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Si el viajero sigue la margen derecha del Tajo, hecho ya cola del grandioso embalse de Alcántara, encontrará la diminuta y preciosa villa de Portezuelo. Se recoge humildemente, hacia el septentrión de la sierra de su mismo nombre. Corretea, a su vera, la carretera que, desde Cáceres, conduce a Ciudad Rodrigo, y que en gran parte de su trayecto se encarama encima de la que fuera calzada romana de la Dalmacia. Ascendía esta calzada por Túrmulus (despoblado cercano a la actual villa de Garrovillas de Alconétar}; atravesaba Cauria (Coria) y se iba a morir a Miróbriga (Ciudad Rodrigo).
Haciendo de vigía sobre los encaracolados picachos de la serranía de Portezuelo, se levantan los muros, al estilo moruno, de una grandiosa fortaleza. En un cuadernillo, sin pie de imprenta ni nombre del autor, titulado "El castillo de Portezuelo", y que, me regaló, en mayo de 1984, la maestra de este pueblo, se lee lo siguiente: "Y no es posible dudar que este castillo fue edificado por los hijos del profeta, porque así lo atestiguan los materiales y disposición de su fábrica. Lo que resulta más difícil es precisar la época de su erección, debiéndose admitir como buena los comienzos del siglo X, cuando los berberiscos se enseñoreaban de toda la comarca y construyeron de nueva planta o reedificaron los viejos castillos y atalayas que cubrían los flancos de la calzada romana" (1).
La acogedora gente de Portezuelo cuenta la misteriosa leyenda de la bella Marmionda, que transcurre tras los muros de este castillo. De él dicen los viejos adagios:
"Castillo de Marmionda,
si una gallina escarbara,
¡cuánto oro y platería
en tus muros encontrara...!" (2}
Y las mozas, las bellas Marmiondas portezueleñas, cantan, al son de la zambomba, la copla melancólica, cargada de añoranza:
"Castillo de Marmionda,
si tú supieras hablar,
cuántos pañuelitos blancos
has visto revolear. ..
¡Olé y olé, resalero!" (3)
En el viejo ayuntamiento, he podido observar antiguos y curiosos legajos. Llama la atención un extraño privilegio, concedido a esta villa por el césar Carlos, el que se vino a morir a esta provincia cacereña, bajo las arcadas del monasterio de Yuste. Era el año del Señor de 1541. Y don Carlos I de las Españas y V de Alemania otorga a la villa. de Portezuelo el derecho de poder examinar y dar su correspondiente título a los maestros de cualquier oficio mecánico, pudiéndolo ejercer en todos los pueblos del Reino; e impidiendo, si carecían de la oportuna licencia, que otros lo ejerciesen (4).
Cuéntanos Madoz (5) que, en 1601, se concedió a los alcaldes de esta villa la jurisdicción civil] y criminal en primera instancia por el servicio de 32.832 reales y 18 maravedís. Y en 1605 el de no poder ser enajenada, por cuya gracia pagó 600 ducados.
DESCRIPCION DE LA FIESTA
Cuando el relente de la helada deja caer su carámbano la noche del 19 de enero, todos los portezueleños acuden a la iglesia parroquial. Va a comenzar "La Velá". La gente se arremolina alrededor de San Sebastián, el santo acribillado de flechas. Cantan hombres y mujeres, jóvenes y viejos. Son las hazañas del santo las que inundan el templo, aquellas que cuentan la muerte dada por Diocleciano a Sebastián:
"Diocleciano algún tiempo
su amigo era,
y ahora manda que a un tronco,
amarrado, muera.
A un tronco le amarraron
y allí le dieron la muerte
con saetas
verdugos fieros."
Y la copla nos habla de los amigos del santo:
"El tronco y las saetas
lleva por armas;
a Malco y a Marceliano,
de retaguardia."
Y también de Irene, la santa mujer:
"Una mujer piadosa,
llamada Irene,
le recogió en su casa
y hoy vida tiene."
Profundo lirismo alcanzan algunas de las estrofas:
"Ha florecido el tronco
donde le ataran;
amapolas y lirios
hechos guirnaldas.
A los 20 de enero
florece un lirio
cubierto de saetas
en su martirio."
Mezclados con los cánticos que nos cuentan vida y hazañas del mártir, van otros sones romanceados, en los que se dan gracias por los favores alcanzados por la intercesión del santo Sebastián. Viene a ser el mayordomo el que más énfasis pone en el canto, pues si cogió la mayordomía, es porque algo le adeuda al santo.
Importante -demasiado importante- es que, durante estos actos en el interior de. la iglesia, arda una hoguera a su puerta, grandiosa fogata que llega a alcanzar impresionante altura.
Al amanecer del día 20, le toca espantar la helada al tamborilero. Es la hora de la “Alborá”. Gaita y tamboril tocan a diana. Los portezueleños soñolientos y algo resacosos de la jarana nocturna, abren los ojos. Pronto se esfuma la pereza y se prepara el “remú”, la ropa vistosa y limpia que sólo se pone en determinadas festividades
Cuando el sol sube más de dos palmos por cima de la sierra, dos hombres acompañan al tamborilero. Se va casa por casa, realizando una cuestación. Hay que pedir "Iimohna pa loh sántuh bendítuh".
Después de la petición, llega la misa, que como todas las de las grandes festividades, es ceremoniosa y reposada. Se pasa, posteriormente, a la procesión. Y aquí sí que hay cosa singular, porque "los santos" van a recorrer todos y cada uno de los hogares de Portezuelo. Antes de proseguir, preciso es que maticemos lo que hemos querido decir con "los santos". Verdad es que estamos hablando de San Sebastián, pero bien cierto es que a este santo, como en otros muchos puntos de nuestra extensa piel de toro, le acompaña, casi siempre, otro. Y ese otro es San Fabián, inseparable y fiel compañero del mártir de las saetas. En muchos pueblos, existe la ermita de los Santos Mártires (6), puesta bajo la advocación de esos santos mencionados. Pero curiosamente ha prevalecido, en la mayoría de los casos, la figura de San Sebastián sobre la de San Fabián. Sé de un pueblo, en esta misma provincia de Cáceres (Santibáñez el Bajo), en el que separaron a los dos santos: a uno lo dejaron en una ermita (San Fabián) y al otro (San Sebastián) lo llevaron a la iglesia parroquial. Y cuando se acercaba su efeméride, tan sólo sacaban en procesión al último, dejando a San Fabián en su hornacina, a resguardo de los fríos del invierno.
Podríamos bucear un poco en esta discriminación; indagar sobre los motivos por los que San Sebastián se encarama por cima de San Fabián..., pero tiempo y ocasión habrá para ello. Sigamos, ahora, con la fiesta.
Las dos pequeñas tallas de los Santos Mártires, llevadas en andas, con cuasi fanática fe por los hijos de Portezuelo, franquean todas las puertas y penetran en todas las viviendas. Son horas de emoción, de lágrimas y escalofríos, de recuerdos hacia los que se fueron para siempre y para el portezueleño de la emigración, el que no pudo venir a ver a los santos de su devoción.
La pólvora de las escopetas, cosa común en más de un pueblo de esta provincia, inunda la atmósfera. y docenas de cohetes revientan en lo alto cada vez que los Santos entran o salen de una casa. EI ruido es ensordecedor. Hay cánticos y vivas. Todo se entremezcla en un confuso desorden organizado. Hay interés en que los Santos den una vuelta por el interior de las viviendas, pero a veces el espacio no da de sí y hay que entrar y retroceder, sin más.
Larga y monótona es la procesión para el profano, pero para los vecinos de Portezuelo el tiempo se les escapa a todo correr. Las cuatro de la tarde se echan encima y el cortejo va llegando a la plaza. Aún no es hora de comer. Y en la plaza, se celebran las pujas. ¡A ver quién da más! Los que pregonen la cantidad más alta, se quedarán con las "piernas" de las andas y las llevarán hasta la iglesia.
Cuéntanme que, años atrás, se "echaba la loa" en la plaza, antes de partir hacia la iglesia. Se comenzaba el rito entonándose un arcaico romance, tras el que venía la larga copla asonantada, que narraba venturas y desventuras de los Santos Mártires. Se añadían a ello los favores recibidos de manos de los santos Fabián y Sebastián, terminándose este acto religioso con una petición conveniente a todo el pueblo y rogando a Dios que un día se. juntasen, en el cielo, todos los portezueleños con sus mártires benditos. Las "Ioas" las echaban los beneficiados por los milagros o favores de los Santos, que normalmente ellos mismos confeccionaban.
Y también me cuentan que curas párrocos hubo que quisieron impedir que San Sebastián y San Fabián visitaran las casas de Portezuelo. Y no se les ocurrió otra cosa para impedirlo, que hacer unas andas más grandes, que no pudiesen entrar por las puertas. Pero he aquí que la. gente quitaba hasta las puertas, con tal de que sus benditos santos pudieran pasearse por la casa; y si no entraban a pesar de ello, acercaban las andas lo máximo posible, para que, al menos, según me dicen, "recibiéramuh la su santa bendición". Al final, triunfó el pueblo, y las andas hubieron de ser achicadas.
Muere la procesión y la copla se deshace .en el aire:
"Recorridos los hogares
y de nuevo en vuestra casa,
derramad sobre este pueblo
muchas bendiciones santas.
Los hijos de Portezuelo,
que lejos de aquí se encuentran,
el día 20 de enero
os honran con su presencia."
EL MARCO RITUAL
Como hemos anotado más arriba, existe un elemento de vital importancia dentro de esta festividad. Es un elemento mágico, de raíces profanas, muy común en diversos pueblos que conmemoran ciertas fiestas que caen dentro de los solsticios de invierno y de verano. Nos estamos refiriendo a la gigantesca hoguera que se enciende, a la puerta de la iglesia parroquial de Portezuelo, el día 19 de enero, por la noche.
Esta gran fogata, realizada por los mayordomos, la asimilan los portezueleños a la incandescente llama de la fe y devoción que sienten por sus Santos Mártires.
Hay que hacer notar que esta hoguera permanece encendida toda la noche, pero hay un momento en que sus llamas son avivadas hasta sobrepasar el tejado de la iglesia. Coincide el cénit del fuego con los cánticos que se entonan en el interior del templo, que normal es que duren tres largas horas. Así como los cánticos cobran vigor y fervorosa calentura mística, la hoguera deberá también cobrar ánimos y levantar hacia el firmamento sus largas lenguas rojizas.
Conocida es la teoría que adscribe las hogueras rituales a oscuros y arcaicos cultos solares. Según ellos, la mentalidad primitiva pretendía, con el fuego, ayudar e inyectar vitalidad al astro rey, fundamentalmente en unas fechas en que los rayos solares, al caer oblicuos sobre la superficie terrestre, calientan menos.
Pero esta teoría casi se desmorona cuando observamos hogueras rituales en pleno rigor del estío. Por estas tierras de :Extremadura, hemos observado dos tipos, de "Veláh": las representadas por hogueras y las "quémah del capazu". Este último rito consiste en hincar un palo ahorquillado a la puerta de la iglesia, de una ermita o de los mayordomos. Sobre la horca, se colocan unos capazos aceiteros, a los que se prende fuego. A su vez, la gente baila y canta en derredor, al son de la flauta y el tamboril. En este último caso, sí existe una mayor relación con los cultos solares, basándonos en la denominada magia homeopática. (Ver Folklore, nº 21: "El culto a San Antonio en Las Jurdes y zonas aledañas". F. Barroso Gutiérrez, 1982.)
Los dos tipos de "Veláh" aparecen en fechas tan distantes como la víspera de San Blas (febrero) y la víspera de San Juan (junio), la víspera de San Antonio (junio) y la víspera de los Cristos (septiembre).
Somos más firmes partidarios de aquellas teorías que consideran al fuego como un elemento purificador, al menos en lo que a la hoguera de Portezuelo se refiere. Esta creencia se remonta a antiquísimas épocas. Constancia tenemos de las fiestas del Imbolc, celebradas por los celtas en honor del fuego sagrado.
La mentalidad campesina de nuestras gentes extremeñas aún sigue considerando al fuego como un eficaz y auténtico elemento purificador y profiláctico. Aparte de ciertos remedios curanderiles, donde la llama juega vital importancia, son las hogueras de San Juan las que muestran más a las claras. este carácter. Extendida es la opinión, en Extremadura, que quien salte entre las llamas de las hogueras de San Juan quedará libre de padecer la sarna. A este sentido purificador podemos asimilar la costumbre de quemar los enseres de los difuntos, a fin de que su espíritu no contamine la vivienda si regresa a buscar antiguas pertenencias.
La hoguera de Portezuelo podría entrañar, por tanto, cierto sentido de purificación. Las gentes, al penetrar en la iglesia, deben, por fuerza, pasar junto a la hoguera. Esta aproximación implica un contacto indirecto con el fuego, que devendrá en la necesaria profilaxis para entrar limpio y puro en el santuario, a fin de mostrarse grato ante los ojos de la divinidad, hoy cristianizada y representada por los Santos Mártires.
Este primitivo rito y culto al fuego parece ser que tomó cierto auge, a raíz de las pestilencias medievales. Téngase en cuenta que los portezueleños celebran la fiesta de los Santos Mártires en agradecimiento a quedar libres de una peste que se originó por esos pagos. Como los médicos se sentían impotentes para combatirla, llamaron a Sebastián y Fabián, que lograron erradicarla de inmediato.
La creencia medieval de que estas pestes dimanaban de poderes demoníacos y de la necesidad de emplear el fuego ,para purificar todo lo afectado por la enfermedad, nos confirma aún más este carácter preservador de las hogueras.
CONCLUSION
Resumiendo lo que hemos expuesto en este trabajo acerca de la celebración, en la localidad cacereña de Portezuelo, de la fiesta de los Santos Mártires, podemos establecer las siguientes conclusiones:
1ª. Existen palpables elementos paganos en la fiesta, como es el caso de la hoguera que se hace el día 19 de enero por la noche. Creemos que este fuego tiene un eminente carácter profiláctico y purificador. No se puede descartar, tampoco, cierto sentido regenerativo de la hoguera: se queman en ella destartalados enseres -símbolos del año viejo- y se espera que el nuevo regenere con vitalidad y pujanza. No obstante, este simbolismo se da la mano con el carácter purificatorio.
Los ruidos de cohetes y salvas de pólvora del cortejo procesional parecen indicar, como en otros muchos lugares el repique de cencerros y matracas, la antigua creencia de que, con tal barullo, se alejan brujas y otros malos espíritus de las calles y plazuelas del lugar.
2ª. A juzgar por la época de las ermitas puestas bajo la advocación de estos mártires, el culto a San Sebastián y San Fabián no parece extenderse más allá de la Edad Media. Sería ahora cuando, motivado por algunas pestilencias, el pueblo de Portezuelo se encomendara a estos santos, tributándoles, vistos los resultados, una memorable fiesta.
3ª. El paganismo de que se impregna la fiesta de los Santos Mártires es asimilado por los portezueleños desde una óptica sacro-cristiana. Ya dimos la explicación que el pueblo ofrece de la hoguera. Y lo mismo podemos decir sobre la esperada e inevitable entrada de las imágenes de los mártires en cada uno de los hogares de Portezuelo. Esto es, ni más ni menos, que una clara muestra de magia contaminante, de la que existen cientos de ejemplos en comunidades primitivas o marginales. Preciso es que las imágenes recorran el interior de las casas, que impregnen, con su presencia, cada uno de los rincones de la vivienda, para, de esta forma, preservar de pestes y otros males a sus moradores.
4ª. En síntesis, podemos esquematizar, a través del siguiente cuadro, esta festividad de los Santos Mártires.
ANTIGÜEDAD
Ritos paganos
-Hogueras (culto al fuego).
-Ruidos (se espantan los males).
EDAD MEDIA (¿Siglo XII?)
-Implantación de la fiesta religiosa.
-Motivo: Abogacía de la peste.
Ritos paganos
-Se mantiene el culto al fuego, con carácter profiláctico y purificador (hoguera puerta de la iglesia).
-Se mantienen los ruidos (matracas).
Ritos cristianos
-Cánticos en honor de los Santos.
-Misa.
-Procesión.
-Pujas.
-Loas.
ACTUALIDAD
Ritos paganos
-Se mantiene el culto al fuego.
-Se mantienen ruidos (cohetes y salvas).
Ritos cristianos
-Se mantienen todos, a excepción de las loas.
CANTICOS EN HONOR DE LOS SANTOS MARTIRES
Unos cantan lo que saben.
otros discurren la letra,
para deciros cantando
lo que de vos recibieran.
Yo también de vuestra vida
cantar quiero las grandezas
por las que Dios os llevó
a las mansiones eternas.
El 19 de enero,
víspera de vuestra fiesta,
para cantar las canciones
todo el pueblo se congrega.
Al empezar a cantar,
pedimos licencia al pueblo,
a la señora justicia
y al señor cura primero.
El día 20 de enero
se celebra vuestra fiesta,
glorioso San Sebastián
en los cielos y en la tierra.
El 19 de enero
os venimos a cantar,
por no perder la costumbre,
glorioso San Sebastián.
Naciste como la rosa,
de mil espinas cercado,
florecientes en enero,
estando el rosal helado.
Apenas hubo nacido
el glorioso Sebastián,
la corona del martirio
se ha empezado a dibujar.
Apenas hubo nacido
este esclarecido lirio,
con sus virtudes heroicas
desafiaba al martirio.
Vuestra madre milanesa
y vuestro padre francés,
y vosotros, santos míos,
de Dios seguisteis la fe.
Vuestro padre fue francés,
vuestra madre de Milán,
y vosotros, santos míos,
de Roma sois natural.
Apenas que Diocleciano
supo la fe de este santo,
lo mandó se presentara
con uno de sus soldados.
Ya estoy aquí en tu presencia,
bárbaro y cruel Diocleciano,
dime, pues, que se te ofrece,
que aquí estoy a tu mandato.
Ya sabes como es sabido
-le responde Diocleciano-,
que has abrazado y predicas
la religión del cristiano.
Es verdad -responde el santo-,
que la ley de Cristo sigo,
y no he de apartarme de ella
aunque intentes mi martirio.
Te ponen en su presencia
y te suplican de veras
que de capitán te alistes
en sus tropas y banderas.
Diocleciano le decía
al glorioso Sebastián:
-Si seguís nuestra bandera,
serás nuestro capitán.
Y el glorioso le contesta
a Diocleciano, atrevido:
-Yo no sigo más bandera
que la ley de Jesucristo.
Diocleciano enfurecido,
viendo no poder vencerle,
mandó quitarle la vida
con martirios muy crueles.
Irritado Diocleciano,
a nuestro santo condena
a que lo amarren a un árbol
y le llenen de saetas.
En el albañal de Roma
fue vuestro cuerpo tirado,
glorioso San Sebastián,
después de asaeteado.
Pero una santa mujer
viendo que tenía vida,
le recoge con cariño
y le cura las heridas.
Una mujer muy piadosa
vuestro cuerpo recogió,
y con un bálsamo heroico
vuestras heridas curó.
Y después de haber curado
las heridas de tu cuerpo
volviste San Sebastián
otra vez a los tormentos.
Diocleciano, enfurecido,
mandó llamar a sus soldados,
que por .las calles de Roma
lo han de matar a palos.
Detenido nuestro santo,
en la prisión ingresó,
y a convertir a los presos
Sebastián se dedicó.
Muchas son las conversiones
que San Sebastián realiza,
por eso sus enemigos
le persiguen con codicia.
No por ello Sebastián
desiste de aquella empresa,
por lo que es condenado
a que muerto a palos sea.
San Sebastián se enterró
en el santo cementerio
en las santas catacumbas
bajo los pies de San Pedro.
Roma fue vuestro sepulcro,
vuestro campo de martirio,
y allí ganasteis también
muchas almas para Cristo.
El cuerpo de Sebastián
muerto en el circo quedó,
pero su alma inmortal
al cielo se remontó.
Los ojos mirando al cielo
tiene el mártir entre tanto,
y una ferviente plegaria
murmuran sus puros labios.
Parece San Sebastián
un trapo deshilachado,
manando chorros de sangre
de los pajos que le han dado.
De laureles coronado,
glorioso San Sebastián ;
de laureles coronado,
que lo habéis ganado ya.
Parece San Sebastián
un espejo singular,
donde se miran aquellos
que a Dios quieren adorar.
Parece San Sebastián
un espejo de la gloria
de adornado que lo tiene
una sola mayordoma.
Por el camino del cielo
todos los mártires van
y aquel que los va guiando
se llama San Sebastián.
El día 20 de enero
se celebra vuestra fiesta.
¡Viva San Sebastián
en los cielos y en la tierra!
Ser de la peste abogado
mereciste del Señor.
Libra al pobre pecador,
Sebastián, santo adorado.
Y tú, divino Fabián,
que llevas en esa mano
el libro de la doctrina
que hasta el cielo te ha guiado.
Y tú, divino Fabián,
flores cogidas del cielo,
derrama tus bendiciones
al pueblo de Portezuelo.
Y tú, divino Fabián,
rosa de fragante aroma,
cuando te hicieron obispo
te señaló una paloma.
A San Fabián lo criaron
con mucho temor de Dios,
y una paloma divina
hasta el cielo lo guió.
Al glorioso San Fabián,
modelo de padres santos,
le pedimos con fervor
no nos deje de la mano.
San Fabián tiene en su frente
la Corona del martirio,
porque la fe predicó
con gran valor y heroísmo.
Oh divino San Fabián,
que el cielo os merecisteis,
porque con santa humildad
el martirio recibisteis.
San Fabián, santo adorado,
que supisteis ensalzar
a la religión cristiana
con mucho amor y humildad.
Grandes fueron los tormentos
que San Fabián padeció,
para enseñar el camino
de la santa religión.
San Fabián, santo adorado,
mi frente ante ti se inclina,
que una paloma divina
padre santo te ha nombrado.
Mírame a tus pies postrado,
rezándote con fervor.
¡Libra al pobre pecador!
San Sebastián y Fabián,
diamantes en fortaleza,
sacados de aquella mina
donde Dios dio su riqueza.
San Sebastián y Fabián
fueron dos fuertes guerreros,
y por eso han alcanzado
dos Coronas en el cielo.
Qué contentas estarán las madres
de estos dos hijos,
si el uno fue capitán
y el otro señor obispo.
Dictó: María Victoria Galindo Vegas, alcaldesa de Portezuelo. Febrero 1985.
LOA COMPUESTA Y RECITADA POR NARCISO GALINDO GONZALEZ, VECINO DE PORTEZUELO, CON MOTIVO DE HABERSE LIBRADO SU HIJO PEDRO GALINDO DE UNA DESESPERADA ENFERMEDAD
PAJARILLOS (Cantados)
Hoy se celebran memorias
del glorioso San Fabián,
y del mártir Sebastián
se celebran sus victorias.
ACTOR (Recitado)
Es verdad; hoy es el día
que este fiel pueblo cristiano,
con orgullo soberano,
e incomparable alegría,
recuerda con ilusión
de estos Mártires la historia
por haber sido la gloria
de la santa religión.
PAJARILLOS (Cantados)
El más bravo capitán
que en todo el mundo se ha visto
en las milicias de Cristo,
fue el glorioso Sebastián.
ACTOR (Recitado)
Ya escucháis, este santo nuestro fue
el soldado más valiente
que en todo el mundo se ha visto,
gran defensor de la fe
y las banderas de Cristo.
Mucho os pudiera explicar
de la vida de este Santo
si mi lengua hablara tanto
y supiera pronunciar l
las glorias que él alcanzar
supo con tanto quebranto.
Mas tan larga fue su historia
y tantas las herejías
que sufrió con ironía
este Mártir de la historia...;
para coronar de fe
la insignia de Jesucristo,
de todos vencedor fue,
como todos habéis visto.
Mas antes he de pedir
de todos una oración
al Santo con devoción,
al cual le debéis pedir
dé a mi lengua claridad
y a vosotros atención,
para que la humanidad
escuche con devoción
ensalzar a Sebastián.
A LOS SANTOS
¡Oh Fabián y Sebastián,
santos dignos de la fe,
que con el tronco del laurel
sufristeis por Diocleciano
los tormentos más tiranos
para poder alcanzar
de las glorias disfrutar
bendiciones que admiramos!
Yo os pido de corazón
para el pueblo que me escucha
derraméis la bendición
que ganasteis en la lucha.
A SEBASTIAN
Tú que fuiste capitán,
de todos el más valiente,
derrámale a esta tu gente,
glorioso San Sebastián,
el laurel de tu victoria,
y al que se encontrase ausente
en este día de memoria,
dadle salud permanente
para poder regresar,
que el día 20 del corriente
tus glorias te cantará.
Tú, consuelo de afligidos,
que a todos los de este suelo
cuando están casi perdidos,
te proclaman con anhelo.
Yo pido de corazón
que salves a Portezuelo
y le des tu bendición.
Ahora ya, pueblo querido,
No pretendo molestar,
pues su vida habéis ya oído,
mas algo os he de contar,
pues es digno de alabar
aunque se haya referido.
En Arbona había nacido
nuestro Santo Sebastián,
ese bravo capitán
que de todos digno fue
por la historia que ha tenido
y ha sabido defender.
Hijo con educación
de padres que el cristianismo
defendieron ellos mismos
con terrible admiración.
Fue consecuente con todos,
a todos los inspiraba,
y a los que de ningún modo
convertía con su mirada,
los convertía con ejemplos
que todos habéis oído,
y que quedando contentos
del Santo, han acudido,
en todas las ocasiones,
a cantarle sus canciones;
prueba es de que han recibido
del Santo las bendiciones.
En casa de Nicostrato,
los hijos de Tranquilino
presos están, por lo tanto.
Sus padres lloran contritos,
pues los van a ajusticiar
por la doctrina de Cristo
atreverse a confesar.
Todos en amargo llanto,
no queriendo vacilar,
se disponen, por lo tanto,
para la gloria alcanzar
por la doctrina del Santo.
También unos 20 presos
en la cárcel se encontraban,
Claudio Nicostrato y éstos;
además el suplicio les esperaba
a todos los que la fe,
de Cristo la confesaban.
Por su suerte entristecida,
tratan ya de vacilar;
y mirar no dar la vida, ..
pero llega Sebastián
y de nuevo les anima.
Sebastián les dice así:
-¿Por qué vais a vacilar?
¿No me habéis oído decir
que la gloria hay que ganar
y para esto hay que sufrir?
Dos hermanos que allí estaban
dicen: -Somos inocentes.
Morir quieren los hermanos
antes que no esté en su frente
la señal de los cristianos.
Estos bien los conocéis,
pues son Malco y Marceliano.
No sólo se convirtieron
los antes que ya he expresado,
sus padres también vinieron
a las puertas del palacio
y enseguida remitieron
las órdenes a Cromacio,
profesando con ardor
que con Marceliano y Malco
mueren por el Redentor.
La mujer de Nicostrato
el habla le devolvió
y hasta que al mismo Cromacio
también por fin convirtió.
Maximiano que el imperio
romano entonces maneja,
denúncianle el improperio
de Sebastián, y se queja..
Dice que a los sus soldados
convierte de tal manera,
que debe ser saeteado
o apaleado, y que muera.
Se presenta Sebastián
en estos mismos momentos
y le dice: -Soy cristiano,
aplicadme los tormentos,
gustoso los sufriré,
y si no convertiré
en este mismo momento
a todo aquel que contento
no renunciare mi fe.
El Emperador airado
al oír a Sebastián,
dio órdenes a sus soldados
que el Santo fuese amarrado
y su vida exterminar.
Se cumple con tal ardor,
amarrado al tronco visto,
la orden del Emperador,
pero no muere. Está Cristo
siempre puesto en su favor,
y la inocencia ha previsto.
Demacrado y macilento
quedó nuestro Santo en vida,
pero Irene, gran portento
de la religión divina,
lo recogió en su aposento,
fue y le curó las heridas.
Ya las heridas curadas,
vuelve el Santo a su presencia;
y sus ideas trastornadas
dictan la nueva sentencia,
severamente cumplida
hasta que este nuestro Santo l
lograron quedar sin vida .
con tormentos y quebrantos.
Y tú, divino Fabián,
que méritos alcanzaste,
pues en la guerra ganaste
luchando por los cristianos;
ponnos siempre vuestras manos,
como pido a Sebastián.
Y al pueblo que con orgullo
hoy te canta tus canciones,
que no salga de tu arrullo
y envíale tus bendiciones,
pues este pueblo es el tuyo.
Esta es a rasgos ligera
la vida de nuestros Santos,
aunque faltan muchos hechos
de su virtud y milagros,
Todos sabéis la influencia
que tienen con Dios del Cielo
y que con gran preferencia
salvó a los de Portezuelo
y miró de sus dolencias.
Los hijos de Portezuelo
cuando afligidos están,
todos con un gran fervor
le rezan una oración
y acuden a Sebastián,
pues éste es su Salvador.
Cuando todo oscurecía
y la ciencia no acertaba,
el mayordomo seguía
y a sus Santos reclamaba.
Por ese santo laurel
que ganasteis en la guerra,
viene el que la muerte Infiel
le atosigaba en la tierra.
A dar gracias a Fabián,
santo bendito y honrado,
y también a Sebastián,
porque su vida han salvado.
También os debo pedir
en esta cristiana tierra,
que con bien dejéis salir
los soldados de la guerra.
Y ahora para terminar,
con entusiasmo y anhelo
gritad: ¡Viva San Fabián!
¡Viva el mártir Sebastián!
y que ¡Viva Portezuelo!
___________
NOTA.-EI autor de esta "Loa" murió en 1978. Fue recitada con motivo de la fiesta de San Sebastián de 1939.
(2) Dictó María Victoria Galindo Vegas, alcaldesa de Portezuelo.
(3) Idem.
(4) Archivos municipales. Ayuntamiento de Portezuelo.
(5) Pascual MADOZ: Diccionario histórico-geográfico de Extremadura, t. IV. Publicaciones del Departamento de Seminarios de la Jefatura Provincial del Movimiento. Cáceres, 1955.
(6) En esta misma villa existe tal ermita, que Madoz, op. cit., ya conoció: "En las afueras, a 200 pasos al sur, queda la ermita de los Mártires".