Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
El Ballestero es un apartado rincón al oeste de Albacete, que ha sufrido, como casi todos los de la comarca la merma de personas que ha causado la emigración masiva. El día veintiocho de diciembre, Santos Inocentes, una persona del pueblo madruga más que de costumbre. En un ceremonial íntimo procede a vestirse con la enagua blanca que le cubre hasta los pies, el paño calado que le tapa la cara y la alforja al hombro, de harapa de telar, en la que serán depositadas las limosnas que quieran dar los vecinos, bien dinero o tortas de manteca. Nadie sabe de quién se trata. El Blanco, como le llaman, cumple promesa que hizo o que heredó.
Son muchas las personas que aguardan turno, esperando coger algún día la campanilla. Para evitar que en un mismo año salgan varias, es condición tenerla ya en casa desde tiempo antes para ir llamando de puerta en puerta. Lo que recoja lo entregará al párroco, que, según dicen «repartirá entre los necesitados y dirá una misa por todos los difuntos del lugar».
Vengo del Maestrazgo directo, justo al tiempo en que esta Anima Muda va a pasear su silencio por las calles. Estoy en su casa temprano, para verlo vestir. Me lo permiten por ser «de fuera». La mujer lo ayuda. Las hijas lo asisten. El día va a ser frío y el penitente, a quien no puedo nombrar, está de pie en el centro de una sala. La señora indica:
-Quítate la chaqueta y el jersey, que no te va a entrar el camisón.
-Toma la gorra, ponla por ahí hasta la noche.
-¿Puedo preguntarle? -tanteo-.
-Es una promesa, mire usted, es un acto religioso que cuando se ve uno mal de cualquier cosa se hace el ofrecimiento.
-El cuello parece que está pasao, nene, -dice ella-.
-¡Qué va!
-Y entonces este año lo ha ofrecido usted.
-Lo tenía ofrecido cuando estaba en el servicio y hoy, a los cincuenta y ocho años he podido cumplirlo.
-La camisa puede ser una cualquiera...
-Siendo blanca, como sea.
-¿Para ésto hace falta ser católico?
-No. Con ofrecerlo ya está -dice la mujer mirándome; luego se dirige a él-: ¿Cómo te has puesto la manga?
-No sé. Yo qué sé.
-Me decía usted...
-Pues eso, cuando se ve uno en apuro pues yo le ofrezco esto a la Virgen, salir vestido de Blanco...
-Aguanta aquí
-...es una promesa, es menester salir por todo el pueblo pidiendo en las casas.
-¿y qué le dan?
-Eso ya es la voluntad.
Interviene ella:
-Dan Perras, dan patatas, dan dinero, y todo se le lleva a la Virgen para ponerle velas y esas cosas, -le coge la mano-: toma, los guantes.
-¿Mucho tiempo en la calle?
-Mientras dure el recorrido, llueva o nieve.
-Usted se dedicará...
-Mi oficio es pastor. Tengo el ganao dentro por todo el día -se vuelve a las hijas-: os he dicho que le deis una vuelta a media tarde.
-Ponte esto.
La mujer le acerca la mascarilla.
-¿Es voluntario?
-Sí.
-¿Lo acompaña alguien?
-Una campanilla.
-Aguárdate, nene -lo retoca-, ya te puedes ir.
Lo sigo a distancia durante una hora. El Blanco se confunde con el blanco del pueblo, Ballestero. Suena tímida la campanilla y chirrían los goznes de las puertas. Un rostro asoma, unas manos abren la alforja y dejan algo. Si se cruza con alguien le hace sitio y le da perras. «¡Hombre, el Blanco!». Después me he ido a ver al cura, depositario del fruto de la penitencia de este hombre anónimo.
-Pienso que es una cosa curiosa y tiene gran valor para la persona que lo hace. Es una promesa voluntaria el pedir para la misa del Blanco y que se celebra en honor de los Santos Inocentes. Y lo hacen por problemas grandes de los que se haya librado. Hay muchos que esperan. Y una pugna por conseguir la campanilla, porque sin ella no se puede salir.
-¿Y cómo se consigue?
-Antes, esta campanilla se llevaba a la ermita de la Patrona el lunes de Pentecostés, que se va con la imagen de la Virgen a una aldea cercana que se llama Villargordo, y al llegar allí, el primero que la cogía ése salía de Blanco.
-¿Hay sufrimiento?
-No tiene. Sólo el estar esperando, la tensión por conseguir la campanilla y que no lo conozca nadie, que ese día no lo vea descubierto persona del pueblo.
-¿Sólo hombres?
-La mujer también. Hay veces en las que el ofrecimiento lo hace la madre y para que no vaya ella, sale el hijo, el hermano, el esposo.
-¿Y de dónde cree usted que arranca todo ésto?
-De siempre.
-Bueno...
-Pienso que de la Inquisición. ..-medita-: Blanco, Inocente, cara tapada, misa con lo que recoge. Podría ser de cuando alguno era acusado injustamente y lograba convencer de su inocencia. Si lo conseguía, salía Blanco como símbolo de ello.
He querido llevarme una alforja como la del Blanco. He han indicado un telar.
-Como éste ya no hay dos -me aclara el artesano-, lana, todo lana. Mi madre me enseñó a mí en el suyo y lo quemé porque era pequeño y después hice éste. Los dibujos los saco de mi cabeza; a mi sólo me enseñaron a tejer.
Cuando salgo a la calle con mi paquete pasa el Blanco cerca. Se hace un corrillo de mujeres a las puertas y cada vez más lejano, percibo el eco de sus dudas:
-Ahí va el Blanco.
-¿Quién será este año?
-¿Será fulano? ¿Será mengano?