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La dispersión clasificatoria del Cancionero Infantil Español, evidente en casi todos sus géneros, llega a provocar constantes confusiones cuando nos referimos a las CANCIONES RELIGIOSAS. No se trata sólo de establecer un criterio por el que agrupemos composiciones cuyos contenidos respondan a objetivos comunicativos similares, sino también de diferenciar aquellas canciones religiosas (podemos denominarlas igualmente ORACIONES) que son de específica tradición infantil, de las que exceden a esa condición: con ello, por ejemplo, solventaríamos algunos problemas muy arraigados al respecto, como el del «villancico», que, aparte de ser un género por sí mismo, ya que sus contenidos religiosos son particularísimos, su proceso de transmisión se debe a una tradición social mucho más amplia. Además, debemos evitar la trampa de incluir como CANCIONES RELIGIOSAS de tradición infantil composiciones que, por la facilidad con que -históricamente- algunos las han usado -muy mal, por cierto- en la edad escolar, aparecen en algún cancionero sin indicación de autor, cuando sin duda lo tienen. No es fácil dar solución a estas confusiones. La propia personalidad del Cancionero Infantil dificulta su clasificación, siendo múltiples los posibles criterios a seguir. Ya se refirió al problema Demofilo cuando se permitió comentar la clasificación del Cancionero (1) de Rodríguez Marín: «(...) Dado el estado de estos estudios, todo sistema es bueno (...) Fuera de la sección de cantares religiosos, verbigracia, hallamos coplas verdaderamente religiosas, sin que esto sea defecto por parte del autor, sino deficiencia imprescindible por la naturaleza misma del asunto» (2). De hecho, el citado Rodríguez Marín incluye las «oraciones» en el mismo capítulo que los «ensalmos y conjuros» (3), y no deja de tener parte de razón, porque en algunas canciones hay, implícita, una firme creencia en la intervención efectiva del personaje religioso al que se apela para que remedie, con más o menos inmediatez, un mal, por pequeño que sea y que en ese momento aqueja a quien habla: «Agua bendita, de Dios consagrada, quita los pecados y salva esta casa. Agua bendita, de consolaciones, quita los pecados de estos corazones.» Este posible componente supersticioso hace que, cuando menos, sus semejanzas con el «ensalmo» puedan ser discutidas. Lo mismo ocurre con otras «oraciones» portadoras de elementos próximos al «conjuro» (entendido, claro está, como ruego encarecido) «Angel de la Guarda, dulce compañía, no me dejes solo ni de noche ni de día; no me dejes solo, que me perdería.» Por tanto, la propuesta de Rodríguez Marín no es tan descabellada como pudiera parecer en principio, aunque su aceptación plantearía otro tipo de problemas de difícil resolución, ya que los contenidos de las «oraciones», «ensalmos» y «conjuros» son sensiblemente distintos entre sí. Sobre los otros aspectos referidos al principio, la delimitación de lo que es «infantil», por un lado, y de lo que es «tradicional», por otro, el cuidado debe ser especial. «La simplicidad e inmediatez de la tradición y de la poesía, de los cantos, de la literatura popular en su conjunto, son las que, precisamente, han servido de modelo a las literaturas infantiles, y estas formas de simplicidad e inmediatez son las más eficaces para la educación» (4). Se puede entender, pues, la referencia anterior al «especial cuidado», a partir de las anteriores palabras de Sciacca, porque si bien es cierto que en otros géneros del Cancionero Infantil se han producido inclusiones inadmisibles de tonadas cuyo origen suele encontrarse en el énfasis con que algunos educadores usan este tipo de composiciones, en el caso de las «oraciones» eso es más llamativo y frecuente todavía: se hace uso de esa inmediatez y simplicidad que cita Sciacca, para introducir en las canciones unos valores extrapoéticos que, cuando se interpretan, pueden producir confusión; he aquí un ejemplo: «Eres paloma, María, / del hermoso mes de mayo; / una niña pequeñita / te viene a ofrecer el ramo. / A la aurora te alabamos, / y también al mediodía: / toma este ramo de flores / que yo te ofrezco, María. / Rosa, lila, violeta, / te ofrezco, Virgen María; / si un jardín traer pudiera, / mayor mi gusto sería. / Recíbele, Madre amada; / recíbele, Madre tierna, / y en cambio dame tu gracia / para que yo sea buena» (5). Quizá no sea éste uno de los casos más graves, porque -al menos- se ha construido sobre una base rítmica que se identifica con la tradición infantil: cuartetas octosilábicas, con rima alterna en los versos pares, aunque escapándose asonancias en algunos de los versos impares. «Ni infantilismo ni utilitarismo didáctico. Reducir la vivencia poética a una enumeración de virtudes, exaltación patriótica, enseñanza de temas escolares, ofrendas líricas para el Día de..., es un buen procedimiento para despertar en el niño la repulsión al lenguaje poético» (6). Como se ve, estas palabras de Ana Pelegrín son la antítesis de lo que, probablemente, se pretende con la última canción que incluíamos hace unas líneas. La manipulación de estas composiciones es indudable en no pocos casos; como ejemplo ilustrativo, veamos el de Eugenio D'Ors, que interpreta de manera muy curiosa dos de estas oraciones de tradición infantil: «Angel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día.» D'Ors sustituye «dulce» (verso 2º) por «fuerte», argumentando textualmente que «está mejor» (7). Argumento en absoluto convincente, por cierto, y desde luego nada fundamentado. «Cuatro angelitos tiene mi cama, cuatro angelitos que me la guardan.» En este caso (8), apoyándose en argumentos de corte parecido a los anteriores, D'Ors se permite sustituir «angelitos» por «ángeles», explicando que «nada de angelitos», cuando en ninguna de las numerosas variantes de esta cantinela aparece tal cambio. De todos modos, la «oración» es un género de notable difusión, al que no han permanecido ajenos algunos autores cultos, como el propio Federico García Lorca: «Mi madre lo dirigía todo, y haciendo la señal de la cruz, nos hacía que rezáramos la oración matinal: «Angel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día.» ¡Qué dulzura y qué candor rosado tiene esa oración! ¡Qué pureza y qué inocencia de labios que la dicen! ¡Qué grande el corazón que la sienta! (...)» (9). Así, pues, debemos entender como CANCION RELIGIOSA de tradición infantil aquellas que responden a unos contenidos comunes -referidos explícitamente, casi siempre, a elementos o personajes de la historia cristiana-, que se aprenden y se practican en la edad infantil (aunque es cierto que algunas de ellas se siguen diciendo en cualquier período de la vida del hombre) y que se han transmitido oralmente de generación en generación. Aunque todas estas composiciones se caracterizan por ser portadoras de un ritmo concreto, parecidísimo al de otros géneros del Cancionero Infantil: verso corto, estrofa breve, rima regularizada..., lo que, en realidad, las individualiza es su contenido, determinado por la permanente presencia de elementos religiosos. De todos modos, la variedad de matices con que aparecen esos elementos, así como los personajes que se invocan y la finalidad con que, en cada caso, se ejecutan estas tonadas, obliga a una mayor precisión de sus características temáticas. Veamos. LOS TEMAS La mayor parte de las veces, la CANCION RELIGIOSA es una invocación a un personaje de la historia cristiana, por la que se solicita favor o auxilio (amparo, perdón, custodia, guía...): «Señora Santa Ana (...), custodia mi sueño (...)». «Señor mío, Jesucristo (...), perdonadme los (...)». «Angel de mi Guarda (...), no me desampares...», etc. En otras ocasiones, la «oración» es portadora de una afirmación acerca de los favores o auxilios antes mencionados: «(...) Cuatro angelitos / guardan mi alma.» A veces, incluso, esas afirmaciones llevan añadido un agradecimiento explícito y, en ocasiones, enfático, por lo que se entiende como cumplimiento del favor o auxilio pedidos: «Bendita sea la luz del día / y el Señor que nos la envía (...).» El objetivo con que se interpretan estas tonadas suele ser muy limitado, dependiendo en la mayoría de los casos del momento en que se suelen decir: 1. AL ACOSTARSE. Son las más frecuentes. Es, sin duda, el momento en que el niño, también el adulto, busca un apoyo mayor que acompañe su soledad y que, en ocasiones, calme unos temores, que no viene al caso explicar aquí: «A acostarme voy, sola y sin compaña, / la Virgen María está junto a mi cama; / me dice de quedo: mi niña reposa, / y no tengas miedo de ninguna cosa.» 2. AL LEVANTARSE. Suelen ser canciones de agradecimiento por la llegada de un nuevo día: «Bendita sea la luz del día / y el Señor que nos la envía...» 3. OTRAS. Con menor frecuencia nos encontramos con «oraciones» que se dicen en contextos determinados: al bendecir la mesa («El Niño Jesús, / que nació en Belén, / bendiga la comida / y a nosotros también»), al ir a jugar («Madre mía querida, / vuestra esclava soy, / con vuestra licencia / a jugar me voy...»), al bendecir el agua pascual («Agua bendita, de Dios consagrada...»). En este mismo apartado habría que incluir una serie de canciones religiosas que se interpretan en varios contextos indistintamente: ante un peligro, a propósito de una tentación, incluso al ir a dormir («Dios conmigo, / yo con El. / El delante, / yo tras El.» O esta también: «Santo Dios, / Santo fuerte, / Santo inmortal, / líbranos, Señor, / de todo mal.») (10). De cualquier forma, algunas de ellas van dirigidas, expresamente, a algún personaje religioso, como esta que se dice a la Virgen: «Reina del cielo y la tierra, válganos tu intercesión, porque Madre nuestra eres y también Madre de Dios.» EL EMISOR Y LOS PERSONAJES En la mayoría de las «oraciones» el emisor es individual, aunque en alguna ocasión parece que habla en representación de un colectivo: «(...) bendiga la comida / y a nosotros también.» Hay que suponer que ese emisor es siempre el niño, entendido sin diferenciación por el sexo, aunque hay ejemplos en que las referencias son concretas, tanto en el caso del «niño» (niño, esclavo, chiquitito...) como de la «niña» (chiquitita, pequeñita, esclava...). En cuanto a los personajes invocados, Dios y la Virgen aparecen en el mayor número de composiciones, aunque en el primero de ellos son varios los nombres que se le asignan («Dios», «Señor», «Jesucristo», «Cristo»...). La Virgen es nombrada también como «Madre» y como «Señora». Junto a ellos, el Niño Jesús (también «Jesusito»), Santa Ana y San Joaquín (en su condición de abuelos de Jesús, con referencia explícita de ello), San Juan, San José, San Pedro, Lucas, Mateo, San Gabriel, el Espíritu santo, Santa Bárbara, San Antonio, etc., todos ellos sin la frecuencia de los dos primeros citados. Es de destacar la presencia del Angel de la Guarda, tanto por las veces en que aparece como por la cantidad de variantes que ofrece. Por último, aisladamente, nos encontramos con canciones en que se invoca a elementos materiales de la Pasión de Cristo, con un significado histórico muy concreto: «Cruz santa, / cruz bendita...», incluso elementos de la liturgia católica: «Agua bendita...» Para terminar, creo que es interesante referirse, aunque sea con brevedad, a la organización interna de estos contenidos, ya que en estas composiciones, a diferencia de lo que ocurre en otros géneros del Cancionero Infantil, no se percibe una estructura que aporte una musicalidad marcada. Sí destaca, al respecto, la frecuencia con que aparecen las apelaciones a esos personajes antes citados. Tras la apelación, se suele incluir el ruego, la petición o la alabanza; es decir, que la apelación suele iniciar la tonada. Por lo demás, y en comparación a otros géneros del Cancionero, encontramos también casos de estructuras repetitivas (casi siempre «paralelísticas»): «Cuatro angelitos / tiene mi cama. / Cuatro angelitos / guardan mi alma»; también de estructuras acumulativas (tanto por «enumeración»: «Con Dios me acuesto, / con Dios me levanto, / con la Virgen María / y el Espíritu Santo», como por «encadenamiento»: «Dios conmigo, / yo con El...»). Finalmente, hay algún caso en que la estructura viene conformada por adición de elementos: «Jesús, José y María...». Las CANCIONES RELIGIOSAS de tradición infantil componen un género que, en el conjunto del Cancionero Infantil Español, aporta unas características específicas, derivadas más de sus contenidos que de sus formas, ya que en éstas sus coincidencias con otros tipos de composiciones son muy grandes, como integrantes que son del mismo corpus lírico popular. De todas formas, el estudio de estas tonadas debe de hacerse con especial prudencia, ya que, como dijimos al principio, se han utilizado en ocasiones -en más de las que hubieran sido deseables- para fines demasiado concretos que, sin duda, se apartaban de su concepción inicial, provocando no pocas confusiones, cuando no errores en la fijación de los textos. ____ (1) RODRIGUEZ MARIN, F.: Cantos populares españoles. Madrid, 1882.Atlas, Madrid, 1981. (2) MACHADO Y ALVAREZ ("Demófilo"). En el "PostScriptum" a Cantos populares españoles, cit., vol. V, p. 154. (3) RODRIGUEZ MARIN, F.: ob cit., vol. I, p. 403 y ss. (4) SCIACCA, G. M.: El folklore y el niña. Buenos Aires. Eudeba, 1965, p. 197. (5) GIL, B.: Cancionero infantil. Madrid. Taurus, 1974, p. 25. (Indica en la introducción que desconoce el autor de esa "oración" y de otras más que también incluye, pero afirma que fueron anotadas por una señora a la que, expresamente cita como Dª Isabel Gallardo. Sin duda, esta canción, notablemente forzada en muchas de sus partes, debió sufrir el énfasis creativo de algún adulto concreto, que pudiera haber sido la misma señora citada por B. Gil). (6) PELEGRIN, A.: Poesía española para niños. Madrid. Taurus, 1982, p. 7. (7) D'ORS, E.: Oraciones para el creyente en los ángeles. Valladolid. Miñón, 1981, p. 7. (8) Idem, íd., p. 12. (9) GARCIA LORCA. F.: Mi pueblo. Archivo de los herederos de García Lorca. Cit. por Ian GIBSON, en Federico García Lorca, Barcelona, vol. I. Grijalbo, 1985, p. 53. (10) "De aplicación generalísima... Al levantarse, al acostarse, en el rosario, en el trisagio, cuando da el reloj, cuando amenaza algún peligro, en todas esas ocasiones y en muchas otras se suele repetir". (RODRIGUEZ MARIN, F.: Ob. cit., vol. I, p. 431).