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Revista de Folklore número

515



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Fuente de Roldán (Tamames, Salamanca): mito y leyenda

PUERTO, José Luis

Publicado en el año 2025 en la Revista de Folklore número 515 - sumario >



Dentro de la variada tipología de las fuentes, existe una, en el término municipal de la localidad de Tamames, a poco más de un kilómetro de la población, a la izquierda de la carretera en dirección a Salamanca y junto a ella, que entraría dentro del grupo de fuentes relacionadas con personajes heroicos y legendarios: es la fuente de Roldán.

Victoriano Juaristi, en un libro sintético y preciso: Las fuentes de España[1], las estudia y cataloga, al tiempo que indica no pocos ejemplos de cada uno de los tipos de ellas en territorio peninsular, y, cuando la tienen y se conoce, indica la leyenda de que están rodeadas. A esta obra, entre otras, enviamos a quienes tengan interés en profundizar sobre el fascinante mundo de las fuentes.

Nosotros pasamos ahora a tratar sobre la fuente de Roldán, en término de la localidad de Tamames, en el área central del sur de la provincia de Salamanca, abordando los dos grandes sesgos por los que se caracteriza: el legendario y el medicinal.

Sesgo legendario

Como ya es bien sabido (por ello, aquí, nos vamos a quedar en el mero ámbito de lo divulgativo), Roldán (Roland, en francés) fue un héroe épico medieval francés, al servicio de Carlomagno, que moriría en la batalla de Roncesvalles, en el año 778, a finales del siglo viii y cuya figura terminaría convirtiéndose en leyenda, al aparecer incluido dentro del ciclo literario conocido como la ‘materia de Francia’ o ‘ciclo carolingio’, conformado por el conjunto de leyendas, documentadas por la literatura francesa medieval en las canciones de gesta.

La figura de Roldán se convertiría en leyenda literaria gracias, sobre todo, al gran poema épico o cantar de gesta francés el Cantar de Roldán (La Chanson de Roland, en francés), obra maestra de tal género en la literatura de tal idioma, obra del siglo xi, y que supone una transformación legendaria y literaria de los hechos históricos. Tal deriva legendaria del personaje de Roldán tendrá no pocas ramificaciones, alcanzando incluso a la toponimia y llegando hasta el finis terrae, esto es, hasta el occidente de la Península Ibérica, como enseguida comprobaremos.

La emboscada de los vascones en Roncesvalles, a causa de la que moriría Roldán, se transforma en el poema épico en un ataque de los sarracenos, capaces solamente de derrotar a Roldán y a los Doce Pares de Francia, debido a la traición de ese pérfido personaje de Ganelón.

Presencia legendaria carolingia en el sur salmantino

Pero no es cuestión ahora de ahondar en la historia y leyenda de este héroe francés que fue Roldán (al que, como es bien sabido, se le creó una contrafigura hispánica, totalmente legendaria, como fue la de Bernardo del Carpio), sino –para advertir cómo da nombre a una fuente en Tamames– de indicar cómo, debido a la prolongación de la leyenda, su halo se extendería nada menos que hasta el occidente peninsular.

Y ello se debe a que –también según la épica gala– Carlomagno, acompañado por Roldán y por otros nobles franceses, habría salido de Francia en dirección a Compostela, para librar a los cristianos y peregrinos que realizaban el Camino de Santiago de los sarracenos islámicos, que amenazaban los territorios cristianos peninsulares del norte.

Y el halo legendario carolingio llega nada menos que a tierras del sur de Salamanca y del norte de Extremadura; un área geográfica que podemos situar en torno a la comarca, en el área central del sur salmantino, de la Sierra de Francia. Y este nombre no sería causal, pues aludiría –según una de las hipótesis explicativas del mismo– a la presencia de lo francés en tal espacio geográfico.

Así, nos encontraríamos, tal y como acabamos de indicar, con una presencia del ciclo legendario carolingio en una Sierra española que tiene nombre francés. Detallemos de qué modo se manifiesta tal presencia[2].

Dentro de los romances carolingios del ciclo de Montesinos, aparece el personaje del conde Grimaltos o Grimaldos, con el que el mismo comienza, y que la fantasía trae hasta tierras salmantinas.

Grimaldos, en la corte de Francia, por sus buenos servicios no solo es nombrado conde por el emperador Carlomagno sino que se casa con su propia hija. Pasan los nuevos condes cinco años apacibles en su condado, pero en la corte de París el envidioso D. Tormillas indispone al emperador con Grimaldos, y este último es expulsado del reino, desprovisto de bienes, caballeros y servidumbre, y con tres días de plazo para abandonar Francia.

Hasta cinco millas de París, son acompañados los condes por damas y caballeros, entre los que van los famosos Oliveros, Roldán, Dardin Dardeña, Rinaldos de Montalván, Valdovinos, Estolfo y Malgas. Se despiden y los condes, tras tres días de camino, llegan a un bosque, donde hacen un alto junto a una fuente, lugar en el que la condesa da a luz un niño; los socorre un ermitaño, que bautiza al recién nacido con el nombre de Montesinos («pues nació en ásperos montes», dice el romance). Pasan los años y Montesinos crece como gallardo mancebo, que venga la ofensa hecha a su padre, matando a Tormillas; los condes se reconcilian con Carlomagno y regresan a Francia.

Esta es la versión del Romancero. Pero existe una segunda versión, más española, en la que aparece la geografía de Salamanca. La acción se traslada –en un evidente anacronismo histórico– del siglo viii al xiv, al situar a los personajes en el reino de Luis «Utin» (1314). El conde Orlando d´Auvernières es desterrado de la corte francesa, por envidias y rivalidades. Sale con sus huestes hacia el Sur, acompañado por su esposa y su hijo Girm Aldos, y, atravesando Navarra y Castilla, llegan a Salamanca. Su propósito es ofrecer sus servicios al rey castellano, en su lucha contra los moros. Siguen camino de Portugal, hasta Guarda, y se ofrecen a su rey Don Dinís, que rechaza sus servicios.

Regresan a Castilla por Peñaparda (pueblo salmantino de la Sierra de Gata) y acampan junto a una fuente, que da lugar al nombre del actual pueblo de Fuenteguinaldo (Fuente de Grimaldos, en recuerdo del hijo del conde Orlando). Se internan luego en la Sierra de Francia, atraídos por su frondosidad, pero el conde de Miranda les prohíbe acampar y tienen que subir a la cima de una montaña, donde se instalan. La esposa del conde dio a luz una niña, que fue dedicada a la Virgen, y edificaron una ermita bajo la advocación de Nuestra Señora de Francia, como recuerdo de su patria de origen.

Se da luego una explicación legendaria de la repoblación medieval francesa de la Sierra de Francia: Al llegar el invierno, los franceses habitantes de la cumbre bajan a los valles y se distribuyen por pueblos como La Alberca, San Martín del Castañar, Garcibuey o Monleón. Suben de nuevo a la cima cuando llega el verano y encuentran arrasadas las edificaciones y la ermita; el conde Orlando pide ayuda a los pueblos vecinos para erigir una ermita más sólida, y la logra de los señores de Miranda, Valero y Montemayor.

Descubrimos en este punto del relato cómo al culto de la Virgen de la Peña se le da un origen legendario y cómo la leyenda del hallazgo de la imagen por Simón Rolán (Simón Vela), en 1434, se relaciona con esta; ambas tienen un fondo francés y el conde se llama Orlando (Roldán) y Simón se apellida Rolán, corruptela de Roldán. La invención popular parece la creadora de todos estos elementos que se interrelacionan en torno a la Peña de Francia.

El dominico padre Domingo Caballero, en su historia del santuario, de 1728[3], descarta que Carlomagno pasase del Ebro y penetrase en tierras peninsulares del interior, y se inclina más por el hecho de que caballeros franceses que vivían en las ciudades del entorno o que habían venido en ayuda de los cristianos se recogieran en la Sierra de Francia, tras ser derrotado don Rodrigo por los moros y ocupar éstos las sierras vecinas. Se formaría así un núcleo de resistencia en esta Sierra, constituido por los franceses y los naturales de la zona; lo mismo que se formaron otros en Asturias o Vizcaya.

Se hicieron fuertes los franceses en la Peña de Francia y erigieron defensas y baluartes en los puntos más débiles, de los que aún quedan restos en una plataforma montañosa cercana a la Peña, conocida como Mesa del Francés. Subieron hasta allí los moros, hicieron huir a los franceses y a dos leguas de la cima se produjo la batalla y, en recuerdo de los cristianos muertos, el obispo francés Hilario consagró el monte con el nombre de Monte Sagrado (donde hoy se ubica el pueblo de Monsagro). El obispo Hilario quedó herido y fue a morir a tres leguas de la Peña, en el lugar que se llamó Sepulcro de Hilario (donde está hoy enclavado el pueblo de Sepulcrohilario, cercano a Tamames).

Y esta es la leyenda que relaciona el ciclo carolingio con la Sierra y la Peña de Francia. El origen legendario de Miranda del Castañar aparece también relacionado con este ciclo francés: La leyenda indica que el rey Alfonso el Católico, hijo de don Pelayo, dio a Tibaut o Tibaldo (que no es otro que Montesinos), hijo del conde Grimaldo, la villa de Miranda, por sus servicios en las luchas contra los moros.

Junto a Tamames –y es la indagación que hoy nos ocupa–, existe el indicado manantial, conocido como la Fuente de Roldán (hay otra con el mismo nombre en el poniente de Las Hurdes), sobre la que corre la leyenda de que Bernardo del Carpio y sus tropas derrotaron a las del famosísimo Roldán francés en el descampado de Carrascalejo; Roldán, en su huida, sintió sed y con su lanza hincó una peña de la que al instante salió agua y se convirtió en la fuente actual; caballero y caballo bebieron y en la roca –según dice el pueblo– aún se notan las huellas que dejó el animal.

Hasta el propio Miguel de Cervantes, en la segunda parte de El Quijote, relaciona el nombre de Montesinos con la Peña de Francia, aunque coloca en La Mancha la cueva de este personaje; al iniciar Don Quijote su entrada en ella, Sancho Panza le echó su bendición y le dijo:

«–¡Dios te guíe y la Peña de Francia, junto con la Trinidad de Gaeta, flor, nata y espuma de los caballeros andantes!»[4].

¿Qué llevaría a Cervantes a relacionar el nombre de la Peña de Francia con Montesinos?[5]

Leyenda sobre la fuente de Roldán

Acabamos de indicar, de modo sucinto, el contenido de la leyenda conocida sobre la fuente de Roldán de Tamames; y, en todo el apartado anterior, hemos contextualizado el ámbito legendario, dentro del ciclo carolingio, en el que se circunscribe tanto el personaje heroico francés como su presencia en el ámbito geográfico del sur salmantino, en el que la localidad de Tamames se circunscribe.

Pasamos a mostrar a continuación dos etno-textos de tipo legendario, que en su momento recogimos nosotros mismos, pertenecientes al ámbito de la tradición oral, sobre la fuente de Roldán, en poblaciones próximas a Tamames[6].

Esta es una versión recogida en la localidad de Tejeda y Segoyuela, en término colindante con el de Tamames:

LA FUENTE DE ROLDÁN: MARCAS DE LA HERRADURA DEL CABALLO, BROTÓ EL AGUA AL HINCAR LA ESPADA EN LA ROCA. MEDICINAL

La Fuente Roldán, eso ya es otra historia. Eso es de Tamames. Que estaba la herradura ahí marcá del caballo, decían que del caballo Roldán; del caballo Roldán, que fue el que hincó la espada, y esas cosas.

La Fuente Roldán dice que pasaba Roldán y no tenía agua pa dar al caballo y hincó la espada y salió el agua. [¿Está allí la huella de la herradura?] Sí, pero yo no sé si se habrá…, si está en una huella, viva, ahora que Dios sabe cómo habrá sido esa huella.

Y lo que sí es el agua que sabe a güevos, como a güevos hueros, eso sí es verdad; medicinal, claro; y huele, huele.

(Tejeda y Segoyuela. Juan Agustín Mateos Varas, 80 años. 2 de enero de 2014)

El segundo texto etno-legendario lo recogimos, con anterioridad, de labios de una anciana de La Alberca (localidad a 22 kilómetros de Tamames), ya fallecida:

LA FUENTE DE ROLDÁN

…Ahí en Tamames. La Fuente Roldán la llaman. Allí sale de la misma, yo no la he visto, pero del mismo caballo de Santiago. Que dicen que es mu buena pa el estómago. En una peña, en un canchá, allí dice que está la pisá del caballo de Santiago, porque tenía mucha sed. Y, cuando dice que sale el agua, al poco, se vuelve como baba, el agua. Y la ha ido mucha gente a buscá pa el estómago.

(La Alberca. Santiaga Vázquez Marcos, 81 años. 23 de julio de 1996)

En nuestra obra Leyendas de tradición oral en la provincia de Salamanca (2018, citada a pie de página, en pp. 310-311)), indicamos cuatro etno-textos legendarios, recogidos de boca de vecinos del propio Tamames, sobre la fuente de Roldán.

Indicamos ahora los elementos por los que está caracterizada esta leyenda:

- En el descampado de Carrascalejo, Bernardo del Carpio y sus tropas habrían derrotado a Roldán y las suyas.

- En su huida a caballo, Roldán siente sed. Hinca su espada (o su lanza) en una roca y brota una fuente en la que beben caballero y caballo.

- El caballo habría dejado alguna huella de sus rodillas (o herraduras) en la misma roca (algún informante las confunde con las del caballo de Santiago).

- Se trata de una fuente de aguas medicinales, apropiadas para el estómago y la piel.

- Mal sabor (a huevos hueros, se indica) de tales aguas.

Plasmación libresca de la leyenda

Fruto de la herencia romántica, surge un nuevo género literario, que es el de la plasmación literaria de las leyendas tradicionales, recreándolas y embelleciéndolas, tanto en su contenido como en su estilo. En unas ocasiones, se plasman en verso (como harán, por ejemplo, el Duque de Rivas, o José Zorrilla, entre otros).

Pero también se recrean tales leyendas en prosa. El paradigma y modelo son las Leyendas (publicadas en prensa entre 1858 y 1864; y, póstumamente, en libro, en 1871, en uno de los dos tomos de sus Obras) de Gustavo Adolfo Bécquer, que dejarán una gran estela de influencias en obras posteriores de tal carácter.

Así ocurrió en las Leyendas salmantinas. Obra de Antonio G. Maceira, cuya primera edición data de 1887 (Salamanca, Imprenta de Francisco Núñez Izquierdo). Recrea el autor, literaria y temáticamente, en tal obra doce leyendas salmantinas.

Una de ellas, la sexta, lleva el título de «La Fuente de Roldán», que es la que nos atañe. Para que advirtamos el carácter de tal recreación legendaria, de herencia romántica y, en el fondo, becqueriana también, vamos a dar breve noticia del relato.

El autor, acompañado por un charro, llamado Miguel, ambos sobre cabalgaduras, recorre «el camino de Carrascalejos a Tamames, estrecho sendero abierto entre tomillos, carquesas y chaguarzos» (p. 69). Ambos van sedientos.

En el itinerario, llegan hasta la fuente, que se describe del siguiente modo: «llegamos al pie de una alta peña, colocada a la entrada de un ameno valle. / Una caudalosa y cristalina fuente manaba de un hoyo, y después de arremansarse más abajo, corría por el prado, entre un lecho de menudas, blancas y redondeadas guijas.» (p. 70)

Y, una vez que beben y se sientan, Miguel, el charro, cuenta al autor la leyenda sobre la fuente de Roldán, «una historia que oí a mi padre muchas veces.» (p. 71) Y que, como es un resumen cabal de la leyenda, aquí reproducimos:

–Bernardo del Carpio, valiente capitán de las tropas castellanas, cuentan que en ese descampado de Carrascalejos esperó a los franceses, al mando del famosísimo Roldán, hace ya muchos, muchos años. La batalla fue ruda, terrible, y las tropas de Roldán, acuchilladas y sofocadas, huyeron a la desbandada por esos campos.

Tanta fue la matanza, que los arroyos corrieron encarnados durante largos días.

Roldán, ya lo sabrá usted, estaba encantado y no podía ser herido sino en el pie, que llevaba muy resguardado.

Al escapar sus parciales, fue cercado, y mil golpes cayeron sobre su cabeza y sobre su ancho pecho.

El guerrero encabritó su caballo, saltó por encima de sus enemigos y salió a escape por estos campos. Al llegar a este sitio, abrasado por el ardor de la pelea y la precipitación de la fuga, caballo y caballero se sintieron rendidos.

–¡Agua, agua! –gritó Roldán, con mucha más angustia que nosotros, no hace muchos momentos–, o soy perdido; pues mis enemigos me darán alcance si interrumpo mi precipitada carrera.

Y ¡zas!, dicho y hecho: aquel hombre extraordinario hincó su lanza al pie de esta peña, saltaron hierbas y peñas y manó esta fuente.

Al mirarla, el sediento caballo de Roldán se arrodilló sobre la roca y bebió con ansia.

El guerrero hizo lo propio, y caballero y cabalgadura recobraron la fuerza y el vigor para proseguir su acelerada marcha.

–¿Veis –añadió Miguel– los dos agujeros de esa piedra? Pues son las huellas de las rodillas del caballo de Roldán.

Y, en efecto, en la peña donde yo estaba sentado se veían dos rebajos circulares anchos, que delataban en el célebre caballo un desarrollo verdaderamente fenomenal[7].

Como hemos podido advertir, Antonio G. Maceira ofrece, aunque recreada, una versión muy ajustada de lo que debía de ser la tradición legendaria sobre la fuente de Roldán en su ápoca, últimos lustros del siglo xix.

Sesgo medicinal

Hasta aquí, acabamos de ofrecer unas notas sobre el sesgo legendario de la fuente de Roldán, en el término de la localidad salmantina de Tamames. Como ya se ha indicado, nos encontramos también ante una fuente cuyas aguas tienen propiedades medicinales y, en concreto, para el tratamiento de dolencias estomacales y de afecciones cutáneas.

Diego de Torres Villarroel

Pero ¿está documentado el uso medicinal de estas aguas de Tamames? Podemos responder afirmativamente. El escritor dieciochesco salmantino Diego de Torres Villarroel publicó una obra titulada Usos y provechos de las aguas de Tamames y baños de Ledesma (Madrid, Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1794)[8].

Ya, en el inicio de la dedicatoria de la obra, a la señora doña Alfonsa Prieto de Haedo Texea y Sotomayor, afirma nuestro literato: «La fuente famosa (que llaman de Roldán los moradores de Tamames) es un tesoro fecundo, y un mineral inagotable que quiso Dios poner en los territorios donde V. S. es legítima Señora, para añadir venturas, bendiciones y felicidades a su ilustrísima Casa.»

«Describo en este tratado –continúa Torres Villarroel– las enfermedades que se curan con las aguas de Tamames y baños de Ledesma; y advierto también las dolencias que se ensoberbecen más con unas y con otras.»

Es de interés la descripción que Torres Villarroel realiza de la fuente de Roldán:

Está esta fuente en las faldas de la Sierra de Francia, distante menos de media legua de un lugar llamado Tamames, sitio muy fluctuoso, florido, alegre, de sabroso temperamento, y de una vecindad sencilla y agradable, y no tan desierto que no tenga hasta doscientos vecinos. En un valle hermoso y a la caída de un monte, poblado y abundante de pastos, tiene su nacimiento, y su boca es una breve rotura triangular entre dos peñas, sin otro aliño, adorno, ni cuidado que el que desde su origen le puso la naturaleza. Es bastante caudalosa, y en todos tiempos conserva sin diferencia sensible una misma porción de agua. Es esta a la vista algo cenicienta, y al gusto nada ingrata, porque mientras se bebe no la distingue el paladar de otra cualquiera de las aguas usuales, y acabada de beber, solo deja en la boca un sabor como el que dejan los huevos duros. Los Aldeanos, Gañanes y otros habitadores de aquellas Serranías, huyen del agua de esta fuente, porque les causa una hambre implacable, y como regularmente tienen pocos manjares con que acallarla, para ellos es perniciosa en el estado de la sanidad. Los animales que pastan las praderas vecinas, y otras de más lejos, la buscan muchas veces gobernados de su instinto, quizá porque les cuece y hace arrojar algunas crudezas que mortifican y dañan sus cuerpos. Los Labradores enfermos la beben, y se libran de muchas dolencias sin otro Doctor ni Botica que el benignísimo purgante de estas aguas; y finalmente, tenemos observado … que así a los hombres de todas las edades, temperamentos, complexiones y achaques, como a los brutos de todas especies y tamaños les es provechosa, tanto en el estado de la sanidad y robustez, como en el infeliz del abatimiento y enfermedad.

Sigue indicando Torres Villarroel que la fuente estuvo olvidada y aun aborrecida por los vecinos de Tamames, pero que, hacia 1720, el jesuita padre Luis de Losada «descubrió y acreditó con provecho bien particular de su salud sus virtudes.» A causa de «una melancolía hipocondríaca desesperada» que padecía y que tales aguas le aliviaron.

Y advierte nuestro escritor –enseguida vamos a constatar con datos lo por él dicho–, como primer despropósito, «la multitud y concurso de enfermos de todas especies y linajes, que se van o los envían a beberlas»; el segundo despropósito sería «el disparatado arbitrio de mandar beber veinte y cincuenta cuartillos de agua»; y, el tercero, «la poca o ninguna dieta que observan los enfermos en la comida, bebida, sueño, y en las demás acciones a quien llaman los Médicos no naturales.»

Pasa Torres Villarroel, en un momento dado, a dar una lista, muy amplia, de las enfermedades que puede remediar el agua de Tamames, que exponemos tal y como él las indica:

[…] son utilísimas en todas las caquexias, opilaciones, obstrucciones, afecciones hipocondríacas, en tumores y abscesos impropios, rebeldes, en los vahídos de cabeza originados del estómago, en los dolores de cabeza, y cólicos humorales nacidos de indigestiones, en las inapetencias, fastidio a la comida, en las perlesías y últimamente en todos los achaques seguidos a una fibra floja sin elasticidad, y a unos líquidos vápidos, viscosos y perezosos en su movimiento; y son oportunas y aprovechan seguramente también a todos los de temperamento flemático, y a algunos melancólicos.

A lo que añade, también, para quiénes son perjudiciales tales aguas:

Así como son provechosas estas aguas para las enfermedades que he dicho, son también perjudiciales a los que padezcan cualquiera casta de calenturas (exceptuando las que llaman blancas o virgíneas), en las alferecías, temblores y convulsiones, en los dolores originados de la cólera, y en el código convulsivo; perjudica con estrago notable a los tísicos, a los que escupen sangre, a los calculosos, a los que padecen la especie de escorbuto que se dice caliente; aumenta los reumatismos, los dolores articulares y de gota, el mictu cruento, todo género de inflamaciones; y finalmente en todas las dolencias hijas de una fibra encrespada, tensa y violentamente tirante, y de unos líquidos muy tenues, ardientes y azufrosos; y por lo misma causa son nocivas a los de temperamento bilioso, y nada convenientes a los de complexión sanguínea.

Torres Villarroel, por tanto, tal y como acabamos de comprobar, dedicó todo un opúsculo a la fuente de Roldán, por la resonancia que en su época tenía. No alude a ella, sin embargo, Eugenio Larruga, en sus Memorias políticas y económicas (1795), cuando, tanto en los tomos XXXIV y XXV de su obra, detalla y analiza las diversas producciones de la antigua provincia de Salamanca, y, al hablar a los rendimientos de las aguas medicinales y termales, alude a las de Ledesma y de otros enclaves salmantinos. Y acaso sea por la razón que el propio Torres Villarroel indicaba que tal fuente estuvo durante años olvidada y aun aborrecida por los lugareños, y, por ello, desconocida por los foráneos.

Rendimiento económico de la fuente de Roldán

A mediados del siglo xviii, la fuente de Roldán tenía un no escaso rendimiento económico, con sus aguas medicinales, para no pocos vecinos de la localidad de Tamames. De ello, nos da noticia una de las Respuestas Generales que de esta población se dan al cuestionario del Catastro de Ensenada[9].

En concreto, en la respuesta 33, a la pregunta sobre «Qué ocupaciones de artes mecánicos hay en el pueblo, con distinción, como albañiles, canteros, albéitares, herreros, sogueros, zapateros, sastres, pelaires, tejedores, sombrereros, manguiteros y guanteros, etc.; explicando en cada oficio de los que hubiere, el número que haya de maestros oficiales y aprendices, y qué utilidad le puede resultar, trabajando meramente de su oficio, al día cada uno»

Pues, bien, a esta pregunta, además de los distintos oficios que hay en el pueblo, que se enumeran, con sus correspondientes producciones y rendimientos, las autoridades de Tamames aluden a la fuente de Roldán.

Y se indica explícitamente, en el epígrafe de la respuesta dedicado a la fuente que estudiamos:

Que también, con el motivo de haber en esta villa la Fuente que llaman de Roldán, cuyas aguas son medicinales, las que vienen a tomar diversas personas forasteras, desde demediado del mes de junio hasta mediado del de septiembre de cada año, hay diversas casas en que se les da posada y simple cubierto, sin que por los dueños de ellas se les administre ni venda paja, ni cebada, siendo puramente la asistencia y ropa de cama para los enfermos lo que por los dueños se les da, y a estos los retribuyen los enfermos con el agasajo que voluntariamente quieren, sin que hayan puesto cota ni arancel por ello.

Así, pues, la fuente de Roldán y sus aguas medicinales, que acuden a tomar a Tamames personas forasteras, proporciona a determinados vecinos, que hospedan en sus casas a quienes acuden a tomarlas, determinados ingresos.

Se indica asimismo cómo la afluencia de enfermos foráneos a tomar las aguas medicinales de la fuente de Roldán de Tamames no es uniforme año tras año («dicha concurrencia suele ser en algunos años más crecida que en otros»), sino más bien desigual y con altibajos de afluencia.

Las casas de los vecinos de Tamames que prestan tal servicio son las más apropiadas y mejor acondicionadas para acoger huéspedes. Y se detalla la identidad de los vecinos de Tamames que acogen a tales huéspedes para tomar las aguas medicinales de la fuente de Roldán, así como los rendimientos económicos anuales que tal hospedaje deja a cada uno.

Y esta es la enumeración que nos da la respuesta 33 del Catastro de Ensenada de los vecinos que prestan su hospedaje y de la utilidad económica que tal actividad les deja cada año:

«a Catalina Domínguez, 200 reales; a Ángela Espino, 75; a Manuel Peña, 200; a María Rodríguez Salvador, 300 reales; a Benito Blanco, 200; a Domingo Sánchez, 30 reales; a Ambrosio Hernández, 150; a Sebastián González, 300 reales de vellón.»

Así, pues, se nombran ocho vecinos y vecinas de Tamames, con unos rendimientos económicos anuales que oscilan entre treinta y trescientos reales de vellón, que, en aquel momento de mediados del siglo xviii, hospedaban en sus casas a enfermos foráneos que acudían a Tamames a curarse de sus dolencias con las aguas de la fuente de Roldán.

Coda

Una fuente, como hemos podido comprobar, que está marcada por el mito y la leyenda desde los tiempos medievales, que está ubicada en un contexto geográfico del sur salmantino con fuerte presencia toponímica y legendaria del ciclo carolingio medieval francés; pero que también tiene una significativa documentación literaria, sobre todo en la obra del escritor dieciochesco salmantino Diego de Torres Villarroel, así como también del escritor costumbrista decimonónico salmantino Antonio G. Maceira, quien recreara su leyenda en un tomito sobre leyendas salmantinas.

Y, claro, no le falta tampoco a la fuente de Roldán de Tamames su rendimiento económico, como hemos podido comprobar en las respuestas generales del Catastro de Ensenada; ya que, con motivo de ir a tomar sus aguas medicinales, acudían a Tamames gentes enfermas, probablemente de contornos próximos, que debían de hospedarse, durante el tiempo del ‘tratamiento’, en casas de los vecinos de Tamames, a los que debían abonar el importe de hospedaje y comida.

Así, pues, la fuente de Roldán está marcada por el mito y la leyenda, está documentada también literariamente y, al tiempo, se halla marcada asimismo por la economía.

Lo que no es poco para una fuente rural, de aguas medicinales, en pleno campo, aunque no muy alejada de la población, que tiene un nombre legendario, Roldán, el del personaje épico de las gestas francesas y, en concreto, de la mayor de todas ellas, el Cantar de Roldán (La Chanson de Roland).




NOTAS

[1] Cf. Victoriano Juaristi, Las fuentes de España, Madrid, Espasa-Calpe, 1944.

[2] Tal exposición, que reiteramos, aparece en dos publicaciones anteriores nuestras:

José Luis Puerto, Guía de la Sierra de Francia, Madrid, Acción Divulgativa, Libros Penthalon, Col. El Búho Viajero, 65, 1992, pp. 34-37.

––, La Sierra de Francia. Tradiciones, pueblos, paisajes y paseos, León, Edilesa, 2007, pp. 48-49.

[3] Cf. Fr. Domingo Cavallero, Historia de la admirable invención y milagros de la … imagen de Nuestra Señora de la Peña de Francia, … hallada por el dichoso Simón Vela, de nación francés … y venerada en la cumbre de su más elevado risco llamado Peña de Francia, Salamanca, en la imprenta de la Viuda de Gregorio Ortiz, 1728.

[4] Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, VI, 9ª ed., Ed. de Francisco Rodríguez Marín, Madrid, Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos, 16, 1969, p. 84.

[5] Una exposición ponderada de todo este ciclo legendario carolingio, relacionado con tierras salmantinas, puede seguirse en el capítulo titulado «La Sierra de Francia y Montesinos», en: Amable García Sánchez, Historias y leyendas salmantinas. Béjar y la Sierra de Francia, Salamanca, Talleres Gráficos Núñez, 1953, pp. 113-129.

[6] Publicamos ambos etno-textos en: José Luis Puerto, Leyendas de tradición oral en la provincia de Salamanca, Salamanca, Diputación de Salamanca, Instituto de las Identidades, Atlas Etnográfico de la Provincia de Salamanca, 3, 2018, p. 311.

[7] «La Fuente de Roldán», en: Antonio G. Maceira, Leyendas salmantinas, 3ª ed., Salamanca, Ediciones Salamanca, 1961, p. 72-73.

[8] Realizaremos las citas de la obra a partir del siguiente enlace de la Biblioteca Virtual Cervantes:

https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/usos-y-provechos-de-las-aguas-de-tamames-y-banos-de-ledesma--0/html/fefdb45c-82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.html#I_4_

[9] Portal de Archivos Españoles – PARES. Respuestas Generales, Catastro de Ensenada. Enlace de las respuestas de Tamames, que seguimos al citar:

https://pares.mcu.es/Catastro/servlets/ImageServlet



Fuente de Roldán (Tamames, Salamanca): mito y leyenda

PUERTO, José Luis

Publicado en el año 2025 en la Revista de Folklore número 515.

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