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Introducción
El origen de los museos etnográficos hay que buscarlo en el inicio del periodo industrial, y más concretamente en las Exposiciones Universales. Estas van a convertirse en espacios dirigidos al público donde se exponían elementos materiales pertenecientes a diversas culturas con el fin de que los visitantes apreciaran los adelantos tecnológicos y la supremacía de cada país participante.
En el caso de España, la primera gran muestra se celebró en 1887: la Exposición Monográfica sobre Filipinas, Marianas y Carolinas, que se instaló en los Palacios de Cristal y de Velázquez y en el lago que se construyó al lado del primero en el Parque del Buen Retiro de Madrid. Al finalizar la exposición, los materiales se trasladaron al Museo-Biblioteca de Ultramar, en el Palacio de la Minería (hoy llamado Palacio de Velázquez). Este museo, al cerrarse en 1908, los objetos antropológicos se trasladaron al Museo Nacional de Ciencias Naturales, a su sección de Antropología, Etnografía y Prehistoria, dando lugar tan solo dos años después al Museo Nacional de Etnología, denominado en la actualidad como Museo Nacional de Antropología[1].
Al año siguiente de la exposición sobre Filipinas se celebró otra gran exposición, la Universal de Barcelona en 1888. En esta ocasión no se presentó ningún material etnográfico por la poca investigación que se había desarrollado en España en ese momento, salvo la sección del Museo de Ciencias Naturales, anteriormente citado, las bases del Folklore español por parte de Antonio Machado, el movimiento de la Renaixença catalana que estaba iniciándose, los trabajos de Joaquín Costa y el Museo Antropológico del Dr. Velasco.
Cuatro décadas después va a tener lugar las exposiciones de Barcelona y la Iberoamericana de Sevilla, ambas en 1929. En la primera se va a crear el Pueblo Español con el objetivo de representar la variedad étnica del país, mientras que el Museo Antropológico del Dr. Velasco contenía colecciones recopiladas por él mismo, tanto del territorio español como del extranjero.
En el caso de las futuras regiones o Comunidades Autónomas, van a comenzar a recopilar material relacionándolo con la tradición oral con el fin de resaltar las diferencias entre regiones, sobre todo aquellos lugares donde el nacionalismo tuvo mayor auge, dando una dedicación más especial a la búsqueda de ese patrimonio etnográfico para impulsar el sentimiento de identidad[2].
De manera general, las razones y motivaciones por las cuales comienzan a aparecer este tipo de museos, hay que buscarlas en esas asociaciones culturales de orientación regionalista que intentan sacar a la luz una serie de elementos propios de su patrimonio que los identifican como grupo, para diferenciarse de los demás, como hemos mencionado con los casos de las provincias periféricas.
Otro de los orígenes son los coleccionistas privados, generalmente personas de edad ya avanzada, que han acumulado durante su vida una gran cantidad de material, viendo que o no tienen herederos o ellos no tienen interés alguno de continuar con esa afición.
Por supuesto, personas que por diferentes motivos no pueden hacerse cargo de dichas colecciones y donan sus colecciones a instituciones públicas. También, estas y los organismos, tanto públicos como privados, que se dedican a la investigación (o no) adquieren materiales y elementos que dan un valor a ese patrimonio, ya sea de antiguas fábricas o talleres, casas de labranza, lagares, bodegas...
Incluso podemos encontrarnos con iniciativas de personas privadas que, con fines lucrativos, conservan y coleccionan gran cantidad de piezas etnográficas en sus propias viviendas o habitaciones aisladas. En ocasiones lo que buscan es atraer visitantes a sus localidades y no cobrar por acceder a visualizar ese material.
1. Museos etnográficos en Extremadura
Al igual que muchas de las regiones de España, en Extremadura también ha habido una conciencia regional[3] que tuvo que esperar de ser reconocida, desde villa y Corte, osea Madrid, con la fundación de la Real Audiencia de Extremadura, en 1790, con sede en la ciudad de Cáceres. Tras la división de las provincias por el proyecto de Javier de Burgos, en 1822, aparecerán varias figuras en la segunda mitad de dicha centuria, relacionadas con el regionalismo extremeño. Finalmente, vamos a destacar a Antonio Elviro Berdeguer[4], nacido en la localidad cacereña de Salorino y de profesión médico, que publicará su manifiesto titulado Extremadura para los extremeños (1920). este escrito, junto a otros pensadores, defendían la necesidad de resolver el problema agrario, mientras que el movimiento regionalista (con aires románticos) se inspiraría en la historia y literatura extremeña como expresión para luchar por las propuestas autonomistas realizadas al gobierno central en 1919-1924.
Tras la guerra civil y la dictadura franquista, la conciencia extremeña renace de nuevo debido a la emigración de miles de personas hacia otras regiones o, incluso, al extranjero. Desde esos nuevos lugares se piensa que Extremadura está siendo expoliada de sus riquezas naturales, que producen las plusvalías fuera de la región, hasta llegar a la época de la Transición, donde surge ese movimiento autonomista en todo el territorio español.
En esas Exposiciones Universales, anteriormente citadas, se incluyeron elementos materiales procedentes de Extremadura, léase, cacharros de cobre, loza, peroles, sartenes y/o maniquíes ataviados con trajes típicos de distintos pueblos de la región.
La primera experiencia museográfica con contenidos etnográficos en Extremadura, tendrá lugar en el Museo de Cáceres, en tiempos de Ortí Belmonte como director (1933). En las diferentes salas va a reconstruir una cocina con once maniquíes ataviados con trajes de localidades como Montehermoso, Malpartida de Plasencia, Torrejoncillo, Cáceres, Casar de Cáceres y Malpartida de Cáceres[5].
La segunda experiencia tendrá lugar, de nuevo en el museo cacereño, al remodelar su sede (entre 1972-1976) cambiando toda la sección de etnografía para ocupar hasta seis salas y una galería de la planta superior del edificio. Estas salas se dedicaban a las industrias textiles, otras con piezas de metal, cerámica, vidrio, madera, piezas de lino e indumentarias varias; mientras que la galería se dedicaba al ajuar casero[6]. Las recreaciones que antes de la remodelación se podían ver, desaparecieron para introducir vitrinas acompañadas por pequeños letreros con simples explicaciones, dibujos y alguna fotografía.
En 1982 se inauguró el siguiente museo que contenía materiales etnográficos en Extremadura, el de la localidad de Olivenza (Badajoz) con numerosos objetos reunidos por Francisco González Santana[7]. Este museo nace como un museo local que, a partir de la colección de un particular y numerosas donaciones de otros, se le empezó a denominar como «Museo Etnográfico Extremeño», aunque no es representativo de toda Extremadura[8].
En dicho museo, el visitante puede encontrar el material expositivo a través de recreación de ambientes: talleres, tiendas, estancias domésticas, escuelas, peluquería y barbería, etcétera.
En 1989 aparecerá el Museo Etnográfico Textil «Pérez Enciso», en la ciudad cacereña de Plasencia. Se trataba de un espacio museístico forjado por una nueva colección adquirida por el ya citado coleccionista[9].
En los años 90 del siglo pasado, con la ayuda de fondos europeos, van a aparecer una serie de museos en diferentes localidad de la región. Tales como los de Puebla de Alcocer (Badajoz), Cilleros (Cáceres), Serradilla (Cáceres) o Huerta de Ánimas (pedanía de Trujillo, Cáceres). Años más tarde se inaugurarán museos en Azuaga (Badajoz), Don Benito (Badajoz), Coria (Cáceres), Montehermoso (Cáceres).
Precisamente, en 1996 se promulga, por parte de la Junta de Extremadura, un Decreto para crear la Red de Museos autonómica y, en 1999, aparece la nueva Ley del Patrimonio Histórico y Cultural.
En las últimas dos décadas han aparecido los denominados «Museos de Identidad», donde en muchas ocasiones, en su interior nos podemos encontrar con contenido etnográfico, además de hacer hincapié en un elemento característico de la localidad o la comarca donde se ubica. Ejemplos claros de este tipo de museos son el Museo de la Alfarería de Salvatierra de los Barros (Badajoz), el Museo del Granito en Quintana de la Serena (Badajoz), el Museo de los Auroros en Zarza Capilla (Badajoz), el Museo del Empalao de Valverde de la Vera (Cáceres), el Museo del Queso en Casar de Cáceres (Cáceres), el Museo del Turrón de Castuera (Badajoz), el Museo del Aceite de Monterrubio de la Serena (Badajoz), el Museo de la Cereza en Cabezuela del Valle (Cáceres), el Museo del Pimentón en Jaraíz de la Vera (Cáceres), el Museo del Carnaval de Badajoz, el Museo del Corcho en San Vicente de Alcántara (Badajoz), el Museo de las Ciencias del Vino de Almendralejo (Badajoz), el Museo de la Octava del Corpus de Peñalsordo (Badajoz), el de la Arquitectura Popular en Burguillos del Cerro (Badajoz), el Museo de la Minería en Cáceres, el del Pozo de las Nieves en Villar del Rey (Badajoz), el del Carnaval de Ánimas de Villar del Pedroso (Cáceres), Centro de Divulgación de la Semana Santa cacereña (Cáceres) o Casa Pinotes-Centro de Interpretación de la cultura pastoril en Casar de Cáceres (Cáceres).
Tras realizar un pequeño recorrido en el origen y la historia de los museos etnográficos, o que incluían algún material y elemento etnográfico, en Extremadura, vamos a continuar con la presentación y análisis de uno de los museos que fueron inaugurados ya en el siglo xxi, y motivo de nuestro trabajo, que es el de la localidad cacereña de Valencia de Alcántara.
2. Museo Etnográfico de Valencia de Alcántara
Valencia de Alcántara, localidad situada al oeste de la provincia de Cáceres, cuenta con una rica tradición y cultura donde las diferentes generaciones han legado de unos a otros. Su situación geográfica, «estratégica» como se indicaba en el pasado medieval y moderno, la ha hecho unir, intercambiar y dejar poso en sus gentes con costumbres de un lado y al otro de la frontera. Una frontera, situada a tan solo 14 km, pero una frontera que nunca existió[10].
El Museo Etnográfico de Valencia de Alcántara se inauguró el 31 de octubre de 2008, con el propósito de convertirse en un lugar de referencia de ese acerbo cultural de la localidad y su campiña (formada por nueve pedanías), dedicando sus salas a recopilar los usos, las costumbres, las tradiciones y/o los oficios antiguos de los dos últimos siglos.
Este museo está situado en la galería alta del claustro del antiguo convento de Santa Clara (bajo la advocación de Santa Ana) que fue fundado, durante la segunda mitad del siglo xvi, por las familias nobiliarias de Bravo de Jerez y García Contreras, para albergar una comunidad religiosa de monjas clarisas que, ya en el siglo xix, perdió su uso por las desamortizaciones.
En su interior, podemos pasear por hasta ocho salas diferentes, cada una con una temática diversa, desde una recreación temática de unas antiguas clases de colegio, hasta una sala dedicada al cine, pasando por otras donde el visitante puede apreciar numerosos objetos y materiales relacionados con oficios antiguos, lozas, cerámicas o cocinas tradicionales, todo ellos cedido por particulares.
De manera pormenorizada, el museo cuenta con las siguientes salas:
Conclusiones
La mejor manera de conocer la cultura y costumbres de la localidad cacereña de Valencia de Alcántara es visitar su Museo Etnográfico. En su interior podemos contemplar una amplia colección de materiales y objetos etnográficos repartidos en las antiguas salas de un centro escolar, inaugurado en 1928 y que varias décadas después se trasladó a otra sede.
Visitarlo te permite adentrarte en la vida de sus antiguos vecinos, los oficios que desempeñaban, sus tradiciones, sus aficiones, sin olvidar la escuela graduada que este edificio, cuyo origen era un convento de monjas clarisas, albergó.
En definitiva, recorrer sus diferentes estancias te transporta a siglos pasados gracias a este espacio tan importante para preservar el patrimonio cultural que contribuye a la conservación de la identidad y la memoria colectiva de sus habitantes.
Álvaro Vázquez Cabrera
Historiador
Técnico de Turismo
Guía Oficial de Turismo por la Junta de Extremadura
NOTAS
[1] Romero de Tejada, P: «Exposiciones y museos etnográficos en la España del siglo xix», Anales del Museo Nacional de Antropología, Nº II, 1995, pp. 30-31.
[2] Citado en Pastor Alfonso, M. J: «Historia y actualidad de los museos etnográficos en España», Alquibla, Nº 6, 2000, pp. 307-308.
[3] Extremadura es reconocida como un ente distinguible de Castilla desde finales del siglo xv, utilizándose el término de Provincia de Estremadura (sí, con ese). De Medina, P: Libro de grandezas y cosas memorables de España, Alcalá de Henares, 1548. de Coria, F: Descripción e Historia General de la Provincia de Extremadura, Sevilla, 1608. Palacios Martín, B: «Origen de la conciencia regional extremeña: el nombre y el concepto de Extremadura», Revista Alcántara, Nº 13-14, pp. 9-22. Marcos Arévalo, J: La construcción de la Antropología Social extremeña (Cronistas, interrogatorios, viajeros, regionalistas y etnógrafos), Universidad de Extremadura, Cáceres, 1995.
[4] Sánchez Marroyo, F: «Antonio Elviro Berdeguer. De la lucha regionalista al compromiso por el socialismo», Cuadernos Populares 57, Editora Regional de Extremadura, Mérida, 1998.
[5] Valadés Sierra, J. M: «La época de Miguel Ángel Ortí Belmonte como director del Museo de Cáceres (1921-1951)», 75 años del Museo de Cáceres en la Casa de las Veletas, Museo de Cáceres, Cáceres, 2008, pp. 21-40.
[6] González Mena, M. Á: Museo de Cáceres. Sección de Etnografía, Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, 1976, pp. 389-394.
[7] Limpo Píriz, L. A: «Museo Etnográfico Extremeño González Santana de Olivenza», Revista de Museología, 32, pp. 103-108.
[8] Vicente Castro, F: Museo Etnográfico Extremeño González Santana. Olivenza, Editora Regional de Extremadura, Mérida, 1995.
[9] Martín Nájera, A: «La génesis de un museo: de colección particular a Museo Etnográfico Textil Pérez Enciso de Plasencia», Revista de Museología, 32, pp. 83-91.
[10] Recordar que entre los concejos de Valencia de Alcántara y Marvao, el municipio más próximo a tierras españolas, ya firmaron un acuerdo, el 12 de diciembre de 1313, de vecindad para la libertad de acceso a los pastos de ambas poblaciones para que se alimentasen ovejas, vacas y bueyes de arado. El documento, en la actualidad, se conserva en el Archivo Nacional de la Torre do Tombo, en Lisboa, pero desde hace unos años existe una copia en el ayuntamiento de Valencia de Alcántara. As Gavetas da Torre do Tombo (1965). «Concierto entre Valencia y Marvao (Portugal)», Centro de Estudios Históricos Ultramarinos, Lisboa, V, pp. 563-566.
[11] Ya pudimos dar a conocer estas fiestas en un trabajo, explicando sus orígenes así como su evolución con el paso del tiempo. Vázquez Cabrera, Á: «Fiestas populares y tradiciones en Valencia de Alcántara (Cáceres)», Revista de Folklore, Nº 507, 2024, pp. 17-24.