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Revista de Folklore número

456



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El discurso sobre los banquetes en el «Banquete de los eruditos» de Ateneo

PATON CORDERO, Óscar

Publicado en el año 2020 en la Revista de Folklore número 456 - sumario >



1. Introducción

El género del banquete tuvo una relativa larga tradición en la literatura griega. La obra que inauguró este tipo de textos fue el Banquete[1] de Platón, compuesto entre 385 y 370 a.C., que contenía todos los elementos principales del género. En él participan seis personajes (Fedro, Pausanias, Erixímaco, Aristófanes, Agatón y Sócrates) cada uno de los cuales pronuncia un discurso en torno a la naturaleza del amor. El de Sócrates considera al amor un espíritu mitad hombre mitad dios y nos los presenta como la aspiración a asegurarse la posesión de lo bello. Este parlamento se ve interrumpido por la llegada de Alcibíades, borracho.

De la misma época o algo posterior es el Banquete de Jenofonte, que narra el encuentro entre el rico Calias y Sócrates, que va acompañado de unos amigos. Calias los invita a un banquete en su casa, que celebra en honor de Autólico, vencedor del pancracio, del que se ha enamorado. Se entremezclan varias conversaciones, interrumpidas por el entretenimiento proporcionado por un empresario siracusano (flautistas, bailares, acróbatas).

Hay que esperar unos siglos después para que se retome el género, esta vez con una obra de Plutarco (siglo i d.C.) titulada Charlas de sobremesa, en nueve libros. Plutarco, a diferencia de Platón, maneja un número muy elevado de personajes, lo que produce bastante desorientación en el lector, según Martín García (1987, 12). Los temas que se tocan son muy variados: un tercio del contenido está dedicado a las ciencias naturales y a la medicina; otro tercio, a temas gramaticales e históricos; y el resto, a la astronomía, mitología, filología y música.

Y por fin llegamos al autor al que está consagrado este artículo: Ateneo de Náucratis[2]. Ateneo vivió durante los siglos ii y iii d.C. y redactó el Banquete de los eruditos, después de la muerte del emperador Cómodo. Es una magna composición en quince libros, en la que un número elevado de personajes –al modo de Plutarco–discuten sobre los más diversos temas: música, literatura, comidas, heteras, incluso sobre los propios banquetes. En este artículo me propongo analizar lo que comenta Ateneo sobre los banquetes que se celebraban en diversas partes del mundo conocido entonces, algunos en Grecia y otros en otras naciones extranjeras.

2. El pasaje 4.128a del Banquete de los eruditos

Comienza el libro 4 del Banquete de los eruditos con una conversación entre Timócrates y Ateneo. Ateneo le habla a su contertulio de Hipóloco de Macedonia[3], que vivió en la misma época de Linceo de Samos[4], uno de los discípulos de Teofrasto. Hipóloco asistió en Macedonia al banquete de bodas de Cárano[5] y dejó un relato de lo que aconteció durante dicha comida: nada más llegar les entregaron como regalo unas copas de plata. Después les sirvieron en fuentes de bronce aves y patos, palomas torcaces y otros manjares y se trajeron coronas de flores de todas clases. Unos flautistas y unas tañedoras de sambuca irrumpieron en escena para amenizar la velada. A continuación trajeron una fuente con un cerdo asado y un cabrito hirviendo. Entraron unos bailarines itifálicos, acompañados de unos magos y de mujeres acróbatas. Luego se sirvió el vino, que procedía de Tasos, Mende y Lesbos. Nuevamente se sucedió otra interrupción, esta vez de un coro de cien hombres que cantaban un himeneo y tras ellos unas bailarinas disfrazadas de nereidas y ninfas. Se sirvieron poco después unos jabalíes en fuentes cuadradas de oro. Otra vez medió un espectáculo, esta vez por parte del cómico Mandrógenes[6], que provocó muchas risas. Y, por último, se trajeron las mesas de los postres y se ofrecieron golosinas y pasteles, lo que dio lugar al final del banquete.

Tras este relato, Ateneo hace una digresión citando unos pasajes de comedia en los que se comenta que los atenienses bailan cuando han bebido en los banquetes. Todos los textos citados se burlan de esa costumbre. La mención de los festines atenienses permite que intervenga Plutarco[7] y exponga su opinión sobre cada uno de los distintos tipos de banquetes según la región en la que se celebran.

2.1. Los banquetes áticos

Los primeros banquetes de los que se habla, conectando con lo anteriormente dicho, son los áticos. Plutarco cita a Matrón de Pítane[8] (que vivió entre el siglo iv y iii a.C.), autor de parodias, el cual describe un banquete ático en unos versos. Empiezan con una imitación del comienzo de la Odisea («cuéntame, Musa, los banquetes muy nutricios y numerosísimos que el orador Jenocles nos ofreció en Atenas»). La mención de Jenocles como organizador del festín ya tiene intención burlesca, pues este autor es objeto de risa por parte de Aristófanes en Avispas, 1510; La paz, 790; y Las asambleístas, 169.

Un primer invitado que aparece es Querefonte, a quien se califica como «buen conocedor del arte del banquete ajeno». Este Querefonte puede ser el mismo personaje, amigo de Sócrates, de quien también se burla Aristófanes en varias de sus obras (Las nubes, Las avispas y Las aves). De él se comenta después (Banquete de los eruditos 4.170F) que comió como un león y que sujetaba una pierna de cordero en la mano con la intención de llevársela a su casa. Otro invitado al banquete es Estratocles, que puede identificarse con el orador ateniense a quien Demóstenes acusó de haber recibido soborno de Hárpalo.

Aparte de por los invitados mencionados, todo el pasaje tiene intención burlesca, mediante dos procedimientos: ya sea exagerando el tamaño de algunos platos o su cantidad, ya sea mediante la parodia de la épica.

Se exagera el tamaño de los platos o su cantidad en los siguientes casos:

-Se compara al congrio con Ticio[9] y se afirma de él que al servirse ocupaba nueve mesas (Banquete de los eruditos 4.135C).

-Una anguila tenía tres palmos y nueve codos de ancho y nueve varas de largo, es decir, cuatro metros y medio de ancho y dieciséis metros y medio de largo (Banquete de los eruditos 4.135D).

Se recurre a la parodia de la épica en varios casos:

-El más evidente es en Banquete de los eruditos 4.135F cuando se habla de la cabeza de atún y se comenta que «los dioses dispusieron esta desgracia para los hombres». Este verso es una parodia del verso 600 de Trabajos y días de Hesíodo en que el poeta épico, al referirse a Pandora, lamenta que los dioses la crearon para desgracia de los mortales.

García Soler dedica un artículo[10] a estudiar este poema de Matrón. Después de explicar quiénes son los individuos invitados al banquete, comenta que el poema parodia muchos versos de la Ilíada y de la Odisea. A algunas de estas parodias ya me he referido yo anteriormente. Por ejemplo, el primer verso del poema, con la invocación a la musa, ya sabemos que remeda el primer verso de la Odisea. Después se presenta al anfitrión, Jenocles, como si fuera Agamenón, pasando revista a las filas de varones.

Uno de los aperitivos que toman son erizos de mar, que el poeta deja caer al suelo rodando, lo que recuerda al yelmo de Patroclo, que rueda entre las patas de los caballos cuando es atacado por Héctor (Ilíada 16.974). El siguiente plato, una sardina o boquerón, es presentado como Penélope en la Odisea 1.334, que llega con velos en sus mejillas, aunque los del pescado están sucios por la salsa que lo acompaña.

Después de los aperitivos, se sucede un desfile de veinticuatro pescados, de diversas cualidades, entre los que se incluye la sepia, el calamar o las gambas. La forma en que se presentan recuerda el catálogo de las naves de Homero. La sepia es calificada «de hermosas trenzas» y comparada con Tetis «de pies de plata». Las trenzas son los tentáculos que salen de la cabeza de la sepia y los pies, las numerosas patas del animal. Luego viene la comparación del congrio con Ticio, de la que hablé más arriba. La anguila tiene el calificativo de «diosa pez de blancos brazos», epíteto este último que suele dirigirse a Hera. Después se afirma que el cocinero blande las fuentes cargadas de manjares, lo que semeja a Aquiles con su lanza.

A continuación aparece el calamar, comparado con Iris, «mensajera de pies de viento», en parte por su rapidez y en parte por la capacidad de volar que atribuyen algunos autores a dicho molusco. El siguiente plato es un enorme mújol asado «conductor de carros», que es un epíteto que en los poemas homéricos se asocia a Néstor. El esturión es caracterizado como «famoso por su lanza», lo que recuerda a Idomeneo.

En los últimos veinte versos se describen algunos actos que caracterizan el simposio propiamente dicho: se mezcla una cratera de vino, aquí llamado Bromio, uno de los sobrenombres de Dioniso. El festín se ameniza (a diferencia del Banquete de Platón en el que surgía una animada discusión) con la entrada de unas prostitutas, lo que encamina la diversión hacia un entretenimiento de tipo sexual, y aquí se termina el poema de Matrón.

Después de este texto, Ateneo recoge uno de una comedia de Alexis, en el que el protagonista indica que quiere contratar a unos cocineros, pues pretende celebrar un banquete para invitar a un tesalio, pero no al modo ático ni mezquinamente. Es de suponer que «al modo ático» y «mezquinamente» son sinónimos. El protagonista lo que desea es quedar bien con su invitado, porque los tesalios tienen fama de glotones, como cuenta el propio Ateneo (Banquete de los eruditos 10.418C).

En estos dos textos literarios analizados se adivina una clara intención de burlarse irónicamente de los banquetes áticos, porque aparentemente en ellos se servía comida de manera desaforada, pero la realidad era muy diferente[11]: los banquetes atenienses tenían fama de ser muy parcos y dejar con hambre a los que asistían a ellos. Como ejemplo de esto, Ateneo (Banquete de los eruditos 4.138A) recoge un pasaje de la República de Platón en el que hablan Glaucón y Sócrates y se dice que se les servirá sal, aceitunas, queso y hervirán nazarenos[12] y verduras, y de postre sirven higos, guisantes y habas y asarán al fuego bayas de mirto y bellotas. Se trata de un banquete muy frugal en comparación con los irónicos banquetes pantagruélicos descritos anteriormente.

2.2. Los banquetes espartanos

A continuación le toca el toca el turno a los banquetes espartanos y se enumeran varios textos. El primero pertenece a Heródoto (Historias 9.82), un historiador, lo que supone un contraste frente a los banquetes atenienses, a propósito de los cuales se recogía primero un pasaje de un cómico. Ya se advierte la intención de Plutarco de tratarlos de manera más seria desde el principio.

En el texto figura la anécdota del rey espartano Pausanias que manda preparar una comida frugal a Mardonio, quien llevaba un equipaje compuesto de objetos de oro y plata, para señalar el contraste entre el modo de vida de los persas y el de los espartanos. Está claro que el adjetivo «espartano» ya tiene aquí el uso que aún pervive entre nosotros de «austero, frugal».

A continuación figura un texto del filósofo estoico Polemón (siglo ii a.C.) que recoge unos versos de Cratino en los que se cuenta que los espartanos, a todos los extranjeros que llegan, los invitan a un banquete de carácter especial llamado kopís[13]. En él se extienden alfombras sobre lechos de madera en los que se recuestan los invitados. Y se les ofrece a todos porciones de carne de cabra y un panecillo. A cada uno se le da, además, un queso verde, un trozo de estómago y de intestino, y de postre, higos secos, habas y judías verdes. También se llama kopídes a unos banquetes que se celebran en las fiestas de las nodrizas, las cuales traen a los niños varones ante el templo de Ártemis Coritalia, donde se sacrifican cerditos lechales y sirven panes cocidos al horno.

Dídimo el gramático (siglo i a.C.) nos ofrece otra versión de las kopídes diferente a la de Polemón: en las fiestas en honor a Jacinto[14], llamadas Jacintias[15], durante tres días en los banquetes no llevan coronas, ni sirven pan ni ofrecen, sino que cenan con gran moderación. Pero a mitad de los tres días tiene lugar un espectáculo muy variado: unos niños con túnicas ceñidas tocan la cítara y cantan acompañando a la flauta. Unos coros de muchachos entran y entonan algunos poemas de la tierra. Y unas doncellas son llevadas en carretas y otras participan en el desfile en competiciones de carros engalanados. El segundo de los tres días de fiesta sacrifican gran cantidad de víctimas y los ciudadanos invitan al banquete a todos sus conocidos y a sus propios siervos.

La última versión de las kopídes corresponde a la de Molpis (siglo i a.C.) en su obra República de los lacedemonios: es un banquete a base de pan de cebada, pan de trigo, carne, verdura cruda, caldo, higos, frutos secos, altramuces.

Resulta difícil saber cuál de las tres versiones sobre la kopís es la más verosímil. En mi opinión, la de Polemón es la que nos ofrece detalles más concretos sobre cómo se celebraban estos banquetes. La de Dídimo también es bastante completa, pero en cierto sentido se contradice con la primera. La única forma de conciliar ambas sería considerar la kopís como un concepto general: como un banquete que se celebra en determinadas fiestas religiosas, no solo en las Jacintias, como pretende Dídimo. Por último, la versión de Molpis es la más sucinta, pero tiene la ventaja de que el autor era espartano y debía de saber con cierta precisión lo que comían sus conciudadanos.

Moreno Conde (2008, 28) afirma que, a pesar de las contradicciones entre los diferentes autores, la kopís se refiere al banquete que se celebraba durante las Jacintias y que constituía uno de los momentos más importantes de la fiesta.

Más recientemente, la autora francesa Aude Prieur (2014, 94) considera que la kópis en sentido estricto es el término utilizado para llamar al banquete público que se celebra el segundo día de la fiesta de las Jacintias, y afirma que la kopís también se define por las personas que asisten a ella. La kopís de las Jacintias se explica mediante la hospitalidad y la apertura de Esparta a todos los que están en ella durante dichas festividades. De hecho, esta investigadora cree que la kopís refleja una transformación de Esparta en época helenística, cuando personas de todas las clases pueden asistir a un banquete, algo impensable en épocas anteriores, cuando las comidas en común estaban reservadas solo a los hombres adultos. Añade que la kopís es un banquete en el que se sirve abundante comida, lo cual es lo contrario del ideal espartano de mesura. Más adelante, Prieur (2014, 105) reconoce la existencia de otros banquetes llamados kopídes, como hemos examinado en el texto de Ateneo, los que se reservan a los niños varones y sus nodrizas. Estas comidas se pueden denominar kopídes porque entran en la definición genérica que se ha hecho antes de esa palabra: un banquete público celebrado con un motivo de una celebración especial de tipo religioso.

A continuación (Banquete de los eruditos 4.140C) se introduce una discusión sobre la palabra epaîklon, derivada de aîklon[16] (cena), que es un alimento que se toma después de la cena como complemento, algo así como nuestro postre, aunque los diversos autores divergen sobre en qué consiste. Por ejemplo, Polemón afirma que existen dos tipos de epaîklon: uno que se ofrece a los niños, y que consiste en pasteles de cebada regados con aceite; y otros que se ofrecen a los hombres en las comidas en común, aunque no especifica qué es.

Perseo opina que son alimentos para picar después de la cena, y después concreta diciendo que son pasteles de cebada mojados en aceite, en lo cual coincide con Polemón.

Dicearco afirma que la cena es igual para todos: carne de cerdo hervido, y alguna aceituna o queso o un higo. Y después de eso se sirve el epaîklon, pero no lo describe.

Molpis llama al epaîklon también mattýē y asegura que es un plato especial preparado en casa y consiste en pichones, gansos, tórtolas, zorzales, mirlos, liebres, corderos y cabritos.

A continuación se cita el libro vigésimo quinto de Filarco. Este fue un historiador que compuso unas Historias en veintiocho libros que se han perdido y que vivió durante el siglo iii o ii a.C., asunto sobre el cual existen divergencias entre los investigadores. Rankin (1999, 65) supone que era natural de Náucratis y que vivió durante el siglo ii a.C. Sin embargo, Candau Morón (2009,150) opina que vivió en el siglo iii a.C. y añade que nació en Atenas.

Filarco afirma que los espartanos han abandonado su tradicional austeridad en su forma de vivir y eso se refleja en los banquetes. Por ejemplo, los cobertores son de un material tan suntuoso que los extranjeros dudan en apoyar los codos sobre los almohadones. Despliegan gran cantidad de copas, de alimentos de todo tipo y de perfumes, y también de vinos y golosinas. Y esto lo hacen imitando el desenfreno de la corte persa.

Pero después aparece el rey Cleomenes III y retorna a un modo sencillo de vida. Cuando recibe a los embajadores, solo están preparados cinco lechos preparados. No hay un servidor que indique quién debe sentarse primero, sino que el más anciano abre la marcha hacia los lechos. Sobre el trípode descansa una jarra de bronce, pero no se sirve de beber a no ser que alguien lo pida. Los alimentos servidos son corrientes, en un término medio, sin que sobren o falten. Después de cenar un esclavo se coloca a su lado con el vino y se sirve a quien lo pida, pero no más de dos cacillos. No se llevan a cabo espectáculos después del banquete, sino que pasan el tiempo conversando.

Resulta llamativo que a los banquetes a los que más espacio dedica Ateneo sean a los de los espartanos, que no se destacan precisamente por su prodigalidad. Parece haber cierta admiración por el rey Cleomenes, que vuelve a un modo de vida sencillo, y una crítica a los reyes anteriores que promocionaron el lujo[17].

También es curioso que no se dedique espacio a las famosas syssítia espartanas, sobre las que tanto se ha escrito[18]. Es verdad que Ateneo habla de comidas en común, las kopídes, pero son banquetes especiales que se celebran ocasionalmente dentro de ciertas fiestas religiosas y no tienen el carácter más cotidiano de las syssítia.

2.3. Los banquetes cretenses

Dosíadas de Cidonia, un autor bastante oscuro que vivió en el periodo helenístico, en su libro Historia de Creta, cuenta que los cretenses organizan comidas en común o syssítia del siguiente modo: los habitantes están divididos en hermandades, que se denominan andrías. Una mujer está al cargo de la comida en común, a la que ayudan tres o cuatro hombres. En toda Creta existen dos lugares para celebrar las comidas en común, el llamado andreîos («sala de hombres») y el koimētḗrion («sala de descanso») para los extranjeros. En la sala de las comidas se colocan dos mesas para los extranjeros y a continuación las de los demás. Se sirve una ración igual ración a todos los asistentes, menos a los jóvenes, que se les da la mitad. Se sirve un vaso de vino mezclado con agua en cada mesa y de él beben todos. A los niños y a los ancianos también se les permite beber vino. A los que han ganado fama en la guerra o por su sabiduría se le reservan las mejores porciones.

Pirgión, otro autor también de la época helenístico, dice en su tratado titulado Costumbres cretenses que en las comidas en común (syssítia) los jóvenes comen sentados y hay también jóvenes sirviendo. Además, los hijos tienen la mitad de lo que se les sirve a los hombres. En cambio, a los huérfanos se les ofrece una ración igual[19] pero se les traen todos los alimentos sin condimentar. Además, existen asientos para los huéspedes.

Las syssítia cretenses se han comparado a menudo con las espartanas. Ya en la antigüedad Aristóteles (Política 2.1272a) confrontaba ambas en un texto que por su importancia merece la pena reproducir entero aquí:

Lo referente a las comidas en común está mejor entre los cretenses que entre los laconios. En Lacedemonia cada uno aporta lo fijado por cabeza, y si no lo hace, la ley le impide participar de la ciudadanía, como se ha dicho antes. En cambio, en Creta, tienen un carácter más comunal, pues de todas las cosechas habidas, del ganado comunal y de las contribuciones que aportan los periecos, queda fijada una parte para los dioses y los servicios públicos, y otra para las comidas en común, de modo que todos, mujeres, niños y hombres se alimentan a expensas del erario público[20].

Para Aristóteles el banquete en Creta tiene un carácter más comunitario que en Esparta, porque en esta última el que es pobre y no puede pagar su contribución al banquete, queda excluido de este; pero en Creta el gasto en el banquete corre a cargo del erario público.

Se ha escrito mucho sobre el carácter de las syssítia cretenses. Schmitt Pantel (1992, 70) ha señalado que estos banquetes son el lugar de expresión y de reproducción de los valores reconocidos por la ciudad. El banquete marca el primer lugar la igualdad entre ciudadanos: cada hombre recibe una parte igual en el festín. Y los banquetes reconocen la preeminencia de algunos personajes, ya sea por su servicio a la ciudad, ya sea por su función en ella. Entre ciudadanos y no ciudadanos, la comida en común marca la diferencia al excluir a los esclavos, los extranjeros y las mujeres.

No estoy tan de acuerdo con las últimas palabras de la investigadora francesa respecto a los extranjeros, porque si se lee atentamente el texto de Dosíadas se advierte que los cretenses tienen en los banquetes dos mesas para los extranjeros, llamadas xenikaí («hospitalarias»); y en el texto de Pirgión se dice que había mesas para huéspedes, así como una tercera mesa llamada de Zeus Xenio («hospitalario») según se entraba en la sala de los hombres.

Más adelante continua Schmitt Pantel (2002, 74) y opina que el banquete común es un elemento de la definición y del ejercicio de la ciudadanía, porque participar en el banquete es a la vez una obligación inherente al ciudadano y un derecho reservado a él. En sus palabras, el banquete está ligado a un reforzamiento de la dominación de los ciudadanos, en un número restringido, sobre el conjunto de la población.

Unos años más tarde Jesica Lewis (2015, 13 y ss.) ha escrito sobre las syssítia cretenses. En primer lugar recuerda las palabras de Éforo en la obra de Estrabón (Geografía 10.4.16) según las cuales los banquetes eran un aspecto importante de la educación militar de los jóvenes cretenses. Otra función de los banquetes (2015,23) y en esto se opone a la autora anterior, es el entretenimiento de los extranjeros. Pues en las syssítia cretenses no solo se alimenta y se aloja a los extranjeros a expensas del erario público, sino que también se les dedica una mesa especial en el banquete, algo a lo que yo me he referido antes. También se opone a la investigadora francesa cuando afirma que ningún texto antiguo se refiere a que los banquetes estuvieran reducidos a una pequeña elite de ciudadanos y que restringir el acceso a ellos ha sido uno de los mecanismos utilizados por esa minoría para mantener su estatus y su poder político. En esto también coincido con Lewis, porque en Creta al menos (otra cosa muy distinta es lo que suceda en Esparta) ninguno de los textos habla de que una minoría solo pueda acceder a los banquetes y mucho menos que utilice la institución de las syssítia para mantener su posición privilegiada.

2.4. Los banquetes persas

En relación a los banquetes persas se cita primero el pasaje del libro 1.133 de las Historias de Heródoto. Explica que los persas celebran banquetes especialmente el día de su natalicio. Ese día, los ricos ofrecen una vaca, un asno, un caballo y un camello asados enteros en hornos, mientras que los pobres sirven ganado menor. Consumen pocos alimentos derivados del trigo, pero por el contrario toman muchos postres. Suelen beber mucho vino, y no les está permitido ni vomitar ni orinar delante de las demás personas.

Según Schmitt Pantel (1992, 431), el exotismo de los animales que comen los persas en este caso está teñido de cierta crítica, porque algunos animales como el asno no se comen en Grecia, lo que acerca, según esta autora, los persas a la barbarie.

Otro autor, Teompompo (380 a.C.- 323 a.C.), asegura que cada vez que el rey de Persia visita a sus súbditos, se gastan en su cena veinte y hasta treinta talentos, pero no habla del contenido de los banquetes.

Heraclides de Cime, que vivió en el siglo iv a.C., en su Historia de Persia es el que ofrece la visión más completa sobre los banquetes persas: el rey cena en una estancia, mientras que sus invitados lo hacen en otra. Además, el rey los ve a través de las cortinas, pero ellos no le ven a él. Cuando el rey invita a beber, el número de invitados no es superior a doce. Tras comer, entran los compañeros de bebida. Beben con ellos, pero no del mismo vino. Además, el rey bebe tumbado en un lecho dorado, mientras que los otros están sentados en el suelo. En ocasiones cenan con él su esposa y sus hijos. Añade Heraclides que a quien oiga hablar de esta cena, le parecerá algo suntuosa, pero si se observa bien, en realidad es bastante parca. Y lo mismo hacen los demás persas que desempeñan un cargo importante. Se sacrifican unos mil animales al día para el rey: caballos, camellos, vacas, asnos, ciervos, y ganado menor. También aves, como avestruces, gansos y gallos. A cada comensal se le sirven una ración moderada de estos alimentos, pero la mayor parte va para los lanceros y las tropas ligeras que están al servicio del rey. También en las casa de los persas que desempeñan un cargo se sirve toda la comida junta. Una vez que los invitados han terminado, lo que sobra se les entrega a los sirvientes, que tienen así su alimento cotidiano.

Para Schmitt Pantel (1992, 434) este texto de Heraclides muestra el sistema complejo y jerarquizado que había en la distribución de la comida, y que beneficia a todos aquellos a los que el rey persa acoge bajo su protección.

Según esta misma autora, los textos anteriores que recoge Ateneo sobre los banquetes persas no son un mero catálogo, sino que están organizados en torno a dos ideas: el banquete persa como manifestación de la tryphé (lujo, molicie) y las cenas del gran rey como institución central del poder del soberano persa.

2.5. Los banquetes tebanos

La Historia de Alejandro, compuesta por Clitarco, un autor que vivió entre finales del siglo iv a.C y principios del siglo iii a.C.[21], menciona brevemente los banquetes tebanos. Comenta que los tebanos tenían fama de pusilánimes y glotones, y que en los banquetes preparaban picadillo en hijas de higuera, peces hervidos, morralla, boquerones, embutidos, costillares y puré de legumbres. Esta comida la ofreció Atagino, el hijo de Frinón a Mardonio y a otros cincuenta persas, según cuenta Heródoto (Historias 9.15.4).

La glotonería de los tebanos ya aparece en Aristófanes (Acarnienses 880), donde un tebano coge con la mano de una cesta una anguila procedente del lago Copais y la elogia. Este pescado era muy apreciado en Atenas por los gourmets, como dice Rodríguez Adrados (1991, 11, nota 63). Gracias a textos como este, la glotonería de los tebanos puede haberse vuelto proverbial. De hecho, el propio Ateneo (Banquete de los eruditos 10.478B) reúne varios textos en los que se alude a la voracidad de los beocios.

Respecto a los personajes que aparecen en el texto, de Atagino sabemos que participó en la segunda guerra médica. Heródoto (Historias 9.86.1) narra que los griegos, tras la batalla de Platea, van a Tebas y reclaman a los que habían sido partidarios de los medos. Como no se los entregan, sitian la ciudad y la atacan. Finalmente, los tebanos deciden entregarles a los hombres que reclaman, mientras que Atagino huye de la ciudad. En cuanto a Mardonio, es conocido de sobra por ser el jefe del ejército persa en Grecia durante las guerras médicas.

2.6. Los banquetes arcadios

El historiador Hecateo de Mileto (entre 550 a.C. y 476 a.C.) hace una breve mención en su libro tercero sobre las Genealogías de los banquetes arcadios y afirma que consistían en pan de cebada y carne de cerdo. Pero la fuente más importante para conocer los banquetes en Arcadia es Harmodio de Lépreo, cuya fecha de nacimiento y muerte son desconocidas, y que compuso un tratado sobre las costumbres de Figalea[22].

Lo que nos transmite Harmodio es que los habitantes de Figalea designaban a un intendente para aportar vino, trigo queso y los ingredientes necesarios para condimentar la carne. El resto de la ciudad suministraba ovejas, un cocinero, un aguador, mesas y bancos y todos los accesorios de este tipo. Respecto al banquete, consistía en queso y pan de cebada ligero colocado en unos cestos. Junto a estos alimentos se consumían de acompañamiento entrañas y sal. Cada invitado bebía en una copa de cerámica y deseaba feliz banquete al resto. A continuación se tomaba en común caldo y dos trozos de carne para cada uno. Dentro de estos banquetes había unos llamados mazōnes (aún se conserva este nombre la asamblea dionisiaca) en los que servía más caldo y más pan de cebada a los jóvenes que comían con mayor ansia, ya que consideraban más viril al que comía con más voracidad. Después se hacían libaciones y cantaban un peán. En el caso de que hicieran sacrificios a los difuntos, sacrificaban muchas reses y todos celebraban en banquete con sus sirvientes.

Hasta aquí el texto de Harmodio. Lo que llama más la atención de este pasaje es, entre otras cosas, la palabra mazōn, que se refiere a un tipo de banquete. El término constituye un hápax, pues no se encuentra en otra parte de la literatura griega. Sin duda es un vocablo que procede de máza «pastel de cebada» más el añadido del sufijo –ōn que indica el lugar. Lo curioso es que se añade que se da este nombre a la asamblea dionisiaca, pero en ningún lado se ha encontrado una referencia que apoya esta afirmación.

Un último texto de Teopompo nos informa de que los arcadios comen junto a los amos y esclavos, preparan la comida para todos y todos beben de la misma cratera.

Frente al texto anterior de Harmodio, que se refiere solo a la ciudad de Figalea (aunque habría que plantearse hasta qué punto sería extensible al resto de Arcadia), aquí se habla de los arcadios en general. Lo curioso es la coincidencia de este pasaje con el final del texto de Harmodio, en el sentido de que los dos autores escriben sobre un tipo de banquete en el que reúnen todos por igual, amos y esclavos. De todos los lugares de Grecia parece ser uno de los escasos sitios en los que se permite a amos y esclavos compartir la mesa. Esto podría recordar a algunas fiestas de otras naciones en las que hay una concesión de este tipo, como en las Saturnales romanas.

2.7. Los banquetes naucratitas

Hermias[23] en el tratado Sobre Apolo Grineo nos ofrece información sobre los banquetes de Náucratis, la colonia griega en Egipto que es la patria de Ateneo. En las Dionisias se visten de blanco y tras acudir al pritaneo y hacer unas libaciones se recuestan y beben vino. Luego se les sirve a cada uno un plan blanco en forma plano, sobre el que se extiende un segundo pan, llamado de hornillo[24]. Además, hay carne de cerdo, gachas de cebada o verduras, dos huevos, queso fresco, higos secos, un pastel plano y una corona. Al pritaneo no se les deje llevar comida de fuera ese día, pero el resto pueden preparar la comida en su propia casa y llevarla al pritaneo. Las mujeres no pueden entrar, salvo la flautista. Y tampoco se pueden llevar orinales al pritaneo.

2.8. Los banquetes egipcios

Liceas de Náucratis[25], en la Historia sobre Egipto, considera que los banquetes egipcios son mejores que los persas y añade que en una ocasión los egipcios hicieron una campaña contra Oco, el rey de Persia, y fueron vencidos. Cuando el rey egipcio fue hecho prisionero, Oco lo invitó a sus banquetes. Aunque el banquete persa no carecía de lujo, el rey egipcio se echó a reír porque consideraba que los persas eran frugales y le pidió a Oco si le permitía que sus cocineros le prepararan un banquete egipcio. Tras acceder a la petición, Oco maldijo al rey egipcio por haber abandonado su tierra y los banquetes que allí se celebraban.

Varias cosas merecen la pena destacarse de este pasaje. En primer lugar el rey persa aquí llamado Oco fue Artajerjes III, soberano entre los años 358 y 343 a.C. El rey de Egipto que coincide por las fechas con Artajerjes y que aquí no se le nombra es Nectanebo II, monarca entre 359 y 343 a.C. No consta en ningún texto ningún ataque por parte de Nectanebo II contra el rey persa, pero sí al revés. De hecho Diodoro habla en dos pasajes de sendos ataque de Artajerjes III contra Egipto: en el primero (Biblioteca histórica 16.40.3) el rey egipcio ganó a los persas; en el segundo, sin embargo, el rey Artajerjes venció a los egipcios y acabó sitiando Menfis, donde residía Nectanebo II. La suerte de este último, según Diodoro (Biblioteca histórica 3.51.1), fue que abandonó su trono y huyó a Etiopía. En ningún lugar consta que fuera apresado por el rey Artajerjes. Por tanto, la historia de Liceas sobre el banquete parece una invención de este autor como excusa para ensalzar los banquetes egipcios sobre los persas. La falta de detalles concretos sobre los alimentos que se servían y cómo se desarrollaban los banquetes nos hace dudar de su veracidad. Lo curioso es que Ateneo la haya incluido aquí sin más, sin discusión. Quizá pueda deberse a que el hecho de que el autor sea compatriota suyo le haya merecido cierta credibilidad. También llama la atención que no haya recogido el texto de Heródoto (Historias 2.77.4) que aunque no habla exactamente de banquetes, sí que hace una breve referencia a los alimentos que consumían los egipcios.

2.9. Los banquetes gálatas

Ateneo recurre al libro sexto de Filarco para mostrarnos los banquetes de los gálatas. Se nos cuenta que los gálatas sirven en la mesa carne y pan que nadie prueba antes de que el rey lo haya hecho. En el libro tercero el propio Filarco cuenta que un gálata muy rico, llamado Ariamnes, agasajó a todos los demás gálatas durante un año de la siguiente forma: dividió los caminos de la región en etapas y en cada una de ellas colocó una cabaña hechas de estacas, cañas y mimbre. Dentro de ellas dispuso carne en calderas. Se utilizaban como víctimas toros, cerdos, ovejas y demás ganado y se servía tinajas de vino, además de harina de cebada desleída. Disfrutaban de esta comida no solo los naturales del país sino también los extranjeros que estaban de paso por la región.

Ignoramos si esto es una costumbre habitual entre los gálatas o solo el acto de un personaje rico que quiere congraciarse con el pueblo[26]. Rankin (1996, 65) afirma que, como Ariamnes ha marcado con exactitud los lugares en los que quiere ofrecer su hospitalidad, sería un acto ritual y no un mero acto administrativo.

Tampoco poseemos más datos de ese personaje tan generoso llamado Ariamnes. Solo sabemos que el nombre era relativamente habitual por la zona. Conocemos a dos reyes de Capadocia, región vecina a Galacia, llamado Ariamnes I y Ariamnes II y que son citados por Diodoro Sículo (Biblioteca histórica 31.3).

2.10. Los banquetes tracios

Para los banquetes celebrados en Tracia, se utiliza como fuente la Anábasis de Jenofonte (7.3.21), donde se comenta que todos los invitados se sientan en círculo. A continuación se traen unos trípodes (veinte en total) sobre los que se sirven grandes trozos de carne y panes de levadura clavados a la carne. Las mesas están colocadas frente a los huéspedes. El rey Seutes en primer lugar coge el pan y la carne y los parte en trozos para lanzárselos a los demás. Y de la misma forma hacen los otros que están frente a las mesas. Pero un arcadio llamado Aristas, en vez de lanzar la carne y el pan, se apropia de un trozo de cada cosa para sí y empieza a comer. Cuando llega el escanciador de vino, Aristas, al ver a Jenofonte que no está cenando, le dice que le dé el vino a Jenofonte, porque él mismo está ocupado. Durante el banquete aparecen varios hombres y cada uno le ofrece algo a Seutes: el primero un caballo; el segundo, un esclavo; y el tercero, vestidos para la reina. Entonces Jenofonte se pone en pie y propone ofrecerse a sí mismo y a los demás compañeros para ser amigos leales de Seutes. Y el rey se levanta, bebe con él y derrama lo que queda en el cuerno.

Podemos preguntarnos si lo que sucede en este banquete es una ocasión especial con motivo de la llegada del ejército de Jenofonte o es algo habitual entre los tracios. En el texto de Ateneo (Banquete de los eruditos 4.151A) se dice que era costumbre que las mesas se tuvieran frente a los huéspedes y luego más abajo (Banquete de los eruditos 4.151D) se comenta que es una costumbre hermosa que los ricos hagan regalos al rey como signo de distinción[27]. Así que lo que se cuenta en este episodio parece lo normal en los banquetes tracios.

Respecto a los personajes que intervienen en esta escena, conviene precisar que el Seutes aquí mencionado es Seutes II, monarca tracio cuyo reinado abarcó desde el año 405 al año 391 a.C. y que el encuentro con Jenofonte y sus diez mil hombres se produjo en el invierno del año 400 a.C. En palabras de Sears (2013, 2010), el objetivo de Seutes con el banquete es mostrar su propio estatus. Al festín acuden el propio rey, los generales griegos y los embajadores de varias comunidades, es decir, las personas más distinguidas que había en la región entonces. Seutes exhibe veinte trípodes –que son uno de los objetos más lujosos que se pueden mostrar en un banquete– cada uno de los cuales tiene un trozo de carne. Es una gran abundancia de comida la que se despliega en contraste con lo frugal que era la dieta de los griegos.

2.11. Los banquetes celtas

Posidonio de Apamea (131 a.C. a 51 a.C.), filósofo estoico que obtuvo la ciudadanía de Rodas y que residió durante cierto tiempo en Roma –una vez como embajador de Rodas entre los años 87 y 86 a.C.– es el autor de la Historias que sirven a Ateneo para explicarnos los banquetes celtas. En efecto, Posidonio viajó por la región de los galos. Cuenta de ellos que sirven la comida en mesas de madera. Los alimentos son pan, carne cocida en agua y asada sobre carbones. También comen pescado asado con sal, vinagre y comino. La disposición de los banquetes es la siguiente: en el centro se sitúa la persona de más poder y el anfitrión del banquete se coloca a su lado. A continuación, a ambos lados, los demás según el rango de autoridad que posean. El vino que beben procede de Italia y de la zona de Masalia, y lo beben puro, salvo alguna vez que lo mezclan con agua. Esto es así en las casa de los ricos. En cambio, los pobres beben cerveza de trigo preparada con miel, que se llama kórma[28].

Después cita a Lovernio[29], un rey de los arvernos[30], que vivió a mitad del siglo ii a.C. y que para ganarse el favor del pueblo, construyó un recinto cuadrado de doce estadios donde dispuso unas cubas y tanta comida que durante muchos días la gente podía entrar y servirse lo que desease. Luego llegó un bardo que cantó a Lovernio y este le arrojó un saco con oro.

Respecto a este texto de Posidonio, no tenemos por qué dudar de sus noticias, porque ya hemos mencionado que viajó por la Galia y que fue testigo directo de los hechos que narra, salvo la historia de Lovernio, que es anterior a él. Respecto a esta, no parece que el tipo de banquete que describe sea el habitual entre los celtas. Esto parece una ocasión especial, porque se trata de un acto de excepcional generosidad con el que un rey que trata de ganarse a su pueblo[31].

Posidonio en ningún momento da una opinión negativa sobre los celtas en su inmoderación al comer o beber. Son testimonios como el de Polibio (Historias 2.19.4) los que han contribuido a crear esa imagen de los celtas que se hartan de comida y comida. Conviene aclarar que en el texto de Polibio, gálata es sinónimo de celta, como afirma López Férez (2006, 63, nota 135).

2.12. Los banquetes partos

Posidonio sirve también de fuente para los banquetes que se celebran en Partia. En el libro dieciséis se cuenta que Seleuco luchó contra el rey Arsaces, el cual lo hizo prisionero y convivió con él mucho tiempo. Seleuco es testigo de cómo organizaban los banquetes los partos: el rey tenía el lecho más elevado que los demás y comía en una mesa aparte. De este pasaje debemos comentar que Posidonio debe de haber cometido un error con los nombres de los reyes. Porque no coinciden por las fechas ningún Seleuco hecho prisionero por ningún Arsaces. Eusebio (Crónicas 257Smith) relata que el rey Antíoco VII (soberano entre 138 y 129 a.C.) tuvo cinco hijos, tres varones y dos mujeres. El cuarto de ellos, llamado Seleuco[32], acompañó a su padre en el año 129 a.C. en la campaña contra Arsaces VII Fraates (monarca de Partia entre 132 a.C. y 126 a.C.). En la batalla murió el rey Antíoco VII y su hijo Seleuco fue hecho prisionero por el soberano parto. Si esta noticia de Eusebio es auténtica, este podría ser el Seleuco al que se refiere Posidonio. Pero Justino (38.10.10) narra la derrota de Antíoco VII contra Arsaces VII y no menciona que le acompañase ningún hijo llamado Seleuco. Solo comenta que el rey se casó con Laódice, hija de Demetrio II, el hermano de Antíoco VII.

Otros autores asumen la confusión de Posidonio con los nombres de los reyes. Rodríguez Noriega (1998, 205, nota 118) señala que el Arsaces del que habla Ateneo es Arsaces II, pero no explica por qué, ni tampoco aclara quién es el Seleuco del texto. Por su parte, Douglas Olson (2006, 231, nota 143) afirma que el rey derrotado fue Demetrio II, que fue capturado por el rey parto Mitrídates I en el año 139 a.C. y permaneció con él durante diez años. Añade que ambos reyes son mencionados no por su nombre, sino por la dinastía a la que pertenecen.

Otra noticia que se cuenta sobre los banquetes partos es que en época del rey Antíoco VIII Grifo (llamado «narigudo» en el texto) y que fue monarca entre 125 y 96 a.C., los soldados se recostaban en el suelo al aire libre en grupos de mil, celebraban un banquete que contenía pan, carne y vino mezclado con agua. Servían hombres que portaban cuchillos y reinaba un gran silencio.

Frente a la primera noticia que transmite Posidonio, en la que hay una equivocación con los reyes, ya que no fue testigo directo, a esta segunda podemos concederle más crédito, ya que por las fechas coincide con la época en que Posidonio realizó los viajes en los que pudo documentarse directamente de los hechos que trasmite.

2.13. Los banquetes romanos y etruscos

Ateneo habla muy brevemente de unos banquetes que se celebran en Roma en el templo de Hércules. Se sirven vino mezclado con miel y la comida consiste en panes grandes, carne ahumada y carne asada de las víctimas. Los etruscos, por su parte, se preparan dos veces al día mesas, cobertores bordados y copas de plata, y la servidumbre está compuesta por esclavos hermosos, vestidos con lujosos ropajes. Esta noticia está extraída de Posidonio, el mismo que nos transmite los banquetes celtas y partos. Es más que probable que Posidonio, que se codeó con la nobleza romana, haya tenido un contacto más profundo con los banquetes romanos de lo que sugiere la simple alusión que hace aquí Ateneo. Es difícil explicar por qué Posidonio ofrece una versión tan amplia de los banquetes celtas y partos y, sin embargo, una tan reducida de los romanos. Kidd (1988, 282) en el comentario a este pasaje piensa que las dos partes (la de los romanos y la de los etruscos) fueron probablemente yuxtapuestas por Ateneo, pero que en Posidonio formaban parte de dos contextos diferentes.

2.14. Los banquetes indios

De los indios solo se comenta que colocan sobre una mesa un cuenco de oro en el que sirven arroz y después diversos alimentados cocinados al modo indio. Esta noticia la extrae Ateneo de Megástenes, de su obra Historia de la India. De este autor sabemos que vivió entre los siglos iv y iii a.C. y que fue embajador de Seleuco Nicátor en la corte del rey Chandragupta de Pataliputra[33]. Durante el tiempo que permaneció allí (entre los años 308 y 282 a.C.) describió las costumbres de los indios. Por un pasaje de Diodoro Sículo (Biblioteca histórica 2.35.1), que hace un resumen de la obra de Megástenes, conocemos, además de otros aspectos, los alimentos de los indios, que son: cereales, mijo, legumbres, arroz. Parece que si Ateneo solo hace esa breve mención es o que tuvo escaso acceso a la obra de Megástenes o que solo se relacionó con ella de manera indirecta.

2.15. Los banquetes germanos

Ateneo solo cuenta que los germanos toman como almuerzo carne asada troceada y beben leche y vino puro. Otra vez la fuente para los banquetes ha sido Posidonio, en este caso el libro trigésimo. De esta noticia tan escasa, podemos deducir que no son los germanos un pueblo que se caracterice por la abundancia y el lujo en sus banquetes. De hecho, para corroborar esta afirmación, podemos recurrir a autores posteriores a Posidonio que vienen a decir algo idéntico. Por ejemplo, Julio César (Guerra de las Galias 6.22.1) explica que los germanos no se dedican a la agricultura y su alimentación se reduce a leche, queso y carne. Por su parte, Tácito (Germania 23) afirma que los germanos beben cerveza y que su alimentación es muy sencilla: manzanas, venado y leche cuajada y que lo toman sin fastuosidad.

3. Conclusiones

He analizado en este artículo los quince tipos de banquetes diferentes según el pueblo que los celebra. Los textos de Ateneo que los recogen han sido de muy variada extensión, desde unas pocas líneas de los banquetes indios, hasta unas cuantas páginas en el caso de los espartanos. Lo que a Ateneo le ha interesado más en cada ejemplo ha sido mostrar cómo el carácter de cada pueblo se ve reflejado en los banquetes que lleva a cabo. Para poder explicar mejor esta afirmación, he dividido los tipos de festines en dos tipos: los griegos y los extranjeros. Dentro de los griegos situaríamos los atenienses, los espartanos, los cretenses, los tebanos, los arcadios y los naucratitas. Y dentro de los extranjeros estarían los persas, los egipcios, los partos, los gálatas, los celtas, los romanos, los germanos y los indios. Los tracios, por sus características, entrarían mejor dentro del segundo grupo.

De los que se clasifican dentro de la categoría de griegos, los mejores valorados sin duda son los espartanos. Este pueblo representa la austeridad y la moderación, que son virtudes que Ateneo parece valorar por boca de Plutarco, y eso se ve reflejado en sus banquetes, que son sobrios. Aunque hay excepciones dentro de ellos, como las kopídes, que consisten en banquetes religiosos con abundante comida, pero que se disculpan porque son de tipo religioso y solo se llevan a cabo excepcionalmente. El momento en el que se refleja la mayor admiración por Esparta es cuando el rey Cleomenes III accede al poder e instaura la austeridad y el recato en todos los órdenes de su vida, incluidas la comidas.

Los banquetes atenienses, por el contrario, salen muy mal parados. Atenas, a pesar de ser el centro cultural y político de Grecia, no suele destacar por festines suntuosos, sino por todo lo contrario. Es precisamente esa imagen de aparente lujo que en realidad es una máscara lo que critica Ateneo por medio de textos llenos de ironía, en los que aparentemente se sirven muchos manjares en las mesas áticas.

Los cretenses, al igual que los espartanos, tienen una valoración positiva, tal vez porque comparten características comunes con ellos, como el hecho de que en ambas regiones existan banquetes comunitarios, que son sufragados por los impuestos que paga cada ciudadano o por el erario público, y porque permiten que los extranjeros accedan a ellos.

Los arcadios también son elogiados en cierto modo, porque amos y esclavos comparten sus mesas sin distinción de clases. Los tebanos, por el contrario, son criticados por la glotonería que se ve reflejada en sus banquetes. Aquí hay que achacarle a Ateneo que no haya intentado trascender el tópico y no se haya molestado en averiguar algo más sobre las costumbres beocias.

En cuanto a los banquetes extranjeros, los pueblos comparten algunas características comunes y presentan otras que los diferencian. Respecto a los persas, ocurre algo semejante a lo que acabamos de ver respecto a los tebanos. Ateneo tiene en mente un prejuicio –en este caso que los banquetes persas son en exceso lujosos y exóticos– y todos los textos que elige van encaminados a confirmar ese prejuicio. De hecho, en uno de ellos comenta que los persas comían camellos y asnos, lo que para un lector griego debía de ser poco más que un signo de barbarie. De los banquetes egipcios y de los partos no podemos aventurar demasiado, en parte porque las fuentes de Ateneo cometen errores que nos hacen dudar de que la información transmitida sea verosímil. En ambos casos se equivocan en cuestiones básicas, como, por ejemplo, los nombres de los reyes.

Luego se suceden varios pueblos que poseen algún elemento en común: me refiero a tracios, celtas y gálatas. En estos tres casos, más que reflejarse el carácter de un pueblo, lo que se intenta es hacer una demostración de estatus y poder por parte de un personaje que interviene en la acción. Tanto el rey Seutes en Tracia, como Lovernio entre los celtas, como Ariamnes entre los gálatas son tres individuos pertenecientes a la nobleza o directamente a la realeza que por medio del banquete pretenden mostrar todo su riqueza y poderío bajo una aparente demostración de generosidad y despliegue de recursos materiales ante sus invitados.

Los últimos tres tipos de banquetes –los romanos, los germanos y los indios– tienen en común que son los que menos información aportan, con lo que no podemos extraer demasiadas conclusiones respecto a ellos. El motivo de tal brevedad en los textos puede deberse a dos motivos: o que Ateneo no pudo acceder a la fuente original que contenía tal información y solo pudo obtener la noticias por alusiones en otros autores; o porque sí pudo acceder a los textos originales, pero decidió recortar la información que encontró allí porque no era relevante o no se adecuaba a los propósitos que tenía en mente.




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NOTAS

[1] La traducción tradicional de Banquete no es la más exacta, ya que la palabra griega sympósion significa realmente «reunión de bebedores».

[2] Náucratis era una colonia griega en el delta del Nilo fundada en el siglo VII a.C.

[3] Hipóloco de Macedonia fue discípulo de Teofrasto y vivió a finales del siglo IV a.C., y principios del siglo III a.C.

[4] Linceo de Samos fue un autor griego de comedias, cartas y anécdotas humorísticas, contemporáneo de Hipóloco. Ateneo (Banquete de los eruditos 4.131F) cita un fragmento de una obra suya titulada El centauro, en la que se burla de los banquetes atenienses.

[5] Por las fechas, este Cárano debe de ser el general de Alejandro Magno al que este envió para enfrentarse al sátrapa persa Satibarzanes, al que derrotó en el invierno del año 330 a.C., según cuenta Arriano (Anábasis de Alejandro, 3.28.2).

[6] Es la única noticia que tenemos de este cómico. Hay otro personaje llamado Mandrógenes de Magnesia, pero fue un profesor de gimnasia, citado por Filóstrato (Sobre la gimnasia, 22).

[7]Este Plutarco no es el famoso autor de Queronea, pero podría ser un nombre elegido por Ateneo como homenaje al autor de las Charlas de sobremesa, una de las obras que ha servido de modelo literario para el Banquete de los eruditos.

[8] Pítane era una ciudad griega en la costa misia de Asia Menor, que formaba parte de la dodecápolis eolia (cf. Heródoto, Historias 1.149).

[9] Ticio era un gigante que fue castigado en el tártaro por intentar violar a Leto o Ártemis, según las versiones. Cf. Higino, Fábula 55.

[10] María José García Soler, «Parodia épica y gastronomía. El attikón deipnon de Matrón de Pirene», Fortunatae 14 (2003): 65 y ss.

[11]A la misma conclusión ya había llegado antes María José García Soler, «Parodia épica y gastronomía. El attikón deipnon de Matrón de Pirene», Fortunatae 14 (2003): 64.

[12] Sobre los nazarenos, cf. Ateneo (Banquete de los eruditos 2.63D).

[13] La kopís era también un cuchillo pesado apto para matar y para los sacrificios, donde primaba su función cortante sobre la punzante, según Fernando Quesada Sanz, «Machaira, kopís, falcata», en Dona ferentes. Homenaje a Francisco Torrent (Madrid: Ediciones Clásicas, 1994), 84.

[14] Era un joven amado por Apolo, que murió accidentalmente golpeado en la cabeza por un disco, según cuenta Ovidio (Metamorfosis, 10.162). Algunos han querido ver en este personaje mítico una divinidad de la naturaleza, como explica María del Mar Rodríguez Alcocer, «Justificación expansionista, papel político y gozo en las Jacintias espartanas», ARYS 13 (2015): 31.

[15] Sobre las Jacintias hay una extensa bibliografía, que es imposible resumir en una nota a pie de página. Por eso, he recogido las contribuciones más recientes. Michael Petterson, Cults of Apollo at Sparta. The Hyakinthia, the Gymnopaidiai and the Carneia (Estocolmo: Paul Aströms vörlag, 1992), 10 ha reconstruido la estructura de las Jacintias con ayuda de dos textos principales: el que presentamos aquí de Ateneo y otro de Pausanias (Descripción de Grecia 3.19.1). Considera que las Jacintias se podrían dividir en dos partes: la primera, más luctuosa por la muerte de Jacinto, contendría elementos tales como la prohibición de usar coronas y cantar peanes; la realización de un sacrificio (enagismós) de tipo ctónico, que se realizaba sobre un pozo que había dentro del altar; una comida que se sale de la habitual comida sagrada (kopís); prohibiciones de comer pan y otros elementos; un banquete realizado bajo estricto orden y silencio (eutaxía); un lamento por la muerte de Jacinto; y un día contaminado (miará heméra). La segunda parte, considera como un periodo de transición, incluiría los siguientes aspectos: levantamiento de la prohibición de llevar coronas y de cantar el peán; un sacrificio (thysía) a Apolo; un banquete (kopís) con la participación de extranjeros y esclavos; presentación de un quitón (manto) para Apolo; cantos y bailes en honor a Apolo; y finalmente, una celebración jubilosa. El propio Michael Petterson interpreta esta estructura dual de las Jacintias del siguiente modo: la primera parte marca la partida de la vida mundana, mientras que la segunda es el comienzo de un periodo marcado por la participación activa de los adolescentes de ambos sexos. Esta actividad se refiere a un ritual de iniciación. Margarita Moreno Conde, Regards sur la religion laconienne: les Hyacinthia à la lumière des textes et de l’archéologie (Madrid: Ediciones Complutense, 2008), 20 comenta que, debido a la importancia de las Jacintias. algunos autores pensaban que duraban más de los tres días que dicen las fuentes, pero ella no cree necesario dudar de ellas. Como Petterson antes, también propone una estructura de la fiesta en dos partes: la primera se caracterizaba por el lamento (pénthos) por la muerte de Jacinto, lo que obligaba a respetar una serie de prohibiciones y tabúes: la obligación de comer en silencio y después de dispersarse. En esta parte se realizaba el sacrificio a Jacinto. La prohibición de llevar coronas plantea un problema de interpretación, porque Ateneo (Banquete de los eruditos 4.139D) habla de ella, pero Macrobio (Saturnales 1.18.2) comenta justo lo contrario. Moreno Conde para salvar la contradicción entre los textos, comenta que las coronas estarían prohibidas en la primera parte de la fiesta, pero permitidas en la segunda. Esta última parte de la fiesta comprendería un himno dirigido a Apolo (peán), la celebración de un banquete ritual (kopís), la ofrenda de un quitón a Apolo y realización de un concurso musical y otro de carreras de carros. La interpretación de Margarita Moreno Conde, sobre las jacintias consiste en pensar que se trata de unas fiestas que permite a cada grupo social tomar conciencia del resto y también mostrarse ante los demás, pues todos ellos están representados (adultos, niños, jóvenes, doncellas). Por ejemplo, el hecho de que las doncellas monten en carros engalanados es una forma de mostrarse ante los jóvenes para encontrar un marido entre ellos. Al conmemorar la muerte de Jacinto, la ciudad entera llama a las fuerzas renacientes de la naturaleza. Todos se adornan y se visten contra esa muerte, celebrando ritos de exorcismo, que ceden paso al júbilo por la presentación de la juventud, que está destinada a garantizar la continuidad en el espacio de la comunidad. María del Mar Rodríguez Alcocer «Justificación expansionista, papel político y gozo en las Jacintias espartanas», ARYS 13 (2015): 46, al contrario que antes Moreno Conde, sí piensa que las Jacintias podrían tener una duración variable, en torno a diez días. También parece considerar que hay dos partes en la fiesta: la primera dedicada a Jacinto, en la que están el ya mencionado sacrificio; le sucede un periodo de luto y abstinencia, por eso estaba prohibido comer pan, llevar guirnaldas y cantar le peán; luego se celebra el banquete (kopís) y después todos se marchan a dormir sobre lechos de madera. Tras el luto por Jacinto, al que la autora considera un héroe y no un dios de la tierra como han querido ver otros, se desataba una explosión de alegría y se realizaban actividades festivas en las que participan todos los grupos sociales y se levantan todos los tabúes: ya se pueden llevar guirnaldas, cantar peanes y las doncellas son paseadas en carros, quizá como una forma de fomentar la continuidad social a través de la exposición del atractivo femenino; también se ofrece el quitón a Apolo. Las Jacintias en palabras de esta autora serían un conjunto de ritos iniciáticos que suponen el paso a la vida adulta, además de una renovación de la ciudadanía con nuevos miembros. Los jóvenes, mediante actividades en las que exponen el cuerpo, demostraban su idónea preparación para llegar a ser un ciudadano de pleno derecho. Para las doncellas, las procesiones en carros eran formas de mostrarse ante los ciudadanos para demostrar que podían ser madres adecuadas.

[16] Oswyn Murray, «War and the symposium» en Dining in a classical context, edited by William J. Slater (Ann Arbor: The University of Michigan Press, 1991), 92 ha comentado que el aîklon conserva el carácter más antiguo de la comida en común espartana, pues es muy sencillo y procede de las contribuciones obligatorias de los ciudadanos. Añade que, sin embargo, el epaîklon, aunque pueda parecer procedente un desarrollo posterior del banquete en el periodo clásico, se documenta en el periodo arcaico y es un elemento en la organización inicial de los banquetes espartanos. Pues los productos de los que forman parte del epaîklon –pasteles y pan, vino, queso e higos, más algún producto ocasional de la caza o del ganado menor – son los alimentos característicos de los banquetes, Posteriormente, Michael Lipka (ed.), Xenophonis Spartan Constitutution. Texte und Kommentare (Berlín y Nueva York: Walter de Gruyter, 2002), 151 ha añadido que mientras que el aîklon denota la igualdad de todos los ciudadanos, porque procede de los impuestos que todos pagan, el epaîklon representa la desigualdad, porque procede de contribuciones extras a partir de la caza y la propiedad privada. Además, el aîklon está cerca de la comida frugal de los ciudadanos del estado ideal de Platón.

[17] Esta visión de Cleomenes como alguien que desprecia el lujo ya aparece en Plutarco (Vida de Cleomenes 13).

[18]Por ejemplo, Pauline Schmitt Pantel, La cité au banquet. Histoire des repas publics dans les cités grecques (Rome: École Française de Rome, 1992), 67 ha escrito en conjunto sobre las syssítia espartanas y cretenses y ha comentado que están inspiradas por el ejército. Un funcionamiento tan coercitivo de este tipo de banquetes (al que solo pueden hombres y que sean ciudadanos) evocaría un origen militar y los banquetes serían marcos de la división del ejército espartano. Más adelante añade que el banquete es también una parte importante de la paideía, pues sirve como mecanismo de transmisión de los valores cívicos. Termina afirmando que la transformación del banquete en una institución tuvo su germen en el banquete aristocrático, y solo una elección de tipo político puede explicar que no todas las ciudades griegas la hayan llevado a cabo. Dos años después, Juan Miguel Casillas Juan Miguel y César Fornis, «La comida común espartana como mecanismo de diferenciación e integración social», Espacio, tiempo y forma, Serie II, Historia antigua, t. 7 (1994): 66 definen las syssítia espartanas como reunión de ciudadanos de pleno derecho con la finalidad de reforzar y estrechar los vínculos de unión que hacían posible su predominio sociopolítico mediante el acto simbólico del banquete. Comentan que aunque algunas instituciones espartanas se fueron rompiendo su cerrazón con el paso del tiempo, el banquete común se mantuvo bastante fiel a sus orígenes. En estas syssítia se comía de forma frugal y nunca se consumía productos exóticos. En ellas nadie se emborrachaba. Los jóvenes podían asistir a este tipo de banquetes, donde los hombres que estaban allí les servían como modelo a imitar. Si un hombre, debido a su pobreza, no pagaba la cantidad de dinero para participar en el banquete, quedaba excluido de ese grupo privilegiado y se convertía en ciudadano de segunda clase. Las mujeres estaban excluidas de estos banquetes, debido a la profunda separación que existía entre los sexos en Esparta. La asistencia a los banquetes eran una obligación para los ciudadanos espartanos, que solo podían excusarse de ir si estaban cazando o realizando un sacrificio.

[19]Anna Strataridaki, »Orphans at Cretan Syssítia», Greek, Roman and Byzantine Studies 49 (2009): 337 analiza el pasaje y afirma que si los huérfanos reciben una ración igual que los hombres es para promover la sentimientos de igualdad en relación a los jóvenes que sí tienen padres. Esta autora supone que tanto los jóvenes con padres como los huérfanos eran de la misma edad. La conclusión final a la que llega es que al darles a los huérfanos la misma cantidad que a los hombres, les hace sentirse como sus inminentes sucesores y que están más próximos al estatus de ciudadano que los otros jóvenes.

[20]La traducción del texto de Aristóteles es la de Manuela García Valdés (ed.), Aristóteles. Política (Madrid: Gredos, 1988), 135.

[21]Esta es la cronología habitualmente aceptada para la vida de Clitarco. En un artículo reciente, Luisa Prandi «New evidence for the dating of Cleitarchus (POxy LXXI.4808)?», Histos 6 (2012): 20, a la luz del descubrimiento de un nuevo papiro en Egipto, que Clitarco vivió durante la segunda mitad del siglo iii a.C., porque en dicho papiro se dice que Clitarco fue tutor del futuro rey Ptolomeo Filopátor, y de este sí sabemos con mayor certeza las fechas exactas de nacimiento y muerte: 244 a 204 a.C.

[22] Figalea era una ciudad que estaba en el Peloponeso. Polibio (Historias 4.3.5) nos cuenta que se hallaba en la frontera con Mesenia y que estaba confederada con los etolios.

[23] No es posible datar exactamente a este autor, del que sólo se puede precisar que vivió en época helenística.

[24] Sobre este pan habla el propio Ateneo (Banquete de los eruditos 3.109F).

[25]No se puede precisar más sobre este autor más que vivió en época helenística.

[26] Stephen Mitchell «Food, Culture and Environment in Ancient Asia Menor» en A companion to food in the ancient world (Chichester: John Wiley and Sons, 2015), 290 afirma que a su llegada a Anatolia en el año 278 a.C. los gálatas introdujeron una nueva forma de organización social y política basada en su estructura tribal. Los banquetes públicos eran un mecanismo fundamental para sus líderes públicos para mostrar su fuerza personal y su carisma, y los recursos –normalmente riquezas– que su éxito les ha proporcionado.

[27] Jan P. Stronk, «Nowruz in Thrace», Talanta 26-27 (1994): 70 relaciona esta costumbre tracia de hacer regalos con otra semejante en Persia, pero ve tres grandes diferencias entre ambas: la primera, que el banquete persa se realiza anualmente, mientras que el tracio se organiza «sobre la marcha»; la segunda, que en el banquete persa se reúnen pueblos, mientras que en el tracio es una reunión de individuos; y la última, que en el banquete persa nos se ofrecen personas como regalo al rey, mientras que en el caso de Tracia, uno de los regalos es un esclavo.

[28] Esta palabra solo aparece en este texto de Posidonio citado por Ateneo. Normalmente, la cerveza se designa en griego con el término zŷthos, que es el que utiliza Posidonio para la descripción de kórma: zŷthos pyrinón («cerveza de trigo»). Max Nelson, Beer in Greco-roman antiquity (Vancouver: The University of British Columbia, 2001), 61 pone en relación pone en relación la palabra kórma con kourni, que aparece en Dioscórides Pedanio (La materia médica 2.88.1). Lo mismo hace Juan Antonio López Férez, «Los celtas en la literatura griega de los siglos vi a i a.C.», Cuadernos de Filología Clásica 16 (2006), 68, nota 182. S. Douglas Olson (ed.), Athenaeus. The learned banqueters, books III.106e-V (Cambridge y Londres: Harvard University Press, 2006), 228, nota 139 por su parte relaciona kórma con el latín cremor («un jugo obtenido del grano cocido»). En cuanto a la etimología de la palabra kórma, Max Nelson, Beer in Greco-roman antiquity (Vancouver: The University of British Columbia, 2001), 62 propone relacionarlo con una raíz celta, teniendo el parentesco del irlandés antiguo y medio cuirm y el antiguo galés cwrwv.

[29] Según Xavier Delamarre, Dictionnaire de la langue gauloise (París: Errance, 20032.), 207, el nombre de Lovernio procede del celta común *luϕerno, y está emparentado con louarn en bretón, lowqrn en córnico, louuern en córnico antiguo y llewyrn «zorros» en galo medio.

[30] Fueron un pueblo galo que vivió en la actual Auvernia (Francia).

[31]Que el poder del rey descansa en su generosidad ya lo han indicado antes Joaquín Muñiz Coello, «Los miembros de la asamblea celta. Notas para su estudio», Iberia 3 (2009): 238 y Manuel Alberto Fernández Götz, «Niveles sociopolíticos y órganos de gobierno en la Galia de finales de la protohistoria», Habis 42 (2011): 19.

[32] En ningún caso hay que confundir a este Seleuco con Seleuco V, hijo de Demetrio II, que fue soberano de los partos entre los años 126 y 125 a.C.

[33]Cf. Allan Dahlquist, Megasthenes and indian religion (Delhi: Motilal Banardsidass, 1977), 9. Por su parte, A. B. Bosworth, «The historical setting of Megasthenes’ Indica», Classical Philology 91 (1996): 121 propone como fecha de la embajada de Megástenes en la corte de Chandragupta los años 319-318 a.C. y como fecha de la redacción de la Historia de la India el año 310 a.C.



El discurso sobre los banquetes en el «Banquete de los eruditos» de Ateneo

PATON CORDERO, Óscar

Publicado en el año 2020 en la Revista de Folklore número 456.

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