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Revista de Folklore número

077



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EL TEJAR DE POBLADURA DE SOTIEDRA

VILLAR HERRERO, Sarvelio

Publicado en el año 1987 en la Revista de Folklore número 77 - sumario >



Quizá sea el tejar de Pobladura de Sotiedra uno de los últimos de la provincia de Valladolid, donde la fabricación de tejas y ladrillo se sigue haciendo de la forma más tradicional.

Estos tejares tuvieron un gran auge en el medio rural, y muchos son los pueblos que han contado con uno o varios de ellos. Si recorremos nuestros pueblos encontraremos los restos derruidos de sus hornos, que evidencian un pasado artesanal muy rico.

Tejas, ladrillos y adobes son materiales básicos en las construcciones rurales tradicionales, constituyendo el principal material de edificación en la provincia, dentro de la llamada «arquitectura del barro».

La fabricación de tejas y ladrillos en las grandes cerámicas han llevado a este oficio tradicional de nuestro medio rural a su total extinción. La introducción de la maquinaria y la producción en serie han terminado con los tejares de tipo artesanal.

Miguel y Martín son quienes aún continúan fabricando tejas y ladrillos, aunque el segundo de ellos ya no puede hacerlo por estar jubilado para el oficio en este tejar. La artrosis de sus manos que el agua y el barro han producido, le impiden ayudar a su hermano en el oficio de toda su vida. Son la cuarta generación en el oficio, aprendido de su padre, que tras trabajar en varios tejares como obrero -Pinilla de Toro, Villarrín de Campos, Mansilla de las Mulas y nuevamente Pinilla- se instala como autónomo en Pobladura de Sotiedra, en el año 1934. Aún recuerdan en el pueblo a su padre, el señor Alonso, viniendo con su burro todos los días, desde Pinilla, a cavar el pozo del tejar. Todas las edificaciones que le rodean, incluida la vivienda familiar, han sido levantadas por su padre y por ellos.

La elaboración es totalmente manual, donde no hay ningún tipo de maquinaria y que incluso las herramientas son de fabricación propia. Las que no han podido confeccionar con sus manos, lo han sido por los herreros o carpinteros de los pueblos vecinos.

I. EL TEJAR.

Se encuentra situado en torno a la vivienda familiar. Podemos distinguir en él varias dependencias claramente diferenciadas.

El tendedero. Es el solar donde se tienden, para su secado, las tejas y ladrillos. Se diferencian dos partes; un espacio destinado a extender la tierra para que se seque y pueda ser machacada, como operación previa al remojado, y el «tendedero» propiamente dicho.

Como separación de los dos espacios están la pila para remojar la tierra y el «amasador» del barro. La pila, excavada en el suelo y revestida de cemento, es un semicírculo que rodea al «amasador». Este es un cilindro hueco con una abertura en la base, al lado opuesto de la pila, para permitir la salida del barro ya batido. Se asemeja al brocal de un pozo. En la boca, diametralmente, tiene una pletina con un orificio central, donde se coloca el «malacate» (figura 1).

La estanza. Es el taller donde propiamente se hacen tejas y ladrillos. En sus paredes están colgados los distintos «marcos» y «argadillas», «agujas» y «galápagos» utilizados en la elaboración de tejas y ladrillos. Es un recinto pequeño donde trabaja el «cortador». Tiene dos puertas estrechas de acceso y dos ventanas. A la izquierda de la puerta principal está situada la mesa de «cortar», hecha de cemento, elevada del suelo aproximadamente un metro y de unos 65 X 40 cms. A su lado hay una pequeña pileta para el agua. Al fondo de la mesa se amontona la ceniza necesaria para «cortar» tejas y ladrillos.

El barro se apila en el suelo, y de él irá «cortando» el tejero, con la mano, la cantidad de barro necesario para hacer cada una de las tejas o ladrillos.

El horno. Ellos lo denominan «horno hormiguero», ya que con este nombre es como lo tienen declarado. Siguiendo la división que Sempere hace de los hornos de alfarero de la provincia, vemos que se asemeja un poco al tipo «árabe», aunque carece de la forma cupular. Sí tiene, en cambio, una puerta de acceso al «cuerpo» de horno, el «servidero», que se tapa con adobes durante la cocción. Este comunica con el almacén donde se guardan tejas y ladrillos, ya secos, listos para ser cocidos.

El piso del horno es una criba que se apoya en tres arcos. Tiene 19 orificios, y el grosor de los arcos es de unos 40 cms. La criba es un poco ovalada.

Su capacidad es de 12 metros cúbicos aproximadamente. El actual está reducido en su volumen. Tiene una altura de 5,10 metros, incluida la caldera, y de diámetros, en la criba, 2,10 y 2,50 metros.

La caldera tiene unos arcos que sostienen el piso sobre el que se «encaña». La boca comunica con la leñera, y tiene a ambos lados dos «fogones» que permiten la entrada del aire necesario en la combustión.

Conozco otros tipos de hornos que son prismas de base rectangular o cuadrada -Castroverde de Campos-; pero éstos, según me informan, no tienen una cocción tan uniforme y homogénea como los cilíndricos, ya que las esquinas reciben peor el fuego y pueden quedar algunos materiales casi crudos (fig. 2).

En cada hornada se pueden cocer unos 1.200 ladrillos y 3.000 tejas.

2. MATERIAS PRIMAS.

Se utilizan dos tipos de tierras, ambas obtenidas en las tierras del común del pueblo. Para las tejas emplean «greda» del pago de la ladera del Cristo, donde antiguamente había un tejar. Los ladrillos se hacen con arcilla ferruginosa del pago de la Rana.

En ambos casos a partir del mes de noviembre se cava la tierra con la azada, a fin de que las lluvias, hielos y sol la «curtan». A partir del mes de marzo se acarrea al tejar, ahora con remolque; pero antes lo hacían con un carro tirado por un burro.

En el tejar se extiende en cerros para que seque al sol. La greda necesita ser machacada con el mazo antes de remojarla; en cambio, la arcilla no.

El agua se emplea en el remojado de las tierras y en el «corte» de las tejas, pues el rasero se mantiene en la pileta de agua de la mesa de «cortar»; también sirve para limpiar de barro sobrante «marcos» y «argadillas».

La ceniza, obtenida en la cocción de años anteriores, se necesita para «cortar» las tejas, a fin de impedir que el barro se pegue a la mesa, permitiendo que la teja resbale hasta colocarla sobre el «galápago».

La piedra caliza es de utilidad en la cocción para cerrar los orificios que hay en el piso del horno. Una vez «desencañado» el horno, obtienen de ella cal viva.

Los combustibles. Antiguamente empleaban en la cocción exclusivamente paja trillada de cereal y algún manojo; de estos últimos, pocos, pues el pueblo no ha tenido viñedo. En la actualidad alimentan el horno con cualquier tipo de combustible, desde paja -caída en desuso desde la llegada de las cosechadoras al campo-, pasando por leña obtenida de los derribos, neumáticos, ramera de pino -principal combustible, traído de Toro-, hasta carbón en algunos casos.

La madera les sirve para confeccionar algunos de los útiles que emplean en su trabajo.

3. HERRAMIENTAS.

Las podemos clasificar en tres grupos si seguimos el proceso de elaboración de una teja o ladrillo.

-Para preparar el barro: Antes ya he apuntado que antiguamente acarreaban la tierra hasta el tejar con un carro. Una vez allí utilizan desde la azada, pala, rastro de madera -sin púas- y mazo hasta el «malacate», que es un eje de hierro con aspas, ideado por su padre hace sesenta años y confeccionado por un herrero de Pinilla, que se introduce en el «amasador» para batir el barro. Al «malacate» se le coloca un palo en el orificio superior, que tiene, permitiendo, mediante un arreo, hacerlo girar como una noria tirada por el burro (figura 3).

-Instrumentos para «cortar»: El «cortado» de una teja o ladrillo necesita de una serie de útiles específicos.

Los «moldes». Pueden ser de hierro o madera. Los utilizados actualmente son de hierro.

Son de dos tipos: las «argadillas», que son los moldes de las tejas y son de varias dimensiones; el modelo más común tiene 45 cms. de largo; en el lado más estrecho, 23 cms., y en el más ancho, 30. Tienen dos agarraderos en el lado más ancho (fig. 4).

Los «marcos» son los moldes dobles para hacer ladrillos, baldosas y baldosillas. Disponen de unas asas laterales. Hay «marcos» para ladrillos dobles y sencillos. Los utilizados, tanto de madera como de hierro, son de su abuelo (fig. 5).

El «galápago». Es una herramienta que puede ser también de madera o de hierro. Tiene un pequeño mango. En él la teja adquiere la forma curva característica. Las dimensiones están en proporción a la «argadilla»: a cada «argadilla» corresponde un tipo de «galápago» (figura 6).

El «rasero». Es una simple tabla rectangular de 35 x 5 cms. Se mantiene dentro de la pileta con agua. Rasea el barro sobre las «argadillas» o los «marcos».

El «rallador». No es más que un trozo de chapa clavado en un trozo de madera, que hace de asa y que permite eliminar el barro acumulado sobre la mesa del taller y para limpiar de barro los «moldes». Como todos los útiles de «cortar», es de fabricación casera.

Las «agujas». Son necesarias para «cortar» el ladrillo. Están hechas con un trozo rígido de alambre -un simple radio de bicicleta-, al que se le ha colocado un mango de palo de escoba.

El «palmeador». Hoy está en desuso. Es una plancha cuadrada de hierro, con dos asas laterales, que utilizaban para las baldosas y baldosillas.

-Utiles para la cocción: Para echar la paja en la caldera emplean una pequeña purridera de tres pinchos. Aunque la ramera de pino la introducen con la mano, para alojarla más dentro, en la caldera, se ayudan de horquillas de hierro con mango de madera. Las tienen de varias longitudes.

Cuando la caldera está muy llena de combustible, y para evitar que se «ahogue», echan mano del «varal», que no es más que un hierro alargado, y remueven las brasas.

Los útiles de albañilería les sirven para tapar la boca de la caldera y el «servidero», con adobes y barro.

4. PROCESO DE ELABORACION DE UNA TEJA O LADRILLO.

Dentro de este proceso podemos diferenciar tres fases:

-Preparación del barro.- Una vez que la tierra se ha cavado y está curtida, se lleva al tejar, se extiende con el rastro, para que el sol la seque, y se machaca con el mazo (caso de la greda).

La tierra para hacer ladrillos no necesita ser machacada. Ambas se remojan durante un día en la pila.

Generalmente, se calcula que el barro obtenido sea el empleado en día o día y medio de trabajo. Transcurrido el tiempo de remojo, se procede a «sacar la pila». Con una pala se va llenando el amasador, que siempre ha de permanecer lleno de barro hasta que concluya la campaña, y con el «malacate», que hace girar el burro, se bate el barro que saldrá por la abertura que tiene el amasador en la base opuesta a la pila.

-«Cortado» de tejas y ladrillos.- El barro batido se amontona en la «estanza». Cuando sobra, después de un día de trabajo, se tapa con sacos húmedos o plásticos para que no se endurezca.

Esta fase la realizan dos personas: el «cortador» y el que tiende. Se comienza extendiendo por la mesa de «cortar» un puñado de ceniza. A continuación colocan la «argadilla», si lo que se va a hacer es tina teja, sobre la mesa. Del montón de barro se «corta», con la mano, el trozo de barro que aproximadamente lleva una teja. Se reparte con las manos por el espacio que delimita la «argadilla». Ahora se pasa el rasero, que está en la pileta de agua, a fin de extender uniformemente el barro por todo el molde y eliminar el sobrante, que se deja a un lado de la mesa o vuelve al montón. Ya está lista para trasladarla al «galápago».

La ceniza ha impedido que el barro se pegue a la mesa, y agarrando la «argadilla» por las dos asas, el «cortador» la hace resbalar hacia el «galápago» situado al borde de la mesa y que sostiene el tejero que tiende. Se lleva así la teja al tendedero, se posa en el suelo el «galápago» y con un movimiento rápido, tirando del mango, queda la teja tendida para su secado.

A fin de aprovechar al máximo el espacio del tendedero, se van colocando las tejas en abanico. Cada diez se hace una desviación llamada «claro».

Todas las tejas de su fabricación tienen unas marcas en su lomo que hacen con los dedos, con un movimiento ondulado, cuando las llevan de la mesa de cortar al tendedero.

Antes de que las tejas se sequen les dan, con un escobajo, arcilla disuelta en agua, para que adquieran el color rojo al cocerlas. Cuando ya están bastante oreadas se las pone verticalmente, de dos en dos, para que sequen antes.

El ladrillo requiere de un proceso semejante. Se pueden «cortar» con agua o con ceniza. En el primer caso el «marco» se separa del ladrillo, en el tendedero, con las agujas. Cuando se cortan con ceniza se colocan sobre una tabla para llevarlos hasta el tendedero.

Lo mismo que las tejas, se ponen verticalmente por parejas para adelantar su secado, los ladrillos se colocan en «rejilla» fuera del tendedero (fig. 7).

Las tejas se secan de un día para otro; en cambio, el ladrillo necesita de dos días para secarse.

Tanto tejas como ladrillos se guardan, una vez secos, en el local destinado a almacén o en los cubiertos, esperando el día de la hornada. La colocación de los ladrillos entonces se hace en «rejal».

-La cocción.- Es esta fase del proceso el momento más importante, pues de lograr una adecuada cocción depende la calidad del producto final.

Distinguiremos tres momentos: el «encañado», la cocción y el «desencañado», El «encañado» consiste en llenar el horno de tejas y ladrillos. Se comienza rellenando las aberturas de la criba con piedra caliza, dejando unos «claros» o «tiros» (1), ocho o diez, repartidos por la base para que el fuego ascienda y se distribuya por igual. A continuación se colocan cuatro filas de ladrillos, puestos de canto -unos 250 por fila-, siempre conservando los «tiros». Estas filas cortan el fuego, que en la caldera adquiere temperaturas elevadísimas.

Se prosigue el «encañado» poniendo las tejas y respetando los «tiros» para que el fuego ascienda.

Finalmente, se, colocan dos nuevas filas de ladrillos; esta vez horizontalmente, cerrando ya los «tiros». Llegado a este punto, el «encañado» ha quedado concluido. Con tejas y ladrillos de desecho de otras cocciones se cierra la parte superior del horno, procurando que todos los huecos desaparezcan, a fin de que el fuego ya no ascienda. Para ello tanto tejas como ladrillos han de ponerse horizontalmente, ocupando la mayor superficie. Ahora se cierra el «servidero» con adobes y barro.

El «encañado» suele llevar un día de trabajo.

Comienza ahora la «cocción» propiamente dicha. En la caldera, las dos aberturas que comunican con los «fogones» se cierran, formando un semicírculo, con tejas boca abajo, comenzando desde ambas aberturas, para antes de cerrar el semicírculo colocar dos tejas cruzadas. Ello va a facilitar la circulación del aire, en el proceso de combustión, por la caldera.

Seguidamente se prepara el encendido del horno. Para ello se hace la «cabaña» que consiste en poner unos palos cruzados, dentro de la caldera, para que no se aplane el primer fuego; se le acompaña de un neumático, -antiguamente de manojos-, ramera de pino y paja. Ya se puede encender, dando comienzo la cocción.

Hasta que no se consigue que el horno tire correctamente, se mantendrá la boca de alimentación de la caldera con la mayor abertura. Una vez que el horno tira bien esta boca se reduce cerrándola hasta dejar un hueco que pueda ser tapado con un adobe. Ha comenzado lo que el tejero denomina «arrosiar», -alimentar de combustible al horno-. Esto durará entre 18 y 20 horas, desde las 4 de la madrugada hasta las 8 ó 10 de la noche. Cuando solamente se empleaba paja para cocer, este tiempo se alargaba a 30 horas.

En el «arrosiado» se van alternando los combustibles: ramera de pino y paja. Los neumáticos se meten con intervalos más largos de tiempo ya que son de más larga duración dentro de la caldera y aumentan la temperatura de cocción.

Como apunté, la paja se mete tirándola con la purridera, y la ramera a mano ayudándose de las horquillas para introducirla en el interior de la caldera.

Suele pararse dos veces, para comer y cenar. En estos casos se cierra la boca de la caldera con un adobe y barro, y lo mismo se hace con los «fogones» que también se tapan con un trozo de teja y barro. El descanso, mientras dure el «arrosiado», viene a ser de dos horas.

Cada cierto tiempo se sube a lo alto del horno, por una escalera excavada en la pared del horno y que comunica con la leñera, para comprobar la marcha de la cocción. Se intentan tapar, salpicando con barro, los resquicios que hay entre las tejas y ladrillos que cierran el horno, para evitar que el fuego se escape. El proceso de «arrosiar» está concluido cuando la última fila de ladrillos está totalmente blanca e incandescente.

A partir de este momento se cierran la boca y los «fogones». La cocción continúa para terminar al cabo de cuatro o cinco días con el horno enfriado.

Una vez frío se procede entonces a «desencañar», comenzando, lógicamente, de arriba a abajo.

Aquí termina todo el proceso de elaboración de una teja o ladrillo. Una vez cocidos se colocan, fuera del almacén, en los espacios abiertos del tejar, esperando la llegada del cliente de turno.

Todo este largo proceso de cocción tiene una duración de casi ocho días: día y medio para encañar, un día «arrosiando», cuatro días para enfriarse y un día para «desencañar».

Entre hornada y hornada, a veces, hay que reparar los arcos y la caldera, de los desperfectos producidos por el fuego.

5. PRODUCCION y COMERCIALIZACION.

Actualmente la producción del tejar se centra en tejas y ladrillos. Hace tiempo que dejaron de fabricar baldosas y baldosillas ya que era más delicada su elaboración.

En mayo se comienza a «cortar» y se termina con la última hornada allá por octubre, hacia el Pilar. Hasta hace años venían fabricando unas 21.000 tejas y 8.500 ladrillos. Ahora la producción se redujo a 9.000 tejas y 3.500 ladrillos.

Para el trabajo de una temporada necesitaban acarrear al tejar unas 25 toneladas de greda para las tejas y 10 de arcilla para los ladrillos. Al día venían haciendo 300 tejas; caso de ser ladrillos en torno a los 700 por día.

En los años de máxima producción llegaron a hacer diez hornadas. El término medio por año venía a ser de siete. Los dos últimos han reducido considerablemente la producción, realizando solamente tres hornadas, ya que sólo Miguel puede dedicarse a ello.

Las tejas de menor tamaño las realizan si es de encargo y lo mismo sucede con los ladrillos dobles.

La producción de ladrillos siempre ha sido menor ya que tiene menos salida que la teja, pues ésta es necesaria cuando se teja, a fin de sustituir las rotas por otras enteras. (Fig. 8).

La venta del producto la hacen a almacenistas de materiales de construcción -Toro y Medina del Campo-, o directamente a particulares. En este caso es en los pueblos vecinos donde venden la mayoría del producto elaborado.

Los mejores años de ventas fueron entre 1945 y 1955. Después se ha seguido manteniendo de una campaña para la otra. Del año 1986, al reducirse la producción, ya la tienen toda vendida.

Los precios han ido aumentando progresivamente, menos de lo que ellos hubiesen deseado. Así cuando su padre se instala en Pobladura en el año 1934, vendía, si eran tejas a 8 ó 9 pesetas el ciento; caso de ladrillos a 4 ptas..

La relación de precio teja-ladrillo, siempre ha sido aproximadamente la mitad más barato el segundo.

El año pasado los precios eran de 22 ptas.la teja y 14 para el ladrillo.

Quizá, este año, sea el último en el que Miguel fabrique tejas y ladrillos. Serán las tres últimas hornadas que impregnen de humo negro la atmósfera de Pobladura, y envuelvan de agradable olor a resina el tejar.

Habrán pasado entonces 53 años desde que su padre, comenzó, según sus palabras, «a vivir un poco mejor, con menos privaciones».

A pesar de no trabajar ya más en el oficio de su vida, Miguel seguirá bajando todos los días, desde Tiedra, ya que ahí se han trasladado hace tres años, a «pasar el día» al tejar donde ha transcurrido toda una vida dedicada al barro.

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(1) En alfarería se denominan "caños". VAL J. D.(1982). Alfares de Valladolid. Caja de Ahorros Provincial de Valladolid.




EL TEJAR DE POBLADURA DE SOTIEDRA

VILLAR HERRERO, Sarvelio

Publicado en el año 1987 en la Revista de Folklore número 77.

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