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Revista de Folklore número

526



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La figura de Alejandro Magno en el ‘Banquete de los eruditos’ de Ateneo

PATON CORDERO, Óscar

Publicado en el año 2025 en la Revista de Folklore número 526 - sumario >



1. Introducción

La figura de Alejandro Magno es una de las que más ha atraído a los historiadores tanto del mundo antiguo como del moderno. En esta introducción voy a repasar algunos de los autores grecorromanos que luego aparecerán citados en el resto del artículo. El primero de ellos es Diodoro Sículo, que escribió su obra Biblioteca Histórica en el tercer cuarto del siglo i a.C. y que dedicó su libro 17 íntegro a narrar la campaña de Alejandro Magno. Como Diodoro no nos menciona sus fuentes, los investigadores se plantean cuáles usó este historiador, y las opiniones oscilan entre quienes suponen que utilizó solo una (Clitarco) y quienes mantienen que se sirvió de varias. Le siguió Plutarco, en ell siglo ii d.C., que consagró una de sus Vidas paralelas a Alejandro. Según el propio autor, se proponía realizar una biografía y no historia, por lo que su obra tenía cierto carácter moralizante y pretendía presentar al rey macedonio como el gobernante ideal ante el público romano de la época. El tercer autor, Arriano, también del siglo ii de nuestra era, compuso una Anábasis de Alejandro, que se completaba con una descripción de la India, y es valorada hoy en día como una de las más imparciales y que mejor maneja las fuentes, ya que utilizó a varios contemporáneos del propio rey de Macedonia, como Nearco, Megástenes y Eratóstenes.

En el mundo romano encontramos a Quinto Curcio Rufo, que escribió Historia de Alejandro de Macedonia en diez libros, aunque existen varias lagunas en algunos de ellos. La redactó entre el 30 y el 70 de nuestra era, y se presentaba con una postura antimacedónica y a favor de los griegos. Parece que su fuente era común a él y a Diodoro y podría tratarse de Clitarco.

El último historiador del mundo antiguo que cito aquí es Justino, que vivió a finales del siglo ii y principios del iii de nuestra era y realizó un extracto de una obra de Pompeyo Trogo titulada Historia Universal, y que se denomina Epítome de Pompeyo Trogo. Trataba el tema con anacronismos ya que algunos aspectos de su propia época se veían reflejados en la narración.

Finalmente, llegamos al autor sobre el que versa el artículo: Ateneo de Naucratis, cuya vida se desarrolló entre los siglos ii y iii d.C. A diferencia de los anteriores, no fue historiador, sino que sus intereses abarcaban muchos temas: literatura, filosofía, música, etc. Pero su obra contiene numerosos pasajes en los que aparece la figura de Alejandro Magno. El objetivo de este artículo es recopilar todos los textos sobre el macedonio y trazar una especie de «biografía» para dilucidar qué visión se tenía sobre este rey en época de Ateneo.

2. Una biografía de Alejandro

En la obra del Banquete de los eruditos de Ateneo localizamos algo más de setenta pasajes referidos a Alejandro Magno. La mayoría de ellos –unos sesenta– se limitan simplemente a una breve mención del nombre del rey o de su familia acompañada de un breve comentario. De estas referencias tan sucintas he prescindido para este artículo porque la información que nos transmiten es forzosamente muy pobre y no aporta nada novedoso a lo que ya sabemos sobre Alejandro: algunos de ellos citan escuetamente a los padres del rey, a sus sucesores, etc. Solo he rescatado alguno de estos pasajes breves cuando la información que figuraba en ellos complementaba la de los textos de mayor extensión.

Me he centrado en los escasos textos largos (unos doce) porque aparte de que nos proporcionan información más completa, esta se presenta de forma estructurada y se presta mejor para elaborar un retrato de Alejandro, que es lo que persigo en este artículo. Los pasajes que he seleccionado abarcan aspectos principalmente de la familia de Alejandro, de su carácter y de sus costumbres, como la magnanimidad o su afición al vino, o de su corte, como el lujo del rey y de sus compañeros, o de los aduladores que le acompañaban en su séquito. Al no ser Ateneo un historiador, como ya recalqué en la introducción, no vamos a encontrar en su obra ningún pasaje (o casi ninguno) que haga referencia a las campañas militares de Alejandro, o a batallas, u otros asuntos militares. Esto habrá que tenerlo en cuenta en las conclusiones, porque cuando expongamos la visión que tiene Ateneo sobre Alejandro, esta visión forzosamente será parcial, ya que solo cubre algunos ámbitos de la vida del rey, como son el personal y privado, pues ha omitido en gran parte los aspectos político y militar.

Los pasajes los he dividido en cuatro grandes bloques temáticos: aquellos que se refieren a la familia de Alejandro, a su carácter o a sus costumbres, aquellos que mencionan a su corte, y finalmente los emparentados con sus relaciones amorosas. A la hora de establecer estos bloques temáticos me ha surgido algunas dudas de interpretación. Por ejemplo, cuando se exponía la voluptuosidad de Alejandro, en primera estancia me he visto tentado a incluirla dentro de epígrafe de «carácter y costumbres», pero al comprobar que en ese pasaje predominaba la información sobre el lujo que le rodeaba y que también se refiere a la voluptuosidad de sus compañeros, decidí no tratarlo en el apartado de rasgos personales y pasarlo al que describe la corte que le acompañaba.

2.1. Padres de Alejandro

El primer aspecto que vamos a tratar es el de los padres de Alejandro Magno, que, como sabemos de sobra, fueron el rey Filipo II de Macedonia y la reina Olimpiade. La información que sobre ambos nos va a proporcionar Ateneo es muy dispar, porque mientras que del primero hallamos hasta veinticuatro pasajes, de la segunda apenas contamos con tres textos, cuya información no es demasiado relevante. Así que en este apartado, aunque se titule en plural de los padres, nos vamos a centrar en la figura de Filipo esencialmente.

De todas las citas que hemos recogido a propósito del rey, hay cuatro textos de larga extensión y que cuadran con los objetivos de este artículo. El primero (Banquete de los eruditos 4.167A) nos trasmite un texto del historiador Teopompo[1], en el que se describe a Filipo como un derrochador de su hacienda, y que vivía de forma desordenada, al igual que sus compañeros. El segundo pasaje (Banquete de los eruditos 6.260A) también pertenece a la obra de Teopompo y se comenta que Filipo estaba rodeado de hombres que se dedicaban a beber, como un tal Androcles. Y más adelante (Banquete de los eruditos 6.260C) añade que Filipo organizaba banquetes para los tesalios, que sabía que eran unos libertinos, y se emborrachaba a diario con ellos. El tercer texto (Banquete de los eruditos 10.435B) recoge un tercer pasaje de Teopompo que insiste en que Flipo era un gran bebedor y más adelante agrega que estaba rodeado de bufones y músicos con los que pasaba toda la noche.

Estos tres primeros textos insisten en la excesiva afición a la bebida de Filipo, acusación que también se verterá a su hijo Alejandro, como veremos después más detalladamente en el apartado 2.2.2. Del alcoholismo de Filipo tenemos algún texto más que nos la indica, como puede ser Justino (Epítome de Pompeyo Trogo 9.8.15) quien comenta que Filipo se lanzaba a luchar contra los enemigos después de haberse emborrachado.

No es casual que estos tres textos pertenezcan al mismo autor, Teopompo, quien, según Flower (1994, 19) conoció personalmente a Filipo y se quedó durante un tiempo con él y su corte. Una carta de Espeusipo, sobrino de Platón, dirigida a Filipo en el año 343–342 a.C. comentaba que Teompompo no congeniaba con el rey. Con este texto coinciden Shrimpton (1977, 132) Flower (1994, 20) al señalar que Teopompo no soportaba el régimen de vida del rey y de sus compañeros. Parece que al formular esta crítica, Teopompo se estaba haciendo eco de las doctrinas de Antístenes, que promulgaba la sencillez y la frugalidad en las costumbres (Flower 1994,95).

El cuarto y último texto que cito a propósito de Filipo (Banquete de los eruditos 11.557B) recoge dos pasajes de Sátiro[2] y Dicearco[3]. que describen que el rey macedonio llevaba en la guerra a trescientos sesenta concubinas consigo y luego se añade que tuvo varias mujeres: a los veintidós años se casó con la iliria Audata; luego tuvo hijos con dos mujeres tesalias, Nicesípolis de Feras y Filina de Larisa, después se casó con Olimpiade, con la que tuvo a Alejandro; luego tomó a Medea, la hija del rey de Tracia, y la llevó junto a Olimpiade. Y por último se casó con Cleopatra, la sobrina de Atalo, lo que provocó que Olimpiade lo abandonara.

Parece que hay una intención aquí por parte de Ateneo de presentar a Filipo como una especie de mujeriego, a juzgar por el número de concubinas que lllevaba consigo y por las veces que se casó. Sin duda, creo que los autores que le han servido de fuente han exagerado el número de las concubinas y, respecto a los matrimonios, no parecen haber sido realizados por su excesivo amor al otro sexo, sino con intenciones políticas, para establecer alianzas con dinastias reales de otros países, como han destacado Hammond (1994, 41 y 170) y Worthington (2008, 23 y 37).

Como resumen de este apartado, podemos señalar que al examinar la figura de los padres de Alejandro, principalmente el padre Filipo, porque de la madre apenas hay mención, dos rasgos de su carácter han salido a la superficie que lo caracterizan de forma negativa, según Ateneo: su afición inmoderada al vino y su philoginia o amor excesivo por las mujeres.

2.2 Carácter y costumbres

2.2.1. Magnanimidad

Una de las virtudes de Alejandro que Ateneo (Banquete de los eruditos 1.3D) señala es la magnanimidad, pero en ese pasaje no cita ningún ejemplo que justifique tal afirmación. Sin embargo, sí los encontramos en otras partes de su obra. En Banquete de los eruditos 4.146C nos cuenta que, según Efipo de Olinto[4], Alejandro gastaba cada noche en un banquete unas cien minas y cenaba con unos sesenta o setenta amigos. Por hacer el cálculo, si una mina equivale a cien dracmas, entonces cien minas son diez mil dracmas. Según Flacelière (1993, 164) un obrero no especializado en Atenas ganaba un dracma al día. Esto significa que lo que gastaba Alejandro en una noche equivalía al sueldo de un obrero durante diez mil días, aunque hay que destacar que el dato del sueldo se retrotrae a un siglo antes. Aun así, parecen unas cifras muy exageradas, pero no tenemos manera de contrastar este dato con otra fuente.

Otro ejemplo de la magnanimidad de Alejandro figura en Ateneo (Banquete de los eruditos 9.398E), donde consta que el rey entregó a Aristóteles ochocientos talentos para su tratado Historia de los animales. Seguramente esta suma de dinero estaba destinada a financiar el viaje que realizó el filósofo a Mitilene junto con Teofrasto y Calístenes en el año 354 a.C. con la idea de reunir datos y material para confeccionar la obra (Hubeñak 1994, 117).

Los historiadores de Alejandro también han destacado su magnanimidad como uno de sus rasgos más notables. Plutarco (Vida de Alejandro 39.1 y ss) cita varias anécdotas sobre regalos que entregaba a sus amigos e incluso a sus súbditos. Llama la atención el relato sobre un macedonio que traía oro al rey a lomos de un burro. Alejandro le ordenó que se llevara la carga a su tienda y se quedara el oro para él. Pero el autor que pone más de relieve el carácter magnánimo de Alejandro es Diodoro. En Biblioteca Histórica 17.109.1 nos informa de que, durante las Olimpiadas, perdonó las deudas de casi diez mil conciudadanos suyos, que ascendían a unos diez mil talentos, y les liberó del servicio militar. En Biblioteca Histórica 17.110.3 nos comenta también que repartió pensiones adecuadas para la crianza y puso maestros para los hijos de los macedonios y de las esclavas persas, cuyo número se elevaba hasta unos diez mil. Finalmente, Arriano (Anábasis de Alejandro 7.28.3) en el retrato de Alejandro una de las virtudes que más resalta de él es su capacidad de ser generoso con los demás.

Según Abbott (2019,47), era más la ambición que la generosidad la que le impulsaba a Alejandro a realizar estas acciones. Según este autor, lo que le movía era el placer de llevar a cabo estos actos y la fama y la gloria que se desprendían de ellos. Para Alejandro el dinero no era un fin en sí, sino un medio para lograr sus objetivos. Realizaba estos gastos en la medida que le aproximaban a la finalidad que pretendía conseguir. Lo que hacía eran gastos, no regalos.

Aunque puede que Abbott acierte en algunos de los casos, no me parece que en todos los ejemplos Alejandro tratara de conseguir algo a cambio de su generosidad, o por lo menos los autores no nos especifican que esperara lograr una contraprestación, a menos que silenciaran sus verdaderas intenciones a propósito para dar la imagen del macedonio como una persona desinteresada.

2.2.2. Afición al vino

Tras hablarnos de la afición de Néstor al vino, Ateneo (Banquete de los eruditos 10.434A) nos revela la pasión de Alejandro por esta bebida, a través de varias anécdotas. En la primera de ellas aparece Próteas de Macedonia, quien también gozaba de la fama de ser un consumado bebedor. Según este relato, que nos transmite Efipo, Alejandro pidió una copa de dos congios (unos 6 litros y medio) y él y Próteas fueron bebiendo alternativamente de la copa hasta que Alejandro ya no pudo sostenerla y se le cayó. Al poco, enfermó y murió porque Dioniso (el dios del vino) se había irritado con él por haber destruido la patria de su madre, Tebas. Se podría admitir como cierta la primera mitad del relato, pero la segunda, la de la enfermedad y posterior muerte del Alejandro por haber bebido demasiado vino, se presta a mayor discusión, como se verá posteriormente.

El personaje llamado Proteas que figura aquí es descrito en otro pasaje de Ateneo (Banquete de los eruditos 4.129A) como hijo de Lánice, la nodriza de Alejandro. Poco más sabemos de él aparte de su filiación y su afición desmedida a la bebida. Plutarco (Vida de Alejandro 39.6) nos narra que Alejandro se irritó con Próteas, uno de los que estaba sentado a la mesa y procuraba divertirle. Es bastante probable que se pueda identificar sin problemas a este Próteas con el que menciona Ateneo.

Una segunda anécdota sobre la afición de Alejandro al vino procede de sus Diarios, según los cuales Alejandro podía dormir dos días enteros sin interrupción después de una borrachera. Como el propio Ateneo asegura, estos Diarios fueron recopilados por Eumenes de Cardia y Diodoto de Eritra[5]. Pearson (1955, 434) afirma que no hay por qué dudar de la existencia de los Diarios, y añade que contendrían los sucesos del día, las órdenes del rey, los informes, etc. Lo que le sorprende es que se dejara constancia en ellos de que Alejandro había bebido vino.

La tercera noticia nos la aporta la historiadora Nicobule[6]. Nos cuenta que en un banquete en casa de Medeo de Tesalia[7], Alejandro brindó por todos los asistentes, que eran veinte, y ellos a su vez brindaron por él; luego se fue del banquete y al poco falleció. Como en el primer relato, podemos admitir la autenticidad de su primera mitad y dudar de la segunda. Existe otro pasaje atribuido a Nicobule que también está recogido por Ateneo (Banquete de los eruditos 12.537D) en el que se hace referencia al consumo de vino por Alejandro, el cual brindó con vino puro tras haber recitado de memoria un pasaje de la Andrómeda de Eurípides.

Después de que el texto de Ateneo cambie de tema y salte a hablar de los reyes persas y el vino, se retorna después (Banquete de los eruditos 10.435A) al rey macedonio y se relata una última anécdota sobre él, según la cual, debido a su embriaguez, no se hallaba bien dispuesto para las relaciones sexuales. Por eso Olimpíade, su madre, con la complicidad de Filipo, le hizo acostarse con la cortesana tesalia Calixina, pues temían que fuera homosexual[8]. Tritle y Heckel (2009,209) tienden a considerar verdadero este texto, que procede de Teofrasto[9], y a pensar que este suceso se produjo durante la adolescencia de Alejandro y que Calixina fue la primera mujer con la que tuvo sexo[10].

Aparte de estas noticias de Ateneo, otros autores han criticado la afición desmedida de Alejandro por el vino, como Arriano (Anábasis de Alejandro 4.8.2), Quinto Curcio (Historia de Alejandro de Macedonia 5.7.1) o Justino (Epítome de Pompeyo Trogo 9.8.15) quien señalaba que tanto Alejandro como su padre eran en exceso aficionados al vino, aunque los efectos eran diferentes en ambos. El único que parece justificar a Alejandro respecto a la bebida es Plutarco (Vida de Alejandro 23.1) quien asevera que Alejandro no bebía tanto como se le suponía, sino que se pasaba mucho tiempo con la misma copa[11].

La relación de Alejandro con el alcohol ha constituido motivo de debate entre los autores contemporáneos. En un interesante estudio dentro de su monografía sobre el rey macedonio, O’Brien (1992, 233 y ss) opinaba que en una última instancia la afición de Alejandro por el vino se había visto respaldada por los mensajes que leyó en los autores que le enseñó Aristóteles, como pueden ser Homero, Esquilo o Sófocles. Según el cómputo llevado a cabo por O’Brien, de las 771 citas literarias sobre los efectos del vino en los hombres, 603 eran positivas, 117 negativas y el resto, neutras. Por su parte, para Nawotka (2010, 286) no existen evidencias en las fuentes de que Alejandro sufriera de alcoholismo como enfermedad, pero sus estallidos violentos y su comportamiento a veces delataban su sistemático consumo de alcohol. En un largo artículo dedicado a la dipsomanía de Alejandro, Aubrey Martin (2020, 38) coincide con Nawotka cuando declara que le parece injusto aplicar al carácter del rey nuestro concepto actual de alcohólico. Sin embargo, después comenta (2020, 41) que el consumo continuado de alcohol le produjo daños internos y tal vez le provocó la muerte, aunque este última afirmación no se puede demostrar fehacientemente[12].

Como conclusión de este apartado, ha quedado claro por los relatos que nos han trasmitido Ateneo principalmente y otros autores, que Alejandro consumía grandes cantidades de alcohol, vino principalmente, con bastante asiduidad. Y aunque este comportamiento no puede ser calificado de alcoholismo según algunos investigadores, el caso es que este excesivo consumo podría haberle provocado la muerte.

2.3 Corte de Alejandro

2.3.1. Voluptuosidad y lujo

Dentro de un texto más amplio sobre la voluptuosidad de los reyes, Ateneo acota un apartado (Banquete de los eruditos 12.537D y ss) para referirse al lujo en la corte de Alejandro. En primer lugar se recoge un texto de Efipo que describe los lechos con patas de plata en los que el rey macedonio trataba asuntos con sus compañeros sentado en un trono de oro. Igualmente, en su forma de vestir se mostraba la suntuosidad, pues llevaba diversos vestidos lujosos según la ocasión: la mayoría del tiempo vestía una clámide purpura y una túnica blanca y púrpura y una diadema real[13]. También era amante de los perfumes, con los que rociaba el pavimento, y hacía quemar en su honor mirra y otras sustancias aromáticas. Y nos cuenta una anécdota Cares de Mitilene[14], según la cual, cuando Alejandro capturó a Darío, celebró su propia boda y la de sus amigos. El salón nupcial tenía capacidad para cien lechos con colchas de plata. El del rey macedonio tenía las patas de oro. La sala estaba adornada con costosas telas y lienzos y con alfombras de colores púrpura y escarlata. La ceremonia nupcial duró cinco días, para la que se contrató a ilusionistas, rapsodas, músicos (citaristas, intérpretes de aulós, tañedores de lira) y actores trágicos y cómicos, tanto bárbaros como helenos, cuyos nombres figuran en el texto en una larga lista. Esta boda de Alejandro descrita con tanto lujo de detalles por Cares es la que tuvo lugar entre él y Estatira, la hija mayor de Darío, y también con Parisatis, la hija más joven de Artajerjes III, en Susa en el año 324 a.C. Los historiadores de Alejandro, como Diodoro (Biblioteca Histórica 17.107.6), Plutarco (Vida de Alejandro 70.2) y Arriano (Anábasis de Alejandro 7.4.4), mencionan esta boda, pero de forma muy sucinta[15].

El amor de Alejandro por el lujo y la riqueza no solo se demuestra en el episodio de Susa, sino que ya forma parte de su vida cotidiana como reflejaba Ateneo en las anécdotas anteriores. Sin duda, esta pasión, aunque ya la tuviera en Macedonia antes de iniciar la campaña contra el rey Darío III, aumentó gracias a la conquista de los palacios persas de Susa y Persépolis. Diodoro (Biblioteca Histórica 17.66.1) indica que cuando el rey macedonio conquistó Susa se adueñó de cuarenta mil talentos de oro y de plata sin acuñar. Y, además de esto, se apoderó de nueve mil talentos de oro acuñados en forma de daricos. Plutarco (Vida de Alejandro 36.1) también da la cifra de cuarenta mil talentos, pero corrige el dato de Diodoro y afirma que eran acuñados. Además, menciona la cantidad de cinco mil talentos de púrpura de Hermíone que no cita Diodoro. En el otro palacio, el de Persépolis, además, se hizo dueño de ciento veinte mil talentos de oro y plata, según Diodoro (Biblioteca Histórica 17.71.1).

El lujo para Alejandro se basaba, según se observa en el texto de Ateneo, en cuatro pilares básicos: el oro, la púrpura, los perfumes y las joyas. Todos ellos los ha vinculado Fauré (1982, 246 y ss) con la campaña del rey macedonio. Respecto al primer elemento de la lista, el oro, con él se fabricaba las estatuas de los dioses y se cubría a los difuntos, por lo que era deseable para los macedonios por razones religiosas e incluso místicas. Señala Fauré que los conquistadores griegos no eran vulgares pobres deseosos de escapar de su condición menesterosa y por eso se fijaban en objetos de lujo, como las joyas y en los adornos. En relación a la púrpura, su valor no radicaba tanto en su dificultad para ser extraída del molusco llamado múrex ni en el alto precio con el que se cotizaba en el Mediterráneo, sino que lo importante era su uso, ya que simbolizaba el poder y la eternidad. De hecho, los personajes importantes como reyes, magistrados supremos y generales son los que portan la púrpura. Tanto amaba Alejandro este material que Ateneo (Banquete de los eruditos 12.540A) menciona que Alejandro pidió a los habitantes de Quíos que le mandaran púrpura porque deseaba que todos sus compañeros vistieran ropas de ese color. En Diodoro (Biblioteca Histórica 17.77.5) se explica que efectivamente repartió entre sus compañeros túnicas con los bordes púrpuras.

En cuanto a los perfumes, su aroma ponía fin al mal y al miedo a la muerte, y servía de medio para comunicarse con los dioses, para escapar a la condición humana y de volverse eterno. De hecho, se embalsamaba a los muertos y se quemaba incienso ante los tronos de los soberanos y de los dioses. Por último, las piedras preciosas y las joyas eran bienvenidas entre los joyeros de Macedonia, del resto de Grecia y de sus colonias. Los cofres con piedras incrustadas y los brazaletes y pendientes sustituyeron en la corte de Alejandro a las joyas puramente hechas de oro o de plata.

Pero no solo Alejandro hacía alarde de amor al lujo, sino también sus compañeros, algunos de los cuales son citados por Ateneo (Banquete de los eruditos 12.539C): comenta que Hagnón llevaba clavos de oro en sus borceguíes; Clito trataba cualquier asunto paseándose con ropas purpúreas; Pérdicas y Crátero portaban unas pieles con las que cercaban una zona próxima al campamento y practicaban ejercicio; y Leonato y Menelao llevaban unas telas de cien estadios y cazaban fieras con ellas. A algunos de estos también los nombra Plutarco (Vida de Alejandro 40.1 y ss.): señala que Hagnón tenía clavos de plata en los zapatos, en vez de oro como decía Ateneo; y de Leonato comenta que contaba con gran cantidad de camellos para llevar en ellos la arena para sus ejercicios gimnásticos; y aparte añade a Filotas, al que no menciona Ateneo, el cual llevaba unas grandes redes para la caza.

En resumen, Ateneo describe una corte de Alejandro invadida por el lujo. Y ese despliegue de suntuosidad no se produce solo en circunstancias concretas, como la boda del rey en Susa, sino que ya forma parte de las actividades cotidianas tanto de Alejandro como de sus compañeros.

2.3.2. Aduladores de Alejandro

Uno de los elementos habituales en la corte de los poderosos son los aduladores. Y dentro de este asunto Ateneo (Banquete de los eruditos 6.249D) explica que existieron varios aduladores de Alejandro Magno. Uno de ellos es Nicesias, que aparece en dos pasajes. En el primero, que procede de los Comentarios de Hegesandro[16], se cuenta que a Alejandro le picó una mosca y Nicesias le dijo que esa mosca se volvería más fuerte por haber probado su sangre. En el segundo (Banquete de los eruditos 6.251C), que figura en las Historias de Filarco[17], se comenta que, cuando Alejandro se retorcía de dolor por haber ingerido un medicamento, Nicesias le respondió que si un dios se sentía así, qué harían los demás siendo simples mortales. Y Alejandro le corrigió afirmando que los dioses debían de odiarlo por algún motivo. Es la primera y única vez que Alejandro le replica a alguno de los que le adulan.

Carecemos de más noticias acerca de este Nicesias, aparte de lo que nos ha mencionado Ateneo, pues no figura en la obra de ninguno de los historiadores que relata la vida de Alejandro. Tritle (2009, 136) enumera una lista de miembros de la corte de Alejandro, entre los que recoge un tal Nicesias, que es un oficial, pero no sabemos si podemos identificarlo con el mismo personaje del que habla Ateneo.

El segundo adulador de la lista es Anaxarco. Ateneo (Banquete de los eruditos 6.250F), que nos transmite la información a partir de Sátiro, nos dice de él que un filósofo eudaimonaico que, una vez en que se produjo un trueno, le preguntó a Alejandro si lo había provocado él, a lo que el rey le contestó que no él era tan terrible como Anaxarco pretendía que fuera, el cual le animaba a servir en la cena la cabeza de sátrapas y reyes. Esta misma anécdota la transmite Plutarco (Vida de Alejandro 28.4). De este filósofo griego y su relación con Alejandro poseemos más datos que de Nicesias, afortunadamente. El propio Plutarco (Vida de Alejandro 52.3 y ss) nos narra otro relato en el que Alejandro se lamentaba por la muerte de Clito y Anaxarco le consolaba diciéndole que Zeus hacía solo lo que es justo y que él, Alejandro, no había nacido para someterse a los demás hombres sino para someterlos[18]. Y otra vez el autor de Queronea en otra obra (Sobre la tranquilidad del alma 466D) comenta que, cuando Alejandro oyó a Anaxarco que hablaba sobre la existencia de infinitos mundos, se puso a llorar porque de todos esos mundos él solo podría conquistar uno. Y Arriano (Anábasis de Alejandro 4.10.6) hace intervenir a Anaxarco en la polémica sobre la proskynesis[19], la acción de postrarse ante el rey, que Alejandro intenta instaurar como forma de saludo, hablando a favor de esta, diciendo que el rey debía de ser considerado un dios por encima de Heracles o Dioniso, actitud que entronca bien con el tema de la adulación que estoy tratando.

El tercer adulador que cita Ateneo (Banquete de los eruditos 6.250F) se llamaba Dioxipo y era luchador de pancracio[20]. Una vez que Alejandro fue herido, afirmó que lo que manaba de sus heridas era icor, la sangre de los dioses. Por su parte, Curcio Rufo (Historia de Alejandro de Macedonia 9.7.16) cuenta que Dioxipo se enfrentó en un combate cuerpo a cuerpo contra un soldado macedonio, Horratas, durante un banquete que se celebraba en la India. En la disputa resultó vencedor Dioxipo, el cual estuvo a punto de matar a su adversario pero lo impidió Alejandro. Unos días después Dioxipo se suicidó porque le acusaron falsamente de robar una copa de oro que pertenecía al rey. La misma anécdota la transmite Diodoro (Biblioteca Histórica 17.100.1) solo que con una ligera variante: el soldado macedonio con el que se enfrentó Dioxipo se llamaba Corago.

El último nombre de adulador de Alejando según Ateneo (Banquete de los eruditos 6.255C) fue Gergicio, de quien Clearco de Solos[21] escribió una obra con el mismo nombre. De este Gergicio solo poseemos esta noticia que nos trasmite Ateneo.

La función de estos aduladores que se desprende del texto es que trataban de resaltar el carácter divino de Alejandro, ya sea argumentando que tenía poderes como los dioses o que de su cuerpo manaba la sangre divina. Parece que el rey aceptaba de buen grado estos gestos de adulación pues solo hay un caso de los que hemos estudiado en donde se oponía al halago. Lo no cuenta Ateneo es si Alejandro era por su naturaleza proclive a la adulación o solo sucedía en estos ejemplos concretos. Parece que casos como el de la proskynesis que mencioné antes, que los griegos solo reservaban a los dioses, implicaba que sí era susceptible a la adulación. De hecho, Curcio Rufo (Historia de Alejandro de Macedonia 8.5.5.) añade que el macedonio tenía pasión por tales servilismos. Y Arriano (Anábasis de Alejandro 4.9.1), a propósito de este mismo episodio de la proskynesis,afirma que Alejandro no carecía en ningún momento de aduladores y que los dos más destacados eran Anaxarco y el poeta épico Agis. Y Plutarco (Cómo distinguir a un adulador de un amigo 65), no hablando de la proskynesis, sino en general, asegura que Alejandro mandó matar a Calístenes, Parmenión y Filotas por culpa de los aduladores y que estos le manipularon a su antojo.

El tipo de adulación que acepta el macedonio es, como hemos visto, la que le acerca a los dioses[22].

La conclusión de este apartado es que Ateneo nos presenta a cuatro aduladores de Alejandro, de dos de los cuales apenas conocemos más que el nombre: Nicesias y Gergicio. De un tercero, Dioxipo, Ateneo nos aporta algo más, pero nos omite información básica de él, como que fue campeón de pancracio y todo lo relativo a su origen. Y del último de los cuatro, Anaxarco no está tan claro que fuera adulador de Alejandro porque la relación que mantenía con él era más bien ambigua[23].

2.4. Relaciones amorosas

2.4.1. Relaciones heterosexuales

En el libro 13 del Banquete de los eruditos se mencionan varias heteras que mantuvieron relaciones con personajes importantes. Más concretamente, en Banquete de los eruditos 13.576D Ateneo cuenta que Alejandro tenía consigo a Tais, la hetera ateniense, y que ella fue la causa del incendio del palacio de Persépolis. Después de la muerte del rey macedonio, esta mujer se casó con el primer Ptolomeo y le dio dos hijos, Elonitisco y Lago, y una hija, Irene, que se casó con Eunosto, el rey de Solos de Chipre. El relato de Ateneo sobre Tais es muy breve pero contiene algunas informaciones relevantes que no aparecen en los demás historiadores de Alejandro. En primer lugar, el autor de Náucratis es el único que cita a su fuente, que es Clitarco. Se supone que este historiador constituye también la fuente para los relatos de Diodoro, Quinto Curcio y Plutarco[24], ya que narran en esencia lo mismo que Ateneo, salvo algunos detalles que veremos a continuación. La segunda diferencia de Ateneo frente a los otros historiadores es que es solamente él narra el destino posterior de Tais, ya que los demás solo la encuadran dentro el episodio del incendio de Persépolis, pero después se olvidan de ella. En primer lugar, el relato de Diodoro (Biblioteca Histórica 17.72.1) coincide con Ateneo en señalar que Tais era ática de nacimiento. Añade que le pidió a Alejandro que prendiera fuego al palacio y ella lanzó la primera antorcha. Plutarco (Vidade Alejandro 38.2 y ss) se separa levemente de Ateneo al precisar que Tais era amante de Ptolomeo (mientras que el texto de Ateneo parece implicar que lo era de Alejandro). Afirma que estaba borracha cuando le pidió a Alejandro que incendiara el palacio, algo que Diodoro no afirma explícitamente, solo que estaban celebrando una fiesta. Por último, la versión de Quinto Curcio (Historia de Alejandro de Macedonia 5.7.2) coincide con la de Plutarco en todos los detalles fundamentales.

El único que no menciona a Tais en el capítulo del incendio de Persépolis es Arriano (Anábasis de Alejandro 3.18.11). Esto puede ser debido, como formula O’Brien (1992, 108) a que la habría pasado por alto o que simplemente la habría considerado una invención romántica. Aunque también puede ocurrir, como afirma el propio O’Brien, que Arriano no la hubiera incluido en el relato porque no figuraba en su fuente, que era Ptolomeo, ya que este la habría omitido intencionadamente para exculparla del incendio[25].

En vista de que las versiones sobre la actuación de Tais en el incendio de Persépolis coinciden en gran manera, lo relevante aquí es dilucidar en la medida de lo posible el papel de esta mujer en la corte de Alejandro, si era amante de este como sugiere Ateneo, o lo de era de Ptolomeo, como supone Plutarco. Ogden (1999, 241) señala estas dos posibilidades y para conciliar ambas versiones cree que Tais estuvo primero con Alejandro y a la muerte de este se fue con Ptolomeo, quien precisamente la habría aceptado por su vinculación previa con Alejandro. Este hecho prueba, según Ogden, que las cortesanas podían disfrutar de movilidad entre las diversas dinastías de reyes. Por su parte, Bennett (2011) supone que la expresión de Ateneo de que Alejandro «la llevaba con ella» no implica que fuera amante del rey macedonio, sino que es probable que fuera amante de Ptolomeo ya a partir del año 330. a.C. y que su relación solo se pudiera legitimar una vez muerto Alejandro en el año 323 a.C.

La decisión entre una opción y otra se antoja difícil de tomar porque la expresión de Ateneo con el verbo ἔχω es ambigua. El diccionario Liddel Scott (s.v. ἔχω) recoge el significado de «tener a alguien como amante» y pone como ejemplo un caso extraído del mismo Ateneo (Banquete de los eruditos 12.544D): «Poseo a Lais pero no soy poseído», que sí parece tener sentido sexual, pero es complicado dilucidar si Ateneo quería aplicar el mismo sentido a la relación entre Alejandro y Tais. Ya que se trata de un contexto de reyes que tuvieron relaciones con heteras es razonable pensar que Tais fuera la amante de Alejandro y luego de Ptolomeo, es decir, me decanto por la suposición de Ogden.

2.4.2. Relaciones homoeróticas

En Banquete de los eruditos 13.603A Ateneo afirma que Alejandro era aficionado a los jóvenes. Y se pone el ejemplo del eunuco Bagoas al que besó en el teatro en presencia de todos y como los espectadores lo aclamaron lo volvió a besar, según consta en la obra de Dicearco Sobre el sacrificio de Ilió Se mencionan dos eunucos llamados Bagoas[26] relacionados con Alejandro Magno, uno de los cuales mató a Artajerjes III y a Arses y ayudó a Darío III a conquistar el trono de Persia, como cuentan Diodoro (Biblioteca Histórica 17.5.8), Plutarco (Vida de Alejandro 39.10) y Quinto Curcio (Historia de Alejandro de Macedonia 10.3.12), pero que no tiene nada que ver con este amante del rey macedonio. Sobre este Bagoas favorito de Alejandro sí que nos transmite Plutarco (Vida de Alejandro 67.8) una historia prácticamente idéntica a la Ateneo. Cuenta que estaba Alejandro presenciando un concurso de danza y Bagoas se le acercó y sentó junto a él en el teatro. Como los macedonios aplaudían, y le pedían que lo besara, Alejandro cedió al clamor popular y le dio un beso. Tarn (1948, II, 322) rechaza esta historia como falsa por un error en la localización, porque en el este en Persia no existían teatros y piensa que este relato fue compuesto por un griego que no era capaz de imaginar una ciudad sin un teatro.

También menciona a este eunuco Quinto Curcio en dos pasajes. En uno (Historia de Alejandro de Macedonia 6.5.23) relata que Bagoas fue primero favorito de Darío III y luego de Alejandro, y que gracias, a sus súplicas, Alejandro perdonó a Nabarzanes, general de Darío III y uno de sus asesinos. En el segundo (Historia de Alejandro de Macedonia 10.1.24) el sátrapa Orsines salió al encuentro de Alejandro Magno y tuvo detalles con todos los amigos de este excepto Bagoas, quien se vengó de él acusándole ante Alejandro falsamente[27]. Por último, Arriano (Historia de la India 8.18.8) cita, dentro de una lista de trierarcos, a Bagoas, hijo de Farnuces, que no sabemos si se puede identificar con el mismo Bagoas del que vengo hablando.

Se ha discutido mucho acerca de este eunuco y de su relación con Alejandro. Tarn (1948 II, 320) afirmaba que como Dicearco, el que ha servido de fuente a Ateneo, quería demostrar que Alejandro era homosexual y como no tenía evidencia de ello, se inventó la figura del eunuco Bagoas. Diez años después, Badian (1958b, 156) rechazó la teoría de Tarn, aduciendo que Dicearco no tenía ningún motivo justificado para inventarse ese personaje, y lo que hizo fue simplemente trasmitir una historia de la que fue testigo ocular. Más recientemente, Antela Bernárdez (2010, 340) apoya la teoría de Badian y describe la relación de Alejandro y Bagoas como su «gran affaire homosexual», aunque reconoce que lo más que nos cuentan las fuentes es que se dieron un simple beso. Pero el término utilizado por Plutarco (Vida de Alejandro 67.8), ἐρώμενος, no deja dudas para establecer el papel de Bagoas en la relación.

Andrew Chugg (2012, 152), por su parte, viene a decir que el Bagoas favorito y al asesino de reyes son el mismo personaje, y que para minimizar su influencia en la corte de Alejandro, se inventaron a un segundo Bagoas y relegaron al primero al papel de simple servidor sexual de Alejandro. Y señala que si Arriano silenció su relación homoerótica con Alejandro fue para rehabilitarlo ante el auditorio patricio de la época antonina.

Kitchen (2020, 5) señala que Bagoas era el amante de Alejandro aunque no era costumbre griega tener eunucos en la corte, sino oriental, lo que abogaría por la «orientalización» de Alejandro. Esta autora indica que Bagoas podría ser visto como un κίναιδος, un tipo de persona vilipendiada en la sociedad griega.

Como resumen de este parte, se puede afirmar que existieron dos personajes distintos llamados Bagoas (a pesar de que alguno intenten unificarlos o incluso negar su existencia), uno de los cuales fue favorito de Alejandro Magno con el que mantuvo relaciones sexuales.

Volviendo al texto de Ateneo, a continuación (Banquete de los eruditos 13.603B) se menciona un breve episodio en el que Caronte de Calcis tenía consigo un hermoso muchacho. Y cuando Alejandro lo elogió, Caronte instó al muchacho a besar al rey, pero este negó porque le causaría pena a Caronte. De esta historia apenas podemos comentar nada, porque no tenemos más noticias de Caronte aparte de la que nos proporciona Ateneo, y porque el muchacho ni siquiera aparece con su nombre.

Finalmente, Ateneo (Banquete de los eruditos 13.603C) menciona una historia que no es exactamente una relación homoerótica, pero que él la relaciona con este tema. Se cuenta que cuando Alejandro mantuvo cautivas a la mujer e hijas de Darío, las respetó, aunque eran muy hermosas. Es curioso que Ateneo haya incluido este episodio dentro del capítulo dedicado a los amores homoeróticos de Alejandro. Es como si del texto se dedujera que el rey macedonio se había abstenido de tener relación con ellas porque prefería a los muchachos. Plutarco (Vida de Alejandro 21.1) relata el momento en el que Alejandro tiene un encuentro con las hijas y mujer de Darío y les comenta que serán respetadas. Y para justificar esta decisión del rey, Plutarco afirma que había tomado por su continencia, no porque prefiriera a los jóvenes. Y para apoyar su argumentación, se añaden varios ejemplos en los que Alejandro rechaza posibles amores homosexuales. Es decir, que del texto de Plutarco se vendría a deducir lo contrario que del de Ateneo. A propósito de este episodio, Antela (2010, 341) afirma que violar a la mujer del rey vencido es un alto de ultraje y que Alejandro, al contenerse, demuestra su σωφροσύνη de gran hombre.

Es curioso que Ateneo no haya mencionado entre los amores homoeróticos de Alejandro a Hefestión, que algunos consideran su gran amante[28], pero las fuentes antiguas solo lo califican como su mejor amigo[29].

Se ha discutido mucho acerca de la homosexualidad de Alejandro, y las posturas divergen radicalmente, desde quienes, como Tarn (1948 II, 323) y Georgiades (2004, 177) la niegan completamente, aduciendo que las fuentes no contienen ninguna noticia de que Alejandro fuera homosexual, hasta quienes la confirman sin dudar, como Antela Bernárdez (2010, 340), Chugg (2012, 87) y Kitchen (2020, 6). Del texto de Ateneo solo podemos inferir que tuvo relaciones con Bagoas y un joven, pero que ambas se limitan a darle un beso en público. Gracias a otros autores como Plutarco y Quinto Curcio podemos aseverar que la relación del macedonio con Bagoas era de tipo sexual, por lo que las dudas sobre la homosexualidad de Alejandro, en este caso habría que decir más bien bisexualidad, quedarían disipadas.

3. Conclusiones

En las páginas anteriores hemos estudiado el retrato que de Alejandro nos hace Ateneo en su obra. Y la conclusión que podemos extraer a simple vista es que nuestro autor resalta bastante los aspectos negativos del rey de Macedonia, por algún motivo que intentaré aclarar después. En primer lugar, al hablar de la familia de Alejandro, los dos rasgos que se destacan del padre son la afición desmedida al vino y su pasión excesiva por el otro sexo, a la vez que se omite cualquier otro rasgo positivo de su persona. En segundo lugar, cuando se menciona su magnanimidad, esto podría considerarse un aspecto positivo, sin embargo Ateneo escoge algunas anécdotas en las que esta virtud podría convertirse en un defecto. Por ejemplo, al señalar que Alejandro se gastaba en una noche con sus amigos lo que podría ganar un obrero de Atenas en muchos años. También su afición a la bebida es señalada como algo negativo, aunque en este caso no habría que achacárselo solo a Ateneo, ya que vimos que otros autores también lo criticaban. Pero en el caso que nos interesa, Ateneo lo describe casi como una enfermedad, y de hecho en un par de anécdotas sobre la muerte de Alejandro, afirma que esta fue causada por el alcohol.

Pero no solo la figura de Alejandro es considerada de forma reprochable, sino también la corte que la rodea. Ateneo concentra su crítica primero en el lujo que envuelve al rey de Macedonia, que se convierte en parte de su vida cotidiana y de la de sus compañeros. De su vida en Oriente no habla de sus campañas militares y sus batallas, sino de su amor por el oro, la púrpura, las joyas y los perfumes, que derrocha profusamente. Además, también critica a quienes acompañan a Alejandro y lo adulan, aunque hay que señalar en este punto que Alejandro no es el único poderoso a quien Ateneo censura por verse rodeado de aduladores. Este me parece uno de los aspectos más débiles de la crítica de Ateneo, ya que nos presenta a cuatro aduladores, de tres de los cuales no nos puede facilitar más que un nombre, y el otro, Anaxarco, por su comportamiento a veces no actúa como un adulador.

Finalmente, otro aspecto donde se revelan los aspectos censurables es en las relaciones amorosas del rey. De las relaciones con mujeres, Ateneo solo nos cita a Tais, quien es descrita poco elogiosamente por ser una hetera y por haber causado el incendio de Persépolis. Solo con estas breves pinceladas, Alejandro queda caracterizado desfavorablemente por haber tenido relaciones con una mujer de esta índole. Y las relaciones homoeróticas de Alejandro también son otro aspecto débil de la crítica, porque los testimonios en los que se apoya Ateneo solo nos informan de que el rey dio un beso a unos jóvenes, aunque uno de ellos, Bagoas, sí que parece que fue amante de Alejandro, pero lo sabemos mejor por Curcio Rufo, quien describe más claramente su papel desempeñado en la relación con el rey.

Esta visión desfavorable de Alejandro por parte de Ateneo es atribuible sin duda a algunos de los autores que ha utilizado como fuente, como son Nicobule, Efipo, Filarco, Teofrasto, Sátiro, Dicearco y Teopompo. Nicobule escribió un panfleto contra Alejandro, en palabras de Pearson (1960,68), aunque Cagnazzi (1997, 21) defiende que la autora griega lo miraba con cierta simpatía. De Efipo ya sabemos que sentía antipatía por Alejandro porque el padre de este destruyó su ciudad natal. Respecto a Filarco, no parece que tuviera nada personal contra el macedonio, pero es un historiador conocido por su falta de veracidad y por su parcialidad. Tanto Teofrasto, como Sátiro y Dicearco pertenecían a la escuela peripatética, cuyos miembros fueron hostiles a la memoria de Alejandro, como afirman Mensching (1963, 277) y Rufus Fears (1974,113). Y Teopompo se mostró notablemente crítico en su obra con la figura del padre de Alejandro, Filipo, y su corte, como vimos en el apartado correspondiente.

Otros autores, como Cares, parecen imparciales[30] frente a Alejandro pero Ateneo solo ha utilizado aquellas partes de la obra le que servían para fortalecer la imagen negativa que quiere trasmitirnos del macedonio. Por ejemplo, cuando Ateneo cita el texto de Cares para narrar la ceremonia nupcial en Susa, en ningún momento se centra en el aspecto político de la unión, pero sí se detiene a describir profusamente el lujo de las estancias y el derroche que supuso una ceremonia de tal calibre, como prueba del amor desaforado de Alejandro por la ostentación.

Ahora la pregunta que nos surge es por qué Ateneo nos transmite esta opinión nada favorable del rey de Macedonia. El de Náucratis, como apunta Reardon (1971, 219–220), parece seguidor de la escuela de Aristóteles en el sentido del afán de erudición y de la adquisición de datos de diversos tipo (históricos, geográficos, y otros). Y la escuela peripatética, principalmente Teofrasto, como ya he dicho antes, se mostró hostil a Alejandro, por lo que simplemente Ateneo estaría recogiendo la visión del macedonio heredada de la escuela peripatética. El origen de la hostilidad de los peripatéticos puede estar en el asesinato de Calístenes, sobrino de Aristóteles, que se opuso a la proskynesis de Alejandro y luego fue acusado de participar en una conspiración llamada «de los pajes» contra el macedonio, por lo que este le mandó ejecutar (Arriano, Anábasis de Alejandro 4.10.1 y ss; Plutarco, Vida de Alejandro 55.1 y ss; Quinto Curcio, Historia de Alejandro de Macedonia 8.5.13 y ss).

Pero parece que no solo a la escuela peripatética debe Ateneo este retrato nada elogioso que nos proporciona de Alejandro, sino que cuando critica la inmoderación del rey al beber o se ceba en el amor exagerado por el lujo, se está haciendo eco de algunas doctrinas de la Estoa media, principalmente de Panecio y de Cicerón, para quienes su modelo de gobernante era Ciro, como nos cuenta Rufus (1974, 119). Y aunque Ateneo no era seguidor del estoicismo, parce que algunas de sus teorías contaban con su simpatía[31].

Así que para finalizar, podemos afirmar que el retrato de Alejandro proporcionado por Ateneo, que es fundamentalmente crítico con el rey de Macedonia, está mediatizado por corrientes filosóficas y de pensamiento de los siglos anteriores, como son el Perípato y la Estoa media.




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NOTAS

[1]Teopompo fue un historiador griego que nació hacia el año 378 a.C. Según las fuentes, viajó por el mundo griego en el papel de orador epidíctico. Escribió Helénicas entre los años 350 y 340 a.C. y la Historia de Filipo con sucesos que va desde la ascensión de Filipo al trono hasta su muerte en cincuenta y ocho libros. Murió en el exilio al que fue condenado tras la muerte de Alejandro Magno en 323 a.C.

[2] Sátiro fue un filósofo y escritor adscrito a la escuela peripatética que procedía de la ciudad de Calatis, situada en la costa occidental del Mar Negro. Vivió en la segunda mitad del siglo III a.C., en la época del faraón Ptolomeo IV. Escribió una obra llamada Sobre los caracteres y otra Sobre los demos de Alejandría. Compuso también una colección de biografías de personajes ilustres, como poetas (Esquilo, Sófocles, Eurípides), filósofos (Bías, Quión, Licurgo) y gobernantes y hombres de Estado, como Alcibiades, Dionisio II y Alejandro Magno. Respecto a su narración sobre Alejandro, Nicholas Geoffrey Lemprière Hammond, Sources for Alexander the Great. An analysis of Plutarch ‘s Life and Arrian’s Anabasis Alexandrou (Cambridge: Cambridge University Press, 1993), 13 afirma que Sátiro es autor no digno de crédito, porque lo que está haciendo no es historia, sino propaganda antimacedónica, que es tan falsa como maliciosa. Y que los investigadores prefieren como más fidedignos los textos procedentes de otras fuentes.

[3] Dicearco fue un escritor y filósofo griego de la escuela peripatética. Nacido en Mesene, pasó una parte de su vida en el Peloponeso. Compuso una obra sobre la historia de la cultura titulada Vida de Grecia, que empezaba con la época de edad de oro. Escribió biografías de Pitágoras y Platón, así como obras sobre Homero y Alceo. También escribió los resúmenes de los argumentos de los dramas de Sófocles y Eurípides. Desarrolló igualmente la geografía matemática, pues dividió el mundo conocido con una línea que partía desde las columnas de Hércules hasta la cordillera del Himalaya. Respecto a la obra aquí citada, Sobre el sacrificio de Ilio, se refiere al sacrificio de una víctima que Alejandro llevó a cabo en Ilio antes de la batalla de Gránico. Lo único que se conserva, aparte del título, es el fragmento en el que aparece el eunuco Bagoas. Respecto al contenido de la obra, Edgar Martini, «Dikaiarchos», en Paulys Realencyclopädie der classischen Altertumswisswenschaft (Stuttgart: Alfred Druckenmüller Verlag, 1903), 552 supone que sería un diálogo, en el que tomaba parte Alejandro, o una novela histórica con mucho diálogo entremezclado, pero no se puede precisar más sobre su argumento. No se trataría de un ensalzamiento del sacrificio como suponen algunos, pues eso iría en contradicción con la postura que se observa en los escritos de Dicearco.

[4] Efipo fue contemporáneo de Alejandro Magno y un enemigo hostil en sus comentarios respecto a este, porque el padre de Alejandro, Filipo II de Macedonia, había destruido Olinto, la ciudad natal de Efipo, en el año 348 a.C. Lionel Pearson, The lost histories of Alexander the Great (Londres y Beccles: William Clowes and sons, 1960), 64 cree que Efipo debió de tener más motivos personales contra Alejandro que la mera destrucción de su ciudad de origen y añade que también pudo contribuir a su antipatía el asesinato de su compatriota Calístenes, ordenado por el rey en el año 328 a.C. Publicó un panfleto contra Alejandro en Atenas o en alguna otra ciudad que apoyaba el movimiento de independencia en Grecia frente a los macedonios. Este panfleto apareció poco después de la muerte de Alejandro. Lionel Pearson, The lost histories of Alexander the Great (Londres y Beccles: William Clowes and sons, 1960), 67 supone que el panfleto debió de ser de breve extensión porque cuando Ateneo lo cita no se refiere a ningún número de libro en particular. Anthony Spawforth, «The pamphleteer Ephipus, King Aleander and the Persian Royal hunt» Histos 6 (2012): 176 coincide con Pearson al indicar que el panfleto contra el rey de Macedonia se publicó poco después del fallecimiento de este.

[5] Eumenes de Cardia es de sobra conocido por su participación en el libro 18 de la Biblioteca Histórica de Diodoro y porque Plutarco le dedicó una de sus biografías en las Vidas paralelas. De Diodoto de Eritra no poseemos más información que la que nos proporciona Ateneo.

[6] Carecemos completamente de noticias sobre ella. Silvana Cagnazzi, Nicobule e Panfila. Frammenti di storiche greche (Bari: Edipuglia, 1997), 22 piensa que la obra de Nicobule debían de ser más bien apuntes, casi un diario privado, porque, cuando Ateneo la cita, solo indica su nombre pero no especifica ningún título de obra. Y añade Cagnazzi, Nicobule e Panfila. Frammenti di storiche greche (Bari: Edipuglia, 1997), 24 que ella podría haber sido una hetera que vivía en la corte de Alejandro. Por su parte, Ian M. Plant, Women writers of ancient Greece and Rome. An Anthology (Londres: Equinox, 2004), 67 supone que debió de vivir en la época en que la historiografía de Alejandro estaba en pleno auge, es decir, entre los siglos I a III d.C. Y agrega Plant que Ateneo debió de parafrasear su obra más que citarla literalmente.

[7]Medeo de Tesalia era, según Plutarco (Cómo distinguirá un adulador de un amigo 65d) el jefe del coro de los aduladores de Alejandro.

[8]Sobre las relaciones homoeróticas de Alejandro hablaremos en el capítulo 2.3.2.

[9]Teofrasto se volvió crítico contra Alejandro posiblemente tras mandar matar este último a Calístenes, a quien el filósofo estaba muy unido. Y como consecuencia de ello, escribió el diálogo Calístenes o sobre el dolor, que en palabras de Albert Brian Bosworth, «Aristotle and Callisthenes», Historia. Zeitschrift fur alte Geschichte 19.4 (1970): 407 no era un panfleto contra Alejandro sino un tratado filosófico sobre el papel predominante de la fortuna en las vidas de los hombres. Hay que tener esto en cuenta porque todos los comentarios sobre Alejandro vertidos por Teofrasto pueden contener ese tono crítico.

[10]Distinta es la opinión de John Maxwell O’Brien, Alexander the Great. The invisible enemy. A biography (Londres y nueva York: Routledge, 1992), 57 para quien la primera relación sexual de Alejandro fue con Barsine, la hija del sátrapa Artabazo.

[11]Según Aubrey Martin, The dipsomania of Alexander the Great. A thesis submitted for the degree of Master of Arts in the classical Archaeology and Ancient History of Macedonia (Salónica: s.e., 2019), 19 el motivo de que Plutarco presente a Alejandro ante la élite romana como un ejemplo de cómo se debe ejercer el poder adecuadamente puede ser el motivo de que haya suavizado la relación del rey macedonio con el alcohol. François Retief y Louise Celliers, «The death of Alexander the Great», Acta Teologica. Supplementum 7 (2005): 22, además, creen que Alejandro no solo no era un alcohólico, sino que fueron Clitarco y la escuela peripatética los responsables de crear una imagen tal.

[12] Entre quienes defienden como más plausible la causa de la muerte de Alejandro debido al consumo excesivo de alcohol está Graham Phillips, Alexander the Great. Murder in Babylon (Londres: Virgin Book, 2004), 15. Comenta que Alejandro fue durante toda su vida un constante bebedor y que las fuentes confirman que el día de su muerte bebió grandes cantidades de vino, como por ejemplo Plutarco (Vida de Alejandro 75.3–4), o Diodoro (Biblioteca Histórica 17.117.1). Los síntomas del alcoholismo (alucinaciones, delirium, convulsiones) los estaba sufriendo Alejandro desde la noche del banquete (Plutarco, Vida de Alejandro 75.6).

[13]Aunque Ateneo califica a la diadema de «real» (διἀδημαβασιλικόν), como bien apuntan Juan José Torres Esbarranch y Juan Manuel Guzmán Hermida, Diodoro de Sicilia. Biblioteca histórica. Libros XV–XVII (Madrid: Gredos, 2012), 268, nota 159, la diadema no era un emblema de los reyes persas, ya que llevan la corona almenada o tiara, pero sí lo sería posteriormente de los reyes helenísticos. A esto agrega Andrew W. Collins, «The royal costume and the insignia of Alexander the Great», American Journal of Philology 133.3 (2012): 384 que si la diadema no fue símbolo real hasta después de la muerte de Alejandro, entonces la referencia a la diadema como símbolo de los reyes persas debe de ser un anacronismo por parte de escritores de época tardía.

[14]Fue un mariscal de la corte de Alejandro Magno o »introductor de extranjeros ante el rey» que vivió en el siglo IV a.C. y que compuso unas Historias sobre Alejandro en diez libros, de las que Ateneo nos ha trasmitido varios fragmentos. Según Lionel Pearson, The lost histories of Alexander the Great (Londres y Beccles: William Clowes and sons, 1960), 51, el título de la obra no sugiere una narración continuada o un tratamiento exhaustivo de la figura de Alejandro, ni tampoco indica que los hechos fueran narrados en orden cronológico. En los fragmentos conservados de Cares no se menciona el consumo de alcohol por parte del rey macedonio, a pesar de que hay frecuentes alusiones a la comida y a la bebida. En palabras de Lionel Pearson, The lost histories of Alexander the Great (Londres y Beccles: William Clowes and sons, 1960), 61 Cares era un autor fiable y existen buenas razones para creer que lo utilizaron como fuente autores tan respetables como Ptolomeo y Aristobulo, y otros no tan dignos de crédito, como Clitarco. A lo dicho por Pearson, Kenneth Royce Moore, «Framing the debate», en Brill’s companion to the reception of Alexander the Great, ed. Kenneth Royce Moore (Leiden–Boston: Brill, 2018), 28 agrega que la narración de Cares tenía que ver principalmente con ceremonias de la corte y con rumores personales, e incluía el intento fallido de Alejandro de instaurar la proskynesis en la corte macedonia.

[15]Sobre los objetivos que perseguía Alejandro al celebrar esta boda en Susa, se ha especulado mucho. Una de las teorías más antiguas pertenece a William Woodthorpe Tarn, Alexander the Great. Volume I: Narrative (Cambridge: Cambeidge University Press, 1948), 111, según la cual Alejandro pretendía cultivar el hermanamiento entre los hombres, pero Ernst Badian, «Alexander the Great and the unity of mankind», Historia. Zeitschrift fur alte Geschichte 7.4. (1958a): 431 y ss se encargó de refutarla en un artículo unos años después. John Maxwell O’Brien, Alexander the Great. The invisible enemy. A biography (Londres y Nueva York: Routledge, 1992), 198 creía que la más convincente de las interpretaciones era la de que el rey macedonio planeaba unir la élite europea y asiática para así administrar su imperio de forma más efectiva. Elizabeth Donnelly Carney, «Women in Alexander’s court», en Brill’s companion to Alexander the Great, ed. J. Roisman (Leiden–Boston: Brill, 2003), 247 opinaba que la boda era para Alejandro una manera de reivindicarse como gobernante asiático más que como rey macedonio. Y agregaba que él sólo llevó a cabo estos matrimonios cuando tuvo una base sólida de poder en Asia.

[16]Hegesandro, natural de Delfos, fue un coleccionista de anécdotas que vivió durante el reinado de Filipo V de Macedonia (221 a 179 a.C.). La obra aquí citada, Comentarios, se componía de seis libros. Según Felix Jacoby, «Hegesander», en Paulys Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft 7.2. (Stuttgart: Alfred Druckenmüller Verlag, 1912), 2600, el contenido sería de comentarios divertidos, historias o acontecimientos picantes o interesantes, referidos a hombres, lugares, arte y naturaleza. Aparecían personajes de toda índole y condición: los reyes de Macedonia y Siria, parásitos, aduladores, artistas, literatos, heteras, etc.

[17]Filarco fue un historiador del siglo III a.C., que procedía posiblemente de Náucratis, pero que prono se trasladó a Atenas. Escribió, entre otras obras, Contra Antíoco y Eumenes de Pérgamo, Epítome mítica y Sobre la aparición de Zeus. Sus Historias, en veintiocho libros, abarcaban abarcaban los hechos del siglo III a.C. hasta la muerte del rey Cleomenes III de Esparta en el año 219 a.C. Polibio (Historias 2.56) le acusa de falsear y exagerar los hechos para ensalzar a Cleomenes y censurar la crueldad de su enemigo Arato y de la liga aquea. Igualmente Plutarco (Vida deArato 38.12) le reprocha por dejarse llevar por la emoción hacia Cleomenes y ser poco veraz.

[18] Ian Worthington, Alexander the great. A reader (Londres y Nueva York: Routledge, 2012), 384 sostiene que las palabras que le dirige Anaxarco al rey no tienen nada de aduladoras, por lo que le llama la atención que se califique al filósofo como adulador de Alejandro. Parece coincidir con él Tiziano Dorandi, «Anaxarcus from Egypt to Herculaneum» en Presocratics and papyrological tradition. A philosophical reappraisal of the sources. Proceedings of the international Workshop, held at the University of Trier, 22–24 september 2016, ed. Christian Vassallo (Berlín–Boston: De Gruyter, 2019), 473 cuando afirma que la relación de Anaxarco con el rey era ambigua y no necesariamente de adulación.

[19] Sobre la proskynesis hay una bibliografía inmensa. Una visión reciente del tema está en Chiara Matarese, «Proskynesis and the gesture of the kiss at Alexander’s court. The creation of a new elite», Palamedes 8 (2014): 75 y ss.

[20] Por Plinio el viejo (Historia natural 35.139) sabemos que Dioxipo ganó en el pancracio en los juegos olímpicos. Según Albert Brian Bosworth, Alexander and the East. The tragedy of triumph (Oxford: Calendon Press, 1996), 115 se unió a la corte de Alejandro algún tiempo antes del año 327 a.C. Y añade que era un cortesano de familia ilustre, no un aventurero improvisado, que es como se suele calificar a los aduladores de Alejandro. Según Lawrence A. Tritle y Waldemar Heckel, Alexander the Great. A new History (Singapur: Wiley–Blackwell, 2009), 124, Dioxipo debió de encontrase dentro del entorno del rey de Macedonia hacia el año 326–325 a.C., es decir, un año después de lo que señala Bosworth.

[21]Clearco fue un filósofo peripatético del siglo IV a.C. Sobre su vida y su obra se puede consultar la obra de Stavros Tsitsiridis, Beiträge zu dem Fragmentes des Klearchos von Soloi (Berlin–Boston: DeGruyter, 2013), 1 y ss.

[22]Antonio Guzmán Guerra y Francisco Javier Gómez Espelosin, Alejandro Magno. De la historia al mito (Madrid: Alianza Editorial, 1997), 195 creen que aunque hubo estos intentos áulicos que pretendieron elevarle por encima de un soberano normal, sin embargo Alejandro nunca recibió culto divino tras su muerte en ninguna ciudad de Grecia. De hecho, se puede recordad aquí la anécdota que cita Ateneo (Banquete de los eruditos 6.251C) del ateniense Démades que fue multado con diez talentos porque propuso convertir en dios a Alejandro Magno.

[23]Filodemo de Gádara, en las columnas 4.34–5.9 del PHerc 1675, acusa a Anaxarco de ser un adulador de Alejandro, pero Tiziano Dorandi, «Anaxarcus from Egypt to Herculaneum» en Presocratics and papyrological tradition. A philosophical reappraisal of the sources. Proceedings of the international Workshop, held at the University of Trier, 22–24 september 2016, ed. Christian Vassallo (Berlín–Boston: De Gruyter, 2019), 480 afirma que no es tal y supone que Filodemo debe de haber malinterpretado una expresión irónica de Anaxarco sobre el rey.

[24]Así lo cree, entre otros, Alex McAuley, «The great misstep. Alexander the Great, Thais, and the destruction of Persepolis», en Brill’s companion to the reception of Alexander the Great, ed. Kenneth Royce Moore (Leiden–Boston: Brill, 201), 720. William Woodthorpe Tarn, Alexander the Great,. Volume I: Narrative (Cambridge: Cambridge University Press, 1948), 48, sin embargo, supone que solo la versión de Diodoro remite a Clitarco, mientras que los otros dos autores se apartan bastante de él.

[25]Esa es la teoría que defienden también Robin Lane Fox, Alexander the Great (Londres: Penguin Books, 1973), 263 y Krzysztof Nawotka, «Alexander the Great in Persepolis», Acta Antiqua 43 (2003), 69.

[26]Parece, como acertadamente comenta Ernst Badian, «The eunuch Bagoas», The Classical Quarterly 8.3–4 (1958b): 144, que el nombre Bagoas era común para los eunucos en Persia.

[27] Sobre estos dos pasajes de Curcio se puede ver el artículo de Ernst Badian, «The eunuch Bagoas», The Classical Quarterly 8.3–4 (1958b): 144 y ss

[28]Robin Lane Fox, Alexander the Great (Londres: Penguin Books, 1973), 56 y ss.

[29]Por ejemplo, Diodoro (Biblioteca Histórica 17.114.1) afirma que era el mejor amigo de Alejandro y lo anteponía a todos los demás; Arriano (Anábasis de Alejandro 7.2.3) coincide igualmente en que era su amigo más querido de todos; de la misma forma se expresa Quinto Curcio (Historia de Alejandro de Macedonia 3.12.16), al describirlo como confidente de sus secretos, el más querido por el rey de entre sus amigos; Justino (Epítome de Pompeyo Trogo 12.12.11) dice que era «uno de sus amigos, muy querido por él»; y del texto de Plutarco (Vida de Alejandro 72.1 y ss) aunque no lo dice expresamente, también se puede deducir que era su amigo por el dolor que expresa Alejandro a su muerte.

[30] Sobre la imparcialidad de Cares ya habló Lionel Pearson, The lost histories of Alexander the Great (Londres y Beccles: William Clowes and sons, 1960), 57 quien señala que en los fragmentos conservados de este autor no se vierte ninguna opinión en favor o en contra de nadie del círculo más próximo a Alejandro. Igualmente, Graham Philips, Alexander the Great. Murder in Babylon (Londres: Virgin Books, 2004), 7 recalca que Cares no sentía filiación política por ninguno de los sucesores del rey macedonio.

[31]Por ejemplo, en Banquete de los eruditos 6.263C y ss Ateneo parece seguir las ideas de Posidonio sobre la esclavitud.



La figura de Alejandro Magno en el ‘Banquete de los eruditos’ de Ateneo

PATON CORDERO, Óscar

Publicado en el año 2025 en la Revista de Folklore número 526.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz