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Las tierras de la montaña oriental leonesa estuvieron habitadas en los primeros siglos de nuestra era, hace unos dos mil años, por los vadinienses. Esta tribu cántabra ocupó el territorio que se extiende por ambas orillas del curso alto del río Esla, y de sus afluentes, en la actual provincia de León y, también al otro lado de la cordillera cantábrica, por las orillas del río Sella y sus afluentes, en la actual Asturias. Para conocer datos sobre los vadinienses, grupo étnico o social que habitó el territorio referido, al menos después de las llamadas guerras cántabras, no queda otro remedio que buscarlos en sus lápidas funerarias, pues se carece de escritos históricos o literarios que se refieran a ellos, salvo la tardía mención que de Vadinia hace Ptolomeo en el siglo ii d.C. (Geographica II, 6, 50), como capital de los cántabros de la tribu vadiniense. Dicho de otro modo, es un pueblo que nos ha transmitido su identidad fundamentalmente a través de sus lápidas funerarias. Vadinia, como ciudad, no ha sido localizada, y se duda de su existencia. Por su parte, de los vadinienses no se sabe si existían como tales antes de la ocupación romana, ni si eran autóctonos de esta zona o si llegaron aquí obligados por la conquista romana [1]. Sin embargo, gracias a su abundante corpus epigráfico, este pueblo es, sin duda, el mejor conocido entre los cántabros, y también uno de los mejores conocidos del resto de pueblos del Norte de España [2].
En este trabajo se estudian los motivos decorativos que aparecen añadidos al texto en las lápidas funerarias vadinienses. Si pretendemos acercarnos a la mentalidad funeraria de estos individuos, a sus creencias y ritos, no podemos dejar de hacernos preguntas ante cualquier manifestación de los mismos, por simples que éstas puedan parecernos. Es posible su interpretación como un simple ornamento, pero su repetición manifiesta claramente una simbología, teniendo en cuenta que un motivo puede ser a un mismo tiempo decorativo y tener un significado, dependiendo del artífice, del destino del monumento y de las lecturas que puedan hacerse del mismo [3]. La decoración es un elemento fundamental para conocer la cultura de una determinada población y la voluntad del autor moral, pero implica una gran dificultad interpretativa: el intento de reconstruir unos esquemas culturales debido a la ambivalencia de los símbolos. En definitiva, ¿dónde acaba lo simbólico y comienza lo puramente decorativo? [4].
Para el presente trabajo se han revisado los 81 epitafios funerarios vadinienses conocidos [1, 4, 5, 6], incluyendo los de Barrillos de Curueño, Velilla del Río Carrión, Cofiño/Parres y Cármenes, que algunos expertos consideran ya fuera del territorio estrictamente vadiniense. Se han incluido igualmente dos epitafios de Soto de Cangas que ya se consideran más bien cristianos[1]. Aunque pertenezcan a la misma zona y época, se han excluido las lápidas correspondientes a exvotos a Júpiter Óptimo Máximo de Crémenes y la dedicatoria a una fuente en Boñar, que evidentemente no son epitafios funerarios.
El estado de conservación de algunas lápidas es muy defectuoso, unas desgastadas por el paso del tiempo, mientras que de otras faltan fragmentos o solo se conservan restos. Por otra parte, la realización de la inscripción en las lápidas vadinienses es con frecuencia muy rústica. Esta deficiencia en su realización y conservación, así como el uso generalizado de abreviaturas, hace que con frecuencia sea difícil su lectura y complicada su interpretación.
De las 81 lápidas estudiadas, corresponden 66 a varones, 12 a mujeres y 3 a restos de epitafios sin identificar. Las edades de los fallecidos oscilan entre los 7 y los 88 años. La mayoría corresponden a jóvenes, teniendo menos de 30 años 50 de los 63 (79%) de que se dispone el dato de la edad. La edad exacta de los fallecidos reflejada en los epitafios parece ser relativa puesto que la edad está habitualmente redondeada al decenio o quinquenio, salvo en 8 casos en que se refiere una edad exacta. En cuanto a su localización 20 fueron hallados en la zona asturiana y 61 en la zona leonesa.
Los adornos más habituales en los epitafios son los caballos y los ramos o arbolitos (Fig. 1). Menos frecuentes son los torques (rodeando a la M inicial) y las hederas. Aparece el caballo en 23 lápidas, el ramo (arbolito) en 21, el torques en 11, hederas en 9 y la morfología tipo casa (oicomorfa) en 6 epitafios. También se encuentran un ciervo y un puñal (en la lápida de Septimio Silón); una cruz y un símbolo en el encabezado (X encuadrada, con semicírculos a los lados) en la lápida de Maisontina; un esvástica en el epitafio de Voconia; una cruz en el de Noreno; una especie de carro con ruedas en sus extremos en la parte inferior del epitafio de Tridio; y una rosa hexapétala en el de Pentius Festus. Igualmente se describen rastros de una figura humana y un círculo de aspecto solar en al parte superior del epitafio de Superia.
Caballo
El adorno más habitual en los epitafios vadinienses es la presencia de un caballo, situado habitualmente al final del texto. Nos encontramos esta representación en 23 de las 81 lápidas. Los epitafios con caballo corresponden en 20 casos a varones y en tres casos a mujeres. Casi todos los fallecidos con caballo en la lápida son jóvenes; el 91% (21 de las 23) de las lápidas con caballo corresponden a fallecidos antes de los 35 años; siendo la excepción un fallecido a los 40 años y otro a los 45. No tiene caballo representado ningún fallecido mayor de 50 años. El animal se localiza generalmente en la parte baja de la piedra (Fig. 2), bajo la inscripción; en este sentido, no se han considerado 3 lápidas rotas en su parte superior, donde se aprecian trazos de un animal, posiblemente un caballo, aunque no se puede asegurar.
Ninguno de los caballos de las lápidas vadinienses tiene jinete, a diferencia de otras estelas del norte de España, donde la representación de un jinete a caballo con o sin escudo y lanza fue muy popular en la iconografía celtibérica [4, 7]. Como se comentará posteriormente, de los 23 epitafios con caballo 14 (60,8%) tienen también ramo. Todas la lápidas con caballo están datadas en los siglos ii y iii. No se encuentran caballos en las datadas en el siglo i, ni en la primera mitad del siglo ii, ni en las de datación posterior en el siglo iv.
La representación del caballo en las tumbas y en el ámbito funerario está acreditada en la península y en todo el área mediterránea desde siglos antes de los vadinienses. O sea, que no es ésta una característica específica de los vadinienses (representaciones aisladas se encuentran también por ejemplo entre los pelendones), aunque es llamativa la profusión de caballos encontrada en sus epitafios. Este adorno ha merecido diversas interpretaciones. Así, algunos han considerado al caballo como un acompañante del difunto en su tránsito al «más allá», lo que se llama psicopompo [9, 10]; para otros, sería la representación del espíritu del difunto; para otros, una señal de cierta categoría social o aristocrática del fallecido; algunos sugieren la relación del fallecido con el ejército y la vida militar; y finalmente para otros indicaría que el muerto habría destacado en su vida por una intensa relación con los caballos [1].
Para algunos autores la iconografía funeraria del caballo estaría vinculada con la función de psicopompo o acompañante del espíritu de la persona mencionada en la inscripción, en su paso al «más allá», añadiendo incluso que, una vez en la otra vida, el propio caballo podía contribuir a su manutención simbólica, dato sugerido por aparecer el caballo atado en alguna ocasión a una forma vegetal esquemática [9, 10]. La acreditación reconocida del caballo en el ámbito funerario y el contexto funerario de las lápidas vadinienses, hacen muy probable esta teoría. Sin embargo, según esta interpretación, parecería que solo los jóvenes vadinienses necesitarían ayuda para el paso al otro mundo, al no tener caballo representado ninguna lápida de los fallecidos de más edad (Fig. 2).
Para otros autores el caballo representaría al fallecido, significando la heroización ecuestre del difunto, como símbolo de la inmortalidad y de la apoteosis del difunto [4]. Sería una manera simbólica de ensalzar la figura del fallecido [1], elevando al difunto a la categoría de héroe. Sin embargo, este simbolismo del difunto heroizado en otros lugares del norte peninsular suele representarse con jinete sobre el caballo [4]. Igualmente, en este caso nos encontramos con la sublimación de los jóvenes, incluso de los niños, y la ausencia de ensalzamiento de los mayores, lo que no parece muy probable. Por otra parte, la asociación del caballo con la vida militar pensamos que se puede rechazar a nivel general por su presencia en lápidas de mujeres, aunque es posible en casos particulares.
Finalmente, otros autores sugieren que la representación del caballo no tendría un carácter tan simbólico y simplemente nos indicaría que nos encontramos ante una sociedad caballar, donde la representación del caballo indicaría la importancia social del difunto; sería una representación del estatus social del fallecido, una señal de pertenencia a cierta categoría social o aristocracia [1, 11]. Esta teoría, en nuestra opinión, igualmente chocaría con las edades de los fallecidos con caballo representado.
De las descripciones de Estrabón sobre cántabros y astures se puede deducir que estos pueblos tuvieron buenos jinetes, que se ejercitaban en competiciones gimnásticas e hípicas, dando incluso los jinetes cántabros nombre a la maniobra militar de caballería romana denominada cantabricus impetus [1, 2]. Tal vez, la cría, doma y adiestramiento de caballos pudo haber sido una de las principales ocupaciones de una parte de los jóvenes vadinienses, que dedicarían sus habilidades y conocimientos a la batalla en tiempos de guerra y a la competición en tiempos de paz [1]. En este contexto, nos encontraríamos en una sociedad caballar en la que el difundo habría destacado en su vida en alguna actividad muy relacionada con los caballos; probablemente, en ese contexto de la Hispania romana, como héroes populares en carreras de caballos, a las que tan aficionados eran los romanos, y en las que probablemente era fácil morir joven. Este carácter de héroe deportivo explicaría que les pusiesen una lápida en su recuerdo, su muerte en la juventud y el hecho de que solo aparezcan caballos en las lápidas de jóvenes [12].
Esta última hipótesis se encuentra reforzada por algunos otros datos epigráficos. Por un lado tenemos la lápida de Tridio, encontrada en Remolina en la que se observa debajo del caballo una especie de carro esquemático (Fig. 3). Aunque para algunos podría representar un carro funerario, nos parece más probable la representación de un carro de carreras. Tridio podría haber sido así un auriga campeón de carreras de caballos con carro. Por otra parte, en varios casos, en el interior del perfil del caballo tallado en la piedra, se pueden observar las iniciales del difunto. En este sentido son de especial interés dos lápidas encontradas en la vertiente vadiniense asturiana. En el caballo del epitafio de Flavia, encontrado en Gamonedo de Onís, aparece escrito «FLA VIN», interpretado como Fla(via) vin(cas) y traducido como ¡Flavia que venzas!. Igualmente, en el caballo de Septimio Silón, encontrado en Ponga, aparece «L SEP SIL BEN», interpretado como L(ucio) Sep(timio) Sil(oni) Ben(e) y traducido como Lucio Septimio Silón ¡ánimos! (Fig. 3). Estos mensajes en el caballo se han interpretado por unos como el deseo de dar ánimos y contribuir a su paso desde esta vida a la del «más allá»; sin embargo, para otros, este mismo mensaje, también se puede interpretar de un modo más literal y menos alegórico, como las exclamaciones de apoyo de los admiradores a su ídolo en la competición.
Por otra parte, en la lápida de Septimio Silón el caballo persigue a un venado (Fig. 4). El venado es otro animal con características funerarias y con poderes de psicopompo [8]. Sin embargo, además de las carreras de caballos y de cuadrigas, eran también frecuentes entre los romanos otro tipo de espectáculos, como los combates entre gladiadores y todo tipo de competiciones, entre ellos los espectáculos de caza (venationes), en los que pudo ser campeón Septimio Silón, cuyo caballo, con su nombre, persigue al venado. Insistiendo más en el tema, en esta lápida de Septimio Silón aparece un puñal o lanza en la parte superior. Igualmente apoya la hipótesis de campeones en competiciones con caballos la presencia de los ramos que veremos a continuación.
Aunque la mayoría de los vadinienses con lápida murieron entre los 20 y los 30 años de edad, las lápidas de Superia de San Juan de Beleño (Ponga), lo mismo que la de Maisontina de Liegos y la Flavia de Gamonedo de Onís, muertas a los 9, 19 y 20 años respectivamente, tienen representado caballo y ramo. Si aceptamos la hipótesis de que el caballo representaría a campeones en competiciones relacionadas con los caballos, habría que aceptar que en este tipo de carreras participaban también amazonas, al tener caballo tres lápidas funerarias de mujeres. Baja estatura y poco peso son las condiciones más favorables para los jinetes en las carreras. Esta participación activa de mujeres en carreras y combates está documentada en diversos lugares del imperio romano [13].
En conclusión, la interpretación del caballo como psicopompo, no explica que solo se encuentre en lápidas de fallecidos jóvenes, no apareciendo el caballo en ningún epitafio de mayores de 45 años. Igualmente, si se acepta la interpretación del caballo como símbolo de estatus social, se supone que debería tener una mayor representación en ancianos que en niños o jóvenes. La interpretación del caballo en las lápidas vadinienses como señal de que el fallecido era un campeón en carreras y competiciones relacionadas con el caballo explica algunos datos no fácilmente explicables con otras interpretaciones. En todo caso hablaríamos de campeones locales o regionales, pues en las lápidas romanas de aurigas y gladiadores, mucho más elaboradas, se mencionan sus participaciones y victorias.
Ramo
Otro de los adornos más característicos de los epitafios vadinienses es una especie de ramo o arbolito esquemático, que aparece en 21 de los 81 epitafios (17 pertenecen a varones y 4 a mujeres). En 14 lapidas aparecen ramo y caballo. Se observan ramos en epitafios tanto al norte como al sur de la cordillera.
Estos adornos vegetales se han identificado comúnmente con el tejo [4, 14, 15], con un claro significado funerario, simbolizando la inmortalidad y la eternidad. Otros autores las han interpretado como ramas de palmera o palmas [7, 10], que en el mundo romano funerario se mencionan como símbolo del triunfo en este caso sobre la muerte [7, 16].
La rama de palmera se asoció tan estrechamente con la victoria en la antigua cultura romana que la palabra latina palma se podía usar como metónimo para «victoria», y era un signo de cualquier tipo de victoria. Estas palmas eran el símbolo de la victoria en la competición, como se puede apreciar en múltiples mosaicos de la época (Fig. 5). La similitud entre la representación de las palmas de la victoria en los mosaicos de las carreras de caballos y en otras competiciones y las representadas en las lápidas vadinienses es clara.
Esta interpretación de estos ramos como palmas de la victoria de nuevo sugieren que los epitafios en algunos casos podrían estar dedicados a campeones en competiciones. Con sus antecedentes de pueblo belicoso y guerrero es probable que algunos jóvenes vadinienses decidiesen aplicar sus aptitudes y conocimientos guerreros a participar en los espectáculos y competiciones a los que, ya se ha comentado, eran muy aficionados los romanos. Participar y triunfar en este tipo de espectáculos podía ser una fuente importante de ingresos, muy superior al trabajo en el campo o en las minas de oro [17, 18], así como representar un importante ascenso social. Esta hipótesis enlazaría con la interpretación del caballo como símbolo del fallecido heroizado, pero no en un contexto simbólico, sino real como campeones en competiciones hípicas, lo que explicaría algunas muertes a edades tempranas, y que se pusiese epitafio en recuerdo de este colectivo de campeones y héroes populares.
Torques
El torques se encuentra en epitafios de 11 varones y en ninguno de mujeres. El torques siempre aparece en la parte superior de la inscripción, rodeando la M inicial, salvo en un caso en que rodea el encabezamiento DM (epitafio de Bodero Bodivescum de Sorriba). Los torques se observan en epitafios de fallecidos de 25 y 30 años, salvo los de Amparamo de Crémenes y de Tridio Quieo de Velilla de Valdoré, muertos con 40 y 50 años respectivamente.
De los 11 epitafios con torques, 5 tienen también caballo y 4 ramo. Ninguna lápida con torques tiene hederas. Todos los torques aparecen en lápidas datadas en el siglo II y solo aparecen en la vertiente leonesa del territorio vadiniense. Llama la atención que el torques en los epitafios vadinienses sea un atributo solo masculino, así como que no se asocie en ningún epitafio el torques con la hedera. Aunque compartieron siglo de utilización, sobre todo siglo ii, el torques se presenta sobre todo en lápidas que se inician con la M de monumentum, y la hedera es más habitual en las lápidas que comienzan con las fórmulas posteriores DM o DMMP y variantes. En este sentido, el torques podría tener utilidad para la datación de la pieza en el siglo ii. El torques, sin ser muy repetido, es un ornamento de sobra conocido en este corpus epigráfico, siempre en los ejemplares hallados en la vertiente sur de la cordillera Cantábrica [15], constituyendo uno de los elementos diferenciadores de ambos grupos [19]. La representación de torques como elemento decorativo no es exclusiva de la epigrafía vadiniense, observándose también, por ejemplo, en algunas inscripciones de los vetones [19].
La mayoría de los autores consideran que los torques no son solo un objeto decorativo de adorno personal sino que representan un signo de nobleza, una especie de condecoración o medalla otorgada a los mejores guerreros por sus hechos en batalla [20]. En este sentido, el análisis de la epigrafía vadiniense ofrece un balance muy pobre en relación a los vadinienses enrolados como militares en el ejército romano [2]. Es conocida la existencia de al menos dos unidades auxiliares del ejército romano con el etnónimo cántabro, la cohors I Cantabrorum y la cohors II Cantabrorum, así como de legionarios vadinienses [2]. Cabe destacarse, el epitafio de Pentovio, encontrado en Santa Olaja de la Varga, vadiniense y militar de la legión Augusta y el de un legionario de la Legión IX hallado en Verdiago. Ambos tienen torques rodeando la M inicial, y el de Pentovio también incorpora caballo.
El torques, por otra parte, indicaría una posición social elevada del fallecido, manifestando con ello su poder social y económico. Sin embargo no parece probable esta interpretación social en las lápidas vadinienses pues, como se ha dicho, la práctica totalidad de las lápidas con torques son de gente joven. En este sentido parece más probable la interpretación como condecoración dada a guerreros o deportistas en tiempos de paz. Esto mismo explicaría la ausencia de torques en epitafios femeninos, que en la interpretación social implicaría una escasa consideración social de las mujeres, cuando en realidad se piensa que era una sociedad eminentemente matriarcal, calificada por el mismo Estrabón de «ginecocracia» (Estrabón. Geografía, III, 3,7) [21].
Hedera
Se observan hederas en 9 lápidas del total. Todas las hederas observadas se encuentran en lápidas datadas en el siglo ii, salvo la de Alio Pendiegino de Prioro que está datada en el siglo iii. No se encuentran hederas en lápidas del siglo i.
Una de las maneras más llamativas de separar las palabras en los textos epigráficos es el uso de los que los romanos llamaban la hedera distinguens, es decir del dibujo de una hoja de hiedra como interpunción para separar o distinguir las palabras o las frases. En otras ocasiones la hedera aparece aparentemente como elemento decorativo o para llenar huecos (Fig. 7).
En las lápidas vadinienses se suele asegurar que la hedera no aparece nunca como interpunción [1]. Sin embargo, se observa una hedera entre la D y la M del encabezamiento de la lápida de Garbilo de La Llama de Guzpeña, y también en el epitafio de Vado Nebira de Remolina, en el que se encuentra una hedera tras Nebira separando las palabras en el texto (Fig. 8).
En el resto de lápidas, y también en la de Vado Nebira, las hederas parecen tener un uso más bien ornamental o simbólico. A nivel simbólico en el mundo greco-romano y también en el egipcio la hedera se ha interpretado significando la unión, el amor y también la denominada devotio, en el sentido de fidelidad a un jefe, defenderlo y seguirlo hasta la muerte [22]. Por su carácter de hoja perenne se ha relacionado también con la inmortalidad y la eternidad, lo que justifica plenamente su frecuente presencia en estelas funerarias hispano-romanas [4].
Lápidas oicomorfas
Referido a aquellas lápidas cuyo texto está enmarcado en la representación esquemática de una casa. Este tipo de lápidas, seis en total, se observan en las lápidas funerarias asturianas y de datación tardía (Fig. 9).
Las lápidas oicomorfas carecen del resto de adornos habituales en las lápidas vadinienses, no tienen caballo, ni ramos (salvo la lápida de Dovidena, hallada en Coraín, en la que se adivina un arbolito en la parte superior rota), ni hederas, ni torques.
La interpretación habitual de esta representación de una casa en el ámbito funerario sería como el «lugar de acogida del alma del difunto en su nueva residencia en el más allá» [10] o una «última mansión del difunto idéntica a la casa que disfrutó en vida» [4].
Cruces
Esvástica
Una cruz gamada o esvástica aparece en el epitafio de una mujer de 88 años, Voconia Careca, hallada en Corao -Cangas de Onís- (Fig. 10).
La esvástica se observa con frecuencia en mosaicos romanos de tipo geométrico, como en la villa romana de La Olmeda (Palencia) y como símbolo ligado a la competición y al ambiente militar, al menos desde hace 2 500 años, siendo habitual su representación en mosaicos romanos [23]. Así la podemos ver representada en el «Mosaico del atleta vencedor», expuesto en el Museo de Zaragoza y procedente de la Villa de Estada (Huesca) de finales del siglo iv - principio del siglo v, donde se muestra una esvástica en la parte superior [26]. A la altura del brazo del atleta vencedor se observa también un ramo similar al que se observa en los epitafios vadinienses.
Algunos autores sugieren para la esvástica un simbolismo de fecundidad y fertilidad. Para otros autores la esvástica es un símbolo solar y también se ha señalado como amuleto de la buena suerte [4]. Entre los primitivos cristianos la esvástica representaría a Cristo en la forma conocida como cruz monogramática [24, 25]. También se ha indicado que la esvástica pudiera haber servido para disimular la cruz cristiana en momentos de persecución religiosa.
En nuestro caso la esvástica aparece en un epitafio de una mujer de 88 años, Voconia Careca, por lo que es difícil atribuirle un significado militar o deportivo, siendo más posible alguna de las otras posibilidades.
Cruces de apariencia cristiana
Una cruz de tipo griego (con los cuatro brazos de igual tamaño) aparece sobre el caballo en el epitafio de Maisontina, en el lugar teórico del jinete (Fig. 11). La cruz tiene punciones en la mitad y los extremos de los cuatro brazos. El significado de esta cruz es incierto. La lápida de Maisontina está datada en el siglo iii, por lo que pudiera representar que la jinete era cristiana. Se piensa que el cristianismo llegó a León a través de los militares que venían del norte de África [25], y en León estaba instalada de modo permanente la Legio VII Gemina, la base militar romana más potente de la península. Igualmente, se cree que por este motivo el cristianismo arraigó en León antes que en otros lugares de la Hispania romana, en las canabae o conglomerado de población surgido alrededor del campamento militar [26]. La carta 67 de San Cipriano de Cartago, primer documento del cristianismo en la península, pone de manifiesto que el cristianismo estaba instalado y organizado en León en el año 254 [25, 26]. Unos años antes comenzó la dura represión del cristianismo del emperador Decio que obligaba a los cristianos a dar culto al emperador y a los dioses romanos, bajo penas de cárcel, tortura y ejecución [27]. La represión hizo mella en León, con la conocida apostasía del obispo de León/Astorga y el consiguiente rechazo de sus feligreses que motiva la carta de Cipriano de Cartago para intentar poner orden ante la existencia de dos obispos, el apóstata y el nuevo elegido por los fieles.
La lápida de Maisontina tiene palma en la parte superior derecha, y en el cristianismo la palma representó el martirio. La hipotética existencia de mártires entre cántabros y astures en relación con los actuaciones anticristianas de los emperadores romanos ya ha sido sugerida por otros autores [28]. No parece probable que Maisontina fuera martirizada, ni probablemente que llegara a tener que pasar la prueba de dar culto al emperador, que en principio se exigiría a personas de cierta significación e importancia. Por otra parte, si hubiese sido martirizada es probable que quedase constancia de ello en el martirologio.
Esta misma lápida presenta un símbolo en la cabecera consistente en un X encuadrada y con semicírculos a los lados de significado aún más incierto, aunque pudiera ser interpretada como X(ristus), del mismo modo que se hace en la lápida de Noreno que se verá a continuación. Alternativamente, esta parte superior pudiera ser solo un adorno geométrico para rellenar esa parte de la piedra. Hay otros datos que invitan a pensar en un origen palocristiano en este epitafio, como son la expresión pientissima (muy piadosa) que cuenta igualmente con otros paralelos en el ámbito paleocristiano [28], aunque este término no es raro en la epigrafía vadiniense, estando presente en otros 4 epitafios, tres de hombres y uno de mujer. Finalmente, en esta lápida faltan las expresiones finales HSE (hic sita est) y/o STTL (sit tibi terra levis), que se considerarían elementos más propios de la epigrafía pagana (romana) [28]. Si esto fuese así, el epitafio demuestra un sincretismo con las divinidades del panteón romano, al estar dedicada por otra parte a los dioses Manes. Es una hipótesis que Maisontina fuese cristiana y que su padre al poner la lápida quisiese manifestar la cristiandad de su hija, a la vez que mantenía las formas con la dedicación a los dioses romanos.
Una cruz se encuentra igualmente en el frontón de la lápida oicomorfa de Noreno de Soto de Cangas (Fig. 12), probablemente del siglo iv, y que se ha considerado como claramente cristiana [28]. Sobre el tejado de la izquierda se observan una X, A y W, que se han interpretado como X(ristus), que correspondería al anagrama cristiano de Constantino o crismón y el alfa y omega (principio y fin) [25].
Otros
Un disco sencillo, con rayos, está presente en la parte superior fragmentada de la lápida de Superia, de San Juan de Beleño. Parece claro que es una representación solar.
Un disco radiado, o rosa hexapétala (aunque dos radios están muy desdibujados), con radios lanceolados trazados a compás, aparece en la lápida de Pentius Festus de Crémenes. Se le atribuye un simbolismo solar y también simboliza al Júpiter galo [8].
Un puñal de antenas se observa en la parte superior de la lápida de Septimio Silón de San Juan de Beleño, probablemente relacionado con las actividades cinegéticas del difunto.
Un símbolo sin identificar está grabado en la grupa del caballo de Maisontina. Otros caballos tienen letras grabadas en su interior que suelen corresponder con la identificación del fallecido (L SEP SIL, FLA, SDV y VAD) y en dos casos se añaden palabras de ánimo. Por este motivo, y por su ubicación en la grupa, el símbolo del caballo de Maisontina pudiera corresponder a una marca que identificase a la fallecida o bien ser la divisa de la yeguada que igualmente identificase a la difunta.
Dos círculos unidos por una línea horizontal, con dos salientes curvos en la zona media, aparecen debajo del caballo de la lápida de Tridio de Remolina. Se ha interpretado como una especie de carro.
Un arco único se observa rodeando la M inicial del epitafio de Pentius de Aleje y un arco doble rodea la parte superior del epitafio de Munigaligo de Valdoré. En general se piensa que estos arcos no tiene otra función que la de enmarcar el conjunto de la composición epigráfica [8]. Una línea incisa sencilla, que se hace doble en la parte superior, rodea el epígrafe del epitafio de Caelión de Liegos, probablemente solo para enmarcar el texto. Una línea acabada en «u» aparece en parte superior de la lápida de Tridio de Remolina, probablemente también para enmarcar el texto porque en esa zona la piedra tiene un saliente.
Finalmente, se observa parte de un personaje representado en la parte alta de la lápida de Superia (fragmentada en esa zona), que se interpreta como una simple representación del difunto. El hecho de que apoye su mano en una vara pudiera ser un atributo de la dignidad del muerto [8]
Conclusiones
En conclusión, las lápidas vadinienses fueron realizadas a lo largo de tres o cuatro siglos, en los que gustos, creencias y costumbres pudieron verse modificados de modo significativo, por lo que no necesariamente todos los adornos observados tienen que tener el mismo significado en todos los casos. La ornamentación más habitual son los caballos y los ramos; menos frecuentes son los torques, las hederas y la tipología oicomorfa; en escasas lápidas se encuentran cruces. La abrumadora presencia del caballo en lápidas de jóvenes sugieren que, al menos en algunos casos, pudieran estar dedicadas a guerreros o bien a campeones en deportes relacionados con el caballo en tiempos de paz. Es probable que en otros casos, en este contexto funerario, el caballo tenga el simbolismo de psicopompo. Los arbolitos, ramos o palmas, pudieran representar la victoria en la competición deportiva y alternativamente la victoria en cualquier otro aspecto de la vida o de victoria sobre la muerte. Los torques, por aparecer mayoritariamente en gente joven, y solo en varones, sugieren de nuevo una condecoración o medalla en el campo militar o deportivo, más que como un símbolo de poder económico y social. Las hederas parecen tener un significado de unión y fidelidad, aunque también pueden ser un recurso como adorno y excepcionalmente en los epitafios vadinienses como interpunción. Las cruces de apariencia cristiana probablemente tienen este origen y simbolismo, mientras que la esvástica tiene un significado más incierto.
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NOTA
[1] Epitafios incluidos: Abamia (Licinia Ambada), Aleje (Balaesus y Pentius), Anciles (Abilius), Argovejo (Turennus), Armada (Ablonnius y Vironus), Barniedo (Ambadus), Barrillos de Curueño (Concordia), San Juan de Beleño (Septimius y Superia), Carande (Boderus), Cármenes (Atilia), Cofiño (Ammia), Corain (Cantia y Dovidena), Corao (Fuscus, Pentius, Voconia, Antonius Flaccus, Antonius Paternus y desconocido), Crémenes (Iunius, Pentius, Necalus, Segisamus, Flaccus, Bovecius, Amparamus, Doiderus y Iulius), Fuentes de Peñacorada (Ambatus), Gamonedo de Onís (Flavia), Horcadas (Doiderus?), Llama de la Guzpeña (Garbilus), La Puerta (Elanius), La Uña (Aliomus), Liegos (Caelio, Maisontina, Andotus, Neco y Cestius), Lois (Ambatus), Llenín (Domitius), Pedrosa del Rey (Tedus y Boderus), Prioro (Alio), Puente Almuhey (Doviterus), Sellaño (desconocido), Pto. San Isidro (Andotus), Remolina (Tridius y Vado), Reyero (Medugenus), Riaño (Boderus, Turantus, Araus y Cadus), Robledo de Guzpeña (Doviderus y desconocido), Sabero (Lucius), Santa Olaja de la Varga (Pentovius), Sorriba (Boderus), Soto de Cangas (Elanus, Norenus y Magnentia), Utrero (Cillus), Valdoré (Munigaligus), Valmartino (Negalus), Valverde la Sierra (Caesaro), Vega de Monasterio (Arenus), Velilla del Río Carrión (Pentovius), Velilla de Valdoré (Doiderus, Manilius, Tridius y desconocido), Verdiago (Turromus, Pentius y Quirina), Villapadierna (Vironus), Villaverde (Cassius) y Zardón (Flaus).