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Con relativa frecuencia, los autores de catecismos y publicaciones similares destinadas a la educación de la fe del pueblo sencillo han echado mano de un recurso tan simple como el verso. Se trata de composiciones exentas de complicaciones y con estrofas también fáciles -generalmente, cuartetas- que se prestaban a una fácil retención memorística, para que las afirmaciones transmitidas fuesen no sólo repetidas, sino también comprendidas. Ahora bien, ocurre que las exigencias de la métrica y del hipérbaton, así como las mismas licencias poéticas hacen que en ocasiones los vocablos empleados resultaran en la práctica inasequibles al pueblo al que se destinaban.
En la misma línea de recursos pedagógicos, el verso aportaba otra posibilidad: la de ser cantable añadiéndole melodías sencillas, generalmente tomadas de otras composiciones, pero que en todo caso tenían un hondo sabor popular y, en consecuencia, un arraigo y difusión notables. Las menos de las veces disponían de música propia, porque ello requería un esfuerzo adicional que iba en perjuicio de la finalidad pretendida, como es la amplia difusión de la doctrina cristiana. De esta forma, estamos muy cerca de un estilo de catequesis que hunde sus raíces en el siglo XVI y que casi ha pervivido hasta nuestros días, como veremos por la fecha de publicación de los versos que iremos presentando. Además, habrá que resaltar que también estamos muy cerca de las «coplas de ciego» en cuanto al procedimiento, con la única diferencia de que, en general, el verso suele ser de mejor calidad intrínseca, y el mensaje presentado tiende a ofrecer un contenido más depurado y mucho más elaborado que en aquéllas.
En la línea de la versificación habría que dejar constancia de los esfuerzos por hacer una presentación íntegra de la fe cristiana a través de la rima, pero no es éste ni el momento ni el espacio indicado; más bien nos vamos a ceñir a una faceta, como es la de versificar las más conocidas oraciones. Es claro que la intención no es la de suplantarlas, sino, al contrario, acompañarlas de una explicación complementaria, o de un formulario paralelo al usual, ya que en la mayor parte de los casos que hemos recogido constan las formulaciones usuales en prosa junto alas otras manifestaciones en verso.
Otra indicación introductoria, que no entra en contradicción con lo anteriormente afirmado respecto a la fecha de publicación, es la difícil localización de la fecha de composición de tales rimas: no es siquiera sencillo seguirles la pista, y la fragmentaria reconstrucción que hemos realizado no es más que una parte mínima de la labor que se podría llevar a cabo en caso de disponer de todos los ejemplares de catecismos que sería necesario reunir para remontarse a su origen primero. De ahí que tengamos que conformarnos con la fecha de publicación, como el. único indicio cronológico disponible.
Punto y aparte constituye la cuestión de la autoría, pues, salvo algunas raras excepciones, resulta poco menos que imposible su resolución. El hecho de que figuren en el catecismo de un determinado autor no resulta indicativo de Su paternidad, pues la inmensa mayoría de las veces constituye un apéndice al propio catecismo, sin ulterior indicación que pudiera apuntar aun autor concreto. Y tampoco se puede echar mano del socorrido recurso de asignarlo a un autor popular anónimo: una cierta calidad intrínseca al verso denota la mano en cierto modo maestra del autor de cada una de las composiciones. Hoy por hoy no se puede ir más lejos y no queda otro recurso que acogerse al anonimato como única designación de tan variada y pintoresca literatura. Sin más comentarios, nos adentramos en ella.
EL PADRENUESTRO
Por seguir un orden, vamos a atenernos al más tradicionalmente repetido, razón por la cual comenzamos por el Padrenuestro. De él disponemos de seis distintas versiones. La primera es como sigue:
Desde ese cielo, Señor,
ampáranos con tu mano,
porque aquí yace el humano
lleno de pena y dolor.
Tan sólo al oír tu nombre
cuando a la tierra llegamos,
todos le santificamos
como de Dios y de hombre .
Al oir, Dios de piedad,
tu acento desde este suelo,
decimos con humildad;
hágase tu voluntad
en la tierra y en el cielo.
Y con amoroso afán
los que en la tierra te amamos
con gran fervor te imploramos
que nunca nos falte el pan.
Y fiando en los favores
de tu celeste corona,
como nos a los deudores,
Tú nuestras deudas perdona.
Y si al camino del bien
nos guiare el corazón,
líbranos de tentación
por siempre jamás Amén (1).
Además del quinto verso forzado en la estrofa tercera para completar la frase usual, algunas expresiones aparecen bastante confusas, como es el caso de santificar el nombre de Dios «como de Dios y de hombre»; también resulta difícil el significado exacto de «los favores de tu celeste corona», que más probablemente obedece a las exigencias de la rima que al sentido originario de la oración.
La segunda versión, por el contrario, se ajusta mucho más al sentido y a la letra del Padrenuestro: 
¿Oh, tú, nuestro padre; 
Que estás en el cielo, 
Sea santificado 
Tu nombre supremo; 
Míranos clemente, 
Venga a nos tu reino, 
y tu voluntad 
Hagan tierra y cielo.
El pan cuotidiano 
Que a tu amor debemos, 
Dánosle por hoy, 
Dios del Universo.
Las deudas perdónanos 
Como prometemos 
De nuestros deudores 
Perdonar los débitos.
Haz que nunca oigamos 
La voz del infierno: 
Mas libra de males 
Señor a tu siervo. Amén (2).
Una tercera versificación del Padrenuestro es la que ofrecemos a continuación, Con la peculiaridad de que se trata de un fragmento de todo un catecismo en verso, de bastante dudosa calidad, aun siguiendo el hilo de la oración a lo largo de las ocho estrofas (una para cada petición, más otra centrada en la invocación inicial) : 
El Señor es nuestro padre 
que nos aguarda en los cielos, 
este dulce pensamiento l
llena al alma de consuelos.
Que los fieles de la tierra 
tu santo nombre bendigan 
y los ángeles y santos .
tus loores siempre sigan.
Por los ámbitos del mundo 
tu dulce reino se extienda 
y así los hombres no vean 
el horror de la contienda.
Los que aquí peregrinamos 
hagamos tu voluntad 
como la hacen en el cielo 
los que gozan tu bondad.
T e pedimos que nos des cada día 
el alimento 
para el alma el de la gracia 
y para el cuerpo el sustento.
Que nos perdones, Señor, 
nuestras deudas te pedimos 
así como perdonamos 
todo el mal que recibimos.
De corazón te pedimos 
que no nos dejes caer 
en los lazos que el demonio 
suele a nuestros pies tender.
Te pedimos que nos libres 
del maligno y sus argucias 
para así poder ser salvos 
de sus perversas astucias (3).
Se aprecia el forzado «relleno» de algunas estrofas a fin de presentar una idea para la que no encuentra el poeta fluidez suficiente más que a base de circunloquios: es el caso de las estrofas 3.a, 7.a y 8.a y si, como parece, se destinan a un público infantil, cabe formular unas serias reservas sobre su comprensión.
La cuarta versión, por el contrario, procedente también de un catecismo en verso, tiene mucha mayor calidad en sí misma, así como en comparación con la precedente, ya que el autor, Teodoro Domínguez de Valdeón, dispone de una apreciable cualidad en este sentido que le lleva a formular en verso la totalidad del mensaje cristiano sin que ello desdiga en cuanto al fondo y a la forma. El presente es un ejemplo que se verá corroborado más adelante con otros: 
Padre nuestro, que en los cielos 
De gloria estás rodeado, 
Por siglos eternos sea 
Por siglos eternos sea 
Tu nombre santificado.
Venga a nosotros tu reino, 
Y acá en la tierra hagamos 
Tu voluntad, como la hacen, 
Siempre en el cielo los Santos.
El pan o sustento nuestro, 
Que tu bondad nos envía, 
Con soberano poder 
Danos, Señor, este día.
Perdónanos nuestras deudas 
Humildes te suplicamos, 
Como a los deudores nuestros 
Generosos perdonamos.
No nos dejes sucumbir 
En tentación o pecado, 
Y de todo mal nos libre 
Omnipotente tu mano (4).
Y de nuevo vemos descender la calidad de la versificación en el ejemplo siguiente, el quinto de la serie que aborda la oración del Padrenuestro en la forma siguiente: 
Señor que me habéis criado, 
Agradecido me muestro; 
De su imagen fue formado 
Verdadero Padre Nuestro.
Treinta y tres años anduvisteis 
Con fatigas y desvelos 
Por redimir nuestras almas 
Señor que estáis en los cielos.
Nacisteis, Jesús amado 
De pureza por el hombre 
Por siempre santificado 
Sea Jesús el tu nombre.
Tres reyes os adoraron 
Cuando nacísteis Niño Dios, 
Por reyes sea adorado 
El tu reino venga a nos.
Padre de misericordia, 
Humilde y manso cordero, 
Vuestra voluntad se cumpla 
en la tierra y en el Cielo.
Oh Dios de inmensa bondad 
Dulce Padre de mi vida, 
Dadme el precioso sostento (sic) 
Que es menester cada día.
Por este mísero destierro 
Tus pasos siguiendo voy 
Para servirte y amarte 
Dulce gracia dánosle hoy.
Al ponerte la corona 
Pasaste muchos dolores, 
Perdónanos nuestras deudas 
Así como a nuestros deudores.
Y no nos dejes caer 
Señor en la tentación, 
Líbranos de todo mal 
Y danos la salvación (5).
Ahora bien, en este último caso, ya no es únicamente la forma (la métrica es deficiente en varias ocasiones), sino el mismo fondo transmitido resulta seriamente defectuoso, pues con el mayor de los despropósitos (o quizá de las ignorancias), la oración enseñada por Jesús se dirige al mismo Jesús, mezclando sin necesidad algunos acontecimientos referidos a su infancia, así como a su pasión, resultando un extraño conglomerado que más bien constituye una adulteración que una explicación de la oración del padrenuestro.
Cerramos este apartado con la reproducción en pliego separado de una explicación completa del padrenuestro en forma de «aleluyas» con sus correspondientes viñetas, que constituyen un todo en que la explicación escrita (destinada a ser repetida) se complementa en muchos casos en la explicación gráfica. Es una verdadera lástima que de esta explicación de la doctrina cristiana dispongamos únicamente de la parte correspondiente al padrenuestro, sin que haya sido posible localizar otras muestras, ni menos aún la colección entera, que hubiera sido digna de una reproducción completa.
EL AVE MARIA 
Son menores en número las composiciones que recogen en verso el Ave María, y en algunos casos obedecen a la misma mano que ha redactado alguna de las versiones del padrenuestro, razón por la cual participan de idénticas cualidades o defectos; las poesías que van a continuación completan en algunos casos las oraciones del cristiano, como parte integrante de un todo: tal es el caso de las que van en segundo y cuarto lugar; no así las otras, que constituyen piezas aisladas. La primera muestra dice así: 
Los cielos y la tierra 
Y el mismo Jehová 
Aclaman, Señora, 
Tu gloria inmortal.
Llena eres de gracias.
De dicha sin par, 
Y Dios es contigo, 
Contigo su paz.
Bendita entre todas 
Las hijas de Adán.
Bendito es el fruto 
Que tu seno da.
¡Oh, Santa María! 
¡Oh nuncio de paz, 
.De Dios eres Madre; 
Al mundo salvad! 
Salvadnos, luciente 
Estrella del mar, 
Del mar de la culpa 
Salvadnos; piedad.
Y cuando se llegue 
Nuestra hora final, 
Llevadnos al cielo 
De Dios a gozar (6).
El siguiente verso, en forma de unos pareados encadenados en dos estrofas, tiene no sólo mayor calidad poética, sino que se ajusta también más literalmente al recitado de la oración, lo que demuestra las cualidades de dominio de lenguaje de su autor: 
Oh, María, Dios te salve.
llena de gracia Tú eres, 
El Señor está contigo, 
Bendita entre las mujeres 
Y Jesús sea bendito 
Fruto de tu casto vientre.
Santa María, de Dios 
Madre piadosa y clemente, 
Por nosotros pecadores 
Suplicámoste le ruegues 
Mientras dure nuestra vida 
Y en el trance de la muerte (7).
En cambio, la que sigue a continuación, se aparta muchísimo del texto original, siguiendole muy de lejos, ya que más bien constituye una paráfrasis muy amplia de aquél. Por otra parte, la indicación de «Coro», que reproducimos en su lugar correspondiente habla con claridad de que es una composición destinada al canto; en consecuencia, aunque no lo indica, parece deducirse que la primera estrofa constituye el estribillo: 
La Virgen del Rosario 
Me dé su gracia cumplida 
Para poder explicar 
En verso el Ave María 
CORO 
Reina del Cielo y la tierra 
Válganos tu intercesión 
Pues que madre nuestra eres 
y también Madre de Dios.
Madre de Dios, madre mía, 
Del alto Cielo Señora 
Acoge al triste que llora 
Y Dios te salve María.
Con tu bendita eficacia 
Ruega por los afligidos 
Reina de los escogidos 
Porque eres llena de gracia.
Tu nombre santo bendigo 
Postrado, Virgen, de hinojos, 
Hallo esperanza en tus ojos 
Porque el Señor es contigo.
Bendita, bendita eres 
Sagrario de la ternura, 
Virgen santa la más pura 
Entre todas las mujeres.
Mi amor acoge en tributo 
De adoración cristiana 
Arbol que de vida mana 
Del que bendito es el fruto.
Por el que murió en la Cruz 
Sálvanos, ser escogido, 
Que a redimirnos nacido 
Fue de tu vientre Jesús.
Cantemos en alabanza 
Con celestial armonía 
Y con devotos acentos 
Decimos Santa María.
Pues que sois Madre de Dios 
Y amparo de pecadores .
Ruega a tu Divino Hijo 
Que nuestras culpas perdone.
Para que seamos dignos 
De poder llegar a verte 
Ruega por los pecadores 
En la vida y en la muerte .
Amén Jesús o así sea 
Que alcancemos la victoria 
Y en tu amable compañía 
Nos veamos en la Gloria (8).
El último ejemplo de versificación correspondiente al Avemaría es debido al Hermano Pablo María, y los ramplones ripios con que nos obsequia tienen más de buena voluntad que de vena poética: 
Yo te saludo, María, 
con el ángel San Gabriel 
y también con tu parienta 
llamada Santa Isabel.
Dios te llenó de sus gracias 
y en ti agotó su saber 
y para hacerte mayor 
no tuvo ya más poder.
Siempre el Señor fue contigo 
y en ti fijó su morada 
por ser de sus criaturas 
la más bella y agraciada.
Eres entre las mujeres 
de todas la más bendita 
y esto confirmó tu prima 
en aquella tu visita.
Benditísimo es el fruto 
que de tu seno salió 
aquel que a la Humanidad 
con su sangre redimió.
Bendita Santa María 
que eres la madre de Dios 
que este título me mueva 
todo a esperarlo de Vos.
Ruega al Señor por nosotros 
por nosotros pecadores 
y en esta hora presente 
concédenos tus favores.
Cuando la muerte se acerque 
presto ven a nuestro lado 
acordándonos que en vida 
mucho te lo hemos rogado (9).
GLORIA 
El Gloria está muy escasamente representado en las poesías que recogen las oraciones usuales del cristiano, quizá porque es una forma de súplica o de alabanza de uso relativamente tardío, aunque no se pueda decir categóricamente que resulte desconocida en los manuales y catecismos más antiguos, pero lo cierto es que su empleo no era nada común: ello justifica perfectamente los dos únicos y raros testimonios aquí recogidos: 
Gloria al Padre, gloria al Hijo, 
Gloria al Espíritu Santo, 
Por los siglos eternales 
De todos sea loado 
Gloria sea al Padre Eterno,
Gloria al Hijo soberano, 
Por los siglos de los siglos 
Gloria al Espíritu Santo- Amén ( 10).
Cabe pensar que las dos estrofas puedan constituir dos ejemplos distintos de la doxología, ya que en ambos el texto está íntegramente recogido y el autor a quien atribuírselas, Teodoro Domínguez de Valdeón no es dado a la repetición innecesaria. Por otra parte, a la primera de ambas estrofas acompaña una breve nota que dice: «Muy popular en la diócesis de León», lo que apunta a que él no ha hecho otra labor que la de compilador de esta estrofa; no así de la segunda, de la que se puede pensar que es autor. En ese caso, son tres los testimonios, pues a ellos hay que añadir el siguiente: 
Gloria sea dada al Padre 
que creó cielos y tierra 
al mismo que engendra al Hijo 
y al que en si todo lo encierra.
Gloria sea dada al Hijo 
que fue nuestro Redentor 
al que es imagen del Padre 
y del hombre Salvador 
Gloria al Espíritu Santo 
que es nuestro Consolador 
al que del Padre y del Hijo 
procede de mutuo amor. 
Gloria al Padre, gloria al Hijo, 
gloria al Espíritu Santo; 
como en el cielo en la tierra ( 11) 
entonemos este canto.
CREDO 
Si eran escasos los testimonios versificados del Gloria, otro tanto ocurre con el Credo, que quizá por su mayor extensión, o quizá también por la fijeza y exactitud de las frases fijadas en su contenido como afirmaciones doctrinales, parece que ha sido menos apropiado para ser puesto en rima. Con todo no han faltado ejemplos, como los dos siguientes: 
Como cristiano, en Dios Padre .
Todopoderoso, Creo; 
criador de cielo y tierra 
y del Universo entero, 
y creo en su único Hijo 
Jesucristo y Señor nuestro, 
por la gracia concebido 
del Espíritu santo. Creo 
que de la Virgen María
 nació, para abrir del cielo 
las puertas a los mortales 
que cumpliesen sus preceptos.
Y que padeció sin culpa 
bajo el poder del proterbo 
y torpe Poncio Pilato; 
y que en una cruz fue muerto, 
crucificado cual eran 
los más criminales reos.
Que también fue sepultado 
y descendió a los infiernos, 
hasta que al tercero día 
resucitó entre los muertos 
según anunciado estaba.
Que de allí subió a los cielos, 
estando en ellos sentado 
de Dios Padre al lado diestro, 
y creo que ha de venir 
a juzgar vivos y muertos.
Y en el Espíritu Santo 
y en la santa Iglesia creo.
También en la comunión 
de los santos de Dios siervos .
Y en el perdón de pecados 
por ser el único medio 
de que el hombre alcanzar pueda 
verse al lado del Eterno.
Y hasta en la resurrección 
de la carne, también creo 
en la vida perdurable, 
y en esta creencia quiero 
vivir como buen cristiano 
y morir cristiano siendo. Amén (12).
Si la primera versión discurría en forma de romance, la segunda lo hace en forma de coplas, que tienen una rima asonante, en los versos segundo y cuarto, que no siempre es la misma. El texto es como sigue: 
En Dios Padre creo 
Todopoderoso, 
Que cielos y tierra 
Crió bondadoso.
Creo en Jesucristo 
Que es su Hijo amado, 
y fue concebido 
del Espíritu Santo.
Que siendo ab aeterno 
Del Padre engendrado, 
de la Virgen Madre 
Nació en un establo; 
Que, bajo el poder 
De Poncio Pilato, 
Fue clavado en cruz 
Donde era esperado .
Muerto y sepultado.
Bajó a los infiernos 
Donde era esperado 
Por los Santos Padres, 
Para rescatarlos.
Que al día tercero 
Ha resucitado 
y al cielo subió 
Entre himnos sagrados.
Del Padre a la diestra 
El está sentado 
y en la eterna gloria 
Es nuestro abogado.
Como Juez Supremo, 
Al fin de los años, 
Vendrá majestuoso, 
Por aquí a juzgarnos.
Los vivos y muertos 
Serán destinados 
A dicha o suplicio 
Como hayan obrado.
Y en el Espíritu 
Santo yo creo 
En Dios Trino y Uno, 
Infinito, Eterno.
Esta fe en la Iglesia 
Católica he dado 
Y ser su fiel hijo 
Por siempre he jurado.
En la Comunión 
Creo, de los santos, 
Creo en el perfecto 
Perdón del pecado.
La Resurrección, 
Dogma soberano, 
Que al alma y al cuerpo 
Volverá a juntarlos.
En la vida eterna, 
Reino deseado, 
Donde al fin seremos 
Todos coronados. Amén (13) 
SALVE 
Al contrario que el Credo, la Salve ha sido más vertida al verso, quizá por resultar más sencilla en cuanto que es una oración petitoria, en lugar de la formulación más exacta propia del Credo; ello ha generado un uso más popular de la Salve, que además resulta más comprensible incluso en su lenguaje para el pueblo llano. Los ejemplos son cuatro en esta ocasión, más algunos apéndices, de los que más adelante hablaremos, pero están lo suficientemente documentados como para poder asegurar que se trata de una salmodia ciertamente popular. El primer modelo es: 
Salve, Señora, 
Reina del Cielo 
Madre y consuelo 
Del pecador.
Vida y dulzura, 
Nuestra esperanza, 
Nave segura 
De salvación. 
Los desgraciados 
de Eva nacidos, 
Sin ti afligidos 
Solos se ven.
Vuelve abogada, 
Vuelve a nosotros 
la tu mirada 
Fuente del bien.
A ti de gracias 
Y dones llena; 
Dicen su pena 
con triste voz.
Los desterrados 
En este valle 
Los condenados 
Siempre a dolor.
Dadnos, Señora, 
Deshecho el hierro 
De este destierro 
Ver a Jesús;.
Divino fruto 
De vuestro seno, 
Por nos tributo 
Muerto en la cruz.
Y en tanto, ¡Oh dulce 
Virgen piadosa, 
Pura y hermosa, 
Madre de Dios; 
Pues aguardamos 
Santas promesas, 
Tiernos rogamos 
Roguéis por nos.
Reina del cielo 
Y la tierra 
Válganos tu intercesión, 
Pues que Madre nuestra eres 
Y también Madre de Dios (14).
La siguiente versión es muy parecida en su métrica y en su estilo a la que acabamos de reproducir, aunque el contenido de los versos difiera de ésta, y no se pueda hablar más que de similitud formal. He aquí su texto: 
Salve, Señora, 
Vida y dulzura, 
gloria y ventura 
del serafín,.
Misericordia, 
paz y bonanza, 
firme esperanza 
del infeliz.
A ti los hijos 
de Eva llorosos 
dan voz airosa 
del corazón.
A Ti del valle 
donde gemimos 
A Ti decimos 
nuestro dolor.
Dulce abogada 
suspiros damos, 
de Ti esperamos 
gracia y solaz.
Vuelve a nosotros 
esos fulgentes 
ojos clementes 
de tu piedad.
Y cuando el alma 
rompa el encierro 
de este destierro 
tan opresor, 
al rico fruto 
de tu amoroso 
vientre dichoso 
preséntanos.
Oh, cara Madre 
del Rey, del Santo; 
eleva en tanto 
plegaria y di: 
que tus promesas 
por Ti queremos 
y alcanzaremos 
gloria sin fin (15).
Sin embargo, es preciso resaltar que no existe una absoluta unanimidad en el respeto de la rima, ya que a lo largo de la composición van rimando los versos segundo y tercero, sexto y séptimo y cuarto y octavo, mientras primero y quinto quedan libres, formando unas estrofas absolutamente originales.
Si las dos anteriores discurrían por el pentasílabo, las dos siguientes recurren al octosílabo, que da a todo el conjunto del poema mayor peso y seriedad. De aquí que tengan un cierto parecido entre sí: 
Dios te salve, Virgen pura, 
Reina piadosa del mundo, 
Madre de vida y dulzura, 
Acoge el ruego profundo, 
De tus hijos sin ventura 
Y haz nuestro llanto fecundo.
Los que aquí por Ti clamamos 
Desterrados hijos de Eva, 
Que a Ti, ¡oh Madre!, suspiramos 
En este valle de prueba, 
Donde sin cesar lloramos 
Pasando angustias y penas.
Tus hijos siempre y ahora 
Tristes te elevan el alma, 
Oyelos, Madre y Señora, 
Con esa piedad que colma 
Los gemidos del que llora 
y que a Ti ferviente clama, 
Ea, pues, nuestra abogada 
Vuelve a nos de esos tus ojos 
La dulce y tierna mirada, 
Que suaviza los abrojos 
De esta mísera jornada, 
Que caminamos llorosos .
Y preséntanos, María, 
De este destierro pasando, 
A Jesús, nuestra alegría, 
Que en la cruz murió clamando 
Perdón por la raza impía 
Y por sus hijos rogando.
Hijo de tu entraña pura, 
De la Humanidad consuelo, 
Si tú, Madre de ventura, 
La dicha pides al Cielo, 
Dicha obtendremos segura .
Al salir de aqueste suelo.
Y pues tienes prometido 
A los dignos, Madre mía, 
Gozo eterno y bendecido, 
¡Oh dulce!, ¡oh clemente!, ¡oh pía!, 
Haz nuestro gozo cumplido (16), 
Sagrada Virgen María.
Su pareja es como sigue: 
Dios te salve, Virgen pura, 
Reina del cielo y la tierra,
Madre de misericordia, 
De gracia y virtudes llena, 
Vida y dulzura en quien vive 
Toda la esperanza nuestra.
Dios te salve, a ti llamamos 
Desterrados hijos de Eva,
 A ti, Madre, suspiramos 
Gimiendo y llorando penas, 
En este tan triste valle 
De lágrimas y miserias.
Ea, pues, dulce Señora, 
Madre y Abogada nuestra, 
Esos tus divinos ojos 
A nosotros siempre vuelvas.
Y después de este destierro, 
Con benignidad nos muestra 
A Jesús, divino fruto, 
De tu vientre hermosa perla.
¡Oh, clementísima aurora! 
¡Oh piadosísima estrella! 
¡Oh dulcísima Patrona, 
Venerada en mar y tierra! 
Virgen santa, inmaculada, 
Por nosotros a Dios ruega 
Para que seamos dignos 
De alcanzar la vida eterna (17).
Como ya habíamos encontrado con anterioridad en el Gloria, el compilador de esta versión, Teodoro Domínguez de Valdeón, no sólo cita la procedencia de esta poesía, sino que añade la acotación de que se trata de una Salve «muy popular en León».
A título de apéndice en lo relativo a la Salve, incluimos aquí unas impropiamente denominadas «Salves», incluso en los títulos con que figuran en sus respectivos lugares de procedencia, y que recurren a esta expresión en el primer verso en dos casos. Pero la particularidad es que, al ser destinadas para el canto, se han servido como soporte musical de La Marcha Real, y a ella remiten expresamente en sus respectivos encabezamientos; razón por la cual constituyen raras piezas propias de un extravagante coleccionista más que cantos adecuados al uso popular. Pero ahí están los hechos, incontestables, y aquí van los respectivos textos; el primero es: 
Salve, Señora, 
Madre de Dios augusta, 
noble emperatriz, 
refugio en la aflicción;.
hoy fieles hijos, cantando tus glorias, 
sólo anhelan por tu dulce amor.
¡Guerra al infierno 
con la gracia invencible, 
guerra a Lucifer, 
resuene sin cesar! 
que a nuestras frentes 
circunda María 
lauro eterno de gloria inmortal.
Ciego de encono 
con bárbara pujanza 
quiere acometer 
el infernal dragón;.
pero María es fortísimo escudo, 
quien la invoque saldrá vencedor.
Ea, al combate 
marchemos animosos 
prontos a la lid, 
la gracia ha de triunfar.
Viva María, y al viento ondeante 
Triunfe triunfe su estandarte real (18).
El segundo texto de tales características dice: 
La Virgen María 
Es nuestra protectora, 
Con tal defensora 
Ya no hay que temer: 
Vence al mundo, demonio y carne: 
¡Guerra, guerra contra Lucifer! 
¡Oh Reina del Cielo, 
Purísima María 
Tierna Madre mía 
Oh Virgen sin igual! 
Salva a tus hijos, defiéndelos y ampáralos 
Muera, muera el dragón infernal 
¡Oh dulce María!, 
Protege la inocencia 
Y con gran clemencia 
Vence al tentador 
Al cielo, al Cielo cantando iremos: 
¡Viva, viva Jesús nuestro amor! 
¡Ea! Al combate 
Marchemos animosos 
Prontos a la lid.
La gracia ha de triunfar: 
¡Viva María! Y al viento ondeante 
Triunfe, triunfe su estandarte real 
Y cuando el alma 
Deshechos los lazos 
Del cuerpo mortal 
Quiera al Cielo partir 
Siendo María su firme esperanza 
Siempre, siempre reinará feliz (19).
Ahora bien, si este «excursus» de una aproximación de motivos religiosos a la música de La Marcha Real resulta llamativa por su pintoresquismo, no podemos pasar por alto la enorme carga de agresividad, de lucha y de cristianismo ofensivo que las letras respectivas invitan a practicar, como si el ser cristianos consistiera en una especie de maniobras militares en las que no se pueden dejar cabos sueltos en cuanto a estrategia y logística. Situados en este punto, el estupor se mezcla con la indignación al comprobar la forzada distorsión a que ha sido sometida la Salve, para llegar a convertirla en -así reza el título-- la Salve del legionario, destinada a ser cantada con la música del Himno de la Legión. Su texto es como sigue; 
Dios te salve, purísima Virgen, 
fiel Patrona de nuestra Nación: 
hoy tus hijos fervientes te imploran 
que de España tengas compasión.
Muestra ya que eres Madre amorosa 
ven de España el llanto a enjugar 
ponte al frente de nuestros soldados
hasta conseguir vencer y triunfar.
Madre mía, Madre mía, 
reina de nuestra Nación: 
salva a España de la guerra 
por tu pura Concepción.
Virgencita, Virgencita 
de hermosura sin igual, 
Tú nos darás la victoria 
Y a tus pies tendrás con gloria, 
Madre mía, 
la bandera nacional.
Con la Virgen a rezar, 
por la Virgen a morir (20).
No es fácil saber por qué admirarse más: si por la «profanación»,de utilizar un canto guerrero so pretexto de hacer una oración, o por el hecho mismo de la ardorosa letra de la súplica, en la que la «victoria» de «nuestros soldados» hará brillar «nuestra Nación», de la que María es Patrona «fiel», realizando una inusitada combinación de motivos religiosos («tu pura Concepción») y patrióticos («la bandera nacional»): Constituye, eso sí, un curioso ejemplo, por la fecha de su publicación, de los vientos que soplaban al final de la contienda civil, y hoy podemos contemplarla desde la serenidad que proporcionan el tiempo y la distancia mental que han transcurrido desde entonces.
MANDAMIENTOS 
No constituyen propiamente una oración, aunque de alguna manera existe una cierta afinidad, por el hecho de que usualmente los catecismos han incluido su recitación entre los formularios con que suelen abrir o cerrar sus páginas. Por esta razón están aquí presentes, en dos versiones muy similares entre sí; la primera lleva por título Al cielo por los mandamientos: 
Si al cielo quieres ir, 
A recibir tu palma 
A Dios con cuerpo y alma 
Has de amar y servir.
Si al cielo quieres ir 
Jurar en falso evita 
Y blasfemia maldita 
No has de proferir 
Si al cielo quieres ir 
Observa bien las fiestas 
Y a los bailes en éstas 
Jamás has de asistir.
Si al cielo quieres ir 
Respeta a los mayores 
Mas a los inferiores 
Los debes instruir.
Si al cielo quieres ir
De tí nada padezcas, 
Ni dañes, ni aborrezcas 
Ni debes nunca herir.
Si al cielo quieres ir 
¡Detesta la impureza 
Y antes que la torpeza 
La muerte has de elegir.
Si al cielo quieres ir 
Odia el robo y la usura; 
Pues es gran desventura 
Hurtar y así morir.
Si al cielo quieres ir 
Huye cual del demonio 
Del falso testimonio 
Y también de mentir.
Si al cielo quieres ir 
Conserva al alma pura, 
Que es toda su hermosura 
En mal no consentir.
Si al cielo quieres ir 
No codiciar lo ajeno; 
Pues todo lo terreno 
Dejarlo has al morir (21).
El título de la segunda versión, casi idéntica, es: 
Al cielo quiero ir: 
Si al cielo quieres ir 
Y allí empuñar la palma, 
A Dios con cuerpo y alma 
¡Procúralo servir.
Si al cielo quieres ir 
Blasfemias no profieras 
Ni en falso jurar quieras .
Aunque hayas de morir.
Si al cielo quieres ir 
Guardar debes las fiestas 
Acción servil en éstas 
Preciso es omitir.
Si al cielo quieres ir 
Respeta a los mayores 
Y a todos tus menores 
Los debes instruir.
Si al cielo quieres ir 
En donde no padezcas 
No dañes, ni aborrezcas; 
Ni oses maldecir.
Si al cielo quieres ir 
No manches tu pureza 
Del vicio con torpeza 
Procura siempre huir.
Si al cielo quieres ir 
Evita toda usura, 
Seria desventura 
Hurtar y así vivir.
Si al cielo quieres ir 
Jamás te halle el demonio 
En falso testimonio 
Y nunca has de mentir.
Si al cielo quieres ir 
Conserva tu alma pura 
Que es toda su hermosura 
En mal no consentir.
Si al cielo quieres ir 
Respeta el bien ajeno, 
Pues todo lo terreno 
Aquí queda al morir (22).
SACRAMENTOS 
Resultan escasamente representado -un solo ejemplo- en comparación con otros formularios. Y aunque también sucede que no es propiamente una oración, por afinidad con éstas, tiene un puesto en el elenco que estamos haciendo. El texto de esta singular versión es: 
Baile el cielo de contento, 
La tierra de regocijo.
Gloria al Espíritu Santo 
Gracias al Padre y al Hijo.
A daros vengo las gracias 
De la merced que nos hizo; .
De los siete Sacramentos, 
El primero es el Bautismo.
Segundo Confirmación 
Que nos dio el señor Obispo 
Para confirmar la fe 
De mi Señor Jesucristo.
El tercero Penitencia, 
Del pecado cometido; 
Todo aquel que se confiese 
Vaya bien arrepentido.
Diciendo: Señor, pequé 
Contra Dios y Señor mío; 
El cuarto la Comunión 
Especies de pan y vino.
Bien podían los cristianos 
Confesar cada Domingo 
Y recibir en su fecha 
El Sacramento divino.
El quinto la Extrema-Unción 
Cuando el hombre despedido 
De las cosas de este mundo 
Solo llama a Jesucristo.
Pues a quién ha de llamar 
Viéndose en tanto peligro 
Sino a Cristo y a su Madre 
Sino a su Madre y a Cristo.
El Sexto es el Sacerdote 
Que con sus palabras cinco 
Hace bajar de los cielos 
A Dios hombre y Jesucristo.
El Séptimo Matrimonio, 
Alto misterio escogido 
Si los dos se unen bien 
Tendrán igual paraiso, 
Y si. no se unen bien 
Tendrán un infierno mismo.
Cristianos que estais atentos 
Oid bien lo que os digo 
Estos siete Sacramentos 
Son también a lo divino (23).
ACTO DE CONTRICION 
Para provocar este acto, que es esencialmente interior, también algunos textos proponen versificada una fórmula que trata de recoger, exteriorizar, y en su defecto provocar los sentimientos de arrepentimiento hacia los propios pecados. Parece que algo tan íntimo y espontáneo repele el decirse en verso, precisamente porque tiene que ser repensado antes y ha de ser retenido en la memoria, cuando no resulta la expresión del mismo pecador arrepentido. Pero está visto que el ímpetu de los versificadores no conoce barreras: 
Por ser Vos, Señor, 
Con perversa iniquidad 
Yo pequé contra el Señor, 
Que es mi Dios, fuente de amor, 
Mar inmenso de bondad.
Muy ingrato para él fuí 
Cuántas veces ¡ay! pequé 
Aunque en la cruz le insulté 
Donde moría por mí.
Nunca más quiero pecar 
Mi Bien, Bondad sin medidas 
Perdón, Señor de mi vida, 
Que a Tí sólo quiero amar (24).
La otra versión localizada dice de la siguiente manera: 
Señor mío Jesucristo, 
Dios y hombre verdadero, 
A quien sobre todo amo, 
En quien sobre todo espero.
Por ser Vos, Señor, quien sois, 
Santo, compasivo y bueno, 
De haber pecado me pesa 
Y no pecar más prometo, 
Y evitar las ocasiones 
En que pudiera ofenderos .
De confesarme y cumplir 
Vuestros santos mandamientos.
Por vuestra Pasión y Muerte, 
Perdonad, Señor, mis yerros.
Dadme gracia de enmendarme 
Y de ser vuestro fiel siervo. Amén (25).
A MODO DE CONCLUSION 
El recorrido que hemos ido realizando a través de una serie de oraciones tradicionales puestas en verso para ser memorizadas o para ser cantadas muestra que tal procedimiento resulta al menos dudoso en su eficacia. Por un lado, se aleja de la expresión usual de la oración, introduciendo unas formas nuevas, además de resultar desconocidas para la inmensa mayoría, lo que hace que estas oraciones versificadas, incluso en el caso de una extensión popular, sean en todo caso minoritarias.
Por otra parte, las mismas exigencias de la versificación obligan a giros forzados, que en lugar de respetar el sentido último de la oración lo que hacen es enrevesarla: no constituyen explicaciones o aclaraciones de la misma. En algunas ocasiones no es solo cuestión de forma, lo que siempre es menos grave, sino cuestiones profundas, de fondo, llegando a algunas expresiones muy próximas al ridículo. La diversa calidad de los vates obliga a matizar, pues algunos son muy capaces de construir unos versos dignos y coherentes, de los cuales distan mucho otros versificadores.
El carácter popular de estas expresiones versificadas resulta difícil de comprobar a partir de los textos, y sería precisa una labor de campo para comprobar hasta qué punto se conservan en la memoria de los testigos de las generaciones que las han utilizado. En algunos casos, sin embargo, existe la sospecha de que tales versos no han pasado de intentos de llegar al carácter popular, que ciertamente no han conseguido. Otro caso distinto es el de los versos cantados, que por eso mismo han podido ser más repetidos y conservados en la memoria de algunas generaciones, Pero sin duda todos esos procedimientos no han pasado de ser meros sucedáneos de una explicación catequética adecuada, que en muchos casos se echa de menos con absoluta evidencia; de ahí al recurso de la mera repetición memorística por el procedimiento más sencillo, el del verso, no hay más que un paso. 
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(1) G. ASTETE: Catecismo de la doctrina cristiana, Valladolid, F. Santarén, 1888, 61; íd., Valladolid, F. Santarén. 1906, 62.
(2) G. ASTETE: Catecismo de la doctrina cristiana, Valladolid, Hijos de J. Pastor, 1985, 62.
(3) Hno. PABLO MARIA: El catecismo en verso, Miranda de Ebro, s. f. (3). 42.
(4) T. DOMINGUEZ DE VALDEON: Catecismo de la doctrina cristiana del padre Astete puesto en romance. León. Imprenta Católica, 1933, 15-16.
(5) ANONIMO: Nuevo librito que contiene los sacramentos en verso, el rosario de la buena muerte. añadido con el padre nuestro, el ave maría y la marcha real, León. Imp. Saturnino Díez Alonso, s. f., 11-12.
(6) ANONIMO: Tesoro del pueblo o Libro de la Santa Misión..., Valladolid, Imp. Casa Social Católica. 1929, 26.
(7) T. DOMINGUEZ DE VALDEON, Catecismo..., 16.
(8) ANONIMO: Nuevo librito..., 12-14.
(9) Hno. PABLO MARIA: El catecismo... 42-43.
(10) TEODORO DOMINGUEZ DE VALDEON: Catecismo, 16-17.
(11). Hno. PABLO MARIA: El catecismo..., 43.
(12) G. ASTETE: Catecismo de la doctrina cristiana, Valladolid, F. Santarén, 1888, 63-64; e íd., Valladolid, F. Santarén, 1906. 63-64. .
(130 T. DOMINGUEZ DE VALDEON: Catecismo 12-14.
(14) Por simplificar esta nota, en todos los casos se trata de ejemplares de G. ASTETE: Catecismo de la doctrina cristiana, a no ser que se indique lo contrario. Tal como la hemos reproducido aparece en el ejemplar de Valladolid, Leonardo Miñón, 1884, 63; y en el de íd. Jorge Montero, 1902, 64. Con la modificación de substituir "Dadnos" por "danos" y "Roguéis" por "ruegues" (o "ruega"), en íd., F. Santarén, 1888, 62-63; íd., Vda. de Cuesta, 1892, 64; íd. Hijos de J. Pastor, 1895, 63-64; íd.. A. Martín. 1908, 64; íd., A. Martín, 1914, 80; íd., A. Martín, 1914, 80; íd., A. Martín, 1917, 80; íd., A. Marín, 1919, 80; íd. A. Martín. 1922, 80; íd., A. Martín, 1924, 80; id. A. Martín, 1927, 80; íd., A. Martín, 1930, 80; íd., A. Martín, 1935, 80; íd., A. Martín, 1938, 80; íd., Avila, Sirigano Díez, 1934, 84; íd.. Avila, Senén Martín, 1941, 80; íd., Avila, Senén Martín, 1954, 80; íd., Madrid, Hernando, 1952, 55-56; íd., Madrid, Hernando, 1953, 55-56; íd., Avila, Senén Vidal, 1954, 80. Con la variante de suprimir la cuarteta final, las de Valladolid, F. Santarén, 1906, 63, y Valladolid, F. Santarén, 1930, 63, y en ANONIMO: Los cien cánticos religiosos de uso más frecuente, Vigo, Ed. Cartel, 1939, 43-44.
(15) ANONIMO: Tesoro del pueblo..., Valladolid, Imp. Casa Social Católica, 1929, 22-23.
(16) T. DOMINGUEZ DE VALDEON: Catecismo..., 86-87.
(17) T. DOMINGUEZ DE VALDEON: Catecismo..., 17-18, en que indica: "Tomado del Manual Católico del R. P. Elías Reyero, S. J.".
(18) ANONIMO: Tesoro del pueblo..., 22., 
(19) ANONIMO: Colección de cánticos piadosos y catequísticos, Valladolid, A. Martín, s. f., 8. Otra versión, casi idéntica a la anterior, sólo tiene las tres primeras estrofas, y en la tercera, cambia los versos "¡Oh dulce María! / Protege la inocencia..." por "Jesús y María/ protegen la inocencia...". Está recogida en ANONIMO: Cánticos de misión, Valladolid, A. Martín, s. f., 4.
Existe aún otra versión eclesiástica, que refunde a su modo las dos versiones presentadas: Incluye las cuatro estrofas de la "Salve" presentada en primer lugar, a continuación ofrece otra estrofa absolutamente original: 
Virgen María, 
Tu lirio de pureza 
Manantial de paz, 
trono excelso de Dios 
Faro luciente es el mar de la vida 
Guíanos a la inmortal Sión.
para continuar con la quinta estrofa de la versión aquí presentada "Y cuando el alma..." y concluir con la estrofa modificada reseñada en esta misma nota : "Jesús y María, protegen la inocencia...". Se incluye en ANONIMO: Nuevo librito..., 15-16.
No es fácil precisar si ésta es la versión completa, de la que las otras constituyen abreviaturas; o si, al contrario, ha recogido estrofas de acá y acullá haciendo una refundición final.
(20) ANONIMO: Los cien cánticos religiosos de uso más frecuente con un suplemento de diez cánticos patrióticos, Vigo, Ed. Cartel, 1939, 55-56. Hay que advertir que, contra lo que pudiera pensarse a la vista del titulo, la composición reseñada no figura en el suplemento de los cánticos patrióticos, sino en el cuerpo de los cánticos "religiosos".
(21) ANONIMO: El Catequista de los Párvulos y personas de poca instrucción, Madrid, Hnos. de la Escuelas Cristianas, 1907, 121-123; también en ANONIMO: Los cien cánticos religiosos..., 22.
(22) ANONIMO: Cánticos de misión, Valladolid, Andrés Martín, s. f., 1.
(23) ANONIMO: Nuevo librito..., 3-4.
(24) ANONIMO: Instrucciones para los niños que se preparan a la primera confesión y comunión publicadas por S. S. Benedicto XIII en el Concilio Romano de 1725, en "De Broma y de Veras" (1917), marzo, 13.
(25) T. DOMINGUEZ DE VALDEON: Catecismo..., 19-20.