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Revista de Folklore número

437



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La mimetización morisco-andalusí. Aproximación histórica y antropológica en una población granadina: Benamaurel

MARTINEZ POZO, Miguel Ángel

Publicado en el año 2018 en la Revista de Folklore número 437 - sumario >



Resumen: Aunque la huella morisco-andalusí quiso ser ocultada e incluso borrada tras la sublevación, una resistencia íntima y clandestina de su cultura comenzó a forjarse sobreviviendo porque, quienes quedaron, se encargaron de ocultar su verdadero significado, mimetizándola, para regalarnos lo que hoy somos, sentimos y hacemos. Un vestigio que permanece incrustado en la identidad y memoria colectiva de una localidad granadina objeto de estudio y análisis en este artículo: Benamaurel.

Palabras clave: morisco | andalusí | Benamaurel | identidad | memoria histórica

THE MOORISH-ANDALUSIAN MIMETIZATION. HISTORICAL AND ANTHROPOLOGICAL APPROACH IN THE CASE OF A TOWN IN GRANADA: BENAMAUREL.

Abstract: Although after the uprising, the Moorish-Andalusian trace was tried to hide and even erase, it survived thanks to an intimate and clandestine resistance of its culture forged by those who remained. They were responsible for hiding its true meaning, mimicking it, to give us what we are, feel and do nowadays. A vestige that remains embedded in the identity and collective memory of a town in the spanish province of Granada, object of study and analysis in this article: Benamaurel.

Keywords: moorish | andalusian | Benamaurel | identity | historical memory

I. Introducción

Ál-Ándalus era España y los andalusíes, por consiguiente, españoles. Tanto o igual que tú y que yo, tanto o igual que los íberos, romanos o visigodos que nacieron aquí porque, la denominada «piel de toro», no estaba deshabitada al tiempo de la progresiva inmersión arabo-islámica. Porque los invasores árabes o bereberes fueron una minoría en contraposición con la población ya existente en la Península Ibérica; porque, tras ocho siglos de historia, sus antepasados nacieron y murieron aquí, nuestra tierra, su tierra. Pero, tras la conquista del Reino de Granada, nacer musulmán era un pecado y su conversión al catolicismo una imposición de Estado. Nacían los moriscos y, los hijos de estos, ya ni conversos; serían cristianos. Pero tuvieron que sufrir la persecución inquisistorial y, aunque muchos fueron expulsados de donde nacieron y vivieron e incluso torturados y martirizados, su huella morisca-andalusí sigue viva. Su memoria quiso ser ocultada e incluso borrada; porque su existencia quiso ser destruida totalmente, como si nunca hubiera existido, pero fue prácticamente imposible. Una resistencia íntima y clandestina de su cultura comienza a forjarse sobreviviendo porque, quienes quedaron, se encargaron de ocultar su verdadero significado, mimetizándola, para regalarnos lo que hoy somos, sentimos y hacemos. En definitiva, nuestras señas de identidad.

La España morisca no existía ontológicamente como tal a la caída de Granada. Fue una invención política de la Iglesia-Estado (...) Una categoría artificiosa y tribal creada maquiavélicamente para mediar entre el corazón de los reprimidos y el cerebro de los represores. La antípoda en abstracto de la recién parida y no menos artificial «raza católico-española». El morisco ya no era musulmán pero tampoco parecía lo contrario. Y se ideó el ardid propagandístico de que lo fuera aunque no lo pareciese, con el agravante de su falsa extranjería.(Rodríguez, A.M. 2009: 31).

II. Contextualización histórica

Aunque durante bastante tiempo, existió una interpenetración cultural donde el uso de aspectos materiales e inmateriales del Islam andalusí, por parte de las cortes cristianas, era una más de las prácticas culturales de entonces[1] e incluso «hay muchos testimonios de judíos y musulmanes de la élite que eran tratados en términos de igualdad por los cristianos, y los escritores cristianos aceptaban esa igualdad sin vacilaciones. Los matrimonios mixtos entre cristianos y no cristianos podían ser vistos incluso con orgullo»(Kamen, 2013: 384), un sentimiento nuevo se apoderaba en la corte de Isabel de Castilla. Cronistas como Alonso de Palencia, junto con el sentimiento de convertirse en parte de Europa de los Reyes Católicos y la visión de los países del viejo continente hizo que estos tuvieran que renunciar con voz firme y clara a su identificación con todo lo semita, tanto judío como moro (Milhou, 1993: 35-60). Milhou identifica una primera etapa de la Leyenda Negra, en la cual se estigmatiza a España por su «mestizaje biológico y cultural», como una nación fronteriza de malos cristianos que son «a medias judíos y a medias moros»(Fuchs, 2011; 49). La desafricanización, la desjudaización y la europeización cultural convirtió a una España radical durante varios siglos, mayormente en el aspecto religioso que en el cultural, pues existía un pacto con el papado de uniformidad religiosa y, para ello, se organiza la Inquisición (1478) quienes perseguirían implacablemente a los herejes, a los musulmanes y a los judíos más o menos bien convertidos (Martínez, 2013: 42).

Aunque, en un principio, el arzobispo de Granada, fray Hernando de Talavera, deseó en todo momento que dicha conversión fuera desde un punto de vista sincero, en 1499, los Reyes Católicos visitaron Granada y comprobaron que poseía aun el aire totalmente musulmán. Debido a ello, decidieron optar por el ideal del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros quien implantó una política de persecución culminándose con las leyes que obligaban a la conversión forzosa o al exilio así como la quema de la mayoría de libros árabes. La razón de Estado no era sino la razón de Dios: los granadinos serían cristianos a las buenas o a las malas. Organizó bautismo en masa, sin dilaciones ni escrúpulos padeciendo, aquellos que se negaban, torturas y prisiones.

Los musulmanes convertidos pasaron a llamarse moriscos y fueron, desde entonces, un foco de inestabilidad y recelo en Castilla pues, en sus mentes, habían sido marcados dos aspectos que no borrarían ni ellos ni sus futuras generaciones: la conversión era forzosa y los Reyes Católicos habían quebrantado las capitulaciones.

Por medio de una pragmática de 31 de octubre de 1499 se otorgó unas ventajas económicas y jurídicas a aquellos que aceptaban la fe católica así como no ser molestados por la Santa Inquisición[2]. Un ejemplo de ellos fueron las capitaciones realizadas en Baza el 30 de septiembre de 1500 (Gallego y Tristán, 2007).

Con la llegada de Felipe el Hermoso, este se sorprende ante la multitud de «moros blancos» que descubre en su visita a España en 1501. Según el cortesano Antoine de Lalaing:

En ese año de mil quinientos y uno, en mayo, Monseñor, estando en Toledo con el rey y la reina, fue advertido de la multitud de moros blancos que habitaban las Españas. Intrigado por el caso, inquirió por qué se toleraba, y se le respondió que la causa eran las grandes sumas de tributo que pagaban; pues cada cabeza, grande y pequeña, aportaba un ducado de oro por año. Y Monseñor respondió que tal vez algún día hicieran al reino más daño de lo que le aportaban con su tributo, tal cual habían hecho antaño y podrían volver a hacer. Tanto prolongó Monseñor sus palabras que estas llegaron a oídos de la reina. Por eso, para complacer a Monseñor, y sabedora también de la justeza de lo que este decía, ordenó ella que dentro de los cuatro o cinco meses siguientes, marcháranse (los moros) de sus tierras o se hiciesen bautizar y sostuvieran nuestra fe; cosa que muchos hicieron, algunos de ellos, tengo para mí, más para conservar sus bienes que por el amor de Dios. Los otros regresaron a su país, y no pocos fueron despojados y saqueados en el camino. (Lalaing, 1874-1882: 225).

El 11 de febrero de 1502, Cisneros fija una fecha para la conversión de todos los musulmanes dándole dos opciones: aceptar el bautismo o marcharse a África. Desde 1503 ya no hay musulmanes en Castilla. Nace la población morisca[3]. La Iglesia veía extendida su jurisdicción en unos nuevos territorios y una nueva población cuyas necesidades de culto, formación y, sobre todo control, debían ser atendidas. Las mezquitas se convertían en parroquias ante la mirada de los cristianos viejos que imponían su poder y los musulmanes que asumían su derrota.

Con las erecciones parroquiales quedaba definitivamente asentada la estructura eclesiástica en el Reino de Granada, comenzando así el proceso de aculturación y de sometimiento de la población morisca a la burocracia eclesiástica. Y si hablamos de aculturación y sometimiento y no de evangelización es porque, pese al esfuerzo desplegado, pesaba enormemente el hecho de que las conversiones no habían sido voluntarias, sino forzadas, y de que ante ello los moriscos aplicaron la «taqiyya» o disimulación de respetar en la forma de normas pero en su interior mantener la fe islámica (Garrido, 2005: 28-29).

Y desde el momento en que los moros reciben el bautismo a la fuerza en gran proporción, la sociedad que constituían hubo de convertirse en una inmensa asociación semi secreta, al menos en parte. El alfaquí, el doctor de la ley, debía disimular su ministerio, proceder con cautela. El jefe de familia, ocultar su categoría, para no resultar cabeza demasiado visible; el ric, aparentar en casos pobreza; el fanático musulmán, fingir en ciertas ocasiones sentimientos de piedad cristiana. (Caro Baroja, 2010:155-156).

Desde 1500 aproximadamente hasta 1560 la vida en tierras del Reino de Granada transcurrió dentro de un régimen de tensión. Dos nuevos intentos fallidos –1516 y 1526– por desarticular la vida morisca provocan el desaliento de la comunidad y la animan a buscar otros aliados bajo cuyo amparo puedan asegurar su libre existencia. Ocho años antes, en 1492, una nueva etnia, la gitana, llega a Granada «acompañando a los ejércitos y ejerciendo como forjadores de armamento y cuidadores de animales. Se aposentaron en los barrios de Rabadasif y Xarea ocupados por los moriscos, a extramuros y en el extremo del Albaicín, donde la muralla de La Alcazaba cortaba con la de la ciudad, en las cercanías de la mezquita que se bendijo en 1501 como iglesia de San Ildefonso. En este templo parroquial se conservan las anotaciones de bautismos y bodas de sus feligreses desde 1518, y son frecuentes las referencias con nombres moriscos de cristianos nuevos y nombres calés de castellanos nuevos. En estos barrios de cuevas, hoy llamados Cuesta de San Cristóbal y Cuesta de la Alhacaba, convivieron árabes y gitanos (...). Los gitanos y moriscos mezclaron su sangre uniéndose en matrimonio por tener la piel morena y ser parecidos en sus costumbres, en sus músicas, sus bailes y cantes» (Albaicín, 2011: 18).

Décadas más tarde de la toma de Granada, la sumisión de los moriscos aún no era un hecho consumado. A los cristianos viejos peninsulares les faltaron tres elementos decisivos para vencer toda resistencia como había sido posible en América: el monopolio de las armas de fuego, el monopolio del arma de caballería y el monopolio de un sistema inmunológico adaptado.

Felipe II decidió terminar con la tolerancia que había existido desde que los Reyes Católicos conquistasen el reino de Granada. El 31 de diciembre de 1567 se pregonaron en Granada una serie de capítulos y ordenanzas cuyos puntos principales son: prohibición del uso de la lengua árabe hablada y escrita y la tenencia de libros árabes de cualquier materia y cualidad que fuesen, del hábito morisco en hombres y mujeres, de que en bodas y festejos se hiciesen zambras ni leilas con instrumentos ni cantares moriscos, que las mujeres alheñen y el uso de nombres y apellidos moros, el uso de baños, etc (Martínez, 2008: 91). Don Francisco Núñez Muley, caballero morisco, intentó que la indumentaria y la lengua fueran consideradas peculiaridades regionales (Caro Baroja, 2010: 155-156).

En la navidad de 1568, los moriscos granadinos se sublevaron, primeramente en la Alpujarra, al mando de Aben-Humeya. Introduciéndonos en las comarcas de Baza y Huéscar, el 26 de diciembre Baza y a su vez todo el altiplano tiene noticia del alzamiento por medio del licenciado Molina de Mosquera, alcalde de la Chancillería de Granada. Tras el ahorcamiento de Aben-Humeya, proclaman los moriscos a Aben-Aboo y éste «dividió el territorio en varias porciones, encargando el río de Almanzora, partido de Almería, sierras de Baza y Filabres y territorio de Cenete a Jerónimo el Maleh» (Magaña, 1996)

A finales de agosto la iniciativa se reactivó gracias a los moriscos del altiplano, quienes contactaron en Purchena con Jerónimo el Maleh y le plantearon una nueva estrategia: con el fin de progresar en el Cenete y Baza, el estado mayor morisco debía sublevar las poblaciones más al norte, poniendo el campo de operaciones en Galera, bajo cuya fortaleza se podrían refugiar los moriscos de Castilléjar, Orce y Huéscar, artífices del plan. (Sánchez, 2002).

Aunque hubo ciertas sublevaciones por la comarca de Baza, de especial interés las de Cúllar y Freila, no tuvieron gran importancia. Tal y como es expresado por Castillo Fernández, J. en relación a los moriscos de Baza y juridicción:

Si bien es verdad que una minoría huyó a las sierras para unirse a los alzados, un importante contingente se unió a las tropas del marqués de los Vélez que penetraban desde el Reino de Murcia para aplacar la Alpujarra Oriental (...) Se ha puesto de manifiesto la importante ayuda que muchos moriscos prestaron para destruir a sus correligionarios rebeldes. (Castillo, 1995: 242).

En cuanto a la ciudad de Baza, su papel, más que de defensa fue, como argumenta Magaña: «...socorrer los pueblos de la comarca» (Magaña, 1996). Pero no ocurrió lo mismo en la comarca de Huéscar, donde los moriscos del Altiplano se alzaron en Galera tan fuertemente que les fue imposible reducirlos, tanto a los soldados de Baza como a los de Huéscar. Es así que, el Rey, envió a Don Juan de Austria para vencerlos. Después de varios intentos fallidos, tal fue la ira y el indescriptible dolor, que el hermano de Felipe II propuso su hundimiento, asolarlo y sembrar sus campos de sal (Fernández y García, 2012: 471-502). Y así fue. El 10 de febrero de 1570, Don Juan de Austria ganaba a los moriscos de Galera. Fue considerada como una de las batallas más sangrientas de la Época Moderna (Martínez, 2008: 94).

La guerra de Granada creó un cambio de actitud trascendental[4]. Los excesos cometidos por ambas partes no tendrían igual en la experiencia de los contemporáneos. Fue la guerra más brutal que se libró en Europa en ese siglo. Felipe II quedó espantado por las matanzas de curas cometidas. Los moriscos, por su parte, padecieron atrocidades indecibles. A pesar de los indicios constantes de coexistencia, hubo sucesos que agravaron el enfrentamiento entre la civilización cristiana y la islámica en España. Muchos fueron señalada su esclavitud de por vida con hierro candente marcando en su barbilla una «S» y en sus cejas un clavo para que supieran que, desde entonces, serían «Sclavos» de sus amos. Tras la expulsiones de los moriscos eran en Granada menos de una décima parte de la población; (Vicent, 1981) y en el centro de las tensiones se trasladó a la enorme comunidad morisca de Valencia (Halperin, 1957: 25-26). Allí la amenaza militar del imperio otomano, respaldada por la piratería y las incursiones corsarias en la costa, indujo a las autoridades a tomar medidas para restringir los movimientos de los moriscos y desarmarlos. La crisis de las Alpujarras 1568-1571 vino seguida, en 1571, por la oportuna victoria sobre la armada turca de Lepanto. Pero Lepanto no acabó con los temores de la invasión (Hess, 1968-1969). En el sur, el bandolerismo morisco se agravó después de la década de 1570. A partir de esa fecha los líderes protestantes franceses se pusieron en contacto con los moriscos aragoneses. Estallaron tumultos callejeros entre las dos comunidades. En 1580 se descubrió en Sevilla una conspiración para propiciar una invasión desde Marruecos. En 1602 hubo una conjura de los moriscos con Enrique IV de Francia. En 1608 los moriscos de Valencia pidieron ayuda a Marruecos. La amenaza era grave y real penetrándose el miedo en España (Kamen, 2013: 223). A ello se unía la creciente natalidad de los moriscos produciéndose nuevas expulsiones de Granada contrarrestando el aumento de la población así como la visión europea del español la cual hacía mella dentro de la corte y el rey[5].

El primer acto de expulsión tuvo lugar el 2 de octubre de 1609, cuando diecisiete galeras zarparon del puerto de Denia, en el reino de Valencia, con cinco mil moriscos a bordo, con destino a la colonia española de Orán, en el norte de África. Casi en su totalidad, la España musulmana fue rechazada y arrojada al mar; miles de personas que no habían conocido otro hogar fueron expulsadas a Francia, África y Levante[6]. Otros decidieron embarcarse al Nuevo Mundo y emprender una nueva vida.

Desde un punto de vista religioso, los moriscos, por su parte, no sentían la culpabilidad del pecado que para ellos eran meros actos humanos. De todos los sacramentos, el bautismo, lo rechazaban y, la eucaristía, no la podían comprender ya que no entendían que la naturaleza divina se pudiera encarnar en un trozo de pan a petición humana.

La opinión morisca acerca de María, la madre de Jesús, se vio entre dos polos opuestos. Por una parte los intelectuales y los habitantes de regiones muy islamizadas conservaron las creencias coránicas; veneraban a María, o más bien la defendían y creían en su virginidad. Por otra parte, aquellos para los cuales el Islam no era ya más que la base de la tensión polémica entre dos comunidades atacaban a la Virgen y su virginidad para oponerse a los cristianos (Martínez, 2009: 31-32). La devoción a la Virgen María y, especialmente, a la Virgen de la Cabeza, se extendió notablemente por todo el Reino de Granada estando fuertemente arraigada, por ejemplo, en toda la Hoya de Baza desde la reconquista[7]. Durante el siglo xvi y, especialmente, después de la sublevación y expulsión de los moriscos, se produjeron una serie de transformaciones dentro de las localidades produciéndose un intenso ir y venir de gente buscando un asentamiento definitivo (Arredondo, 2007). A pesar de la «limpieza de sangre» que en su momento se quiso realizar, muchos moriscos permanecieron en España[8] y otros volvieron pero, sobre todo, se ha mantenido su memoria histórica quedando en nuestras costumbres, tradiciones, gastronomía, topónimos, etc. formando un apéndice de la experiencia hispánica la cual no pudo ser erradicada por completo.

III. Benamaurel. La mimetización morisca-andalusí

Tras la persecución y la represión, el silencio fue dueño de cada uno de los rincones y callejuelas. Nadie alzaba la voz ante la injusticia por represalia hacia él mismo. Los niños moriscos fueron las primeras víctimas del silencio de la Inquisición siendo reeducados, vendidos, introducidos en el seminario o hechos esclavos. Las familias fueron divididas o desagrupadas tal y como expone el siguiente bando, como símbolo maniqueo y perverso de caridad cristiana:

Que los muchachos y muchachas menores de seys años que fueren hijos de Christiano viejo se han de quedar, y su madre con ellos, aunque sea Morisca Pero si e padre fuere Morisco, y ella Cristiana vieja, él será expelido, y los hijos de seys años quedarán con la madre. (Rodríguez, 2009:126).

Pero la expulsión fracasó. Tras la rebelión de las Alpujarras, donde fue destruida y sembrada de sal Galera, muy cerca de Benamaurel, había que desterrar a los moriscos-andalusíes del antiguo Reino de Granada fuera como fuese hacia otras zonas. Es así cómo, a los moriscos-andalusíes de la Serranía de Ronda, Hoya de Málaga y sierra de Bentomiz los enviaron hacia Extremadura y Galicia o los de la zona de Granada y Almería a Sevilla donde se asentaron al otro lado del Guadalquivir, en el barrio de Triana, para intentar protegerse de la inquisición. Muchos moriscos benamaurelenses, junto con los de la vega de Granada, Valle del Lecrín, Marquesado del Zenete, Guadix y Baza tuvieron que emigrar a otros lugares de España, fundamentalmente hacia las dos castillas: La Mancha y el norte de Castilla y León asentándose, mayoritariamente, en la comarca maragata y comarca de Esla-Campos y, por qué no, fundando Benamariel, o bien, embarcarse, no se sabe hacia dónde, ocultando premeditadamente sus auténticos nombres bajo uno católico y olvidando definitivamente su lengua por otra impuesta pero llevando consigo sus tradiciones y costumbres como pudieron observar viajeros románticos en América latina[9]. Muchos embarcaron hacia el norte de África sintiéndose rechazados ya que en la península eran moros y en berbería cristianos[10]. Los que definitivamente se asentaron al otro lado del estrecho de Gibraltar, aunque habían sido expulsados por su condición musulmana, con el tiempo, su recuerdo como andalusíes les hacía estar por encima de los naturales de Marruecos y Argelia. Una imagen que era recogida por diferentes viajeros, como fue el caso del texto atribuido a Diego de Haedo, escrito probablemente por Antonio de Sosa a finales del siglo xvi.

La cuarta manera de moros son los que de los reinos de Granada, Aragón, Valencia y Cataluña se pasaron a aquellas partes... Todos estos se dividen, pues, entre sí en dos castas o maneras, en diferentes partes, porque unos se llaman mudéjares, y éstos son solamente los de Granada y Andalucía; otros Tagarinos, en los cuales se comprehenden los de Aragón, Valencia y Cataluña. Son todos estos blancos y bien proporcionados, como aquellos que nacieron en España o proceden de allá. (Epalza, 1992: 232-233)[11].

Y quizás, muchos volvieron, pero habiendo ya cambiado también sus apellidos con el fin de acreditar la ascendencia veterocristiana del converso. Hubo también quienes se quedarían y no marcharon. Por un lado, los más pobres, tomando a la conversión los apellidos de sus señores a cambio de seguir cultivándoles sus tierras. «De ahí proviene el conocidísimo el que tiene padrino se bautiza» (Rodríguez, 2009:131). Pero cómo no, quienes menos problemas tuvieron fueron los más adinerados; bien pagando para alterar sus árboles genealógicos a especialistas o directamente a la Inquisición sus cartas de limpieza de sangre; o bien casando a una de sus hijas con un cristiano viejo para asegurar su ascendencia.

Y ellos, los que se quedaron y aceptaron definitivamente la cultura y religión impuesta, intentaron mantener, como una resistencia íntima y clandestina, sin significado para el cristiano viejo pero con bellísimo simbolismo para ellos, mucha de nuestra identidad como españoles, andaluces y como benamaurelenses; en definitiva, mucho de nuestra cultura.

Quiero decir con ello que la prueba de la diferencia no pudo ser destruida en su totalidad. Era prácticamente imposible. Ni dentro, ni fuera de la península. Siendo inagotable en los paisajes, en las calles o en las casas, todavía era más descomunal e innacesible en el alma. Casi intacta en los hijos de los que se fueron. Y oculta o transformada en los hijos de los que se quedaron. (Rodríguez, 2009: 94).

Una huella, fruto de aquella resistencia a caer en el olvido, que permanece incrustada en la identidad y memoria colectiva benamaurelense. Y, aunque en pocos sitios se atesora tanta historia de las sucesivas civilizaciones (argárica, íberos o romanos), en pocos lugares de estas tierras del altiplano de Granada en España, podemos sentir y vivir la presencia árabe dejándonos emocionar, a su vez, por un rico contraste paisajístico. De ahí que al río que baña la vega de Benamaurel se le siga denominando Guardal, que proviene de la raíz árabe wādi cuyo significado es «el valle o el cauce»; que a una de las partes más emblemáticas de la vega se le denomine El Rajmal (El Ranmal) procedente de Ar Rajmán (الرحمن), uno de los 99 nombres de Dios cuyo bello significado es «el Compasivo con toda la creación»; que a una de sus acequias más importantes, el Haufí, también se le nombre con uno de los 99 nombres de Dios Al Jafid (الحفيظ) «El que degrada al incrédulo» quizás porque esta riega campos que, anteriormente a su creación, no se podían[12]; que a uno de los parajes se le denomine El Maray derivado de Al maraa (المرعى) «el pastizal», es decir, un lugar de pastos y, a otro, El Maimón (الميمون), «el bendecido, el agradeciado, el que tiene buena suerte». Recordemos que Benamaurel se caracterizó por su gran riqueza ganadera abasteciendo a las carnicerías bastetanas, con existencia, también por entonces, de vacadas y toros. Es hermoso también citar, el Masmén, quien toma el nombre de Alyasmin (الياسمين) haciendo honor a una de las plantas más importantes de al-Ándalus utilizadas sus flores en perfumería e infusiones por su aroma siendo sinónimo de amabilidad, sinceridad y sensualidad: el jazmín. Pero no podemos olvidar una de las cañadas más destacadas de la localidad, El Berberí, que proviene de bereber (برباري) población indígena del norte de África. Quizás, como recuerdo hacia la importancia de este pueblo en Al-Ándalus; quizás, como señal de diferentes dinastías, entre la que destacamos la de los ziríes, reyes de Granada; o más bien, como memoria de los antepasados que se asentaron en estas tierras[13].

Adentrándonos en el significado de Benamaurel, nos encontramos con diferentes teorías al respecto. M. Asín (1944) explica que su origen proviene de casa de Maurel, nombre propio de la persona y diminutivo romance del latín «Maurus». Chavarría, J.A. (1997) cree que Maurus procede del personal Maurellus, derivado diminutivo del antropónimo latino «Maurus» (alusivo al color moreno), indicador de un origen mauritanio o norteafricano. P. Guichard (1998), dedica un gran número de páginas a los antropotopónimos en Beni, Bani: y concluye opinando que su introducción en la Península debe atribuirse a una aportación de poblaciones bereberes. Según el historiador González Barberá, V. los nombres de Benzalema y Benamaurel provienen de la colonización almohade:

El primero pudo ser albergue de los Banu Salama, siendo el nuestro el pueblo de los Banu Maurel. En árabe sería «Bina Mawral», siendo este nombre la transcripción a la fonética de los musulmanes españoles de un «Maurel» de origen latino, mozárabe. (González, 2012: 451-470).

Sí que es cierto que la primera cita documentada sobre Benamaurel, es en el decisivo 1246 de la toma de Jaén y Sevilla, así como del comienzo efectivo del vasallaje nazarí y, por los restos que nos han llegado a la actualidad, Benamaurel, estuvo coronada por su castillo y mezquita consolidándose como un bastión llamado a sostener los embates cristianos por ser lugar fronterizo estando asentado a la izquierda del río Guardal y abocado a una cornisa cortada sobre el valle en su cara norte que, con cuevas excavadas en zonas muy inaccesibles, tenía un claro carácter defensivo y protector. De ahí que tome este lado de la población otro de los 99 nombres de Allah, Las Hafas, que deriva de Al-hafes (الحافظ) «el protector o custodiador»[14].

En la localidad nos encontramos con barrios típicos y singulares en los que la construcción por excelencia son las casas cueva (vivienda natural desde épocas prehistóricas), gracias a su fisonomía y relieve. Una arquitectura que aún pervive en pleno siglo xxi, transmitiéndonos sensaciones inesperadas, donde pasado y presente se unen dando vida a esta localidad y convirtiéndose en un referente turístico en la actualidad. Al este, los barrios de Almacil Alto y Almacil Bajo, enclavados entre dos elevaciones montañosas con casas cuevas cuyo topónimo puede provenir de Almaçeriya «casas en lo alto» o de Al-Masil, «el barranco». Al oeste, el barrio de La Alhanda, que quiere decir Aljandaq (الخندق) «túnel, barranco, hondonada o cueva» siendo el barrio más significativo de Benamaurel formado por dos barrancos con numerosas cuevas excavadas en ellos, con túneles subterráneos que comunicaban el castillo con la vega y el río y, algunas cuevas, con lugares aún desconocidos. Sus calles, como todas las medinas andalusíes, no son líneas rectas sino, más bien, desiguales, retorcidas y estrechas que se dirigen hacia una principal que conectará con la antigua Mezquita, actual Iglesia de Ntra. Sra. de la Anunciación y la alcazaba nazarí porque, sus habitantes, tras el devastador terremoto del 30 de septiembre de 1531, reconstruyeron afortunadamente la población siguiendo el modelo musulmán sin hacer caso a las órdenes del cabildo de Baza el cual intentó castellanizar la fisonomía de la villa. Y sus casas, al ser cuevas, había dos opciones de patios: o bien se encontraba al otro lado de la puerta principal, cruzando el habitáculo todo el barranco, en un lugar inaccesible para los ojos de los perseguidores pero sí siendo un pulmón de aire y libertad, o bien, se hallaba como acceso a la puerta principal marcando una diferencia entre lo público y lo íntimo.

Pero esta intimidad también fue prohibida. Desafortunadamente, a día de hoy, las puertas de las casas de Benamaurel permanecen mayoritariamente cerradas pero, no hace muchos años, estas siempre estaban abiertas de par en par. «Mi casa es tu casa» o «por cuestiones de ventilación» eran las frases que decían los abuelos y el compartir lo que poseías, el ayudarse los unos a los otros no eran valores impuestos; salían del propio benamaurelense, de su corazón y de su alma pues, si por algo se ha caracterizado la población, tanto antes como ahora, es por su hospitalidad. Un derecho islámico que fue contrarrestado por el latifundio de cristianos viejos creando dos clases claramente diferenciadas: los ricos, que eran pocos, y los pobres, los que conservaron su esencia, su identidad y la cultura de sus antepasados sin saber cómo ni por qué. Pero, la memoria, quiso borrar una de sus autenticidades: una orden de la Santa Inquisión que obligó a tener los hogares abiertos durante los viernes y sábados, es decir, los días sagrados, festivos y comunitarios para el Islam y Judaísmo. Es por este motivo, por el que, aún a día de hoy, las madres y abuelas, siguen abriendo sus ventanas de par en par todos los sábados, fregando y limpiando tanto los interiores de las casas, como sus exteriores, rociando los suelos y los patios, mientras preparan, a fuego lento, uno de los platos típicos de la zona: el puchero o cocido.

Y, sin vulnerar la norma, el pueblo paciente colocó cortinas con una doble función: preservar la intimidad de los inquilinos y percatarse mediante el sonido de la entrada de extraños. Como última garantía, el vecino colocaba templetes o azulejos con simbología católica en la fachada. (Jaled y Rodríguez, 2011: 73)

Y, dentro de esa simbología, los moriscos-andalusíes, pusieron mimetizándola, una herradura en la entrada de la casa como señal de «buena suerte» o como señal de «protección». Herradura que podemos aun ver, no solo en la mayoría de las casas benamaurelenses, sino también en los hogares de numerosos andalusíes asentados en el norte de África y cuya simbología iba más allá de lo que nos ha llegado hasta nuestros días. Una herradura que representaba la media luna, símbolo del Islam.

La mujer morisca y flamenca custodió el universo sensorial bético-andalusí. En los olores. En la higiene. Son ellas las que encalan las casas y los troncos de los árboles. Las que pintan las rejas y los zócalos. Las que inundan de colores y flores las paredes de los patios. Rosas, claveles, nardos, gitanillas y geranios (del Dios tartesio Gerión). Las que han conservado en su carne la delicada cultura del perfume natural(...) Y las que se siguen maquillando con rojo, negro y rotundidad para acentuar sus rasgos, desde los labios a las uñas de las manos y pies. Igual que las bereberes que se tatúan con henna para proclamar a los ojos de la gente la kábila a la que pertenecen. (Rodríguez, 2009: 119).

Y así lo recuerdo yo y, lo que no vi por ser hijo de la democracia, me lo contaron mis abuelos.

El arte culinario benamaurelense, y su variada riqueza, representa ese cruce de culturas que surge a través de las diferentes conquistas del territorio encontrándonos recetas, especialmente de postres, que no han sido modificados sus ingredientes, cuyo uso de almendra, miel o canela nos remonta a unos orígenes árabes o judíos[15]. Era típico, en Navidad, carnavales o Semana Santa, ver a la familia realizar las flores, rosas o rosetas, pestiños, alfajores, hojaldres, rosquillas rellenas de miel, buñuelos o roscos fritos con aceite de oliva virgen[16], roscos de naranja, borrachuelos paparajotes (masa de harina, huevo, levadura, sal y agua), voladillos de calabaza, almendrados o las tortillas (masa de pan frito con azúcar) que se comían durante el Jueves del Lardero (fiesta actualmente desaparecida en la población). También platos compuestos por carnero, cordero, conejo, liebre y todo tipo de aves y pescado así como arroz, legumbres, verduras tan utilizadas con especies y condimentos (Martínez, 2014: 11-22). Así nos encontramos con albóndigas o pinchos morunos. No podemos olvidar la importancia del cordero en esta tierra del altiplano granadino teniendo denominación de origen amparado por una Indicación Geográfica Protegida siendo un manjar los asados como son las «latas de cordero segureño» tan típicas de esta zona geográfica junto con la Sierra de Segura siendo su carne de color rosa pálido y sus características principales su escaso sabor y olor y su gran terneza y jugosidad. En cambio, por otro lado, nos encontramos con platos que muestran la intolerancia religiosa acontecida en el S. xv y xvi puesto que demostraban la pertenencia a una religión u otra, de manera que el cristiano viejo comprobaba, si la rechazabas, tu condición judía o musulmana. Es típico probar en Benamaurel el plato alpujarreño, el cual toma nombre de esta zona montañosa de la cordillera penibética, foco de la sublevación morisca, compuesto por carne de cerdo. También es de destacar el cocido o puchero que proviene de la comida elaborada por los judíos durante la noche del viernes a fuego lento para comérsela durante el Shabatt (sábado en el judaísmo) en una olla de barro denominando a este plato Adafina o Adefina. Sirviéndose en caliente posee un ritual donde primero se toma el caldo con garbanzos y, posteriormente, la carne (cordero). La Santa Inquisición y, por consiguiente, la Iglesia, impuso la introducción en este cocido de morcilla y tocino manchando, de esta manera, uno de los platos más importantes de tradición sefardí[17]. Y, cómo no, las migas acompañadas con pimientos, boquerón, sardinas y tropezones de panceta, tocino y chorizo a partir del siglo xvi, cuyo origen es árabe donde sus raíces pueden partir de el tharid (compuesto por pan candeal, no ánimo, añadiéndole líquido, grasa animal y productos cárnicos) siendo este más caldoso que las migas actuales las cuales ya, en el siglo xvi, eran secas. Y es que, hay que tener en cuenta que, la carne de cerdo está prohibida para judíos y musulmanes. De esta manera se reconocía si realmente aceptaban la religión católica.

Y hablar de cerdo, es hablar de su matanza. Un auténtico ritual que comenzaba con los primeros rayos de luz. Muestra fundamental de una manera de vivir de una comunidad. Una fiesta realizada habitualmente en una casa donde asistían, tanto los componentes de esa unidad familiar, como el resto de parientes y amigos del pueblo siendo desarrollada entre los meses de diciembre, enero y febrero y en la que se extraía para su aprovechamiento, todo tipo de productos para cubrir las necesidades alimenticias anuales. Es así cómo, Benamaurel, por sus condiciones climatológicas y sus peculiaridades históricas, la longaniza, la morcilla, el chorizo, el jamón, el relleno, la butifarra o el salchichón, así como todos los productos extraídos de este animal, suponen verdaderos placeres para todos los sentidos. La matanza se convirtió en una fiesta familiar y de la comunidad benamaurelense que pretendía mostrar la pertenencia a la cristiandad. Podríamos decir que se cambió el cordero y su fiesta, por el cerdo y su matanza.

Pero no debemos olvidarnos de la importancia del vino como parte indispensable de la gastronomía benamaurelense siendo curiosamente, algunos de sus terrenos, ricos en viñedos en época andalusí.

De la misma manera que jaleo o jalar se corresponde con lo permitido (halal), la identificación de jarana con lo impuro es justamente lo que significa haram para el musulmán. Lo no permitido. Lo prohibido. Pero el mudéjar, y con más saña el morisco, vivió en una perpetua contradicción íntima porque parte de aquello que el Corán prescribía como «ilícito» conformaba la idiosincrasia milenaria de su pueblo. Sobre todo, el consumo del vino. Antes de las invasiones norteafricanas, fue admitido sin prejuicios por Averroes o Ibn Hazm con referencias indirectas al propio libro sagrado (...) A pesar de los primeros barridos morales del integrismo bereber, al andalusí peninsular le costó entender que determinadas prohibiciones alimentarias o morales no formaran parte de lo «halal», de lo permitido, es decir, de todas esas cosas buenas de la vida. El vino encabezaba el catálogo. Siempre se había consentido sin reparos dentro del sincretismo cultural andalusí. Son millares las referencias al respecto dentro de la poesía islámica (...). Todo cambió tras la conquista católica. El mudéjar y el morisco acentuó el cumplimiento estricto de su religiosidad como mecanismo de defensa. Y entonces tomó el vino contra su voluntad amparándose en la simulación permitida por el Corán para salvar la fe: la Taqya. Sus descendientes retuvieron la prohibición en la memoria, aún conociendo que abusar de su consumo equivalía a un salvoconducto vital. Haya o no perdido la fe. Haya nacido o no cristiano. (Rodríguez, 2009: 147-149).

Tras la puesta del sol, la vida cotidiana de la población giraba en torno al fuego y a la luz del candil, donde se daba uno de los oficios tradicionales y de artesanía más característicos de la población: la artesanía del esparto que, en la actualidad, se encuentra amenazada en convertirse parte de su memoria como pueblo. Espuertas, serones, aguaderas o cestas, canastos, esparteñas así como capachos o chapacheras[18] eran algunas de las artesanías más realizadas conservándose como una tradición milenaria transmitida de padres a hijos o de maestro a alumno (Martínez, 2005). Pero también esta podía darse sentados en la calle para coger el fresco en comunidad donde se charlaba con los vecinos y, cómo no, con la familia, mientras los niños correteaban jugando a juegos olvidados en las últimas décadas y cantando canciones aprendidas de sus antiguas generaciones. Y uno de los oficios que puso a Benamaurel en el mapa de nuestra Península Ibérica fue el de mineros, gracias a la extracción de azufre, y el de verdaderos maestros de la creación de pólvora[19]. Mineral que, junto con el salitre y carbón el cual, en la localidad, se extraía de la raíz de los boliches y de la alcaparrera (planta muy abundante en esta zona), se creaba el explosivo o detonante. De ahí otro de los parajes más destacados de la población: las Alcribiteras o Alquiliteras, cuyo nombre proviene del árabe hispano alkibrít, kibrít (كبريت) que significa azufre.

En el «Libro y Memorias de las vecindades de la villa de Benamaurel aprobado por el Conzejo de dicha çibdad en 6 de henero de 1591 años cuia aprobación está al final de este libro», al hablar de los pagos que se adjudicaban a los nuevos repobladores, aparece «un pedazo de tarahal de diez fanegas en el pago del Alcrebite a Muñoz Tamín. Su explotación ya se realizaba en época musulmana teniendo el pueblo muchos yacimientos sulfurosos, trabajando la mayoría de sus habitantes en ellos. En época de la expulsión de los moriscos, los de Benamaurel fueron conducidos a Alcázar de San Juan donde había salitre y los de aquí eran considerados auténticos profesionales. Algunos, para evitar su expulsión definitiva y conseguir que sus descendientes continuaran en sus tierras, siguieron colaborando con los ejércitos del rey en la extracción de este mineral. En 1596, debido a los ataques ingleses, Luis Alguacil, morisco de Benamaurel, fue nombrado ejecutor de toda la Hoya de Baza para la fabricación pólvora y el salitre para el socorro de Cádiz y defensa de la Costa del Reino de Granada (Peñalver, 2009: 114-120).

Pero no debemos olvidar que, Benamaurel, celebra una de las fiestas más característica de España, junto con los toros: sus fiestas de moros y cristianos en honor a la madre de Jesús, la Virgen María, bajo la advocación de la Cabeza siendo consideradas, no solo Huella del milenio del Reino de Granada, sino también las de mayor contenido literario de cuantas se celebran en nuestro país junto con otra población cercana (Muñoz, 1972 y Martínez, 2016b).

La fiesta en el Medievo, como era de esperar en momentos difíciles dentro de los estados, no sólo tenía la función de divertir a las poblaciones, sino que actuaba, a su vez, como influencia doctrinaria y contribuiría a moldear la mentalidad colectiva de los ciudadanos. Tal y como expresa González Hernández, M.A.: «Desde los primeros momentos de la reconquista cristiana a mediados del siglo xiii, se generalizan en España este tipo de festejos (...) Con el dominio de la península ibérica por parte de los cristianos (en el sentido amplio, castellanos, catalanes, aragoneses, etc), se hace frecuente en numerosas fiestas el enfrentamiento entre dos bandos: uno, moro, y el otro, cristiano» (González Hernández, 1999: 141). Pero estos simulacros de enfrentamientos entre moros y cristianos, no solo se dieron en la Península Ibérica y, especialmente en el antiguo Reino de Granada y actual Comunidad Valenciana, sino que también se dieron en el Imperio Otomano por entonces:

Murad III realizó unas fiestas en honor a la circuncisión de Mohammed, hijo y heredero del sultán en las que invitó a soberanos de Oriente y Occidente con un año de antelación en 1582. Fue una celebración con innumerables acontecimientos entre los que destaco la representación de un simulacro de moros y cristianos con tomas de castillo y combates navales así como con danzas a la morisca[20].

Las fiestas de moros y cristianos, si algo tienen en especial es que, desde siempre, han tenido un sentido pedagógico y, por ese motivo, podemos darle sentido al presente donde a la complejidad de los diferentes hechos o acontecimientos, elementos, objetos y actores que la forman se le unen elementos muy contrapuestos entre sí(asimilación de nacionalismo, localismos y regionalismos o la eterna lucha hispana entre el bien y el mal) haciendo normal todo lo que se le acerca, lo que le da una potencia que pocas fiestas tienen.(Martínez, 2017:251-267)

Curiosamente, la Virgen como mediadora e intercesora entre los habitantes de la población, antiguamente entre cristianos viejos y cristianos nuevos, y el bando moro, en la actualidad, el que cuenta con el mayor número de festeros y participantes que, bajo la elegancia en su manera de desfilar y acompañados por un estilo musical característico, exaltan su pasado andalusí. Pero es llamativo cómo, remontándonos al pasado, las fiestas de moros y cristianos con sus correspondientes insignias y religiosidad popular, dirigidas por el poder político y la ideología dominante, eran llevadas a cabo por los grupos sociales dominados (campesinos, menestreles, artesanos, trabajadores agrícolas, mujeres, moriscos, gitanos, negros, etc) excepto los papelistas que solían estar representados por las clases media-altas locales. Pero este hecho no solo se daba en este tipo de fiestas, sino en prácticamente todas las celebradas en cualquier población de la actual Andalucía, pues la fiesta era «un escenario en el que se han representado y dirimido simbólicamente los conflictos y obtenido los consensos sociales entre grupos objetivamente enfrentados al nivel de la estructura económica-social y asimétricamente situados en las relaciones de poder (...). ¿En qué otro espacio social menestrales e incluso jornaleros hubieran podido tener protagonismo frente a la aristocracia? ¿Hubo otro medio, en la Contrarreforma, más allá de la pertenencia a hermandades y cofradías para que judeoconversos, antiguos moriscos y otros individuos sospechosos de heterodoxia política e ideológica se hicieran reconocer como ciudadanos leales y devotos?»(Moreno, 1997:326-328).

Y la Virgen, llamativamente también, como nexo de unión entre poblaciones. Y es que, la devoción a Nuestra Señora la Virgen de la Cabeza, estuvo fuertemente arraigada en toda la Hoya de Baza. Aunque en un principio asistían a la romería muchas localidades, solo Benamaurel y Zújar mantuvieron la costumbre participando, en el peregrinaje, sus soldadescas, cofradías y hermandades desde sus orígenes hasta mediados del siglo xix. Romería que se realizaba al cerro Jabalcón, señal de identidad de todos los habitantes de esta zona geográfica y quizás, de ahí su precioso nombre, Jabal caum (جبل القوم), que quiere decir ,»la montaña del pueblo» o «la montaña de los pueblos». A partir de entonces, Benamaurel decidió realizar la romería independientemente dentro de su jurisdicción estando su ermita actualmente asentada en un pequeño cerro con unas hermosas vistas hacia este monte tan pintoresco, característico y significativo[21].

IV. Problemática actual

Entre 1960 y 1972 se produjo un fuerte desarrollo económico y la modernización de las estructuras económicas y sociales, lo que significó un considerable aumento en los niveles de vida de la población.

Por un lado, hubo un gran desarrollo del sector secundario en detrimento del primario, especialmente en la costa mediterránea, a partir del Plan de Estabilización Nacional de 1959 y de los Planes de Desarrollo (1964-1975) incrementándose el número de empresas, el aumento de la producción industrial, la emigración de la población de los pueblos de interior a la costa en busca de un trabajo de mejor calidad[22] y, a su vez, el incremento de la clase media[23]. Este hecho hizo que Benamaurel perdiera aproximadamente un 30 % de su población entre los años 50 y 70 del siglo xx lo que supuso la despoblación de los barrios más emblemáticos y del núcleo urbano que, junto con la creación de viviendas de protección oficial a finales de los sesenta y mediados de los ochenta la segunda fase, ocasionaron la marcha de toda la gente joven de entonces al extrarradio de la población o a otras Comunidades autónomas. A ellos hay que unirle el descuido y olvido, no solo de parte de sus propietarios y vecindario (los cuales muchos de ellos ya no vivían ni viven en la localidad y abandonaron o dejaron en el olvido la herencia de sus antepasados), sino también y, principalmente, de sus gobernantes, no existiendo una concienciación de preocupación que se adecúe a la salvaguarda de su patrimonio y promoción, ocasionando que, unos barrios tan peculiares, significativos y distintivos al resto de poblaciones, unos parajes con un bellísimo equilibrio urbanístico, sean rotos por ciertas chimeneas de aluminio que sobresalen de la tierra como si quisieran alcanzar el universo en contraposición a otras construidas de manera cilíndrica y cónicas que, bajo un blanco iluminado, dan elegancia y armonía al conjunto paisajístico; que un cableado de electricidad serpenteante en el azar produzca un juego de líneas curvas desiguales entre casas unido, todo ello, a grandes terrenos despoblados, producto del derrumbamiento de antiguos edificios; o que las viviendas estén desconchadas perdiendo aquel blanco inmaculado de sus fachadas que servía, no solo por motivos estéticos, sino también porque la cal permita la necesaria transpiración de los muros absorbiendo, a su vez, menos energía calorífica y también por sus propiedades antisépticas (cal que dio color y luz a la propia Alhambra)[24]. Todo se ha permitido y no solo en Benamaurel; en definitiva, en muchas localidades donde el casco urbano, su centro histórico, se ha abandonado[25] y donde sus paisajes y parajes han sufrido grandes destrozos ocasionados por el propio ser humano[26]. A su vez, hay que mencionar el descuido y dejadez del antiguo Reino de Granada por parte del propio gobierno español y de la Junta de Andalucía. Granada pasó de ser un gran reino, el último reducto musulmán en la Península, un lugar de ejemplo para monarquías cristianas, sus zonas rurales un referente en el sector primario, a ser la gran olvidada en los sucesivos siglos hasta la actualidad. Principalmente su altiplano (comarcas de Baza-Huéscar) y Almería. Territorio con grandes carencias en vías de comunicación, en infraestructuras eléctricas y, por consiguiente, también empresariales conllevando, todo ello, a una alta tasa de paro entre sus habitantes por falta de empleo y a un despoblamiento de sus zonas rurales[27].

Pero no debemos olvidar el momento actual existente a nivel mundial. La sociedad contemporánea está envuelta en un momento de transformaciones, en una evolución compleja e incierta donde, en un proceso de cambio, se funden los factores sociales, económicos, tecnológicos, culturales y éticos. Vivimos en un mundo donde el desarrollo tecnológico ha traído sus consecuencias, en unas sociedades caracterizadas con el prefijo «post», reorientándose estas a un avance significativo en busca del «más allá», un camino hacia una nueva modernidad. Estamos dentro de una sociedad de riesgos, tal y como es planteada por el sociólogo alemán Ulrich Beck, donde «el proceso de globalización se entiende de forma multidimensional, y no sólo bajo el primado de lo económico: la desigualdad social, más allá de las formaciones de clase: el desarrollo de nuevas relaciones entre ciencia y sentido común y el lugar de la política en la gestión de riesgos son algunos de los ejes que aparece entrelazados.»(Montenegro, 2005: 118) Pero, a su vez, vivimos dentro de un mundo globalizado, cargado de estrés, controlado por los segundos del reloj y por una sociedad capitalista donde se le da poca importancia a la vida familiar priorizando el trabajo por encima de todo para conseguir dinero con el fin de poder sobrevivir en este mundo gris y disfrutar, en el caso de que se pueda, de unos pocos días vacacionales, dentro de una «modernidad líquida», como nos apunta Z. Bauman donde las condiciones de actuación de sus miembros, nosotros, cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en unas rutinas determinadas. Todo ello unido a una globalización donde las tradiciones tienden a desaparecer e incluso, no solo nuestra forma de hablar y dialecto, sino también nuestro propio idioma imponiéndose un inglés fruto del imperio estadounidense y anglosajón en el que estamos inmersos. Estamos viviendo nuevamente un momento de olvido y crisis existencial donde surgen, con más fuerza, las señales reivindicativas de identidad y diferenciación. De ahí, los nacionalismos. De ahí, la necesidad de saber de dónde venimos para saber hacia dónde queremos ir.

Destruyeron la prueba. Los libros. Las piedras. Las personas. Convirtieron los minaretes en campanarios. Las morerías y juderías en los barrios con mayor número de católicos en sus calles. Y expulsaron a la gente. O los quemaron vivos en sus plazas. Les prohibieron vestir como vestían. Hablar en su lengua madre. Y es cierto que olvidamos hasta el punto de creernos una historia oficial absolutamente increíble. Pero las huellas permanecen. Inconscientemente, es cierto. Aún así, durante cinco siglos el pueblo las mantuvo en el alma como quien guarda un tesoro. El peligro de desaparición es actual, producto de la homogeneización globalizadora. Con la misma legitimidad por la que luchamos codo con codo con los movimientos indígenas en América, tenemos que luchar por evitar la desaparición de un modo concreto de entender la vida y que se halla incrustado en las vetas del alma jornalera del campo y del mar. (Jalid y Antonio Manuel, 2011: 111).

A día de hoy y, de acuerdo con las características y peculiaridades de esta población del altiplano granadino, se hace cada vez más necesario, la realización de un Centro de Interpretación de la memoria y huella morisco-andalusí de cara a la salvaguarda y difusión de su Patrimonio Inmaterial, de su consolidación local, de su visibilidad social, transmisión inter generacional así como su difusión. Todo ello unido a una mejora de su entorno paisajístico, senderos así como barrios más emblemáticos convirtiéndose así en un referente nacional.[28]

Y, por ese motivo, surge este artículo de reflexión. Porque es necesario cuestionarnos lo que somos y el por qué así y no de otra manera; porque debemos abrirnos al mundo como pueblo solidario y hospitalario que anualmente recuerda, con orgullo, y no olvida, su pasado a través de sus fiestas siendo estas un encuentro y diálogo entre culturas y religiones, un recuerdo de diferentes episodios históricos que, reflejados en «el moro» y en el «cristiano» nos han llegado a nuestros días; un lugar de reflexión donde se desarrolle una cultura democrática global, donde se estimule la participación de los diferentes colectivos y de toda la comunidad, donde las diferencias entre culturas sea un enriquecimiento colectivo(Martínez, 2017); porque afortunadamente, conservamos en nuestra garganta palabras que se mimetizaron y camuflaron para no ser prohibidas, como nuestra forma de saludar, despedirnos o sorprendernos mencionando, en todo momento, a Al-lāh (الل) ; porque poseemos la memoria en nuestras costumbres, tradiciones, gastronomía y, cómo no, en nuestras almas y que, ni la Santa Inquisición, por mucho que quiso e intentó, pudo borrar. Y es que, el pasado no debemos olvidarlo pero sí recordarlo para crear un presente y un futuro mejor[29].



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VICENT, B.: Los moriscos del reino de Granada después de 1570. NRFH, 30, 1981.



NOTAS


[1] Enrique IV, hermano de Isabel de Castilla, no solo poseía una guardia denominada mora formada por musulmanes convertidos, sino que también tal y como argumenta Alfonso de Palencia «aun en su vestimenta y su andar, su comida y su hábito de reclinarse en la mesa, así como en otros excesos secretos y más indecentes, había preferido las costumbres de los mahometanos a las de la religión cristiana.» en PALENCIA, A. de: Gesta Hispaniensia. Edición y traducción de TATE, B. y LAWRANCE, J. Real Academia de la Historia. Madrid, 1998. Vol. III. pp. 17-19.

[2] Tal y como refleja Pérez Boyero, E. «la ciudad de Baza fue el núcleo que contó con mayor cantidad de conversiones voluntarias al cristianismo durante la década final del siglo xv». Véase PÉREZ BOYERO, E.: Contribución al estudio de las conversiones voluntarias en el reino de Granada (1482-1499), memoria de licenciatura inédita. Universidad de Málaga, 1991.

[3] Con el fin de conseguir la exención de servicios a la Corona existían varias maneras de hacerlo tal y como nos argumenta CASTILLO FERNÁNDEZ, J.: «Demostrar que el interesado se había bautizado voluntariamente antes de la conversión general, con lo cual se le consideraba legalmente como cristiano viejo(...). Demostrar que se era noble de origen musulmán, lo que automáticamente si iba unido a buenos servicios a la Corona y a una posible sincera conversión equivalía al estatus de hidalgo(...). Un rasgo distintivo de ser morisco leal y prácticamente noble era el de poseer y portar armas, algo totalmente vedado y perseguido por la justicia (...) poseer esclavos negros, pues la Corona temía que los siervos se convirtieran al Islam al contacto con sus amos (...). Si a todo ello le unimos otros signos y gestos externos como el de poseer caballo, vestir a la castellana, contar con casas y mobiliario de tipo cristiano y relacionarse con cristianos viejos tenemos encuadrado perfectamente el típico morisco medrador y colaboracionista. Todo ello sin olvidar el importantísimo aspecto de religiosidad externa en la que se convirtieron en auténticos campeones(memorias, capillas, mandas piadosas, procesiones, miembros de cofradías, comunión y confesión diaria...).» Véase CASTILLO FERNÁNDEZ, J.: «Luis Enríquez Xoaida. El primo hermano morisco del rey Católico. (Análisis de un caso de falsificación histórica e integración social)» en Sharq al-Ándalus, 12. 1995. pp. 253-253.

[4] «Es de destacar que los cronistas de la rebelión en las alpujarras granadinas indicaron el carácter de guerra civil, de “hermanos a hermanos”. Para ellos, con lógicas diferencias, no se enfrentan dos formas de ver el mundo, sino dos colectivos españoles a los que las inercias políticas y legales han llevado al conflicto» en BERNABÉ PONS, L.F.: «Musulmanes sin Al-Andalus. ¿Musulmanes sin España? Los moriscos y su personalidad histórica» en eHumanista 37, 2017. pp. 249-267.

[5] «La Guerra de las Alpujarras marcará un punto de no retorno en la animadversión de los cristianos viejos hacia los moriscos, con la cristalización definitiva del marbete de traidores al rey, que ya se sembraba con la continua llegada de barcos berberiscos a las costas mediterráneas: el grueso de las imágenes más violentas en contra de los moriscos llegará cuando ya se ha decretado la expulsión. Esos dos momentos crean un estado de opinión propicio para apoyar la medida definitiva y una imagen del morisco archienemigo de la que es difícil sustraerse y de la que pocos se apartarían» en BERNABÉ PONS, L.F.: «Musulmanes sin Al-Ándalus… op. cit. pp. 249-267.

[6] «Es de destacar que, en varias ocasiones, algunos próceres e intelectuales hicieron oír su voz a favor de la minoría islámica. Un famoso teólogo, Pedro de Valencia, condenó la propuesta y la tachó de injusta: «El destierro es pena grande y viene a tocar a mayor número de personas y entre ellos a muchos niños inocentes y ya hemos presupuesto como fundamento firmísimo que ninguna cosa injusta y con que Dios Nuestra Señor se ofende será útil y de buen suceso para el reino.» cit. en KAMEN, H.: «La Inquisición Española. Mito e historia». Crítica. Barcelona, 2013. p. 227.

[7] La Virgen María es una figura clave dentro de la religión islámica siendo la única mujer venerada por los musulmanes. De los 114 capítulos que componen el Corán, el sura XIX relata la Anunciación y Natividad siendo el único que lleva el nombre de una mujer: Maryam (María). Dentro de los pasajes del libro sagrado, subrayan la eminencia y la perfección de María siendo respetada y honrada en todo momento; un ejemplo y una guía para la humanidad. Historiadores y teólogos musulmanes, como por ejemplo Ibn Hazm (S. xi), Ibn Arabî y Al-Qurtubi (S. xiii), coinciden en llamarla Sayyidatuna Maryam, cuya traducción es «Nuestra Dama María». El sura III habla, a su vez, del nacimiento de la Virgen María en MARTÍNEZ POZO, M.A.: María. El secreto de una vida. Ed. Gami. Granada, 2015.

[8] Tal y como expresa Castillo Fernández,J.: «La famosa resaca de moriscos de 1584 llevó al exilio a más de medio centenar de moriscos bastetanos. La definitiva expulsión de 1609-1614 también afectó a la zona. Precisamente en esos años aumenta el número de litigios de hidalguía por parte de familias de origen morisco que pretenden, y en algunos casos consiguen, probar su noble origen y de paso escapar al destierro. Para evitar esta inseguridad los diferentes linajes de conversos que permanecieron en nuestra comarca (comarca de Baza) reforzaron la estrategia que mejores resultados les había dado tradicionalmente; sus servicios militares a la Corona.(...) Pero faltaba algo más todavía que legitimara su ascendencia. Nada mejor que una falsificación documental que demostrara para siempre su limpieza de sangre, la nobleza de su origen, su ortodoxia católica y su fidelidad a la Monarquía.» en CASTILLO FERNÁNDEZ, J.: «Luis Enríquez Xoaida...» op. cit. p. 243-244. También hay que citar la mezcla de sangre árabe y gitana que se produjo durante los siglos xvi y xvii donde «los moriscos se hacen pasar por gitanos conviviendo en caravanas y barrios ocupados por gitanos, como si las dos razas marginadas por los cristianos viejos encontraran entre sí colaboración y simpatía. Según nos cuenta A. Domínguez Ortiz y B. Vicent, los moriscos, perseguidos por la Inquisición, tienen que hacerse pasar por gitanos, como por ejemplo un hombre apodado el Gitano, nacido en Baza en 1577, en cuya documentación constaba que era morisco.» cit. en ALBAICÍN, C.: «Zambras de Granada y flamencos del Sacromonte. Una historia flamenca en Granada». Almuzara. Córdoba, 2011. p. 18.

[9] «Las descripciones del viajero francés Amadée François Frézier (1682-1773) señalaban que las damas de la Ciudad de los Reyes vivían en casas decoradas con tapices de Damasco, con enconchados orientales, y se sentaban a lo largo de la pared, cruzadas las piernas sobre un estrado cubierto de un tapiz, como en Turquía. El pintor alemán Juan Mauricio Rugendas (1802-1858) pintó un boceto del templo jesuita de San Pedro de Lima donde mostraba cómo, al igual que en las mezquitas, los hombres y mujeres se ubicaban en espacios separados y éstas -ante la ausencia total de bancas- se arrodillaban sobre alfombras asistiendo a misa tapadas de pies a cabeza. El inglés P. Campbell Scarlett comparaba a Lima con Constantinopla y destacaba el aire morisco de las casas decoradas con pinturas al fresco y celosías verdes que cubrían sus pórticos. El marino y explorador ruso Vasili Mikhailovich Golovnin (1776-1831) recordaba las casas musulmanas de Bagdad y El Cairo cuando hacia 1818 contemplaba los balcones colgantes de madera de las viejas casonas limeñas.» en FLORES ARAOZ, J.M.R.: El Perú Romántico del siglo xix. Editor Milla Batres. Lima, 1975 p. 18-23 cit. en MUJICA PINILLA, R.: «Apuntes sobre moros y turcos en el imaginario andino virreinal» en AHIg, 16. 2007. p. 169-179. «A todo ello se sumaban los arcos trilobados, techumbres y artesonados mudéjar en los conventos de la Merced y San Francisco, por no mencionar las colecciones de azulejos sevillanos en los conventos de Santo Domingo y San Francisco, o incluso los tumultuosos bazares de Lima repletos de comerciantes multi-étnicos análogos al zoco árabe.» en MUJICA PINILLA, R.: «Apuntes sobre moros y turcos en el imaginario andino virreinal»... op. cit. p. 170.

[10] «Quienes lograron sobrevivir al duro trance del exilio, se dispersaron por los cuatro puntos cardinales, desde Tánger a Estambul, llegando incluso a América y al África Subsahariana. Pero la mayoría de los supervivientes se instalaron en la costa magrebí, especialmente en los actuales Marruecos, Libia, Argelia y Túnez. Causalmente donde ahora se reivindican libertades con olor a jazmín. La adaptación de aquellos moriscos no siempre fue fácil debido a su condición hispano-andalusí y a sus diferencias en la lengua, costumbres e incluso religión con la población autóctona. Porque siendo cierto que muchos de estos moriscos eran conversos que guardaban de manera perfecta o imperfecta el modus vivendi islámico, otros tantos eran cristianos convencidos por dentro y por fuera. En cualquier caso, aquellos desterrados se siguieron llamando a sí mismos andalusíes para mantener viva la memoria de su pertenencia sentimental hispana» en IBARRA, J. y RODRÍGUEZ, A.M.: «Moriscos andalusíes. Del destierro a la Concordia». Fundación instituto euroárabe de educación y formación y Junta Islámica. Granada, 2011. p. 27.

[11] «Esa forma de ver las cosas en el norte de África, estableciendo una cierta relación psicológica con los moriscos allí exiliados en virtud de un origen común, es patente en un testimonio precioso, pero aún mal conocido, el del religioso trinitario Francisco Ximénez de Santa Catalina. Ximénez estuvo en Argel y Túnez entre 1720 y 1735 y escribió detalladísimos diarios en los que anotó sus observaciones e impresiones prácticamente cada día. Su voluminosa obra convierte a Ximénez en un testigo único de la sociedad magrebí del siglo xviii y asimismo en testimonio directo de la cautividad cristiana. Igualmente en Túnez, Ximénez se va a llevar la sorpresa de encontrarse con descendientes de los moriscos que habían sido expulsados algo más de un siglo atrás. Va a frecuentarlos en muchas ocasiones, sorprendiéndose de que aún conserven el español y recuerden todavía cosas de España(...) y se extenderá en dar cuenta de las diferencias que él percibe con respecto a los tunecinos considerándolos más civiles y corteses, arrogantes, severos, graves, amigos de gloria, callados, sufridos, caritativos y trabajadores llegando a considerarlas “costumbres buenas de los españoles”» en BERNABÉ PONS, L.F.: «Musulmanes sin Al-Andalus. ¿Musulmanes sin España? Los moriscos y su personalidad histórica» en eHumanista 37, 2017. pp. 249-267.

[12] Benamaurel aun conserva, desde las simples acequias, a los complejos qanats, sistemas de captación y conducción de agua al mismo tiempo, que consistían en una galería horizontal atravesada por varios pozos verticales de aireación.

[13] Otros parajes son El Macete, que deriva de Al Macetu (المَسِيطُ barro), El Morote de Mauroth (مَوْرُوث lugar hereditario), Daura (المرعى) que significa «periodo», Masiazanobre de Masil al-Sanawbar, es decir, «el barranco de los pinos piñoneros» o Macilagea de Masrajea (مسرحيه jugar) quizás refiriéndose al baile o movimiento de los cereales plantados. También haré mención a algunas de las actuales pedanías de Benamaurel que hacen referencia a parajes de tierras de cultivo como Cuevas de la Blanca, que deriva de Guatalabanque (Wada Albanque وادي), nombrado así en el Catastro de Ensenada y que significa «el río o cauce con árboles ordenados» o Huerta Real, de Guatarreal (Wad al-Riyad), es decir, «el río del huerto». Uno de los más curiosos es El Macilate, derivado de Almazilat (الماثلات) que se refiere a «mujeres culpables o acusadas al frente de un juez».

[14] Benamaurel, estando de alcaide Hamete el Moclini, fue rendida a los Reyes Católicos en Vera (Almería) en el año 1488. Hamete el Moclini o el Meclín fue el alguacil musulmán de la villa pero también lo fue del periodo mudéjar y del comienzo del periodo morisco. Cargo que mantuvo hasta su fallecimiento en 1512. Junto a la fortaleza y antigua mezquita, se sitúa la conocida actualmente como «Casa del Tío Tinajas», de hábitat troglodita donde podremos ver un hammam andalusí (baños árabes) compuesto por: un cuarto largo donde hoy alberga 18 grandes tinajas centenarias que da acceso a una habitación con hermosa cúpula excavada en la tierra, conocida en la actualidad como «la mazmorra» y que también, se ha dicho que podría ser un aljibe, en la que se halló una tinaja con adorno floral de época andalusí; dos más pequeñas contiguas aunque con ciertas modificaciones producto del transcurrir de los siglos; y otra habitación que tuvo que tener la funcionalidad de Al-Burma (zona de servicio donde estaban la caldera y leñera). Bajo las lachas de jabaluna que cubren el suelo de otra habitación, existió un paso subterráneo que comunicaba con el río con dos funcionalidades: escapar ante los ataques y, principalmente, como abastecimiento de alimento y agua.

[15] Ha sido conocida y reconocida siempre la calidad de la miel de la provincia de Granada la cual posee una denominación de origen que abarca a todos los municipios siendo denominada «Miel de Granada».

[16] Los olivos en época musulmana, solían ubicarse en lindes de huertas y moreras.

[17] En el judaísmo, de los seiscientos trece preceptos, veintinueve son leyes dietéticas. El judaísmo tiene un proceso de «santificación» para sacrificar a los animales denominado shejitá, debido a que para ellos solo Dios es el único con el derecho de dar y quitar la vida. Extraer toda la sangre del animal es esencial para ellos pues la sangre es vida y donde está el espíritu, según el Levítico del Antiguo Testamento. Es por ese motivo por el cual no deben comer morcilla.

[18] Los capachos o chapacheras eran utilizados para el sistema de producción tradicional del aceite de oliva. Hasta hace muy pocos años, en pleno corazón del barrio de la Alhanda, ha pervivido en pleno funcionamiento una almazara tradicional dentro de una casa-cueva: única en toda la Península Ibérica. Tras la defunción de su propietario, a día de hoy, permanece cerrada al igual que la casa, ya que sus herederos no viven en la localidad. Solo el futuro sabe cuál será su destino final.

[19] La Ley 15/2005, de 22 de diciembre, de Artesanía de Andalucía, permite llevar a cabo el reconocimiento oficial de oficios tradicionales como podrían ser los dos citados. En el artículo 3 define la artesanía como «la actividad económica con ánimo de lucro de creación, producción, transformación y restauración de productos, mediante sistemas singulares de manufactura en lo que la intervención personal es determinante para el control del proceso de elaboración y acabado. Esta actividad estará basada en el dominio o conocimiento de técnicas tradicionales o especiales en la selección y tratamiento de materias primas o en el sentido estético de su combinación, y tendrá como resultado final un producto individualizado, no susceptible de producción totalmente mecanizada, para su comercialización.»

[20]Había dos castillos, uno mayor que figuraba pertenecer a los musulmanes, con bandera amarilla y roja, colocado enfrente del palco del sultán; y otro menor, con bandera cristiana, en la cual se veían varias cruces (...) Borbardeábanse continuamente, y avanzando la guarnición del primero sus trincheras y artillería hasta las murallas del segundo, desplomáronse las cuatro paredes y salieron corriendo cuatro cerdos, que hacían alusión a las cuatro potencias cristianas, cuyos embajadores asistían a la fiesta: para aumentar la mofa, un cerdo sacado de la casa del embajador imperial fue hecho pedazos por tres leones. Hebreos y moros bailaron la matesina y la morisca (baile bufonesco con espadas) a semejanza de la antigua danza sicinica y pirrica (...). Llegada la noche, los fuegos artificiales del capitán bajá Uluge Alí, superaron a todos los anteriores por la perfección con que representaban naves, torres, castillos y elefantes (...). El 14 de junio se celebraron los torneos de cipayos.(...) Los esclavos cristianos de la viuda de Sokolli, que llegaban a 900, representaron en una danza entre espadas y arcos el combate de San Jorge contra el dragón. Venían después dos galeras que representaban hallarse en medio del mar, de las cuales una fue abordada, apresada y conducida en triunfo (...). Se dio el espectáculo del asalto de la Goleta, obra de Sinán baj en. CANTU, C.: Historia Universal. Tomo V, L. XVI. Biblioteca Ilustrada de Gaspar y Rojo. Madrid, 1856. p. 867-870 cit. en BRISSET, D.: Representaciones rituales hispánicas de conquista. Memoria para optar al grado de doctor. Departamento de Historia de la Comunicación Social. Universidad complutense de Madrid. Madrid, 1988.

[21] El cerro Jabalcón posee multitud de leyendas escritas bajo su nombre. Véase MARTÍNEZ POZO, M.A.: María. El secreto de una vida. Ed. Gami. Granada, 2015. Además, este cerro da nombre a una de las escuadras más longevas de la Comparsa mora de Benamaurel: los Moros del Jabalcón.

[22] La población de las localidades andaluzas orientales decreció considerablemente asentándose sus habitantes en pueblos de la zona valenciana. En un principio, la mayoría de ellos iban con la intención de trabajar para después volverse a su tierra. Posteriormente y, debido al salario y condiciones de trabajo, regresaban a por sus familias lo cual repercutió negativamente en pueblos andaluces que, incluso, algunos de ellos se quedaron desolados. Véase CABEZA CÁCERES, C. y MARTÍNEZ POZO, M.A.: «La representación de moros y cristianos en Matián (Cúllar, Granada). Una fiesta enterrada por el éxodo rural» en Gazeta Antropológica, nº 28. Granada, 2012.

[23]Los salarios reales percibidos eran elevados o, al menos, suficientes, a que la práctica totalidad de las empresas retribuían a sus empleados mediante sistemas de producción a destajo, en unos momentos de abundante faena. Esto es, con independencia de lo dispuesto en los convenios, los trabajadores solía cobrar «a tanto el par», en una relación contractual del mutuo interés tanto para los patronos como para los obreros. en PONCE HERRERO, G. y MARTÍNEZ PUCHE, A.: «La industria del calzado en el Alto Vinalopó (1850-1977). Asociación comercial de industriales de calzado de alto Vinalopó. M.I. Ayuntamiento de Villena y Universidad de Alicante-Caja de Ahorros del Mediterráneo. Murcia, 2003. Pp. 230-240.

[24] Existen diferentes posturas en cuanto al blanqueamiento de las casas cueva. Una corriente defiende que encalarlas es más un recurso estético y, por consiguiente, moderno ya que la población tenía un origen humilde y defensivo. Estando dña. Alicia Lacuesta Contreras, como alcaldesa, desde 1971 hasta 1978, se encalaron todas y cada una de las casas y cuevas de la localidad. Según sus palabras «por entonces, no tenía que poner bandos ni obligar a nadie. Lo propuse en el ayuntamiento, informé en la escuela donde trabajaba como maestra y, los funcionarios, fueron diciéndolo por todos los rincones de la población. Para fiestas cada familia pintó su casa y adornaron sus patios con macetas colgadas en las paredes. Tal fue el impacto ocasionado, el asombro de su ciudadanía y el éxito que aun se recuerda entre los mayores.» Es de destacar que, dña. Alicia Lacuesta Contreras, fue la primera alcaldesa de toda la provincia de Granada ejerciendo también como Diputada provincial durante cuatro años.

[25] Últimamente se han realizado diferentes actuaciones por parte del Ayuntamiento (arreglo de la Playa Mayor, del sendero de las Hafas y de su mirador así como de la calle principal y callejuelas de diferentes barrios). En la actualidad, existen daños ocasionados por actos vandálicos que no han sido subsanados por parte de las instituciones públicas produciendo una mala imagen al visitante-turista.

[26] La localidad de Benamaurel siempre se ha caracterizado por tener uno de los ríos más limpios con un bellísimo cauce que la propia naturaleza había creado donde sus habitantes pescaban y se abastecían de agua. Desafortunadamente, en el año 1988, por parte de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir junto con los diferentes organismos públicos, sufrió el río Guardal el mayor destrozo que se le podía haber hecho. Diferentes máquinas eliminaron toda su fauna y flora. Posteriormente, no solo quedó en el olvido por los diferentes organismos, sino que decidieron plantar árboles no autóctonos obturando, años después, su cauce con plantas foráneas y carrizos. Los agricultores, junto con el alumnado del colegio público y la población en general, preocupados ante lo sucedido, intentaron posteriormente repoblarlo con árboles autóctonos pero el daño ya estaba ocasionado. Solo el futuro y la actuación de sus gobernantes podrán salvarlo y mejorar su situación actual tras treinta años de aquel estrago que nuestros mayores recuerdan como el mayor atentado a la vega de Benamaurel.

[27] El Reino de Granada fue una jurisdicción territorial o provincia de la corona de Castilla desde la reconquista en 1492 hasta la división territorial de España en 1833 por Real Decreto de 30 de noviembre de dicho año. Su importancia quedó representada, desde los tiempos de los Reyes Católicos, en el escudo de España pero, en cambio, no formó parte del de la Comunidad Autónoma de Andalucía. Curiosamente, la bandera actual de Andalucía es la europea más antigua y esta ondeó en la alcazaba de Almería en el año 1051. Este hecho lo sabemos gracias al poeta accitano Abu Asbag Ibn Arqam.

[28]La creciente importancia del patrimonio y la cultura como motores de desarrollo, ha propiciado que su presencia en lo local se haya fortalecido en los últimos años. Cada vez es más frecuente que la administración local entienda lo cultural como un activo susceptible de ser dinamizado y puesto en valor para la creación de riqueza social. Las áreas tradicionales de los ayuntamientos (urbanismo, empleo, deportes, agricultura, etc.) conviven desde hace algunos años con la de cultura, que ha pasado a tomar una gran importancia como motor de desarrollo local. Como resultado de esto, la cantidad de centros relacionados con la gestión cultural que dependen de la administración local son cada vez más frecuentes, como es el caso de los Museos Etnográficos y Centros de Interpretación. Así como los organismos que sirven de nexo entre lo cultural y la promoción turística, como sucede con las Oficinas de Información Turística en RUÍZ RUÍZ, J.: Patrimonio Inmaterial de la provincia de Granada: orientaciones para su gestión como recurso de desarrollo. Imprenta Provincial Diputación de Granada. Granada, 2016. p. 21. En las últimas décadas se han inaugurado algunos Museos y Centros de Interpretación en el Altiplano de Granada como, por ejemplo, el Museo Etnográfico-Arqueológico de la Puebla de don Fadrique, el Centro de Interpretación de los primeros pobladores de Europa «Josep Gilbert» de Orce, el Centro de Interpretación del cordero segureño en Huéscar o el Centro de Interpretación de los Yacimientos Arqueológicos de Baza.

[29] Mis más sinceros agradecimientos a la Comunidad Islámica Salvadoreña bajo su Presidente Emerson Bukele, a la periodista Altaf Botia Bouayad y la Fundación Islámica Azagra de la Puebla de don Fadrique (Granada). Este artículo es mi humilde homenaje a Dr. Armando Bukele Kattán (Presidente de la Comunidad Islámica de El Salvador en Hisponamérica) fallecido el 30 de noviembre de 2015.



La mimetización morisco-andalusí. Aproximación histórica y antropológica en una población granadina: Benamaurel

MARTINEZ POZO, Miguel Ángel

Publicado en el año 2018 en la Revista de Folklore número 437.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz