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A este templo hemos venido
con alegría y con anhelo,
para cantar este ramo
al Cristo de los Remedios.
Al señor cura pedimos,
el ministro del altar,
que nos conceda licencia
para este ramo cantar.
Dos puertas tiene la ermita;
entremos por la del medio.
para cantar este ramo
al Cristo de los Remedios.
Dos puertas tiene la ermita;
entremos por la mayor,
para cantar este ramo
al Cristo Nuestro Señor.
y después de haber llegado
muy humildes y contritas,
iremos con devoción
a tomar agua bendita.
El Cristo de los Remedios
es milagroso y sagrado,
que nos alivia las penas
cuando estamos agobiados.
Al verme sin padre y madre,
al Cristo yo le pedía
que librara de la guerra
un hermano que tenia.
Ofrecí ser mayordoma
cuando mi hermano fue herido,
y hoy, cumpliendo esta promesa,
a tus plantas he venido.
Que lo prometido es deuda;
y las gracias quiero dar
al Cristo de los Remedios,
que venera todo Ahigal.
Cuando herido se encontraba,
teniéndole que operar,
Tú le salvastes la vida.
y hoy las gracias quiero dar.
Para que este nuestro pueblo
que es verdadero cristiano,
sepa todo lo que hicistes
para salvar a mi hermano.
Santo Cristo, yo te entrego,
con todo mi corazón,
este ramo que ofrecí
al verme en tal aflicción.
Recíbelo, Santo Cristo;
recíbelo de mis manos;
que de una muerte segura
salvastes a mi buen hermano.
Sigue siempre protegiendo
a este pueblo que te adora,
que para buscar remedio
a tus plantas gime y llora.
Sigue, Señor, derramando
gracias y bendiciones:
que nosotros seguiremos
pidiendo con oraciones.
Ramos como éste eran ofrecidos al Cristo de los Remedios en su fiesta, el cuatro de octubre, por las personas favorecidas. Las letras del canto se debían a la inspiración de vates Locales, entre los que destacó el poeta Basilio Galindo. El ramo lo constituía un arbusto adornado de cintas y roscas.
ROGATIVA AL CRISTO DE LOS REMEDIOS, DE AHIGAL (CACERES)
Agua, Señor, agua, agua,
aunque no la merezcamos;
que si por merecer fuera,
ni la tierra que pisamos.
Y por eso, Gran Señor,
de veras te lo pedimos:
agua, Señor, agua, agua,
que reguéis campos y olivos.
Agua, Señor, agua.
Debajo de vuestras plantas
tenéis, Señor, un pilar,
y nuestras culpas son tantas
que no lo dejan manar.
Y por eso...
La tierra ya está sedienta,
los embalsas agotados.
Mándanos, Señor, el agua,
aunque no la merezcamos.
Y por eso...
Mándanos, Señor, el agua
de esa fuente cristalina,
y después de darnos agua
danos la gloria divina.
Y por eso...
Las abejitas se quejan
que se les seca la flor;
no pueden hacer la cera
para alumbrar al Señor.
Y por eso...
Hasta los niños de escuela
a voces piden el agua,
y nosotros, pecadores,
no podemos alcanzarla.
Y por eso...
Por esos clavos tan fuertes
que lleváis en pies y manos,
mándanos, Señor, el agua
y el roció soberano.
Y por eso...
Por la corona de espinas
que tenéis en la cabeza,
mándanos, Señor, el agua,
que la gente no perezca.
Y por eso...
San Antonio y San Ramón
son dos columnas que guardan
al Cristo de los Remedios
y a la Hostia consagrada.
Y por eso...
Agua pide el poderoso,
al ver su troje agotada.
¡Qué más será el vergonzoso,
pobre que no tiene nada!
Y por eso...
No miréis, Señor, nuestras culpas,
que son muchas y muy grandes;
mirad a los inocentes
que piden por sus padres.
Y por eso...
¿Qué es aquello que relumbra
por cima del Sacramento?
Es el Cristo de los Remedios
que va a por agua a los cielos.
Y por eso...
Debajo de vuestras plantas
tenéis, Señor, una fuente;
dejadla que se entreabra,
que no padezca la gente.
Y por eso...
El beneficio del agua
os pedimos, Gran Señor;
el beneficio del agua,
en la presente ocasión.
Y por eso...
Del templo nos retiramos
con la mayor confianza:
que el Cristo de los Remedios
nos ha de mandar el agua.
Dictó: Vicente Moreno Díaz