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Revista de Folklore número

208



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LOS TRASTORNOS GINECOLÓGICOS DESDE LA ETNOMEDICINA EXTREMEÑA

DOMINGUEZ MORENO, José María

Publicado en el año 1998 en la Revista de Folklore número 208 - sumario >



DEL NOMBRE Y OTRAS GENERALIDADES

En la mentalidad rural extremeña la consideración de mujer sólo llega con la aparición de la menarquía, es decir, la primera regla, a la que el pueblo denomina abrirse la flor. Desde ese momento a la hembra se la estima como capacitada para la maternidad o, mejor aún, para la reproducción. Hasta cierto punto tanto la mujer menstruante como cualquier referencia a su situación alcanzan la categoría de tabú. No es extraño, por consiguiente, que las alusiones a ellas, sobre todo cuando son públicas y ante personas de sexo opuesto, tratan de encubrirse bajo frases, palabras o giros que casi siempre responden meros eufemismos. Si de la menstruante se dice que está enferma, maldispuesta, mala o endanciá, al período o regla se le alude con un amplio vocabulario: Venir la cosa, venir el colorao, venir la visita, venir el amigo, venir el primo rojo (1), tener el mes, tener el remiendo, traer al del pimentón, tener la jaula pinta, tener el pintor en casa, estar de visita, estar con el amigo, estar machacando el pimiento, estar con el parche, estar de recao, estar de negocio, estar con el alivio (2), teñir el trapo y cocer la salsa p'al lagarto. La última de las acepciones, muy propia de Marchagaz, escapa a una interpretación meramente metafórica, por cuanto que un poco más al norte, en plena comarca de Las Hurdes, se cree la fábula, antaño aceptada en toda Extremadura, de que este saurio, al igual que la serpiente bastarda, se las ingenia para chupar la sangre catamenial aprovechando el sueño de las mujeres (3).

Durante estos "días críticos” subsisten una serie de prescripciones que, en el supuesto de no cumplirse al pie de la letra, incidirían negativamente tanto sobre la mujer menstruante como sobre su propio entorno. Esta no deberá bañarse ni lavarse la cabeza, so pena de que se le corte la regla, se vea aquejada de altas fiebres y pueda llegar a enloquecer. El pueblo mantiene las voces en enriá o enridera para definir la retirada del periodo a consecuencia del oportuno remojón, palabras que conservan plena vigencia en el área más septentrional de la provincia de Cáceres. Algo semejante puede llegar a ocurrirle si se enfría, excita, abusa de la ensalada o ingiere alimentos con exceso de sal o picantes, como se asegura en Torremenga (4). Las relaciones íntimas aparecen igualmente vedadas. El infringir esta norma acarrearía un embarazo seguro (5), la impotencia del marido, la aparición de determinadas afecciones sobre las partes pudendas, erupciones y manchas dérmicas muy visibles. Tiene igualmente prohibido el entrar en la bodega y tocar el vino, puesto que éste se agria, así como embutir, ya que se maliciaría la matanza. Por idéntico motivo no amasará el pan, ni elaborará el queso, ni cocinará mayonesas, ni fabricará conservas, ni matará animales para el consumo, ni hará jabón, ni regará las plantas. Si ordeña las cabras, éstas dejan de dar leche. Si se mete en el río se mueren los peces. Si monta sobre asna o yegua preñada, se malogra la cría. Por otro lado hay que tener presente que la sangre menstrual es objeto de múltiples manipulaciones relacionadas con la etnomedicina y la magia. Aseguran por los pueblos de la comunidad que una sola gota vertida sobre cualquier líquido que luego fuese bebido por un hombre le produciría desde la locura hasta la muerte.

MALES POR EXCESO Y POR DEFECTO

Los desarreglos menstruales se traducen en una serie de problemas entre los que destacan la amenorrea o ausencia de regla y la menorragia o polimenorragia. Para estos casos y otros muchos de idéntica índole cuentan las extremeñas con su propia farmacopea. Así para las reglas irregulares y dismenorreas, frecuentes al comienzo de la adolescencia y que suelen acompañarse de los característicos dolores de tripa, se recomienda tomar pequeñas dosis del agua en la que han macerado bolsas de pastor o jaramago blanco (pan y quesito), infusión de flor de malva (Fregenal de la Sierra), cocimiento de garabatillo o yerba del cólico, infusión de hojas de culantrillo y de hojas de cetareque o doradilla, de uso común en Alburquerque, donde aún se escucha la copla:

Dama descolorida
te has de quitar el dolor
aunque el doble
te cueste la doradilla (6).

Para los dolores menstruantes las mujeres de estas tierras echan mano de las distintas infusiones, entre las que sobresalen las de orégano, salvia, ramillas de hinojo y manzanilla. Unamos a éstas otras medicaciones de carácter emenagogo, cuya función no sólo estriba en aliviar las molestias menstruales, sino también en disminuir las hemorragias excesivas y regular el ciclo. En Casar de Palomero utilizan para el caso un bebedizo de leche con unas gotas de orina de cabra, receta que en determinados aspectos recuerda y se emparenta con cierto consejo de Plinio (7). Con mayor generalización cuenta el consumo de infusión de romero, de tisana de almoradux o mejorana, de poleo, manzanilla y orégano mezclados y de culantrillo de pozo o arañuela, el agua con limaduras de hierro, el vino en el que hayan reposado varios días clavos de herradura, el cocimiento de acedera y las infusiones del fruto del enebro y de hojas secas de laurel. Las mismas propiedades se le atribuyen a la toma de una infusión de hipérico, conocido popularmente como pericón, corazoncillo o hierba de San Juan que ha de realizarse siete días antes de la menstruación y un poder semejante se le achaca a la ingestión, previo a las comidas, de una copa de licor de nueces azucarado (8). Aunque de menor uso ahora que antaño, seguro que por el peligro que supone, todavía se sigue contando con la infusión de hojas de ruda, de la que se recomienda tomar poca cantidad. A su virtud emenagoga alude el conocido dicho:

Si las mujeres supieran
las virtudes de la ruda
irían a buscarla
aunque fuera a la luna.

El tratamiento del mal por defecto, la amenorrea, o lo que es igual, el que la menstruación no se produzca sin que la causa sea el embarazo, pone sobre la mesa una tanda de remedios sin muescas de desperdicio. El jugo de perejil es recomendado para estos menesteres en Garrovillas y Ceclavín, mientras que en La Haba se inclinan por la infusión de anís y en Oliva de Mérida por la decocción de la raíz de cardo corredor. En Torrecillas de la Tiesa y en Aldeacentenera abre el grifo la ingestión de zanahoria cruda, aunque aderezada con vinagre y aceite. Desde luego que siempre será esto más apetitoso que el recurrir, como lo hacen en el partido de Olivenza y en algunas poblaciones del área de Mérida, a la toma durante tres mañanas de otras tantas tazas de orina de niño mezclada con vino tinto o a beber el agua en la que se han cocido tres cagalutas de cabra, que fue moneda de uso corriente en Montánchez y en Salvatierra de Santiago. Un elevado grado de ponderación tiene el sorber agua de hinojo, el consumir caldo de garbanzos sin ningún aditamento, el libar jarabe de zurrón de pastor, el tomar después de las comidas bayas de laurel y de enebro maceradas en vino tinto durante nueve días, el ingerir la ya enunciada anteriormente infusión de hojas de ruda y el llenar el papo con el botoncillo de oro mezclado con leche, del que se apunta que por sí solo es capaz de traer la flor a la menopaúsica. No conviene olvidar para estos menesteres el uso del culantrillo, toda una auténtica panacea en el campo de la etnomedicina y del que paradójicamente vino a decirse aquello de "Bueno es el culantrillo, pero no tanto". Llegado el caso no solamente sirve la infusión de manzanilla por vía oral, sino también los baños de asiento en su cocimiento, tal como se hacía en Granadilla y se continúa practicando en Jerez de los Caballeros y en Almoharín. Baños semejantes, aunque de cocimiento de ajos, se llevan a cabo en Mérida, Guareña, Acebuchal y Campillo de Llerena. Idénticos fines se consiguen con un pediluvio de celidonia o hierba verruguera hervida en agua. Ya Dioscórides recomendaba el uso de estas plantas para provocar el menstruo, aunque para el caso debían ser majadas y aplicadas a la natura de la mujer. Algo semejante escribía sobre las virtudes de la artemisa en su Cartilla rústica Diego Torres Villarroel al indicar que sus hojas

"puestas dentro de un talego de lienzo en forma de emplasto caliente, debajo del ombligo, provoca el menstruo y sirve de remedio a la madre…” (9).

De este tipo de cataplasmas, hasta bien entrado este siglo, con detalle podrían hablar las retardadas jóvenes placentinas. No sabemos el resultado científico de tales aplicaciones, aunque a buen seguro no les iban a la zaga de otras recetas extremeñas que Publio Hurtado conoció para atraer el flujo catamenial, entre las que caben anotarse la sangre, el cuajo, la baba y la matriz de las liebres. Idénticos menesteres, aseguran en Brozas, se consiguen con las aguas de los Baños de San Gregorio. Y, como es de suponer, no se olvida por estos lares el echar mano de los correspondientes amuletos, conjuros o jaculatorias. Conocido es, cómo llegada la pubertad, las muchachas de la región no dudaban en colgarse al cuello una haba atravesada con una cuerda, la popular cruz de San Nonato sujeta con un cordón de lana (10) o cualquier otro objeto de azabache. Tales amuletos se combinan en la comarca de Los Montes con una media luna fabricada de raíz de retama macho, que también se colocan sobre el pecho las menstruantes tardías (11).

En Aldeacentenera recurren a todo un formulismo para socorrer a la joven amenorraica. Esta se tumba de espaldas sobre una mesa o escaño con el abdomen descubierto. Sobre él coloca las manos con las palmas abiertas y los dedos pulgares tocándose una mujer virgen que en esos momentos se encuentre con el período. La oficiante formulará el siguiente conjuro, que habrá de ser terminado con una Salve a los dolores de la Virgen María:

Cristo vertió su sangre
y María la recogió.
Por la Virgen María
tengo la sangre yo;
por Cristo Jesús,
la tengas tú.

Por su parte la menorragia y la polimenorrea, es decir, la excesiva pérdida de sangre durante la menstruación trae consigo una preocupación que induce a la mujer a buscar remedios efectivos con la máxima prontitud. La que se sabe menorrágica recurrirá al método preventivo tomando jugo de hierba cana en los días previos a la aparición de la regla, práctica corriente en la comarca de La Serena. De gran efectividad es el cocimiento de tallos de zarza (Don Benito) y las infusiones de magarza (Moraleja y Guijo de Coria) y del fruto maduro del cardo borriquero. Se reparan también estos desarreglos tomando las aguas de la fuente del Loro (comarca de las Villuercas) y de los Baños del Charcón, a donde recurren las naturales de Salvatierra de los Barros (12). Ciertamente resulta curioso que para contrarrestar estas pérdidas se haya procedido a lavados vaginales con orina de niña lactante, con zumo de sanguinaria y con infusión de hojas de nogal. La magia homeopática también juega aquí su papel, ya que no es infrecuente el toparse con mujeres aquejadas de este trastorno menstrual que lleven una cajita conteniendo en su interior algún pequeño objeto de color rojo, aunque en Serradilla haya sido costumbre el que guarden en la faltriquera, dentro de un canuto, una rana desollada, lo que hasta cierto punto recuerda lo que en su Tesoro de Pobres apuntaba Pedro Escuder:

“(...) dice el Maestro Pedro Logrero que tomes las ranas, quémalas bien, hazlas polvos y tráigalas una mujer consigo en una bolsa guardadas, y no le vendrá la flor. Y si esto quisieres probar, toma aquellos polvos en un paño y átalos al cuello de una gallina; y aunque la degüelles no le saldrá ninguna sangre" (13).

PROBLEMAS UTERINOS

Los problemas de la matriz son también objeto de peculiares farmacopeas. En líneas generales ante cualquier indisposición uterina se recurre a tomar una, tres o cinco bolas excrementicias de cabra disueltas en leche, aunque en Santa Cruz de Paniagua ha sido más común el hacer boca del mismo número impar de deposiciones de ratón. No faltan quienes buscan el remedio en los Baños de los Milagros de Hornachos (14) o en el atracón de agua en la ya citada fuente del Loro (15). Para las infecciones dolorosas del útero bueno ha sido el echar orina de buey en un recipiente y calentarla para que la afectada tome vapores de asiento (Navas del Madroño). A falta de líquido vacuno, bueno es el proporcionado por la micción de una mujer, con la particularidad de que en este caso habrá de serenarse, previo a su calentamiento, durante seis noches (Torrejoncillo y Ceclavín). Idéntico objetivo se consigue en Segura de León con sólo llevar engarzado en un anillo o sujeto con una liga el primer diente que se le haya caído a un niño (16).

A las sofocaciones de la matriz se pone fin mediante friegas con aceite de ricino por debajo del ombligo, lo que también se utiliza para rebajar los ardores menopáusicos en diferentes localidades de la comarca de Montánchez. Muy socorridos son para todo tipo de infecciones genitales y especialmente en los casos de leucorrea los lavados, fumigaciones, baños e inyecciones vaginales con cocimiento o infusión de hojas de nogal, de tomillo, de corteza de roble, de anís, de eucalipto, de hojas de espino y de zumo de siempreviva, del que dice Andrés Laguna en sus comentarios a Dioscórides que

"aplicando por abaxo, con un poco de lana, restriñe en demasía la purgación mujeril" (17).

Unamos a esto las "sofisticadas" prácticas de introducirse en el útero el ovario de una gallina (Mohedas de Granadilla), el aplicarse sobre el vientre la piel de una culebra (Jaraicejo), el llevar un amuleto de piedra de ágata (Casar de Palomero) y el beber una decocción de nuez, o una infusión de salvia y flores de naranjo o simplemente agua de la fuente de las Herrerías de Salvaleón. Este último líquido también es factible de utilizarse en forma de baños. Además de para eliminar las flores blancas, tal agua pacense se muestra sumamente eficaz para contrarrestar el desarrollo de las metrorragias o hemorragias uterinas, algo que igualmente se le atribuye al cocimiento del pico de grulla, del que se exige la toma de dos tazas diarias, al jugo de ortiga y al agua de macerar bolsas de pastor, que habrá de tragarse en bochinches pausados. En Hervás para todos estos asuntos se considera de gran estima el consumir un vaso por la mañana y otro por la noche de agua de fragua, que no es otra que aquella en la que previamente se ha apagado un hierro al rojo vivo, mientras que en Ahigal se prefiere el agua calentada introduciendo un tizón o una piedra pasada por el fuego, así como el aplicarse compresas empapadas en cocimiento de hojas secas de cola de caballo. Valen igualmente para estos trastornijos el tomar musgo cocido en leche o en agua (18), el llevar como amuleto la. piedra de golondrina, un pequeño fragmento lítico de color rojo que aseguran encontrarse en la cabeza de este ave o, ya en última instancia, implorar la abogacía de Santa Casilda, princesa agarena que también sufrió en su cuerpo los flujos de sangre antes de convertirse al cristianismo. Muchas mujeres víctimas de la metrorragia han procurado su curación llevando pegada al vientre una estampa de esta santa o rezando jaculatorias del tipo de la escuchada en Montemolín:

Santa Catalina bendita,
que en Toledo te criaste
y en el mundo padeciste
enfermedades y males.
La sangre que de tu cuerpo
hasta el suelo se caía
era la prueba que Dios
te mandaba cada día.
Tus oraciones subieron
de la mano de la Virgen
y Dios te curó ese mal
que en la vida padeciste.
Santa Catalina bendita,
que por tu intercesión
yo me vea pronto libre
de esta aflicción.

No se agota aquí el repertorio antimenorrágico. Las mujeres de Villarta de los Montes retenían la hemorragia por medio de sahumerios de plantas aromáticas y las de Salvatierra de Santiago se abren las piernas sobre un brasero para recibir la fogata de plumones de gallinas que se vierten en las brasas. De gran utilidad se consideraron los taponazos en la boca del cuerpo (vagina, en Torremenga) a base de la introducción de gasas, pelotas de trapo cubiertas de telarañas o un limón partido por la mitad, costumbre esta última también localizada en las comarcas más sureñas de Salamanca (19).

Pongamos fin a este apartado con la simple cita de otras enfermedades ginecológicas. Son éstas la gonorrea y la blenorragia, contra las que se actúa aplicando hojas de acedera machacadas y compresas empapadas en decocción de sanalotodo, bardana o lampazo; la vaginitis, a la que las extremeñas se enfrentan con lavados a base de infusión de hojas frescas de patata; y el mal de madre, que suelen combatir con baños de asiento en cocimiento de hojas de laurel o de poleo, con bocanadas de humo de tabaco y con tragos de agua de determinadas fuentes, como la de la Cerca de las Animas de Navalmoral de la Mata, de la que los documentos del siglo XVIII señalan:

"que consta de mucho azafrán de Marte aperitivo, cuyas aguas venidas aprovechan contra los affectos histéricos nacidos de las flaxidades del útero y flujo excesivo de sangre en el mismo" (20).

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NOTAS

(1) MONTERO CURIEL, Pilar: Medicina Popular extremeña. (Encuesta en Madroñera). Real Academia de Extremadura y Ayuntamiento de Madroñera. Cáceres, 1992, p. 54.

(2) Suele decirse si se produce la regla cuando se está temiendo un embarazo no deseado.

(3) BARROSO GUTIÉRREZ, Félix: Las Hurdes: visión interior. Centro de Cultura Tradicional. Diputación de Salamanca. Salamanca, 1993, p.73.

(4) MATEOS ROMEROS, Trinitario: Estudio antropológico-médico de Torremenga (Cáceres). Institución Cultural "El Brócense". Excma. Diputación de Cáceres. Cáceres, 1988, p. 150.

(5) Tales embarazos traerían consigo el nacimiento de niños con una mancha muy visible en cualquier parte del cuerpo, casi siempre en la cara.

(6) LÓPEZ CANO, Eugenio: "Supersticiones y creencias populares", Alminar, Institución "Pedro de Valencia" y Diario HOY, Badajoz, 1984, n.° 51, año IV, p. 4.

(7) NH, XXVII, 77.

(8) PIZARRO CALLES, Alonso: Plantas medicinales en Extremadura. Gráficas Boysu, S. L. Mérida, 1988, p. 165.

(9) Cit. FONT QUER, P.: Plantas medicinales. El Dióscorides renovado. Editorial Labor. Barcelona, 1988, p. 816.

(10) GUIO CEREZO, Yolanda: "Amuletos", Gran Enciclopedia Extremeña. Ediciones Extremeñas. Mérida, 1989, Vol. I, pp. 210-211.

(11) OTERO FERNANDEZ, José María: "Medicina popular en la Siberia", Alminar, Institución "Pedro de Valencia", y Diario HOY, Badajoz, 1983, n.° 44, año V, p. 5.

(12) VEGA FERNANDEZ, Juan de la: Balnearios y fuentes mineromedicinales en Extremadura. Gráficas Sol. 1990. p. 77. (No indica el lugar de impresión).

(13) Cit. FONT QUER, P.: Op. cit., p. LXXVII.

(14) VEGA FERNANDEZ, Juan de la: Op. cit., p. 65.

(15) VEGA FERNANDEZ, Juan de la: Op. cit., p. 53.

(16) Prácticas semejantes fueron usuales entre los romanos (J. Leite de Vasconcelos: Religioes da Lusitania. Imprensa Nacional. Casa da Moeda. Lisboa, 1889. Vol. III, p. 120).

(17) Cit. FONT QUER, P.: Op. cit., p. 299.

(18) OTERO FERNANDEZ, José María: "Plantas silvestres extremeñas. Placeres ocultos y curativos", Alminar, Institución "Pedro de Valencia" y Diario HOY, Badajoz, 1981, n.° 21, año III, p. 9.

(19) CARRIL, Ángel: Etnomedicina popular. Castilla Ediciones. Valladolid, 1991, p. 81.

(20) LÓPEZ DE VARGAS MACHUCA, Tomás: La provincia de Extremadura al final del siglo XVIII. Edición de la Asamblea de Extremadura. Mérida, 1991, p. 327.



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DOMINGUEZ MORENO, José María

Publicado en el año 1998 en la Revista de Folklore número 208.

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