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A mi profesor de la universidad de Comillas, Santiago Madrigal, S.J. in memoriam
Conocemos bastantes datos biográficos de la juventud de Íñigo López de Oñaz y Loyola, futuro san Ignacio de Loyola, y de su benefactor Juan Velázquez de Cuéllar, a través de la documentación aportada por el P. Fidel Fita, entre otras referencias[1], a través del artículo publicado en 1890 titulado «San Ignacio de Loyola en la Corte de los Reyes de Castilla. Estudio crítico»[2]. Glosando su artículo a lo largo de este trabajo, aparte de otras informaciones posteriores, alude a Alonso López de Haro, citado por el P. Henao, Nobiliario genealógico de los Reyes y Títulos de España, refiere que «Juan Velázquez, Contador mayor de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel[3], según el cual, «era padre de doce hijos, de los cuales reseña solamente tres varones y tres hembras: Gutierre Velázquez, cavallero de la Orden de Santiago, Comendador de la Membrilla.- Juan Velázquez, Comendador de Monroy en la Orden de Calatrava.- Don Miguel de Velasco cavallero del hábito de Santiago, Aposentador mayor del Católico Rey don Felipe segundo.- Doña Luisa de Velasco, Dama de la Reyna Católica, que casó con Don Juan Hurtado de Mendoça señor de Morón, de quien descienden los señores desta casa, que oy son Condes de Lodosa.- Doña Catalina de Guevara y de Velasco, muger de Don Bernardino de Velasco, señor de Castiltegeriego, hijo del Condestable don Bernardino de Velasco.- Cuéllar»». Aquí interesa el homónimo del padre, Juan Velázquez, Comendador de Monroy en la Orden de Calatrava.
La juventud de san Ignacio transcurrió en Arévalo, en la casa de don Juan Velázquez, como se documenta en la Historia de este Colegio la Compañía de Arévalo, en cuya fundación del Colegio finalizada el 30 de mayo de 1580, el P. Antonio Láriz da noticia como N. P. S. Ignacio vivió en Arévalo. A Arévalo fue enviado por su padre como paje (asistente) a los quince años.
Para consuelo los del Colegio se pone que N. P. Ignacio, fundador de la Compañía vivió en este lugar algunos años. Y fue desta manera que el Contador mayor de los Reyes Católicos, llamado Juan Velázquez, Caballero principal, fundador del monasterio de la Encarnación de esta villa, siendo persona de gran calidad y muy amigo de Beltrán Yáñez de Oñaz y Loyola, padre de N. P. Ignacio envió a pedir le diese uno de sus hijos, para que él con su favor le ayudase y tuviese en su casa; y así le envió á Iñigo de Loyola su hijo menor; y estuvo en casa del dicho Contador, unas veces en la Corte y otras veces en Arévalo, hasta que el dicho Contador murió sin poderle dejar acomodado como deseaba. La mujer del dicho Contador, que era señora muy principal, dio á Iñigo de Loyola quinientos escudos y un par de caballos, en los cuales el dicho Iñigo se fue al duque de Nájera; y de allí se fue al castillo de Pamplona. Todo esto lo contó Alonso de Montalvo, como testigo de vista, al P. Antonio Láriz».
Conocemos el nombre de la esposa de Juan Velázquez Doña María de Velasco, relacionada con una anécdota de la segunda esposa de Fernando el Católico, Germana de Foix en 1513, citada en Anales breves de los Reyes Católicos por el Dr. D. Lorenzo Galíndez Carvajal (1878)[4].
Una justificación de la educación de Íñigo en la casa de Juan Velázquez en Arévalo es de carácter familiar. Ricardo Guerra Sancho, cronista oficial de Arévalo, autor del libro San Ignacio de Loyola en Arévalo[5], pone de relieve los siguientes datos en la publicación «Juan Velázquez de Cuéllar, hombre de confianza de la Corona». Aporta datos interesantes sobre la familia de Velázquez de Cuéllar, de donde era oriundo el padre del Contador, razón por la cual puede justificarse el deseo de ser enterrado en dicha villa, así como la situación económica al final de sus días. En dicho datos se verifica su llegada a Arévalo:
Todo comienza cuando Gutierre Velázquez de Cuéllar, un hidalgo del siglo xv, el poderoso Señor de Cuéllar y tan cercano al rey, era su villa de origen como manifiesta su apellido, que ya había mostrado sus dotes en la administración en la casa de Juan de Aragón, pasó a servir en la corte del rey Juan II de Castilla, donde ejerció como miembro del Consejo Real, cargo que continuó con Enrique IV. Pero sería expulsado de la corte enriqueña por sus discrepancias con Beltrán de la Cueva. Unas discrepancias ocasionadas por su acercamiento a la política de la reina viuda Isabel de Portugal, defendiendo los derechos que la infanta Isabel tenía sobre la villa de Cuéllar, su señorío, de acuerdo con el testamento del rey. Unos hechos que coincidirían con la revuelta anti señorial de Cuéllar del año 1464. Por esta causa fue enviado a la villa de Arévalo, apartado de la primera línea de las intrigas cortesanas, confinado y relegado. Aquí vino a hacerse cargo de la reina viuda Isabel de Portugal, como Gobernador y Mayordomo Mayor de su casa, las «Casas Reales» que los Trastámara tenían en la villa de Arévalo. Allegado y cuidador de la casa y corte de Isabel la reina viuda, y preceptor de sus hijos Isabel y Alfonso.
Al poco de llegar a esta villa se casó con Catalina Franca de Castro, una dama portuguesa que llegó a Castilla en el séquito de la reina Isabel de Portugal. Gutierre muere en 1494, poco antes que la madre de la Reina (1496), y todos sus cargos y prerrogativas los heredó su hijo Juan, que con los Reyes Católicos serán acrecentados.
Los Reyes Católicos le mantienen como responsable de las casas reales de Arévalo y de Madrigal, de quienes recibió la mayor de las confianzas y privilegios en premio a la fidelidad de sus servicios, con lo que consiguió también una gran fortuna. En 1494 la reina Isabel le nombra «…Gobernador y Justicia Mayor de la Villa de Arévalo… y por cuidar el palacio real arevalense, que será su residencia. Cobraba anualmente 24.000 maravedíes»,dicen diversos historiadores.
Llegó a la nobleza por su matrimonio con María de Velasco, perteneciente a la más alta nobleza castellana, los Velasco. María era sobrina del Condestable de Castilla y también era familia de los López de Loyola, porque estaba emparentada con la madre de Íñigo, Marina Sáenz de Licona. De María de Velasco dirá Sandoval que «fue muy hermosa, generosa y virtuosa, y muy querida de la reina Isabel». Fue un matrimonio con numerosa descendencia». «Otro personaje importante, una persona más anónima y casi desconocida que estaba en esa casa, y que fue de gran influencia en la formación cristiana del joven Íñigo. Se trata de María de Guevara, madre de María de Velasco, por tanto, suegra de Juan Velázquez, que era tía abuela de Iñigo.
Era este caballero [Juan Velázquez de Cuéllar] muy rico; y él fundó la capilla principal de S. Francisco en esta villa [de Arévalo], que está ahora debajo del altar mayor; y este caballero era paje del Contador cuando N. P. Ignacio vivía en su casa; y era muy amigo de N. P. Ignacio, y le fue a visitar, cuando Pamplona estuvo malo de la pierna, y le vió curar de ella; y lo contaba, antes que se imprimiese y se escribiese la Historia, como en ella se refiere. Lo mismo que decía Alonso de Montalvo contaban en su tiempo otras personas antiguas; en especial [à] el Padre Alonso Esteban, que siempre ha sido y es muy devoto nuestro, se lo contó á él Doña Catthalina de Velasco, hija del Contador; á la cual N. P. Ignacio escribía después de ser general y fundador de la Compañía, reconociendo la casa en que había estado; por lo que piadosamente podemos creer que por oraciones y méritos de N. P. Ignacio se fundó este colegio en esta villa.- Antonio López».
El inventario de los bienes, hecho por muerte de Contador Juan Velázquez, se empezó en lunes á 7 de Setiembre de 1517 años, declarando ser dentro del término de los 30 días después de la muerte del susodicho. Consta del Libro Pertenenzias de el Molino al f. 65, buelta.
De rico hacendado pasó a la miseria más absoluta: falleció adeudado[6]. Profesó una profunda admiración por la orden franciscana. Devoto de santa Clara, «suplicó á sus magestades [los Reyes Católicos] le hiçiesen merçed de este ospital ó convento; y á Su Santidad le diese Bulla para que estas Señoras retiradas se redujesen y botasen clausura debaxo de la Regla de Santa Clara; cuia merçed y Bulla alcançó; y las dió mui grandes rentas i rricos ornamentos, açiendo nueba iglesia y casi todo el convento que le renovó» femenina.
La privanza regia con Juan Velázquez se manifestó con diversas mercedes, entre ellas treinta mil ducados cada año, mientras viviese, ordenado por Fernando y Germana sobre el reino de Nápoles. El rey don Carlos se los usurpó a Nápoles, y los situó en Castilla sobre las villas de Arévalo, Madrigal y Olmedo, con la jurisdicción, en tanto que viviese.
Sin embargo, la fortuna le volvió la espalda. Hallándose en Madrid en cumplimiento real, fue informado de 20 de mayo de 1517, de problemas en su villa de Arévalo, por lo que se trasladó urgentemente.
Mucho le costó á Juan Velázquez aquella empresa; porque por ella cayó en desgracia del rey. Faltáronle los amigos, que le dejaron viéndole ir de caída; que así suele hacer el mundo. Enemistóse con la reina Germana, y gastó toda su hacienda; porque el día que le enterraron, dejó diez y seis millones de deuda. Era casado con doña María de Velasco Guevara, hija del condestable [Álvaro de Luna], y nieta de don Ladrón de Guevara.
Fr. Prudencio de Sandoval en Historia del emperador Carlos V, rey de España, refiere las siguiente vivencias de Juan Velázquez en los siguientes términos:
La reina Germana en este encuentro los echó de su casa, les quitó la honra, y destruyó la hacienda: y fué ocasión de otros grandes trabajos que padecieron; que de esta manera trata siempre el mundo á los que más valen y privan con los reyes.
Duró muchos meses en su porfía Juan de Velázquez, que ni bastaron cartas de los gobernadores, ni del rey; hasta que el cardenal envió al doctor Cornejo, alcalde de corte, con gente que procediese contra él. El cual procedió y después de muchos autos Juan Velázquez se allanó; desarmó la gente; entregó la fortaleza y villa de Arévalo; y se vino á Madrid junto al cardenal por Junio del año 1517.
Como los males nunca son solos, muriósele su hijo Gutierre Velázquez, que era el mayorazgo; y fué tan profunda la melancolía que por sus desgracias le dió, que luego perdió la vida[7].
La villa de Arévalo se entregó á la reina Germana; y tomó la posesión por ella un caballero aragonés criado del rey Católico, que se decía Navarros[8]; que la tuvo en nombre de la reina Germana hasta el tiempo de las comunidades.
Como la villa vino á poder de la reina Germana, doña María de Velasco desamparó su casa.
Pellicer, en su Nobiliario[9], recoge el Testamento de Juan Velázquez i doña María de Velasco; su fecha en Valladolid á veinte y dos de Diciembre, año 1514, ante Gonzalo Vázquez.
En el qual (testamento) está inserta una Cédula Real, que es Declaración del Señor Rey Católico, en que confiesa que todos las Mercedes, Oficios, Tenencias de Castillos, Encomiendas, Ayudas de Casamientos, que los Señores Reyes Don Fernando i Doña Isabel i Doña Juana havían dado á los Hijos de Juan Velázquez i Doña María de Velasco i á sus Parientes, todo havía sido por sus Grandes Servicios, i solo á Contemplación suya; que son las Palabras formales de la Declaración Real; i añade: Sobre lo qual quiero que no sea necessario otra Provança, pues Yo assí lo declaro, como en su Propio Fecho. a respetar el mandato de los Reyes Católicos. Se obliga así a reparar la memoria del Contador».
Muerto Juan Velázquez, sigue informando, no fueron menores los Servicios que su mujer Doña María de Velasco hizo hasta el año 1540, en que murió. En el de 1526 la hallamos en Portugal con el cargo de Camarera Mayor de la Señora Reyna Doña Catalina Muger del Señor Rey Don Juan el Tercero, en que la sirvió Diez i seis Años, hasta el de su Muerte, como consta de su último Testamento que otorgó en Lisboa Dexa por Testamentaria, á la Señora Reyna su Ama, i entre otras cosas, la Dexa uno de los Treinta Dineros en que Cristo Nuestro Señor fue Vendido; que la havía dado la Señora Reyna Católica Doña Isabel».
Por lo que respecta a su relación con el futuro fundador de la Compañía de Jesús, son muy reveladoras las informaciones proporcionadas por su amigo Alonso de Montalvo, que recoge fr. Prudencio, por lo que las desgracias acaecidas a Juan Velázquez pudieron influir en su ánimo.
Las desgracias que precipitaron á Juan Velázquez de la cumbre de la fortuna, debieron proporcionar á San Ignacio una severa lección de cuán poco hay que fiar en el favor de las privanzas palaciegas. La relación de su amigo y camarada, Alonso de Montalvo, está claramente de acuerdo con los documentos históricos que acabo de exponer. No lo está menos con la que hizo el mismo San Ignacio en 1553. Contó al P. Luís González de la Cámara que en el año vigésimo sexto de su edad, ó 1517 de Cristo, desilusionado ya de las esperanzas y vanidades cortesanas y de sus lizas y torneos, puso mayormente afición en el ejercicio profesional de las armas, ó en seguir la carrera militar, deseoso por todo extremo de ganar honra y fama; y con aquel la nobleza de alma, que siempre le distinguía, no disimuló el generoso porte que guardaron con él los franceses desde el día 20 de Mayo hasta el 1. ó 4 de Junio de 1521. Alonso de Montalvo que le visitó en Pamplona y lo vió curar de la herida ¿sería el compañero de armas, de quien habla el Santo en su relación?.
En efecto, se dedicó unos años al ejercicio de las armas y combatió en el cerco de Pamplona, cuando sufrió terribles destrozos por parte de las tropas francesas entre el 20 de mayo y el 4 de junio de 1521. Hizo la milicia a las órdenes de Antonio Manrique de Lara, duque de Nájera, y participó en la represión de la revuelta de las Comunidades. Era gentilhombre del virrey de Navarra, cayó herido en combate en la batalla de Pamplona frente a un contingente de navarros y franceses que apoyaba el reinado de Enrique II de Navarra. Este hecho sería determinante en su vida, pues la lectura durante su convalecencia de libros religiosos lo llevaría a profundizar en la fe católica y a la imitación de los santos. En mi opinión, la dedicación a las armas del padre y del hijo se refleja en los atuendos en el lucillo funerario en origen en san Esteban de Cuéllar (fig. 1). No me cabe duda que durante los luctuosos desastres en Pamplona, Íñigo conoció la destrucción del convento de Santa Eulalia, en cuyo claustro figuraba la representación de las danzas de la muerte.
Ha significado una gran desgracia para el arte bajomedieval hispano la destrucción de los claustros con las pinturas murales que adornaban el destruido convento citado. El conjunto conventual fue demolido en su totalidad «porque era mejor se defendiese la dicha ciudad de Pamplona de los franceses que començaron a entrar en este Reyno á la ocupar la…». Así se consigna dicho desastre en la Cámara de Comptos de 1521. Gracias a la Relación y prueba de lo que valía el Convento de Santa Eulalia de Pamplona, sus retablos, pinturas y demás accesorios al tiempo que se destruyó por mandato del Conde de Miranda, Virrey de Navarra por causa de las guerras con Francia, nos ha llegado una puntual descripción de las dos Danzas, particularmente la primera de ellas que se hallaba en la claustra junto con una Danza de Animalias[10]. La extraordinaria prolijidad descriptiva y riqueza de datos consignados, me ha permitido confeccionar un esquema sobre la disposición de las danzas de la muerte[11] (figs. 2).
Propuesta de reconstrucción de una Danza de la Muerte Claustro del desaparecido convento de Santa Eulalia de Pamplona | |||||||||||||||||||||||||||||||||
Panda Norte | |||||||||||||||||||||||||||||||||
Papa | Muerte | Cuatro Cardenales | Muerte | Cuatro Arzobispos y Obispos | Muerte | Cuatro Canónigos | Muerte | Cinco frailes | Muerte | Cinco capellanes | Muerte | ||||||||||||||||||||||
Panda Este | |||||||||||||||||||||||||||||||||
Martirio de San Sebastián y fraile orando | Cinco Emperadores y Reyes | Muerte | Cinco escuderos, caballeros, condes y duques | Muerte | Cinco lecayos [sic] o soldados | Muerte | Cinco jueces y pleiteantes y procuradores y abogados | Muerte | Cinco mercaderes | Muerte | Cinco voticarios [sic] |
Muerte | |||||||||||||||||||||
Panda Sur | |||||||||||||||||||||||||||||||||
Cinco pescadores y carniceros | Muerte | Cinco taberneros | Muerte | Cinco zapateros | Muerte | Cinco sastres | Muerte | Cinco labradores, layadores, cavadores, tullidores, haradores [sic] y sembradores | Muerte | ||||||||||||||||||||||||
Panda Oeste | |||||||||||||||||||||||||||||||||
Nuestra Señora con rótulo y el Comendador encargante | San Miguel, con su rótulo, pesando las almas | Muerte | Angeles buenos y malos y Dios Padre con la bola del mundo | ||||||||||||||||||||||||||||||
El sol, la luna, las estrellas y planetas y otras «invenciones» ocupaban la bóveda de las cuatro pandas» |
Aparte de los errores del P. Maffei sobre los años de juventud de san Ignacio, contamos con informaciones sobre la relación de Juan Velázquez e Iñigo. No fue paje del rey, sino que «Lo más acertado es creer que estuvo en la Corte de Castilla, como alumno y contino de la Casa de Juan Velázquez Contador mayor y Consejero del reino de Castilla». Pero no sólo Juan Velázquez. También su viuda y su hija Catalina de Guevara significaron mucho en la juventud de Íñigo de Loyola.
El P. Fita recoge la información de Henao, Averiguaciones[12]:
Lo que nosotros hemos sabido es que (Doña María de Guevara) trujo consigo á Arévalo al niño Íñigo; y escusándose de vivir con sus hijos y en su Palacio, se recogió con unas pocas criadas, honestas y virtuosas, á morar en casa pequeña, pegada y con puerta al hospital de San Miguel: y allí en hábito de la tercera Orden de San Francisco y guardando la regla de Santa Isabel servía á las mujeres enfermas y pobres, y gastaba su hazienda en curarlas con aplicación, caridad y humildad admirable. Hazía que su sobrino (San Ignacio) la acompañase y se ensayase en la asistencia á las personas dolientes, y las mirase y respetase como á imágenes de Jesu Christo».
En este empleo y en el servicio del Hospital se ocupó algunos años la venerable Señora Doña María; y no pudiendo ya por su edad larga y cansada continuar en el tan penoso quan caritativo exercicio del Hospital, formó uno como Beaterio con sus criadas, dedicándose á la vida contemplativa, y sugetándole al Ordinario Eclesiástico Secular, y encomendando á sus hijos el que prosiguiesen con la buena crianza de Iñigo en su casa; donde le recibieron gustosísimos, y le tubieron en el mismo grado de amor, estimacion y cuidado que á sus hijos, y suplieron la falta de tía y de padre, que avía ya dado fin á sus días. Y llegando Iñigo á edad proporcionada y estando bien instruído en todo lo necesario para pasar á ser pago del rey Católico D. Fernando, entró á serlo. Y de la Corte y Palacio Real pasó á los Exércitos y Campañas».
Joan Velázquez de Cuéllar, Contador mayor, hijo del Liçençiado gutierre Velázquez, con persuasión de Doña María de Velasco, su muger, partió de Madrid por todos Sanctos deste año de diez y seis, para arévalo, que hera también alcaide de aquella fortaleza desde el tiempo que su padre tenía en governación la persona y casa de la señora Reyna Doña ysabel de Portugal, hija del ynfante don Joan, muger segunda del Rey don joan segundo de Castilla, y madre del Príncipe don alonso y de la Reyna doña ysabel, de esclareçida memoria, nuestra señora.
Se repite parte de la narración documentada líneas arriva a propósito de la partida de Juan Velázquez de Madrid para defensa de Arévalo. Se añaden nuevas noticas como las vertidas a continuación:
El fin suyo hera defender aquella villa y fortaleza de la Reyna Doña germana, mujer segunda del Rey cathólico don Fernando. La qual pretendía que hera suya por su vida, por razón que el Rey católico mandó á la dicha Doña germana, su mujer, en Nápoles quanto viviese treinta mil dicados cada año poco más ó menos; los quales el Rey don [sic] cargos nuestro señor le quitó de Nápoles, y ge los pasó en castilla, consignándoselos en Arévalo, y madrigal, y olmedo; las quales villas con la jurisdiçión le dio en tanto que viviese y proveyó desde Flandes con cartas para los gobernadores, que ansí lo cumpliesen y executasen.
Lo cual desplugo mucho á Juan Velázquez que tenía la fortaleza de arévalo, como la avía tenido el liçençiado gutierre Velázquez, su padre, en vida de la Reyna doña ysabel segunda mujer del Rey don joan; y mucho más pessó á doña María de Velasco, su mujer, que desamaba ya á la Reyna germana, aviendo sido poco antes su grande servidora y amiga más de lo que era onesto. Á cuya causa Juan Velázquez y su mujer se pusieron en Resistencia contra los mandamientos del Rey y sus gobernadores; y Joan Velázquez hizo en Arévalo vastidas y otros aparejos, para se defender que no se la tomasen; y metió allí mucha gente de á pié y de á caballo, anssí suya como de algunos grandes, sus amigos y deudos de su mujer. En la qual Rebelión duró muchos meses, que ni vastaron Cartas de los gobernadores ni del Rey, hasta que ymbió el cardenal al Doctor cornejo, alcalde de la Corte, con gente que proçediese contra él y executase. El qual procedió; y después de muchos autos, Juan Velázquez se apartó de aquella Rebelión y camino herrado que avía tomado, y derramó la gente, y entregó la fortaleza y villa de arévalo, y se vino á Madrid para el cardenal por junio del año siguiente de XVII años, aunque pobre, gastado y desfavoresçido, con asaz tristeça por la muerte de gutierre Velázquez su hijo mayor, que por hebrero autos avía fallesçido.
El cardenal lo Rescibió medianamente, y le ofreció que haría por él cerca del Rey como amigo, y ansí se lo avía ofresçido antes, y aun más cumplidamente; sino que Joan Velázquez no creyó al cardenal ni á otros sus amigos que le escribieron muchas veces lo que cumplía hazer; y así quando ya vino, fue fuera de tiempo y apremiado, que más no pudo hazer.
Las villas y fortalezas entregó á un caballero aragonés, criado del Rey Católico, que se dezía navares. El qual lo resçibió y tuvo en nombre de la Reyna germana hasta en tiempo de las comunidades.
El P. Fita recoge algunos documentos sobre Íñigo de Loyola, nombre transformado en Ignacio con motivo de una errada transcripción al ingresar en la universidad de la Sorbona, de París -1534-[13], el primero de ellos referido a su natalicio, que coloca con interrogantes el ¿25 Diciembre? 1491.
La relación autobiográfica de San Ignacio en 1553 y la del P. Láriz en 1588, comprobadas una y otra por las cartas del cardenal Cisneros y otros documentos fehacientes, establecen el cómputo del año vigésimo sexto para la edad del Santo, pasados algunos días, ó quizá semanas y meses, después del fallecimiento de Juan Velázquez. Este aconteció en 12 de Agosto de 1517; y de consiguiente el natalicio de San Ignacio no es anterior al 12 de Agosto de 1491, sino algo posterior y dentro del mismo año.
Respecto al lugar de nacimiento, Sandoval escribió:
Año de 1492 nació en la provincia de Guipúzcoa el bienaventurado Ignacio, ó Iñigo de Loyola.
Datos muy imprecisos, ciertamente, de hecho conocemos el lugar exacto, Azpeitia. Su padre era Beltrán Yáñez de Oñaz y Loyola, soldado de Enrique IV y de los Reyes Católicos, y su madre Marina Sáez de Licona y Balda. Fue el más joven de los ocho hijos y tres hijas de la pareja.
Y continúa:
Ratificó su afirmación en la edición segunda de su obra, que hizo en 1614 […]. Sandoval conocía la obra del P. Ribadeneira, y de ella se aprovechó muy mucho; y si disconvino en la fecha del año natalicio de San Ignacio, no lo hizo sin razón á su parecer suficiente, como sería la fe de bautismo, ú otra de autoridad gravísima. No debemos olvidar que durante el reinado de Isabel la Católica los años se calendaban por la Natividad de Jesucristo. Si pues San Ignacio vino al mundo en el día de Navidad, ó en alguno de los días sucesivos y postreros de 1491, su fe de bautismo marcó el de 1492. Tanto esta fe como la de confirmación, que no ha podido encontrarse todavía, algún rastro habrán dejado de sí en el expediente para las órdenes sagradas, que le fueron sucesivamente conferidas en 15, 17 y 24 de Junio de 1537 por el obispo de Arba, en virtud del privilegio emanado en 27 de Abril. Hay que buscarlas de un modo ú otro; y no desesperar de poder llegar á una solución satisfactoria. Es de advertir además que el Santo dilató largo tiempo el celebrar su primera misa, escogiendo al efecto el 25 de Diciembre de 1538 y el altar del Pesebre en la basílica de Santa María la Mayor de Roma. «Escriven, dice el P. García que San Ignacio nació en un establo por devoción de su madre.....; aviendo salido en Roma el año de mil seiscientos y nueve, con licencia de los Superiores de la Compañía una Vida de San Ignacio en Imágenes, en cuya primera estampa se dize: Mater Ignatium paritura, pro sua in Natalem Domini pietate deferri se iubet in stabulum; eumque post septem filios postremum in stabulo parit, anno salutis, 1491».
En 1571 publicó Esteban de Garibay en Amberes su Compendio Historial de las chrónicas y universal de todos los reynos de España, donde afirma que «en el año passado de mil y quatrocientos y noventa y cinco nació el padre maestro beato Iñigo de Loyola y Oñez.» La autoridad de Garibay es de gran peso; tanto porque su obra salió á luz antes que la del P. Ribadeneira, como porque pudo escuchar lo que escribió de boca de su padre. A este quizá refirió el Santo (Agosto 1526-Junio 1527) lo propio que al P. González de la Cámara en 1553, conviene á saber, que hasta el año vigésimo sexto de su edad estuvo enredado en los devaneos mundanales; por donde fácilmente se explica la conclusión errónea que sentó Garibay tomando por término de los 25 años y pico el 1521. Así, aunque por manera indirecta, reaparecen los dos estadios, que dejamos establecidos, en el primer período (1491-1517-1521) de la vida de San Ignacio. Garibay los confundió, mas no le faltaba razón para distinguirlos.
Juan Velázquez, Comendador de Monroy en la Orden de Calatrava, cuarto hijo de Juan Velázquez de Cuéllar, el Contador Mayor, cuenta con muchas menos referencias documentales que el padre. Es mencionado en el libro de Luis Fernández Martín, Los años juveniles de Ignacio de Loyola: su formación en Castilla[14]. Sirvió como contino, y desarrolló una brillante carrera militar al servicio del emperador, que se inició con su participación en la batalla de Villalar y en la posterior guerra de defensa de Navarra frente a la invasión francesa[15] Respecto a su vinculación con la Orden de Calatrava, según las investigaciones de Francisco Fernández Izquierdo, no existía una encomienda denominada de Monroy, pero sí una de Monroyo y Peñarroya, en Aragón[16], extremo indicado también por José Mª de Francisco Olmos[17]. F. Fernández Izquierdo es especialista en las Órdenes Militares en el siglo xvi y autor de una monografía titulada La Orden Militar de Calatrava en el siglo xvi: infraestructura institucional: sociología y prosopografía de sus caballeros[18]. No se conserva expediente de pruebas de caballero de Juan Velázquez, pero sí alguna mención desde el año 1510 a 1516 a un Juan Velázquez entre los caballeros de Calatrava en los registros de despachos de la secretaría de las órdenes de Calatrava y Alcántara, disponibles desde fines del siglo xv. No se conserva expediente de pruebas de caballero de Juan Velázquez, pero sí alguna mención desde el año 1510 a 1516 a un Juan Velázquez entre los caballeros de Calatrava en los registros de despachos de la secretaría de las órdenes de Calatrava y Alcántara, disponibles desde fines del siglo xv, pero corresponden a otro Juan Velázquez, pues era hijo del secretario Pedro de Torres En estos años iniciales del siglo xvi el comendador de dicha encomienda era frey Juan de Lanuza, pero dejó la encomienda antes de 1520, para promocionarse a la encomienda de Piedrabuena. Algunas informaciones indican su presencia en la guerra contra los franceses en Navarra.
El fondo de lucillo de Juan Velázquez de Cuéllar y de su hijo Juan Velázquez de Cuéllar (fig. 3)
En el Museo Arqueológico Nacional se exhibe una tabla de madera con estructura de arco apuntado[19], en cuya parte central figuran las imágenes yacentes del padre e hijo, identificados con una inscripción en capitales, en la parte inferior y en la superior, la misa de san Gregorio. Ingresó por compra a Enrique Galera Gómez el 15 de junio de 1936[20]. En 2001 fue sometido a un riguroso proceso de restauración, acompañado de un análisis de pigmentos, que dieron como resultado una enorme cantidad de repintes, de fecha posterior[21].
Estos personajes recibieron sepultura en la iglesia de San Esteban de Cuéllar, cuya ubicación original he podido reconstruir gracias a referencias documentales, que he podido verificar de visu (fig. 1). Según Gonzalo de la Torre de Trassierra, se hallaba en origen «a mano izquierda de la entrada en la iglesia de San Esteban [de Cuéllar]»[22]. Quadrado por su parte, explicita que vio «un nicho» «en la angosta nave lateral derecha»[23]. De acuerdo con esta referencia, considero muy improbable que estuvieran allí enterrados ambos caballeros, por carencia de espacio. Resulta más probable que reposaran en el muro frontero indicado por Trassierra. La inscripción, en caracteres góticos, corre horizontalmente en el centro cual línea de separación de las dos escenas, la inferior, con los dos caballeros y la superior con la representación de la Misa de San Gregorio. Dice así: «Aquí yazen los omrados de buena memoria juan velasques de cuellar cavallero y juan v[elasque]s» (fig. 3, 4).
Gutierre Velázquez de Cuéllar, hijo de Juan Velázquez, casó con Catalina Granza de Castro, que llegó de Portugal en el séquito de la reina Isabel, segunda esposa de Juan II. De dicho matrimonio nació Juan Velázquez de Cuéllar. Viudo de su primera esposa, Gutierre Velázquez, que casó en segundas nupcias con Juana Enríquez, muere a fines de 1492, haciéndose enterrar en el monasterio de la Encarnación de Arévalo[24].
Según reza la inscripción en escritura humanística de 1630, la comisión de la tabla [retablo] se debe al fundador del hospital de la Magdalena, el arcediano Gonzalo González[25], que dice así: «Este retablo mando hacer don Gonzalo Gonzalez, arcediano de Cuellar, fundador del ospital de la Magdalena y su retablo»[26]. El encargo se hallaría vinculado sin duda ninguna a la generosidad de ambos caballeros con la citada obra benéfica. Tal vez ellos hayan sido los promotores de la portada de la capilla, que estilísticamente se inscribe en el estilo de los Reyes Católicos.
Texto e iconografía se inscriben en el marco de la liturgia cristiana, cuyo sentido ha de analizarse en función del orden de sucesión de los hechos desde las exequias (fig. 1), el oficio de difuntos, que se reza en el coro el día de los funerales, pasando por las misas gregorianas, que se celebraban durante treinta días seguidos, hasta los oficios diarios en sufragio de los difuntos a quienes está dedicado el sepulcro, con los Laudes y Maitines, que se rezaban a continuación de los propios del día. Tanto las exequias como la misa en sufragio por el alma de los difuntos -Sacrificium pro dormitione, en feliz expresión de San Cipriano-, se figuran por medio de sendas escenas, mientras la referencia al oficio de difuntos se efectúa por medio del correspondiente texto del Salmo 50 (51)[27], del que san Agustín proporciona la explicación de dicha denominación en La Ciudad de Dios[28].
La ilustración de los diversos actos se organiza en orden ascendente. El registro inferior acoge la escena de las honras fúnebres, donde el protagonismo es ostentado de forma compartida por los dos caballeros yacentes, de proporciones muy superiores al resto de los personajes (fig. 4). A diferencia de éstos últimos, los caballeros son vistos lógicamente en horizontal. Como correspondía a su profesión, van ataviados con armadura militar, donde son perfectamente visibles los distintos elementos de que consta: peto, pancera, faldaje, platas, hombreras, guardabrazo, codal, quijote, rodillera, greba, escarpe, gocetes (fig 5). Sostienen el atributo característico de un militar, la espada, y del brazo izquierdo de Juan Velázquez cuelga el escudo del linaje. Juan Velázquez luce una luenga barba y peina larga y lacia cabellera, mientras el hijo tiene barba incipiente y sus cabellos cortos se peinan según la moda. Están tendidos sobre un gran túmulo, un lit de parade, cubierto con rica tela con labores mudéjares y un largo cojín con triple borla en los extremos sobre el que reposan sus cabezas.
Llamo la atención sobre la motivación de la representación de los dos yacentes; lo normal es la representación de matrimonios, pero no personajes en función de su profesión: en mi opinión se ha vinculado la profesión de las armas en un monumento al padre e hijo por haberse dedicado a la milicia.
A los pies de los yacentes, los oficiantes entonan los cantos del Ordo sepulturae, como se advierte en las bocas abiertas de algunos de ellos, uno de los cuales está arrodillado. Visten hábito negro y llevan la cabeza tonsurada, como corresponde a los frailes dominicos. Éstos, junto con la otra orden mendicante, los franciscanos, son las órdenes preferidas para auxiliar a los moribundos en el paso a la otra vida. Desbancan a las órdenes monásticas que venían ejerciendo dicho cometido en siglos precedentes. Uno de ellos porta la cruz procesional, imprescindible en todo acto litúrgico, como símbolo de la victoria de Cristo sobre la muerte. Detrás de ellos, se figura un personaje femenino con toca, alusivo tal vez a la viuda del primero, Doña María de Velasco. A la cabecera se dispone un personaje vestido con saya y manto que sostiene el libro de horas entre sus manos.
El siguiente paso litúrgico corresponde a la celebración de la eucaristía. Se trata de la misa de San Gregorio, cuyo concepto, según M. A. Ibáñez García, es diferente de las misas gregorianas[29] (figs. 3, 6). Ambas expresiones litúrgicas, sin embargo, se hallan incardinadas por su carácter de sufragio, referencia directa a las almas del purgatorio[30]. Fue en 1336, cuando tras diversos titubeos, Benedicto XII declaró oficial la existencia del purgatorio[31]. La misa de San Gregorio, tema iconográfico acreedor de abundante bibliografía,[32] representa un aspecto dinámico devocional, plasmado en la eucaristía, actualización y aplicación de la redención[33]. En paralelo con las misas gregorianas, en la Corona de Aragón está documentado el treintenario de San Amador[34].
La escena se compone de dos elementos iconográficos que conviene recordar: el Varón de dolores –Vir dolorum [latín], Schmerzensmann [alemán]– y la misa de san Gregorio. El Varón de dolores tiene su origen en una fuente bíblica, concretamente en el episodio del profeta Isaías donde dice: «Despectum, et novissimum virorum, Virum dolorum, et scientem infirmitatem; et quasi abscoditus vultus eius et despectus, unde nec reputavimus eum» «Despreciado y abandonado de los hombres, varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento, y como uno ante el cual se oculta el rostro, era despreciado y desestimado».
Desde el punto de vista iconográfico, constituye una derivación de la Imago pietatis, cuya manifestación más antigua es un icono del siglo xii de la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. Dicha iconografía se halla incardinada a la liturgia de Viernes Santo, como ha advertido E. Mâle[35]. La iconografía del Varón de dolores se va configurando paulatinamente con sus atributos propios, los Arma Christi[36], así como sus diversas modalidades, una de las cuales con Cristo en pie, se difunde durante el siglo xiv. En nuestro país, hallamos expandidas en el siglo siguiente, tanto la modalidad italiana derivada la Imago pietatis, la de Cristo de pie de cuerpo entero -propiamente el Varón de dolores, variante alemana-, y la de Cristo de medio cuerpo sobre el sepulcro, ésta última adoptada en el sepulcro de Cuéllar. Italia, como en tantos otros temas iconográficos, ha servido como correa de transmisión para su difusión en el occidente europeo[37].
Desde el punto de vista iconográfico se funden dos escenas. Cristo de medio cuerpo con las manos juntas sobre el pecho, Varón de dolores, surge como imagen independiente y es anterior[38]. La iconografía proviene del arte bizantino y llega a Italia en el siglo xiv, siendo Giovanni Pisano uno de los pioneros en su recepción, en el púlpito de la catedral de Pisa. Después se populariza a lo largo del siglo xiv, tanto en pintura como en escultura, donde es frecuente hallarlo en el arte funerario -sepulcro del canciller Villaespesa, Tudela[39] -. En el siglo xv se añade la representación del santo pontífice celebrando la Eucaristía en presencia de otros personajes, generalmente algunos cardenales, ante Cristo saliendo del sepulcro, de medio cuerpo o de cuerpo entero, acompañado de los atributos de la pasión, en ocasiones en manos de ángeles. Se trata de una modalidad iconográfica susceptible de aparecer de manera independiente, como en una miniatura de las Grandes Heures du Duc de Berry.
La representación de la Misa de San Gregorio es una de las más difundidas en el siglo xv, por las indulgencias que se obtenían orando ante la imagen. La concesión de indulgencias alcanza cantidades verdaderamente astronómicas de años. A veces se indica en testamentos y en ocasiones en inscripciones a tal respecto en las propias obras. Así se observa en la tabla atribuida a Simón Marmión (¿?), de finales del siglo xv, en la catedral de Burgos. Dice así en francés-picardo: «ou temps que Saint Gregoire pappe celebra[n]t messe a Ro[m]me leglise no[m]mee/pantheo[n] [n]otre seign[eur] saparut aluy e[n] telle sambla[n]ce dod[n]t po[u]r la gra[n]de co[m]passio[n]/ q[ui]l at le voya[n]t ainsy. Otroya ato[us] cheuls que po[u]r la Revere[n]ce de luy diront/ devotem[u]t e[n] genouls. V. fois p[ate]r n[oste]r e[t] ave Maria, XIIII ans vriais p[ar] de[n]s( et daultres pappes et evesques. XII ans e[t] XVLI XL jo[u]rs de i[n]dulge[n]ces/ estos pardons a estably le III pappe clemens»[40]. Cristo varón de dolores suele aparecer de acuerdo con la modalidad alemana, es decir, en pie. A lo largo de los últimos años del siglo xv y comienzos del xvi en la pintura burgalesa se aprecia una evolución iconográfica desde la interpretación de Juan Sánchez y Diego de la Cruz, muy cercanos a Maestro Franck en la disposición de las manos, hasta la de Fray Alonso de Zamora y Alonso de Sedano, donde la ostentatio vulnerum ha perdido la unción sagrada de los pintores antedichos.
Además de la adopción de las diversas variantes tipológicas de Cristo y los instrumentos de la pasión más frecuentes, se incluye eventualmente un elemento muy particular, la higa, relacionado con el mal de ojo. El Maestro de Flémalle lo incluye en una tabla perdida de dicho tema, pero de la que se conserva una réplica en la Colección del dr. Schward, de Nueva York. Dicho elemento es incluido por Juan de Nalda en la Misa de San Gregorio del Museo Arqueológico Nacional, procedente de un retablo de Santa Clara de Palencia (fig. 7). Es presumible su incidencia en Burgos, aunque no tengo constancia de ejemplos que lo acrediten.
El tema no es exclusivo del mundo funerario, se integra en retablos pictóricos, escultóricos y grabados, entre otros materiales. Es muy notable el retablo de Sancho de Rojas, del convento de San Benito de Valladolid, actualmente en el Museo del Prado, donde Cristo aparece de medio cuerpo, al contrario que la tabla de Juan de Nalda (?). Obra de magnífica calidad y brillante colorido, figura al Papa elevando la Hostia, y tras él dos clérigos ayudando en la celebración, de espalda, y en primer plano un cardenal de tres cuartos. Cristo está de cuerpo entero rodeado por una completa serie de los «arma Christi», los atributos pasionales, entre los que figura una mano haciendo la higa, como en diversas tablas flamencas. Cual naturaleza muerta se observan la columna con los flagelos, las tenazas, el martillo, la espada, la esponja, la lanza, la escalera, el farol, la túnica colgada de la cruz, el gallo, la faz de Cristo estampada por la Verónica, la cabeza de Judas con la bolsa, la vacía con la jarra de agua, dos caras de sayones con la lengua fuera. En los libros de horas pueden aparecer dos variantes iconográficas: a) exaltando sobre todo la sangre de Cristo, en cuyo caso Él mismo aprieta la herida del costado llenando con un chorro de sangre el cáliz de la misa, modalidad que alude a las dudas del santo en el momento de la consagración; es ante todo una misa de San Gregorio eucarística. b) Misa de San Gregorio donde son los instrumentos de la pasión a los que se concede especial protagonismo.
La escena de la misa de San Gregorio de Cuéllar responde a la fórmula general: el santo pontífice celebra la eucaristía sobre el altar y al fondo se divisa a Cristo de medio cuerpo sobre el sepulcro acompañado de dos ángeles portadores de instrumentos de la pasión; uno sostiene los clavos, otro las tenazas y al fondo, presididos por la cruz, se columbran el gallo y la escalera (fig. 7). Aunque no se ha enfatizado la presencia de la sangre saliendo de la herida del costado de Cristo cayendo sobre un cáliz, puede incluirse dentro de la variante denominada Cristo Varón de dolores eucarístico, por su referencia directa a la Eucaristía, en cuyo altar se observa el cáliz[41]. Asisten fervorosos un grupo de dominicos con hábito blanco y capa negra, a la izquierda, y un religioso franciscano en solitario, como oficiante que es, al otro lado. Ante el grupo se halla instalado un atril con un cantoral abierto, donde parece leerse una variante de la salutación evangélica Ave gratia plena, frecuente ésta última en ejemplares contemporáneos. Puede leerse en la página izquierda Ave/[vir]ginem [la m no visible totalmente]/ Plena [la e no muy clara], mientras el texto de la página derecha parece identificarse con letroides[42]. A veces, como en el relieve de Castejón y en el grabado del Tratado de Latín en romance, de Fray Vicente de Burgos, por ejemplo[43], se dispone la propia escena de la Anunciación, la Virgen y el arcángel Gabriel. La Anunciación se asocia frecuentemente al mundo funerario, a través de la cual se hace ostensible el carácter salvífico del primer misterio de la Redención. La Anunciación preside el acceso a la capilla funeraria del arzobispo don Pedro Tenorio en el claustro de la catedral de Toledo[44], y numerosos sepulcros burgaleses muestran dicha escena[45].
Las dos escenas analizadas están rodeadas por una larga inscripción que sigue la estructura del arco apuntado del fondo del lucillo. Escrita en latín y en caracteres góticos, recoge los versículos del Salmo 50 (51), que dice así, según el texto de la Vulgata: «Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam; / Et secundum multitudinem miserationum tuarum, dele iniquitatem meam./ amplius lava me ab iniquitate mea,/ et a peccato meo munda me./ Quoniam iniquitatem meam ego cognosco, Et peccatum meum contra me est semper». [Tenme piedad, oh Dios, por tu clemencia,/ por tu inmensa ternura borra mi iniquidad./ ¡Oh, lávame más y más mi pecado, y de mi falta purifícame!// Pues mi pecado yo lo reconozco, mi falta sin cesar está ante mí]. La doble numeración del Salmo es debida a que tanto en el texto masorético[46] como en las versiones griega y latina el Salmo 9 de los LXX. Dicho Salmo aparece reflejado en otros monumentos funerarios, así la yacente de una nieta del rey Alfonso IV (?), monumento funerario del siglo xiv, en la catedral de Lisboa, sostiene entre sus manos un libro abierto con el citado texto: MIS[E]RERE M[E]I DEUS S[E]C[UNDU]M MAGNAM MI[SERICORDI]AM TUAM ET S[E]C[UN]DUM MULT[I]TU[D]INEM MISERA[TIO]UN[M].
El Salmo completo es rezado en los Laudes del oficio de difuntos u Officium pro mortuis, que constaba de Visperas, maitines de tres nocturnos y Laudes, con un marcado carácter de Vigilia, que se ha conservado a lo largo de los siglos[47]. Las vísperas constaban de cinco salmos antifonados, un versículo y el Magnificat seguido de los Kyries y el Pater noster. Desde el siglo xiii los tres nocturnos de Maitines iban precedidos de Invitatorio. Cada uno de ellos constaba de tres salmos antifonados y tres Lecciones, tomadas del Libro de Job, cada una de las cuales iba seguida de un Responsorio sacado del mismo libro: el Responsorio noveno era Ne recorderis peccata mea, pues el Libera me es de fecha bastante posterior. Los Laudes constaban de cinco Salmos antifonados, un versículo, el Benedictus con su antífona, el Kyrie eleison y la oración dominical con que se terminaba el oficio. Las antífonas se duplicaban el día del entierro, al día siguiente de recibir la noticia del fallecimiento, en los días, tercero, séptimo, trigésimo y aniversario, y finalmente todas las veces que se celebraba el Oficio de una manera solemne.
El Oficio de difuntos se rezaba en el coro el día de los funerales, y en los demás días según lo exigiera la costumbre de las diversas iglesias. Las Vísperas se rezaban después de las del día, y los Maitines y los Laudes igualmente a continuación de los propios del día, o sea, inmediatamente después del Benedicamus Domino y Deo gratias. También es adoptado en el sepulcro de Gonzalo López y María González en el convento de la Concepción Francisca de Toledo.
La Misa de San Gregorio se incardina en la temática pasional por cuanto aparece Cristo Varón de dolores sobre el altar donde el santo celebra la eucaristía, siendo representado en el momento de la consagración[48]. San Gregorio Magno había el año 540, llegó a prefecto de Roma antes del 571, pero hastiado de las glorias del mundo, se convirtió al cristianismo, fundó varios monasterios, tras haber vendido sus bienes para favorecer a los pobres. Parece que vistió el hábito de San Benito y fue abad del monasterio de San Andrés, por él fundado en el Monte Celio en la Ciudad Eterna. Elegido Papa el 3 de septiembre del año 590, gobernó la cristiandad con gran celo e inteligencia hasta su muerte acaecida el 12 de marzo de 604. Fue nombrado Doctor de la Iglesia. Cuando estaba celebrando la Eucaristía un Viernes Santo en la basílica de Santa Cruz de Jerusalén, en Roma, pide a Dios para disipar sus dudas, se opere el milagro de la conversión del vino en la sangre de Cristo. Y sucede lo inesperado: se le aparece el mismo Cristo saliendo del sepulcro, brotando sangre de sus llagas y llenando el cáliz que se hallaba sobre el altar. En las numerosas versiones iconográficas aparece San Gregorio Papa celebrando la eucaristía y en el momento de la consagración se le aparece Cristo resucitado saliendo del sepulcro, con la cruz tras él y en torno, los instrumentos de la pasión. Para conmemorar este milagro San Gregorio encargaría la primera pintura con su propia visión en la iglesia de la Santa Cruz, donde se celebrara la misa milagrosa del viernes santo[49]. La escena alcanzó amplia difusión en la Edad Media, sobre todo por la enorme cantidad de indulgencias unidas a la oración ante ella.
Se ha aventurado también el motivo de la institución de las misas gregorianas en la circunstancia de que un monje médico del monasterio del Monte Celio confesó haber pecado gravemente contra el voto de pobreza, guardando consigo tres monedas de oro, recibidas de unos pacientes agradecidos, y debía entregarlas al abad. Muerto el religioso, tras sufrir una enfermedad, San Gregorio, según cuenta en sus Diálogos (cap. 55), encomendó a un monje llamado Precioso que durante treinta días continuos celebrara la santa misa en sufragio del al alma del monje difunto. Éste había muerto arrepentido, por lo que el santo no quiso privarlo del sufragio. Al cabo de treinta días el difunto se apareció a otro monje llamado Copioso y le aseguró que ya era feliz, pues acababa de ser librado de las penas del purgatorio[50]. También refiere el santo pontífice una visión de un soldado llamado Esteban, muerto de peste en Roma, el cual bajó al Purgatorio y regresó luego a este mundo (cap. 36).
Realizado el estudio de la iconografía y liturgia del lucillo, resta abordar el estilo y cronología, que presenta ciertas dificultades, que expongo a continuación. El estilo es el de una pintura gótica de finales del siglo xv. Sin embargo, los personajes vivieron en el siglo xvi. Por ello, en mi opinión se trata de una obra posterior al óbito de cada uno de ellos, siendo realizado en un estilo retardatario, con carácter rememorativo, como exaltación de los personajes difuntos, en paralelo con el mundo romano, en que entraban en el dominio de la sacralidad. Esta sacralización pervive en la edad media, como se pone de manifiesto en diversos monumentos. En el claustro de la catedral de Burgos los reyes Fernando III el Santo y Beatriz de Hohenstaufen intercambian los anillos[51], y ya en el siglo xvi los padres de la Reina Católica, Juan II e Isabel de Portugal en la tabla de Juan de Nalda, conservada en el MAN, que formó parte de un retablo mariano, repartido entre el museo madrileño (figs. 8-9) y el de Bellas Artes de Lyon –Dormición y Coronación de la Virgen[52]. Las tablas conservadas sugieren un retablo de los gozos de la Virgen. No faltan los artistas como Marcellus Coffermans (ca. 1524-1581), cuyo estilo es retardatario y pinta temas medievales[53].
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NOTAS
[1] «Alonso de Montalvo y San Ignacio de Loyola», Boletín de la Real Academia de la Historia 18, 1891,75-78; Cartas de San Ignacio de Loyola en la exposición histórico-europea de Madrid, Boletín de la Real Academia de la Historia 22, 1893, 427-432; El inquisidor Alonso Mejía y San Ignacio de Loyola. Dos procesos característicos de la severidad de aquel juez, Boletín de la Real Academia de la Historia 34, 1899, pp. 62-70.
[2]Boletín de la Real Academia de la Historia, 17, Madrid, 1890, pp. 492-520.
[3] Madrid, 1622, p. 752.
[4]Biblioteca de Autores Españoles Madrid, 1878, tomo LXX, pág. 560.
[5] San Ignacio de Loyola en Arévalo, presentado en Arévalo, cfr. Diario de Ávila, 17 de junio de 2020. en que enfatiza la figura del santo fundador en los siguientes términos: «Arévalo fue esencial en la formación de Ignacio de Loyola».
[6] Diago Hernando, Máximo, «El Contador Mayor Juan Velázquez de Cuéllar: ascenso y caída de un influyente cortesano de comienzos del siglo xvi», Cuadernos de Historia de España 83, 209, pp. 157-186.
[7] Velasco Bayón, Historia de Cuéllar, p. 243.
[8] En otro documento se le cita como navares.
[9] Fol. 16 v., 17 r.
[10] Iturralde y Suit, Juan, «La Danza de Animalias y la Danza Macabra del convento de Santa Eulalia de Pamplona», Boletín de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra, 5, Pamplona, 1911, pp. 21-27; 79-89; Martínez de Lagos, Eukene: «Algunos temas profanos en el claustro de la Catedral de Pamplona», Príncipe de Viana, 197, Pamplona, 1992, pp. 517-560.
[11] Franco Mata, Ángela, «Encuentro de los tres vivos y los tres muertos y las danzas de la muerte medievales en España», Boletín del Museo Arqueológico Nacional, 20, Madrid, 2002, pp. 173-214.
[12] Pág. 52 y 53.
[13] Información del académico Diarmaiz MacCulloch.
[14] Valladolid, Caja de Ahorros Popular, 1981, pp. 40-41 y 184.
[15] Información de José Mª de Francisco Olmos, a quien agradezco sus informaciones.
[16] Agradezco su ayuda, así como la disponibilidad de Carmen Manso.
[17] Serrano Martín, Eliseo y Sanz Bas, Esther, «La documentación de las encomiendas aragonesas de la Orden de Calatrava en el Sacro Convento (siglos xii-xvi)», Cuadernos de Aragón n. 21, 1990, pp. 179-210. Se indica la encomienda de Monroyo y Peñarroya, n. 146-172, pero no el nombre de Juan Velázquez.
[18]La Orden Militar de Calatrava en el siglo xvi: infraestructura institucional: sociología y prosopografía de sus caballeros, Madrid, C.S.I.C., 1982; Id. «Los freiles de Calatrava en el siglo xvi: estudio sociológico y prosopográfico», I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha, vol. 7, 1988, pp. 57-63.
[19] N. inv. 57821, exp. 1936/67; 1975/147.
[20] Descrito en Franco Mata, Ángela, «Antigüedades cristianas del siglo viii al xv», Museo Arqueológico Nacional. Guía General. Guía General (1991), Madrid, Ministerio de Cultura, 1992, pp. 235-236; Eadem, Saber ver el gótico, catálogo de la exposición, Leganés, Ayuntamiento, 1987, pp. 96-97; Eadem, «Arte y Liturgia: un fondo de lucillo gótico en el Museo Arqueológico Nacional», Homenaje a la profesora CARMEN ORCÁSTEGUI GROS, Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1999, I, pp. 563-571.
[21] . Ferrero, José Lorenzo, Roldán, Clodoaldo, Ardid, Miguel y Rovira, Salvador, «Análisis por fluorescencia de rayos-x de un fondo de lucillo gótico del Museo Arqueológico Nacional», Boletín del Museo Arqueológico Nacional, 22, Madrid, n. 2003-2004-2005, pp. 261-267.
[22] de la Torre de Trassierra, Gonzalo, Cuéllar, Madrid, Blas Román, 1894, p. 76, recogido por Velasco Bayón, Balbino, Historia de Cuellar (1974), 4ª ed., Segovia, Diputación Provincial de Segovia, 1996, pp. 140-141. Dicha publicación se editó en varios artículos en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, 1894-1897.
[23]España. Sus monumentos y artes. Su naturaleza e historia. Salamanca, Ávila y Segovia, Barcelona, Daniel Cortezo, 1884, p. 704.
[24] Larios, Nobiliario de Segovia, cit. p. 302.
[25] Gómez y no Gonzalo es el nombre citado por Colmenares y otros autores hasta época reciente.
[26] Quadrado, España. Sus monumentos y artes…, cit. p. 704, nota 2. Lorenzo González Llamazares ha investigado sobre inscripciones segovianas.
[27] La doble numeración del salmo es debida a que tanto en el texto masorético (relativo a la doctrina crítica de los rabinos acerca del texto hebreo) como en las versiones griega y latina el Salmo 9 de los LXX y de la Vulgata comprende el 9 y el 10 del texto hebreo, por lo que la numeración de dichas versiones es inferior en una unidad a la del hebreo a partir de ese salmo hasta el 147, de los 150 que compone el total, el cual reúne el 146 y el 147 de los LXX de la Vulgata.
[28] Versión castellana, México, Porrúa, 1988, p. 454.
[29] Ibáñez García, Miguel Ángel, «La Misa de San Gregorio: aclaraciones sobre un tema iconográfico. Un ejemplo en Pisón de Castrejón (Palencia)», Norba-Arte, 11, Cáceres, 1991, pp. 7-17, sobre todo p. 8.
[30] Para el purgatorio vid. el libro clásico de Le Goff, Jacques, El nacimiento del Purgatorio, versión castellana del original francés, Madrid, Taurus, 1981, y publicaciones posteriores.
[31] Baloup, Daniel, «La idea del más allá en Valladolid durante los siglos finales de la Edad Media», Revista de Folklore. Fundación Joaquín Díaz, 168, 1994, pp. 183-189; Id. «La muerte y la penitencia en la predicación de indulgencias en castilla a finales de la Edad Media», Edad Media. Revista de Historia, 6, 2003-2004, pp. 61-89.
[32] Vid los trabajos fundamentales de Carreras Zacarés, Salvador, «Origen de la tradición de las misas gregorianas», Cultura Valenciana, 2, 1927, pp. 49-51; Thomas, Alois, «Das Urbild Gregoriusmesse», Rivista di Archeologia Cristiana, 10, 1933, pp. 51-70; Borchegrave d’Altena, Comte J., «La messe de Saint Grégoire. Étude iconographique», Bulletin des Musées Royaux des Beaux-Arts, Bruselas, marzo-junio 1959, pp. 3-34; Domínguez Rodríguez, Ana, «Aproximación a la iconografía de la Misa de San Gregorio a través de varios Libros de Horas del siglo xv de la Biblioteca Nacional», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 29, Madrid, 1976, pp. 757-772.
[33] Llompart, Gabriel, «Aspectos populares del purgatorio medieval», Religiosidad popular. Folklore de Mallorca. Folklore de Europa, Palma de Mallorca, Fundación Bartolomé March/Caja de Ahorros de Baleares «Sa Nostra», 1982, pp. 254-274, sobre todo pp. 259, 261.
[34] García Herrero, Mª del Carmen y Falcón Pérez, Mª Isabel, «En torno a la muerte a finales de la Edad Media aragonesa», En la España Medieval, 29, 2006, pp. 156-186, sobre todo p. 179.
[35]L’art religieux de la fin du Moyen Âge en France, París, Armand Colin, 1922, pp. 98-100. Más recientemente Schiller, Gertrud, Iconography of Chistian Art, versión inglesa del original alemán, Londres/Nueva York, Land Humphries/Graphic, 1972, II, pp. 226 y sigts.
[36] Sebastián López, Santiago, «Los «Arma Christi» y su transcendencia iconográfica en los siglos xv y xvi,» Relaciones artísticas entre la Península Ibérica y América», Actas del V Simposio Hispano-Portugués de Historia del Arte, 1989, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1990, pp. 266, 267.
[37] Hernández Perera, Jesús, «Iconografía española: el Cristo de los Dolores», Archivo Español de Arte y Arqueología, 1954, pp. 47-62; Vetter, Ewald, «Iconografía del «Varón de Dolores». Su significado y origen», Archivo Español de Arte, 36, Madrid, 1963, pp. 197-231; Domínguez, «Aproximación a la iconografía…», cit. p. 757]. La misa de San Gregorio, a diferencia de las misas de San Amador, San Clemente y San Agustín, que desaparecieron con el Concilio de Trento [Llompart, «Aspectos populares …», cit. p. 264], ha permanecido incólume hasta nuestros días. Una interesantísima representación iconográfica del barroco se halla en el óleo de Vicente Salvador Gómez, La Sangre del Redentor y las almas, en el Museo de San Pío V de Valencia [vid. García Mahiques, Rafael, «La iconografía emblemática de la Sangre de Cristo», Boletín del Museo e Instituto «Camón Aznar», 68, Zaragoza, 1997, pp. 63-106.
[38] Panofsky, Erwin, Peinture et dévotion en Europe du Nord à la fin du Moyen Âge, París, 1997; se incluye el capítulo «Imago pietatis, contribution à l’histoire des types du ‘Christ de Pitié’/’Homme de douleurs’ et de la ‘Maria Mediatrix’», pp. 35 y sigts., publicado originalmente en alemán, 1927; Belting, Hans, L’arte e il suo pubblico. Funzione e forme delle antiche immagini della Passione, versión italiana del original alemán (1981), Bolonia, Alfa Editoriale, 1986, pp. 35-46; Suckale, Robert, «Arma Christi. Überlegungen zur mittelalterlicher Andachsbilden (1977), Stil und Funktion. Ausgewählte Schiften zur Kunst des Mittelalters, Munich/Berlín, Deutscher Kunstverlag, 2008, pp. 15-58.
[39] Yarza Luaces, Joaquín, «La Capilla Funeraria Hispana en torno a 1400», La Idea y el Sentimiento de la Muerte en la Historia y en el Arte de la Edad Media, Santiago de Compostela, Universidad, 1988, pp. 67-91.
[40] Inscripción transcrita por E. Bermejo, «La Misa de San Gregorio», Las pinturas sobre tabla de los siglos xv y xvi de la catedral de Burgos, catálogo de la exposición, Burgos, Cabildo Metropolitano, 1994, pp. 41-42.
[41] Schiller, recoge varios ejemplos, Iconography of Chistian Art, versión inglesa del original alemán, Nueva York, 1972, II, pp. 226 y sigts, figs. 747, 760, 764.
[42] Agradezco la opinión de mi buen amigo Lorenzo Martínez Ángel, vertida en carta del 26 de diciembre de 1997.
[43] Ibáñez García, «La Misa de San Gregorio…», cit. cit. p. 15.
[44] Franco Mata, Ángela, «El arzobispo Pedro Tenorio: Vida y obra. Su capilla funeraria en el claustro de la catedral de Toledo», La Idea y el Sentimiento de la Muerte en la Historia y en el Arte de la Edad Media (II), Santiago de Compostela, 1992, pp. 73-93. Vid. también IX. 8.
[45] [Gómez Bárcena, Mª Jesús, «La Anunciación en los sepulcros góticos burgaleses», Reales Sitios, 78, Madrid, 1983, pp. 65-73.
[46] Relativo a la doctrina crítica de los rabinos acerca del texto hebreo.
[47]Oficio Parvo de la Santísima Virgen María y Oficio de Difuntos aumentado de un breve Eucologio por el P. R.P. Jaime Pos, S.J., Madrid, 1926, Librería Religiosa Hernández, pp. 365-450, sobre todo pp. 433-436; Riu, Pere, Exposició del Psalm Miserere, Biblioteca de Catalunya, ms. 1031.
[48] Jungmann, José A., El sacrificio de la Misa: tratado histórico-litúrgico, Madrid, BAC, 1959, p. 166.
[49] Domínguez, «Aproximación a la iconografía…», cit. p. 758.
[50] Corredor García, Fray Antonio, OFM, Las Misas Gregorianas, Cáceres, Cruzada Mariana, 1989.
[51] Karge, Henrik, La catedral de Burgos y la arquitectura del siglo xiii en Francia y España (1989), versión española del original alemán, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1995, pp. 122-123; Idem, «Les programmes sculpturaux des cathédrales de Reims et Burgos et leus références royales», Patrick Demouy (dir.), La Cathédrale de Reims, París, Pups, 2017, pp. 287-310.
[52] Padrón Mérida, Aída, «Los ecos flamencos en un pintor riojano: Juan de Nalda», Las tablas flamencas en la Ruta Jacobea, San Sebastián, 1999, pp. 85-98.
[53] Franco Mata, Arte leonés fuera de León (ss. iv-xvi), León, Edilesa, 2010, pp. 331-339.