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La arquitectura popular (1) de la cuenca del Ara presenta una serie de características que, sin entrar en particularismos, son homogéneas a las existentes en otras zonas del Alto Aragón, pudiéndose hablar, por ello, de homogenerización, salvando las peculiares formas de los altos valles pirenaicos (Tena, Gistaín...).
La cuenca del Ara que comprende desde la zona del Valle de Ordesa hasta su desembocadura en el río Cinca a la altura de Aínsa, se encuentra situada entre las primeras estribaciones montañosas (Prepirineo) y la zona exial "Pirineo), formando un amplio valle donde se irán asentando los núcleos poblacionales en torno al río o en las vertientes próximas (La Solana). En la actualidad, la cuenca se halla muy castigada por fenómenos ajenos a lo natural (construcción de un gran embalse que asolará a la práctica totalidad del valle, principalmente), que han conllevado un éxodo total, en la mayoría de los casos, o parcial, en los menos.
Uno de los primeros factores a tratar en lo tocante a los núcleos habitados es su ubicación, muy condicionada por los agentes atmosféricos y por el propio terreno sobre el que construir. A todo ello se suman los necesarios recursos económicos que harán posible su existencia: "En general, las aldeas pirenaicas están constituidas por pequeñas y flojas agrupaciones de casas agropecuarias, separadas entre sí lo suficiente para que cada una tenga el área necesaria a sus servicios, especialmente la recría del ganado y la explotación agrícola" (2).
El valle del Ara es -era- uno de los más privilegiados en este sentido, al presentar una cuenca lo suficientemente ancha, en su mayor parte, para el despliegue de estas actividades agrícolas, ganaderas y artesanales.
1. La casa vivienda.
"Dos casas..., con sus tejadillos limpios, llenas de luz y festoneadas con galerías exteriores, parece que cumplen la misión de presentar a las otras. Las originales torrecillas de las chimeneas coronan la quebrada línea de tejados. Extiéndese el suave tapiz de un prado..."
(L. BRIET, Bellezas del Alto Aragón, p. 128)
Esta curiosa descripción que plasmó el incansable viajero francés Briet ante la vista de un rincón de Torla, dista ya mucho de la realidad. La aculturación llevada a cabo en muchas aldeas ante la avalancha de una serie de aspectos ajenos a la sociedad ancestral de estos pueblos, los cambios producidos en las viviendas tradicionales en pos de unas formas más dignas de habitabilidad y el abandono considerable de un gran número de aldeas hasta su total ruina, han variado en gran manera la arquitectura de nuestros pueblos desde principios del siglo actual.
No obstante, hasta llegar a alcanzar las formas arquitectónicas actuales, ha habido un proceso constructivo emanado desde aquellos primeros momentos en que el hombre pasa de su hábitat en cuevas a unas pequeñas y rudimentarias chozas (fácilmente reconocibles en las casetas pastoriles; edificios que aún conservan ese estadio primitivo).
Todo el proceso milenario ha abocado o desembocado en el tipo de casa-vivienda visible o reconocible en nuestros días. El proceso parece iniciarse en el siglo XVI, cuando dejan de ser de reducidas dimensiones y cuando incorporan otras partes como es el caso de cuadras y pajares, aunque el gran desarrollo de este proceso se da a partir del siglo XVIII y, fundamentalmente, en el XIX, siendo coetáneo con la "transformación política y económica de Europa entera..., en todo el siglo pasado. La gente, como la campesina, se acostumbró a vivir con más holgura" (3).
Estructura exterior e interior.
La casa era, por excelencia, el centro de la vida de los pequeños pueblos pirenaicos; pueblos que tenían una economía de subsistencia y a este motivo precisamente responde la distribución y los materiales utilizados en la construcción de las viviendas. Claros ejemplos de lo antedicho pueden encontrarse en las aldeas de Bergua, Asín de Broto, Jánovas, Javierre de Ara, Buesa, Fiscal... y, por supuesto, en Torla (la conocidísima "Casa Viu").
Las casas de los pueblos del Ara -como las que podemos encontrar en otras zonas próximas en el Pirineo- constan de dos o tres plantas de gruesos muros (sobresaliendo las esquineras y los medianiles entre las viviendas) con fachada principal de piedra, donde se abren diversos vanos, las galerías y la puerta de entrada. El desván o "falsa" marca la última planta, donde se apoya la cubierta a dos vertientes.
Ahora bien, no puede establecerse un prototipo único, diferenciándose el tipo de "casa fuerte" como puede ser el caso de "Casa Viu" (Torla) , de aquellas cuya economía es mucho menos pudiente. Este segundo tipo presenta, exteriormente, una sobriedad aplastante y unas dimensiones menores: dos plantas, una de ellas el desván o "falsa", cubierta a dos vertientes y galerías utilizadas como secaderos; lógicamente, a pie de calle la puerta de entrada, pero a diferencia del tipo "casa fuerte" ésta se halla en uno de los laterales. Asimismo, por norma general, las fachadas se hallan recubiertas con una capa de yeso para conseguir un mayor aislamiento del exterior. Culminando la casa, al exterior, se encuentra la gran chimenea de forma troncocónica generalmente o semicircular en otros casos; en ambos tipos se remata con una serie de huecos para la salida de los humos, y cubierta a base de losas. Como motivo de creencia -no siempre- todo el conjunto se corona con el "espantabrujas", ya sea con motivo figurado o con simple trazado geométrico. La chimenea arranca del hogar y tras pasar por alguna de las habitaciones -generalmente la principal de la casa- ejerciendo la función calefactora, desemboca al exterior airosamente.
En cuanto al interior, las casas de la zona del Ara presentan una distribución similar y arquetípica. De sus tres plantas (en los casos más pudientes), la primera, o planta calle, se destinaba a la ubicación de la bodega, la cuadra (según casos), el acceso al piso superior u otros, si el espacio daba pie, habitáculos como la despensa, el granero, el horno, etc.
La segunda planta era la de mayor importancia, pues en ella se centraba toda la vida de la casa. El punto central de la misma suele ser la cocina, estancia para pasar las largas veladas invernales con el calor emanado del hogar (con gran campana cuadrangular en la chimenea). Se complementa con el comedor y las alcobas (dormitorios), que poseen, generalmente, suelo de madera.
Por último la tercera planta (es el desván o "falsa") a la que se accede por un empinado recodo; sirve para almacenamiento de aquellos utensilios ya inservibles o incluso -según casos- para granero. El tejado es de madera al interior y de losas (lajas en la mayoría, apenas pizarra) al exterior.
Algunas casas poseían a su lado una pequeña era, aunque lo normal es que estos fragmentos de terreno se ubiquen a las afueras del pueblo, cercadas por una pared y donde se erigía un pequeño casetón cuya finalidad era la de almacenamiento para los utensilios de la labranza o del faenar agrícola. También podía contener paja.
En cuanto a los materiales utilizados suelen ser los siguientes: piedra en las fachadas, con forma de sillares y para tallar los arquitrabes o las dovelas de los arcos en ventanas y puertas (en algún caso se utilizan travesaños de madera). En las puertas, coronándolas, suele colocarse el escudo nobiliario de la familia. Losas y entramados de madera son el material utilizado en los pisos y cubiertas. Finalmente, madera y/o yeso para los tabiques interiores.
Por último citar una serie de artesanías, complementarias en cuanto a la construcción de la vivienda, que realizaban el acabado final. Son los casos de la herrería (rejas, balcones, cerraduras, llaves...) y de la carpintería (marcos, puertas...) consiguiendo en la mayoría de los casos piezas de gran trabajo y belleza (decoración).
2. La borda.
Las bordas son pequeñas construcciones diseminadas por los campos o eras, teniendo como fin exclusivo el de guardar los utensilios y el heno recogido. Algunas aún conservan -como estado más avanzado de la majada o caseta pastoril- un lugar destinado a los animales con sus comederos o pesebles incluidos, y un diminuto hogar en un recodo para cuando se hiciese necesario como refugio.
Suelen ser de planta rectangular o cuadrangular, cubiertas a dos vertientes con tejado de losa ,fachadas de piedra y algún que otro escaso vano (puerta de entrada con ventana anexa y, caso de servir para almacenamiento de heno, "portera" o vano en la zona alta al que se accede por un "subidor" o cuesta, o bien a través de una escalera de madera) .En su interior no presenta ningún elemento o parte a destacar, salvo que tuviera utilización pastoril, en cuyo caso se daría la existencia de un pequeño hogar.
3. La caseta pastoril o "majada".
Construcción destinada a dar cobijo a los pastores durante la estancia alpina del ganado lanar en la época estival (fines de junio-mediados de septiembre); asimismo, el término comprende las zonas aledañas a la caseta y dedicadas al rebaño.
La importancia de esta construcción en el Ara se aprecia en los mismos rebaños del valle, como lo constata el "paso cabañera" existente en el término de Fragen o el hecho trashumante de los rebaños provenientes de la zona alta del valle de Vió (Fanlo) con destino a la sierra de Guara.
Son recintos de dimensiones reducidas, con planta aproximadamente cuadrangular, fabricada en piedra y constando -como único vano- de una pequeña puerta adintelada que sirve de entrada. En algunos casos aprovechan como pared de apoyo el saliente de alguna roca.
En lo tocante a su techumbre, las más primitivas son las que utilizan la técnica de falsa bóveda", realizada a base de aproximar grandes losas; no obstante, lo más frecuente es la techumbre con entramados de madera, donde apoyan las losas, y entre ambas una capa de "tasca" (capa de hierba y tierra agostada o quemada por la acción de la nieve) como elemento aislante.
Interiormente se estructura en tres partes a pesar de tener una sola pieza: el lugar del camastro, el hogar, y la parte destinada a almacén de alimentos y utillaje.
Próxima se sitúa la cerca de piedra utilizada para la recogida del ganado, la cual a su vez se halla compartimentada en varios trechos en función de diversos fines pastoriles.
4. Otras construcciones.
Herrerías.
Como edificio arquitectónico no presenta gran interés, debido a la circunstancia de que el herrero aprovechaba -por norma general como puede apreciarse en los pueblos de Viu y Buesa- una parte de la planta baja de su propia vivienda.
En ellas se puede ver la distribución, variable, del yunque, fuelle, horno, entrada de agua y lugar de las herramientas.
Por norma general, todos o casi todos los pueblos poseían una herrería con el fin de abastecer sus necesidades y las de los pueblos colindantes en el caso que estos estuviesen privados de tal artesanía.
Telares.
Al igual que las herrerías, los tejedores utilizaban una parte de su vivienda a tal efecto. En ella se ubicaban los variados utensilios del oficio: telares, husos, ruecas...
La Cuenca del Ara era rica en esta artesanía, pues había telares (hoy extinguidos totalmente) en Javierre de Ara, Torla, Oto (fotografiados por Compairé y aún visibles ín situ) y Guaso, cuyo último tejedor ejerce sus labores en el Museo de Artes Populares de Serrablo.
Batanes.
"...casi todos los pueblos de la alta zona disponen de una molina o aserradora mecánica, movida por el agua mediante sistemas sumamente primitivos y para su uso común. También abundaban los batanes en las orillas de los ríos, para curtir las bayetas tejidas por los tejedores rústicos." (4).
Aunque ésta era una de las artesanías corrientes en toda geografía, en el Pirineo la primera mención que poseemos sobre ella arranca en el XVI (obra de Juanelo Turriano), y el hecho de que Violant i Simorra lo cite como elemento casi connatural a nuestros pueblos, podría hacer pensar en un considerable número, pero la realidad es que solamente, en todo el Pirineo oscense, un único caso ha llegado hasta nuestros días: el batán situado en el pueblo de Lacort (hoy corre un inminente peligro de desaparecer por el proyecto del embalse de Jánovas que con la elevación de cota anega tierras próximas a Fiscal). El fin de un batán es "suavizar", por medio del agua y de unas enormes "mazas" que golpean, los tejidos -fundamentalmente mantas- elaborados en los telares. En el caso de Lacort, estos tejidos provenían del cercano telar de Guaso, y se difundían por un área bastante amplia, saliendo de los límites de la cuenca del Ara.
Presenta una planta casi cuadrangular compartimentada en dos espacios, uno de los cuales -donde se ubican los "mazos"- con techumbre de madera a dos aguas; en el otro, posiblemente a cielo abierto o semicubierto, se halla la entrada de agua -conducida por un canal- que desemboca en la "rueda" -del eje principal-, la cual la asciende y porta, por unos pequeños canales, hacia el interior para sus diversos fines.
En el primer espacio mencionado es donde están instaladas las distintas piezas fundamentales del batán. Así, se encuentra en él la entrada de agua por el eje principal, motivando el movimiento continuo y alternativo de los dos "mazos", movidos -a su vez- por otra "rueda"; también están las grandes losas que sirven de contrapeso a los "mazos" en su continuo golpear, parapetados por unas hileras de maderos.
Los "mazos" tienen la finalidad de suavizar la tela, para cuya acción -y para no romper los tejidos- es necesario que "corra" en todo momento el agua, cuya acción se consigue por otro diminuto canal que llega hasta el lugar donde se produce el choque.
Molinos
Estas edificaciones se erigían en todos los pueblos, siendo de distintos tipos según el fin al que iban destinados.
Los ejemplares más claros que poseemos en esta zona de Sobrarbe se hallan también en Lacort, Encontramos un molino de agua o noria para elevar el líquido aportado por el río con destino al batán próximo y al también cercano molino de harina (de estos datos puede desprenderse la floreciente economía de Lacort). La noria de Lacort es una de las pocas que permanecen en pie. Esta consta de un muro donde apoya la rueda que eleva y diversifica el agua con un canal de entrada y otro de salida.
El molino de harina es una pequeña construcción, sin características especiales, con un canal de entrada para el agua en el cual se encontraban diversos instrumentos necesarios para la consecución de la harina.
Esconjuraderos-Humilladeros
El valle de Ara vuelve a sobresalir en cuanto que conserva los dos esconjuraderos más destacados de todo el Pirineo aragonés: Asin de Broto y Guaso.
El edificio se destinaba a una serie de rituales como -y así lo expresa su denominación- esconjurar a posesas o a alejar tormentas ("tronadas"), etc.
Suelen ser edificios de reducidas dimensiones, sitos a la entrada de las iglesias o en un lugar próximo a éstas.
El de Asin de Broto presenta planta rectangular con bóveda apuntada y techumbre a dos vertientes, en cuyos muros se abren una serie de vanos con arcos de medio punto. Se halla recorrido en su interior por un bancal. En una esquina se halla situada la pila para el agua bendita con una cruz esculpida.
El de Guaso nos acerca más al tipo de humilladero, al ser de planta cuadrangular con techumbre a cuatro vertientes, abriéndose en los cuatro muros unos arcos de medio punto. En el centro del mismo se eleva un símil de altar que sostiene una gran cruz. Se le conoce con el nombre de "Cuatro Pilares", y se utiliza fundamentalmente para esconjurar tormentas.
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(1) Hacemos una llamada para realizar una aclaración. Preferimos el término "funcional" dado por A. Durán Gudiol al referirse por tal a aquellas construcciones que fueron levantadas por extrema necesidad, al carecer de las mismas en un lugar determinado y llevadas a cabo por sus propios moradores.
(2) VIOLANT I SIMORRA, Ramón, El Pirineo español, Madrid, Ed. Plus Ultra, 1949, p. 150.
(3) VIOLANT I SIMORRA, Ramón, Op. cit., p. 163.
(4) VIOLANT I SIMORRA, Ramón, Op. cit., p. 134.
BIBLIOGRAFÍA
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VIOLANT I SIMORRA, R., El Pirineo español, Madrid, Ed. Plus Ultra, 1949.
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