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Con frecuencia, y desde sus mismos comienzos, la poesía oral ha tenido un trasfondo de intencionalidad política. En la épica de Homero y en el Cantar del Mío Cid, en los cantos guerreros de cualquier pueblo y en los romances sobre las luchas dinásticas castellanas de la Edad Media, se traslucen intenciones de propaganda política, que a veces es meramente nacionalista y otras veces es incluso partidista, pues el autor o el cantor suele escorarse hacia alguno de los bandos o posiciones a los que se refiere en su canto. Suele suceder que nuestro progresivo alejamiento del contexto social que dio origen a tales poemas hace que tendamos a ver muchas veces en ellos simples objetos estéticos y literarios, en vez de los instrumentos de lucha política que -entre otras cosas- fueron en tiempos pasados. En los ejemplos anteriores no es muy difícil detectar posicionamientos políticos evidentes, pero no es tan fácil darse cuenta de que un romance como el de Mambrú, que todavía hoy cantan ingenuamente los niños, tuviese en sus orígenes una intencionalidad política netamente anti-inglesa. Ni que otros que se siguen cantando, como los de Bernal Francés o El arriero y los ladrones, tuvieran matices anti-franceses antes de que la erosión oral y el olvido progresivo de los acontecimientos políticos de finales del siglo XV, o de comienzos del XVIII, diluyesen su referente político.
Este tipo de poesía ha tenido una fecundidad y difusión mayores de los que cabría imaginar .Sin embargo, el paso del tiempo y la potencia recreadora y transformadora de la transmisión oral han motivado su evolución en distintas direcciones: el destino de la mayor parte fue quedar olvidado tan pronto como se enfriaron las pasiones políticas y sociales que las motivaron. Otra parte evolucionó, tal como hemos señalado, hacia la pérdida de los referentes políticos y el mantenimiento descontextualizado de sus matices novelescos, amorosos, etc. Pero otra parte, sin embargo, ha sobrevivido en la tradición oral sin apenas pérdida de matices ni contenidos políticos.
De este modo, hoy se pueden seguir escuchando en nuestros pueblos canciones y romances que ensalzan o denigran opciones políticas de las que el pueblo que las canta apenas guarda ya el recuerdo. Algunas se remontan a sucesos relacionados con la Guerra de la Independencia contra los franceses, la promulgación de la Constitución de Cádiz, las luchas entre absolutistas de la segunda mitad del siglo XIX, las guerras coloniales, las revoluciones de comienzos del XX, o la guerra civil de 1936-1939. Como se puede fácilmente suponer, el análisis de todos estos cantos exigiría un gran despliegue de espacio. Por ello vamos a hacer, en esta ocasión, una doble acotación que permita la presentación homogénea y manejable del material, refiriéndonos únicamente a cantos que han sobrevivido en la tradición oral que tienen forma de romance.
Ambas restricciones están justificadas. La abundancia de cantos e himnos políticos generados en España en los siglos XIX y XX, y conservados en fuentes predominantemente escritas -pliegos de ciego, cuadernillos de himnos, gacetas de la época- es tan grande como demostrará un sólo ejemplo: en 1974, Carlos García Barrón ponía en libro un espigueo de más de trescientas canciones, romances y poemas editados en 1898 en periódicos y gacetas de nuestro país sobre el candente asunto de la guerra contra los Estados Unidos que se saldaría con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas (1). Algunos adquirirían gran difusión oral y otros no. Y en los bandos contrarios se generaría un caudal igualmente rico de este tipo de cantos, porque cuenta Fernando Ortiz que "en Cuba, las guerras de independencia y luego las campañas de los partidos políticos han producido cataratas de canciones. Algunas de éstas se perpetúan cuando son acopladas a una música agradable y pegajosa" (2). Ello es demostrativo de que el canto político, o el poema político que quiere ser "cantable", ha crecido de forma abundante en todos los estratos y bandos de nuestra sociedad -y de otras-. Y se podrían multiplicar los ejemplos, porque tenemos constancia de que de cualquier otra guerra o asunto político importante acaecido en España en la edad moderna y hasta lo menos la Guerra Civil sería posible entresacar de archivos, hemerotecas y colecciones de pliegos de ciego -y también en alguna medida del repertorio oral- otras abundantes muestras de cantos e himnos. Por eso nos vamos a limitar a presentar en este trabajo algunos ejemplos que hayan alcanzado verdaderamente algún tipo de vida oral, en la certeza de que tal dimensión conferirá a su interés sociológico atractivos añadidos desde la perspectiva de la literatura tradicional.
Pero tal restricción sigue sin limitar de forma drástica la enorme abundancia y variedad del corpus que nos interesa. Yo he oído cantar y he recogido en nuestros pueblos cantos de formas y estilos muy diferentes que ensalzan a los zapadores del rey Fernando VII, o que recuerdan la ejecución de la heroína liberal Mariana Pineda, las hazañas del general Espartero, la muerte en atentado del primer ministro Prim, la detención del anarquista que atentó contra Alfonso XIII, la ejecución de líderes liberales o republicanos, las andanzas de los soldados españoles en las guerras de Filipinas y del norte de Africa, y, por supuesto, los enfrentamientos de la Guerra Civil. La mayoría son canciones, en cuartetas, en seguidillas o en formas híbridas; algunas se acercan a la breve forma lírica y otras alcanzan desarrollos narrativos; algunas son de estilo y léxico puramente populares y otras parecen de elaboración más culta y pulida. Pero también hay romances, en versos octosílabos con rima en los pares -o dieciseisílabos monorrimos-. No son muchos, pero sí los suficientes para probar que en la tradición más reciente ha pervivido este metro asociado a funciones noticieras muy parecidas a las que tuvo en sus orígenes como género, allá en la Edad Media.
Empezaremos ya con la presentación de este material. El primer romance recogido de la tradición oral y de contenido político que vamos a conocer es uno que se refiere a las guerras civiles entre carlistas e isabelinos que ensangrentaron España en las décadas centrales del siglo XIX. Recogido por Aurelio de Llano de la tradición oral asturiana, parece creado desde el bando carlista, si bien destila una ironía y escepticismo sobre tal causa -o sobre su falta de medios y apoyos- que acabaría confirmando la derrota final del carlismo tras décadas de guerra:
I. LA VIDA DE LOS CARLISTAS en á.
La vida de los carlistas
es muy buena de contar;
en llegando al primer pueblo
comienzan a preguntar:
-¿ Dónde está el señor alcalde?
¿Dónde está ese liberal?
Que se presente al momento,
que vamos a racionar.
Quinientos hombres venimos:
quinientas libras de pan
y otras tantas de pescado
si no hay bueyes que matar.
Venimos de las provincias,
de Aragón y Portugal,
y ahora vamos pa'Estella,
ese pueblo liberal.
Cartuchos no los traemos,
la pistola por cargar,
la carabina sin llave
para don Carlos ganar.
Llamaremos a Cabrera,
que nos entregue el jornal,
que nos dé los cinco reales
y libra y media de pan,
cuartilla y media de vino
para poder merendar (3).
A continuación reproduzco un romance que recogí yo mismo, en 1990, de la tradición de Orellana la Vieja (Badajoz). Se halla muy erosionado por la transmisión oral, que ha provocado desigualdades en la medida octosílaba y alternancias en la rima, si bien, por debajo de sus irregularidades, se puede reconocer bien el metro típico del romance. Está evidentemente compuesto desde el bando contrario al carlista, el isabelino -partidario de la legitimidad de la reina Isabel II frente al pretendiente don Carlos-, y ensalza al general Espartero, la más activa e importante figura de aquel bando:
II. LA GENEROSIDAD DE ESPARTERO en ó á
Marchen con luna hasta el frente,
marchen con su división.
Tres días duró el ataque,
se acabó a puesta del sol.
El general Espartero
a Villaverde mandó
que le entreguen los estados de los heridos y muertos
que quedaron en Bilbao.
Villaverde le responde:
-Yo te apruebo la verdad:
siete mil hombres quedaron en el sitio de Bilbao
y todos a medio curar.
Estando en estar razones
se oyó a un hombre llorar.
El general Espartero
volvió en su caballo atrás,
y aunque era francés,
al médico mandó llamar.
Ha venido el cirujano,
ha empezado a registrar,
y le ha dicho el cirujano:
-Pa'esta cura es tarde ya:
todas heridas de muerte,
ninguna para sanar.
Le montaron en un carro
camino del baobá.
Cada vez que le tiraban,
catorce caños de sangre de su sangre derramaba.
El general Espartero
ha dicho en alta voz:
sólo por este individuo
diera todo un batallón.
-Si por discurso del tiempo
alguno a mi tierra va,
decirle a mi padre y madre
y a toditos mis hermanos que yo soy difunto ya.
Vivo en la calle Sevilla,
en el barrio Maravilla y en medio del Arenal,
y en diciendo el Niño Dios,
todos me conocerán.
El general Espartero
mandó echar gorras atrás:
-Recemos un Padrenuestro por este pobre individuo
que ya acaba de expirar.
El general Espartero
quedó dicho a un oficial:
-Vengan tambores y cajas, tambores y panderetas,
y la música completa donde le hayan de enterrar (4).
En 1930 se produjo en España una rebelión militar antimonárquica encabezada por Fermín Galán y por Angel García. Su intentona terminó en fracaso y en el fusilamiento de ambos cabecillas, lo que dio origen a que apareciesen multitud de coplas de ciego y de cancioncillas apologéticas de ambos militares. Yo mismo he comprobado la popularidad del tema al recoger alguna de estas canciones que se conservan todavía en la tradición oral. Se cantó, además, un romance, que "contrahacía" el popularísimo de "¿Dónde vas, Alfonso XII? y que ha si do recogido por Luis Díaz Viana de las tradiciones palentina y soriana actuales. He aquí la versión soriana:
III. EL LUTO POR GARCIA y GAIAN en á.
-¿ Dónde vas, Alfonso XIII
con chistera y sin gabán?
-Voy a ver la sepoltura
que tengo en El Escorial.
-¡Bien merecida la tienes
por fusilar a Galán!
-¿Quiénes son esas señoras
que tan enlutadas van?
-Es la mujer de García
y la novia de Galán.
García tiene una hija
que apenas sabi'hablar.
Va diciendo por las calles:
-¡Que viva la libertad! (5).
La enorme popularidad, desde hace un siglo y hasta
hoy mismo, del romance ¿Dónde vas, Alfonso XII?, ha motivado la aparición de otras contrahechuras poéticas y musicales basadas en él. Otra tan interesante como la anterior nos lleva a la época de las grandes rivalidades políticas de la IIª República (1931-1936) que culminarían con la guerra civil. Los personajes son dos famosos políticos e irreconciliables enemigos de la época, el derechista José Mª. Gil Robles y el izquierdista Alejandro Lerroux. El romance ensalza a éste y denigra a Gil Robles, aunque resulta anacrónico y poco riguroso desde el punto de vista histórico, ya que Gil Robles no murió durante la guerra ni fue "arrastrado" por los comunistas, sino que tuvo una muerte natural cuarenta años después de la Guerra Civil. Esta versión fue recogida en 1977 de la tradición oral de San Martín de Valdetuéjar (Léon) por los equipos del Seminario Menéndez Pidal.
IV. LERROUX SE APARECE A GIL ROBLES en í.
Al subir al ascensor
una sombra negra ví;
-No tengas miedo, Gil Robles,
que soy tu amigo Lerroux
que me vengo a despedir.
-Que me pillan, que me cogen
los del catorce de Abril,
que me quieren castigar
por lo malvado que fui,
que los hombres que mataron
pasaron de quince mil.
-Esos pocos son, Gil Robles,
esos pocos son al fin;
si hubieses matado a más,
España no estaría así.
Los zapatos de Gil Robles
eran de puro charol;
iban cargados de sangre
de obreros de la nación.
-¿Dónde vas, Alfonso XII,
dónde vas, triste de mí?
-Voy en busca de Gil Robles,
que ayer tarde no le ví.
-Gil Robles ya se ha muerto,
muerto está, que yo le ví;
le arrastran los comunistas
por las calles de Madrid (6).
A continuación reproduzco un romance recogido por mí de la tradición oral del pueblo de La Madalena (Asturias), de boca de un viejo minero retirado cuya familia sufrió la represión subsiguiente a la revolución que evoca: la de Asturias de 1934. Este romance fue seguramente compuesto por algún minero que cita en él a sus compañeros y evoca la geografía de una de las cuencas del carbón asturiano. Ataca otra vez a José Mª Gil Robles, figura de las más controvertidas de la época, al que hace responsable de la cruenta represión de los mineros de Asturias:
V. GIL ROBLES EN ASTURIAS en í.a
Vino Gil Robles a Asturias
montao en un zepelín;
subió por La Guardia arriba
y subió a Cocallín;
dio la mano a Celedonio
y también a Fernandín;
pasó por El Fresnedoso
y dio un abrazo a Gasparín;
pasó por La Caperona
y no miró pa'l Carballín,
non quixo ver los estragos
que hizo la Guardia Civil (7).
La Guerra Civil de 1936-1939 provocó en todos los bandos y sectores contendientes -y entre los poetas cultos adscritos a tales bandos- una auténtica eclosión de romances políticos que hizo hablar a Rafael Alberti de un "resurgimiento de la épica romanceada durante nuestra guerra española" (8). Curioso fenómeno, desde luego, el de esta súbita proliferación de cantos y de poemas propagandísticos que para cumplir su función necesitaron ser compuestos en el metro más directo y cercano a la sensibilidad popular: el del romance. Y curiosa nómina también la de todos aquellos poetas (desde Agustín de Foxá, Manuel Machado o José Mª Pemán en el lado "nacional" hasta Alberti, Aleixandre, Bergamín, Chacel, Prados, Altoaguirre; Hernández o Gil-Albert en el "republicano") que recurrieron justamente a este metro para mostrar su solidaridad y sintonía con ese pueblo. El romance que ahora voy a reproducir no pertenece a ninguno de estos ilustres escritores, sino que parece una creación de factura original y auténticamente popular. Lo he recogido a un informante del pueblo de Moroso (Cantabria) y aborda brutales escenas de la Guerra Civil:
VI. LA MUERTE DE LA REVOLUCIONARIA en á.a
Dieciséis años tenías,
edad hermosa y lozana,
que como los pajarillos
los niños juegan y saltan.
Una niña iba a la fuente
en la región asturiana,
seguía dando la comba
y sus amigas saltaban.
Llegó la huelga de Octubre,
que fue revolucionaria,
y en vez de coger la comba
tú cogiste la metralla
con los valientes mineros
que bien que la manejaban.
Siempre iban de los primeros,
hasta con las barricadas,
y en el fragor del combate
te hirió una pierna una bala.
Tú no podías moverte,
que tu vida peligraba;
dos jóvenes socialistas
intentaron de salvarla,
porque era vida preciosa
la vida de libertaria.
No pudieron conseguirlo,
y cuando a tí se acercaban
quedaron allí sus cuerpos
barridos por la metralla.
Te preguntan los del Tercio:
-¿Cómo te llamas, muchacha?
Tú dijiste puño en alto:
-Comunista libertaria.
No acabaste de decirlo
tu voz quedó en la garganta
y tu lindo cuerpecito
fue acribillado de balas.
Pero en tu lindo vestido
ahí quedó una roja mancha;
la besan con gran cariño
tu buena madre y hermana.
La miran los asturianos
como orgullo de su raza,
y será de los mineros
la bandera proletaria (9).
Terminaré esta breve presentación de romances de tema político con uno, de tradición oral, representativo del bando contrario, es decir, del "nacional". Aunque no faltaron en este bando poetas cultos que compusieron, sobre todo durante la Guerra Civil, numerosos romances de propaganda fascista, el que reproduzco tiene el interés de ser un auténtico romance compuesto y cantado por "los del Tercio", es decir, por los legionarios que fueron en aquellos años uno de los principales apoyos del bando franquista. Entre aquellos soldados, como suele ser habitual en cualquier ejército -recordemos que en las legiones romanas nacieron muchos cantos en latín vulgar que después tendrían un papel no despreciable en la conformación de la lengua y de los modos poéticos de las lenguas románicas -florecían y florecen muchos cantos llenos de combatividad política o reflejadores de sus peculiares modos de vida e ideología. O, por decirlo con palabras de ellos mismos, "en aquella Legión, evocada por Luys de Santa Marina, nacieron las canciones más estrambóticas y, a la vez, ingenuas, como propias de hombres en riesgo constante de muerte" (10):
VII. LA CHAMELONA y LOS LEGIONARIOS en ó.a
Se están juntando jamidos
en lo alto de aquellas lomas.
Aé, aé, aé, la chamelona.
Vamos allá los del Tercio,
que somos buenas personas.
Aé, aé, aé, la chamelona.
No llevaremos fusiles,
basta con unas escobas.
Aé, aé, aé, la chamelona.
Para barrer las mojamas
y cortarles la chinostra.
Aé, aé, aé, la chamelona.
Y así le podré mandar
dos orejas a mi novia.
Aé, aé, aé, la chamelona.
¡Mucho me pican las pulgas,
y no menos las pulgonas!
Aé, aé, aé, la chamelona.
Lo mismo nos pasa a todos,
y no decimos ni jota.
Aé, aé, aé, la chamelona.
Pues, hermanos en Jesucristo,
récele a Santa Apolonia.
Aé, aé, aé, la chamelona.
Hay ojos que cuando miran
los corazones destrozan.
Aé, aé, aé, la chamelona.
¿Qué pasa? ¿Que hay peligro
allá arribita en la loma?
Aé, aé, aé, la chamelona.
Pues vamos los legionarios,
que somos buenas personas.
Aé, aé, aé, la chamelona.
Saludo a los oficiales,
que son muy buenas persona.
Aé, aé, aé, la chamelona (11).
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NOTAS
(1) García Barrón, Cancionero del 98 (Madrid, 1974).
(2) Ortiz, Los bailes y el teatro de los negros en el folklore de Cuba (reimp. La Habana, 1985) p. 118.
(3) Aurelio de Llano Roza de Ampudia, Esfoyaza de cantares asturianos (Oviedo, 1977) p. 142.
(4) Romance PRC 150 en mi catálogo, recogido el día 30-7-1990 en Orellana la Vieja (Badajoz), a Isabel Cerro (1927) ya Manuela Sanz (1927).
(5) Díaz Viana, Romancero tradicional soriano, 2 vols. (Soria, 1983) I ps. 115-119: p. 115 Vid, del mismo autor Canciones populares de la Guerra Civil (Madrid, reed. 1986) p. 174.
(6) Voces nuevas del romancero castellano-leonés (A.I.E.R.), ed. S. H. PETERSEN, 2 vols. (Madrid, 1982) II p. 147. El romance fue recogido por J. A. Cid., T. Lewis, M. Sutherland y J. Yokoyama el 14-7-1977.
(7) PRC en mi catálogo. El informante Joaquín Antuña. de 59 años, nacido en la Magdalena (concejo de San Martín del rey Aurelio, Asturias) fue entrevistado el 2-7-1989.
(8) En la "Introducción" al Romancero general de la guerra de España (Buenos Aires, 1944).
(9) PRT 418 en mi catálogo. El informante Maximino Ruiz nació en Moroso (ay. Valderredible, p. j. Reinosa, Cantabria) en 1928. Fue entrevistado en Aguilar de Campoo, Palencia, el 4-7-89, en presencia de Encarna Ruiz, nacida en 1917 en Castrillo del Haya, (ay. Valdeolea, p. j. Reinosa Cantabria), que también conocía el romance, con otras variantes.
(10) Rafael García Serrano, Cantatas de mi mochila (Madrid, 1992), p. 145.
(11) García Serrano, Cantatas de mi mochila, ps. 146-147