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EL OBISPO y EL PASTOR
A principios de siglo pasado, cuentan que el Obispo de Astorga acordó un buen día del mes de S. Juan, hacer una excursión con todos los seminaristas que iban a cantar Misa en el año, y a la vez poner a prueba el vigor e inteligencia de cada uno de ellos, pues tenía que repartir las parroquias y tenía que actuar con gran tacto para colocarles en el lugar correspondiente. Salieron por la temprana cada uno con su ración de comida camino de "Los Montes de León", él a caballo y ellos a pie.
Casi todo el día llevaban andando por aquellos montes, cruzando barrancos y peñas, cuando llegaron al "Morredero" (monte pastoril entre Bouzas y Peñalba) y se encontraron con un anciano pastor, todo cubierto de pieles que estaba guardando ganado. El Obispo detuvo la marcha, pues aseguró a los seminaristas que estos viejos pastores eran grandes en saber (cosa que ellos no acertaban a comprender: cómo un viejo pastor tan rudimentario y primitivo pudiera ser sabio); sólo pensarlo les producía hilaridad, pero por si acaso tuvieron buen cuidado de estar atentos a la conversación:
-Buenas tardes, señor, buenas tarde nos dé Dios (y mirando para las últimas nieves que todavía quedaban por los Montes Aquilanos, comentó) parece que está nevada la sierra...
Rápido contestó el pastor:
-Si de setenta para ochenta.
-¿y cuántos huevos puso la garza?
-Doce, y si los seis primeros salen buenos; los demás no se preocupe por ellos.
Siguió el Obispo su camino medio risueño seguido de los futuros párrocos en dirección a S. Pedro de Montes, para hacer noche en el Monasterio, aconsejándoles que recordaran lo hablado, porque les preguntaría por el tema. Al llegar al pueblo ya la noche cubría todo el valle Berciano. Los frailes acomodaron lo mejor que pudieron a los huéspedes y dando buena ración de cebada al caballo lo dejaron en las cuadras. Retiráronse todos a descansar. El Obispo les recordó por última vez que pensaran en la conversación mantenida con el pastor, ya que al día siguiente les preguntaría a uno por uno, y aquel que mejor contestase le daría la mejor parroquia.
Todos, a pesar del cansancio de la jornada, empezaron a dar más importancia a la conversación y la recordaron toda ella pero no sacaban nada en concreto, y uno por uno fueron quedándose dormidos.
Había uno que era el más retrasado en estudios que no entendía nada de lo hablado y se le ocurrió ir a hablar al pastor; para ello cogió el caballo del Obispo. Se fue a la cabaña y con el pastor lo aclaró todo. Cuando la alborada llamó a las puertas del Monasterio, ya estaba de vuelta.
El Obispo y el Abad fueron preguntado a uno por uno; desfilando por delante de los dos santos varones, se les despedía con un cierto dolor, ya que demostraban ser buenos estudiantes pero de poco ingenio. Cuando llegó el turno al más torpe (éste procuró ser el último) empezaron las preguntas de rigor:
-¿Cómo está la Sierra?
-La sierra está blanca como la cabeza del viejo pastor.
Sorprendido el Obispo, siguió:
-¿Cuántos huevos tiene la Garza?
-La Garza es el año, los huevos los meses.
-¿Qué quiso decir con los seis primeros ?
-Quiso decir que si vienen sin engaño valen más que los bueyes y el carro.
-¿y cómo deben de ser?
-Enero, nevoso; febrero, heloso; marzo, airoso: abril, lluvioso; mayo, pardo, y San Juan, claro; y ya tiene asegurado el pasto pal año.
-Bien hijo -le dijo el Obispo-, los demás tendrán las parroquias en los lugares que haya pastoreo.
Cuentan que con el tiempo llegó a ser obispo y destacaba por su ingenio y sabiduría.
AMADOR DIEGUEZ AYERBE
Recopilador del "Cancionero Berciano"
LA MALA HIERBA
En el campo hay una flor
que siempre está deshojada,
la doncella que la pise
será la más desgraciada.
Quiso Dios, quiso la Virgen,
que mi Eugenia la pisara.
Un amediodía comiendo,
su padre la remiraba.
-Padre, ¿qué me mira usted?
¿Qué me mira usted a la cara?
-Hija, ¿es que estás malita,
o es que estás acatarrada?
-Padre yo no estoy malita,
ni tampoco acatarrada,
que es un dolor de cabeza,
que me tiene trastornada.
Llaman los mejores médicos,
los mejorcitos de España.
Unos dicen que se muere,
otros dicen que no es nada.
-El más entendido de ellos:
-Tu hija está embarazada.
Ella se mete en su alcoba
repuntada de dolor.
A las nueve de la noche,
Eugenia tuvo un varón.
-Lléveselo usted don Angel
envueltecito en la capa,
que si su padre se entera
la cabeza le cortara.
-¿Qué lleva usted ahí, don Angel,
envueltecito en la capa?
-Llevo rosas y claveles,
de las mocitas de España.
Recopilador: José Manuel Fernández Cano.
Recogidos en: Alcázar de S. Juan (Ciudad Real), de: Gregoria Gil-Ortega Alameda, de 67 años de edad. En 5 de agosto de 1981. Natural de Las Labores de San Juan (Ciudad Real).
ROMANCE
Era una joven doncella
de una familia muy rica.
Su novio la abandonó
viéndola que ,estaba encinta.
Sus padres que se enteraron
de la manera que estaba,
le dan palizas de muerte
y la echaron de su casa.
Aquella tribulación
se fue en casa su madrina,
a donde la recogieron
como si fuera una hija.
Allí de nada le falta
y ella siempre está llorando,
pensando en el porvenir
que se le iba acercando.
A eso de los nueve meses,
Carmela tuvo un varón.
No lo habían cristianado
por no deshonrar su honor.
Carmela dio en escribirle
una postal a su novio.
Lo cual le puso una cita,
que se vieran los dos solos.
Rogelio aceptó la cita,
que Carmen le había dado;
y se la vino a encontrar
recostada al pie de un árbol.
Con la sonrisa en los labios,
dijo Carmela: -Soy yo,
acércate y verás
el fruto de nuestro honor.
Rogelio se iba acercando,
dándole besos al niño.
-¡Válgame que desgraciado,
va a ser, este hermoso niño!
-Rogelio no digas eso,
no maldigas a tu hijo.
¿Te acuerdas del juramento
que tú hiciste conmigo?
-Las palabras que te hablé;
el jurar todo es en vano.
Tú te quedas con tu hijo,
que yo me lavo las manos.
Se despide a la francesa,
y Carmen le pega un tiro.
El quedó muerto en el acto,
y ella se fue con su hijo.
Ella se fue con su hijo
al Puerto de Guadarrama,
a embarcar en un vapor
que salía hacia la Habana.
Al llegar al altamar
puso el pie en una baranda,
arrojándose a la mar ,
ella y su hijo del alma.
Recopilador: José Manuel Fernández Cano.
Recogidos en: Alcázar de S. Juan {Ciudad Real),de: Gregoria Gil-Ortega Alameda, de 67 años de edad. En 5 de agosto de 1981. Natural de Las Labores de San Juan (Ciudad Real).
ROMANCE
En la ciudad de Valencia un matrimonio vivía,
eran ricos y hacendosos y una hija que tenían,
esa hija tenía un novio llamado Pedro Carreño
a quien Mariabel amaba por ser un chico muy bueno.
A los padres de María nunca Pedro le hizo en gracia
le prepararon la boda con un sobrino de casa,
María dijo a sus padres -piensen lo que van á hacer,
si no me caso con Pedro con nadie me casaré-.
Los padres nunca creyeron las ideas de su hija,
le prepararon la boda dentro de muy pocos días.
La novia se confesó luego se vistió de gala
y al ver entrar a su primo se ha caído desmayada,
la levantaron del suelo y luego que volvió en sí
ella le dijo a la gente -voy un momento al jardín-,
voy un momento a jardín, ella le dijo a la gente,
y tirándose en el pozo allí recibió la muerte
Ya les parece que tarda, todos al jardín bajaron
y al verla dentro del pozo atónitos se quedaron.
Ya la sacaron del pozo la subieron para casa
y en el bolsillo la encuentran esta tristísima carta:
"Dios me perdone mis faltas, mis padres y demás gente,
por no casarme a disgusto he preferido la muerte."
Pedro Carreño, su novio, le ha mandado hacer la caja
con la tapa de cristal toda de seda bordada
y encima lleva un letrero que dice "pobre María",
que en paz descanse su alma que ha muerto por culpa mía.
Recogido en el pueblo de Bohoyo (Avila). Recopiló José Manuel Fraile Gil.