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Revista de Folklore número

315



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EL MES DE MARZO EN EL FOLKLORE METEOROLÓGICO LEONÉS

RÚA ALLER, Francisco Javier

Publicado en el año 2007 en la Revista de Folklore número 315 - sumario >



Astronómicamente, a mediados de marzo comienza la primavera; pero este mes, lejos de mostrarse de temple moderado, tiene un carácter tan propio y peculiar desde el punto de vista meteorológico, que incluso ha dado lugar al verbo marcear, el cual, según el Diccionario de la Lengua Española, significa, en su segunda acepción “hacer tiempo propio del mes de marzo”. Un tiempo que es muy variado en la expresión de toda clase de meteoros: temperatura, precipitaciones y vientos, observando grandes contrastes entre el frío y el calor. Estas características del mes fueron recogidas por las gentes leonesas, al igual que las de otras partes de España, en un conjunto de refranes, vocablos y creencias, de las cuales ofrezco algunos ejemplos a continuación.

El carácter variable de este mes se expresa en sentencias como las siguientes: “Marzo, marceador, un día malo y otro peor”, “Marzo marzán, pola mañá cara de rosa e pola tarde cara de can” (El Bierzo); o en retahilas más generales que incluyen a marzo dentro del conjunto de los meses del año:

“Enero friolero;
Febrero, poco menos;
Marzo, falso;
Abril, espigamil;
Mayo, granayo y guapo;
……………………”.

“Xaneiro xabreiro,
febreiro esmuriceiro,
marzo airoso,
abril chuvinoso,
sacan a maio
florido y hermoso;
San Xoan claro,
Santa Mariña dalle ca fouciña,
agosto dalle con xostro,
septiembre come e vende”.

Las cuales proceden también de varias localidades bercianas.

En Los Argüellos, se dice que el mes de marzo es asproso (duro, áspero e inclemente) y es que el frío presente en los meses invernales puede extenderse también al comienzo de la primavera, como lo prueban los siguientes datos de temperaturas medias para el mes de marzo en la ciudad de León: 5,9 ºC (1885); 7,6 ºC (1938–1960); 6,6 ºC (1961–1990), siendo este último dato (6,6 ºC) la media más baja de España para este mes en dicho período de tiempo.

Los días agradables pueden alternar con otros de frío y fuertes heladas, conociéndose estos cambios bruscos de temperatura con la expresión tan gráfica de “marzo vuelve el rabo” o similares como estas recogidas en El Bierzo, donde también encontramos un efecto de estos enfriamientos bruscos, en que abundaremos posteriormente, como es la muerte de ovejas o corderos: “Si marzo ven o revés, nin deixa pastor nin res”; “Si marzo volve o rabo, adios teu ganado” y “Cuando marzo volve o rabo, non deixa ovellas con pelexo, nin pastor deszamarrao”. En la comarca gordonesa lo expresan como “Cuando marzo enrisca el rabo, tiempo del diablo”. Y es que se puede pasar frío, incluso dentro de las viviendas, tal y como señala este dicho maragato: “Aires de marzo, cubren las damas en su palacio”.

Prescindiendo de estos retrocesos de temperatura de ciertos días, el temple del ambiente ya es grato y placentero, y si el cielo se mantiene despejado, el Sol puede brillar incluso con fuerza, calentando en ocasiones demasiado y llegando a ser molesto: “En marzo pega o sol con mazo” (León), resultando perjudicial para la salud, como lo indican estos refranes del Bierzo oeste–suroeste: “Sol de marzo mata a dama no palacio”, (El Bierzo), “Si teis fillas que casar, do sol de marzo as de guardar” y “Sol de marzo, mata como un rayo”. Los síntomas de calor primaverales de este mes se pueden expresar como: “En marzo, rapá descalzo” (La Cepeda), o con extensión al mes siguiente: “En marzo el niño descalzo, en abril la vieja quita el mandil” (Santibáñez de la Isla).

En general, en la primavera, no puede faltar el tiempo cambiante, y si no lo hace al principio de la estación (en marzo), lo hará al medio (abril) o al final (mayo). Por eso se dice, no sólo en León, sino en toda España: “Cuando marzo mayea, mayo marcea”, o bien “Si marzo no marcea, abril abrilea” y “Si marzo no marcisquea, para abril y mayo queda”; una variación que se manifiesta también en el comportamiento de ciertos animales: “La rana que en marzo canta, viene abril que la acallanta”.

MARZO Y EL PASTOR

Una forma tradicional de reflejar los cambios bruscos de temperatura del mes de marzo, con sus funestas consecuencias para el ganado lanar, es mediante el diálogo que mantienen dos interlocutores: por un lado el pastor o pastora que, en tono de burla, despide al mes porque cree haber salvado su rebaño, al conservarlo entero una vez que ha finalizado marzo (o febrero, según otras versiones) y, por otra parte, uno de estos meses que le pide unos días más de frío al mes que le sigue para castigar al insolente pastor.

La tradición se extiende por toda Europa y así, entre los agricultores del Mediodía de Francia, existía la creencia de que en los tres últimos días de febrero y los tres primeros de marzo siempre ocurría un descenso termométrico notable, lo cual explicaban por medio de una leyenda, en la que una anciana que guardaba sus ovejas llegó a burlarse del mes de febrero porque ya daba por terminado el invierno; pero febrero se molestó por esta burla y le pidió unos días a marzo para continuar el tiempo frío y malo, con lo que las heladas no dejaron una hebra de hierba en el campo y todas las ovejas murieron, dejando a la vieja con el mayor desconsuelo. Entonces, la anciana pastora compró vacas, animales de mayor resistencia, que llegaron sin problema a finales de marzo, con lo que se burló de este mes y marzo, herido en su amor propio, pidió prestados unos días a abril y, a primeros de este mes, se sucedieron unas heladas que destruyeron la hierba de los prados y toda clase de plantas, dejando a la vieja sin vacas. Desde entonces, en esa zona de Francia se llama a los tres últimos días de marzo y los cuatro primeros de abril, Li Vaqueirieu.

Historias similares existen en muchos lugares de España (Galicia, Andalucía, Castilla, Cataluña), en las cuales, los temporales de agua y frío acaban con ovejas y corderos, ya debilitados por el invierno. En León se han recogido los diálogos del pastor y marzo en varios lugares (El Bierzo, La Cepeda, Maragatería, Sajambre, Ribera del Orbigo y la Valdería). Esta es la versión de Sajambre:

“Vete con Dios, Jebrero, que acá me dejas el mi payar entero, el mi queso cogotudo y el mi cabrito cornudo; con dos días que me quedan y dos que me dará mi hermano, tengo jacete andar con los pilleyos en llombo y los piquetes en mano”.

Esta otra, pertenece al folklore de San Justo de la Vega:

“Ah marzo, rabudo,
con tus días treinta y uno
ya te marchas,
y no te llevas ninguno.
Contesta marzo:
“Ah pícaro pastor, ¿Aún te quedas alabando?
Con un día que tengo yo
y dos que me dé mi hermano
te tengo de hacer andar
con los pellejos a cuestas
y las cencerras en la mano”.

Lo cierto es que, como indicábamos, los animales ya llegaban debilitados al mes de marzo, tras el invierno, como indica este refrán maragato, que se repite por otras zonas de León,: “Enero se lleva el sebo, febrero la pulpa y luego llega marzo y paga la culpa” y, si además eran rapados en este primer mes de la primavera, parecería algo normal que las ovejas no pudieran resistir estos aguijonazos del frío de comienzos de marzo o de los primeros días de abril. Por eso se decía en El Bierzo: “Si queres ovellas mil, rapa en abril; si queres ovellas catro, rapa en marzo”.

HELADAS DE PRIMAVERA

En los meses de primavera la temperatura del aire puede bajar de 0 ºC en zonas del interior, como León, por lo que hay días en que las heladas son tan fuertes como las del invierno, provocando graves daños a la agricultura. Y es que no siempre se cumple, por desgracia, el refrán que indica que las heladas no son de temer después del 25 de marzo (fiesta de la Encarnación del Señor), pues: “Por la Encarnación, los últimos hielos pon”; con esta versión berciana: “Arboliños que estades en flor, librairos de Encarnación”.

A diferencia de las heladas blancas, estas heladas primaverales son de las denominadas negras, ya que el estado de agitación en la que se suele encontrar la atmósfera no permite la formación de escarcha. En las heladas negras se produce una congelación del agua contenida en las plantas que da lugar a un color negro en los tejidos vegetales, resultando funestas para las plantas, y de recuerdo imborrable y doloroso para los agricultores, tal y como nos comentaban en Valencia de Don Juan: “Son las peores, ocurren cuando ha helado mucho durante el día y no hay humedad que forme hielo por la noche; por la mañana se dice que ha habido una helada negra”.

A estas heladas primaverales se refieren los siguientes refranes, algunos muy populares en toda España, y recogidos en Santibáñez de la Isla: “Si hiela por Santa Engracia (16 de abril), la viña se desgracia”, “Abril tiene cara de beato y uñas de gato” (ya que en este mes son muy frecuentes las fuertes heladas nocturnas, después de días de calor); “Puede helar hasta el diez, alguna que otra vez” (se refiere al diez de mayo).

Otras heladas temidas en León son las del mes de mayo, como las que se producen el día de Santa Quiteria (22 de mayo) y el de San Urbano (25 de mayo), que pueden acabar con los cultivos recién sembrados en los huertos.

Otras heladas frecuentes en primavera son las de evaporación, que ocurren cuando la superficie terrestre y las plantas están recubiertas de agua de lluvia o de rocío y la temperatura apenas sobrepasa los 0 ºC. Tienen lugar después del amanecer, cuando el Sol evapora el rocío que recubre las plantas. En este caso es frecuente que se hielen las flores y los frutos recién formados en la parte de los árboles que está orientada al Este. Quizá, por ello, se tema a los rocíos de abril en varias partes de León, y lo manifiesten con estas expresiones:

“El que quiera tener ovejas mil, líbrelas de las heladas de marzo y de los orbajos (rocíos) de abril” (dicho que se oye en el Valle del Silencio).

“Y aún peores que el lobo,
que nos las mata callando,
son las nieblas y el rocío,
que caen en abril y mayo”

(estrofa de una pastorada navideña de La Cepeda).

Revisando los vocabularios leoneses, encontramos algunos términos relacionados con las heladas primaverales y su efecto sobre las plantas. Así, en Prioro y Tierra de la Reina se emplea el localismo arriscarse por estropearse la hierba en primavera, a causa de una helada que llegó después de haberla segado. En La Cepeda existe el localismo trecharse, para indicar estropearse los vegetales por el paso del tiempo o por las heladas. Atrecharse en Villacidayo es quedarse arrugada la fruta por causa de las heladas, cuando aún permanecen en el árbol. En la Valdería se decía que algun objeto estaba enturanao por estar helado o duro a causa del hielo; es decir que enturonar es helarse o endurecerse un objeto mojado a causa del hielo, aplicándose sobre todo a la ropa que se deja colgada a secar en invierno con las heladas y también a las raíces o tubérculos que se desean arrancar muy de mañana en invierno.

EL AUMENTO DE LA LUZ SOLAR

Las horas de sol ya empiezan a notarse en el mes de marzo, como lo indica este refrán berciano: “Cando entra o sol en Aries crecen os días e múdanse os aires”, siendo apreciable sobre todo en la segunda quincena del mes: “Polo San José, deces e merenda o pé”, que está en relación con el anterior por cuanto señala que al ser los días largos, los que contrataban trabajadores tenían como obligación darles una comida a las diez de la mañana y por la tarde la merienda. Esta mayor presencia solar en el cielo y el buen temple que puede ir teniendo el mes, se puede comprobar por el comportamiento de ciertos animales: “Po lo vinte de marzo da o sol unha sombriña e xa canta a anduriña” (El Bierzo) y “En marzo, saca la cabeza el lagarto” (León capital). Más conocidas son las actividades de los pájaros, recogidas en sentencias como la siguiente de Andiñuela (Maragatería), pero que con otras variantes se repite en toda la provincia y fuera de ella:

“Marzo, nigarzo;
Abril, gubil;
Mayo, pajarayo,
San Juan volarán
y San Pedro, ¡corre tras d’ellos!”.

La igualdad de las noches con los días, que ocurre en el equinoccio de primavera (21 de marzo) se señala con dichos como éste, muy difundido en León: “Marzo, igualarzo”; con versiones similares en otros lugares de España: “Marzo, igual”, “Marzo, parejazo” (Murcia) y “Marzo, iguarzo” (Galicia). Otro refrán de este tipo es el que se dice en la localidad leonesa de Castilfalé es: “Por San Matías cata marzo al quinto día e iguala la noche con el día”.

Se refiere a la festividad de San Matías, 24 de febrero y tiene distintas versiones, no sólo en León, sino en toda España. Otros ejemplos son: “Por San Matías, igualan las noches con los días” (Prioro, Toreno, Gordón) y “San Matías iguala las noches con los días” (Valencia de Don Juan). Estos dichos se cumplen en lo de igualarse las noches con los días si se incluyen en el día los crepúsculos, pues, en ese caso, desde el inicio del crepúsculo de la mañana hasta el fin del de la tarde, puede haber un intervalo aproximado de 12 horas, pero no de sol a sol. Otro aforismo relacionado es: “A San Matías, pega el sol en las umbrías”, indicando que los rayos solares van avanzando en las sombras o reduciendo éstas a medida que aumenta la altura del astro.

DÍAS DE NIEBLA

Algunos refranes leoneses se refieren a las nieblas del mes de marzo, que no son muy abundantes, si bien este primer mes de la primavera, según los datos de León capital ocupa el quinto lugar, después del intervalo de noviembre a febrero, en el número de días con presencia de este meteoro. Muchas de ellas terminan en lluvia, según asevera este refrán general: “Niebla en marzo, agua en la mano”. Otros dichos pronostican la meteorología del mes de mayo sirviéndose de la niebla marcera, y así se dice en Valencia de Don Juan: “Niebla en marzo, agua en mayo”, para lo cual, según nuestro informante, hay que observar la niebla al alba de esos días de marzo para ver como evoluciona, y si se retira hacia los arroyos, el mismo día de mayo, llueve. De forma similar se dice en Benazolve, en la Valdería y en otros lugares de León: “Nieblas en marzo, heladas en mayo”, o de otra forma, “El día que hay niebla en marzo, llueve en mayo”, siendo el siguiente más extenso en el período de tiempo que abarca: “Tantos días niebla en marzo, tantas heladas en abril y mayo” (Maragatería).

EL AGUA DE MARZO

La lluvia supone una alegría en las tierras del interior peninsular, especialmente la que llega en primavera, ya que sirve para asegurar la cosecha de cereal y, en general, la fertilidad de los campos. Un variado número de refranes así lo atestigua y, junto a ellos, hay otros que expresan el malestar cuando la lluvia llega a destiempo.

Por lo que se refiere a los meses más lluviosos en León y, tomando datos de 1885 (Estación de León) y el período 1938–1960 (Estación de la Virgen del Camino), nos encontramos, a finales del XIX, que en cuanto al número de días, el primer puesto lo ostenta abril (17 días), seguido de febrero y noviembre (15 días cada uno), junio (13 días) y marzo (11 días), siendo los menos lluviosos agosto y septiembre con 2 días cada uno. Para el período 1938–1960 (Estación de la Virgen del Camino) el número medio anual fue de 118,7 días lluviosos, siendo el mes de mayor número de días lluviosos por término medio el de mayo, con 13,2 y los que menos julio y agosto con 5,4; junto a mayo; los meses primaverales mantuvieron 11,6 días de lluvia (marzo) y 10,8 (abril), lo que indicaría que aproximadamente el 40% de las precipitaciones fueron recibidas durante la primavera en León.

Los datos anteriores apoyan que, en la meteorología popular se considere a abril el mes de la lluvia (“En abril, aguas mil”) y, si bien no llega a serlo por su cantidad, sí que lo es por su frecuencia y calidad; no obstante, el mes anterior, marzo ya puede presentar algunas lluvias (“Marzo marceador, que de noche llueve y de día hace sol”), y esto, como dicen en Toreno, puede servir para el crecimiento de la hierba: “Agua en marzo, yerbazo”; si bien allí también advierten: “Agua de marzo, peor que mancha en paño”, que de forma general se expresa: “Hace tanto el agua de marzo como una mancha en un paño blanco” (porque es escasa y no sirve para nada o bien porque puede resultar perjudicial). Un refrán maragato sobre el efecto de la lluvia en primavera indica que “En marzo, cada gota quita un cardo, y en abril, cada gota da mil”. Otras sentencias oídas en León, pero que pueden ser generales en toda España son las siguientes: “Marzo de lluvias, buen año de alubias” y “El agua de marzo, ni el rabo del gato mojao, y el último [día] que deje las fuentes manando”. Por otro lado, el que la precipitación líquida se haga presente en un determinado día del mes, puede servir para pronosticar cómo será el régimen de lluvias en una determinada región, y de ahí que en La Seca se dijera: “Si llueve el día de la Guardia [1 de marzo], la sequía no tarda”.

La lluvia de marzo puede presentarse envuelta en viento o ser propiamente chubascos, caracterizados por comenzar y terminar de manera brusca. En este sentido, se denominan marciadas en tierras bercianas a los días en que se presentan fuertes vientos (del Noroeste o Norte), frecuentes no sólo durante este mes, sino también en los otros meses de la primavera, alternando con chubascos de poca importancia. De acuerdo con los datos de pluviometría en la provincia de León, en la montaña berciana es durante la primavera y el otoño cuando se concentra la mayor parte de las precipitaciones. Otro nombre leonés para estos chubascos de marzo es el de herbadas.

Sobre los torvones o chubascos de primavera, encontramos la siguiente estrofa en un rezo a San Antonio, del libro de “Cuentos en dialecto leonés”, de Cayetano A. Bardón:

“¡Oh San Antonio benditu!
Santo bienaventurado.
Eiqui venimus las pastoras
que nus guardeis el ganado,
de lus rucíus d’Abril
y lus torvones de Marzo,
del mercader zangarrián, (el lobo)
aquel del hábito pardo,
que por vallinitas fondas
suele venir rastreando”.

Otras veces son verdaderas tormentas o truenas las que se hacen notar en este mes primaveral, lo cual augura una buena cosecha, sobre todo de uva, si tenemos en cuenta los siguientes dichos: “La buena truena, en marzo suena” (La Cepeda), “Si ronca o trona en marzo, apreta a cuba con mazo” (El Bierzo Oeste–Suroeste) y, de forma más general: “Cuando truena en marzo, prepara cubas y arcos”.

NEVADAS MENUDAS

Las nevadas breves, de copos pequeños, que a menudo caen de forma intermitente son denominadas en muchos lugares de León, y en general de España, neviscas; y de forma más local, estas ligeras capas de nieve son nebusquinas o ceazadas (Tierra de la Reina) y pelusillas, tiñuscadas o tiececinas en varias zonas de la Montaña Oriental leonesa. En Prioro y Tierra de la Reina se conocía como “nevada de la cigüeña” tanto a la nevada pequeña o nevusquina como a la última nevada, que caía al comienzo de la primavera.

Sobre estas nevadas menudas de finales del invierno o inicios de la primavera se han acuñado refranes muy gráficos, que indican la poca cantidad e importancia de las mismas: “Dure a mala veciña, o que a neve febreiriña”, “Teme más a la vecina que a la nieve marcelina” (El Bierzo) o bien: “Dura más la ruin vecina que la nieve marcina” (Maragatería), por cuanto el viento y las horas de sol se encargan de derretir estas nieves, que además son escasas. Expresivo es también el siguiente dicho general que alude a esta pequeña cantidad de la nieve primaveral: “La nieve marcelina, se la lleva con la pata la gallina”.

Otros aforismos, no obstante, señalan la importancia de estas nevadas, ya que como se dice por León: “Nieve en marzo, vale un dinerazo”, o de forma general en toda España: “Nieve antes de marzo, oro blanco”. Este refrán berciano tiene un significado similar: “Neve menuda, herba a mula” y estos otros, de la misma zona, pronostican sobre la llegada del blanco elemento en la primavera avanzada: “Si ves a culebra en marzo, verás a neve en mayo”; “Donde vexas culebra en marzo, verás neve en maio” (donde hay culebras hay agua, porque la necesitan para vivir).

MARZO RISCOSO

Durante el invierno, sobre todo, y al comienzo de la primavera, el viento y el frío suelen venir frecuentemente de manera conjunta. Al viento frío y desagradable se le llama en muchas zonas de España, bris, un término que procede de la palabra brisa; sin embargo en algunas zonas como Maragatería se ha cambiado la letra “b” por al “g”, empleándose la palabra gris (brisa fría). También en la Valdería, gris es el tipo de viento fino y frío, y así dicen: “Hoy vien un gris ahí de arriba que uno se entumece del todo”.

Risco y risca son otros vocablos empleados en varios puntos de León para referirse a la corriente de aire frío, así en Tejerina es la brisa muy fría y en Tierra de la Reina es el ramalazo de viento frío, y por eso dicen: “En marzo hay buenas riscas de frío”. En Prioro es el viento frío y molesto del Norte y en Sajambre nos encontramos con algunas variantes del nombre: risca (corriente de aire muy frío y cortante que entra por una rendija, puerta o ventana mal cerrada o por otro sitio, también significa ventisca), risquina (corriente de aire más cortante por ser fina y fría) y riscoso (el tiempo en que abundan las riscas, por lo que se decía: “Marzo riscoso y abril lluvioso, sacan a mayo florido y hermoso”). En estos lugares y en algunos más, como Villamuñío, también se empleaba ris, abreviatura de risco, para referirse a este viento frío y molesto. Otro refrán, éste maragato, alude al comportamiento de la meteorología durante los meses de la primavera y su efecto productivo: “Marzo airoso, abril ventoso y mayo pardo [con lluvia] valen más que tus mulas y el carro”.

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Agradezco la información proporcionada por Eutiquio Redondo y Elena Rodríguez (Valencia de Don Juan) y María Jesús Armesto y Carmen M. M. (León capital).



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RÚA ALLER, Francisco Javier

Publicado en el año 2007 en la Revista de Folklore número 315.

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