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Revista de Folklore número

511



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El «cine de cuartel» durante el periodo franquista: notas para la definición de un nuevo término cinematográfico

ARBUSTI, Irene y CID LUCAS, Fernando

Publicado en el año 2024 en la Revista de Folklore número 511 - sumario >



Resumen

En el presente artículo acuñamos y definimos un nuevo término cinematográfico que aplicamos en el cine español realizado durante el periodo franquista, especialmente hacia la parte final de dicho periodo: el «cine de cuartel». Diferente del cine bélico, ya que las películas de este género se ambientan lejos del campo de batalla y de las narraciones posteriores de la Guerra Civil. En estos títulos se exaltan sobre todo –con los ornamentos típicos del régimen– las virtudes y los valores de la vida en los cuarteles y los campamentos militares: la amistad, el compañerismo, el valor y el amor a la patria, por encima incluso del amor a las novias o a las familias. Así, a través del análisis y el comentario de varias de las películas que consideramos las más representativas de este tipo de cine, nos proponemos cimentar dicha definición, a la vez que abrir un campo de investigación a futuros interesados en este argumento.

Abstract

In this paper we coin and define a new cinematographic term that we apply to Spanish cinema made during the Francoist period, especially towards the end of that period: «cine de cuartel». It is different from war cinema, since the films of this genre are set apart from the battlefield and the later narratives of the Civil War. In these films, the virtues and values of life in the barracks and military camps are exalted above all –with the typical trappings of the regime–: friendship, comradeship, courage and patriotism, even more so than love of significant others. Thus, through the analysis and commentary of several of the films that we consider to be the most representative of this type of cinema, we intend to consolidate this definition, whilst at the same time opening up a field of research for those interested in this argument in the future.

Introducción. Afinando el tiro

Si nos acercamos a la producción fílmica española que va desde 1960 hasta 1975 descubriremos un buen número de películas que no podríamos denominar bélicas (o en las que la guerra no ocupa demasiados minutos en el metraje total)[1], sino que tienen que ver con la vida de los reclutas en los cuarteles, con el mano a mano de los muchachos que cambiaban su pueblo por los barracones. Algo, dicho sea de paso, que no surgía de la imaginación de los directores, sino que ocurría realmente así; por ejemplo, muchos jóvenes se calzaban sus primeras botas en la mili, o aprovechaban para sacarse el carnet de conducir o también para aprender a leer y a escribir[2].

Los que no hicimos la «mili» porque fuimos pidiendo prórrogas hasta la llegada del ejército profesional, en un periodo de cambios, en el que ya se intuía que todo aquello llevaba visos de desaparecer, nos nutrimos de las anécdotas de nuestros padres y también de las de nuestros abuelos. Si bien, la «mili» de mis abuelos tiene que ver con la Guerra Civil Española, con un entorno bélico de incertidumbre, de necesidad... mientras que la mili de mi padre (realizada entre 1974–1975), en los barracones de Madrid y Cáceres, casa mejor con lo que denominamos aquí «cine de cuartel». La mili de mi padre, como la de muchos de los padres de mi generación, tuvo mucho de aburrido, de pensar a solas en la litera, de escribir a la novia haciendo pasar por suyos los versos de Bécquer o Machado, por ejemplo; de novatadas, de mantas que picaban, de ranchos incomibles, de CETMEs pesadísimos y de arrestos menores (en el caso de mi progenitor, por lo que él mismo confiesa, fueron bastantes y todos ellos estuvieron justificados, incluido uno por prohibirle el paso al propio general Gutiérrez Mellado en el control de acceso del Ministerio de Defensa en Madrid al no haberlo reconocido).

Más allá de anécdotas familiares, no decimos nada nuevo al afirmar que el cine fue una poderosa herramienta de propaganda para el régimen franquista[3], como ha dicho Laura Moreno Ramírez:

Desde el final de la Guerra Civil española y el inicio del franquismo, el cine español ha estado sometido a las reglas y dictámenes del régimen. El cine se convertía así en un instrumento para difundir la ideología oficial, y a su vez controlar las ideas y pensamientos que se salieran de la norma mediante el uso de la censura. Sin embargo no siempre se vieron estas rebeldías desde el poder, quedando para siempre magníficos retratos de la sociedad española que nos sirven para estudiar nuestra historia más reciente[4].

Nosotros vamos a quedarnos aquí con la última parte de esta apropiada cita. Dejando atrás el cine bélico español, propio de los primeros años del franquismo, en donde se homenajea a los vencedores de la contienda, y, sobre todo, se construyen representaciones del enemigo y narrativas destinadas a sancionar y arraigar el hito entre las dos barricadas[5], se pasa a un periodo más «amable», de afianzamiento del régimen. La retórica de la guerra, también su léxico, se difumina y se va desvaneciendo. Como dice la profesora Moreno Ramírez, en estas películas encontraremos «magníficos retratos de la sociedad española»; pensamos, por ejemplo, en las historias que se desarrollan fuera del cuartel, en los humildes hogares de los protagonistas de películas como Ahí va otro recluta o Cateto a babor. No es tampoco fortuito que en estas tramas cuartelarias, junto a la seriedad de los oficiales, encontremos el papel del gracioso, casi en un ejercicio que nos recuerda a su uso en la comedia nueva lopesca[6]. Un «hombre de humor», como lo definió Fernández Montesinos. En las películas a las que nos referiremos, este papel fue representado por los más grandes cómicos de la época, léase: Antonio Ozores, «Gila» o José Luis López Vázquez.

Algunas características cardinales del «cine de cuartel»

De perogrullo nos parece decir aquí que en el cine bélico precisamos de un enemigo, de batallas, de impedimenta...[7] No vamos a entrar a discutir en cambio si el enemigo debe ser diametralmente opuesto a los protagonistas del film en cuestión, con los que el director quiere que empaticemos, o si sufren, aman y sienten exactamente igual a estos[8]; si los dos bandos están bien definidos o los responsables del film se encargan de homogeneizar los sentimientos de unos y otros contendientes (como sucede en Flags of Our Fathers y Letters from Iwo Jima, ambos de 2006). Por el contrario, en el «cine de cuartel» no hay enemigos. El argumento gira en torno a la vida dentro del cuartel y a sus aledaños, que no dejan de tener relación con lo que se hace dentro de los cuarteles: cafeterías, bailes, casa de oficiales, suboficiales o amigos de la tropa. No hay largas batallas como en el épico inicio de Saving Private Ryan (1998). El cine de cuartel no es cine bélico, género que también se ha cultivado en España. No se trata de películas como Sin novedad en el Alcázar (1940), de Agustino Genina, o Los últimos de Filipinas (1945), de Antonio Román. Los cuarteles dejan sus espacios a las cámaras y a los actores, el recinto es escenario, la disciplina convive con las bromas y el aire se serena y pierde la gravedad de filmes como los citados. No en vano, grandes cómicos españoles como Alfredo Landa, Manolo Gómez Bur, Fernando Fernán Gómez, Toni Leblanc o José Luis López Vázquez están dentro del canon del «cine de cuartel».

Evidentemente, el servicio militar no era un paseo entre las flores, y de lo que se trataba, con el paso cada año de estos miles de jóvenes españoles por los cuarteles españoles, era de inculcar las ideas de patria, respeto y lealtad; algo que, en realidad, no habían cambiado mucho con el paso de los años si salvamos lo relativo a la propaganda del régimen franquista. Tal y como nos dice el profesor Velasco Martínez:

Los textos y manuales con los que los reclutas y soldados de reemplazo eran formados, reflejan en gran medida la realidad de las enseñanzas que recibían. En general, recogían las mismas inquietudes que los manuales de inicios de siglo. Si en 1904 se pretendía inculcar a los soldados contenidos como «disciplina, orden, respeto a los oficiales, respeto al propio cuerpo y a la familia», o una visión bucólica, romántica e idílica de la patria a través del estudio y veneración de algunos episodios de la historia de España, en 1940, 1966 o 1975 no se hará algo demasiado diferente[9].

Hacia una definición del término y un antecedente

Aunque no comparta en su totalidad las características de las películas que vamos a analizar en las páginas siguientes, creemos que un antecedente del «cine de cuartel» lo podemos encontrar en la cinta Posición avanzada, de 1966, ya que, aunque pretendiera ser un film bélico (las escenas de batallas y combates son bastantes a lo largo del metraje), hay también espacio para la vida íntima de los soldados[10]. Además, los caracteres de los mandos se suavizan, ya no son los rostros impertérritos de películas precedentes; encontramos, entre otros, al teniente (Rogelio Madrid), comprensivo, amigo de sus subordinados; al sargento Ayuso, de apariencia temible (un genial Antonio Ferrandis encarna dicho papel), pero bromista y de corazón amable; al soldado culto, apodado «el filósofo»; al guitarrista; al guasón... El cuartel se cambia por la trinchera, un espacio estrecho en donde los hombres están obligados a compartir la comida, los pasatiempos y las inquietudes, que se convierte en un mundo en miniatura, como sucederá en otras películas que luego analizaremos, bien delimitado, que tiene sus propias reglas y en donde se vive ajeno a las normas de lo que está más allá del límite que marcan los sacos terreros y las alambradas de espino. En la trinchera los soldados cocinan, se asean, hacen gimnasia, pero también cantan, bromean...y hasta hablan de amor. Aunque todo esto sea la calma que precede a la tormenta.

Como digo, en Posición avanzada hay tiempo para las bromas, el espectador se relaja, por un momento parece que la guerra se ha esfumado. Por momentos parece que no habrá más intercambios de disparos, la parte hermosa de la vida oculta el terror de la guerra, como cuando uno de los soldados ayuda a otro a escribir una carta a su novia, o la escena en la que ambos bandos enarbolan una bandera blanca y se ponen a pescar en el río que los separa, símbolo quizá de la línea ideológica que los divide también, aunque muchos sean coterráneos, aunque muchos se conozcan. Por un instante la guerra se para allí; el sargento Ayuso, del bando nacional, da noticias al capitán Trueba, del bando republicano, sobre cómo van las cosas en el pueblo, ya que ambos son paisanos. Una escena que mi abuelo, Fernando Lucas Tejado, sin llegar a confraternizar con el enemigo, nos contó siendo niños a mi hermano y a mí, ya que él, cabo primero del cuerpo de Ingenieros, había lanzado alguna que otra bomba de mano a un río o a una charca para conseguir peces para la comida o la cena.

En cuanto a otras chanzas, no podrían faltar las novatadas en Posición avanzada, donde podemos ver la broma de la pesada piedra de afilar machetes, que aparece también en la película ¡Ahí va otro recluta!, de 1960. A pesar de todo esto, el poso que deja el film en el espectador es amargo y triste.

Trilogía de la misma cosa (y más)

Con seguridad, Botón de ancla es uno de los casos más paradigmáticos de este tipo de cine. Una película en la que la amistad de los protagonistas quedaba por encima de cualquier cosa, donde esta se demostraba en el cuartel en el que los jóvenes coinciden y donde la muerte redime al soldado calavera. De esta película se rodaron tres versiones; la primera versión es de 1948, en blanco y negro, dirigida por Ramón Torrado, con un joven Fernando Fernán Gómez, Antonio Casal y Jorge Mistral como integrantes de la trinca. La cinta tuvo una versión posterior, Los caballeros del botón de ancla (de 1974), dirigida también por Torrado, con Ángel Álvarez como uno de los protagonistas y con Rafaela Aparicio y Florinda Chico como grandes actrices de reparto. El papel cómico de Trinquete lo llevó a cabo otro de los grandes «secundarios» del cine español, Rafael Hernández Herrero.

Rodada íntegramente en la Escuela Naval de Marín (Pontevedra), lo que se quiere difundir de nuevo en esta película es que el amor a la patria, el honor y la amistad están por encima de cualquier cosa, incluso por encima del amor. Aunque intenta ser graciosa, viéndola en 2024 resulta algo almidonada. Es interesante una de las escenas por lo que tiene de paródico, la cual transcurre en la camareta de los protagonistas, quienes, ante un mapa, parece que están preparando un desembarco militar, cuando, en la realidad, lo que hacen es prepararse para salir a la conquista de chicas el domingo siguiente. Más allá del humor, el sacrificio por el otro, aun a riesgo de perder la propia vida, queda presente también en esta versión. En efecto, la muerte de uno de los integrantes de la trinca hace que los otros dos olviden sus diferencias, ocasionadas por una mujer a la que ambos pretenden, y quedan, como dice su juramento, «unidos todos». Una música triste acompaña la escena mientras los dos guardiamarinas miran el cadáver de su amigo. Tras esto, asistimos al discurso motivador por parte de un oficial y luego al desfile final, que queda en la memoria del espectador. «La lección más bella: la del sacrificio», se nos dice, y no en vano, las últimas palabras de la cinta son «Viva España».

De muy distinta hechura es la adaptación de 1961 titulada Botón de ancla. España se transformaba, la vida en el cuartel se veía a color y no en blanco y negro. La película está dedicada «A la Gloriosa Marina de Guerra Española», entre sus atractivos cuenta con la participación del dúo musical de moda, El dúo dinámico, las chicas los adoraban y los chicos querían ser como ellos, Manolo y Ramón, que se presentaban con un impecable uniforme blanco. «Gila», gran cómico, aunque de ideología de izquierdas, encarnaba al simpático Trinquete, que tendría su equivalente, años más tarde, en el Rioseco del remake más o menos cercano de esta misma película, Los guardiamarinas (Pedro Lazaga, 1967), encarnado por un soberbio José Luis López Vázquez.

Botón de ancla, una comedia romántica servida en pantalla como si estuviera rodada veinte años antes, comienza con uno de los protagonistas acompañado de una chica, pero la deja un momento para telefonear a otra. Inmediatamente después estamos en un tren, con música, con canciones, en un ambiente muy alegre; pareciera que los marineros no van a un cuartel, sino a un guateque. «Un tipo alegre y campechano sin igual (…) por siempre un buen amigo tendrás», nos cantan Manolo y Ramón, realizando una definición de lo que es un guardiamarina. Leamos ahora la letra completa de la canción, que, por cierto, con la llegada de la democracia a España, no salió mucho de la maleta de los viejos éxitos del Dúo dinámico durante sus conciertos:

Guardiamarina

es, que duda hay,

un tipo alegre y campechano

sin igual.

Si la amistad te da

no temas ya jamás,

porque siempre

un buen amigo tendrás.

Tienen un ideal,

que en todos es igual

y que por siempre

conservar lo lograrán.

Y ello ha de consistir

en el poder sentir

por el honor

y por la patria morir.

¡Bien!

Yo puedo hablar así

porque lo siento en mí,

ya que guardiamarina soy.

Y cuando una cosa me propongo

es entonces cuando pongo

colocar más firme y conseguir así.

Las chicas, locas

van cuando nos ven así,

y sin pensarlo más

nos dan el sí.

Nuestro uniforme blanco

las mata por encanto,

no hay chica

que resista nuestro querer.

¡Bien!, yo puedo hablar así

porque lo siento en mí,

ya que guardia marina soy.

Y cuando una cosa me propongo

es entonces cuando pongo

colocar más firme y conseguir así.

Las chicas locas van

cuando nos ven así

y sin pensarlo más nos dan el sí.

Nuestro uniforme blanco

las mata por encanto,

no hay chica

que resista nuestro querer.

No hay chica

que resista nuestro querer.

No hay chica

que resista nuestro querer»[11].

El escenario de la película, el cuartel, parece más un campamento de niños que un centro de instrucción. Eso sí, no faltarán los discursos militares, las típicas novatadas, las loas a la bandera y los vivas a España.

En cuanto a cómo se retrata a las mujeres, ya hemos visto que ninguna «resiste su querer». En lo específico, aparece la «gorda mejillonera», la novia de Trinquete, de la que los «caballeros» guardiamarinas se burlan; además, recomiendan al chusquero cabo primero que hay que tener una novia en cada puerto. Durante toda la película las mujeres tienen un papel muy secundario. Son las novias o las pretendiente de las que apenas sí sabemos sus nombres y nada más. En el caso de una película profundamente imbricada con las anteriores, Los guardiamarinas (de 1967, dirigida por Pedro Lazaga), Mariajo (interpretada por Paloma Valdés), es representada como una niña frívola, caprichosa, con ganas de ganar en las regatas a toda costa y que sólo cambiará su percepción del mundo tras enamorarse del recto caballero guardiamarina Miguel Montero (Manolo Zarzo), enfrentado aquí a otro galán del momento, Pepe Rubio (el desastroso guardiamarina Enrique Andrade), que piensa más en divertirse que en cumplir con las obligaciones castrenses.

Más ejemplos del «cine de cuartel»

Una película que, en esencia, sigue el mismo esquema que las anteriores es ¡Ahí va otro recluta! (de 1960), en donde el protagonista es José Luis Ozores, un pobre cateto que un buen día, mientras trabaja su tierra bajo un sol de justicia, se ve sorprendido por dos paracaidistas de lustroso uniforme (Manuel Zarzo y José Luis «Kiko» Carbonell). El campesino Cascales decide entonces cambiar el sacho por el fusil y el pueblo por la ciudad. Decimos que la película sigue en esencia la estructura de las anteriores porque al final del film sí tenemos algo parecido a una guerra, unos combates en el norte de África, a donde van nuestros amigos paracaidistas, donde vuelven a repetirse las escenas cómicas en el cuartel (asistimos, por ejemplo, a los monólogos de Ceferino y Orencio). De nuevo, uno de los del trío protagonista (Pruden, Orencio y Ceferino) muere durante la campaña, exaltándose el valor y el sacrificio por la patria. Como película funcionó bien en la taquilla, creemos que en parte gracias al reparto de buenos actores, ya que en la nómina estaban, además de los citados, Venancio Muro, Roberto Camardiel o Vicente Bañó, actores todos muy queridos por los espectadores de la España de la época.

El año anterior a ¡Ahí va otro recluta! se había estrenado Quince bajo la lona, dirigida por Agustín Navarro. Una película basada en la novela homónima de Luis Fernando Conde Monge, quien fuese teniente coronel del cuerpo de Intervención. El inicio nos deja ver un largo desfile de soldados mientras cantan la vieja tonada Fonseca, canción del repertorio de la tuna que algunos escuchamos de niños más de una vez por la calle Colón de Cáceres, donde existía una residencia femenina pensada para albergar a las estudiantes de la joven universidad extremeña. Otra canción sigue luego, Margarita se llama mi amor, está si entra de lleno en el repertorio musical cuartelario, que fue compuesta por Julio Salgado Alegre (1926–2003), un muchacho de veintidós años, miembro de la milicia universitaria en el campamento de Instrucción Premilitar Superior (IPS) de «El Robledo», situado en las proximidades de la Granja de San Ildefonso (Segovia), durante el verano de 1948.

En cuanto a la trama de Quince bajo la lona, retrata la vida de las milicias universitarias del franquismo. El sex simbol era Carlos Larrañaga, cuyo hijo, por cierto, hizo el servicio militar en la misma compañía que mi padre en el entonces CIMOV de Cáceres. Los personajes de esta película son, una vez más, un abanico de la sociedad, algunos más exagerados que otros. Está el padre de familia –que ejerce también de esto con sus compañeros–, el empollón, el señorito y el crápula. La convivencia, el ayudarse los unos a los otros es lo que domina en esta cinta. Nadie puede salvarse solo. Todos nos necesitamos. No se esconde que la vida allí es dura, las camas no son cómodas, la comida es sólo regular y los entrenamientos son duros; pero todo se supera si la amistad prevalece. «Esto es como un veraneo, sólo que vestidos de caqui», dice uno de los protagonistas, aunque no sabemos si el actor lo está diciendo a sus compañeros de tienda o a los espectadores, con el fin de tranquilizar a los futuros aspirantes, a las familias y a las novias de los reclutas.

Se rodaron largas secuencias al son de canciones de la mili en las que los soldados hacen la instrucción, saltan obstáculos, pasan bajo alambradas o saltan parapetos. Hay, sin embargo, un error que puede verse si somos curiosos: el alférez que martiriza a los jóvenes protagonistas luce en su pechera dos estrellas de seis puntas, cuando lo correcto sería que tuviese sólo una, ya que lo otro corresponde al grado de teniente.

Bastantes famosos y personalidades españolas pasaron por estas milicias, como el presidente de Cantabria Miguel Ángel Revilla, quien concluyó esta formación castrense con el grado de sargento. Manuel Fraga Iribarne, Ministro de Información y Turismo con Franco, Presidente de la Xunta y Presidente de Alianza Popular primero y del Partido Popular después, se licenció con el grado de alférez en estas mismas milicias. José Bono, que sirvió en el cuerpo de caballería como alférez, ha confesado que guarda buenos recuerdos de esta etapa[12]; y el genial y polifacético Antonio Gala, ya con su estrella de seis puntas ganada, fue expulsado de las milicias por un asunto que aún no está del todo claro, por el que fue degradado y obligado a realizar el servicio militar como cualquier hijo de vecino[13].

Lo que observamos en esta película es el ya aludido microcosmos en el que viven los soldados. Un dentro y fuera del campamento. En el interior todo funciona, mientras que fuera existen y acechan los peligros (como los amigos poco recomendables de Fernando). Y aunque todo se mezcla bajo un mismo techo, el de la tienda de campaña que comparten nuestros protagonistas, la amistad y la camaradería prevalecen sobre las diferencias. Vemos que, si bien todos son jóvenes universitarios a los que se les augura un futuro prometedor, cada uno es diferente, sus inquietudes son distintas, pero todos se dan una mano ante la necesidad del compañero, siempre hay alguien para dar un consejo.

En Cateto a babor (Ramón Fernández,1970), exitoso remake de otra cinta que denominaríamos «cine de cuartel», Recluta con niño, de 1955, el ejército transformará al inocente Miguel Cañete, pasando de corto gañán de pueblo, de «sinvergüenza, cínico y degenerado», en palabras del sargento Canales, a héroe condecorado, cabo y quien consiga los amores de la chica de la historia (Julia, interpretada por una joven Enriqueta Carballeira). Todo esto viene a ser lo mismo que cuando el pobre y desdichado protagonista de los cuentos tradicionales se casa con la princesa tras haberse puesto a prueba a sí mismo (como ocurre en El sastrecillo valiente, El gato con botas, etc.). Incluso aquí, y en general en esta vertiente cinematográfica, los personajes femeninos son puramente decorativos. El criterio a seguir es el de la sobriedad: en esta película, pero a menudo también en las demás, van peinadas y vestidas muy lejos de las tendencias de los años setenta: moños bajos, cortes altos, colores claros y pastel. Ningún elemento sorpresa. Sin embargo, en esta película la monotonía se ve interrumpida por un pasaje bastante irónico. Miguel Cañete, buscando a alguien que cuide de su hermano pequeño, se acerca a una mujer que está amamantando a un bebé, sentada en un parque, y empujando a su hermano pequeño hacia delante, le pregunta: «¿Le gustaría tener dos?», y ella, riéndose, contesta: «¡Claro que me gustaría! ¿Rocío, Pepe, Jacinto, Luis, Antonio, María, Isabel? Fíjese… todos son míos, y en casa tengo más». Sin duda estamos lejos de una voluntad real de deconstruir la ecuación mujer y ángel del hogar, pero, en cualquier caso, aquí la ironía casi consigue ser desacralizadora.

Más, y más, y más... pero mucho más

No podía faltar en el corpus de películas de cuartel una dedicada por completo a los pilotos del cuerpo de Aviación[14], No le busques tres pies... (de 1968), dirigida por Pedro Lazaga. Como las otras, lo primero que ve el espectador son imponentes formaciones de aviones de combate volando al son de tonadas militares que exaltan la gloria de ser soldado y español. Aquí somos testigos del miedo a volar del alférez Aguirre, algo intolerable en el ejército. Se trasgrede en esta película aquello del respeto al superior, ya que el espectador verá que al instructor jefe se le llama «El monstruo sagrado». El papel del gracioso recae en un soberbio José Sacristán, «Tarta», que, entre otras «gracietas» vuela de un disparo la gorra del sargento. Paralela a la historia castrense transcurre el amor entre Miguel Aguirre (Axel Darna) –quien, además, tuvo un pequeñísimo papel en Il buono, il brutto e il cattivo (1966), de Sergio Leone– y Patricia (Teresa Gimpera). Compañerismo, afán de superación en el cuartel, novatadas... La fórmula nos suena. De nuevo tenemos la idea de que nadie se salva solo, un Aguirre degradado vas ascendiendo en el escalafón militar, superando una prueba tras otras en la base aérea de San Javier, donde se habían rodado otras películas de este género.

Al final de la cinta el sargento Aguirre, en el que nadie confía, al que tachan de cobarde y de poco capacitado, termina por salvar (como hacen Andrade, Cascales o Cañete) la vida de un superior, el teniente coronel Mota, quien antes había propiciado su salida de la academia, aunque perderá la vida en este trance, pero ganándose el respeto de todos. Su honor se ha restablecido y mandos, compañeros, familia y novias velan su ataúd en una de las últimas escenas de la película. En la última escena vemos al hermano pequeño de Aguirre con otros reclutas, preparados para entrar a servir a la patria, un avión cruza veloz el cielo y vuelven a escucharse cánticos en honor de los pilotos del ejército español. Fin.

Coda

Mucho más descaradas y desprovistas de todo fin aleccionador son otras cintas del «cine de cuartel» que se rodaron ya durante la democracia. Biba la banda (1987), de Ricardo Palacios, es ejemplo de lo que decimos. La película comienza en el cuartel de una banda de música militar en plena Guerra Civil Española, donde las situaciones cómicas se repiten y donde, una vez más, la amistad está –ahora desde la perspectiva de una España en democracia, como decimos– por encima incluso de las ordenes militares y del escalafón. El comandante bonachón se llama Leónidas, como el héroe espartano, y el único disparo que se realiza en toda la cinta lo hace doña Encarna (Fiorella Faltoyano) con una escopeta de caza para, precisamente, poner fin a una pelea entre republicanos y nacionales. Ella es la que recrea unos versos del escritor uruguayo Antonio Seluja –nacido en 1928, por lo que esto habría sido imposible durante el periodo de la Guerra Civil Española– que dicen: «Contra las olas del mar/ luchan los pechos viriles,/ contra los guardias civiles/ no hay manera de luchar». La cinta, al margen de la trama, ya por el mero hecho de ver al genial Alfredo Landa convertido en sargento chusquero y ejerciendo de virtuoso clarinetista, merece la pena. La película, que tuvo como secuela una serie televisiva, La banda de Pérez, motivó incluso una polémica en el parlamento español, puesto que hubo quien dijo que se frivolizaba con la Guerra Civil.

Tendríamos que hablar también de Historias de la puta mili (1993), película de mediana calidad basada en una serie de historietas aparecidas en la irreverente revista El jueves, que popularizó la frase «Nasío pà matà»; o de una película que creemos que no ha recibido toda la atención que se merece, Morirás en Chafarinas, de 1995, dirigida por Pedro Olea y basada en la novela homónima de Fernando Lalana; de La marcha verde (2002), film del destape tardío y repleto de petardeo, humor de cuñados y con un Franco en su lecho de muerte en su argumento. Y de algunos títulos más que tenemos que dejar fuera por falta de espacio, aunque no desterramos la idea de realizar una segunda parte de este estudio en el futuro.

Sin querer frivolizar, terminamos con una frase, a nuestro parecer genial, tomada de la película Biba la banda, en donde se dice, durante un diálogo entre un nacional y un republicano: «lo malo de una guerra civil es que está llena de cotillas y uno termina enterándose de todo». Para evitar esa práctica tan molesta que es el cotilleo, evitemos, pues, por mera comodidad, todas las guerra, civiles e inciviles.

Irene Arbusti
Università degli Studi di Macerata (Italia)
Fernando Cid Lucas
Università degli Studi di Macerata (Italia)



BIBLIOGRAFÍA

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NOTAS

[1] Véase para esto: BOTERO, Andrés, «El cine bélico: Una mirada sobre y desde los vencidos», Revista Cine Qua Non, nº 2, 2015, pp. 16–25.

[2] Léase para esto el artículo disponible en: https://www.laverdad.es/murcia/cartagena/historias–recuerdos–mili–20200614001424–ntvo.html (última consulta: 03/12/2023).

[3] Ya durante la guerra civil, y en los años inmediatamente posteriores, el cine, con la reciente llegada del sonido, fue el medio perfecto para los fines propagandísticos del bando nacional y del régimen naciente. En las décadas posteriores incluso puede decirse que se construyó un verdadero «cine nacional», del que proceden en gran parte las representaciones necesarias para la utilización política de la memoria como base legitimadora de la dictadura. Véase para esto las monografías de: BERTHIER, Nancy, Le franquisme et son image: cinéma et propagande, Toulouse, Presses Universitaires de Mirail, 1998; SEVILLANO CALERO, Francisco, Propaganda y medios de comunicación en el franquismo, Alicante, Publicaciones de Universidad de Alicante, 1998; DIEZ PUERTAS, Emeterio, El montaje del franquismo. La política cinematográfica de las fuerzas sublevadas, Barcelona, Barcelona 2002; o RODRÍGUEZ MATEOS, Araceli, Un franquismo de cine. La imagen política del régimen en el noticiario NO–DO (1943–1959), Madrid, Rialp, 2008.

[4] En: MORENO RAMÍREZ, Laura, «Cine español y Franquismo», I Congreso Internacional de Historia y Cine (1, 2007, Getafe). Gloria Camarero (ed.), Getafe, Universidad Carlos III de Madrid e Instituto de Cultura y Tecnología, 2008, p. 479.

[5] En la década de 1940, bajo la égida de casas de producción como CIFESA y CEPICSA, entre otras, se rodaron una serie de películas centradas en los ideales falangistas y en la construcción ad hoc de una memoria oficial de la guerra: Porque te vi llorar (Juan de Orduña, 1941), Rojo y negro (Carlos Arévalo, 1942), Raza (José Luis Sáenz de Heredia, 1942), esta última basada en una novela escrita por el propio Francisco Franco bajo el seudónimo de Jaime de Andrade.

[6] Véase para esto la magnífica monografía de: GÓMEZ, Jesús, La figura del donaire o el gracioso en las comedias de Lope de Vega, Sevilla, Ediciones Alfar, 2006.

[7] Véase para una completa definición de este género cinematográfico el libro de: RODRÍGUEZ GIL, Hilario Jesús, El cine bélico: la guerra y sus personajes, Barcelona, Paidós Ibérica, 2006.

[8] Véase para esto la completa monografía de: SOKOŁOWSKA PARYŻ, Marzena & LÖSCHNIGG, Martin, The Enemy in Contemporary Film, Berlin & Boston, De Gruyter, 2018.

[9] En: VELASCO MARTÍNEZ, Luis, «¿Uniformando la nación?: el servicio militar obligatorio durante el franquismo», Historia y Política, nº 38, 2017, 74. Desde el período en que Antonio Barroso fue Ministro del Ejército, entre 1957 y 1962, se empezaron a tomar diversas medidas para renovar lo que era un ejército anticuado en la organización, sobredimensionado en los altos mandos y obsoleto en sus recursos materiales. El Plan de modernización militar tenía este objetivo, parcialmente conseguido debido a las limitaciones impuestas por los recortes presupuestarios exigidos por la política de austeridad del gasto público.

[10] Léase para esto el artículo del profesor RUBIO CABALLERO, José Antonio, «Describir y prescribir: el cine español sobre la guerra civil como fábrica de memoria. Propuesta de un modelo interpretativo», Historia Actual Online, vol. 47, nº 3, 2018, 162–171.

[11] En: https://www.cancioneros.com/letras/cancion/1729488/guardamarina–soy–duo–dinamico (última consulta: 24/10/2023).

[12] Véase para esto: https://www.larazon.es/historico/7741–historias–de–la–buena–mili–SLLA_RAZON_363026/ (última consulta: 07/03/2024).

[13] Véase para esto el artículo publicado en: http://www.andalupedia.es/p_termino_detalle.php?id_ter=8535 (última consulta: 07/11/2023).

[14] En Recluta con niño y Ahí va otro recluta los protagonistas servían como infantes y paracaidistas.



El «cine de cuartel» durante el periodo franquista: notas para la definición de un nuevo término cinematográfico

ARBUSTI, Irene y CID LUCAS, Fernando

Publicado en el año 2024 en la Revista de Folklore número 511.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz