cabresto sobre la cama, lo que hacía subir la punta del dental. Lo normal era no pintarlos, aunque en los últimos años se daba de minio la esteva, la cama y la unión del timón y la rastra.

Se hacía siempre de encargo, aunque en el taller se tenían algunas de las piezas (camas, dentales...) que se hacían en ratos libres. El arado de palo era uno de los aperos más usados, por lo que al cabo del año se fabricaban bastantes: de quince a veinte cada año. La época de mayor demanda era la de otoño-invierno.

Un arado nuevo duraba unos dos o tres años sin necesidad de reparaciones; a partir de ahí las más frecuentes eran: "echar dental", que sufría mucho desgaste, o sustituir alguna pieza rota, como la cama o la esteva. Además, en época de trabajo continuo, era necesario llevar la reja al herrero para que la aguzase cada mes, aproximadamente.

En cuanto al precio, era un factor cambiante con el paso del tiempo y, por lo tanto, difícil de cuantificar ahora; sí que sé que los últimos se vendieron aun precio de unas ciento cincuenta pesetas, en los años sesenta.

4.2. Arado viñero (fig. 4).

Es un arado de vertedera fija, para una sola bestia de tiro, que se introdujo a finales del pasado siglo para arar las viñas.

Consta de dos partes:

a) Vertedera, toda de hierro, que la hacía el herrero.

b) Varas, que se hacían con dos troncos no muy gordos y curvados de salce; ambas se unían entre sí y con la vertedera por medio de una maza cúbica de madera de pino u olmo.

4.3. Otros tipos de arados.

Arado de palo en hierro, obra del herrero, al que se ponía un timón de madera para una yunta, o unas varas para un solo animal.

Esta última adaptación de varas también se hacía a los arados de palo tradicionales para poder usarlos con un solo animal en aquellos trabajos más suaves. Además se usaban otros arados de tipo industrial, como la vertedera o el brabán.

4.4. Ubio (yugo} (fig. 5).

El más usual era el ubio de machos, por ser estos animales los más usados para labrar en la región; pero hasta mediados de este siglo también se hacían de vez en cuando algunos para vacas, aunque yo no he conseguido ver ninguno, y sólo los conozco por descripciones y miniaturas en imágenes religiosas.

El ubio de machos se hacía de un tablón de olmo, de unos siete u ocho centímetros de grosor, en el cual se trazaba con lápiz la forma. Se labraba con la zuela, se alisaba un poco con la raspadera y se daban las escopladuras:

-Una en el centro, para colocar la barzonera, correa muy gruesa de cuero que sujeta a una anilla en la que se coloca la rastra al arar.

-Dos en cada gamella (parte curva de cada lado que descansa sobre el cuello de los animales) para colocar las costillas; éstas eran de madera de roble, encina u olmo. En el taller se tenía una para usar como plantilla, para conseguir la misma curvatura; en sus extremos llevan unos taladros por los que se pasa una correa, la uncidera.

A veces, para dar mayor resistencia al ubio, se colocaba una chapa embutida todo a lo largo.

Había otro tipo que era el ubio de rejacar; era igual que el anterior, pero el espacio entre gamella y gamella era el doble de largo, para poder colocar dos arados cuando se iba a rejacar, es decir, pasar el arado a los trigos para quitar las malas hierbas.

El ubio de vacas lo describo brevemente y por referencias; lógicamente era de tipo cornal, como en toda Castilla, algo más largo que el de mulas y en las gamellas llevaba unas pequeñas solapas de madera, talladas en la misma pieza que el ubio, que cubrían en parte la testera (testuz) de las vacas entre los cuernos; las correas con que se ataba a los cuernos pasaban por unos taladros a ambos lados de la gamella.

El carro de vacas se denominaba "carro de ubio", con su viga central, para diferenciarlo del de machos, que era de varas, y que veremos a continuación.

Siempre se pintaban de "encarnao" o azul y se hacían de encargo, aunque se solía tener alguno de repuesto en el taller para las emergencias.

4.5. Carro (fig. 6).

El carro que predomina en la región es el de tipo mediterráneo, llamado por aquí carro de varas, como acabo de decir. También se usó el carro de ubio, con viga central, pero su fabricación fue muy rara en este siglo, por lo que me ha sido imposible recoger otra cosa que descripciones muy superficiales. Describiré, por tanto, el usado hasta hoy y fabricado hasta hace unos pocos años:

Está formado de dos partes: ruedas y caja o escalera.

A) Ruedas.

Era, con mucho, la parte más laboriosa, por lo que se iban haciendo cuando había poco trabajo y se guardaban para cuando se necesitasen. Se comenzaba por el cubo, que se hacía de un tronco de olmo o fresno; primero se labraba, es decir, se descortezaba y daba forma con el hacha; en segundo lugar, se atornaba, para lo cual se marcaban las medidas con una punta, se sujetaba al banco y se torneaba con las gubias; se comenzaba por el espacio central donde van los rayos, luego un rebaje para el arquillo, después un cordón, una hondonada y otro rebaje para el bocino; esto era por el lado que va hacia afuera de la rueda. El lado de adentro se hacía a base de rebajes a distinto nivel, en los que se ponían otros arquillos (cf. fig. 7).

En tercer lugar se enarcaba, o sea, se colocaban a presión los arquillos (aros que rodean el cubo).

A continuación se escopleaba; con un compás se marcaba el lugar de los 16 rayos (o radios), se daba un barreno en el centro del espacio destinado a cada uno y a partir de él se amplía el hueco con el escoplo; es una tarea muy lenta y delicada, porque la dirección tenía que ser exacta para que los rayos quedaran a iguales distancias. Por fin se cocía en una caldera con agua durante cuatro o cinco horas para dilatar la madera.

Mientras el cubo se cocía, se hacían los rayos de un palo de encina o acacia; se labraban con hacha y se hacía la espiga que entraría en el hueco correspondiente del cubo; en ella se hacían dos llaves a cada lado, dando un corte con el serrote y espalmando con la zuela.

Nada más sacar el cubo de la caldera, se procedía a enrayar, para lo cual se comenzaba por dar un barreno en el centro del cubo, en el que se fijaba una regla con un tornillo, sobre el que giraba y servía de referencia para que todos los rayos quedasen a la misma altura. El cubo se colocaba en el suelo, se metían todos los rayos en sus huecos y con un mazo se van golpeando uno por uno, mientras el contrario apoyaba en una piedra saliente que había en la pared: de esta forma van entrando todos a la vez. Se dejaba enfriar el cubo, que al contraerse aprisiona fuertemente a los rayos.

Mientras el cubo se enfría, se van preparando las pinas, que son de encina, preferiblemente de un madero curvado para que al darles esa forma no se corte la hebra de la madera, pues si se hace, se rompen con mayor facilidad; se les da forma con la sierra, se marcan los huecos para los rayos (dos en cada una), se taladran y se escoplean.

A continuación se procedía a empinar la rueda. Todos los rayos se cortaban a la misma distancia del cubo, se les hacía un poco de espiga y se les daba un corte en el centro de ésta. Se iba metiendo cada pina en sus dos rayos, y para que se uniesen con fuerza se metía una cuñita de encina en el corte dado al rayo. Para unir una pina con las adyacentes, se daba un sierro en los extremos y se metía una chapita que la aseguraba con la siguiente, con la que tenía que ajustar a la perfección; por fuera se colocaban otras chapitas, toledanas, que aseguraban las juntas.

Los aros, también llamados llantas, los hacía el herrero. Se esperaba a tener varias ruedas hechas para colocarlos; en ese momento se ponían los aros en el suelo, en medio del patio, y se tapaban completamente con madera, manojos, viruta... Se prendía fuego, y cuando estaban "hechos caramelo", o sea al rojo vivo, entre varias personas levantaban uno con unos espetones que pasaban por los agujeros del aro. Rápidamente lo dejaban sobre la rueda que estaba cerca, apoyada en tres tozas; si no entraba, se le obligaba con un gato. Inmediatamente se echaba agua con algún recipiente para que no se quemasen las pinas; se pasaba una barra por el hueco del cubo y entre dos la llevaban a una pila con agua que había en el patio, en donde se la hacía girar sobre dos pequeños pilotes, hasta que se enfriaba totalmente.

Para fijar la llanta se colocaban unos clavos en dichos agujeros; a continuación se redondeaban las pinas con zuela y escofina, matando el vivo, es decir, las aristas.

El buje es una pieza cilíndrica y hueca, de hierro, que se compraba en los almacenes de Aranda; sirve para forrar el hueco del cubo en el que gira el eje, por eso lleva estrías para guardar la grasa. Para colocarlo había que escoplear el cubo, haciendo dos acanaladuras en donde entraban las dos uñas que tiene el buje para quedar fijo y no girar; se metía a presión, a golpes de almádena. Si no quedaba bien prieto, se reapretaba con cáñamo o sogato (cáñamo de sogas viejas).

B) Caja o escalera.

La estructura de la caja en este tipo de carros es rectangular, formada por unos elementos longitudinales y otros transversales. Empezaré por los primeros. .

Las varas son dos largos maderos de olmo que forman los lados más largos del rectángulo; en la parte delantera, en la que se uncirá el animal, van en disminución, y en la trasera, acaban en la rabera, que tiene forma de W con el trazo de abajo más largo que el de arriba.

Las varas se labraban a hacha, después se cepillaban con el cepillo de diente y se alisaban; la parte delantera se chapeaba: en cada cara se ponía una chapa "de hierro media caña", para reforzarla. La chapa se sujetaba con remaches que se hacían en el avellanado de los agujeros: se metía un clavo de lado a lado, por uno se golpeaba con un martillo, y por el otro se sufría con el mallo. Para proteger la punta de la vara llevaban un casquillo o bien la chapa daba la vuelta. Todo el chapeado se hacía en la fragua.

La contravara es una pieza de olmo más fina que la vara, a la que se une hacia afuera por medio de unos tacos de madera que van atravesados por tornillos. La contravara sólo va de zaga a zaga, y tiene como misión ensanchar el espacio útil de la caja, por eso sobre ella van los barrotes y los laterales.

Una vez que tenemos estas dos piezas unidas, se labra la cuña en madera de olmo, dándole forma de triángulo muy alargado y se coloca en el lado externo de la parte exenta de la vara, desde el lugar donde irá la zaga hasta la mitad, aproximadamente; se chapea por fuera y se une a la vara con unos tornillos.

Otra pieza que refuerza a la vara es la palomilla, de olmo también que se coloca debajo de la vara en su parte no exenta y a la que se une con cuatro tornillos; en el centro lleva un rebaje para colocar el eje.

A continuación se van haciendo y colocando los elementos transversales:

-Cabezales. Son dos largueros de olmo que unen transversalmente las varas; el cabezal lleva unas escopladuras que se corresponden con otras que llevan las varas y las contravaras. En sus extremos tienen unos casquillos de protección.

-Cabezalillos. Son dos largueros parecidos a los cabezales, paralelos a ellos y un poco más hacia afuera.

-Zagas. Son dos gruesas tablas de olmo que se colocan sobre el cabezalillo, una adelante y otra atrás. Van unidas con tornillos a la contravara.

Ya tenemos armado, sobre unas tozas, lo fundamental de la caja; ahora se procedía a colocar los elementos que forman los lados en su desarrollo vertical. Se empezaba por atornillar los barrotes, que son de dos clases; en las esquinas se ponían barrotes en forma de escuadra que se atornillaban a los cabezales; entre éstos se colocaban dos a cada lado, cuya base se prolonga en otra pequeña escuadra para atornillarse a la contravara y la vara. Delante de los de las esquinas se ponía una varilla, también de hierro, que sirve para sujetar las tablas que se ponían para cerrar la caja por delante o por detrás.

Los barrotes dividen el espacio longitudinal de la contravara en cuatro espacios iguales, en cada uno de las cuales se dan siete taladros para meter siete paloncillos, que son varillas hechas de los tallos latizos (jóvenes, sin nudos) de los robles del terreno, labrados a cepillo.

En la fragua se agujereaban con el berbiquí dos chapas de media caña para cada lado y una de T, que se metían por los barrotes y paloncillos, con la chapa de T en el centro. Para terminar el lateral propiamente dicho, sólo quedaba la barandilla, que es un larguero de olmo al que se hacía una cabecilla adelante y otra atrás, y los taladros necesarios para ajustarla a barrotes y paloncillos. Además, se le hacen tres escopladuras en los extremos y en el centro, en las que se metían, cuando se necesitaba, unas estacas a las que se sujetaban tablas y así aumentar la capacidad de la caja.

Los laterales quedaban así como un enrejado, que se podía cerrar con unos tableros de los laterales; eran dos para cada lado, hechos de tablas de chopo, que se unían en la chapa de T, en la que encajaban perfectamente al tener un rebajo apropiado. Para sostenerse contra los paloncillos, tenían unas tarabillas giratorias, que permitían quitar o poner los tableros según las características de lo que se transportase.

El fondo de la caja se tapaba con un tablero móvil, hecho de tablas de chopo unidas con unas costillas por debajo. A veces éste se dividía en dos para poder manejarlo más fácilmente, cuando se quitaba. La portillera o antipuerta era un tablero para cerrar la caja por delante; para la parte trasera no se hacía, y se solía poner unas tablas entre los barrotes y las varillas, cuando era necesario.

Con esto estaba prácticamente terminada la caja, y únicamente quedaban algunos detalles para el final:

-En la parte de fuera de la contravara, en cada esquina de la caja se ponía una anilla metálica en la que entraba la base del palón, que también se sujetaba con cuerdas, cuando se ponía, que era sólo para transportar haces de cereal, a la barandilla.

-En la parte inferior de la contravara se colocaban unos ganchos para colgar en ellos por medio de cadenas la bolsa, que era un tablero casi a ras de tierra para poder transportar más haces; cuando se usaba, por supuesto, se quitaba el tablero de la caja.

-En los extremos de las varas se ponían los tiros o enganches, todos hechos por el herrero:<



UN TALLER DE CARRETERIA TRADICIONAL

MARTIN CRIADO, Arturo

Publicado en el año 1987 en la Revista de Folklore número 83.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz