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Revista de Folklore número

515



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Notas sobre unas benditeras de Matilde Espuñes fechadas en 1909 y 1913

RAMOS BERROCOSO, Juan Manuel

Publicado en el año 2025 en la Revista de Folklore número 515 - sumario >



1. Los inicios de la casa de platería Espuñes

Se han publicado (Espunyes 2020, 163-167; Martín 1990, 19-22) muy pocas noticias sobre Ramón Espuñes Jolonch (*1821-†1884) que, en algunas ocasiones, son meras «suposiciones sin un apoyo documental básico» (Martín 1990, 19); de hecho este último autor tiene errores notables en las fechas de nacimiento y defunción de Ramón y Luis porque escribe «Ramón Espuñes (hacia 1820-1884)» y «Luis Espuñes (1884-1931)» (Martín 1990, 27 y 65), siendo los datos exactos: Ramón (*1821-†1884) y su hijo Luis (*1856-†1909). En otro texto Francisco Tejeda (2008, 33) dice que Luis es nieto de Ramón y le atribuye a aquel la marca «M. Espuñes» que es de Matilde, hija de Luis.

Ramón nació el 3 de febrero de 1821 y junto con su hermano Frances, Francisco (*1/8/1824), fueron enviados por sus padres Josep y Rita desde su Peramola natal, en la provincia de Lérida, hasta Madrid, a la Real Fábrica de Platería de Antonio Martínez (Martín 2011a, 44-49; Martín Vaquero 2002, 280-282). Definitivamente asentados en la capital de España, Ramón se casa con Joana Espuñes y Francisco con Victoria Esteban Lozano.

En 1840 crean su propio taller donde realizan objetos domésticos y religiosos, y en 1856 «la Fábrica Platería Espuñes se ha convertido en una de las más importantes de Madrid, por el estilo y la perfección técnica de los productos que elabora» (Espunyes 2020, 165). La empresa, que logró múltiples distinciones por su trabajo, estuvo ubicada en la calle Yedra, al final de la calle Santa Isabel, luego se trasladaron a Atocha, 4; y la tienda pasó de Príncipe, 9 a Carretas, 5. Uno de sus obras más famosas es una espada regalada al general Diego de los Ríos y Rubio (*1817-†1860) por su intervención contra una revuelta carlista (Espunyes 2020, 165 señala la revuelta en el año 1855, pero fue a partir de 1847: Isabel, https://dbe.rah.es/biografias/108152/diego-de-los-rios-y-rubio [consulta 25/7/2024]), una pieza hoy en paradero desconocido (El Estado 2/12/1856, 4; Espunyes 2020, 165; Martín 1990, 29). Ramón muere en Moncada –desconozco si en la provincia de Valencia o en la de Barcelona– el 16 de noviembre de 1884 y su cadáver llegó a Madrid seis días después para su entierro (La Correspondencia de España, 20/11/1884, 2; 21/11, 1). Está claro que en ese momento gozaba de un notable prestigio porque, por ejemplo, en 1878 su apellido aparece como miembro de la «Junta de valoraciones del arancel» del Círculo de la Unión Mercantil de Madrid junto a otros bien notables, si bien con el error de llamarle José en vez de Ramón: «Joyería: D. Celestino Ansorena. Platería: D. Carlos Martínez, D. Leoncio Meneses y D. José Espuñes» (El Constitucional, 1/1/1878, 2; La Gaceta Industrial, 10/1/1878, 14; Aranda 2019, 65-66).

Se han identificado tres marcas de la producción de su fábrica (Martín 1990, 22). Entre 1840 y 1859 se presenta en dos renglones: en el superior «R» y en el inferior el apellido en mayúsculas. Entre 1859 y 1867, periodo en el que se asoció con el platero Ángel Marquina, firma «MARQUINA/ESPUÑES» (Cañestro 2021, 200-201). Y desde 1867 hasta la muerte de Ramón firma «ESPUÑES», con la virgulilla de la «Ñ» un poco elevada sobre las otras letras.

Tras la muerte de su padre, Luis Espuñes y Espuñes (*1856-†1909) se hace cargo de la empresa (Espunyes 2020, 168-170; García Rodríguez 2018, 52; Martín 1990, 67-70). Aunque en 1892 se casa con Adelaida Gosálvez Fuentes, matrimonio del que nacieron dos hijas, Adela y Luisa, él tenía otra hija llamada Matilde de una relación anterior siendo así que, «el reconocimiento de esta hija, a fin de cuentas, consta en el certificado de defunción: “estaba casado con Doña Adelaida Gosálvez Puentes-Álvarez, dejando tres hijas llamadas Matilde, Adela y Luisa”» (Espunyes 2020, 168).

Desde 1884 la fábrica aparece inscrita a nombre de Luis (Anuario-almanaque del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración, 1884, 475, 479; 1887, 130; 1888, 131, 377; 1896, 477; 1898, 400) y publica diversa publicidad sobre su trabajo (El Anuncio, 6/2/1895, 3; La Correspondencia de España, 22/2/1895, 4; 5/11/1902, 3). Como el negocio de la platería estaba muy asentado, sobre 1897 Luis empieza a desarrollar la idea de cambiar la energía del vapor por la energía eléctrica en su taller de la carrera de San Jerónimo no 5; y en 1899 anuncia su negocio como «Espuñes y Espuñes (Luis) fab. de electricidad y platería y joyería. Única casa en España que fabrica toda clase de objetos de platería y con especialidad cubiertos» (Anuario-almanaque del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración, 1899, 149; Anuario Riera. General y exclusivo de España, 1904, nº 2, 612; 1908, nº 2, 47). Como se ve, esa publicidad de 1899 demuestra que, en esa fecha, la empresa Espuñes ya generaba energía eléctrica, aunque otros autores sitúan dicha producción a partir de 1902 (Martín 1990, 80-81). La electricidad sobrante de su «Fábrica de Luz Luis Espuñes» era distribuida la ciudad, aunque las obras necesarias para el tendido de los cables a veces producían molestias y protestas entre los vecinos de la zona (La Publicidad, 22/12/1906, 1); tras la muerte de Luis, la fábrica de electricidad pasará a la «Compañía Unión Eléctrica Madrileña» formada por un consorcio de empresas (El Mundo, 18/3/1911, 3).

Aunque no sé si coincide con nuestro platero, hay un ciclista llamado Luis Espuñes (Nuevo Mundo, 26/12/1895, 11) y esta noticia: «El Sr. Espuñes proyecta construir en terrenos de su propiedad, en la calle Goya, un velódromo» (El Deporte velocípedo, 24/7/1895, 15). La coincidencia de la ubicación en la calle Goya, donde terminarán los talleres de la platería según veremos, puede significar que se trata de la misma persona.

No está claro cuánto tiempo se mantuvo activo Luis Espuñes en la platería, pero se han señalado tres variantes de su marca (Martín 1990, 70). La primera es la última descrita en el caso de su padre, es decir, «ESPUÑES» con la virgulilla un poco elevada. La segunda aparece a partir de 1895 y repite la anterior, pero es marcada, incisa, no en relieve. La variante tercera es como la anterior, pero en mayor tamaño y sin perfil.

Tras su muerte en 29 de diciembre de 1909 (esquela en La Correspondencia de España, 31/12/1909, 8), su esposa Adelaida y sus hijas Adela y Luisa seguirán con la misma empresa y marca «LUIS ESPUÑES», «L. ESPUÑES» e incluso simplemente «L E» tanto de forma incisa como en relieve (Martín 1990, 70). Por mi parte, puedo añadir que en 1912 la viuda hace gestiones para inscribir la marca de su negocio:

Doña Adelaida Gonsálvez y Fuentes, viuda de don Luis Espuñes, residente en Madrid, calle de Castelló número 18. Una marca de fábrica para distinguir los objetos de platería de su fabricación.

Descripción de la marca. Consiste en una faja rectangular, cuyo extremo izquierdo es más ancho, forma un pequeño cuadrado en el que hay dibujada una flor de lis en la parte más estrecha el nombre «Luis Espuñes» (Boletín Oficial de la Propiedad Industrial, 16/8/1912, 1163).

La petición anterior es confirmada al año siguiente mediante una resolución del 16 de enero de 1913 (Boletín Oficial de la Propiedad Industrial, 1/2/1913, 141) que es objeto de un litigio entre Adelaida y Matilde –la hija mayor de Luis, pero no de Adelaida– que llega, en última instancia, al Tribunal Supremo. En la sentencia dictada en 19/1/1914 y publicada en 1915 consta que Adelaida

[…] utiliza el derecho de propiedad que le corresponde, en virtud de disposición testamentaria de su marido, fundador y único propietario de la fábrica conocida por Platería de Espuñes, que ordenó que, a fin de conservar indivisa la explotación de la industria de platería y de fluido eléctrico a que el testador se dedicaba, y para seguir esa explotación se adjudicase todo a su esposa en pago de su haber, con la obligación de satisfacer en metálico a los demás herederos el exceso que resultara, consignándose así en la escritura de aprobación y protocolización de la testamentaría ante el Notario D. Federico de la Torre, el 28 de Agosto de 1911, y habiendo adquirido en pleno dominio la fábrica de platería de Espuñes, ha de entenderse la adquisición con todos sus derechos y obligaciones, incluso el nombre, aparte de ampararla la doctrina de la sentencias de 16 y 24 de Octubre de 1903, pues si bien hay semejanza entre las denominaciones M. Espuñes y Luis Espuñes, son compatibles al referirse a los nombres y apellidos de los fabricantes, y existe completa distinción en los dibujos y demás detalles de las marcas; y tramitado el expediente, la Dirección General de Comercio, por acuerdo de 16 de Enero de 1913, concedió la marca de Luis Espuñes a Doña Adelaida Gosálvez, expidiéndosele el correspondiente certificado título (Jurisprudencia Administrativa 1915, 241).

Está claro, pues, que las disposiciones testamentarias de Luis dictaban que el negocio pasara a su esposa y ésta debía recompensar a las demás herederas, lo cual se realizó notarialmente según los datos referidos. En consecuencia, y tras los considerandos y citas legislativas correspondientes, los Magistrados dictan:

Fallamos que debemos absolver y absolvemos a la Administración General del Estado de la demanda deducida a nombre de Doña Matilde Espuñes Camarasa, por sí y en representación de la razón social M. Espuñes, Sociedad en Comandita, y en su consecuencia confirmamos el acuerdo dictado por la Dirección General de Comercio el 16 de Enero de 1913 (Jurisprudencia Administrativa 1915, 243).

Volviendo a Adelaida y sus hijas, los matrimonios concertados con las familias Bernabéu de Yeste para Adela y Pérez Villamil para Luisa, les mantienen en la alta sociedad madrileña de la época. Quizá de esa relación con Bernabéu proviene el diseño de trofeos deportivos de toda clase registrando diversos modelos de fabricación industrial para concursos deportivos (Boletín Oficial de la Propiedad Industrial, 1/6/1944, 5429).

2. Matilde Espuñes Camarasa y su marca «M. Espuñes»

Matilde Espuñes Camarasa (*1875-†1964), aunque en ocasiones aparece erróneamente apellidada como Espuñes Bagués (Espunyes 2020, 171-172; Martín 1990, 68-69), también era hija de Luis como se ha dicho. Su partida de Bautismo, recogida en el expediente matrimonial fechado en 29 de noviembre de 1898 para el sacramento concertado con Gerardo Velázquez González (*1870-†1936), afirma que, nacida el 30 de noviembre de 1875, fue bautizada con el nombre de Matilde Andrea en la Iglesia Parroquial de San Lorenzo de Madrid el 8 de diciembre siguiente siendo «hija de Luis Espuñes, natural de Madrid, y de Josefa Camarasa, natural de Villena que viven Calle del Salitre número veinte» (Archivo Histórico Diocesano de Madrid, «Expedientes matrimoniales regulares», 00117152, Signatura: 11770, Nº de orden: 15, sin paginar). Por su parte, en la partida bautismal de su marido Gerardo consta «hijo legítimo de Justo Velázquez y de Adelaida González», nacido el 13 de octubre de 1870 en San Román de la Hornija, provincia de Valladolid y diócesis de Zamora, y bautizado en la parroquia de su nacimiento el 16 del mismo mes y año. Esa sutil diferencia en la literalidad del expediente –«hija», «hijo legítimo»– nos induce a considerar que Matilde era hija natural, aunque evidentemente reconocida desde el primer momento porque lleva el apellido del padre y el «teniente cura» –una antigua calificación canónica imprecisa porque simplemente significa sustituto (Real Academia Española 2014, ad. loc.)– que celebra el bautismo y escribe el acta señala el domicilio de los padres con toda intención. He intentado contrastar estos datos con el Registro Civil pero sus empleados públicos, muy amablemente, me han advertido que no cumplo las condiciones legales necesarias para acceder a tal documentación.

Según parece, Matilde

Aprendió el oficio junto a su padre y, a la muerte de este, se establece por su cuenta, creando su propia marca M. Espuñes, identificable a través de la marca en forma de copa de dos asas con tapa y una filacteria cruzada, dentro de contorno hexagonal como emblema de la fábrica. Instaló su fábrica en la calle Gaztambide, habiendo otra en la calle O’Donnell llegando a tener una importante plantilla de orfebres y una elevada producción. Su actividad como M. Espuñes tuvo lugar entre 1909 y 1950. Después de la guerra civil, se asocia con la firma Meneses y forman lo que se conoce como Unión de Orfebres.

El edificio de Gaztambide presentaba una fachada en ladrillo visto, de dos plantas que, al adaptarse a nuevos usos residenciales, se han añadido dos alturas más, perdiendo gran parte de su valor arquitectónico original (García Rodríguez 2018, 53).

Sin embargo, esos datos y otros publicados (González 2021, 209) no coinciden exactamente con los que puedo aportar. Matilde solicitó su nombre comercial en 1910: «2.023. Matilde Espuñes y Camarasa. «Platería M. Espuñes para su establecimiento de platería situado en Madrid. 2 de noviembre de 1910» (Industria e Invenciones, 10/12/1910, 8); y fue concedido al año siguiente (Industria e Invenciones, 4/3/1911, 82; Boletín Oficial de la Propiedad Industrial, 16/7/1911, 903-904) razón por la que aumenta considerablemente su publicidad (Industria e Invenciones, 22/4/1911, 125; El Heraldo de Madrid, 23/6/1911, 5; 15/7, 3; 30/12, 6; 23/2/1912, 5; 5/5/1913, 5; El Liberal, 14/8/1911, 3; El Universo, 14/11/1912, 3; El Imparcial, 20/3/1914, 6). Es decir, hasta 1911 no obtuvo su licencia empresarial «M. Espuñes» y desde entonces la marca comercial tenía que ser prorrogada con cierta asiduidad produciendo un notable número de referencias documentales de peticiones y concesiones (Boletín Oficial de la Propiedad Industrial, 6/5/1913, 618; 17/7/1914, 1100…).

Tras la consecución de la marca para su empresa y, especialmente, después de recibir la sentencia del Tribunal Supremo, Matilde registró y consiguió la inscripción de diferentes modelos y dibujos en 1913 para «cubiertos y cuchillos de plata de ley» (Industria e Invenciones, 3/5/1913, 182; 24/10/1914, 178). Estos datos aparecen igualmente en el Boletín Oficial de la Propiedad Industrial –en adelante BOPI– entre los años 1911 y 1914 año en que el Tribunal Supremo dirimió definitivamente la disputa según se dijo.

Para avalar estas afirmaciones, he encontrado dos noticias sobre la constitución de la Sociedad en Comandita M. Espuñes, siendo así que la segunda –mucho más explícita– identifica el notario de Madrid y la fecha de la firma del documento, a saber, Francisco Moragas, el 22 de febrero de 1911:

M. Espuñes, S. en C. Constituida por D. José Guri y Forns y Doña Matilde Espuñes Camarasa, con domicilio en esta corte, calle de Sevilla, número 2, sin perjuicio de poder trasladarse a cualquier otro punto de la misma, por tiempo de diez años, contados desde su constitución, cuyo objeto es la elaboración y fabricación de objetos y artículos de plata y otros metales preciosos, la venta de dichos productos y otros similares y, en general, cualquier negocio industrial o mercantil que acuerden los socios emprender. El capital social es 200.000 pesetas, que aportan en metálico ambos socios en la proporción de 100.000 pesetas cada uno, quedando obligada Doña Matilde Espuñes a aportar otras 100.000 pesetas cuando lo necesiten las operaciones sociales. Será comanditario D. José Guri y colectiva doña Matilde Espuñes, a cuyo cargo estará la gerencia y administración de la Sociedad y el uso de la firma social; las utilidades que se obtengan se distribuirán por mitad, en cuya proporción se imputarán las pérdidas, si las hubiere (Madrid Científico nº 699, 1911, 196).

M. ESPUÑES (S. en C.) Con esta razón social se ha constituido una Sociedad comanditaria, con domicilio en Madrid, por doña Matilde Espuñes Camarasa y don José Guri Forns, que durante diez años y con un capital de 200.000 pesetas, aportadas por mitad entre ambos socios, quedando obligada la doña Matilde a aportar otras 100.000 cuando los negocios sociales lo requieran, se propone dedicarse a los de fabricación, compra y venta de artículos de plata y similares y cualquiera otro análogo que los socios acuerden emprender. La señora Espuñes tendrá el carácter de socio colectivo, quedando a su cargo la dirección, administración, gerencia y uso de la firma de la Sociedad, siendo el señor Guri socio comanditario, y las utilidades o las pérdidas en su caso se repartirán por mitad entre ambos, según escritura otorgada ante el Notario de esta corte don Francisco Moragas en 22 de Febrero último.

Bueno es consignar, porque la semejanza de apellidos puede ser causa de confusiones, que esta nueva entidad no tiene relación alguna con la antigua casa L. Espuñes, que desde hace muchos años, establecida en la Carrera de San Jerónimo, núm. 5, con fábrica en la calle de Goya, núm. 30, y que ha hecho constar que no tiene sucursales, viene funcionando en Madrid, dedicándose a la fabricación de objetos de plata, en la que ha llegado a adquirir merecido crédito y una envidiable clientela (Revista Ilustrada de la Banca, ferrocarriles, industrias y seguros, 10/6/1911, 300).

Tras la aprobación del nombre comercial, poco después se presenta la marca, como ya se dijo: «Dª Matilde Espuñes Camarasa. Una marca de fábrica para distinguir objetos de oro, plata y joyería concedida en 30 de junio de 1911» (BOPI, 16/7/1911, 903-904). Posteriormente, en 1914, Matilde es confirmada en la gerencia de la «Sociedad Comanditaria M. Espuñes» (Boletín Oficial de la Propiedad Industrial, 1/6/1914, 725).

El notario Francisco Moragas y Tegeras tenía su despacho en la madrileña calle Arenal, 20 (La Correspondencia de España, 24/6/1911, 8). Por su parte, José Gurí Forns (†10/3/1933: El Debate, 19/3/1933, 11) era un empresario que poseía el Hotel y Restaurante Mediodía, calle Atocha, 8 (BOPI, 1/12/1923, 2308; 1/2/1924, 210), pero perdió el derecho de ese nombre comercial un año antes de su muerte (BOPI, 1/3/1932, 709), si bien en 1930 había entrado en el gobierno del Ayuntamiento de Madrid por «la lista de los mayores contribuyentes» (El Imparcial, 26/2/1930). Según el Registro Mercantil de Madrid, «M. Espuñes y cía. Sociedad en Comandita» con Hoja Social nº 3462 e IRUS [indefeasible right of use, derecho de uso irrenunciable] nº 1000255774473, sigue vigente a día de hoy (https://opendata.registradores.org/directorio/-/sociedad/1000255774473/m-espunes-y-cia-sociedad-en-comandita [consulta 22/7/2024]).

La marca que he encontrado registrada en 1911 –hoy diríamos logotipo– es la que aparece en la imagen siguiente (fig. 1), pero la descrita más arriba –«marca en forma de copa de dos asas con tapa y una filacteria cruzada, dentro de contorno hexagonal»: García Rodríguez 2018, 53–, no la he encontrado en el Boletín Oficial de la Propiedad Industrial.

3. Notables publirreportajes antiguos sobre Luis y Matilde Espuñes

La creación de la nueva marca M. Espuñes, evidentemente hizo mella en la firma de su padre, L. Espuñes que siguió publicitándose en 1911 en sus sedes madrileñas habituales: Goya, 30 y Carrera de san Jerónimo, 5, a las que, en algunos anuncios, se añade Castelló, 8 (Anuario-almanaque del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración, 1911, 772; La Tribuna, 11/6/1912, 10; La Época, 12/7/1912, 3). Y, en este sentido, puedo ofrecer unos testimonios tan curiosos como notables de cómo funcionaban las distintas compañías. Aunque están separados por bastantes años, los textos ilustran muy bien la competencia y el enfrentamiento que se había establecido entre ambas firmas con el origen común en la familia Espuñes, concretamente entre las «legítimas» de Luis y Matilde, su «otra hija».

Ponemos en conocimiento de nuestros lectores que la conocida Casa L. Espuñes continúa establecida, con su gran fábrica de objetos de platería, en la calle de Goya, número 30, como asimismo su despacho central, en la Carrera de San Jerónimo, número 5.

Puede afirmarse que la fama y el crédito de que goza dicho comercio subsisten desde que fue fundado por D. Ramón Espuñes, su primitivo dueño, que conquistó con sus esfuerzos y su inteligencia una envidiable reputación y colocó la Casa a la cabeza de los establecimientos de su género.

Más tarde, don Luis Espuñes persona peritísima en el negocio, consiguió atraerse de la mayor parte de la clientela madrileña y aumentar el prestigio del comercio que goza de tan altísima reputación.

La casa Espuñes, hoy su testamentaria, procura, como siempre, mantener la respetabilidad y el crédito logrado no vacilando en llevar a cabo toda clase de esfuerzos para conseguirlo.

Para lograr su propósito, cuenta la Casa Espuñes con la gran fábrica de la calle de Goya, montada a la altura de las mejores del extranjero y merced a la cual puede ofrecer al público en toda ocasión, los últimos y más artísticos modelos de la industria y, en general, todo el artículo de platería que ha dado tan gran renombre a la casa en ventajosísimas condiciones de precio, pues limitándose al beneficio de fabricación, se hace gracia al público de la utilidad que habría de obtener el industrial que se viera obligado a adquirir el artículo a tercera entidad productora.

Sus modernos medios de fabricación, las grandes modificaciones introducidas y otras circunstancias que han influido en el abaratamiento de la mano de obra, permiten ahora más que nunca a la casa L. Espuñes vender en condiciones que no cabe competencia.

La Casa L. Espuñes, que no tiene sucursal alguna en Madrid, tiene el gusto de poner todo ello en conocimiento de sus distinguidos clientes (La Publicidad, 17/3/1911, 2).

Fábrica-platería de Espuñes. Galantemente invitados por D. Luis Espuñes y Espuñes, tuvimos el gusto de visitar el sábado último, la magnífica fábrica de su propiedad, situada en la calle de Goya, número 30. Desde antes de las cuatro empezaron a llegar los invitados y a las 4:30 de la tarde era imposible circular por el espacioso y magnífico taller, en el que trabajan unos cincuenta obreros.

El obispo de Sión[1] bendijo la nueva fábrica y pronunció una plática, en la que hizo constar que la Iglesia se asocia a los adelantos modernos. Más vale así.

El numeroso público, pasó agradablemente la tarde, presenciando los trabajos de aquellos hábiles artistas, que tan gran altura ponen el nombre de España.

El encargado de la tienda que tiene la casa en la carrera de San Jerónimo, Sr. Sanz Gil, nos acompañó a las diferentes dependencias, y nos fue explicando con mucha amabilidad, cuantas preguntas tuvimos ocasión de hacerle.

La fuerza que mueve los diferentes artefactos y alimenta el dinamismo de la luz eléctrica, procede de una máquina de vapor de 30 caballos, hecha en Madrid en la casa de Sanford, y montada por el encargado de esta casa, el inteligente y laborioso obrero D. Severiano Rozas.

Existe una dependencia con sopletes mecánicos y otra con los hornos de fundición en número de cuatro. La aleación tiene 916 milésimas de fino.

Hemos visto verdaderas obras de arte que pueden competir con las mejores del extranjero.

El encargado de los talleres de hace 53 años es D. Eusebio López y el oficial cincelador, cuyos trabajos admiramos ayer, es D. Manuel Belmás.

Después de visitar todo, pasamos a otra habitación donde se sirvió un espléndido lunch, la casa de D. José María Hidalgo, establecida en la calle del Barquillo número 9.

El numeroso y distinguido público, salió muy satisfecho de la fábrica y de la amabilidad de su dueño y dependientes.

Para terminar, deseamos al señor Espuñes toda clase de prosperidades en su nueva casa, y esperamos que el público de Madrid habrá corresponder a las iniciativas de la inteligente industrial que ha sabido montar sus talleres de forma que respondan a las exigencias del gusto más refinado (La Justicia, 16/11/1896, 2).

La casa Espuñes. Su historia. El fundador. La fábrica actual. Los talleres.

Esta importantísima gloria legítima de la industria madrileña fue fundada en 1840 por D. Ramón Espuñes, padre del actual propietario, D. Luis.

Era D. Ramón Espuñes hombre muy activo y emprendedor, un verdadero genio industrial, dotado de un talento muy claro, de un sentido muy práctico y de una laboriosidad infatigable.

[…]

Se estableció primeramente durante el citado año de 1840, en la calle del León, esquina la del Infante. Desde allí se trasladó a la que hoy se llama Doctor Fourquet. Instaló su fábrica, corriendo ya el año de 1871, en la ronda de Atocha, y por último aquella se encuentra actualmente en la calle de Goya número 30, donde ocupa un grandioso edificio de sólida construcción y elegantes proporciones sobre una superficie de unos 80.000 pies.

En la planta baja, se hallan los despachos y los talleres, y el piso principal está destinado a la residencia particular del dueño.

A la entrada, y después de un espacio patio, encuéntranse la cochera, que es muy amplia y de excelentes condiciones, la caballeriza, que es verdaderamente magnífica, el «guadarnés» muy bien provisto y las demás dependencias de índole análoga.

El salón de máquinas, como ya supondrán nuestros lectores, por lo que hemos indicado anteriormente, se halla también en la planta baja.

Todas aquellas, que son muchas, están montadas con arreglo a los últimos adelantos, de modo que pueden competir con las que funcionan en las fábricas más acreditadas del extranjero.

La principal, que es verdaderamente soberbia, y que ha sido construida en Madrid, en los talleres del señor Sanford, desarrolla una fuerza de 30 caballos. La gran caldera es de Naeyer. También merece especial mención una máquina-bomba, que extrae el agua para la condensación en la máquina de vapor.

La chimenea mide 25 m de altura. La damos[2] procede de la casa Siemens Halske, y su potencia es de 23 «kilobas» y cuatro «electros».

[…]

«Conservar, mejorando». Perfección, arte y economía. Éxito de los productos fabricados por la casa.

[…]

Tres ventajas principales ofrecen desde luego al público cuantos objetos vende esta casa: la perfección en las labores, el gusto artístico, que es de admirar siempre en las mismas y la economía en los precios. Y para que se juzgue del éxito, baste decir que solo de cubiertos se fabrican y se venden al año por el Sr. Espuñes de 24.000 a 26.000.

[…]

Distintas clases de objetos fabricados por la casa Espuñes.

Las clases de objetos a que la fábrica se dedica son muchas.

Ya hemos hablado de los cubiertos, que constituyen una verdadera especialidad de la casa Espuñes, en la fabricación, de los cuales no tiene hoy aquella competencia posible. Pero aún debemos hablar de muchos otros.

Produce también la casa, gran número de variados objetos para el servicio de una mesa elegante; ya la rica bandeja primorosamente labrada; ya piezas de vajilla, en las que no se sabe que admirar más si su lujo intrínseco o la exquisita perfección con que el artífice supo llevar a término su difícil obra; candelabros espléndidos en los que la belleza del dibujo corre pareja igualmente con la perfección del trabajo material; juegos de té y café, que reúnen méritos análogos a los que acabamos de exponer y que son siempre muy completos y de un gusto irreprochable; salseras, «convoyes», etc, etc.

No merecen menor alabanza cuántos objetos para el culto fabrica la casa Espuñes: custodias magníficas, soberbios cálices, incensarios, juegos de campanilla y vinajeras…; ni son para olvidados tampoco los juegos de lavabos, con amplias palanganas y jarros elegantísimos; las palmatorias, a cuál más linda, con ricos «apagadores»; las «escribanías», los candeleros; las arcas para dinero y para joyas.

Por último, también posee la casa Espuñes en objetos de joyería un surtido muy notable e igualmente se encarga de la construcción de cualquier obra, que se le ordene que corresponda a su especialidad y con arreglo a los dibujos que deseen e indiquen las personas interesadas en ello.

Obras excepcionales. Las adquiridas S. M. la reina Doña Isabel. Triunfos en las Exposiciones. La casa Espuñes y la Sociedad Económica Matritense.

[…]

Sirva de ejemplo, el sistema que se sigue en la fabricación de los cubiertos. La materia en bruto va a la fundición, y cuando está líquida pasa a los moldes o «rieles»[3]. Una vez separadas de estos, son sujetadas las barras a los cilindros laminadores y a la maquinaria de cortar, la cual, con rapidez pasmosa, las divide en varias fracciones que pasan después a otro laminador pequeño, donde se trabajan las piezas hasta que se las da las dimensiones apetecidas. Sométense luego las piezas mismas al «volante»[4], que es una máquina «de primer orden», la mejor que existe entre todas las de su clase, de tamaño colosal y de doble potencia. Los cubiertos quedan estampados en los «broqueles», y en ellos adquieren su forma definitiva.

Como el lector comprenderá fácilmente, quedan siempre los objetos, después de esta operación, con una «rebaba» pequeña, que antes era limada a mano, es que ahora desaparece con una sierra llamada «presa circular». El resultado que con esta sierra se consigue, aún con ser, como es, excelente, no obsta, sin embargo, para que los objetos, después de quedar limpios, sufran un nuevo repaso a mano, a fin de que se obtenga en todos aquellos la mayor perfección posible.

Por último, van los cubiertos al torno de «rulir» o «apomazar», donde reciben la última mano y desde el cual pasan al taller de los bruñidores.

Los procedimientos que se emplean para las vajillas y los demás objetos anteriormente numerados son casi los mismos que acabamos de indicar, con diferencias de poca monta.

Primeramente, en vez de pasar a los «rieles», pasan estos otros objetos a unas «chapas», y después realízanse con ellos operaciones, muy semejantes a las ya descritas, en los tornos de «entallar», donde se les da forma, y en las múltiples máquinas de «guillosear», todas ellas magníficas.

Si el objeto ha de ser mate, es sometido a la máquina del «grané» primeramente, y después al turno de «grutar», que es de ruedas metálicas circulares.

Los obreros. Conclusión.

Cuenta hoy día la casa Espuñes con 70 u 80 operarios, todos honrados y laboriosos a carta cabal. Muchos de ellos trabajan en la fábrica desde hace 30 o 40 años y el encargado lleva en su puesto 53 (La Época, 24/11/1896, 2).

Cabe reseñar sobre la descripción de este último texto que la publicación de Fernando A. Martín para la exposición que hizo en 1990 sobre la casa Espuñes contiene varias fotografías, algunas antiguas, donde aparecen las herramientas y las máquinas que se están describiendo (1990, 162-174) e igualmente, aunque son del siglo xviii, hay dibujos de herramientas de platero en la obra de Elvira Villena (2004, 34-36).

Por su parte, sobre Matilde Espuñes se escribe:

La S. en C. M. Espuñes venía preparando hace unos meses la apertura de su establecimiento, y ayer se inauguró en soberbio y elegantísimo local de la calle de Sevilla, 2.

Nuestro deseo de informar al público, fue facilitado amablemente por el distinguido, fundador y gerente de la sociedad D. Gerardo Velázquez, persona muy conocida por haber estado 20 años consecutivos al frente de la Platería de su padre político D. Luis Espuñes; con él recorrimos las diferentes secciones del nuevo establecimiento, decorado con artístico buen gusto y en condiciones que serán elogiadas por el más distinguido público madrileño.

Allí vimos y admiramos preciosa y completa, colección de toda clase de objetos de plata, en cubiertos, vajillas, jarrones y orfebrería artística en diversos modelos y estilos.

Numeroso y selecto público se detenían anoche en los espléndidos escaparates elogiando lo mucho y bueno que ofrece la casa M. Espuñes, por la que seguramente desfilará estos días todo el Madrid elegante (El Universo, 14/3/1911, 3).

Como se ve, aparece un dato nuevo que nos era totalmente desconocido: se dice que Gerardo Velázquez, el esposo de Matilde, había dirigido durante 20 años la fábrica de su suegro.

Volviendo al relato de la historia de Matilde Espuñes, a partir de la constitución de su propio negocio y según se ha documentado más arriba, desarrolló una notable actividad comercial que, sin embargo, no aparece recogida en el BOPI. De hecho, yo no he encontrado actividad desde 1914 hasta 1929 con unas noticias un tanto preocupantes porque a M. Espuñes se le comunica que han caducado varios dibujos y modelos de cubiertos, centros de mesa, rótulos, lámparas de mesa, cajas para tabaco, lavafrutas, membretes… por falta de pago por sus derechos de propiedad (BOPI, 18/5/1929, 1103; 1/9/1929, 1977; 1/10/1930, 2484; 1/11/1930, 2775, 2379-2383, 2384; 2389-2392). Sin embargo, en 1925 se construye una nueva fábrica lo que convierte a «Espuñes y Cía» en uno de los promotores «más importantes de la producción madrileña de la primera mitad del siglo xx» (Espunyes 2020, 169). De hecho, en un estudio sobre la industria madrileña durante el primer tercio del siglo xx se «destaca el papel desempeñado por las platerías Meneses, con una plantilla total de 335 trabajadores, Espuñes y Cía, con 285, y Dionisio García, creada en 1929, pero con una plantilla de 176 trabajadores» (García Ruiz 2007, 195).

Años después comienza a inscribir nuevos modelos de manera continua (BOPI, 16/8/1931, 2389, 2392-2395, 2396-2402; 16/11/1931, 2389-2392, 2392-2395, 2396-2402, 2403-2404, 3150; 1/12/1931, 3332) y, antes y después de la muerte de su socio José Gurí, Matilde empieza a transferir a la nueva sociedad diversas marcas y modelos industriales que eran de su propiedad particular (BOPI, 16/12/1932, 271; 16/4/1934, 1116, 1178; 16/5/1934, 1509).

Recientemente se ha publicado que la casa de Matilde Espuñes fue llamada junto a otras para confeccionar una caja o estuche de forma circular para contener el texto impreso de la Constitución Española promulgada en 1931. Según la documentación del Archivo del Congreso de los Diputados, las platerías convocadas fueron: Fábrica de platería Luis Espuñes, Viuda de Miguel Muro, Matilde Espuñes, Platería Avelino Muñoz y Casa Verdú, aunque, en definitiva, el proyecto fue adjudicado a Juan José García García por orden de Ricardo de Orueta Duarte (García Sepúlveda, https://dbe.rah.es/biografias/7543/ricardo-de-orueta-duarte [consulta 5/8/2024]), en su calidad de Director General de Bellas Artes (Herradón 2020-2021, 229-230). Llama la atención que no fueran convocadas firmas tan importantes como Pedro Durán y la explicación de esta ausencia sólo parece deberse a criterios políticos; tampoco queda constancia documental de los requisitos artísticos que debían cumplir los convocados (Herradón 2020-2021, 230).

Según explica María Antonia Herradón la propuesta presentada por M. Espuñes y firmada por su director general J. Antonio Basagoiti Ruiz «es bastante más completa y detallada que las anteriores, poniendo de manifiesto que la firma preparó su proyecto con especial esmero, cuidando al extremo todos sus detalles» (Herradón 2020-2021, 234). De hecho, «incluía, entre otros elementos, no solo varios modelos dibujados, sino también dos modelos físicos de estuche o caja trabajados a cincel en plata maciza de dos espesores distintos» que, desgraciadamente, no se conservan (Herradón 2020-2021, 235). Una verdadera lástima porque la descripción de la iconografía, por ejemplo, nos habla de unas piezas extraordinarias:

[…] se trata en su conjunto de un ambicioso y variado repertorio decorativo que proponía como alternativas el citado escudo de la República Española; la personificación de la República con el edificio del Congreso a su izquierda; «la Agricultura, el Trabajo, la Ciencia y el Ejercito que se acogen a la República que en su constitución les ofrece la rama de olivo de la Paz y la corona de laurel de la Gloria»; «y la composición que [...] representa a la República Española con los atributos de fortaleza y gloria y el Parlamento al fondo» (Herradón 2020-2021, 236).

Previendo la fabricación de unas 450-500 cajas, Matilde se comprometía a su realización en un periodo de dos meses y según el siguiente presupuesto:

A. Una caja en plata maciza de ley de 916 milésimas, en espesor corriente (según muestra), a Pts. 23,30 (Son veintitrés pesetas con treinta céntimos) total.

B. Una caja en plata maciza de ley de 916 milésimas, con doble espesor del corriente (según muestra) a Pts. 34,75 (Son treinta y cuatro pesetas con setenta y cinco céntimos) total.

C. Un ejemplar de la Constitución vigente en discos de papel de 74 m/m de diámetro, pegados en forma continua y trapeados según el modelo conocido en el Congreso de una Constitución anterior: En litografía a Pts. 5,15 el ejemplar. En imprenta a Pts. 2,00 el ejemplar (Herradón 2020-2021, 236).

Sin embargo, como se dijo, el proyecto fue adjudicado a Juan José García García (Herradón 2014; 2020-2021, 239-243) y se conservan ejemplares de ese trabajo en la Academia de Bellas Artes de San Fernando (Herradón 2020-2021, 243-246) y en otras instituciones o colecciones particulares que se detallan minuciosamente señalando la calidad de su materia, es decir, plata, latón, cartón… (Herradón 2020-2021, 246-251).

No he encontrado en ninguno de los textos publicados que Matilde o mejor dicho que «M. Espuñes y Cía. S. A.» –desconozco cuando pasó de «Sociedad en Comandita» a «Sociedad Anónima», aunque parece razonable decir que fue después de la muerte de su socio–, solicita en 1935 y sucesivamente le son concedidas dos marcas (fig. 2 y 3 respectivamente) para «distinguir joyería, quincallería, platería y orfebrería» (BOPI, 16/8/1935, 6754-6755; 16/1/1936, 348; 1/5/1936, 1613, 1614) y otra para «cuchillería, servicios de mesa, embotellado y utensilios de aseo personal» (BOPI, 1/9/1935, 7071; 1/2/1936, 519; 1/5/1936, 1616).

Acercándonos a las fechas de nuestra desgraciada guerra civil, hay un hecho verdaderamente importante y trágicamente significativo tanto en la vida de Matilde como en el desarrollo de su actividad comercial. Su esposo Gerardo muere en Madrid el 6 de noviembre de 1936 en circunstancias no documentadas (Espunyes 2020, 171), es decir, no sabemos si fue de muerte de natural o si su fallecimiento estuvo de alguna manera relacionado con la incipiente contienda bélica. Aunque sea muy poco, además de su convocatoria para la fabricación del estuche de la Constitución de 1931, he encontrado que en 1923 Gerardo participada en un viaje a San Sebastián como miembro de una comisión que representaba al gremio del Comercio de Madrid para protestar por la subida de impuestos (La Correspondencia de España, 2/4/1923, 5) y en 1931 aparece como vocal en una Junta Municipal de distrito del Partido Republicano Democrático Federal (El Liberal, 12/6/1931, 7). Además, durante las revueltas de 1934 fue asesinado Juan Gris, jefe de los talleres de L. Espuñes por no seguir una huelga de la metalurgia (El Heraldo de Madrid, 22/5/1934, 1; La Nación, 22/5/1934, 8). Y, por último, en abril de 1935 viaja junto a su esposa de Barcelona a Palma de Mallorca y viceversa (El Correo de Mallorca: periódico católico, 12/4/1935, 8; 22/4/1935, 2). Gerardo quizá tuvo alguna relevancia política en el gremio de plateros enemistándose gravemente con alguien; o, simplemente, su muerte fue natural y no violenta.

Sea como fuere, desde el año siguiente Matilde honra la memoria de su esposo con esquelas mortuorias publicadas en la prensa de Madrid y de Sevilla hasta cumplir el 10º aniversario de su óbito (ABC Sevilla, 2/11/1937, 23; 5/11/1939, 31; 5/11/1942, 15; ABC Madrid, 5/11/1942, 17; 5/11/1944, 33; 5/11/1945, 45; 5/11/1946, 39; Informaciones, 4/11/1939, 2; 5/11/1940, 4; 5/11/1941, 4; 5/11/1942, 4; 5/11/1943, 4).

Desde 1936 hay muy poca actividad mercantil en la empresa –al menos que yo haya encontrado– excepto un permiso concedido en 1941 por el Ayuntamiento madrileño a «M. Espuñes (S. en C.)» «para construir una nave para talleres y un muro de cerramiento, así como una planta de sótanos destinada exclusivamente a almacén en las Calles O’Donnell 49 y Duque de Sexto» (BOPI, 21/6/1941, 306). Hemos de esperar hasta las décadas de 1950 y 1960 para volver a ver la concesión de nuevas marcas y modelos o la renovación de anteriores (BOPI, 16/4/1950, 1970; 16/7/1951, 3363; 1/9/1954, 6001, 6010; 1/12/1954, 7660; 16/12/1954, 8248; 16/2/1955, 1250, 1260; 1/4/1955, 2291; 1/1/1956, 139, 147; 1/4/1957, 2257; 1/2/1958, 991-992; 1/7/1958, 4827; 1/11/1958, 7656; 16/1/1961, 964; 1/6/1961, 5333; 1/1/1962, 442; 16/6/1962, 6750). Pero entonces muere Matilde el 24 de marzo de 1964, siendo así que la esquela está firmada por un único sobrino de su marido, Elpidio Seco Velázquez (Espunyes 2020, 171-172), lo que nos asegura que Matilde y Gerardo no tuvieron descendencia. Matilde había apadrinado a Elpidio en su boda (ABC Madrid, 22/2/1931, 37).

Poco antes de la muerte de Matilde, «M. Espuñes y Cía.» presentó diversa documentación que fue desestimada (BOPI, 16/1/1964, 1334; 1/8/1964, 9831), una negación que ponía en peligro la continuidad de la compañía. De hecho, a lo largo de 1965 se lucha tanto por la concesión de nuevos modelos como por el mantenimiento de la marca que, en principio, habían sido denegadas (BOPI, 16/3/1965, 2651-2652, 1/4/1965, 1982; 1/5/1965, 3177; 16/7/1965, 6201).

En ese contexto es donde aparece la posibilidad de su asociación con la familia Meneses en una nueva compañía llamada «Unión de Orfebres S. A.». Leoncio Meneses Alonso (*1816-†1883) (Sánchez, https://dbe.rah.es/biografias/71483/leoncio-meneses-alonso [consulta 8/8/2024]) había iniciado su actividad en aleaciones o sucedáneos de plata más baratos que las del metal precioso en torno a 1864 y su sagacidad empresarial llenó toda España de su trabajo en utensilios domésticos y ornamentación litúrgica (Pérez y López 2022, 307-308). Su hijo Emilio Meneses Miguel (†1906) había estudiado en la Escuela de Artes y Oficios de París y tras ser nombrado plateador y dorador del Palacio Real en 1868, propicia la apertura de una nueva fábrica en 1871, «Leoncio Meneses e Hijo», con toda clase de innovaciones industriales (Pérez y López 2022, 313). Más tarde solicita el nombre comercial «Plata Meneses S. A.» el 6/8/1902 que fue concedido el 6/12/1902 constando domicilios en Madrid, Barcelona y Sevilla (BOPI, 1/9/1902, 772; 1/1/1903, 64). Con el paso de los años y el aumento de sucursales en Bilbao y Valencia, cambia de nombre: «Viuda e hijos de E. Meneses», «Viuda e hijos de E. Meneses Sociedad en Comandita», «Plata Meneses. Viuda e hijos de Emilio Meneses S. L.» (BOPI, 1/5/1909, 464; 1/8/1924, 1274; 1 y 16/8/1942, 2231; 1/7/1944, 6154). Por fin, aunque su negocio propio seguía vigente, promueve la citada «Unión de Orfebres S. A» el 23/7/1966 siendo concedida el 14/12/1967 (BOPI, 16/8/1966, 5576; 1/4/1968, 2673). Documentalmente, pues, no se confirman los datos publicados de que «Unión de Orfebres S. A.» fue constituida en 1965 también con la marca francesa Christofle (Espunyes 2020, 172).

Es cierto que esa compañía gala aparece documentada en España desde finales del siglo xix como «Christofle y Cía. de París» (BOPI, 16/12/1886, 16), pasando a «Orfévrerie Christofle S. A.» en 1938 (BOPI, 16/1/1936, 363; 1 y 16/2/1938, 181; 16/10/1951, 4802; 16/11/1951, 5362; 1/7/1955, 4257; 1/4/1960, 2992), simplemente «Christofle» en 1970 (BOPI, 1/3/1970, 1308; 1/12/1971, 7859) y, por fin, «Christofle España S. A.» en 1973 (BOPI, 1/2/1973, 89) con su última confirmación de la marca en 1995 (BOPI, 1/5/1995, 11041). Incluso tiene un litigio contra su competidora «Rue Royal» que gana tras varios años (BOPI, 16/2/1980, 2171; 16/7/1982, 6706). Evidentemente a lo largo de todo este tiempo –prácticamente un siglo– las marcas, modelos, dibujos… de su producción, al menos que yo haya localizado, son numerosas (BOPI, 16/5/1909, 519; 16/8/1909, 897; 16/12/1909, 1290; 1/2/1916, 182; 1/1/1929, 20; 1/10/1933, 2612; 16/9/1991, 14111; 1/1/1993, 11091; 16/9/1993, 21362; 16/6/1994, 16013).

Pero volvamos a M. Espuñes. Tras la muerte de Matilde y la unión de la empresa con Meneses, se caducan varias de sus marcas industriales (BOPI, 16/11/1967, 10357; 16/2/1972, 1004…) y son transferidas a «Unión de Orfebres S. A.» en un proceso largo (BOPI, 1/7/1969, 4576; 1/4/1972, 2175, 2184, 2228; 1/3/1972, 1407, 1427, 1466…) en el que aparece como intermediario Eleuterio González Vacas, Agente Oficial de la Propiedad Industrial activo desde 1961 (BOPI, 16/6/1961, 5532; 16/7/1961, 7091; 18/11/1961, 10655; 1/12/1961, 10829…).

Un asunto muy particular sobre las marcas que nos aparecerá posteriormente en nuestras benditeras es que en 1955 «Plata Meneses» pide la marca «M. E.» para «cuchillos, tenedores, cucharas y demás utensilios de mesa» (BOPI, 1/11/1955, 7064), pero no debió recibir la concesión. Al año siguiente, la marca «M. E.» es solicitada por «M. Espuñes y Cía.» y se le concede en 1957 (BOPI, 16/6/1956, 3958; 16/3/1957, 1977) siendo prorrogada en 1960 (BOPI, 1/12/1959, 8730; 1/7/1960, 6328) y definitivamente caduca en 1965 (BOPI, 1/9/1965, 5643).

4. Nuestras benditeras de Matilde Espuñes Camarasa

En la tienda online de un anticuario encontré un objeto de plata de carácter litúrgico que estaba descrito como «benditera». A pesar de su aparente simplicidad, es una pieza singular y plantea no pocas interrogantes que vamos a intentar responder a continuación. Es muy similar a una petaca, es decir, a una botella metálica de bolsillo ancha y plana de pequeñas dimensiones, y, al desenroscar el tapón, aparece una varilla soldada a él que en su extremo tiene una bola agujereada; esto es, se trata de un pequeño hisopo para asperjar el agua bendita en ella contenida. Además, en la base de su estructura tiene la fecha de su confección, la calidad de la plata y la firma de su autora. Con posterioridad, encontré una segunda pieza muy similar a la anterior fechada años después, con el símbolo de la calidad de la plata y con la marca de la fábrica.

El peor estado de conservación de la segunda pieza me ha permitido descubrir cómo se fabricaba. Su confección comenzaba por una lámina de plata de forma rectangular en la que se calcaba un determinado motivo de decoración. La similitud de las imágenes que tienen ambas nos demuestra que provienen de una misma plantilla, aunque muy probablemente hayan sido ejecutadas por personas diferentes. La elaboración era compleja y exigente; requería verdaderas dotes artísticas para ir cincelando y grabando las líneas y motivos ornamentales con unas herramientas muy delicadas, que, en no pocas ocasiones, el propio platero debía fabricarse (Ramos 2023, 94; Villena 2004, 34-36).

Con la lámina ya decorada, el oficial la iba dando su forma definitiva en el tas hasta cerrarla en su forma ovalada. Los extremos de la lámina inicial ahora arqueados sobre sí mismos habían de ser soldados, evidentemente con plata, para que la forma se mantuviera. Terminada la operación, esto es, con la soldadura en uno de los laterales del recipiente, el platero tenía la pieza sin tapa ni fondo y, probablemente, la primera parte que se soldaría a la estructura era el fondo del recipiente donde iban los punzones y marcas que identifican la pieza que, en general, en este momento –entre finales del siglo xix y principios del xx–, informaban sobre el fabricante, el año de la elaboración y la calidad del metal.

En este sentido y según ha publicado Emilia González es notable señalar la enmarañada legislación vigente en esos momentos sobre la calidad de la plata. González advierte:

El marcado de la plata en España fue una cuestión compleja durante todo el siglo xix y hasta 1934/35, años en los que se promulgó y entró en vigor una legislación ya plenamente moderna sobre metales preciosos, en la que se basa en gran medida la vigente de 1985 (González 2021, 204).

Ella misma demuestra esas dificultades en un cuadro sinóptico que señala unas 25 disposiciones legislativas desde 1813 hasta 1910 reconociendo que en varios casos no ha encontrado el texto legal impreso que es citado por otras fuentes (González 2021, 206). A principios del siglo xx varias iniciativas legales pretenden zanjar el asunto de manera definitiva exigiendo la impresión de la calidad del metal «por un ensayador de metales» (González 2021, 208), es decir, un profesional que certificaba el fiel contraste del oro, la plata o el platino. A partir de 1907 y 1910 –las leyes de ambas fechas tienen contenidos iguales– en cada pieza se exige la marca del autor, el fiel contraste, la ley estampada por un ensayador y la del establecimiento donde se realizó la venta (González 2021, 208). Pero era muy complicado aplicar esta normativa porque estaba llena de imprecisiones; por eso se proyecta una renovación en 1912 que, sin embargo, no se produce hasta 1925 mediante la creación de un grupo relator del nuevo reglamento (González 2021, 209). Sin entrar en más detalles, quede constancia que, en esta época, solo hay tres marcas comerciales de fábricas de platería de las que se conoce su trasposición a marcas estampadas en piezas de plata: Emilio Meneses en 1902, «Platería M. Espuñes» (Matilde Espuñes) en 1911 y «Luis Espuñes» en 1912 (González 2021, 209 nota 25), siendo así que estas noticias publicadas por Emilia González coinciden con las recogidas antes en este trabajo: «Exp. 8.912, 8 de agosto de 1902, solicitada por Emilio Meneses Miguel»; «Exp. 18.966, 9 de marzo de 1911, solicitada por Matilde Espuñes Camarasa»; «Exp. 21.387, 2 de agosto de 1912, solicitada por Adelaida Gosálvez Fuentes, viuda de Luis Espuñes» (BOPI, 1/9/1902, 772; 16/7/1911, 903-904; y 16/8/1912, 1163).

Siguiendo con la fabricación de la benditera, ahora toca soldar la tapa superior. Ésta tiene un agujero redondo en el centro donde, una vez soldada al recipiente, se le añade una pequeña fracción de tubo roscado donde se colocará el tapón que también necesita una factura muy delicada. El tapón es un pequeño vaso que encaja en la rosca recién soldada mediante unas muescas laterales que ayudan a abrir y cerrar el recipientes; el extremo superior es una cruz que ha sido elaborada en molde de fundición. Además el pequeño tapón tiene un agujero en la parte superior, donde se suelda una varilla de tal manera que la cruz, el tapón y la varilla forman una pieza única que en el extremo inferior tiene una bola de plata agujereada, esto es, un pequeño hisopo para asperjar el agua bendita. Evidentemente, la bolita es de un calibre inferior para que pueda entrar y salir sin dificultad por la rosca soldada de la tapa superior. Y para que el depósito sea hermético, la parte interna del tapón tiene una lámina de corcho recortada de tal manera que permite cerrar la benditera.

Terminada esta descripción general que ha pretendido explicar la fabricación de nuestras benditeras, ahora vamos a pararnos en los detalles de cada una de las piezas. Como puede observarse en la fig. 4 las benditeras tienen un diseño muy similar. El motivo principal del anverso es una cruz de forma latina y trilobulada. De su centro nacen rayos de luz y se encuentra enmarcada por adornos simétricos en forma de «C» y circulares, aunque quizá la parte de abajo puede ser un canasto de panes, aludiendo, quizá al milagro de la multiplicación de los panes y de los peces (Mt 14,13-21; Mc 6,35-44; 8,1-10; Lc 9,10-17; Jn 6,1-13) que tiene un gran calado eucarístico. Incluso en la parte superior del adorno que enmarca la cruz hay una forma triangular abocinada, que soporta los que pudieran ser tres panes. Sobre este asunto volveremos más adelante porque el uso del litúrgico de estas piezas está asociado a la entonces llamada «extremaunción» y a la recepción de la Sagrada Comunión como Viático.

En el exterior de este núcleo descrito hay «cuatro esquinas» formadas por adornos de formas geométricas y vegetales. Y en el resto se ha labrado una textura que pretende dar relieve a la forma a base de pequeños círculos incisos que se repetirán en el reverso de la misma manera y con la misma intención. Ciertamente, comparando una y otra, se nota la mayor calidad de la más antigua como puede confirmar el lector con una mirada atenta a las fotos aquí reproducidas.

La fig. 5 presenta el reverso de las benditeras y, como puede observarse, tiene el mismo diseño de la parte anterior, donde está inscrita la cruz. En el caso de la benditera de 1909 hay dos letras «M M» que probablemente identifican a su dueño; la de 1913 no tiene esas iniciales. Igualmente llama la atención que la rosca de la benditera más antigua es un poco más alta que la otra y posee una soldadura más limpia a la tapa superior.

Quizá lo más interesante de las piezas son las marcas punzonadas que contienen. En la fig. 6 vemos el fondo de la de 1909. Pesa 38 gramos y, en mi opinión, tiene la firma de su autora: «M. E.», Matilde Espuñes Camarasa; las iniciales del ensayador que certifica el fiel del contraste: «M H»; la calidad del metal: «plata 916» –cifra que continuamente nos ha aparecido en la publicidad–; y el año de su fabricación: «9», 1909. Es cierto que esta y otras fotografías no permiten distinguir todos los detalles que se transcriben aquí, pero después de estar observando con lupa las piezas puedo atestiguar que eso es lo que «dicen» las marcas incisas en este y en otros casos.

La otra benditera (fig. 7) pesa 29 gramos y en vez de las iniciales de Matilde Espuñes, está su marca incisa tal y como fue descrita más arriba, esto es, una copa de dos asas con tapa y una filacteria cruzada, dentro de contorno hexagonal, y con las iniciales M. y E. a uno y otro lado (García Rodríguez 2018, 53). La estrella de cinco puntas también incisa en un perímetro ovalado obedece a la calidad de la plata, es decir, 915 milésimas (González 2021, 215) y el número «13» al año de su fabricación 1913. La varilla del hisopo también tiene inciso el número «13» (fig. 8). La bola agujereada está rota por la parte que sería el ecuador de la esfera y tiene signos evidentes de que ha sido reparada con poco éxito. También en los bordes de la tapa y el fondo hay restos de soldaduras antiguas e incluso tiene una pequeña línea incisa por la falta de plata en el lateral soldado que originalmente cerraba el recipiente.

En cuanto a las dimensiones, las dos piezas son prácticamente iguales, si bien el deterioro de la conservación de la más moderna, hace rebajar unos milímetros en algunas de sus dimensiones. Esto es lo que he podido medir con toda la exactitud que me ha sido posible (fig. 9 y 10). Por ejemplo, la anchura menor de la base de la benditera de 1913 es de 24 milímetros, uno menos que la de 1909. Y la rosca pasa de una altura de 8 mm a 6, que influye que el tapón disminuya de 10 mm a 8 mm. Evidentemente esas breves variaciones son insignificantes para explicar la diferencia de peso porque eso depende del grosor de la lámina de plata con la que fue fabricada originalmente.

5. Conclusión

Quizá es menos conocido, pero el apellido Espuñes se codea con lo más granado de la platería española de finales del siglo xix y principios del siglo xx. Baste como ejemplo anecdótico que en 1915 Leoncio Meneses en representación de la marca «Viuda e Hijos de E. Meneses» demanda a M. Espuñes, Pedro Durán, L. Anduiza y Adelaida Gosálvez, viuda de Espuñes porque están usando unos modelos y dibujos de una salsera que considera de su propiedad; pero la resolución de la denuncia argumenta que se trata de un modelo tan común y tan frecuentemente utilizado que no puede ser considerado propiedad exclusiva de ninguno de los plateros (BOPI, 16/7/1915, 739-741).

En un estudio sobre el sacerdote de origen asturiano Félix Granda (*1868-†1954), Emilia González vuelve a vincular a Matilde con los más importantes plateros madrileños de la primera mitad del siglo xx, como ya hiciera Amelia Aranda con Celestino de Amezcua según se citó anteriormente:

Talleres de Arte [de Félix Granda] tenía en común con los pequeños talleres u obradores, aún abundantes en la época, el método de trabajo manual, apegado a la tradición de los oficios, pero se diferenciaba de ellos en su forma jurídica y magnitud. Su número de trabajadores antes de 1937 osciló entre los cincuenta y los ciento veinte, si bien en la década de 1940 superó los doscientos. Esto la hacía más afín a otras empresas de la época, en particular, a las grandes platerías madrileñas como Matilde Espuñes y Cía., Pedro Durán, Luis Espuñes o Dionisio García, las cuales, sin embargo, se caracterizaban por una fabricación en la que intervenían mayoritariamente métodos industriales como la estampación (González 2022, 291).

Tiene razón Emilia González: Matilde Espuñes y otras casas de platería se caracterizaban por la fabricación industrial, pero las piezas que hemos estudiado están elaboradas a mano. De manera convencional han sido calificadas como «benditeras» y con ese nombre aparecen en una factura de «M. Espuñes y Cía.» fechada en 24 de abril de 1958 (fig. 11) y extendida a la casa «Félix Pozo, O’Donnell, 4, Sevilla». Como puede observarse en la imagen están señalados dos modelos de plata: «Modelo 2012. Benditera brillo. 38 gramos. 137,50 pesetas»; y «Modelo 3687. Benditera brillo. 30 gramos. 121 pesetas». El gramaje de las piezas es ciertamente llamativo porque coincide con las nuestras, aunque falte un gramo a la de 1913 –quizá a causa de las reparaciones que ha sufrido–, y puede inducirnos a pensar que seguían en el catálogo de la empresa, aunque, evidentemente, las que he estudiado son unas obras realizadas medio siglo antes.

No se puede olvidar que con ese mismo nombre de «benditera» o «pila benditera» se conoce un objeto devocional de cerámica o metal que aplicado a la pared consistía en un fondo labrado y decorado y un recipiente en forma de concha para contener el agua bendita (Tejeda 2008, 31-32). El que se reproduce en el texto (fig. 12) también es de plata y de pequeñas dimensiones, 7 cm de alto y 4 en su parte más ancha. Está punzonada con una marca incisa «B D» inscrita en un hexágono y ha sido fabricada en molde de fundición, si bien la concha ha sido soldada posteriormente. Los adornos florales que enmarcan la escena del Calvario, que es su motivo iconográfico principal, tiene cuatro agujeros para que pudiera ser clavada en la pared o en una superficie vertical para cumplir su cometido como depósito de agua bendita. Es cierto que se trata de una obra menor, troquelada, hecha a máquina, pero si ha sido marcada por el autor o la fábrica, es que la consideran con una calidad suficiente como para merecer ese cuño identificativo.

Parece de primeros años del siglo xx y no he logrado identificar la identidad de su autor. Tan solo puedo aportar que en 1916 hay una marca comercial propiedad de Joaquín López Bonet de dedales y anillas que consiste en una abeja con una «B» y una «D» a uno y otro lado (BOPI, 16/3/1916, 366; 16/8/1916, 1141). He encontrado que este industrial catalán se dedicaba a la comercialización de tijeras de peluquería y objetos de perfumería (BOPI, 1/5/1905, 582; 16/9/1905, 1275; 1/6/1906, 781) y agujas domésticas, profesionales e industriales (BOPI, 1/12/1917, 1502; 16/1/1918, 67). Quizá, en algún momento, se hizo con los derechos de la marca de platería «BD».

Además, entre los discípulos de la Real Fábrica de Platería durante la regencia de la familia Cabrero Martínez, es decir, los dos primeros tercios del siglo xix, se detalla el nombre de algunos de los que se formaron allí como «Francisco Moratilla, Dorado, Juan Sellan o el propio Ramírez de Arellano, que se ocupó de dirigir la producción artística de la Fabrica en el periodo siguiente a Cabrero» (Martín 2011b, 137). No he logrado el nombre de ese apellido Dorado, que es el único que coincide con la «D». Sin embargo, si hay firmas documentadas de Moratilla en un copón fechado en 1854 (Cruz 2005, 330), Sellan en un cáliz de 1868 y una custodia de 1869 (Cruz 2005, 264, 338) o Ramírez de Arellano en un incensario de 1851 y un cáliz de 1854 (Cruz 2005, 294, 296).

Volviendo a nuestras benditeras, desde el punto de vista litúrgico debemos hacer algunas precisiones porque la bendición es un rito muy extendido y aparece en casi cualquier tipo de ritual católico (Aldazábal 2002, 46-47, 170-171). De hecho, prácticamente todos los actos litúrgicos terminan con el sacerdote bendiciendo a los fieles. Pero particularmente la aspersión con acetre e hisopo (Floristán 2007, 14, 162-163) es un acto singular con el que, por ejemplo, se puede iniciar la Eucaristía. Igualmente, si un sacerdote se acerca a una casa para administrar un sacramento a un fiel, puede empezar el rito asperjando con agua bendita la vivienda (Floristán 2007, 42). Ahora bien, a principios del siglo xx estamos en un momento diferente del actual y la administración de la unción de enfermos o «extremaunción», como se conocía generalmente, y la Sagrada Comunión como Viático, la última recibida por una persona en peligro de muerte (Floristán 2007, 306-307, 312), se solemnizaba extraordinariamente (Ritual para administrar a los enfermos, el sagrado viático y la extremaunción 1864, 3, 19; Represa 2001, 20-21; Sola 1919, 531-535, 542-546). El párroco, vestido con alba o sotana y roquete, estola y capa pluvial, iba acompañado por el sacristán y varios acólitos o monaguillos también revestidos que podían portar la cruz procesional, candeleros o faroles[5], el acetre y el hisopo, el Ritual necesario… La comitiva llegaba a la casa, el sacerdote asperjaba al fiel, a la vivienda, a los familiares y amigos presentes e iniciaba el propio rito del sacramento que fuere: confesión, «extremaunción», comunión eucarística. Y, en ese contexto –1909, 1913–, ¿tiene sentido una pequeña petaca discreta para el agua bendita que cabe en el bolsillo? Pues sí, porque el antiguo Código de Derecho Canónico, en el capítulo sobre la Unción de enfermos, llega a afirmar que «está permitido a todo sacerdote llevar consigo el óleo bendito de manera que, en caso de necesidad, pueda administrar el sacramento de la unción de los enfermos» (1917, canon 1003 § 3). Es decir, además de la forma solemne descrita, podía haber otra manera muy sencilla de administrar el sacramento de la Unción de los enfermos de tal manera que, requerido con urgencia, el sacerdote llevaba consigo la benditera y la crismera guardadas en el bolsillo, siendo éstas de reducidas dimensiones como es nuestro caso. E igualmente ocurría con la Eucaristía y la pequeña cajita portaviático donde se custodiaba la Sagrada Hostia.

Sea como fuere, la pieza de 1909 es obra directa de Matilde Espuñes y contiene su firma. Este asunto de firmar las obras no es tan extraño como podría parecer, pues, de hecho, está documentada la de Ricardo Marín Llovet, grabador al servicio de la casa Espuñes (Martín 1990, 69, 99, 100, 108). En el caso de Matilde se puede entender que suponga una vindicación personal ante la previsible muerte de su padre y conociendo que, por las condiciones testamentarias de Luis, iba a quedar al margen de la empresa siendo desplazada tanto por su madrastra como por las otras hijas. Además, la cercanía de la muerte de éste pudo precipitar los acontecimientos de tal manera que Matilde hubiera podido firmar varias piezas más que, evidentemente, no conocemos. Desde luego, si aparece la firma «M. E.» y coincide con estas fechas, no con las posteriores de la década de 1950 en que fue recuperada para «M. Espuñes y Cía. S. A.», sería la confirmación de mi hipótesis.

La benditera de 1913 es obra del taller, no de Matilde. Las marcas punzonadas son muy claras en este sentido, aunque mantiene cierta continuidad estilística con la primera.

Verdaderamente ha sido apasionante desentrañar todo el misterio que estas bonitas piezas de plata nos han mostrado. Mi agradecimiento, una vez más, a la publicación del artículo en Revista de Folklore; y, de corazón, a todos los que han colaborado en la confección del mismo: Jesús Manuel Mateos, director de la Biblioteca Municipal de Plasencia; los trabajadores del Archivo Diocesano de Madrid; los empleados públicos del Ministerio de Justicia y del Registro Civil Central de Madrid, que con gran paciencia me explicaron que no podía acceder a los documentos que yo pretendía; Raquel y Lorena Alonso Sánchez por el reportaje fotográfico que me han regalado. Y, una vez más, gracias al restaurador Victoriano Martín Nombela que ha limpiado y abrillantado la más antigua y, en un futuro próximo restaurará la otra, mucho más deteriorada.

Finalmente, y tras la publicación de este artículo, las tres «benditeras» estudiadas quedarán en propiedad de familiares y amigos. Gracias.

Juan Manuel Ramos Berrocoso

Colaborador del Grupo de Investigación «Arte y Patrimonio Moderno y Contemporáneo» de la Junta de Extremadura y la Universidad de Extremadura

ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-3381-1630

6. Fuentes y bibliografía

6.1. Fuentes documentales

Archivo Histórico Diocesano de Madrid, «Expedientes matrimoniales regulares», 00117152, Signatura: 11770, Nº de orden: 15.

Boletín Oficial de la Propiedad Industrial –BOPI–.

Código de Derecho Canónico (1917) y legislación complementaria. Editado por Minguélez, Lorenzo, Alonso, Marcelino y Cabrero, Marcelino. Madrid: BAC, 2009.

Jurisprudencia Administrativa o Colección completa de las resoluciones definitivas dictadas por el Tribunal Supremo (sala de lo Contencioso-Administrativo) desde su instalación en 1888 hasta el día y de las decisiones recaídas a consulta del Consejo de Estado sobre competencias y conflictos de jurisdicción Tomo 87. Parte cuarta. Tomo 47 (1º de 1914) enero a junio. Madrid: Revista General de Jurisdicción y Jurisprudencia, 1915.

https://opendata.registradores.org/directorio/-/sociedad/1000255774473/m-espunes-y-cia-sociedad-en-comandita [consulta 22/7/2024].

https://www.cath-vs.ch/wp-content/uploads/2016/07/Histoire_mil2.pdf [consulta 7/8/2024].

https://www.archimadrid.org/index.php/historia/historia-diocesis [consulta 7/8/2024].

Ritual para administrar a los enfermos, el sagrado viático y la extremaunción. Madrid: Compañía de Impresores y Libreros del Reino, 1864.

6.2. Fuentes periodísticas

ABC Madrid

ABC Sevilla

La Acción

Anuario-almanaque del comercio, de la industria y de la administración

Anuario Riera. General y exclusivo de España

El Anuncio

La Ciudad Lineal

El Constitucional

El Correo de Mallorca: diario católico

La Correspondencia de España

El Debate

El Deporte velocípedo

Diario oficial de Avisos de Madrid

Directorio Madrileño

La Época

El Estado

La Gaceta Industrial

Guía Industrial y artística de Andalucía

El Heraldo de Madrid

El Imparcial

Industria e Invenciones

La Información

Informaciones

La Justicia

El Liberal

Madrid Científico

El Mundo

Nuevo Mundo

El Pensamiento Español

La Publicidad

Revista Ilustrada de la Banca, ferrocarriles, industrias y seguros

El Resumen

La Tribuna

El Universo

La Voz




BIBLIOGRAFÍA

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NOTAS

[1] No entiendo la presencia aquí del «Obispo de Sión». Sión es una pequeña diócesis católica suiza vigente aún en la actualidad. En 1896 su obispo era Jules-Maurice Abbet, del que no encuentro ninguna relación con Madrid: https://www.cath-vs.ch/wp-content/uploads/2016/07/Histoire_mil2.pdf [consulta 7/8/2024]. Además, en aquellos años el obispo de Madrid era José María Cos y Macho: https://www.archimadrid.org/index.php/historia/historia-diocesis [consulta 7/8/2024].

[2] Probablemente se trata de un nombre popular por el que era conocido la dinamo, es decir, la máquina que transformaba la energía mecánica en eléctrica. Igualmente ocurre con las palabras «kilobas» por kilovatios y «electros» indicando los cables que transportaban la energía eléctrica, a saber, tres fases y neutro, a saber, 220 voltios entre las fases y 125 entre la fase y el neutro. Son precisiones de mi padre que con 95 años sigue teniendo claros los fundamentos de su profesión de electricista, un oficio que empezó como aprendiz con menos de 15.

[3] Esta sinonimia entre «molde» y «riel» y otras particularidades deben obedecer a la jerga propia de los plateros. Pero también me inclino por erratas del periodista como escribir «broqueles» (simples escudos incluso de madera) por «troqueles» (moldes para metal).

[4] Sin duda se trata de una prensa de volante: Juan Manuel Ramos Berrocoso. «A propósito de una medalla de la Virgen del Puerto de Plasencia (siglo xviii): historia, metalurgia, devoción». En Revista de Folklore 500 (2023): 95; Elvira Villena. El arte de la Medalla en España ilustrada (Madrid: Centro Cultural Conde Duque, 2004), 24-66. Sería muy interesante poder comentar estos textos; pero no hay espacio en el artículo.

[5] En el catálogo de la exposición de 1990 Fernando A. Martín describe un farol: «es uno de los modelos menos conocidos dentro de la producción platera, ya que la mayoría de ellos o al menos los que han llegado hasta nosotros están realizados en hierro o en latón dorado. Tanto por su estructura como por sus dimensiones, pensamos que es el típico farol que servía para acompañar e iluminar al viático en las salidas nocturnas, pues así lo hemos podido constatar en otros casos […] se cataloga de Espuñes del año 1904, cuando en realidad, y según las marcas que los propios autores presentan, se debe catalogar como de Matilde, hija de Luis del año 1914»: Fernando A. Martín. 150 años Platería Espuñes (1840-1990) (Madrid: Luis Pérez S. A., 1990), 90.



Notas sobre unas benditeras de Matilde Espuñes fechadas en 1909 y 1913

RAMOS BERROCOSO, Juan Manuel

Publicado en el año 2025 en la Revista de Folklore número 515.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz