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Revista de Folklore número

452



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El emigrante como factor influyente en las festividades andaluzas

MARTINEZ POZO, Miguel Ángel

Publicado en el año 2019 en la Revista de Folklore número 452 - sumario >



Resumen

Desde los años sesenta del siglo pasado, aproximadamente dos millones y medio de andaluces abandonaron sus localidades y sus tierras en busca de nuevas oportunidades que su Comunidad Autónoma no les proporcionaba. La riada migratoria se ha mantenido desde entonces siendo motivo de preocupación el éxodo rural y, por consiguiente, la despoblación originando una profunda crisis demográfica cuyo futuro, si no se frena, será la extinción de muchas localidades y, por lo tanto, la inexorable pérdida de sus rituales de identidad. En este artículo de reflexión analizaremos la relación entre el emigrante y su influencia en la pervivencia de las tradiciones populares como sentimiento identitario.

Palabras clave: emigración| emigrante | rituales festivos | fiesta |tradiciones |

Emigrants as a influential cause in the andalusian celebrations

Abstract

Since the sixties, approximately two and a half million of Andalusian people left their towns and lands looking for new opportunities because of their autonomous community did not provide them. The high migration flow has been keeping since then, being a concern reason the rural exodus and, consequently, depopulation that cause a deep demographic crisis whose future, if it is not stopped, will be the extinction of many cities and, as a result of this, the inexorable lost of their identity rituals. In this article of reflection we will analyse the relation between emigrants and their influence on the survival of popular customs as an identity feeling.

Keywords: emigration | emigrant | festive | rituals, | party | tradition |

I. Introducción

Dentro de un mundo cada vez más globalizado y capitalista, se ha creado un modelo de desarrollo que tiende a la concentración de la población en áreas geográficas determinadas y al crecimiento de las grandes aglomeraciones urbanas. El éxodo rural es un fenómeno permanente e inacabado que ha provocado una gran crisis de los sistemas económicos tradicionales rurales y una profunda crisis demográfica en las provincias españolas interiores. Andalucía y, especialmente, Andalucía Oriental es, en la actualidad, el área geográfica del sur peninsular con la población más envejecida.

El presente artículo pretende como objetivo indagar en el nuevo cambio producido en las últimas décadas en muchas fiestas andaluzas fruto de la influencia del emigrante así como conocer la evolución de las mismas valorando los distintos aspectos que han podido contribuir.

II. La emigración. Pasado, presente y futuro

Debemos partir del concepto de que la tendencia natural del ser humano es querer seguir viviendo donde se ha nacido siendo la salida de su lugar reflejo de la imposibilidad de progresar allí; de la falta fundamentalmente de trabajo o de ayudas, por parte de sus Comunidades Autónomas y localidades, para poder emprender en su población natal o alrededores.

El desplazamiento de la población es algo innato dentro del ser humano formando parte de la historia española pudiendo decirse que el español, y más concretamente el rural, nace y se hace consciente desde pequeño de que un día tendrá que emigrar. Si nos remontamos a la Edad Media, no solo debemos mencionar el proceso migratorio colonial fruto del descubrimiento de América, el cual fue fomentado por la propia corona española, sino también dos de los que se pueden considerar más traumáticos de nuestra historia más reciente: la expulsión de los judíos en 1492 y la de los moriscos de 1609. Podemos decir que, en cada período, el proceso migratorio adquirió una serie de características particulares estando relacionadas, en los dos últimos siglos, con el desarrollo del modo de producción capitalista (VV.OO., 2014: 46-47).

A finales de la década de 1950, los pueblos andaluces contaban con un considerable aumento de población. Había vida en sus calles y no existía casa o cueva que no estuviera habitada pero también había penuria, hambre y falta de trabajo y empleo. El Estado no apostó por Andalucía y a sus políticos, que solían ser grandes terratenientes y caciques locales, tampoco les interesaba; vivían bien. La agricultura y la ganadería eran las únicas fuentes de ingreso y no difería exponencialmente la situación de entonces con la de décadas anteriores: grandes masas de asalariados en el campo propiciaban unos bajos salarios y una estructura de poder rígidamente asentada ofrecía a sus trabajadores pocos ingresos y un sustento económico que apenas daba para dar de comer a sus familiares. Es por entonces cuando, el franquismo, ve de buen agrado y potencial la emigración comenzando así un proceso amplio de despoblación del mundo rural, precipitándose en los años sesenta siendo, en primer lugar, los jornaleros los que abandonaban el campo, sus casas y sus familias para «probar», durante unos meses, una nueva vida y nuevos trabajos que les traerían unos mayores ingresos. Se iban con la intención de volver pero regresaban ofreciendo trabajo a sus familiares y vecinos por lo que hacían sus maletas y cerraban sus hogares definitivamente. Es así cómo le siguieron los arrendatarios, aparceros y pequeños agricultores, sumándose tanto los medianos propietarios como posteriormente parte de la población que no se dedicaba a la agricultura y la ganadería pero sí que necesitaban de una clientela que, desafortunadamente, se había marchado para no volver. Y, por último, hay que contar con los estudiantes que, alentados por sus padres que vivían en el pueblo y no deseaban su misma vida para sus hijos, se esforzaban para darles una mejor formación y un futuro más digno. Estos se marchaban a las capitales de provincia a diplomarse o licenciarse y, tras obtener la titulación, no veían posibilidades de regresar a sus orígenes para emprender, por lo que, o bien se quedaban en la ciudad que los acogió como universitarios o partían a otros destinos con mayor posibilidad de empleo y trabajo. Unido todo ello al concepto de que en las ciudades se vivía mejor que en los pueblos, pensamiento que dura hasta el día de hoy, el éxodo rural y la despoblación del campo en las siguientes décadas supusieron un crecimiento exponencial de algunas ciudades y de todo el litoral valenciano y catalán consolidándose así una sociedad plenamente industrial.

Es así cómo, entre 1960 y 1972, se produjo un fuerte desarrollo económico y la modernización de las estructuras económicas y sociales, lo que significó un considerable aumento en los niveles de vida de la población.

Por un lado, hubo un gran desarrollo del sector secundario en detrimento del primario, especialmente en la costa mediterránea, a partir del Plan de Estabilización Nacional de 1959 y de los Planes de Desarrollo (1964-1975) incrementándose el número de empresas, el aumento de la producción industrial, la emigración de la población de los pueblos de interior a la costa en busca de un trabajo de mejor calidad y, a su vez, el incremento de la clase media (Martínez, 2013). «De esta forma, si la industrialización y los puestos de trabajo vinculados a ella fueron un acicate que atrajo a los inmigrantes, esos mismos inmigrantes favorecieron el desarrollo industrial, tanto por ocupar esos puestos de trabajo, como por estimular la demanda de productos manufacturados» (Burbano Trimio, F.A.: 2013).

A su vez, España, durante este periodo, se convirtió en un paraíso vacacional de los europeos convirtiéndose la actividad turística en uno de los principales motores del desarrollismo.

El turismo significó una vía de apertura sin precedentes en la España de aquellos años. El sueño de los emigrantes que controlaban malamente algún idioma de la Europa Central; alemán, preferentemente, o francés o inglés, era ahorrar para poner un bar, un restaurante, comprarle al cuñado unos bancales de naranjas para construir unos apartamentos, un hotel (...) y dejar de tener que dar cuentas al patrón o al sindicato vertical y situarse de pleno derecho en la clase media que, por entonces, era la máxima aspiración, ya que las clases altas no eran más que unas pocas familias de arcaicas noblezas venidas a menos que en poco o nada influían en la cultura de los españoles (Vázquez, 1986).

El turismo junto con la construcción que se produjo alrededor de éste en las costas del Mediterráneo, así como el creciente desarrollo industrial en el levante, produjo un exilio de andaluces en busca de trabajo a estas tierras. Este fue producto de un cambio social donde la mujer empezó a tener importancia nuevamente en el que su trabajo y colaboración como fuente de ingreso económico era crucial dentro del seno familiar (Martínez, 2015c).

Emigrar era la única salida. Las condiciones de vida en la ciudad no iban a ser fáciles y no pocas serían las horas de trabajo, pero las expectativas de mejorar formaban parte del sueño de cada uno de ellos. Sin olvidar que, con el tiempo, la ciudad podía ofrecer empleos más estables así como un trabajo fijo con un salario digno. Todo esto propició que aquel emigrante golondrina (VV.OO., 2014: 41-74), que iniciaba su andadura temporal para nuevamente regresar a sus poblaciones terminara convirtiéndose en un emigrante permanente, al encontrar una estabilidad laboral y mejorar sus condiciones de vida.

La Junta de Andalucía, en cambio, viendo que sus habitantes se marchaban, en las siguientes décadas, apostó igualmente por centralizar la poca industria existente en ciertas capitales, especialmente en Sevilla y Málaga y fomentar el turismo de playa convirtiendo el litoral en la burbuja del ladrillo. Por el contrario, Andalucía oriental, especialmente su interior, se vio desfavorecida, no obteniendo recursos y quitándoles los pocos que poseía[1], no ofreciéndoles buenas vías de comunicación que incluso a día de hoy, se encuentran en pésimas condiciones como autovías inacabadas[2] o carreteras en mal estado[3], sin olvidar un gran número de patrimonio cultural en riesgo de desaparición, destrucción o alteración esencial de sus valores, sin olvidar las dificultades que poseen para obtener ayudas para el arreglo y mejora de sus barrios y cascos urbanos e históricos, y lo que fue lugar de los primeros pobladores de Europa, del antiguo pueblo íbero de Bastitania, del glorioso y antiguo Reino de Granada con poblaciones donde la mimetización morisco-andalusí aún está presente en sus calles, en su toponimia, gastronomía y en la forma de ser y vivir de sus gentes (Martínez, 2018a), quedó reducido, curiosamente desde su Toma, allá por el siglo xv y especialmente tras la sublevación de los moriscos un siglo más tarde, en una zona amputada, mutilada y silenciada en la historia de España convirtiéndose en un lugar de emigrantes y, posiblemente, en un futuro, en pueblos abandonados fruto de una mala gestión estatal, regional y local que nunca apostó por ella y que, ya D. Juan de Austria, sembró de sal para que nunca más diera frutos (Martínez, 2008: 94). El tiempo lo dirá[4].

III. El emigrante como revitalizador de la fiesta rural

Aunque cierto es que hubo emigrantes que se marcharon y que nunca más quisieron volver a querer saber sobre sus orígenes, afortunadamente y mayoritariamente muchos viven con el recuerdo del lugar que les vio nacer y con la esperanza de volver, aunque sea, una vez al año. Y es aquí donde la fiesta juega un importante papel. Veamos por qué.

No sabemos muy bien por qué pero los hombres hoy buscamos como nunca nuestras raíces más profundas (…). Intentamos encontrarnos con aquellas cosas que dieron sentido a nuestra existencia. La pérdida de los valores identitarios causa estragos en todos nosotros (Sendin, 1994: 9).

La fiesta, como tradición local, los españoles le dan mucha importancia a la pertenencia a un pueblo y, concretamente, desde la democracia, se ha intensificado el sentido de identidad personal a un lugar, comunidad y/o región determinada (Martínez, 2015). Rodríguez, S. (1982) afirma que la emigración andaluza ha favorecido la revitalización de este tipo de rituales festivos y su patrimonialización, al convertir, como nos argumenta Velasco, H.(2000) «el abandono de las tradiciones en pérdida doliente.»

La fiesta, caracterizada por el colorido de los espacios y las personas, la música y los bailes, el comensalismo, la sociabilidad, entre otros aspectos, cumple una función pocas veces tan profundamente sentida, como es la confirmación de la pertenencia a la communitas. La fiesta es también la ocasión privilegiada en que la mayoría se hace presente en un lugar y en un tiempo preciso (...) La fiesta constituye uno de los factores más fuertes de identificación. Se pertenece a un lugar y esta conciencia hay necesidad de consolidarla anualmente en la fiesta. Es por lo que en ella los emigrantes españoles revalidaban en sus pueblos de origen su naturaleza e identidad. Porque la fiesta favorece y refuerza la identificación que hace cada grupo frente a los demás: nosotros frente a ellos (Rodríguez, 2006:17-19).

La fiesta toma el papel de lo tradicional, lo de «toda la vida», una herencia colectiva intergeneracional, la mejor expresión de la noción de identidad (Velasco, 1988).

Tradición es a la vez memoria colectiva que recorre los tiempos y va almacenando y conservando aquello con lo que el pueblo se identifica, y es también la capacidad de identificar qué es relevante, significativo y por tanto inalterable en un pueblo. Tradición es la capacidad de interpretar y de valorar los acontecimientos presentes según el modelo de acontecimientos del pasado. Tradición es pues un ejercicio de identidad. Y es evidentemente tradicional un ritual festivo, la fiesta misma, el día de celebrarla, el lugar donde se celebran los diversos actos, el modo de ir vestido,… pero sobre todo es tradición la propia razón por la que se celebra la fiesta. Aun cuando la memoria concreta de por qué comenzó a celebrarse una fiesta haya podido difuminarse, y tal vez porque se ha difuminado, la razón de las razones que las gentes tienen para celebrar una fiesta es simplemente por «tradición» (Moreno, 2015).

Desde los años sesenta y, especialmente, una década más tarde, muchas fiestas, consideradas como tradicionales, empezaron a decaer en numerosas poblaciones andaluzas e incluso llegaron a perderse por falta de gente para organizarlas y participar, pero también del descrédito de festividades que recordaban en exceso el retraso económico e incluso el autoritarismo político en que estas localidades llevaban bastante años viviendo (Ortiz, 204: 103-113); otras fueron sustituidas o desplazadas a los períodos de mayor afluencia de personas con el fin de adaptarse a sus emigrantes y, algunas, como práctica festiva no fosilizada, se reinventaron con el fin de adaptarse a unos nuevos tiempos ya que habían sido consideradas en diferentes medios de comunicación como arcaicas, indignas e intolerables (Martínez, 2018b) o bien introdujeron aportaciones traídas por emigrantes que se habían asentado en la costa alicantina dándoles un nuevo impulso y convirtiéndolas en una señal identitaria no solo local, sino provincial, regional, nacional e internacional (Martínez, 2015), sin olvidar aquellas que se crearon como homenaje a todos los ciudadanos de la población que tuvieron que marcharse concentrándose estas en el período veraniego mayoritariamente. Estas fiestas de importancia nacional e internacional en la actualidad funcionan como reclamo turístico de la localidad y le confieren un considerable prestigio en un implícito ranking, que es utilizado, a su vez, por las autoridades locales y por los intereses comerciales y económicos (Calvo y Medina, 1996).

Si bien el emigrante influyó notablemente en la fiesta, no podemos olvidar que, la organización política del sistema constitucional posterior a la dictadura también, ya que las autonomías «necesitaban un marco de referencia identitaria para sus administrados que, por un lado, incidiera en las particularidades diferenciales de su cultura y territorio, y por otro se alejara de los estereotipos regionales manejados hasta la saciedad por el franquismo.» (Calvo y Medina, 1996:140).

La necesidad de democratizar prácticamente todas las instancias de la vida pública en España colocó a la fiesta en un punto central de la acción política en todos los ámbitos (desde el local municipal al estatal, pasando por el importantísimo de la Comunidad Autónoma) ya que, durante la transición política, las celebraciones, tanto las antiguas como las de nuevo cuño, fueron vistas como un vehículo de participación ciudadana y de libertad de expresión (Cruces, 1992).

Y, cómo no, la incorporación de la mujer en muchas fiestas en igualdad de condiciones a partir de la transición la cual supuso un marco político propicio para el movimiento feminista español donde la Constitución de 1978 trajo un cambio y un avance en el que se aborda la igualdad entre hombres y mujeres y la libertad e igualdad de las personas sucediéndose, a partir de entonces, planes y programas así como la creación del Instituto de la Mujer. A partir de entonces, la incorporación de la mujer a las fiestas se hizo cada vez con mayor intensidad en la mayoría de las localidades[5] lo que supuso un engrandecimiento de las mismas, sin olvidar, la participación de los niños y niñas desde sus primeros días de vida lo que da a las festividades un carácter de supervivencia.

La fiesta es una realidad humana, una necesidad innata del ser humano ligada a la vida social (Lison, 2000: 15). El ser humano, por naturaleza, la recuerda y la espera ya que, para él, representa momentos de emociones intensas y de metamorfosis de su ser (Caillois, 1982: 306). La fiesta, sujeta a unas coordenadas espaciotemporales, contribuye a significar el tiempo y el espacio. Además de las identidades y religaciones de las sociedades es de los individuos que las viven y protagonizan (Martínez y Jimeno, 2004). Como bien nos dice Barthes, R.(1981) «la fiesta es lo que se espera» porque el pueblo la ve y percibe como «sinónimo de libertad, de espontaneidad, de apropiación de los espacios públicos (...), como una esfervecente communitas antiestructural y sociable» (Homobono, 2004) viviéndola con pasión, disfrutándola desde la más temprana edad y más aún, en la actualidad, donde las nuevas tecnologías y la propia postmodernidad de la globalización y, por consiguiente, la amenaza de la homogeneización mundial, han supuesto un impulso para la fiesta y el deseo de su llegada contribuyendo a reforzar su propia conciencia identitaria (Martínez, 2018).

A día de hoy, muchas localidades andaluzas suelen triplicarse en número de población e incluso se ven sus casas o cuevas arregladas gracias al apego del emigrante con su localidad teniendo como nexo de unión la fiesta en sí ya que esta sirve como lugar de encuentro con familiares y amigos de la infancia, de socialización e integración con nuevas generaciones que aún viven en la localidad o bien son hijos de antiguos emigrantes que se identifican y se sienten de la población porque sus padres le transmitieron el amor hacia la tierra que les vio nacer y tristemente partir.

Como dijimos anteriormente, dentro del proceso de revitalización de la fiesta, el turista ha jugado un papel fundamental donde, insatisfecho por el estándar del sol y la playa, ha empezado a demandar productos más variados, entre los cuales el interés por la cultura, la naturaleza y la vida tradicional de los lugares visitados tiene una primordial importancia (Boissevain, 1996). De ahí que el turismo pueda convertir la cultura en una mercancía y, por tanto, la cultura local, y cualquiera de sus rasgos, se considera un recurso natural desde el punto de vista económico (Greenwood, 1992). En muchos casos y localidades, el emigrante ya no se considera uno más de la localidad y vuelve a ella como turista con vínculo familiar en el pueblo, es decir, que lo que ahora llamamos turista podría ser emigrante anteriormente participando en la fiesta los que viven en el pueblo (los menos) y los «hijos del pueblo» (la mayoría).

Es por todo ello que, los habitantes que aún resisten en las localidades son conscientes de que la revitalización e interés por la fiesta, la llegada de aquellos emigrantes que partieron y de sus hijos y nietos, sin olvidar a los turistas que acuden, posee una serie de factores que son imprescindibles dentro de la comunidad para su subsistencia tomando conciencia y valorando la importancia de su entorno y de su patrimonio cultural, como un aspecto del que , además de otras utilidades, incluso pueden obtenerse rendimientos económicos. Para ello también se tiene en cuenta el aumento de las formas de consumo construyendo imágenes en muchas ocasiones diferentes a las asociadas al propio medio. A modo de ejemplo nos encontramos con la reconversión simbólica de muchos objetos que antaño eran despreciados por viejos y se encuentra en desuso, es decir, se ha reutilizado con la intención no exclusivamente de preservarlo, sino que ejerza la fuerza suficiente para transmitir significados. Hoy día muchos establecimientos, casas rurales, hoteles o restaurantes, son adornados con aperos de labranza, materiales de cocina, y un largo etcétera, que vehiculan imágenes asociadas a lo tradicional como calidad o a un pasado del que sentirse orgullosos (VV.OO. 2013). Otro factor dentro de la parte económica es el gastronómico el cual se encuentra condicionado por imaginarios colectivos sobre el «buen comer» y «el buen beber» en lugares de interior y rurales (Pereiro y Prado, 2005) y como la cultura tradicional, la historia, la memoria y el pasado contribuyen a situar nuevos marcos de identidad, mediante su mercantilización, es otro elemento que está implícito en un proceso general (Ortiz, 2004). De ahí que toda fiesta ha de estar vinculada al consumo de una gastronomía autóctona (Martínez, 2015b) creándose un sector agroalimentario artesanal con imagen de calidad, de disfrazar el comercio de tradición antigua a través de mercados medievales o ferias de productos «campesinos» y a un alojamiento rural con una oferta rica y variada sin olvidar elementos paisajísticos y visitas guiadas en unas localidades que han de ser atractivas visualmente estando cuidadas y mimadas por sus habitantes y por sus ayuntamientos para que la atracción sea en todo su conjunto.

Y si hay una fiesta con gente, hay unos medios de comunicación y de publicidad que se interesan por la misma o, al menos, debería ser así.

Los medios de comunicación intervienen hoy, en este caso como en otros, en la reelaboración de lo propio y la consiguiente redefinición del sentido de pertenencia e identidad; uno de los procesos actualmente vigentes y que mejor pueden observarse dentro de la globalización (García, 1995).

Desafortunadamente, es cierto que, en Andalucía, los medios de comunicación autonómicos están más vinculados o políticamente relacionados con la parte occidental que con la oriental, lo que conlleva un doble esfuerzo a esta última para hacerse con un momento en la televisión autonómica o en la radio y, una vez conseguido, lo que se retransmite no suele estar acorde con lo que se representa o simboliza la fiesta, con su sentido y significado puesto que muchas veces, los guionistas, toman como referencia las occidentales debiéndose tener en cuenta que existen dos Andalucías con festividades claramente diferenciadas en su forma y contenido. Es así cómo, en esta Comunidad Autónoma, es más anunciado y televisado el Rocío de Almonte, la Feria de Abril de Sevilla o los Carnavales de Cádiz, que la Romería de la Virgen de la Cabeza de Andújar, el Corpus de Granada, el Cascamorras de Guadix y Baza, los Cascaborras de La Puebla de Don Fadrique y Orce o las fiestas de moros y cristianos de muchas localidades del antiguo Reino de Granada, como es el caso de Benamaurel, por poner algunos ejemplos sin olvidar la Semana Santa en la cual no existe equidad alguna televisivamente haciéndose más énfasis en la sevillana que en el resto de provincias obviando las peculiaridades y singularidades de ciertas poblaciones rurales que aún mantienen su esencia sin haber sido influenciadas o contaminadas por la propia homogeneización existente en la actualidad. Pero además se cuenta con otra problemática; la subjetividad del periodista comarcal, provincial o regional quien, dentro de un mundo capitalista, suele anunciar y difundir con mayor énfasis, aquellas festividades que contribuyen económicamente en su medio, lo cual dificulta la difusión y promoción de muchas fiestas rurales que carecen de un presupuesto elevado teniendo que relegar de esta opción a pesar de ser conscientes de su importancia. Y está claramente constatado que solo se es conocido aquello que se ve, aquello que sale y se dice en los medios de comunicación.

El futuro de muchas localidades no está escrito aunque sí existen estadísticas desoladoras y alarmantes. La existencia de las mismas depende de sus jóvenes de procedencia rural que, habiéndose trasladado a la ciudad a trabajar, siguen vinculándose a lo rural porque lo consideran un elemento central de su identidad o de la identidad de aquellos que también participan y proceden en muchos casos de entornos socialmente diversos siendo auténticos dinamizadores de áreas rurales al inventar y reinventar; de los propios pobladores que han de tratar de generar nuevas imágenes de ruralidad (Rossemann, 2011), creer en los recursos que aún poseen emprendiendo y produciendo puestos de trabajo bajo el apoyo de las propias instituciones y administraciones sin olvidar a los propios ayuntamientos que deberán legislar actuaciones para la mejora de los cascos urbanos potenciando, mejorando y arreglando sus espacios más representativos pero también concienciando a sus propios habitantes de su cuidado y conservación, creando una forma de vida atractivas para sectores de población urbana con atractivos locales basados en el patrimonio natural, cultural y paisajístico con disponibilidad de espacios para el ocio y deporte al aire libre[6]; de los neorrurales[7] que llegan por primera vez para residir en poblaciones donde se caracterizan por espacios naturales y tranquilos quitándose del estrés de las ciudades y de la propia contaminación existente en las mismas; de aquellos que dejaron la ciudad y retornan para desarrollar su actividad y desempeñar su formación especializada conseguida en la academia; de la denominada cuarta revolución industrial donde personas capacitadas se instalen en poblaciones pequeñas y, desde ellas, ejerzan su trabajo a través de internet y el ciberespacio; y, cómo no, de aquellos emigrantes, ahora también turistas en muchos casos, que anualmente acuden conservando y manteniendo su vivienda dignamente y disfrutando, aunque sea durante unos días vacacionales, de sus gentes, de sus familiares y de su tierra. Y alrededor de todo ello, la fiesta continuará siempre y cuando integre a todos y cada uno de sus componentes y crecerá en la medida de sus posibilidades convirtiéndose o siendo ya de por sí un atrayente turístico en la que el emigrante seguirá tomando un papel importantísimo y donde se reproducirá el pasado, recurriendo a la tradición y las raíces dentro de una sociedad cada vez más consumista, globalizada, homogeneizada y mediática[8].

IV. Conclusiones

En la actualidad, vivimos en un mundo cada vez más globalizado y, por consiguiente de homogeneización. Dentro de él y en pleno siglo xxi nos hallamos con una determinada corriente de pensamiento que considera muchas de las tradiciones españolas como arcaicas y anticuadas, intolerables e inhumanas, las cuales están siendo objeto de estudio para su adaptación o finalmente su desaparición pero que, en cambio, sí que fomentan las exportadas de otras culturas y/o religiones[9]. A su vez, nos encontramos en una alarmante despoblación rural siendo esta un hecho real fruto de un mundo cada vez más capitalista, centralista, industrializado y consumista.

Dentro del proceso de búsqueda existencial vital, «los seres humanos tratamos de reencontrarnos con nuestras raíces tradicionales más remotas y los sentimientos locales arraigados en el territorio y las comunidades rurales» (Moreno, 2015: 506). De ahí la importancia del emigrante como factor influyente en las festividades andaluzas teniendo un papel destacado dentro de la misma. En muchos casos hasta de la propia supervivencia de determinados rituales. Tal y como expone Velasco (1991) «es curioso que con la emigración, las fiestas tiendan a ser apropiadas por quienes se fueron (…). La emigración que fragmentó a las comunidades locales mira ahora a las fiestas como tiempo simbólico de reunificación y de conexión de las generaciones actuales con las pasadas.» Gracias al emigrante y otros factores, las fiestas de muchas localidades siguen vivas, se reinventaron, se adaptaron a unos nuevos tiempos sin perder su carácter tradicional y se revitalizaron.

Fruto de este estudio podemos establecer o realizar una clasificación o tipología del emigrante ya que no todos tienen el mismo papel o importancia:

A. Emigrante golondrina. Aquel que iniciaba su andadura temporal para nuevamente regresar a sus poblaciones.

B. Emigrante permanente. Es aquel que, una vez iniciada su andadura temporal, encontraba una estabilidad laboral, mejorando sus condiciones de vida tomando la decisión de hacer su vida en la localidad que lo acogió. Dentro del emigrante permanente podemos hacer diferentes grupos.

B.1. Emigrante pasional. Transmisor del apego, añoranza y recuerdo de su localidad. Plenamente implicado en la localidad y en la fiesta, tomándose las vacaciones para formar parte de su comunidad. Su pasión es tanta que influye en sus futuras generaciones para que sigan volviendo como recuerdo de sus antepasados y no pierdan conexión y relación con los paisanos.

B.1.1. Emigrante nostálgico. Es aquel emigrante pasional que, tras su jubilación, regresa al pueblo y a su mundo rural por ser el lugar que le transmite relajación, tranquilidad; por ser su identidad y su comunidad donde se encuentran sus recuerdos, sus vivencias de juventud, su familia y, principalmente, su forma de ser, sentir y vivir. Revitalizan la fiesta y aporta nuevas ideas e innovaciones tanto en ella como en la propia localidad fruto de su amor a su tierra y de sus años de vivencias fuera. Suelen permanecer períodos largos en el medio rural pero no dejan de volver a la ciudad donde fueron acogidos ya que su corazón está dividido entre dos lugares. El emigrante nostálgico suele solicitar a sus familiares que su cuerpo, tras su defunción, descanse en paz en su pueblo.

B.2. Emigrante turista. Aquel emigrante que ya no se considera uno más del pueblo y vuelve a él como turista con vínculo familiar.

B.2.1. Emigrante turista crítico-ausente. Es aquel que, volviendo a la localidad de manera irregular y no teniendo apego con la misma excepto lo estrictamente familiar cuya vinculación con la fiesta es más como espectador que como participante activo o festero, viven desde la lejanía y gracias a las redes sociales unidos a su tierra recordando su pasado constantemente y criticando todo lo que conlleva un cambio en la población y en la misma fiesta en sí soliendo ser sus comentarios más destructivos que constructivos.

B.2.2. Emigrante turista «apuraorzas». Aquel emigrante que, con el paso del tiempo, vendieron sus viviendas y cuevas viniendo a las de los familiares en el período vacacional solo y estrictamente a pasar unos días de descanso. Solían venir en buenos coches alardeando en la población de su estatus social a pesar, en muchas ocasiones, de contar con un gran número de horas de trabajo y con préstamos personales. Entre los habitantes del pueblo se les denominaba con el sobrenombre de «apuraorzas» debido a que solían llevarse, tras su estancia, los productos típicos de la vega así como los embutidos de la matanza.

B.3. Emigrante apóstata. Son aquellos emigrantes que se marcharon detestando sus orígenes por considerarlos arcaicos, tradicionales y anticuados (por el tipo de construcción de las viviendas, por la manera de vivir de sus habitantes, por ser medios rurales y dedicarse al sector primario, entre otras consideraciones) siendo, a día de hoy, los que ondean las banderas nacionalistas de las regiones que las acogieron obviando su pasado y formando parte de los más radicales. Incluso, la presión y el sentimiento nacionalista de estos emigrantes han llegado a ser tan fuerte que rechazan cualquier vestigio de su cultura de origen. En vez de ver la riqueza cultural, lingüística, social de toda una sociedad se limitan a ver diferencias siendo intolerantes ante aquello que les une. Su relación con la localidad y, por consiguiente, con la fiesta nula y, si existe, quizás contraproducente.

B.4. Emigrante político. Dentro de este tipo, podemos hacer referencia a dos subgrupos:

B.4.1. Emigrante político ideológico. Es aquel que, no siendo un exiliado durante la Guerra Civil, sí que se marchó posteriormente fruto de su ideología aunque, posteriormente, tras la democracia, algunos volvieran y participaran en las fiestas.

B.4.2. Emigrante político profesionalizado. Aquellos que, habiendo influido notablemente en sus localidades y en las fiestas de los mismos durante su actuación como alcaldes o concejales, con afán de ascender y profesionalizarse políticamente, deciden emigrar. También hay que citar a aquellos que, tras haber gobernado durante una o varias legislaturas y haberse presentado nuevamente como candidatos, no obteniendo los resultados que ellos creían que tendrían, deciden marcharse desinteresándose por la localidad y no contribuyendo, a partir de entonces, en la misma.

El emigrante político, una vez que decide irse de la población, puede tomar cualquiera de las tipologías anteriormente citadas aunque resulta curioso que, alguien que se presentó para luchar por su pueblo, sea luego el primero en abandonarla.




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NOTAS

[1] A modo de ejemplo nos encontramos con la línea férrea Guadix-Baza-Almendricos (Lorca) que formaba parte de la línea Murcia-Granada y era la que discurría por estas comarcas del norte granadino y almeriense conectando con el levante peninsular. Fue cerrada el 31 de diciembre de 1984. En la actualidad existe una lucha inter comarcal a través de una serie de asociaciones por su reapertura. También nos encontramos con la reivindicación desde la provincia de Jaén de varias líneas ferroviarias que, aun habiendo sido aprobadas algunas de ellas, no han llegado a ejecutarse. Entre ellas destacar la que uniría Jaén con Córdoba y Jaén con Granada.

[2] Nos hallamos con promesas electorales que aún no han llegado a cumplirse como son la autovía A-308 que conectaría Iznalloz-Darro de la cual se colocó la primera piedra el día 11 de abril de 2012 pero aún ni se ha comenzado o la inacaba autovía del Almanzora, A-334 iniciada en 2005 aunque anunciada en 1985.

[3] Como es el caso de la carretera A-4200 que une Baza-Benamaurel considerada como «la carrera maldita o de la vergüenza» por diferentes medios de comunicación fruto de la cantidad de muertes que ha ocasionado. A día de hoy, no existen indicios de su arreglo, mejora y ampliación formando parte de las promesas de los programas electorales de todos los partidos políticos que, una vez que están gobernando, vuelven a silenciarla hasta los próximos cuatro años a pesar de la existencia de accidentes e incluso fallecidos en la misma. Un deseo de todos los ciudadanos que no llega a ejecutarse y que es vía de comunicación principal para muchas localidades de las Comarcas de Baza y Huéscar que sufren la despoblación rural.

[4] Es interesante mencionar la reflexión de Camarero (1996) de que al rural se le han asociado dos equivocaciones importantes: aquellos que lo han considerado como un residuo de la conquista de la modernidad o profetizaron el ocaso rural se equivocaron, y aquellos otros que únicamente tratan de preservarlo como museo, también yerran. Spindler (1993) opina que «la principal fuente de errores se ha debido a que no se ha tenido en cuenta que «el rural ha estado poblado por seres vivos que llegan a convertirse en seres humanos que hablan, piensan, poseen una moral, creen y valoran: de cómo se convierten en miembros de grupos, en participantes de sistemas culturales» cit. En VV.OO.: «Antropología y nuevas ruralidades» en Gazeta de Antropología, número 29(2). Año 2013.

[5] «En 1978, en la población granadina de Benamaurel la mujer formó parte, desde un principio, de la creación de las comparsas, siendo su papel de gran importancia para el engrandecimiento de sus fiestas confeccionando los primeros trajes, desfilando en escuadras y asumiendo cargos directivos siendo ejemplo para localidades colindantes» en MARTÍNEZ POZO, M.A.: «La mujer en las fiestas de moros y cristianos» en Revista de Antropología experimental, 15. Año 2015. Jaén. p. 85.

[6] Atendiendo al Informe sobre el Medio rural y su vertebración social y territorial realizado por el Consejo Económico y Social de España en el año 2018 en zonas predominantemente rurales, se enumeran los siguientes retos: A) Potenciar iniciativas que favorezcan las sinergias entre los diferentes sectores económicos de las zonas rurales y aprovechen los atractivos locales a la vez que se favorezcan su relación con las zonas urbanas. B) Mejorar los sistemas de comercialización para los productos de las zonas rurales asociándolos a las características positivas de estas zonas. C) Potenciar el desarrollo territorial más basado en el policentrismo, que genere oportunidades de creación de riqueza preservando el medio natural. D) Potenciar el turismo rural intentando romper con su estacionalidad y haciendo del mismo el punto de encuentro de diversas actividades económicas para la conservación de sus usos y costumbres, contribuyendo al desarrollo rural sostenible. E) Poner en valor el patrimonio y sus recursos, potenciando las relaciones urbano rurales, siempre desde el respeto hacia la especificidad local para conseguir una mayor cohesión social, económica y territorial. F) Desarrollar sistemas de transporte colectivo que faciliten el acceso a y desde las zonas rurales. G) Incidir en la conservación del medioambiente, la calidad del agua y la reducción de emisiones. H) Uso sostenible de los recursos naturales. I) Promover redes de cooperación entre todos los tipos de territorios buscando la complementariedad y la sinergia entre ellos. J) Diversificación e innovación de las actividades económicas para contribuir a la estabilización de rentas de estas zonas, promoviendo la modernización empresarial, emprendimiento y autoempleo. K) Mejorar la calidad de vida de los ciudadanos a través de la gestión adecuada de infraestructuras, servicios y equipamientos básicos. L) Potencias la ubicación de actividades industriales relacionadas en estas zonas. M) Potenciar el empleo femenino como fuente de estabilidad demográfica de estas zonas. N) Potencias el uso y el acceso a las TIC en VV.AA.: Informe. El Medio Rural y su vertebración social y territorial. Consejo Económico y Social. Madrid, 2018. P. 165-166.

[7] El neorruralismo se entiende como una vinculación económica y voluntaria al mundo rural. Véase RODRÍGUEZ, A. B. y TRABADA, X.E.: «De la ciudad al campo: el fenómeno social neorruralista en España» en Política y Sociedad, 9. Madrid, 1991. Pp. 73-86.

[8] Coincidiendo con Velasco(1997:125-126) y Moreno (2015: 504), se podrían hacer dos proyecciones a futuro antitéticas: Una irremediable desaparición a corto o medio plazo de muchos de los pueblos fruto del fallecimiento de sus ancianos donde sus habitantes más jóvenes acabarán cediendo a la tentación de marcharse a las ciudades y, por otro lado, una segunda opción donde se revela una transformación radical del medio rural, median su urbanización donde el mundo tradicional y rural no desaparecerá del todo, simplemente habrá pasado a ser una pequeña parcela del mundo moderno y habrá dejado de ser otro mundo. Pero aquí nuevamente se depende en gran parte de los políticos, pues es cierto que las localidades rurales tienen excesivas dificultades para obtener subvenciones y ayudas por parte de las administraciones lo que conlleva problemas de arreglo y mejora de sus condiciones a corto y largo plazo. Incluso esta desidia institucional llega a cuestionar si realmente se busca, por la parte administrativa y política, la despoblación rural de determinadas zonas y lugares por la falta de interés y de apoyo económico.

[9] Hay que tener en cuenta que algunas poblaciones han conservado gran parte de sus fiestas a lo largo de los siglos pudiendo subsistir enmarcadas dentro de ese tiempo imaginario al que llamamos «tradición» y pertenecientes al concepto ambiguo y polisémico de ciclos, ya sea utilizado como metáfora de la regeneración asentada en la cultura agrícola y en el sistema de parentesco o bien, unidas estas dos al ciclo establecido en el código festivo de la cristiandad (Martínez, 2018: 209). Hay que tener en cuenta, por tanto, que muchas festividades que realizamos en la actualidad en España tienen un origen pagano que, posteriormente, se cristianizaron manteniéndose hasta la actualidad dentro, fundamentalmente, de la religiosidad popular. Hoy día, fruto de la desidia existente hacia todo lo relacionado con la Iglesia por algunos sectores y corrientes de pensamiento, muchas de las fiestas tradicionales de numerosos pueblos corren peligro de su abolición.



El emigrante como factor influyente en las festividades andaluzas

MARTINEZ POZO, Miguel Ángel

Publicado en el año 2019 en la Revista de Folklore número 452.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz