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Revista de Folklore número

516



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Tremeo: un «pozo airón» en la Marina de Cantabria

GURRUCHAGA SANCHEZ, Marina

Publicado en el año 2025 en la Revista de Folklore número 516 - sumario >



1. El Pozo Tremeo, un enclave de memoria

«Nullus enim fons non sacer»[1]

Pocos enclaves en Cantabria como este Pozo Tremeo (Rumoroso, Polanco) ofrecen, careciendo (hasta el momento) de una arqueología constatadora de las intuiciones primarias que generan, una impresión tan evidente como «lugar de memoria» (MARTOS GARCÍA, A., MARTOS GARCÍA, A. 2015:49) o de corporeización de experiencias comunitarias. Dicho espacio, merced a los elementos que expondremos, podría incluso adscribirse a la creatividad religiosa de larga duración dentro del contexto de la Céltica europea e hispana, en la línea del concepto de «Geopiedad» acuñado en 1966 por J. Kirtland Wright, geógrafo cultural norteamericano (TATAY 2021:8).

Este espacio sagrado, pues de tal manera lo conceptuamos, se caracterizaría por lo tanto como un lugar o punto de «densificación religiosa» (ALFAYÉ VILLA 2010:179), acotado natural y ritualmente (el nemeton céltico) y destinado a la actualización de una variedad de actuaciones (seleccionamos en el elenco propuesto por S. Alfayé las más comprobadamente asignadas a esta categoría), como son procesiones, oraciones, sacrificios, ofrendas, promesas, cumplimiento de votos, circunambulationes, ofrecimiento de exvotos, incubationes, consultas oraculares, toma de baños o ingesta de aguas, realización de inscripciones, celebraciones de comensalidad, asistencia a ceremonias religiosas, prácticas mágicas, etc.

Correspondería nuestro enclave por lo tanto, según la clasificación realizada por M. Almagro Gorbea (2015: 329-410) y J.A. Arenas Esteban (2010: 87-102) a la especie de loca sacra libera, o espacios naturales de funcionalidad religiosa que se trasciende a sí misma y enlaza con otros usos comunitarios de amplio espectro, como resulta característico en las sociedades antiguas.

También, en base a los contenidos de la «Arqueología del paisaje» (OREJAS 1991:191–230), existen una serie de elementos que permiten definir su especifidad en este sentido, cual es su caracterización como un accidente geográfico relevante (landmark) y su correlación con un hábitat cercano, en este caso quizás Polanco, topónimo de origen indoeuropeo que señala una antigua ocupación y que se encuentra cercano a la confluencia de la conocida como via Agrippa (E-O)[2] con el eje N-S del viario romano (GARCÍA QUINTELA 2015:156). Por otra parte, la comprensión de los elementos etnoarqueológicos aún rastreables en la memoria comunitaria del entorno, que se conservan bajo la especie de elementos simbólicos o leyendas justificatorias, y que iremos desgranando a continuación, nos orientan también en la comprensión del proceso de cristianización del espacio de la Cantabria Histórica,[3] respecto al cual la gestión y/o amortización de los cultos acuáticos, omnipresentes en la Céltica, resulta muy reveladora.

2. El Pozo Tremeo, un enclave patrimonial

El Pozo Tremeo –y nos rescribimos aquí a la magnífica guía patrimonial de este enclave realizada por J. García Díaz (2013)– es un espacio lacustre o cubeta natural, la única conservada a día de hoy al norte de la Cordillera Cantábrica– que se sitúa al pie de una pequeña elevación, la Sierra de Valmoreda, sobre el fondo del diapiro triásico de Polanco, rico en sal gemas, las cuales han venido siendo explotadas por la empresa Solvay desde 1904.

En este sentido, las aguas del propio lago en profundidad registran una frontera en torno a los 4-4,5 m. que señala un cambio en sus características, tornándose salinas. En el área cercana han existido –desaparecidos hoy– otros pequeños lagos de también alto contenido salino, esta vez en superficie. De estos estanques o pozos, que quizás se asociaran geológicamente a estas explotaciones mineras recientes (por lo que no está claro que fuesen naturales), nos ha llegado noticia cierta[4] –por su colmatación en los años sesenta del pasado siglo–, del conocido popularmente como «Pozo Salín», que incluso mereció una cierta urbanización o monumentalización con la construcción probablemente reciente, aunque hoy desaparecida, de un muro de ladrillo para acotar el espacio de baño, lugar donde los vecinos se sumergían para aprender a nadar o curar enfermedades de la piel. Sobre este Pozo se recuerda que fue escenario del ahogamiento de una persona, concretamente un sacerdote.

Una fuente mana en sus proximidades, la Fuente del Carmen, y el arroyo Salín, natural desagüe del volumen de agua remanente del Pozo, circula en dirección al casco urbano de Rumoroso. Las sucesivas alternancias climáticas lógicamente afectaron al paisaje vegetal del entorno. El último interciclo data, según el autor, de hace 2500 años, y señalaría desde entonces la presencia de robles, castaños y hayas como especies mayoritarias –junto a otras de ribera–, a la que se sumaría la de especies foráneas de cultivo (eucaliptos y pinos de la variedad Monterrey), cuya última plantación se efectuó entre 1981 y 1990. La máxima profundidad del Pozo alcanza los 12 metros, si bien la tendencia natural en su evolución camina hacia la colmatación de sus fondos y la eutrofización del espacio acuático, debido a la constante deposición de sedimentos, tanto orgánicos como inorgánicos, que terminarán por constituir, a largo plazo, un espacio de turbera. Esta circunstancia nos hace pensar que durante el período objeto de nuestra atención, precisamente al inicio del más reciente ciclo climático (correspondiente al Bronce y a la Edad de Hierro), el vaso del Pozo Tremeo tendría un diámetro mayor, por lo que las actuales riveras y áreas perimetrales, hoy turberizadas e incluso desecadas, formarían parte del área inundada. En este sentido, la posible realización de rituales de amortización de objetos, exvotos, etc. (iactatio) que pudieron tener lugar en sus orillas (objetos que nunca han sido hallados (MUÑOZ, SAN MIGUEL 1988) ni buscados, al no haberse realizado jamás prospecciones arqueológicas), estaría hoy asociada a espacios que se encuentran ya lejos del vaso actual, colmatados y en proceso consolidado de deshidratación, por lo que es en estas orillas donde habría que buscarlos.

La recuperación reciente del enclave comenzó a articularse desde el año 2000 por iniciativa municipal. Poco después, en 2005, la Fundación Marcelino Botín promovió y financió un proyecto de Desarrollo Local que supuso la recuperación medioambiental del espacio natural del Pozo, además de la edición de la Guía Patrimonial que venimos mencionando. La inclusión del Pozo Tremeo en el Catálogo de Bienes Protegidos como paisaje natural de especial protección ecológica, con un nivel de conservación integral, se publicó en el Boletín Oficial de Cantabria del jueves 7 de abril de 2016. Este esfuerzo fue completado desde 2019 por los trabajos de conservación y puesta en valor del Área Natural de Especial Interés (ANEI) del Pozo Tremeo, y su actual inclusión como parte del espacio natural protegido Costa Quebrada.[5] Dichas iniciativas se vieron refrendadas por la voluntad popular, que había cristalizado ya en 1989 con la creación del Colectivo «Asociación Cultural Polanco»,[6] agrupación muy activa que ha realizado recientemente concursos literarios dirigidos al público infantil local con el tema de las vivencias y tradiciones relativas al Pozo. Por completar la información relativa a la rediviva significatividad comunitaria actual de este espacio, añadiremos que en el año 2023 un proyecto multidisciplinar de contenido artístico y cultural se desarrolló en torno a sus valores estéticos e históricos.

3. Etnoarqueología del Pozo Tremeo

3.1. Los datos

Precisamente este renovado aprecio popular por el Pozo contrasta con, como más tarde veremos, la ominosa consideración, lindando con el temor, que Tremeo siempre suscitó entre los vecinos del lugar. Esta percepción emocional del espacio nos reescribiría al concepto de «memoria cultural» acuñado por J. Assman (2011), que podría explicarse como el discurso comunitario que perpetúa una situación del pasado, originaria, y que en nuestro caso ha sido recogida por el folklore residual, aún vivo a día de hoy, e incluso en el Diccionario geográfico–estadístico–histórico de España y sus Posesiones de Ultramar de Pascual Madoz (1845–50). Éste edita por vez primera las noticias etnográficas referidas a Polanco–Rumoroso, desarrollando en dicha entrada enciclopédica ciertas tradiciones o leyendas asociadas a nuestra laguna:

En su término hay un pozo llamado de Tremeda [sic] [7], que jamás se ha conocido agotado, a quien los habitantes consultan para las variaciones atmosféricas, echando un pedazo de tierra cubierto de malezas acuáticas, la cual toma siempre una dirección hacia los extremos; si se dirige de la parte Nordeste, está el tiempo en bonanza y pueden continuarse las faenas agrícolas; si toma otra dirección, no se halla el tiempo seguro. Es de advertir que si el pedazo de tierra o llámese barómetro permanece en el lado Nordeste u otro cualquiera ínterin dura el bueno a mal tiempo (MADOZ 1995:196–197)

Como nuevo elemento significativo para esta rápida síntesis, tenemos que añadir que en la ya mencionada Guía del Pozo editada por J. García (2005) se menciona (y esto ha sido corroborado por nosotros en nuestro trabajo de campo –entrevistas con los vecinos de Rumoroso–) «… la tradición comentada (y por supuesto sin ninguna base probada ni reconocible)… [de] la leyenda del carro que con sus dos bueyes cayó con el derrumbe de los frágiles terraplenes al lago, desapareciendo carretón y animales en sus negras aguas» (GARCÍA 2005:24).

Otra tradición también recogida doblemente, tanto de la tradición aún viva que también hemos constatado personalmente, como de la misma Guía, es el recuerdo de un doble ahogamiento, el de una pareja de novios que se precipitaron al lago desde un roble que se proyectaba sobre el mismo (GARCÍA 2005:23).

La consideración del Lago como «ojo de mar» también es comúnmente admitida –nuevamente la hemos podido referenciar en nuestras entrevistas personales– por los cercanos al Pozo. Esta característica es habitual a la hora de describir otros lagos de resonancias míticas, tanto en la Cantabria Histórica como en otros espacios de la Céltica. Por ejemplo, el Pozón de Peña Sagra (Ríonansa), al pie del Pico de Peña Sagra, precisamente con una ermita en sus faldas –la de la Virgen de la Luz–, habría generado un rastro folklórico consistente en su consideración como, según lo indicado en la novela costumbrista de J.M. de Pereda Peñas Arriba (1895), un lago o pozo de gran tamaño, en el que todo el mundo creía, aunque muchos jamás lo hubieran visto. El pozo no tendría fondo conocido (como es la creencia sobre nuestro Tremeo) y provocaba un «rebombe» o rumor sordo que pronosticaría –en la línea de Tremeo– tormentas y turbones. Otro elemento asociado a este lago de Peña Sagra es, por ejemplo, el señalamiento, como responsables de las malas condiciones atmosféricas, de las ánimas en pena. Por su parte, el lago de Curavacas, en la Montaña Palentina –y por tanto correspondiente al espacio de la Cantabria histórica–, registra también leyendas (RUESGA HERREROS 1997) que lo vinculan a los anteriores; por ejemplo, su consideración también como ojo de mar, dado que se entiende que un brazo de las aguas profundas del pozo enlaza con el océano y por lo tanto comunica su agitación al lago, apareciendo también esta referencia en el Diccionario de P. Madoz (1845–50) y anteriormente en el de S. Miñano (1826). Una nueva leyenda sobre el Curavacas habla del fatal destino que asumirá aquel que se atreva a penetrar en sus aguas (animales incluidos). Asimismo otra leyenda, complementada por un romance, recoge la presencia de una fuente salutífera, amparada por una Virgen (la Virgen de Viarce); la última de las tradiciones asociadas muestra la presencia maléfica de una serpiente en el lago que es derrotada por un «santo resplandeciente» (San Lorenzo, al que existe gran devoción en los pueblos circundantes), lo que a todas luces revela un mitema céltico recurrente.

Volviendo a nuestro Pozo Tremeo, por último, y ésta puede ser harto elocuente, hemos recogido recientemente en una entrevista personal la creencia de que, si se sumerge el cuerpo en el Lago, puede alcanzarse un deseo[8].

3.2. Una interpretación arqueoetnográfica

Nos encontramos en efecto ante un enclave que, si bien en cuanto a sus valores paisajísticos y ecológicos ha sido recuperado en tiempos recientes, respecto a la memoria popular de su primitivo papel, del cual los datos arqueoetnográficos que hemos elencado dan suficiente prueba, tiene aún pendiente una revisión o puesta en valor acorde. Con este objetivo, haciendo nuestra la metodología de análisis de J. Andreu Pintado (2018:91) respecto de los cultos acuáticos para la Hispania Prerromana, abordaremos:

a) la teología del culto (bajo qué divinidades se sacralizaron o advocaron estas aguas –en este punto el análisis toponímico es relevante (ABASCAL PALAZÓN, J.M. 2011:255)–[9]. Asimismo una contextualización amplia de los elementos propios respecto a otros espacios de la Céltica se hace necesaria;

b) la sociología del culto (con qué motivos, quiénes y por qué razones actuaron como agentes de éste); se añadiría la posible ritualística asociada;

c) geografía del culto;

d) fenómenos de sincretización añadidos[10].

3.2.a. Cultos acuáticos en la Cantabria precristiana. Contextualización en la Céltica Hispana y Europea

No vamos a realizar un repaso exhaustivo, ya abordado por diversos autores (IGLESIAS GIL, RUIZ GUTIÉRREZ 2012) de la variedad de cultos que se desarrollaron en los espacios acuáticos de la Cantabria protohistórica y sus interpretationes posteriores a la conquista romana. Tan sólo recordemos que pozos, lagunas, corrientes acuáticas, manantiales, surgencias, etc., son objeto de veneración y se inscriben en la cosmovisión común a los pueblos de matriz indoeuropea de la Hispania y la Europa coetáneas. Y esto es así porque dichas culturas concebían el elemento acuático como una especie de portal, una zona liminar entre nuestro mundo y el espacio de la divinidad, Más Allá o similar. La mitología céltica altomedieval es rica en leyendas sobre viajes maravillosos hacia un país situado más allá del mar o bajo sus aguas, trasladando así la anterior cosmovisión a parámetros literarios cristianizados (ALBERRO 2002:10). Por su parte el folklore cántabro, magistralmente recogido en su tradición oral por J. García Preciado (2000–2006), nos muestra la proliferación de entidades maravillosas y argumentos desarrollados en dichos espacios acuáticos, en la misma línea de interpretación.

Los enclaves donde se desarrollan estos cultos registran rituales o procesos de tipo augural o premonitorio, de sanación, conexión con los antepasados o los héroes–genios vinculados a la comunidad desde un punto de vista protector, etc. A su vez pueden solaparse con rituales funerarios (PRADOS TORREIRA (2015):318–319), de deposición de spolia y botines de guerra o de adquisición o realzado de las soberanías locales (GARCÍA QUINTELA (2010, 2011), entre otros. Las divinidades polifuncionales que presiden estos centros son el resultado (LAMBRECHTS 1942) de, por un lado, la fusión de las entidades locales con los dioses principales, así como del ascenso a rango superior de los genios o figuras de tradición indígena. La superposición del panteón romano estabilizará y jerarquizará aún más este elenco y sus cultos respectivos.

Algunos de estos lugares signficativos en Cantabria desde el punto de vista de la caracterización de nuestro Pozo Tremeo, que repasaremos por su asociatividad con ciertos rasgos o por la identidad de su carácter acuático con el enclave que nos ocupa, serían los siguientes:

El análisis teonímico también puede orientarnos respecto a la interpretación que preesentamos. Hace años (GURRUCHAGA 2020) propusimos una explicación o interpretación para el topónimo «Tremeo» que recientemente, al hilo de la consideración de otros hidrónimos, nos ha reafirmado en nuestras conclusiones. Citamos textualmente las palabras de entonces:

Cualquier etimología que consultemos nos rescribe a la raíz latina «tremere», temblar (en alusión quizás a sus riberas húmedas, pantanosas o semovientes). Se suele establecer en este sentido un paralelo con otro topónimo, «Tremedal», … ubicuo en la geografía española,[14] significando «pantano». En esta ocasión aportamos una visión diferente que vincula el topónimo al fondo prerromano local, céltico concretamente. En efecto, la raíz indoeuropea *tre/tri, omnipresente en la toponimia europea, se adhiere a *medu, significando,  para J. Ríos, ésta última zona lacustre, ojo de agua (y no área minera, explotación metalífera, como otra teoría afirma, sobre todo teniendo en cuenta que este ojo o pozón es de origen perfectamente natural): Tre–me(d)u ––> Tremeo. Esta raíz la encontamos en otros topónimos: Mons Medullio, en Hispania, y fuera de la misma Castrum Mediolanum (actual Milán) en Italia, Castrum Medullium (hoy Miolans) en la Galia... . Existe asimismo, como otra referencia, esta vez teonímica, para la región de los tribocos, un Deo Medu asimilable al Marte indígena–Teutates (Marienthal, Alsacia), presente en una inscripción con figura humana que se acompaña de panoplia guerrera y un toro. Este dios en Hispania registra similitudes o conexiones con dioses oraculares, psicopompos y curativos, que claramente podemos reescribir al campo semántico de la profundidad y carácter infernal de las aguas lacustres y en general de los espacios acuáticos.

Recientemente realizado, el análisis del topónimo de otro espacio lacustre natural en Cantabria (PARDO 1948: 395–396) al SO de Reinosa, «Pozmeo», nos presenta nuevamente esta raíz *medu, adosada a «pozo» (con desaparición de la última vocal), sin rastro esta vez de la raíz *tre que encontrábamos en nuestro primer topónimo. Significativamente esta pequeña laguna también asocia creencias asociadas de insondabilidad y riesgo («no cazan [los cazadores] las aves acuáticas ante el temor de perder los perros si, para cobrarlas, penetran en ella»), en la línea mítica compartida por estos espacios.

Respecto a qué deidad o deidades podrían patrocinar los cultos en Tremeo, la rueda (vinculada a Taranis), por su lado, que se arrojaba ardiente en la región del Bajo Konz (Tréveris, Alemania) desde lo alto del monte a las aguas del Mosela, el cual auguraba un buen año agrícola si las llamas eran apagadas por las aguas y no antes, podría recordarnos el vertiginoso viaje del carro con sus bueyes de la leyenda del Tremeo, ladera abajo, hasta sumergirse en sus aguas. Asimismo en la Germania de Tácito se refiere (40,4) un ritual de sacrificio a la diosa Nerthus, paredra, a juzgar por el teónimo, de Niethos, el «brillante», prototipo del héroe solar-padre fundador[15]: este ritual suponía el hundimiento de un carro completo, cargado con ofrendas y la imagen de la diosa (además de alguna víctima humana), en un lago secreto. Otra tradición similar de trasfondo céltico es la leyenda del ahogamiento de Doña Lambra en un Pozo Airón de la Sierra de la Demanda, así como la muerte de María Lidón en el Pozo Airón de Tejerina, en León (SALAS PARRILLA 2006:3), donde habrían también desaparecido carros con todos sus ocupantes dentro, como en la Laguna Airón de Orellana la Vieja en Badajoz y la de la Aldea de Pinar en Burgos (IDEM 2005:63-65). De la misma forma, la historia popular del ahogamiento doble en Tremeo abundaría en el mismo trasfondo ominoso.

Sobre el hidrónimo Salín, pequeño arroyo de desagüe vinculado al Pozo, precisamente existe, también muy extendida en ambiente europeo, en especial el británico y el galo (para este espacio también asociado a multitud de orónimos), la marca epigráfica de una diosa acuática de este mismo tipo o advocación salutífera, la diosa Salia o Sullis, relacionable también con las Matres Suleviae (Colchester, Gran Bretaña) (OLIVARES PEDREÑO 2002: 97). Este arroyo evidentemente recoge dicha raíz teonímica, presente también en el origen del hidrónimo Saja –como Salia–, de lo cual podemos deducir que quizás una diosa o ninfa de tal nombre (en la interpretación o adaptación a su visión religiosa que hacen los romanos de los dioses cántabros que se encuentran tras la conquista) fuera venerada aquí. De hecho en la epigrafía hispana encontramos la mención en un altar a Sulis Nantugaicis (Condado, Padrenda, Orense), (IDEM 2002: 172); por su parte el dios del Salama (hoy Jálama) podría ser una epíclesis regional de Reve, deidad asimismo conectada a las corrientes fluviales.

3.2.b. Sociología y ritualística del culto

El protocolo que se seguía en estos espacios cultuales, como sabemos ha quedado de alguna forma fosilizado en las leyendas denominadas «cultuales», o de Sitz in Leben –situación o contexto original revelador de estos cultos de larga duración– (MARTOS GARCÍA, A., MARTOS GARCÍA, A. 2015: 50), que pueden revelarnos hasta cierto punto su carácter y adscripción, en virtud de paralelismos con otros lugares de la Céltica.

Respecto a nuestro espacio, el uso ritual de las aguas del Pozo sería en primera instancia desarrollado por las poblaciones de matriz indoeuropea presentes en el área, si bien la existencia ya mencionada, a juzgar por la superposición respecto a la misma de la Ruta Jacobea (CASADO SOTO, GONZÁLEZ ECHEGARAY 1993) de la calzada cercana (que transcurriría próxima por Oruña y el propio Rumoroso en su avance hasta el puerto de Requejada), posibilitaría la visita de peregrinos al lugar. Los cultos acuáticos locales indudablemente tuvieron un seguimiento popular durante su momento fundacional, que se continuó, como vimos anteriormente en cuanto a sus perduraciones etnográficas, después de la cristianización[16].

Las élites reflejarían su posición mediante el ofrecimiento de ofrendas señaladas tanto desde su materialidad como su contenido (status symbol), continuando esta circunstancia en época posterior a la conquista romana. Los rituales que se celebraban en estas aguas tenían una doble naturaleza, como ya hemos visto, invocativa y contractual. El exvoto se entregaría previamente, para ganarse la benevolencia de la divinidad; una vez que el voto había sido respondido positivamente el peregrino ofrecía otro regalo e incluso erigía un ara con la fórmula, en un contexto ya romanizado, «V(otum) S(olvit)». En este sentido Gregorio de Tours, en su De Gloria Confessorum (siglo vi) nos detalla la secuencia ritualística que se desarrollaba en el Lago Gabales (St. Ardéol, L´Aubrac), combinando la peregrinación ritual con la realización de libaciones, el ofrecimiento de ofrendas y alimentos y, durante tres días, la celebración de reuniones familiares y comunitarias. En el siglo xix (BOURGEOIS 1992: 19) la costumbre se mantenía relativa al segundo domingo de julio, fecha en el entorno de Lugnasad antes de la Reforma Gregoriana, señalada por la realización de abluciones, circunambulationes en solitario de los peregrinos en torno al lago y la proyección de ofrendas. Después, festivamente, la asamblea comunal era el escenario de bailes y banquetes, como en los tiempos que refiere Gregorio. Tal ritual, en sus elementos básicos, podría haberse desarrollado en cualquiera de los pozos o lagunas comentados, incluido nuestro Pozo Tremeo –de hecho las festividades marianas ya comentadas tienen estas fechas como de habitual celebración de sus advocaciones para Cantabria–.

Volviendo a nuestro espacio, el folklore residual ha conservado, como decíamos, la creencia en que el baño en las aguas del anterior predisponía (a la presunta divinidad que lo patrocinaba) a la concesión del deseo solicitado. Esto sitúa a nuestro espacio en la categoría de los «Wishing Wells» o pozos a los que se solicita ayuda o la concesión de una petición; no hemos registrado costumbres que lo acerquen a la categoría de los «Cursing Wells» o pozos a los que se entregaban ofrendas con el objeto de maldecir a los enemigos, ni a la de los «Healing Wells» o pozos terapeúticos –no existe tradición de salubridad de la ingesta de las aguas de la Fuente del Carmen o del Pozo– (BORD, J., BORD, C.:1985), aunque sí en los pozos salinos cercanos ya comentados.

Otro ritual, éste perfectamente conservado, como vimos, en las fechas en las que Madoz lo recogió, sería el de la hidromancia o potencial oracular del espacio acuático, con el objeto de alcanzar, en base al movimiento de las aguas, la predicción meteorológica. Ésta, para otros espacios de su tiempo, aparece referida ya por S. Isidoro (ALONSO ROMERO: 69), quien por supuesto achaca su efectividad a los «demonios». En los espacios marinos, dicha costumbre se encontraba extendida entre los pescadores de Bretaña y Galicia (S. Andrés de Teixido), quienes arrojaban pan al mar para conocer, en función de su movimiento, la evolución de la salud del devoto (IDEM: 72).

3.2.c. Geografía del culto

El espacio lacustre es por sí mismo un santuario natural, sin cierre ni protección (BRUNAUX 1988:43), área delimitada que ofrece garantías de inviolabilidad pues, según Posidonio, a estos pueblos del norte de Europa «les parecen [las lagunas] que evitan mejor el sacrilegio» (apud Estrabón en su Geographica 4,1,13). Allí, en la línea del ritual de iactatio antes comentado, se arrojaban los botines guerreros, se realizaban ofrendas para propiciar la victoria o se implementaban rituales funerarios. En sede hispánica una práctica semejante se constata desde el Bronce final (atestiguada por los cascos hallados en Monforte, Portugal; en el río Avión en su manantial de la Fuentona, Soria; el armamento hallado en la Ría de Huelva, Miño; las espadas en el manantial de Peña Amaya (Burgos), etc., etc.) (BLÁZQUEZ, GARCÍA GELABERT 1997:5).

Cada centro religioso funciona de manera independiente, con sus propias tradiciones ritualísticas, aunque existe una cierta homogeneidad, producto de una similar Weltanschauung. Estos espacios sagrados, como constructo cultural que son, organizan además el territorio. En el caso de Tremeo, estación cercana de la piedad popular, que revela posiblemente anteriores cultos también relacionados con fuentes y manantiales (y continuamos aquí las cuestiones relativas a la peregrinación abordadas en el apartado anterior), es el santuario dedicado a la advocación de la Virgen de Valencia, con fuente milagrosa asociada, en Vioño. Precisamente esta zona de Rumoroso, a través del Monte Sisos, está conectada de antiguo – al decir de nuestras fuentes– por una vía que cumbrea dicho monte, con este lugar del templo de la Virgen de Valencia; de hecho nos han comentado los lugareños cómo es habitual el establecimiento de matrimonios entre ambas poblaciones mediante la relación espacial que se establecía a través de dicho sendero y de las romerías que convocaban a los vecinos de Polanco-Rumoroso en Vioño con motivo de la festividad de la Virgen (tradicionalmente celebrada a comienzos de septiembre, en el santuario a ella advocado y que significativamente tiene asociado una fuente milagrosa).

3.2.d. Cristianización de los enclaves acuáticos

La iglesia católica advirtió tempranamente la inoperancia de destruir los enclaves sagrados del ciclo anterior. Más bien optó, desde el siglo iv, por amortizarlos en beneficio de la nueva religión: «Commutantur in ecclesias delubra, in altaria vertuntur arae» (S. Pedro Crisólogo, siglo iv (MAÑANES 2015:203). En este sentido, el ítem que evidencia de forma más clara este proceso en el espacio analizado es la existencia precisamente de la Fuente del Carmen. La devoción carmelita nace en el siglo xiii y adquiere gran predicamento en España, siendo la renovación eclesiástica de Trento en el siglo xvi la que impulsa definitivamente esta advocación. Es ésta una Virgen de especial dedicación psicopompa, protectora de los moribundos, así como de los viajeros y marineros, lo cual la acerca a las virtualidades de las deidades acuáticas de los pueblos del N y NO del ciclo anterior (de hecho, McKenna habla de la devoción mariana como de «baptised paganism») (MCKENNA 2011), frente a la «vía aérea» del itinerario funerario, más vinculado a los pueblos de la Celtiberia (MARCO SIMÓN 2017:330).

Esta advocación probablemente transfiere a la devoción mariana el rol de la entidad femenina patronizadora del santuario lacustre antiguo. En efecto, los antiguos concilios –IV Concilio de Arlés, c. 452– (ALBERRO 2002:15) impulsaron la práctica de amortización de estos cultos, santificándolos directamente (San Columbano mediante su baño ritual en él, una vez «despaganizado») (Adamnan, Vita Sancti Columbae 2,10) o transformando a dicha deidad en una Santa o una Virgen, como sucedió por toda Europa y por lo tanto en Portugal, Galicia, Asturias y otros espacios de la Céltica hispana, construyendo en sus inmediaciones capillas, iglesias y ermitas, o vinculando los anteriores pozos y fuentes al nuevo ciclo religioso, como se ha constatado.

La fuente en la actualidad se encuentra justamente en el arranque del camino que conduce al Pozo, por lo tanto no demasiado cercana al mismo, de tal forma que podría entenderse que se efectúa una cierta segregación subjetiva entre ambos espacios, dotando de un contenido benéfico a la fuente y consolidando la opinión negativa que el Pozo, apartado de la misma, tradicionalmente ha tenido entre los vecinos. De hecho, en Cantabria y en general por todo el Norte Peninsular y en el resto de los espacios de la Céltica hispana, las leyendas fundacionales de los diversos santuarios marianos (GURRUCHAGA 2021) nos muestran un esquema literario que es reiterativo y puede adscribirse a un fondo mitemático céltico. Desarrollaremos un tanto estos elementos pues resultan omnipresentes:

Las fiestas de tales advocaciones marianas son coincidentes con las del calendario céltico, tanto las de estación como de media estación (TORRES MARTÍNEZ 2023). Beltaine (mayo) y Lugnasad (agosto), con sus pertinentes ajustes debido a la renovación gregoriana del calendario romano en el s. xvi, serían los momentos más frecuentes para la celebración de estas advocaciones.

Esta veneración mariana correspondería a un estrato de cristianización inicial, puesto que el siguiente estadio de mayor intensidad habría generado la transformación (que puede ser simultánea a la advocación mariana o similar anterior) de las antiguas divinidades en seres maléficos o demoníacos, incluyendo entre ellos a los entes brujeriles. Para el caso del Pozo esta evolución no se ha producido; no se registra en el folklore de la zona la existencia de ningún elemento en este sentido (no hay mención de serpientes, ofidios, etc. habitantes del lago (sí en Curavacas), ni constancia de actividad brujeril, como sí existe en otras lagunas míticas (cercana la de Cernégula en Burgos). Sin embargo la noticia del ya comentado ahogamiento de la pareja juvenil podría ser una reminiscencia de algún tipo de sacrificio humano u ordalía que sin duda se realizaban en estos espacios rituales (Gregorio de Tours recoge cómo una mujer acusada de adulterio se ahogó en el Sena de resultas de un Juicio de Dios; en el Lago Curavacas (Palencia) también el folklore ha recogido el ahogamiento de una mujer pecadora).

4. El proceso de cristianización en Cantabria

Ya J. González Echegaray (1969) asentó tempranamente la opinión de que el proceso de cristianización en el área había sido tardío, lento e incompleto. Comienza a raíz del inicio de la infiltración del movimiento anacorético desde el s. V, a instancias del obispado palentino, para, más tarde, en el s. VI, resultar afectado también por las misiones enviadas desde el obispado de Calahorra y el de Astorga (teniendo en cuenta que los últimos reductos del Priscilianismo aún podrían haber afectado a la región, especialmente en su zona occidental). En Cantabria conviven para este siglo dos realidades políticas (GARCÍA GONZÁLEZ, FERNÁNDEZ DE MATA: 1999): un territorio costero bajo el poder del reino merovingio, inserto en las corrientes económicas, sociales y culturales más avanzadas de la época (como atestigua la peregrinación de Mauranus al santuario de S. Martín de Tours, narrado por S. Gregorio de Tours en su De Virtutibus Sancti Martini Episcopi en 575-587) y por lo tanto avanzado en este proceso de cristianización, frente a una Cantabria montañosa, retardataria, espacio de misión para el clero inicialmente anacorético, basada en la Regula Monachorum –por ejemplo S. Millán en el territorio de Amaya aúna la misión política, por cuenta de Leovigildo, con la propiamente evangelizadora (GURRUCHAGA 2023)–; también el impulso fructuosiano, ya en el s. VII, se dejará sentir en Cantabria, como atestiguan las fundaciones realizadas en enclaves de previo contenido pagano (IDEM 2022).

Este cristianismo, de base demonológica, dirigido a la reasignación y adaptación de, en la línea de las enseñanzas de S. Martín de Braga y S. Martín de Tours (MARTÍNEZ TEJERA 2004), lugares sagrados de larga duración –entre los cuales los espacios acuáticos, como hemos visto, tuvieron una importancia señalada–, será dirigido en un primer momento por este movimiento anacorético, de carácter individualista y que recoge elementos de la práctica de los especialistas anteriores (uso de la magia terapeútica o taumatúrgica, alteración de los hechos naturales, celebraciones en cuevas, práctica de rituales similares a la incubatio céltica, realización de circunambulationes, bailes, inmersiones, travestismo ritual, etc.); posteriormente la alianza del clero católico con la monarquía visigótica señalará el inicio de la retirada de esta fórmula para promover nuevas maneras de transmisión del cristianismo rural, como la creación de iglesias propias y monasterios reglados, patronizados por las élites de honoratores y possessores, promovidos mediante formas pactuales que asentarán, en lo socio–económico, fórmulas de aprovechamiento comunal. Con el inicio de la Reconquista y la reorganización territorial del reino cántabro–astur comenzará la definitiva cristianización del espacio cántabro, que aún en el s. viii, al decir de Beato de Liébana, mostraba reductos de paganismo. Se realizará ya decididamente mediante la acción del monacato reglado con funciones de atención parroquial, extendiéndose la devoción mariana precisamente en este período de los ss. viii-xi, según atestiguan los cartularios y la documentación eclesiástica coetáneos (GONZÁLEZ ECHEGARAY, C. 1988). Posteriormente, la recristianización efectuada por el Concilio de Trento en Cantabria (MANTECÓN MOVELLÁN, T. 1990) a través sobre todo de la actuación de las órdenes mendicantes y las cofradías que se generaron a ellas asociadas, extendió como hemos visto las devociones marianas que patronizaron los santuarios de larga duración, entre ellos los acuáticos.

5. A manera de conclusión

El Pozo Tremeo es un espacio lacustre singular que ofrece elementos suficientes como para ser analizado desde una perspectiva etnoarqueológica, en relación al proceso de cristianización de tales espacios sagrados en la Céltica en general y en la Cantabria Histórica en particular. De hecho, determinados aspectos del folklore local lo orientan como correspondiente a la categoría de «Wishing Well», así como seguro escenario de prácticas oraculares o/y de hidromancia, más remotamente sacrificiales y afectado por procesos de cristianización y reasignación a la devoción mariana carmelitana.

Al mismo tiempo el espacio, rechazado aunque no olvidado, incluso temido tanto por su objetiva peligrosidad, como por las connotaciones de larga duración que el folklore local ha fosilizado, remedando el concepto de «pozo airón» en sede cántabra (SALAS PARRILLA 2005), recientemente ha experimentado una revalorización por parte de la comunidad circundante, vinculada a la moderna puesta en valor de los espacios naturales por parte de las sociedades postindustriales y a la necesidad de introducir y prestigiar los recursos ambientales disponibles para generar nuevos réditos económicos y sociales.




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NOTAS

[1] M. SERVIO (Ad Aen. 7, 84). “Sacer” se emplea como adjetivo que indica la “propiedad” privativa de la divinidad respecto del espacio de culto y la consideración universal de los espacios acuáticos como partes constitutivas del espacio sagrado de la comunidad.

[2] La existencia de este ramal del viario romano fue señalada por F. de Sojo y Lomba merced a criterios toponímicos y hoy es discutida, si bien tuvo que existir alguna articulación paralela a la costa de las comunicaciones cantábricas.

[3] En este sentido la actual organización territorial de España, concretada en las denominadas «Comunidades Autónomas», no agrupa en la actual Comunidad Autónoma de Cantabria el espacio que con dicho corónimo y paralela etnicidad abarcaba en la última fase de la Prehistoria y hasta la Tardoantigüedad.

[4] Gracias a los dueños de la finca en la que se encontraba, Paco y Lorenzo, hemos conocido el paraje y llegado a ver la surgencia de la que aún manan estas aguas salinas. Ciertas noticias populares sobre el hallazgo de ladrillos y supuestas teselas romanas vinculados al estanque urbanizado del Pozo Salín no han podido ser contrastados.

[5] Costa Quebrada presentó candidatura para su inclusión en la Red Mundial de Geoparques de la UNESCO. A finales de 2023 esta candidatura fue rechazada, si bien se repitió dicha solicitud; en el momento de la redacción final de este estudio acaba de ser aprobada. Este espacio natural comprende 345 kilómetros cuadrados entre los municipios de Santander, Santa Cruz de Bezana, Piélagos, Miengo, Suances, Santillana del Mar, Polanco y Camargo.

[6] Este Colectivo realizó la primera medición de la profundidad del Pozo en 2001, y una inmersión que no pudo completarse por las dificultades del entorno en 2006 (según la información facilitada por Tino Barrero, uno de los impulsores de dicha asociación). Respecto a la medición, precisamente el dato que se obtuvo fue corroborado posteriormente por otras actuaciones realizadas con aparataje más preciso (pulsos láser).

[7] Este topónimo de «Tremeda» aparece incorrectamente recogido en el Diccionario. La cartografía histórica anota desde siempre el topónimo como «Tremeo».

[8] En la información en Wikipedia correspondiente al enclave aparece mencionada esta creencia. Es el único lugar en el que hemos visto confirmada por escrito la anterior. El autor de la entrada no declara su fuente.

[9] Una voz común en lengua céltica pudo dar lugar a un teónimo y de ahí a una derivación hacia un topónimo actual.

[10] Este último ítem no forma parte de la propuesta de ANDREU PINTADO (2018).

[11] Aunque no exclusiva.

[12] Sin embargo en otros espacios de la Céltica europea como la Galia y Germania –área de los tréviros y mediomátricos– los dioses de las aguas estaban asociados en su interpretatio romana con Júpiter (hallazgo de columnas y estatuas del mismo con rasgos indígenas (Taranis) y acompañamiento de una rueda solar o caracterización como jinete heroico en lucha contra una serpiente– (SALAS PARRILLA 2005:101). Deo Airon sería un ejemplo hispano también de esta advocación masculina asociada a espacios lacustres, discutiéndose a día de hoy el topónimo en cuanto a su pertenencia a un fondo precéltico o no.

[13] En el Monte Ornedo existiría una estructura asimilable. Recientemente hemos adelantado la hipótesis de un enclave de este tipo en la Fuente Vieya de Balmori (LLanes, Asturias Oriental, perteneciente a la Cantabria Protohistórica).

[14] La Virgen del Tremedal (Orihuela del Tremedal, Teruel) significativamente asocia su leyenda fundacional a la aparición milagrosa del manantial de su nombre, la existencia de un tesoro y la devolución de la salud a un tullido, todos ellos rasgos perfectamente adscribibles a las potencias de una deidad precristiana que probablemente antecedió al momento de cristianización (TATAY, J. 2021:14).

[15] Recordemos al «resplandeciente» S. Lorenzo del Pozo Curavacas.

[16] Continuaríamos este punto en el posterior apartado en cuanto a la configuración del espacio geográfico desde un punto de vista ritual.



Tremeo: un «pozo airón» en la Marina de Cantabria

GURRUCHAGA SANCHEZ, Marina

Publicado en el año 2025 en la Revista de Folklore número 516.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz