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El baile es una manifestación más de la tradición en la que el especialista o marginal ocupa un lugar destacado. Con su labor al introducir nuevos pasos o variaciones, crea dentro del «estilo» tradicional una corriente de renovación, impidiendo de vez en cuando que determinados bailes se anquilosen o degeneren por falta de nueva savia. El mayor peligro que su trabajo encierra no es de orden personal: Sabemos que en los bailes rurales siempre hubo quien destacó por sus cualidades, siendo admirado y respetado por el resto de convecinos. El problema surge cuando se trata de elevar esos conocimientos particulares a la categoría de universales, creando un grupo; viene entonces la primera tentación: conseguir que todas las parejas hagan lo mismo (incluso que se vistan igual), desvirtuando el carácter del baile y «normalizándolo», como el ballet o la danza, que responden a principios distintos y requieren una uniformidad o disciplina para obtener un efecto estético; se mezclan así estilos y modos distintos de concebir el movimiento y la propia vida: Uno, el baile, nacido de una necesidad de expresión corporal o ritual y ajustado a un mínimo número de normas; otro, la danza, producto de una coreografía y con una base académica o de Escuela. Entre los «profesionales» de la danza se suele observar (ya desde el siglo XVII, época en que se crean escuelas que darán origen al «baile español» más o menos representativo) un cierto menosprecio hacia formas de expresión rurales que califican de «pintorescas» o «rústicas» por no ajustarse a sus normas. Como en otros casos (instrumentos o música popular, por ejemplo) reivindicamos una cierta espontaneidad para el baile, así como una permisividad -dentro de ese cauce o «estilo» a que nos referíamos anteriormente- para la improvisación. ¿Qué diferencia hay, si no, entre un grupo folklórico de un pueblo y un cuerpo de ballet ordenado, vestido a la usanza de ese mismo lugar? Ninguna, salvo en la preparación física o en el resultado espectacular que mostrará el segundo.
Atañe, sin duda, a cada grupo analizar qué es lo esencial en el tipo de baile que desea poner en práctica, eliminando lo superfluo o aquello que no se ajuste al modelo que quiere representar.