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INTRODUCCION
Dentro del panorama artístico y cultural de tipo popular exponemos aquí un ejemplo muy particular, como tantos otros, de una manifestación artística que se da curiosamente en una profesión u oficio, la de esquilador de acémilas y asnos, en apariencia corriente no siéndolo así el arte que alberga y que tiene como marco las ancas de estos animales.
Efectivamente, sobre este original lienzo el esquilador sirviéndose únicamente de sus tijeras, la tradición e incluso de su propia fantasía alza líneas y dibujos adornando su humilde oficio con el broche de lo bien hecho y de lo bello, creando arte; dignificando su labor.
Este arte requiere por parte del observador, ante el cual se presente por casualidad, un poco de atención debiendo tener en cuenta además el carácter efímero que posee.
Aquí se expone como ejemplo el caso de uno de tantos esquiladores como antes había que conserva en su saber el arte de adornar bestias (como popularmente se denomina a los mulos y asnos) a base de jugar con su tijera sobre el pelo de las ancas de éstas: Felipe Puerto Santos.
Este hombre desempeña su curiosa labor en Llerena y en sus alrededores, al sur de la provincia de Badajoz. Aquí siguen empleando animales en las labores del campo, aunque en menor proporción que antes al ser sustituidos poco a poco por la maquinaria agrícola. De Felipe sale el hecho de grabar sobre mulos y burros, una vez esquilados, algún que otro sencillo dibujo de los muchos y hasta más complicados que sabe hacer.
Muy pocos son los que le piden ya «algo especial», como antes hacían, para sus monturas. Otras de las raras veces en las que desarrolla ahora su habilidad es cuando lo hace movido por su propio capricho, en determinados casos. En esta ocasión ha accedido a ello para ayudarnos a ilustrar mejor lo que sobre este arte y oficio queríamos decir, o, para ser más exactos, podíamos decir, ya que ha sido él también quien con toda amabilidad ha respondido a las preguntas que le hicimos, añadiendo además la narración de casos o anécdotas que sobre su labor iba recordando.
Y, gracias a unos amigos, Enrique López y Francisco T. Mateos, de Llerena, pude acceder a la lectura de un pequeño artículo sobre el tema de la esquila de mulos que pertenece a una revista ilustrada de las primeras décadas de este siglo: La Esfera, año VI, nº. 264, 18 enero 1919... «El arte popular en la fiesta de San Antón» de E. Varela Hervias. De dicho artículo he sacado trozos de texto para ilustrar el tema, además de los dibujos que contenía y que veremos más adelante. Una de las citas dice lo siguiente:
«Esta costumbre artística, tan generalizada en la península ibérica, es desconocida por completo en el resto del mundo; ¿será original o importada de otros países en que desapareció con el tiempo? Difícil es determinarlo; lo que es verdad, que en los siglos medios debió no estar generalizada como hoy y que debía tener un significación ritual o mágica. O ¿quizá la idea de semejante adorno la hayan traído los gitanos que se dedican a este oficio y que vinieron de Egipto o Europa en el siglo XV?».
Es posible que haya escritos más amplios y recientes acerca del tema aquí tratado, pero no he tenido oportunidad de acceder a ellos; por lo cual, lo que aquí veremos se reduce al trabajo etnográfico y lo que del citado artículo de la revista La Esfera hemos obtenido.
LA ESQUILA DE MULOS y ASNOS
El esquilador
Felipe Puerto Santos, de 53 años de edad, apodado «El Maca», mote que le viene de su padre al cual se lo pusieron de pequeño también; natural de Llerena, lugar en el que ha sido realizado este trabajo, es el protagonista de todo lo que a continuación expondremos, que no es más que lo que él mismo ha contado sobre su oficio.
El oficio le viene de familia. Esquiló con sus primos, tío y su padre y lo aprendió siendo muy pequeño de este último. Según él, su abuelo, bisabuelo y más atrás ejercieron el oficio de esquilador. Vemos, pues, que viene de antiguo. Pero llama la atención el hecho de que ya a los nueve o diez años, dice, pelaba de la misma forma que lo hace ahora. Y para ello se auxiliaba de un banco al que se subía para esquilar la parte alta de los animales mientras su padre lo hacía por el otro costado. Desde pequeño le tiraba eso de esquilar y aun disfruta de su labor como entonces. Ahora él es el Único que se dedica a ello no sólo en Llerena sino en los pueblos de alrededor también.
La mecanización progresiva del campo hizo que se redujera la cabaña de animales destinados a las labores del campo de forma considerable. Esto, lógicamente, fue la causa de que los que se dedicaban al esquileo lo fueran abandonando. Así ha ocurrido por ejemplo con los primos de Felipe, que dejaron el pueblo, como tantos otros, para buscar trabajo fuera. Uno de ellos, «El Nano», famoso también por su habilidad con las tijeras a la hora de trazar líneas y dibujos, si bien no abandonó el pueblo ya no ejerce. Su tío y su padre murieron. Por Llerena y alrededores, salvo algún que otro caso, sólo pelaban ellos. Ahora, los dueños de las pocas mulas que quedan en Higuera, Trasierra, Las Casas o Reina avisan al «Maca» para que vaya a esquilarlas.
Por ejemplo, a Higuera de Llerena va y en un día las pelas a todas. Hay pocas; y es que la característica del terreno, que en este caso es llano, hace que se pueda prescindir de ellas en gran medida pudiéndose emplear el tractor con más facilidad. En Trasierra, sin embargo, tiene que emplear tres o cuatro días para esquilar las mulas, mulos y asnos, los únicos que aún pueden labrar el duro terreno de lo que es ya estribación de Sierra Morena. Y en Llerena él es el que se dedica a ello, sobre un número algo mayor de animales que en los pueblos citados, al ser localidad mayor, rodeada de llanos pero respaldada por la Sierra, en cuyas laderas está casi situada.
Hay que hacer notar que el hijo de «El Maca» no se siente atraído por la esquila y, a pesar de estar en una edad en la que su padre pelaba perfectamente, aún no se ha interesado por aprender. Podemos, pues, empezar a creer que con la «jubilación» de Felipe dejará de existir en la zona el arte que con él se conserva aún vivo.
La esquila, no obstante, nunca ha sido un oficio que asegurase el total mantenimiento de los que lo desempeñaron; por lo menos en lo que a él y los que con él pelaron antaño se refiere. Antes trabajaban también un poco «a lo que salía»; de jornaleros agrícolas sobre todo, como, por ejemplo, en la recogida de la aceituna. Claro que, había temporadas en las que se dedicaban a su «especialidad» sólo. La gente de antes, aparte de tener más bestias las pelaban más, las arreglaban en el verano...ahora sólo uno o dos labradores hacen eso que antes era tan usual.
La diferencia que existe en este tipo de esquila con respecto a la de las ovejas es que requiere más aprendizaje y adquiere la categoría de arte, como puntualizó el mismo Felipe que también trabaja con las ovejas.
El esquileo
El esquilador realiza su labor al aire libre. Si llueve, lógicamente, ha de colocarse a cubierto. Pero esto, no precisamente por el que pela sino, debido a que la esquila no se puede realizar sobre animales con el pelo mojado.
Suele tener un lugar preferido en las afueras del pueblo, o casi, en el que, por costumbre o ser más apropiado, el esquilador pela a la mayoría de los animales que puedan ser llevados por sus dueños. El sitio más frecuentado por Felipe es el ejido del pueblo. Antes lo solía hacer, también cuando trabajaba con sus primos y su padre, en una avenida de los arrabales.
Los que no acuden con sus monturas lo reciben en sus corralones o propiedades adonde acude con su pequeña moto .Esto mismo lo hacía cuando vivía su padre desplazándose en bestias que llegaron a poseer para labrar alguna pequeña tierra de su propiedad; unos «cachillos», nos dice Felipe. Los de los cortijos y de algunos pueblos les avisaban y quedaban para ir a pelar. Sigue acudiendo «a pueblos»; también con su moto.
El calendario que rige la esquila a lo largo del año es el siguiente:
La primera se hace por septiembre. Luego viene la de Todos los Santos, a primeros de noviembre. Y después, la de finales de febrero y marzo sobre todo, una vez pasada ya la recogida de la aceituna y, con esto, el frío y las heladas más fuertes que pueden afectar a los animales. Con esta pela ya están más preparados para el laboreo de los olivares, evitando que suden. En efecto, las razones para pelar a los animales son que estén más frescos a la hora de realizar las labores del campo que corresponden a esa época del año y también que su higiene sea mayor.
Entrada la primavera el animal pelecha; se le cae el pelo viejo, que da paso al nuevo.
Antes, cuando había muchas bestias, en el verano los labradores acudían a que «se les hiciesen» las colas y las crines, a que arreglasen a los animales un poco, remarcándoseles las letras de sus dueños también. Ahora ya no suelen acudir para este arreglo.