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Revista de Folklore número

010



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Los abanderados del fuego de Mayorga de Campos

VAL SANCHEZ, José Delfín

Publicado en el año 1981 en la Revista de Folklore número 10 - sumario >




Todos los 27 de septiembre se celebra en Mayorga de Campos, desde hace tantos años que"la noche" se pierde en la noche del olvido, la Procesión Cívica de El Vitor, en conmemoración de la llegada de las reliquias de Santo Toribio de Mogrovejo, hijo del pueblo, obispo de Lima, muerto muy lejos del pueblo vallisoletano que le dio el aliento, la primera alegría y seguramente también el primer disgusto; muy lejos del río Cea que corre cerca de su casa natal y del Caserío Castilleja que, si pudieran, a lo mejor hablaban de aquel Toribio-Alfonso niño.

Es una noche de lírico aquelarre. Una noche de fiesta entre religiosa y profana, donde el fuego es el protagonista, después del santo.

Es una fiesta "maravillosa y grandiosa", según reza en los programas de mano. Es un caso más de la España insólita, dice Don Manuel que se ha venido con nosotros desde Rioseco, donde trabaja de alcalde. Es una barbaridad, dice Don Avelino. Es un portento de fervor y tradición, opina Don Marciano, quien, además de ser devoto mantenedor de la tradición procesional, es autor de unos versitos para cantar con la música del pasodoble "El Vitor", dedicado al santo:

Muchos mayorganos en la noche de hoy
corren, cantan y bailan en su derredor
acompañando al Vitor
que es la enseña más gloriosa
y es el timbre más honroso del Santo Patrón.

Todo el pueblo se echa a la calle. Los niños y los ancianos. Los sanos y los enfermos. Los sanos con ganas de divertirse y los enfermos con ganas de sanar por intercesión del santo paisano. Todos quieren participar en "El Vitor".

Acudamos a casa de Don Marciano para poder conocer la fiesta desde sus prolegómenos.

Don Marciano, con doce de los suyos, se ha ataviado ante nosotros con un viejo traje cuajado de goterones de alquitrán que, por el paso de los años, ha ido formando unas costras duras e incombustibles. Parece un viejo traje de amianto, negro y brillante. Don Marciano así, parece que va, o viene de otro mundo. Don Marciano se ha calado la boina y sobre ella se ha colocado un sombrero de paja, con improvisado barboquejo, recubierto de duros goterones negros de pecina seca.

Santo Toribio es
hijo de Mayorga.
Guía y Protector de su pueblo fiel
que no le olvidara, aunque cambien los tiempos
presentes, futuros y todo lo demás.

La procesión se inicia a la puerta del Ayuntamiento, tras pedir permiso a la primera autoridad. Y es entonces cuando los procesionarios van saliendo de sus casas, vestidos de semejante guisa, muy contentos porque son protagonistas de un suceso histórico, trascendental. Llevan unas altas pértigas, como de tres metros y en lo alto, prendido, un pellejo de vino, seco, arrugado y duro.

Ante la escasez de estas corambres, los mozos recorren durante semanas los pueblos de varías provincias comprando pellejos allá donde los halla. Luego, cuando todas las corambres sean encendidas ante la ermita del santo, desfilarán por las calles de Mayorga -pueblo blanco- como abanderados del fuego, soltando un humo denso y negro del que se desprende un olorcillo a vino y alquitrán que permanecerá durante muchas horas en el ambiente de la noche.

La procesión Cívica de El Vítor comienza y termina en la ermita del santo, a orilla del río, y dura cerca de cuatro horas. En su recorrido, va siguiendo la ruta de los templos, pasa ante el tradicional e histórico "rollo" mayorgano y tiene en la Plaza Mayor su más desenfrenada manifestación de ruido y fuego. Suelen quemarse unas trescientas corambres, y quien más quema, más goza. Las peñas de mozos están perfectamente organizadas para esa noche y van suministrando nuevas corambres a quienes ya han quemado la que portan en lo alto de la pértiga. Un trago de vino de cuando en cuando para limpiar de humo la garganta viene bien. La noche es larga, la procesión es lenta. Todos quieren alargar las calles para que la fiesta se prolongue casi hasta la madrugada, pero no hay más calles, no hay más fuego, no hay más tiempo. Se llega a la ermita del santo, cuando a lo lejos comienzan a aparecer las primeras luces, y se canta la Salve. Todo el pueblo ha estado unido desde el principio hasta el fin: hasta este emocionante momento. Algo así debió ocurrir cuando llegaron las reliquias del santo. Ese trozo de hueso que se guarda en dos lugares.

La Cofradía del Santo tiene veinticuatro caballeros de la Congregación de Santo Toribio de Mogrovejo, en recuerdo de los veinticuatro clérigos que había en el lugar cuando llegaron los huesos del obispo, uno de los cuales se conserva en una casa del pueblo, y otro -digamos otra reliquia- en el Convento de Madres Dominicas, donde murió monja una hermana del santo.

El propio Vitor -especie de enseña-estandarte- es guardado por la familia "Los Garatos", por costumbre heredada de sus antepasados.

Hacia las cuatro de la madrugada las llamas de las últimas corambres empiezan a apagarse. Por las calles de Mayorga han quedado dos regueros paralelos de alquitrán, aún caliente.



Los abanderados del fuego de Mayorga de Campos

VAL SANCHEZ, José Delfín

Publicado en el año 1981 en la Revista de Folklore número 10.

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