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La fecundidad del Romancero Viejo del siglo XV se bifurcó en una doble dirección: por una parte, los poetas cultos, a partir del siglo XVI, siguen componiendo romances, que reciben el nombre genérico de Romancero Nuevo; y por otra, la tradición popular transmite oralmente los viejos romances y crea otros nuevos de tradición oral más reciente.
Estos últimos romances de nueva tradición se caracterizan -según Ramón Menéndez Pidal- por tratar temas lugareños o campesinos y ser de sencilla invención (1). Entre ellos se encuentra el titulado «Los mozos de Monleón», creado y difundido en diversas zonas de la provincia de Salamanca, del que se conservan varias versiones (unas diecisiete, según Menéndez Pidal). lo cual está dentro de la lógica de las diversas variantes que crea siempre la transmisión oral de cualquier poema. La transmisión oral de este romance sigue aún viva en muchos pueblos de Salamanca.
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De «Los mozos de Monleón» conservamos, como hemos dicho, varias versiones de su texto, pero además también su música, dato importante, pues poseemos de él los dos elementos que en su conjunción sirvieron, y sirven, para difundir una enorme parcela de la cultura popular: letra y canto, literatura y música.
De entre las distintas versiones del romance, vamos a ver dos de ellas bastante significativas: la primera recogida por el presbítero salmantino Dámaso Ledesma, amplia y con detalles secundarios, y la segunda dada por G. Menéndez Pidal, más escueta que la primera.
El sacerdote salmantino Dámaso Ledesma publicó en 1907, en Salamanca, una obra fundamental para el folklore de la música popular española, titulada Folk-lore o cancionero salmantino. En ella recoge, además de la música, el texto de «Los mozos de Monleón», tomado en el pueblo salmantino de Robliza a Ramón Reyes. Federico García Lorca, atraído por el romance, incluye en sus Cantares populares la versión del Cancionero de Ledesma, armonizando su música y cambiando algunos detalles y abreviando el final del texto. He aquí la versión de Dámaso Ledesma:
LOS MOZOS DE MONLEON
Los mozos de Monleón
se fueron a arar temprano,
alsa y olé,
se fueron a arar temprano,
para ir a la corrida,
y remudar con despacio,
alsa y olé,
y remudar con despacio.
Al hijo de la veiiuda,
el menudo no le han dado,
al toro tengo que ir,
aunque lo busque prestado.
Permita Dios si lo encuentras,
que te traigan en un carro,
las albarcas y el sombrero
de los siniestros colgando.
Se cogen los garrochones,
marchan las navas abajo,
preguntando por el toro,
y el toro ya está encerrado.
En el medio del camino,
al Vaquero preguntaron,
qué tiempo tiene el toro,
el toro tiene ocho años.
Muchachos no entréis a él,
mirar que el toro es muy malo,
que la leche que mamó,
se la di yo por mi mano.
Se presentan en la plaza
cuatro mozos muy gallardos,
Manuel Sánchez llamó al toro
nunca le hubiera llamado,
por el pico de una albarca
toda la plaza arrastrado;
cuando el toro lo dejó,
ya lo ha dejado muy malo.
Compañeros, yo me muero,
amigos, yo estoy muy malo,
tres pañuelos tengo dentro,
y este que meto, son cuatro.
Que llamen al confesor,
para que vaya a auxiliarlo.
No se pudo confesar,
porque estaba ya expirando.
Al rico de Monleón
le piden los bües y el carro,
pa llevar a Manuel Sánchez,
que el torito le ha matado.
A la puerta la veñuda
arrecularon el carro;
aquí tenéis vuestro hijo
como lo habéis mandado.
Al ver a su hijo así,
para tras se ha desmayado.
A eso de los nueve meses
salió su madre bramando,
los vaqueriles arriba,
los vaqueriles abajo,
preguntando por el toro:
el toro ya está enterrado (2).
Veamos ahora la versión que nos ofrece G. Menéndez Pidal en su edición de la obra titulada Romancero, editada en Madrid, en 1935, y que forma parte de la «Biblioteca Literaria del Estudiante», dirigida por Ramón Menéndez Pidal, tomo XXV. Se trata de una variante algo más escueta:
LOS MOZOS DE MONLEON
(Romance regional de Salamanca)
Los mozos de Monleón
se fueron a arar temprano
para dir a la corrida
y remudar(a) con despacio;
al hijo de la veyuda(b)
el remudo no le han dado.
-Yo a la joriza(c) he de ir
aunque lo busque emprestado.
-Permita Dios si allá vas
que te traigan en un carro,
las abarcas y el sombrero
de los indiestos(d) colgando!
Se cogen los garrochones,
se fueron la nava abajo,
preguntando por el toro,
y el toro ya está encerrado.
En el medio del camino
al vaquero se encontraron.
-¿Cuánto tiempo tiene el toro?
-El toro tiene ocho años.
Muchachos, no entréis a él;
mirar que el toro es muy malo,
que la leche que mamó
se la di yo por mi mano.
-Si nos mata que nos mate,
ya venimos sentenciados.
Manuel Sánchez llamó al toro,
nunca lo hubiera llamado:
por el pico de una abarca
toda la plaza arrastrando.
-Compañeros, yo me muero;
amigos, yo estoy muy malo;
tres pañuelos tengo dentro
y este que meto son cuatro.
Al rico de Monleón
le piden los gües(e) y el carro.
A la puerta la veyuda
arrecularon el carro.
-Aquí tenéis vuestro hijo
como lo habéis demandado.
A eso de los nueve meses
la madre sale bramando;
los vaqueriles arriba,
los vaqueriles abajo,
preguntando por el toro,
y el toro ya está enterrado (3).
Como puede observarse, el texto de Ledesma presenta detalles que no aparecen en el de G. Menéndez Pidal: la salida a la plaza de los «cuatro mozos muy gallardos»; la llamada al confesor, que no llega a tiempo, y el final, en el que la viuda se desmaya al ver el cadáver de su hijo.
Estas son solamente dos versiones de las varias que existen y que se conocen. Ramón Menéndez Pidal cuenta que en 1902 recibió una de un ermitaño de Iñigo, aldea próxima al pueblo de Monleón; se trata de una versión de ciego, en la que uno de sus versos habla de «el año cincuenta y cuatro» como fecha del suceso, con lo que Menéndez Pidal imagina que la creación del romance sería 1854, ó acaso 1754. Sobre la extensión del poema, el mismo autor nos dice que las diferentes versiones «suelen tener de 26 a 38, y algunas más largas sólo llegan a 56 y 58» (4) versos.
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También, como hemos dicho, poseemos la música del romance. Cantado se ha difundido, y se difunde todavía, por la geografía salmantina. Allí lo recoge Dámaso Ledesma para incorporarlo a su Cancionero salmantino. Y de Ledesma lo tomó Federico García Lorca, armonizando su partitura musical.
Pero su difusión musical ha tenido gran amplitud, pasando de la tradición popular al mundo del disco. Oigamos la noticia que nos da en este sentido Ramón Menéndez Pidal:
«También se los presenta a los romances en público bajo su forma auténtica, cantados; pero entonces el espectáculo moderno rechaza la repetición prolongada de la misma melodía, y la Argentinita interrumpía a trozos el canto para sustituirlo por la recitación simple, como puede verse en Los mozos de Monleón, grabado en disco gramofónico dirigido por García Lorca» (5).
Por lo tanto, la Argentinita canta ya en disco este romance en la época de la II República. Más cercana a nosotros, Nati Mistral también incluye en su repertorio «Los mozos de Monleón», alternando igualmente, como ya hiciera la Argentinita, la recitación con el canto. Y hoy mismo, el cantante salmantino Angel Carril también lo canta, habiendo recogido y grabado en disco varias versiones diferentes de música y texto, tomadas en diversos pueblos salmantinos.
Veamos las dos partituras que Dámaso Ledesma incluye de «Los mozos de Monleón» en su Cancionero de 1907:
Y también la armonización musical que realiza Federico García Lorca de las partituras de Dámaso Ledesma:
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La acción trágica que se desarrolla en el romance es intensa y escueta: al celebrarse una corrida de toros en un cercano pueblo, los mozos de Monleón deciden acudir a ella; realizan temprano sus faenas agrícolas de arado para tener tiempo de remudarse, de ponerse la ropa limpia. La viuda no da el remudo a su hijo Manuel Sánchez, pues no quiere que vaya a los toros; éste amenaza a la madre con pedirle prestado, ante cuya postura la viuda le lanza una premonición: el toro lo matará, si va a la corrida, y traerán su cadáver a casa en un carro. Manuel Sánchez, que lleva encima el fatal augurio materno, se va con sus amigos y en el camino se encuentran al vaquero que ha criado al toro, que les da un serio aviso: no deben entrar al animal, pues es muy malo. Ellos no hacen caso a la voz de la experiencia, al considerarse «sentenciados». Ya en la plaza, Manuel Sánchez llama al toro, que le coge y le arrastra por todo el ruedo, dejándolo moribundo. En el carro del rico de Monleón llevan el cadáver del mozo a la viuda, su madre, cumpliéndose así la premonición materna.
¿Con qué elementos se logra la trágica intensidad poética? Así se manifiesta Ramón Menéndez Pidal:
«Este romance se recomienda por su rapidez narrativa, por su acierto en las transiciones y diálogos, por su general concisión, cualidades que, salvada la diferencia de altura, recuerdan el romancero viejo. Se recomienda, además, para nosotros, porque, en su rústica modernidad, nos permite observar algo pertinente a los orígenes del romancero viejo» (9).
La rapidez y la concisión narrativas saltan a la vista: se narra el hecho en tercera persona verbal, sin dejar entrada a elementos subjetivos, algo característico de la épica. Los diálogos ocupan una parte importante del poema y desempeñan un papel clave en la definición y relación de los personajes, creándose con ellos (con los diálogos) una verdadera tensión dramática. Veamos su estructura:
-Diálogo mozo/viuda (versos 7-12 del segundo texto). Se oponen en él juventud y maternidad posesiva, fuerza juvenil liberadora frente a fuerza adulta represora.
-Diálogo mozos/vaquero ( versos 19-26 ). Confrontación entre juventud desmedida y madurez de la experiencia mesurada.
-Monólogo de Manuel Sánchez (versos 31-34), que comunica, con impotencia, su situación, trágica situación, agonizante.
-Final (versos 39-40), en el que se entrega el cadáver del mozo a la viuda, su madre, con unas escuetas palabras que desvelan cómo se ha cumplido el fatal augurio.
La dialéctica trágica del romance gira en torno a tres polos: mozo (hijo), viuda (madre) y toro. Transgresión desafiante y liberadora del mozo. Premonición que le lanza, como un augurio fatal, la viuda. La lucha entre estos dos elementos se desarrolla a lo largo del texto, y al final, como desenlace, el hijo es víctima del toro, oscuro símbolo de la muerte, purificándose así de su transgresión, con lo que el orden impuesto por la viuda (autoridad) se restablece, quedando truncada la transgresión. liberadora del mozo (juventud). El atrevimiento o desmesura de Manuel Sánchez frente al orden establecido exige una catarsis o purificación trágica, que se realiza en el romance por medio de la embestida del toro que provoca la muerte del mozo. He aquí el triángulo trágico:
Aparece en la tragedia una lucha generacional y social entre una madre posesiva, que no renuncia a la autoridad sobre su hijo, y ese vástago, que ya no se considera niño, sino adulto, y, por tanto, lucha por su derecho de emanciparse de la viuda, recurriendo para ello a un rito de iniciación en la madurez (varonía) aceptado por la colectividad: la tauromaquia, la corrida, la lucha con el toro; al salir airoso de ella, el muchacho espera demostrar su mocedad y así poder pasar de niño a adulto, liberándose del dominio materno. La viuda, como no acepta el cambio de situación generacional del hijo, le lanza un fatal augurio que, al convertirse en realidad, restablece a la vez el orden materno (posesión del hijo) y el orden social de la comunidad rural (los adultos llevan las riendas, no pudiendo los hijos escapar a su tutela). El rito aquí no se ha consumado; ha quedado quebrado, pues se ha provocado la tragedia. Tres de las funciones señaladas por Vladimir Propp en su Morfología del cuento, aparecen con claridad en esta acción: Prohibición (de ir a la corrida), transgresión (ir a la corrida) y castigo (muerte). La primera de ellas corresponde a la viuda; la segunda, al hijo (Manuel Sánchez), y la tercera, al toro (10).
Julián Pitt-Rivers define la corrida como un rito en el que se produce «la reivindicación de la hombría a través del sacrificio del animal más viril del bestiario moderno, el toro, quien lega a la Humanidad en su inmolación sus cualidades de macho fértil» (11). Y es lo que trata de realizar Manuel Sánchez al acudir a la corrida del pueblo cercano, sin la autorización materna: participar en el rito para reivindicar ante la colectividad su hombría, como una gracia que da el rito, «y la gracia que se obtiene en la corrida -sigue diciendo Pitt-Rivers- es la hombría, cualidad moral por ser valor, y física, por depender, en España, de las fuerzas de la Naturaleza» (12). Pero el mozo de Monleón no obtiene la gracia de la hombría que busca al participar en el rito, pues éste se quiebra, como hemos dicho, al no ser inmolado el toro, sino el mozo, no pudiéndose transmitir, por tanto, las cualidades de macho fértil de la bestia (el toro) al hombre (Manuel Sánchez).
La viuda, como representante del mundo adulto que marca las pautas de comportamiento, se comporta como un ser oscuro e irracional; no es extraño que a Federico García Lorca le atrajera este romance en el que la figura femenina tiene tantas concomitancias con las mujeres madres de su teatro (Bernarda Alba, por ejemplo). Como contraste, se nos presenta la figura del vaquero, también perteneciente al mundo adulto, pero que no utiliza, como la viuda, la autoridad con los mozos, sino la persuasión que le da su experiencia profesional. Y, por fin, en oposición a viuda y vaquero, aparecen los mozos, y en especial Manuel Sánchez, con una conducta valiente, desmesurada, exponente de sus ansias de libertad, acudiendo para probarlo al rito iniciático de la tauromaquia, de la lucha con el toro.
Y para terminar este análisis de «Los mozos de Monleón», es interesante recurrir a la teoría de los actantes de Algirdas Julien Greimas (13). Son los actantes funciones que se cumplen en el relato (consideramos el romance como un relato épico en verso). Greimas distingue seis. Veamos cómo se dan en el poema:
-Sujeto: es aquí Manuel Sánchez, que realiza la acción que se nos narra en el texto.
-Objeto: ir a la corrida del pueblo vecino y participar en ella, para lo que necesita un remudo.
-Ayudante: quien presta el remudo al sujeto. Los otros mozos compañeros del sujeto: el vaquero, que le da buen consejo; el confesor, que no llega a tiempo; el rico de Monleón, que presta el carro para llevar el cadáver del sujeto a su casa. Como podemos ver, la función de «ayudante» aparece varias veces en el romance.
-Oponente: la viuda, su madre, que no le da el remudo y que le echa ese mal augurio, y el toro, que al matar al sujeto, impide su entrada en la hombría.
-Remitente: los que cargan el cadáver del sujeto en el carro, con destino a su casa.
-Destinatario: la viuda, madre del sujeto.
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Finalmente, una breve localización geográfica de Monleón, el pueblo salmantino escenario de los hechos que canta el romance: Se halla en el sureste de la provincia, en una zona intermedia entre el campo, así llamada la zona llana, y las sierras de Francia y de Béjar; pueblos con él colindantes de cierta población son Guijuelo y Linares de Riofrío.
Monleón se levanta sobre un cerro, y está cercado de murallas y coronado por la maciza y hermosa torre de su castillo medieval, desde la que se divisan los campos de su término municipal y los ríos Mandiles, Riofrío y Alagón, que bordean el pueblo.
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a) REMUDAR: mudarse, ponerse ropa limpia. REMUDO: muda, ropa para mudarse.
b) VEYUDA: viuda.
c) JORIZA, ZORIZA o TORIZA : corrida de novillos.
d) INDIESTOS: estadonios, esto es, las estacas que lleva a los lados el carro para sostener la carga.
e) GüES: bueyes.
(1) MENENDEZ PIDAL, Ramón, Romancero Hispánico (hispano-portugués, americano y sefardí). Teoría e Historia, Vol. 2, Madrid, 1953, pp. 422-423.
(2) LEDESMA, Dámaso, Folk-lore o Cancionero Salmantino, reedición facsimilar, Salamanca, 1972, pág. 163.
(3) Romancero, Selección hecha por G. MENENDEZ PIDAL, Biblioteca Literaria del Estudiante, Tomo XXV, Madrid, 1933, pp. 223-226.
(4) MENENDEZ PIDAL, Ramón, Op. cit., Vol. 2, pág 423.
(5) MENENDEZ PIDAL, Ramón, Op. cit., Vol. 2, pág. 429.
(6) LEDESMA, Dámaso, Op. cit., pág. 18.
(7) LEDESMA, Dámaso, Op. cit., pág. 184.
(8) GARCIA LORGA, Federico. Obras Completas, Vo1. 1, 20ª ed., 1ª reimpresión, Madrid, 1978. pág. 1.241.
(9) MENENDEZ PIDAL, Ramón. op. cit., Vol. 2, pág. 423.
(10) PROPP, Vladimir, Morfología del cuento, Madrid, 1971.
(11) PITT -RIVERS, Julián. “El sacrificio del héroe”, en el diario “EL PAIS", jueves 4 de octubre de 1984, pág. 9.
(12) PITT.RIVERS, Julián. artículo citado, pág. 9.
(13) GREIMAS, A. J., Sémantique structurale, París, 1966. (Traducción al castellano: Semántica estructural, Madrid, 1971).